28/03/2024

Dialéctica de la crisis. Argentina 1991-2001

Por Féliz Mariano , ,

Introducción

Parece haber un consenso generalizado entre los economistas respecto de que la crisis fue producto de la conjunción de una serie de desequilibrios macroeconómicos. Sin embargo, no hay acuerdo en cuanto a las causas de tales desequilibrios y las soluciones posibles a los mismos. Para los que defienden una lectura "liberal" de la crisis, la misma habría sido producto de la irracionalidad de la clase política que no se animó a llevar adelante los ajustes necesarios (por ejemplo, Mussa, 2002). Por otro lado, se encuentran quienes afirman que la crisis fue producto del exceso de mercado sin una adecuada guía de parte del sector público (entre otros, Fanelli y Heymann, 2002; Frenkel, 2002).

Más allá de las diferencias el principal punto en común estas interpretaciones tiene que ver con que asumen que el Estado actúa por encima de la sociedad como una agente mediador entre los intereses particulares o como un garante del buen funcionamiento de las "naturales" leyes de la sociedad. El Estado es visto como externo a las relaciones de producción (Holloway, 1994: 127). En consecuencia, lo que hace o deja de hacer (para bien o para mal, según el analista) es un producto simplemente de una mala o buena decisión, de una decisión errada o acertada en abstracto como si tales decisiones fueran cuestiones eminentemente técnicas.

1. La crisis como resquebrajamiento de la relación de capital

Por el contrario, considero que la dinámica que asume la economía y las políticas públicas (entre ellas, las políticas económicas) no son simplemente resultantes de un conjunto de leyes y opciones de política económica racionales/óptimas o irracionales/sub-óptimas, sino que existe una profunda interacción entre la economía y la política; el Estado, las leyes, la moneda y su forma de gestión, el capital, etcétera, son todas formas de expresión de la relación de capital (Holloway, 2002). Todas esas "formas" actúan como mediaciones en la relación entre el trabajo y el capital. Esta relación entre quienes trabajan para sobrevivir y quienes viven del dominio del trabajo ajeno es esencialmente conflictiva e inestable.

Siguiendo esta lectura se pueden comprender mejor los efectos "expansivos" de la crisis. La misma tuvo su expresión más clara, original, como crisis económica, pero también apareció como crisis política y social. La crisis nunca podría ser simplemente crisis económica o política sino que supone, siempre, la crisis de la relación del capital, siendo el producto inevitable de las contradicciones inherentes a dicha relación (Holloway, 1994: 100). De manera tal que la crisis adquiere invariablemente formas económicas y políticas. Lo que se encuentra implicado en ambos niveles es el intento del capital de mantener las condiciones de su propia existencia, es decir, el control sobre el trabajo humano y la generación de un excedente, la producción y reproducción de la "separación" del trabajo de sus medios (Bonefeld, 2002). Que este proceso se manifieste como crisis abierta dependerá, en definitiva, de la disputa del trabajo por la constitución de una subjetividad que pueda negar al capital.

Pensar la crisis en esta clave implica entender que el capital es una relación social constituida sobre la base de la "separación" (Bonefeld, 2002; Lebowitz, 2003). El capital es una relación que supone la separación de los población de los medios para la producción y reproducción de su vida. La acumulación de capital requiere la sistemática separación de los trabajadores de sus condiciones de vida. Si ella no puede ser reproducida la relación de capital se resquebraja, pues su capacidad de comando sobre el trabajo humano se apoya en ella. Así, podemos pensar la producción y reproducción del capital como un proceso sistemático de creación y recreación de las condiciones de acumulación originaria del capital (Marx, 1995). Sin la separación de los productores (trabajadores) de sus medios de subsistencia y reproducción el capital no podría surgir, no podría hallar su eficacia, pues parafraseando a Eduardo Galeano "las cosas no podrían convertirse en dueños de la gente".

Este proceso de separación es siempre violento, aunque su violencia no sea inevitablemente "visible". En la estabilidad de las instituciones de la sociedad capitalista se oculta el triunfo de la violencia del capital para imponer sus condiciones de reproducción. Esas instituciones son así esencialmente formas de expresión (mediada) de la relación de capital (Holloway, 2002). Al ser producto necesario de la relación de capital, asumen su misma esencia contradictoria. Si su estabilidad supone el éxito del capital, sus crisis representa la dificultad de aquel para imponer sus condiciones.

La crisis del capitalismo argentino en los noventa fue una experiencia de crisis general de la relación de capital. General pero no definitiva, pues la superación del capital supone la construcción de una fuerza social capaz de desplazarlo como mediador de las relaciones sociales. Sin embargo, la crisis del proceso de acumulación, cuyo inicio puede observarse hacia mediados de 1998 y que comenzó siendo simplemente "económica", poco a poco fue traduciéndose en una crisis más general, política y social, y fue generalizándose, expresándose en una crisis general de las formas: de la forma-Estado, de la forma-ley y de la forma-dinero.

La crisis no fue simplemente el producto de las contradicciones "objetivas" del proceso de acumulación, o mero producto de los elementos "subjetivos" expresados en el conflicto social. La misma resultó de la configuración compleja y contradictoria de las tendencias particulares del proceso de acumulación capitalista en la Argentina y la reconstitución política de la clase trabajadora.

2. Acumulación, contradicciones y crisis del capital

Luego de años de reestructuración regresiva del capital iniciado a mediados de la década de los setenta, desde comienzos de la década de los 90 avanzó un proyecto de reorganización radical de las relaciones sociales (Féliz y Pérez, 2004).

