Pasado y presente de Nuestra América
En oportunidades anteriores hemos reflexionado sobre las raíces y características de la crisis de hegemonía neoliberal abierta por un amplio y movilizado cuestionamiento social que se desplegó en Nuestra América desde mediados de los años ’90 hasta pasada la mitad de la década siguiente. Caracterizamos también los diferentes proyectos desplegados a nivel regional como salida ante dicha crisis: desde la continuidad del neoliberalismo bajo la criminalización y la militarización social hasta las rupturas y continuidades del proyecto neodesarrollista y los desafíos planteados por aquellos procesos de transformación más radical y emancipatoria (Seoane, Algrantai y Taddei, 2011). Por otra parte, más recientemente, hemos analizado los efectos regionales del último episodio de la crisis económica global iniciado en 2008; particularmente sus consecuencias en América Latina en tanto profundización acelerada del modelo extractivista exportador constituido bajo las transformaciones neoliberales pasadas y, su contratara, el ciclo de resistencias sociales emergido en su contestación. Partimos, en esta ocasión, de estos señalamientos (Seoane y Algranati, 2012). Pero, en el último año han acontecido hechos significativos en nuestro continente y a nivel internacional que nos interrogan sobre si nos encontramos ante un nuevo escenario. Ciertamente, entre éstos podemos recordar con pesar el trágico fallecimiento de Hugo Chávez y los desafíos abiertos para la Venezuela bolivariana; o el golpe parlamentario en Paraguay que puso fin al gobierno de Lugo y marcó un nuevo escalón en la ofensiva conservadora; pero también la apertura de los diálogos de paz en Colombia y la emergencia de un nuevo ciclo de conflictividad y movilización popular; o la aparición de un proceso de movilización y demandas urbanas -particularmente juvenil- en Brasil. Por otra parte, a partir del 2012 se detuvo el sostenido y homogéneo incremento de los precios de los bienes naturales, principales rubros de exportación de la región. Estas características de ofensiva conservadora, nuevos efectos regionales de la crisis global e intensificación de la conflictividad y movilización social signan la actual coyuntura regional, analicemos más de cerca dichos procesos.
Cambios en la crisis económica global: de la ofensiva extractivista a las dificultades del modelo exportador de commodities
Los movimientos sociales y el pensamiento crítico vienen afirmando desde hace varios años que los pueblos del mundo afrontamos una crisis que tiene, claro está, su capítulo económico pero que es más amplia y compleja en su proceso y en sus horizontes de resolución. Desde esta perspectiva, también afrontamos el avance de una crisis climática que está transformando a fuerza de catástrofes naturales y fenómenos climáticos intensos la geografía social y económica del planeta y amenazando la supervivencia de la vida toda. Y también una crisis energética –con el agotamiento de las fuentes de los combustibles utilizados en la actualidad, la exasperación de las lógicas de saqueo y devastación ambiental, y la disputa por los nuevos minerales y energías- y una crisis alimentaria –con la extensión del agronegocio y el librecomercio, la destrucción de las economías campesinas y la soberanía alimentaria y las nuevas plagas de hambrunas y pobreza. El carácter multidimensional y profundo de esta crisis hace que habitualmente se la considere como una “crisis civilizatoria” o mejor dicho como una “crisis de la civilización dominante” (Lander, 2009; Vega Cantor, 2009). Partiendo de esta mirada -que nos previene de una sobrevaloración de las incidencias de los procesos socioeconómicos en la vida social-, en este caso nos proponemos formular algunos comentarios en relación con el episodio económico de la crisis que viene desplegándose en el viejo centro del capitalismo desarrollado desde 2008 y con sus efectos en América Latina.
