29/03/2024

Desiertos verdes y pasta de celulosa. Muy lejos de servir al "progreso"

Por Ciapponi Nora , ,

Hace casi tres ya años de aquel sábado 30 de abril de 2005 en el que más de cuarenta mil personas entre argentinos y uruguayos, llevaron a cabo "la mayor protesta ambientalista registrada hasta la fecha".

El comentario perteneciente al diario Página 12 dos días después de realizada la marcha, sintetizaba la histórica jornada que fue seguida por la amplia mayoría de la población de nuestros países, y más allá.

Partiendo de Gualeguaychú, las grandes columnas de manifestantes argentinos recorrieron los 40 kilómetros que los separaban de la ciudad de Fray Bentos, en Uruguay. Antes de llegar, en la parte más alta del puente internacional se encontraron y fundieron en un extendido y emocionado abrazo argentinos y uruguayos, lo que representó no sólo el momento cúlmine de aquella jornada, sino que expresó y transmitió la firme decisión política de mostrar a quien quisiera verlo que nada separaba a ambos pueblos. El intercambio de banderas, las fotografías y filmaciones que mostraron al mundo toda la belleza y la fuerza del encuentro no dejaron lugar a dudas. Por lo que debemos reconocer sin ambages y pasados ya varios años, que el rechazo al chauvinismo se ha mantenido como una de las marcas más destacadas e indelebles del movimiento popular contra la localización de las pasteras.

El conflicto, sin embargo, se había iniciado años antes. En 2003 y aún cuando del lado uruguayo se esperaba que un triunfo del Frente Amplio[1] anulara la autorización a producir pasta de celulosa, las organizaciones ambientalistas de ese país y especialmente de Fray Bentos no dejaron de investigar ni de producir informes públicos. Fueron ellos -reconocen asambleístas argentinos- quienes nos vinieron a informar de lo que se estaba gestando, a partir de lo cual se comenzaron a tejer las redes con las organizaciones ambientalistas de Gualeguaychú.

En la ciudad de Gualeguaychú, mientras tanto, y a través de la integración de diversos sectores locales y movimientos ecologistas, se lanzaba una fuerte campaña informativa sobre las graves consecuencias que traería la instalación de las fábricas en las márgenes del compartido río Uruguay. Ella estuvo dirigida centralmente a los colegios primarios y secundarios, extendiéndose luego al conjunto de la población que fue informándose a través de reuniones que congregaron a centenares de personas, ejerciéndose por esta vía una fuerte presión a las autoridades locales y nacionales, también para la inclusión del tema en las campañas de los distintos partidos políticos.

El corolario de este primer período de lucha fue, sin dudas, el 3 de octubre de 2003. Aún cuando la jornada no mostrara el esplendor y la gloria que conoceríamos un año y medio después en el mismo lugar, cerca de mil quinientos vecinos acudieron al primer llamado de distintas agrupaciones ambientalistas de Uruguay y de la Argentina a cortar el puente Internacional, acción que terminó de conformar la organización no gubernamental Vecinos Autoconvocados. Comenzaba así una larga lucha que continúa hasta hoy, la que más allá de no poder medirse fácilmente en términos de "triunfo o derrota" ha contribuido sustancialmente a instalar el tema de la defensa del medio ambiente como una preocupación creciente y estratégica para los argentinos y latinoamericanos. No es poca cosa, especialmente si se toma en cuenta que este tipo de demandas no contaban con tradición en nuestro país.

Nos contaminan y los premian

Naciones Unidas ubica la fabricación de pasta de celulosa entre las cinco actividades industriales más contaminantes. Y aunque por estos pagos se ponga en duda la evidencia y se busquen argumentos que sostengan un supuesto y posible "desarrollo sostenible", no hay cómo responder al hecho incontestable de que la Unión Europea hace ya tiempo no permite la instalación en su territorio de las empresas pasteras por la alta contaminación que provocan. Tampoco para la plantación forestal indiscriminada que se necesita como materia prima.