En su origen, el proyecto que se consolidó en los noventa supuso la reedición a escala ampliada de la acumulación originaria del capital (AOC). A partir de allí el capital pudo recuperar su capacidad de expansión sostenida iniciando una larga etapa de valorización. La (ampliación de la) separación de los productores directos de sus condiciones de existencia fue uno de los elementos clave en los primeros años del proyecto de la convertibilidad.

El propio proceso de acumulación de capital iniciado en 1991, en el marco de la constitución de condiciones favorables para la explotación acrecentada del trabajo, fue creando las condiciones de realización de la futura crisis. El crecimiento veloz en la composición orgánica del capital creó las condiciones para la eventual actualización de la "tendencial" caída en la tasa de ganancia. A su vez, las contra-tendencias que el propio proceso de valorización creó a la baja en la tasa de ganancia, contra-tendencias que operaron durante un tiempo para postergar la crisis.

2.1 Separaciones, o de cómo se establecieron las condiciones históricas de producción del capital

La valorización del capital presupone un doble proceso de separación (Marx, 1991). Los trabajadores aparecen como oferentes de fuerza de trabajo (FdeT) en el mercado y a su vez como consumidores. Esa situación no es simplemente un estado de cosas sino que la reproducción del valor como capital requiere la reproducción de esa separación. Los trabajadores deben sistemáticamente re-aparecer como tales, sin medios de producción y sin medios para la reproducción de su vida, producto de la expropiación sistemática de los productores del producto de su trabajo (Bonefeld, 2002).

Si bien este doble proceso se reproduce de manera tendencial en el capitalismo por la propia dinámica de la valorización del capital, en ciertos períodos adquiere una dimensión extraordinaria. Ahí el proceso de separación supone la aplicación de una violencia que podría denominarse extra-económica, pues requiere la intervención abierta del Estado a favor del capital. El período de implementación de las reformas estructurales en la Argentina puede ser entendido como una etapa de constitución originaria del capital donde se establecen las bases para el despegue de un nuevo ciclo de valorización en una escala cuantitativa y cualitativamente diferente.

A través de diversas iniciativas el capital propició un proceso de AOC que permitió concentrar una masa de capital en poder de los sectores capitalistas ntes de una manera que no había sido posible en años. Las privatizaciones, la reestructuración de la deuda pública, la nueva de distribución de ingresos consolidada luego de las hiperinflaciones y la confiscación de los depósitos, crearon las condiciones para el despegue de un nuevo ciclo de acumulación de capital: la participación de los salarios en el ingreso cayó un 26,1% entre el período 1984-88 y el período 1991-93, entre 1991 y 1993 se transfirieron a la operación capitalista empresas públicas con ventas por un valor de 9600 millones de dólares, los niveles de endeudamiento público pasaron de 39 mil millones de dólares a 57 mil millones de dólares entre 1991 y 1994.

Además, las reformas estructurales establecieron una mayor separación entre los productores directos y sus condiciones materiales de vida. Revirtiendo la tendencia histórica a la des-mercantilización progresiva de la provisión de valores de uso se desarrolló un acelerado proceso de privatización de los espacios públicos. Este proceso operó como medio para la AOC y a la vez "creó mercados" para la valorización del capital donde antes se privilegiaba la distribución no mercantil. El capital pudo operar un fuerte proceso de colonización de esferas esenciales para la reproducción de la vida que se encontraban total o parcialmente alejadas de la lógica de valorización del capital (como la provisión de servicios públicos, la seguridad social, la explotación de recursos productivos de propiedad social, al igual que el uso del espacio físico común). A esto cabría agregar las tendencias a la privatización de los servicios públicos más esenciales, como la educación y la salud.

La transferencia de recursos operada por la vía de una violenta estrategia de AOC constituyó uno de los puntos de partida de un nuevo proceso de valorización del capital en escala ampliada en la Argentina.

2.2 La acumulación de capital y la tendencia a la caída en la tasa de ganancia

La crisis de la "economía" no es un fenómeno externo al proceso de acumulación de capital, sino que es parte inherente al mismo. Este proceso de creación y expansión del valor, es decir de creación de plus-valor, da como resultado una dinámica tendencial de caída en la tasa de ganancia (TCTG). Esta "ley (tendencial)" es la "causa última" de las crisis periódicas del capitalismo (Carchedi, 1991: 154).

Este proceso surge de la tendencia en el capital al desarrollo de las fuerzas productivas, el cual se expresa en el crecimiento de la productividad del trabajo. Con el fin de expandirse, el capital debe sistemáticamente incrementar la productividad a fin de reducir sus costos de producción y enfrentar la competencia. La caída en los costos de producción supone para los capitales innovadores una mayor rentabilidad, que será preservada en tanto el resto de las empresas no copien o superen la innovación. Inicialmente las empresas innovadoras obtendrán mayores beneficios al vender las mercancías por encima de su valor individual (reducido por la innovación) pero tendencialmente (en la medida en que la innovación se generaliza) el valor social de las mercancías se reducirá eliminándose esa ventaja.