En la contribución anterior referíamos como este momento de crisis se tradujo inicialmente como ofensiva conservadora y neoliberal tan manifiesta en los ajustes y recortes de la soberanía popular en la periferia de Europa o en los intentos de reponer a los organismos internacionales como el FMI en la gestión de la crisis global. Señalábamos también que si bien América Latina pareció hasta 2012 no sufrir en demasía los efectos de la desaceleración económica –salvo en el 2009- la crisis se expresaba sin embargo en el significativo aumento de los flujos de inversión extranjera que llegaban a la región particularmente orientados a la apropiación de los bienes comunes naturales (Seoane, Taddei y Algranati, 2013). De esta manera, esta crisis global tomaba la forma en nuestros países de la profundización del extractivismo; es decir, de la megaminería, la explotación hidrocarburífera convencional y no convencional, las pasteras y los monocultivos, los cultivos y las semillas transgénicas, la apropiación privada trasnacional de diferentes bienes naturales y territorios y las obras de infraestructura en energía y transporte que este modelo requiere. La contracara de esta ofensiva extractivista se expresó en un nuevo ciclo de conflictividad social, de resistencias sociales frente al extractivismo, protagonizado por movimientos territoriales, comunales, de pobladores, socioambientales y convergencias sociopolíticas locales y nacionales que, aún de manera fragmentada e irregular, recorrieron la realidad latinoamericana de los últimos años. Este mismo proceso, en el pensamiento crítico latinoamericano, revivió el cuestionamiento a las nociones del desarrollo y su reducción al crecimiento económico así como abrió la consideración de otras programáticas y horizontes emancipatorios como la del Buen Vivir.
Pero, a partir del 2012, la realidad latinoamericana se modificó al compás de una serie de cambios en el procesamiento regional de la crisis económica (Katz, 2012). Así, la desaceleración de la economía china –disminuyendo el crecimiento de su PBI a la franja del 7% en 2012 y 2013- supuso la caída de la demanda y precios de muchos de los llamados commodities –en particular aunque no únicamente de minerales como el cobre y el hierro, y productos agrícolas como el café y la azúcar-; bienes de exportación que habían sostenido el crecimiento, la balanza comercial y las cuentas públicas en la década anterior (CEPAL, 2013). Su impacto sectorial y nacional pudo registrarse, por ejemplo, en el conflicto de los productores cafeteros de febrero y marzo de 2013 en Colombia o en la retracción de la economía de Brasil y la aparición de tensiones sociales y nuevos procesos de movilización sindical y urbana (Antunes, 2013). Por otra parte, la recuperación, aunque leve, de la economía estadounidense y las previsiones de cambio de las políticas de tasas bajas y compra de bonos reorientaron a partir del 2013 parte del flujo de las inversiones internacionales restringiendo incluso el crédito y presionando las economías y monedas de los llamados países emergentes y del grupo BRICS (La Nación, 2013). En el terreno regional, la desaceleración económica y el deterioro de las cuentas externas puso de manifiesto así –además de las lógicas de saqueo y devastación ambiental- el carácter dependiente e inestable de un modelo sustentado en buena medida en la exportación, particularmente de bienes naturales.
La renovada ofensiva de la desposesión, la colonización y el autoritarismo
Este nuevo escenario de la crisis económica global y de sus efectos regionales, sin embargo, se tradujo en muchos países en intentos de potenciar la ofensiva conservadora y neoliberal. Así, si en el pasado inmediato, el alza de precios y demanda de commodities impulsó la ofensiva extractivista en la región; ahora su caída, por un lado, restringió o postergó algunos de estos proyectos o puso en crisis a ciertos sectores o economías nacionales; pero, por otro, pareció simultáneamente dar aliento a reformas pro-mercado y, en general, a un sesgo más conservador de la política pública. En este orden, el nuevo gobierno de Peña Nieto y el Pacto por México rubricado por el establishment político-partidario se propone avanzar con una multireforma legislativa-institucional de carácter neoliberal que afecta a diversos sectores como el energético, el educativo, el laboral y las telecomunicaciones. En el caso del Perú, un escandaloso pacto político parlamentario –que, entre otros acuerdos, promovía al abogado de Fujimori a la Corte Constitucional- coronó un proceso de creciente conservadurismo del gobierno de Humala cada vez más alejado de sus promesas electorales.