¿Por qué en nuestros países, entonces? Nada nuevo bajo el sol. Para la empresa finlandesa Botnia, la española Ence o cualquier otra multinacional, la combinación de forestación y producción posterior de pasta de celulosa en las orillas del río Uruguay tiene sobradas ventajas: ahorro de transporte para el acarreo de los árboles, tierra fértil para hacerlos crecer, salarios bajos, leyes ambientales casi inexistentes, agua en cantidades, y especialmente, gobiernos sin proyectos de desarrollo independiente prestos a aceptar la instalación de producción contaminante y/o de destrucción del medio ambiente a cambio de migajas para el país y/o sus negocios privados.[2] Para alejar toda duda, es necesario saber que las más grandes plantas de producción de pasta de celulosa no están ni en España (Ence) ni en Finlandia (Botnia). Y que en un pequeño país como Uruguay se producirá la escandalosa cifra de un millón y medio de toneladas anuales de pasta de celulosa. Del tamaño productivo de Botnia (que producirá un millón de toneladas) sólo existen dos plantas en el mundo, una está en China y la otra en Brasil.[3]

Si bien la instalación de las plantas fue aprobada por el gobierno de Batlle, no existió ninguna resistencia del supuesto progresista Tabaré Vásquez luego. ¿Quién ignoraba por otra parte que al final del ciclo de crecimiento de más de setecientas mil hectáreas de árboles plantados debían estar preparadas una o varias fábricas pasteras?[4] Por esta razón no pueden aceptarse argumentos supuestamente "ingenuos" provenientes de las actuales autoridades uruguayas o argentinas al estilo de "heredamos esta decisión" o "no fuimos consultados", porque también Entre Ríos tiene grandes extensiones de bosques implantados esperando, los mismos llamados desiertos verdes[5] que existen en Uruguay y en algunas de nuestras provincias.

Lo más vergonzoso es que el gobierno uruguayo, además, les ha concedido varias prebendas a las multinacionales, entre ellas, que la superficie donde se construyeron las plantas y el puerto estén libres de impuestos (zona franca), a la par de promover la forestación con créditos preferenciales, exoneración de tributos nacionales y municipales; fuerte respaldo en obras de infraestructura como redes ferroviarias y vial, puentes, puertos, etcétera.

Otro Uruguay se viene diseñando

Así, se tendrá a unos pocos trabajadores uruguayos trabajando en la forestación y las plantas de celulosa, a cambio de mayor pérdida de puestos de trabajo

"en la producción agropecuaria, la agricultura, la apicultura, la pesca, la hotelería y en el turismo… Un solo ejemplo: diez mil hectáreas forestadas dan empleo, en promedio, a 45 personas. En igual superficie la horticultura proporciona 1.330 empleos, es decir, treinta veces más que la forestación".[6]

Siendo los empleos forestales de muy mala calidad y solo comparables con el trabajo esclavo, hay que contabilizar también como pérdidas la destrucción que se ha producido con la forestación ya que

"Se han desertificado las tierras fértiles aptas para la ganadería y la agricultura, se ha expulsado a los colonos de sus tierras, empobreciendo al país y sus posibilidades de futuro… En el caso de Tacuarembó, entre 1995 y 2004 la adquisición de cien mil hectáreas para forestación provocó el desplazamiento de unas ocho mil personas, según datos de los juzgados de paz locales, y el cierre de diecisiete escuelas rurales. En esa superficie trabajan hoy menos de quinientos trabajadores forestales. En Rivera, en un área similar e igual período, más de ochenta cascos de estancia fueron abandonados".[7]

Y para completar el cuadro, el prestigioso grupo ambientalista Guayubira de Uruguay denuncia desde hace tiempo que en zonas productivas del país como Soriano, los monocultivos de eucaliptos a gran escala han secado los pozos y humedales, dejando sin agua a las plantaciones y a la población rural, lo que obliga al abandono de la actividad y luego al éxodo sin futuro.