Dicho proceso de innovación (o inversión en nueva tecnología) tendrá sin embargo un importante efecto no deseado. La innovación desplaza FdeT por maquinaria o, de otra manera, aumenta la relación entre la masa de maquinaria e insumos y la masa de trabajadores (composición técnica del capital, ctc). En tanto esta relación crece no sólo en magnitudes físicas sino en términos de valor (incrementa la composición orgánica del capital, coc) la tasa de ganancia para el capital como un todo se reducirá, pues la porción del mismo que tiene la capacidad de crear valor (capital variable) cae relativamente mientras aumenta la porción muerta del mismo:

Las crisis son la expresión de la contradicción inherente en la producción capitalista, que es al mismo tiempo producción de valores de uso y de valor, y del hecho que un incremento en la producción del primero es al mismo tiempo una producción reducida del último. Esta contradicción, a su vez, es una expresión de la naturaleza social, y contradictoria, del valor, del hecho que el valor no es simplemente trabajo (abstracto) sino que trabajo realizado por una clase para otra (Carchedi, 1991: 155).

Esta ley tendencial no "emana de los grandes centros de la economía mundial" (Katz, 2000: 162) sino que es un fenómeno ligado a los procesos nacionales de acumulación de capital. La operación de esta ley supone la acumulación sostenida de capital y una creciente coc asociada. No niego el peso que tienen los proceso de acumulación en las naciones desarrolladas sobre los países capitalistas periféricos, sino que creo que no hay que confundir la fuerza de la ley tendencial con la efectiva reducción empírica de la tasa de ganancia. Si bien es cierto que las naciones capitalistas centrales y sus capitales operan profundamente sobre los capitalismos de la periferia del mundo, esto no niega la ley tendencial sino que actúa contrarrestando o ampliando la actuación de la misma.

Entre 1991 y 1998, en el período previo al comienzo de la crisis abierta, la acumulación de capital derivó en un incremento en la coc. Si aproximamos la coc a partir de la relación entre el stock de capital y el costo de reproducción de la fuerza de trabajo (capital variable) podemos ver que en el período señalado aumentó en un 35,5% (Gráfico 1) [1]

Gráfico 1. "Stock de capital" y capital variable en términos constantes. Argentina, 1990-2001.

Fuente: Estimación propia.

El aumento en la coc y la caída en la tasa de ganancia es una tendencia, no un hecho que se realiza en todo momento sino el resultado del movimiento esencial a la dinámica del capital. La propia lógica de expansión del capital es un proceso contradictorio y en cada período histórico supondrá la realización empírica o no de la tendencia. La tendencia supone que los elementos que se encuentran en la esencia del capital llevan necesariamente a la caída en la tasa de ganancia, situación que se realiza en las crisis donde el capital se ve forzado a reestructurarse a fin de contrarrestar los efectos de la tendencia y reiniciar la acumulación.

2.3 Juntar y dividir, la reestructuración del proceso social de producción

La acumulación de capital no es meramente un proceso de expansión cuantitativa sino que supone la transformación cualitativa de las relaciones de producción y los procesos concretos de producción. Esas transformaciones actúan como elementos que contradicen la TCTG.

La inversión no solo desplaza FdeT sino que incrementa la explotación. La nueva tecnología tiene como objetivo no solo aumentar la productividad sino mejorar la capacidad del capital de apropiarse de una proporción mayor del valor creado. El capital promueve formas de cooperación entre los trabajadores con el fin de incrementar su productividad, a la vez que idea estrategias para dividirlos a fin de reducir su capacidad de disputar su participación en esa productividad acrecentada (Lebowitz, 2003).

Las reformas de los noventa en la Argentina atacaron al mismo tiempo ambas facetas del proceso de organización capitalista de la producción (Féliz, 2004a). Por un lado, buscaron recuperar la capacidad de generación de un excedente logrando niveles suficientes de plus-trabajo, incrementando la productividad del trabajo social combinado. Si la propia producción de plus-valor se había convertido en un problema central a resolver a través del proceso de reformas, a su vez el capital buscó desarticular la capacidad de resistencia de los trabajadores a fin de evitar que los mismos pudieran reclamar efectivamente ese excedente (Féliz, 2004).

Las transformaciones en el proceso de acumulación de capital supusieron un incremento en la productividad del trabajo. En la industria la productividad horaria del trabajo subió 45,5% entre 1993 y 1998.

Sin embargo, el incremento en la productividad por si sólo no implica un aumento en la rentabilidad, pues en principio solamente significa una mayor producción de valores de uso sin mayor creación de valor. Mientras la mayor productividad puede favorecer las condiciones competitivas de los capitales individuales, por sí mismo no incrementa la rentabilidad del capital como un todo. La reorganización de los procesos de trabajo sólo permite incrementar la rentabilidad del capital en su conjunto si aumenta su apropiación del valor creado. En un contexto de creciente coc, sostener la rentabilidad requiere un incremento en la relación entre el plus-valor y el valor creado.

Los mecanismos fundamentales para el aumento de esta relación son la expansión de la jornada de trabajo sin contrapartida en mayores niveles salariales, la intensificación de la actividad laboral con un tiempo de trabajo constante, la reducción del costo de reproducción de la FdeT y una reducción del salario por debajo del costo de reproducción de la fuerza de trabajo.

Los dos primeros mecanismos son denominados de expansión absoluta del plus-valor (Marx, 1991[1873]: 282), el tercero es el caso de expansión relativa del mismo (Marx, 1994[1873]: 380) y el cuarto es lo que ha sido denominado "superexplotación" del trabajo (Marini, 1973: 92). Estos procesos no son excluyentes y tienden a darse de manera simultánea y más intensamente en el marco de grandes transformaciones en la organización de los procesos sociales de producción (Féliz, 2004).