Estos procesos son convergentes con una nueva ofensiva estadounidense en la región que se remonta, al menos, a junio de 2009 con el golpe de estado en Honduras y los anuncios de las nuevas bases militares estadounidenses en Colombia; pero que se prolonga a la actualidad en el golpe parlamentario en Paraguay y en el hostigamiento a los gobiernos y procesos venezolano y boliviano (Boron, 2013). En este sentido, desabastecimiento, sabotajes, amenazas de atentados, desestabilización e intervención militar amenazan hoy al proceso bolivariano en Venezuela; y en una similar dirección apuntan el forzado aterrizaje del avión que traía de regreso a Evo Morales y las pruebas irrefutables de espionaje masivo e ilegal ejercido por los EE.UU. sobre países y gobiernos latinoamericanos, puntas del iceberg de una estrategia de intervención regional de “amplio espectro”.
Los sucesos en Honduras y Paraguay son ejemplos también de los profundos vínculos entre la ofensiva imperialista, los sectores dominantes locales y la profundización del extractivismo. En esta dirección marchan la sanción de las nuevas leyes de minería y de las llamadas “ciudades modelos” y las persecuciones y desplazamientos de poblaciones en el caso hondureño; y la autorización de nuevas semillas y cultivos transgénicos y represión al movimiento campesino en el paraguayo.
La promoción de esta agenda conservadora implicó también una acentuación de la represión y la violencia. Un trágico trazo rojo marca con asesinatos, agresiones y desplazamientos forzados la línea de expansión del despojo extractivista. Pero, también ante las recientes resistencias sociales, las repuestas represivas y militarizadas dan nuevamente cuenta del profundo y estructural carácter autoritario de la neoliberalización capitalista. La militarización de Bogotá y Colombia toda frente al paro agrario nacional que conmueve al país desde la segunda mitad de agosto; la criminalización de las protestas en Guatemala y Honduras; la persecución y violencia legal e ilegal contra líderes y comunidades en México; las propuestas de reformas legislativas para penalizar aún más el conflicto social en Chile, la militarización de –hasta ahora- tres departamentos en Paraguay resuelta por el nuevo gobierno de Cartés, son algunos ejemplos de estos procesos. Finalmente, este sesgo extractivista trasnacional está lejos de restringirse a los países mencionados. Valga mencionar que en este período se concreta, por ejemplo, el regreso de Chevron a la Argentina para la explotación –en asociación con la reestatizada YPF- de los yacimientos de hidrocarburos no convencionales en el sur del país donde las recientes movilizaciones contra el acuerdo fueron violentamente reprimidas; y también se anuncia en Ecuador el fin de la iniciativa Yasuní – ITT y la propuesta de abrir la explotación de los pozos petroleros de ese territorio hasta ahora protegido.
En este sentido, si la ofensiva extractivista reciente confrontó con la emergencia de resistencias sociales en todo el continente; estas novedades en el terreno de los efectos regionales de la crisis global, el deterioro económico y la ofensiva conservadora que referimos brevemente, también nos interrogan sobre si nos encontramos ante un nuevo ciclo de luchas a nivel regional.
Un nuevo ciclo de movilización social
La conflictividad social desplegada entre 2008 y 2011 frente a la ofensiva extractivista aunque intensa en los territorios y regiones de los emprendimientos, la más de las veces tropezó con dificultades en la constitución de una proyección nacional. En el mundo urbano de los sectores populares la prolongación del crecimiento económico servía a aplacar las tensiones sociales u orientaba la conflictividad a su distribución. De diferentes maneras, las novedades reseñadas anteriormente vinieron a modificar en parte esta situación. Ciertamente, la complejidad de estos cambios no puede explicarse por la mención lineal y unívoca a los procesos de índole económica, por aquello que hemos referido en esta oportunidad como los efectos regionales de la crisis global. En la constitución de las dinámicas y relaciones de fuerza entre los sectores, clases y bloques sociales inciden otros factores históricos, sociales, culturales, políticos, ideológicos. Pero también porque los procesos socioeconómicos sólo se construyen como problemas de la acción colectiva cuando emergen en la propia subjetividad, en la experiencia colectiva que es en si misma un terreno de disputa. Repasemos desde esta perspectiva entonces algunos de las acciones de lucha y movilización acontecidos recientemente en la región.