De esta manera, un modelo de Uruguay cada vez más "forestal" se ha ido dibujando y concretando al calor de la orientación de diversos organismos internacionales (incluido el Banco Mundial)[8], las grandes multinacionales productoras de papel junto al coro aprobatorio de los gobiernos, como si el monocultivo de eucaliptos y la instalación de pasteras representara una buena opción de "desarrollo sustentable" para el vecino país. Para esos objetivos, la concentración cada vez mayor de la propiedad de la tierra (aprovechando que empobrecidos propietarios se ven obligados a vender sus parcelas), junto a la compra indiscriminada por parte de empresas extranjeras, viene dándose en vastas zonas, incluso en aquellas tradicionalmente aptas para la agricultura y la ganadería.

Según el ya citado periodista Walter Falco, habría que estudiar en profundidad por qué toda la dirigencia política (blancos, colorados y frenteamplistas) junto a un vasto sector de la sociedad uruguaya se involucran y apoyan un modelo destructivo y empobrecedor como el analizado:[9]

"Parece ser que buena parte del sector profesional uruguayo -abogados, médicos, escribanos, arquitectos y otros profesionales-, así como otros sectores de clase media y alta (bancarios y banqueros) realizaron en el pasado reciente grandes inversiones en forestación y ahora presionan al gobierno para que favorezca la instalación de las plantas, lo que le daría una salida rápida, segura y económica -sin el costo de los fletes- a los miles de árboles que ocupan hoy buena parte del territorio nacional… Es paradigmático el caso de las cajas de profesionales, de notarios y de bancarios, las cuales poseen grandes extensiones forestadas. Ya es conocido el hecho de que el gremio bancario (AEBU) apoyó un acuerdo entre Botnia y la Caja Bancaria para que esta institución provea de madera a la transnacional finlandesa".[10]

Ninguna cifra que muestre la triste realidad de la mayoría del pueblo uruguayo conmovería a este sector. Según el propio INE (Instituto Nacional de Estadísticas), en el Departamento uruguayo de Río Negro (que incluye la localidad de Fray Bentos) y en sólo cuatro meses, la desocupación pasó del 8,3% al 14%, dado que en el mes de septiembre se terminaron las obras de construcción de la pastera. Este fenómeno llamado "efecto Botnia" revela cuán lejos se está del "progreso" prometido. Uruguay (como país, y la mayoría de sus habitantes) son más pobres y dependientes que antes, aunque como siempre, adentro y afuera de sus fronteras unos cuantos se enriquezcan a costa de ello.

¿Y por casa cómo andamos?

A todo esto en la Argentina, impermeable a argumentos y protestas, Arturo Colombi, el gobernador de Corrientes, sigue defendiendo la instalación de una nueva pastera en la provincia, un proyecto que sería -se dice- tan grande como el de Botnia en Fray Bentos.[11] Existiría ya encaminado un préstamo del BID y se estaría a la espera de que bajen las aguas del conflicto con Uruguay para ultimar los detalles. Los argumentos, aunque archiconocidos, vuelven a repetirse: "Corrientes ha desarrollado la forestación como una de las bases de su economía, entonces es posible pensar que este desarrollo se traslade también a todas las actividades relacionadas, entre ellas la elaboración de pasta de celulosa", señaló Colombi. Aunque aclaró letánicamente: "con extremo cuidado del medio ambiente". Y el gobernador de Misiones, Carlos Rovira, con criterio de "buen vecino", no pierde ocasión de apoyar el proyecto de Colombi. Seguramente porque ello le permite ir "abriendo el paraguas" y prepararse para recoger e instrumentar la opinión de Rainer Haggblom: "El sur de Misiones también es un buen lugar para instalar una planta de celulosa".[12]