Hasta 1998 en la Argentina el capital consiguió aumentar su capacidad de control sobre el trabajo y, de esta manera, su apropiación del valor creado. Se produjo una fuerte expansión del trabajo excedente a partir del aumento en la jornada laboral sin incremento en el salario mensual: la proporción de ocupados en jornadas extendidas creció pasando de 36% de los ocupados en 1991 a más de 50% en 1999, mientras que los salarios reales promedio se redujeron un 7,4% entre 1993 y 1997.

Las transformaciones en la organización de los procesos de trabajo promovieron una intensificación de la actividad laboral. Uno de los cambios más profundos operados en los procesos de trabajo fue la flexibilización de la jornada laboral, la cual supuso "un proceso de expropiación del control del tiempo" de trabajo (Montes Cató y Picchetti, 2001). Esto implicó la ampliación del margen de acción de las empresas para modificar los horarios de trabajo, la creciente utilización de sistemas de turnos y horarios rotativos, etc.

La reducción del costo de reproducción de la FdeT supone disminuir el costo de adquisición de una determinada canasta de consumo obrero. En este sentido fue primordial la apreciación del tipo de cambio. La política cambiaria operó como un instrumento que favoreció la reducción (relativa) en los precios de un conjunto importante de productos de la canasta de consumo popular. La apreciación cambiaria favoreció la valorización del capital al permitir sostener bajos niveles de remuneración (en relación a los promedios de las décadas previas) sin mayores caídas en los niveles de salario real, lo cual contribuyó a la constitución de una ilusión de bienestar al inicio de la década.

Además, en la década de los noventa tuvo un lugar fundamental en la dinámica de acumulación de capital el incremento en la superexplotación de la fuerza de trabajo. Esta supone la reducción en el precio de la FdeT (salario) por debajo de su valor de manera sostenida. Tomando como parámetro del valor de la FdeT, el valor monetario de la canasta utilizada por el INDEC para calcular la línea de pobreza, podemos estimar que durante el período que va desde 1993 hasta 1997 el salario medio pasó de representar 4,3 veces su valor, a sólo 3,8 canastas; es decir, que se redujo en un 11,8%. En el sector industrial, el salario medido en unidades de líneas de pobreza se redujo un 10,7% entre 1993 y 1998.

La combinación de estos mecanismos permitieron que entre 1991 y 1998 aumentara la masa de valor apropiado por el capital en un 55,6% (Gráfico 2) sostenida en la expansión extensiva de la explotación del trabajo y en la mayor tasa de explotación. En relación a lo primero, la cantidad de horas trabajadas en la industria aumentó un 2% entre 1995 y 1997, año en que alcanzó su punto más alto. Por otra parte, la tasa de explotación aumentó globalmente en un 79,7%.

El mismo movimiento que tiende a reducir la tasa de ganancia de manera tendencial compone una serie de contra-movimientos que operan en forma contradictoria. Esto no significa que siempre uno de ellos se sobreponga a los otros. El resultado en términos de la tasa de ganancia observada y sobre la dinámica de valorización será contingente a la articulación concreta que entre ellos se presente. Sin embargo, en la medida en que avanza el proceso de acumulación, la reducción tendencial en la relación trabajo vivo/trabajo muerto tenderá a acrecentar la dificultades del capital para sostener sus niveles de rentabilidad en el tiempo, componiendo progresivamente una situación cada vez más vulnerable.

En relación al gran capital, la rentabilidad presenta un movimiento ascendente hasta 1995, y a partir de 1997 una reducción de casi 31% hacia 2001 (Gráfico 2). Tomando en cuenta el conjunto del capital, la relación entre el plus-valor y el capital variable nos permite constatar que la tasa de plus-valor aumentó un 59,9% entre 1991 y 1997.

Gráfico 2. Tasa de plusvalor y tasa de ganancia. Argentina, 1990-2001.

Fuente: Elaboración propia.

Luego de una fuerte suba que acompaña a la violenta expansión en la tasa de plus-valor, la tasa de ganancia se estanca en torno al 29% entre 1994 y 1997. Si bien hasta 1998 la tasa de plusvalor continúa subiendo, varios años antes comienzan a expresarse los límites en el proceso de valorización de capital en una economía dependiente.

La creciente tasa de plus-valor no alcanza para compensar la fuerza de los procesos de redistribución del plus-trabajo en el marco de la competencia capitalista (Carchedi, 1991; Weeks, 1981). En una economía capitalista, dependiente y periférica como la Argentina, tales procesos de redistribución tienden a poner estrictos límites a las posibilidades de prolongación del proceso de acumulación de capital. Los límites normales que enfrenta la acumulación de capital (asociados a la TCTG) son acrecentados en las economías periféricas por las fuertes transferencias de valor que éstas deben realizar a los espacios capitalistas centrales.

2.4 La dialéctica de la acumulación dependiente

Los economistas suelen pensar al crecimiento como un proceso esencialmente nacional que puede ser afectado por "shock"’ exógenos. Si embargo, no comprenden que los procesos de acumulación de capital "nacionales" se encuentran insertos en el movimiento global del capital. En consecuencia, entender la dinámica de valorización del capital en una situación histórica determinada supone no solamente captar el movimiento de las tendencias inmanentes a la acumulación a escala nacional, sino asimismo comprender cómo la forma de inserción internacional de la "economía nacional" condiciona la producción y reproducción del capital a escala local (Marini, 1979).

El ciclo económico en una economía dependiente se encuentra directamente articulado con el exterior (Marini, 1979). El capital extranjero opera en las tres fases del ciclo del capital. En la fase de la circulación (tanto bajo la forma de dinero como de mercancía), en la fase de producción, en tanto el capital extranjero actúa en segmentos particulares de la producción local, y en la tercera fase, de circulación del valor creado. La articulación entre el ciclo del capital "nacional" con el mercado mundial supone así nuevas determinaciones.

Así en la década de los noventa se acentuó la dependencia de la economía argentina expresada en varios procesos simultáneos ligados directamente al proceso de valorización.

1) En relación a su inserción internacional el principal elemento que condiciona la dinámica de acumulación al interior del territorio argentino es el bajo desarrollo de las fuerzas productivas y, en consecuencia, la baja productividad en comparación con los países capitalistas centrales. Esto implica que los capitales argentinos se encuentren en situación desventajosa a la hora de competir globalmente. Dado que son los capitales reguladores quienes fijan los precios de las mercancías a escala global (Shaikh, 2004), aquellos con los menores costos unitarios, que en general se ubican en los países centrales, la tendencia a la equiparación en las tasas de ganancia a escala global supone que los capitales que operan en la Argentina (con costos unitarios más altos) tienden a conseguir tasas de rentabilidad menores. Esta tendencia es en parte compensada con la superexplotación del trabajo que permite a los capitales locales recuperar parte de la plusvalía perdida en el intercambio en el mercado mundial (Marini, 1973: 38).

En el marco de esos bajos niveles de productividad relativa se estructura la inserción dependiente de la economía. El capitalismo argentino ocupa un lugar como productor de materias primas e insumos básicos con una estructura de exportaciones fuertemente concentrada en productos primarios, combustible, energía y manufacturas de origen agropecuario (Costa, Kicillof y Nahón, 2004).

Esto resulta de la existencia de fuertes ventajas (absolutas) de costos en esos sectores, de manera tal que son los que más fácilmente pueden compensar la reducida productividad media del trabajo. El resto de los capitales son sólo marginalmente capaces de competir a escala global. Para el conjunto de las grandes empresas esta diferente capacidad de competir internacionalmente es clara. Por ejemplo, las empresas del sector "Manufacturas Alimentos, Bebidas y Tabaco" entre 1997 y 2001 tuvo un superávit promedio en su comercio exterior de más de 5600 millones de dólares, mientras que el sector "Maquinarias, equipos y vehículos" presentó un déficit de 1874 millones de dólares.

2) Las dificultades estructurales de la economía para enfrentar la competencia internacional se hicieron más intensas a partir de la reducción en la protección arancelaria, la apreciación cambiaria y la apertura a la inversión extranjera directa (IED). Estas medidas contribuyeron a promover una mayor concentración del capital (Basualdo, 2000), es decir, la absorción de los capitales menos productivos (con menores niveles de inversión en capital constante).

Este proceso fue sostenido en parte y do por el ingreso del capital productivo trasnacional. La IED tuvo un papel clave en la dinámica de acumulación a corto plazo alcanzando entre 1992 y 1998 un total de 13.395 millones de dólares (neta de remisión de utilidades y dividendos).

La creciente participación del capital trasnacional tuvo un profundo efecto en la estructuración del proceso de valorización, pues la llegada al territorio nacional de capitales trasnacionales con tecnología de punta incrementó la presión competitiva en todos los sectores.

El ingreso de capitales de alta productividad relativa tiende a producir dos fenómenos complementarios. Primero la entrada de capitales con menores costos tiende a forzar a los capitales ya existentes a acentuar la explotación del trabajo como mecanismo para continuar compitiendo (Marini, 1979b). Además, la presencia de capitales altamente productivos tiende a deprimir la rentabilidad del resto de los capitales, pues la competencia capitalista provoca la redistribución del valor creado hacia los capitales dominantes en cada rama (Carchedi, 1991), a la vez que la precarización del empleo beneficia tanto a los capitales rezagados como a los primeros (Marini, 1979b). Este proceso recrea la dependencia del ciclo del capital en la economía y se constituye a medida que avanza en un elemento que tiende a deprimir la rentabilidad del capital, tendiendo a resentir la acumulación.

La dialéctica de la dependencia (Marini, 1979b) supone sostener niveles de explotación del trabajo crecientes como instrumento esencial para mantener la reproducción del capital en condiciones de diferencias insalvables en el desarrollo de las fuerza de producción entre el país dependiente (Argentina) y los países centrales. Comienza así a generar las condiciones para la corrección violenta de los desequilibrios resultantes de las contradicciones de la acumulación.

El capitalismo argentino tiene una limitación estructural a la capacidad de generar valor (Iñigo Carrera, 2002). Las estimaciones tradicionales de la evolución del PBI muestran un crecimiento para el período 1991-1998 superior al 41%. Esta estimación está sesgada, pues no considera el hecho esencial de que la producción de valor es un proceso global y por lo tanto lo relevante es la producción medida en moneda internacional. Así calculado se observa un proceso de expansión en la producción de valores de uso (hasta mediados de 1998) conjuntamente con una seria incapacidad para la producción de valor internacional que creció 18,3%.

De esta manera, mientras la expansión en la capacidad del capital de explotar al trabajo actuaba como una contra-tendencia a la tendencia a la caída en la tasa de ganancia, la inserción internacional de la economía argentina condiciona de manera fundamental la capacidad de expansión del sistema a escala nacional.

3) La primera etapa analítica del ciclo del capital supone la transformación de dinero en mercancías, medios de trabajo y fuerza de trabajo. Como el resto de las etapas del ciclo del capital presenta particularidades en una economía dependiente. En la Argentina de los ‘90 se produjo un fuerte proceso de extranjerización de los elementos constantes del capital.