¿Y el gobierno nacional? Cristina K repite que el conflicto con Uruguay es "una causa nacional", pero... ¿por qué entonces se dejan correr los proyectos de instalar en Corrientes y Misiones otras pasteras tan grandes como las de Fray Bentos? ¿Por qué se hacen oídos sordos a las exigencias de los asambleístas de Gualeguaychú? Evidentemente, desde los gobiernos K se elabora un discurso para cada oportunidad y espacio, con la picardía de que "cualquier argumento puede venir bien" siempre que esté al servicio de necesidades inmediatas como lograr votos, intentar cooptar y/o frenar reclamos y organizaciones y sirva para que todo siga más o menos igual y nada cambie. Porque para ver cuál es la política oficial, no es imprescindible desenredar la madeja de contradicciones, ambigüedades y omisiones del gobierno nacional en relación al tema de las plantas de celulosa existentes o las que se proyectan crear en nuestro país. Basta con mirar lo que ocurre en otras áreas: las explotaciones mineras que desertifican el suelo y destruyen el medio ambiente, la deforestación indiscriminada, el despojo de sus tierras a los mapuches para traspasar millones de hectáreas patagónicas a manos extranjeras. O el emblemático y también compartido Río de La Plata, en el que según informe de Freplata (organismo ambiental binacional) Uruguay habría revertido la contaminación de origen cloacal, mientras la costa de Buenos Aires mantiene y profundiza altos niveles de contaminación, los que llegan a ser en algunas áreas similares a los del Riachuelo. Estos y otros tantos temas confirman la sobrevida de las políticas "neoliberales" en nuestro país, más allá de la retórica "progresista" del kirchnerismo.

La reunión realizada en febrero de 2008 por la presidenta Cristina K con la Asamblea de Gualeguaychú mostró bien a las claras que el Gobierno no está dispuesto a impedir que desde nuestro país se exporten insumos y materiales para la contaminante producción de la pastera de Fray Bentos, tal y como reclamaron los asambleístas. Según es ya costumbre en las administraciones K, Cristina sí estuvo de acuerdo en llevar el tema bien lejos de aquí: los ciudadanos con doble nacionalidad podrán hacer demandas ante organismos de derechos humanos de Europa. Todo estaría encaminado a hacer un poco de "plancha" esperando que la Corte de La Haya resuelva sobre la protesta que hizo el gobierno argentino contra Uruguay. En la misma reunión en Casa de gobierno, la Presidenta desaprobó los "cortes de ruta" aunque prometió no reprimirlos y puso su broche al encuentro afirmando que "sería una locura" que los asambleístas no aceptaran una eventual resolución adversa de La Haya, todo lo cual anticipa la política de aislamiento social y hostigamiento que el Gobierno se dispone a impulsar para el caso de que decidieran, como ya lo adelantaron, continuar con su justa lucha.

Llegaron para quedarse

Más allá de que por visiones interesadas o simple miopía los medios de comunicación pretendan negar su existencia o minimizar sus repercusiones y contenidos, es un hecho que los movimientos sociales y las luchas por la defensa de la naturaleza y el medio ambiente, como el emblemático caso de Gualeguaychú, ocupan cada vez mayor espacio en nuestro continente. Ello representa, sin dudas, un avance en la percepción de los pueblos de que es nuestra propia existencia la que está amenazada. Y aún cuando la destrucción engendrada por la lógica capitalista continúa invadiendo de manera alarmante todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, la respuesta popular contra ella ha comenzado a instalarse. De modo tal que la firmeza y persistencia de las reivindicaciones se hace oír y convoca a reproducirlas, no sólo por el contenido humanista y transformador que cada una de ellas contiene, sino también porque incluso cuando no logran imponer "aquí y ahora" las demandas, impulsan al desarrollo de nuevas metodologías y terrenos de lucha. Son organizaciones y luchas tan creativas e innovadoras, como surgidas de un sujeto colectivo en permanente construcción. Es lo que muchas veces y equivocadamente se ignora cuando desde algunos sectores de la izquierda misma se pronostican "crisis", "desapariciones" y "derrotas" de estos movimientos. Son opiniones que se derivan de una mirada sesgada y apegada a viejas prácticas sindicales y aún "corporativas" de corto plazo[13], incapaces por lo tanto de comprender y dimensionar en toda su significación social-política los nuevos movimientos que buscan alternativas al destructivo curso actual del capitalismo.