La apertura unilateral aumentó el uso de insumos y maquinaria importada acentuando la dependencia estructural. En 1992 la importación de maquinarias, piezas y repuestos representaba 38,6% de las importaciones, mientras que las importaciones de insumos representaban 31,3% del total. Esa proporción creció alcanzando en 1998 el 45,3% y 31,4%, respectivamente. En relación al PBI este movimiento representó un salto de 4,7% en 1993 a un punto máximo de 7,6% en 1998.

La mayor dependencia de la inversión doméstica de medios de producción e insumos importados es importante en el desarrollo de la crisis, pues supone, por un lado, una transferencia creciente de valor a los capitales del resto del mundo, y por otro la, creciente dependencia de la expansión del capital de la posibilidad de financiar la compra de insumos en divisas. La forma que asume el capital en tanto que debe convertirse en valores de uso (insumos y maquinaria) a fin de su valorización tiene una trascendencia especial. El desarrollo de la crisis en una economía dependiente no sólo se expresa en la invalidación del proceso de valorización, sino que a su vez la necesidad de adquirir insumos y máquinas importados supone una dificultad adicional, pues se requiere la conversión del valor a una expresión en moneda mundial, algo que se torna crecientemente difícil a medida que la crisis se desarrolla.

4) A comienzos del proceso de acumulación iniciado en los años ’90 la Argentina operaba como un espacio de valorización dependiente en lo que hace a su relación con el capital financiero. En 1993 el nivel de endeudamiento externo alcanzaba los 73654 millones de dólares (31,1% del PBI). En 1998, al inicio de la crisis de valorización la misma superaba los 147 mil millones.

El endeudamiento externo opera como un instrumento clave en una economía dependiente. Se convierte en un medio por el cual una parte del flujo de plus-valor es retirado del ciclo inmediato de reproducción del capital local. Entre 1993 y 2001 el 1,54% del PBI fue apropiado por los tenedores de la deuda externa argentina (bajo la forma de intereses netos cobrados por "extranjeros").

Por otro lado, la deuda opera como un medio para inducir una mayor tenacidad por parte del capital de operación local en buscar del control de los procesos de valorización. En la medida en que el capital financiero externo adquiere centralidad en el proceso de financiamiento del ciclo del capital, en una economía dependiente tiende a ocupa un lugar privilegiado en la dirección general del proceso de acumulación. Tanto el Estado como el capital productivo son forzados a concentrar mayores esfuerzos en garantizar la explotación del trabajo en el territorio que opera como base para los procesos de valorización.

3. Deuda, crédito y dinero

La convertibilidad de la moneda actúo como catalizador de las contradicciones del proceso de acumulación de capital. No fue la "causa" de la crisis como suele señalarse, sino que actuó como instrumento central en el proceso de reestructuración productiva, a la vez que se convirtió en el acelerador de la crisis una vez que las condiciones de la misma maduraron.

La limitación a la libertad del Estado para la emisión de moneda y la independencia del Banco Central aparecieron como las formas institucionales más adecuadas de expresión del poder del capital sobre la sociedad a través del dinero (Féliz, 2004c). La convertibilidad ataba las manos del Estado frente a las demandas de los trabajadores y sectores particulares del capital, estableciendo a su vez la primacía del capital en general.

En este marco institucional, en tanto la expansión del valor progresaba a un ritmo adecuado las contradicciones del proceso podrían ser contenidas. El ingreso de capitales (casi 37000 millones de dólares ingresados por el sector privado no financiero entre 1992 y 1998) sostenía la expansión en la demanda agregada doméstica permitiendo la realización del plus-valor contenido en crecientes masas de mercancías. Por otra parte, la expansión del circuito del capital se expresó en el crecimiento acelerado del crédito local, tanto a los fines de promover la expansión del capital invertido como de permitir su realización. Entre 1994 y 1998 el crédito del sector bancario al sector privado no financiero aumentó un 42,4%.

El crecimiento del endeudamiento público y privado se sostuvo en la perspectiva de una "exitoso" proceso de reestructuración productiva que significaba niveles de rentabilidad elevados y sostenidos en el tiempo. Sobre esa base el capital local obtuvo financiamiento en el exterior y en el sistema financiero local. El aumento en el endeudamiento se convertía progresivamente en una creciente punción sobre el excedente de valor. La propia dinámica de acumulación constituía un nuevo elemento que operaba de manera cada vez más importante para limitar la capacidad expansiva del capital al reducir la porción del plus-valor disponible para la acumulación.

Esto no significa, a mi entender, que durante la década del ‘90 la producción de valor a través de la explotación del trabajo productivo haya sido reemplazada por la valorización financiera (Chesnais, 2001; Basualdo, 2000b). Por el contrario en la Argentina la expansión del capital financiero fue la contra-cara en la reestructuración de las relaciones de producción capitalistas. La expansión del sistema financiero tiene una doble funcionalidad a la reproducción del capital. El mismo actúa como medio para la redistribución del plus-valor de los sectores y países de baja rentabilidad hacia aquellos de alta rentabilidad relativa (Weeks, 1981: 129) y financia la concentración y centralización del capital. A través de la expansión del capital financiero el capital asume de manera directa la forma de capital social (capital de individuos directamente asociados) como algo distinto del capital privado (Marx, 1999: 562); la propiedad del capital tiende a convertirse en la propiedad del capital productor de plus-valor en abstracto, no en la propiedad de medios de producción productores de valores de uso particulares (Weeks, 1981: 130-131).

La crisis de endeudamiento externo fue la forma que asumió la crisis del proceso de acumulación en la Argentina. A medida que las dificultades para la expansión del plus-valor se hacían más evidentes, la entrada de capitales se transformó en huída bajo su forma dineraria. Un ingreso neto de más de 9400 millones de dólares por parte del sector privado no financiero en 1997 se convirtió en una violenta salida de casi 14 mil millones de dólares en 2001. Eventualmente, la salida de capitales tornó inviable la refinanciación del endeudamiento acumulado. En ese momento "…el dinero [se convierte en el] supremo poder a través del cual la reproducción social se subordina a la producción del capital" (Bonefeld, 1995: 70). La crisis entra en etapa de definiciones. Las contradicciones deben resolverse pues el propio capital peligra. Es en ese momento que las crisis se expresa abiertamente como crisis de la relación de capital.

4. Tipo de cambio real

Usualmente se señala el papel de la sobre-valuación cambiaria como causa de la crisis. Se remarca en tal sentido el déficit en la cuenta corriente del balance de pagos que entre 1992 y 1998 fue de 63700 millones de dólares.

La explicaciones estándar suponen que existe un tipo de cambio real (tcr) de equilibrio que debería balancear inter-temporalmente la cuenta corriente. Sin embargo, tales enfoques no dan cuenta de la tendencia sistemática al desequilibrio externo y el vínculo esencial que existe entre la dinámica de valorización del capital y la determinación del tipo de cambio real.

Un abordaje más adecuado sugiere que el tcr deberá moverse de manera tendencial para garantizar la ecualización de las tasas de ganancias en los capitales reguladores entre industrias a escala mundial (Shaikh, 2004: 109). Esto supondrá que el tcr tenderá a seguir la evolución de los costos laborales unitarios reales en los capitales reguladores (Shaikh, 2004: 109). De acuerdo con este enfoque, si los salarios reales por hora caen y/o se incrementa la productividad laboral, los costos unitarios caerán promoviendo un incremento en la rentabilidad del capital. Este aumento en la rentabilidad en los capitales reguladores inducirá un aumento en la oferta de mercancías, lo cual a su turno tenderá a reducir el precio de las mismas a fin de que las tasas de ganancias en los capitales reguladores tiendan a igualarse. En consecuencia, la reducción en los costos laborales unitarios en un país tenderán a incrementar el tcr mediante la reducción del nivel de precios (Shaikh, 2004: 111).

En este marco, un déficit de cuenta corriente es perfectamente sostenible en tanto la valorización del capital sea viable en un país. Los flujos de capital compensadores financiaran la producción capitalista en el país en tanto la misma permita obtener al menos la rentabilidad media (Shaikh, 2004: 113). Además, cambios en el tcr no tenderán a corregir los desequilibrios en la cuenta corriente. Por el contrario, esos desbalances serán persistentes y serán financiados por flujos de capital de corto plazo. La devaluación de la moneda local no corregirá por sí misma el desequilibrio externo. Sólo lo hará en tanto pueda cambiar los costos unitarios reales relativos (CLUR) a través de la reducción en los salarios reales horarios, el aumento en la productividad laboral y/o cambiando el precio relativo de las mercancías "transables" versus "no-transables" (Shaikh, 2004: 112-3).

Sin embargo, qué es la evolución de la productividad laboral sino la contra-cara de la tendencia de la tasa de ganancia a decrecer:

La tasa de ganancia no disminuye porque el trabajo se haga más improductivo, sino porque se torna más productivo. Ambas cosas, tanto el aumento en la tasa de plusvalor como la baja de la tasa de ganancia, sólo son formas particulares mediante las cuales se expresa en el modo capitalista de producción la creciente productividad del trabajo (Marx, citado por Rosdolsky, 1989: 443).

La fuerte expansión de la productividad operó, contra lo que suele suponerse, como un elemento favorable a la depreciación del tcr. En relación a la década del ‘80, se incrementó un 63,4% promedio durante los años ‘90 (Féliz, 2005). El fuerte incremento de la productividad laboral (relativa) sostenida sobre la reorganización del capital y la descomposición de la clase trabajadora facilitó el incremento en el tcr tendencial. El fuerte incremento en la productividad y la reducción directa e indirecta en los costos laborales en la Argentina en comparación con los Estados Unidos dio lugar a un importante incremento en la rentabilidad potencial del capital (Gráfico 3) [2] La posibilidad de obtener crecientes tasas de explotación y por lo tanto tasas de ganancia potencialmente crecientes atrajeron miles de millones de dólares de capital financiero [3]

Gráfico 3. Costos laborales unitarios relativos (CLUR) y tipo de cambio real (TCR). Argentina, 1988-2002.

Fuente: Elaboración propia.

Sin embargo, la propia regulación del dinero a través de la convertibilidad entraría en conflicto con la necesidad de realizar el plus-valor. Mientras que caían los CLUR, el tcr tendencial se incrementaba para permitir la ecualización de las tasas de ganancia. Sin embargo, la medida efectiva del tipo de cambio real se movía solo lentamente. Con el tipo de cambio nominal fijo, la presión para realizar el ajuste se trasladaba a los precios.