La lucha por la tierra y por el agua, por el "no" a la explotación minera y el monocultivo de soja, contra la contaminación de los ríos y la destrucción del medio ambiente, por la defensa de la flora y la fauna, contra el saqueo, la defensa de la cultura y los saberes de los pueblos originarios, contra la acumulación de basura y su falta de procesamiento, son algunas de las tantas demandas que hicieron surgir organizaciones de "autoconvocados" y/o procesos asamblearios en distintos lugares del país, los que han venido estableciendo lazos y redes, recabando el asesoramiento de investigadores y organizaciones ambientalistas independientes de los poderes de turno y de las multinacionales. Varias de estas nuevas organizaciones con sus demandas llegaron desde sus lugares de origen, a veces lejanos, a las calles de Buenos Aires durante 2007, generando no poca sorpresa en un paisaje acostumbrado a las marchas sindicales y/o de los desocupados, en acciones que promovieron nuevos encuentros como el que se realizará en Córdoba en el mes de abril de 2008, convocado por la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) y otros.

Más o menos cercanas a las experiencias asamblearias surgidas de la rebelión de 2001/ 2002, y con mucho mayor distancia de las formas y prácticas verticales de los viejos sindicatos y partidos políticos, los nuevos movimientos y actores sociales de esta época van ensayando, a partir de sus prácticas, de la prueba y el error admitido, construcciones colectivas de nuevo tipo sumamente democráticas, capaces tanto de contener la diversidad de opiniones como de impedir que ellas puedan representar un obstáculo a la hora de decidir acciones colectivas para impulsar demandas o defender conquistas. Y si bien la Asamblea de Gualeguaychú es hoy la más conocida -también por sus repercusiones internacionales-, fue en la Patagonia y en la localidad de Esquel donde se gestó uno de los primeros y más importantes movimientos asamblearios de lucha por el medio ambiente, en este caso contra la instalación de la minera "El Desquite". Y a pesar de que este megaemprendimiento de la canadiense Meridian Gold cuenta con todo el apoyo de las autoridades locales, provinciales y sus "fuerzas vivas" interesadas en sacar tajada, lo cierto es que no ha podido instalarse. Más de 5.000 manifestantes recorriendo una y otra vez las calles de Esquel así como el aplastante triunfo del NO a la mina en el plebiscito realizado el 22 de marzo de 2003 se lo impidieron. Y aunque no se ha logrado que la amenazante empresa se retire del lugar, la asamblea sigue alerta y en permanente actividad.

La verdad al desnudo

Un estudio realizado recientemente y que incluyó encuestas a más de 500 grandes empresas en Reino Unido, los Estados Unidos., Alemania, Japón, India y China, arrojó como resultado que sólo una de cada diez de ellas considera al cambio climático como una prioridad. Apenas un octavo lugar ocupó el tema entre las "preocupaciones" de los líderes empresariales. El aumento de las ventas, la reducción de costos, el desarrollo de nuevos productos y servicios, la competencia por personal bien capacitado, el aseguramiento del crecimiento en los mercados emergentes, la innovación y la tecnología, ocupan los primeros lugares... y todos ellos declaran, eso sí, que el tema climático debería ser preocupación de los gobiernos.[14] Esto viene a confirmar que es absolutamente impensable que pueda entrar en la lógica del capital cualquier preocupación que haga sombras a su propia razón de existir, aquella que impone una implacable sumisión de las necesidades humanas y de uso a la necesidad alienante de la expansión del capital: No es por tanto sensato esperar del capitalismo "desarrollos sustentables", "equilibrados", o de "justa distribución de la riqueza".