La contra-cara de la caída en los CLUR era una creciente tasa de ganancia esperada. Por ello aumentaba la capacidad productiva y la producción. La mayor producción no sería vendible a menos que pudiera sostenerse la demanda doméstica e internacional. Sin embargo, progresivamente aumentaba la desocupación de la fuerza de trabajo y caían los ingresos de los hogares, limitando la demanda doméstica, a la vez que el tipo de cambio nominal fijo y una demanda mundial con bajo crecimiento ponía un límite a la demanda externa. El resultado fue una creciente presión deflacionaria que se convirtió en deflación abierta a partir de 1998.

La caída en los precios podría permitir al capital local incrementar su espacio en el mercado mundial y por lo tanto realizar el mayor plus-valor bajo la forma de mayores tasas de ganancia. Sin embargo, la deflación se convertía en un problema para el capital como un todo. Mientras que la devaluación nominal del peso hubiera permitido que el tipo de cambio real se acomodara a su valor tendencial rápidamente, la deflación doméstica sólo podría alcanzar tal objetivo a riesgo de detener el proceso de reproducción ampliada del capital. La presión para reducir los precios se convertía en una señal negativa para la inversión, pues señalaría una caída en la rentabilidad del capital invertido. Precios reducidos implicaban una reducción inmediata en el flujo de caja y se convertía en mayores dificultades para enfrentar los pagos de deuda [4] Esas dificultades se expresarían luego como problemas en el sistema financiero. Además, el incremento en la explotación del trabajo significaba una menor participación del trabajo en el valor agregado y, por lo tanto, en una reducción probable en el consumo popular que actuaría como un elemento adicional para aumentar la sobre-producción relativa [5] La participación de los salarios en el valor agregado total se redujo desde 35,5% en 1991 a sólo 27% en 1997%. A esto habría que agregar la creciente presión competitiva del capital en Brasil que había devaluado a finales de 1998, junto a la crisis del sudeste asiático y Rusia.

En esta situación, los sectores del capital buscaban mayores reducciones en los costos laborales (Féliz y Pérez, 2004), algo que tenía sentido desde el punto de vista de los capitales individuales pero no para el capital en su conjunto sólo agregaría al exceso de capacidad productiva existente.

En síntesis, las crecientes dificultades para la reproducción expandida del capital expresaba la contradicción entre su tendencia expansiva y su contra-cara, la tendencia interna a reducir su porción productora de plus-valor; la crisis no fue más que la actualización de la tendencia de la tasa de ganancia a decrecer.

Éxitos y fracasos de la convertibilidad

 

 

Este trabajo busca ser una primera aproximación a una interpretación de la dinámica de acumulación de capital en la Argentina durante la década de los noventa y su crisis. Intentamos dar una explicación que asuma claramente la endogeneidad de la crisis sin necesidad de recurrir a "factores exógenos" para comprenderla.

En el análisis pretendemos recuperar algunos conceptos claves, como son la tendencia a la caída en la tasa de ganancia como determinante de la necesidad de la crisis, así como los elementos contra-restantes que el mismo proceso de valorización constituye. Asimismo, buscamos dar cuenta del lugar que ocupa la posición periférica de la economía argentina en la forma y dinámica concreta que asume la acumulación de capital y su crisis.

Una conclusión importante de la discusión presentada, aunque no completamente elaborada en el texto, es el hecho de que la crisis no fue tanto el producto del "fracaso" de la convertibilidad como estrategia del capital, sino tal vez todo lo contrario. La crisis fue el resultado del éxito del capital para reestructurar el proceso de valorización a los fines de su expansión ilimitada. Esto es lo que está implícito en la ley tendencial de baja en la tasa de ganancia, la crisis como expresión del éxito del capital antes que de su fracaso.

Esta es una primera aproximación al problema. Dejamos de lado una serie de determinaciones importantes, en particular el papel de los cambios en la composición política de la clase trabajadora en la crisis de la relación de capital, pero entendemos este trabajo como un punto de partida y no el final de la investigación en curso.

 

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Enviado especialmente por el autor para su publicación en Herramienta

 

[1] Todos los datos presentados en este trabajo son estimaciones propias sobre la base de datos del INDEC, Ministerio de Economía, Ministerio de Trabajo de Argentina, BLS (EE.UU.), Maia y Nicholson (2002), Iñigo Carrera (2002), Beccaria (1991), Basualdo (2000) y Montes Cató y Picchetti (2001). Hacemos esta aclaración a los fines de ahorrar espacio de texto. Para más detalles consultar con el autor.

 

[2] Lo relevante en la determinación tendencial del tipo de cambio real son los costos unitarios reales relativos, CLUR (Shaikh, 2004). La suba en el CLUR supone una depreciación tendencial del tipo de cambio (es decir, una mayor "competitividad") que debería ser "acomodada" por la caída en los precios internos y/o la depreciación nominal del tipo de cambio.

 

[3] Entre 1992 y 1998 Argentina recibió casi 30000 millones de dólares en concepto de IED (Iñigo Carrera, 1999) y alrededor de 14000 millones de dólares a través de la emisión de ON (Basualdo, 2000).

 

[4] La acumulación de deuda por el sector privado se transformó en un gran problema cuando se hizo evidente que la reproducción ampliada del capital no sería ya tan sencilla y en la medida en que la recomposición política de la clase trabajadora comenzaba a poner en riesgo todo el proceso.

 

[5] Cabe recalcar que no estamos sosteniendo que la causa de la crisis sea la falta de consumo popular. La crisis se produce por la imposibilidad del capital de evitar la caída en la tasa de ganancia. Una de las formas de expresión de la crisis es la aparente falta de "demanda efectiva".

 

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