Igualmente nos resistimos a creer que estemos condenados a esperar que el desastre en el que estamos inmersos baje sólo algunos niveles, o se agrave con una velocidad menor a la pronosticada. Si fuera así, se trataría de esperar un "juicio final" distinto al religioso, pero igualmente apocalíptico, como si los males del planeta y de los seres humanos tuvieran su origen en fuerzas tan extrañas que sería imposible identificarlas para cambiarlas radicalmente. Rechazando semejante pasividad o resignación, valoramos en su real dimensión aquellos movimientos que desde abajo y de una manera cada vez más extendida en el continente van perfilando la construcción alternativa de un orden nuevo, en equilibrio con la naturaleza y dirigido a la satisfacción de las necesidades humanas. Y aunque estos movimientos no lograron todavía correr los muchos velos y telarañas que de lo viejo subsisten, con persistencia y tenacidad, con la convicción de que la lucha es larga y al "todo o nada", tal vez puedan/podamos ir encontrando los puentes necesarios para una articulación colectiva nacional y continental contra el capital: con los trabajadores organizados, los campesinos e indígenas, y con las manifestaciones y organizaciones diversas de la lucha popular.



[1] "…Y lo otro que produce la destrucción del medio ambiente, es laproducción de fábricas, o la producción de determinados elementos que el mundo desarrollado sabe que produce destrucción del medio ambiente y entonces para no destruir su medio ambiente, y sabiendo de las necesidades de los países más pobres con su gente empobrecida nos traen acá inversiones en industrias que destruyen el medio ambiente que es nuestro, porque ellos no quieren destruir su medio ambiente" Discurso de Tabaré Vásquez en Minas de Corrales, campaña electoral de 2004.

[2] Una tonelada de de madera saldría en nuestras regiones 150 dólares, contra un promedio mundial de u$s 280. www.infoalternativa.com.ar

[3] Ricardo Carrere, secretario del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, desmiente que haya nuevas tecnologías que no contaminen, en Página 12, 5 de febrero de 2006.

[4] Ya superaría el millón de hectáreas.

[5] Llamado así por biólogos y ecólogos a los bosques verdes conformados por una sola especie.

[6][6] Walter Falco, periodista uruguayo "Las plantas de celulosa y el mito de la ocupación" año 2006. www.EcoPortal.net

[7] Idem.

[8] En octubre de 2002 el Banco Mundial (con el aval del Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF sigla en inglés) revirtió la prohibición que tenía de no financiar proyectos que podían destruir los bosques tropicales húmedos primarios. Por este medio, 200 millones de hectáreas de bosques quedaron bajo un régimen de "manejo forestal sustentable" El Banco Mundial y los bosques: mentiras y engaños, por Ricardo Carrere y Marcus Colchester ( 20-4-200), artículo publicado en www.radiomundoreal.fm.

[9] Se proyectan entre otros, nuevas plantas de celulosa, una a orillas del río Negro (Stora Enso, sueco-finlandesa), otras cinco plantas en el norte que se instalarían en Rivera, Tacuarembó y Paysandú (Weyer Haeuser, Estados Unidos), además de numerosos proyectos forestales.

[10] Walter Falco, ya citado.

[11] "Corrientes es hoy uno de los tres mejores lugares del mundo para instalar una planta de celulosa. Los otros son Rio Grande do Sul y Bahía, en Brasil. Tienen todo: tierras, accesibilidad y posibilidades de plantar árboles de crecimiento rápido", Rainer Häggblom, principal ejecutivo de Jaco Pöyry, 18 de mayo de 2006. (www.noalapapelera.com.ar)

[12] Agencia Dyn

[13] En Uruguay, violando reglamentos internos resueltos en el Octavo Congreso del PIT-CNT del año 2003 y votados en forma unánime en contra de la instalación de las plantas de celulosa, se terminó apoyando su instalación. En la Argentina, vergonzosamente, se prefiere el silencio.

[14] Estudio realizado por la consultora internacional Accenture, citado por el diario británico The Independent, 6 de febrero de 2008.

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