Sin duda en el horizonte regional actual se destaca el proceso abierto en Colombia, que en su periplo corto va del paro cafetero de febrero y marzo pasado al paro nacional agrario de este agosto, que moviliza a un arco de productores agrarios más amplio, reactualiza en el cuestionamiento de sus efectos las luchas contra el TLC con EE.UU., y en el que convergen también sectores urbanos –estudiantes, trabajadores- y diferentes articulaciones sociopolíticas nacionales. Es indudable que estas dinámicas tienen lugar en las nuevas condiciones políticas abiertas por los diálogos de paz, pero también que señalan los límites del neoliberalismo de guerra y la militarización social para restablecer una gobernabilidad estable o “pacificación social” definitiva. En un orden similar, podría analizarse los múltiples conflictos desplegados en Chile en los últimos años e, incluso, las resistencias que emergen en México frente al paquetazo de reformas luego de seis años de genocidio continuado con la mentada “guerra contra el narcotráfico”.
Por otra parte, en junio pasado una movilización contra el aumento de tarifas del transporte público en San Pablo, Brasil, y la respuesta represiva que le siguió precipitaron un ciclo de movilizaciones urbanas en las principales ciudades del país de magnitud desconocida en la última década. Sobre las razones de este proceso se han señalado las deudas y nuevos problemas generados por la modernización neodesarrollista (en especial en educación, salud, transporte público) sumado a los procesos de guetificación en las grandes urbes intensificados ahora por las obras de infraestructura, “limpieza social” y especulación inmobiliaria suscitadas por los sucesivos eventos deportivos internacionales comprometidos. También vale tener en cuenta los efectos de la retracción económica de los últimos dos años que pone al desnudo con mayor claridad los límites de la orientación desarrollista. Por otra parte, las propias movilizaciones se convirtieron en escenario de disputa para los sectores más duros del poder económico y mediático en su intento de avanzar con la agenda de la restauración neoliberal.
Finalmente, también en la experiencia venezolana actual, pueden identificarse procesos de movilización y organización popular ante los desafíos y múltiples amenazas que se yerguen ante el proceso abierto en 2013; particularmente intensos, por ejemplo, en la experimentación y construcción de los poderes comunales en el marco de construcción y transición al llamado Estado comunal.
Sería aventurado en estas líneas proponer una caracterización del conjunto de estas dinámicas u ofrecer una respuesta cerrada sobre si nos encontramos ante un nuevo ciclo de conflictividad social y sobre sus características que, en todo caso, debe resultar de un examen más amplio y detenido. Pero, en relación a ello, una cuestión que no debiera subestimarse señala la significativa participación y protagonismo en muchos de estos conflictos de jóvenes generaciones tan presentes con el movimiento estudiantil en Chile y Colombia, en el movimiento Yosoy132 en México y en las movilizaciones recientes en Brasil y Perú
Horizontes de disputa: modelo socioeconómico, democracia e integración
De esta manera, la ofensiva conservadora, los efectos locales de la crisis global y las dinámicas abiertas en la movilización social reactualizan los debates sobre los modelos socioeconómicos y la noción y práctica del desarrollo; y también sobre las formas de la autoridad política, entre la militarización y la democracia protagónica y plurinacional. Pero la integración regional no escapa tampoco a estos horizontes de disputa. No sólo porque responder a la crisis global, a los renovados intentos de subordinación continental y a los nuevos límites del modelo exportador dependiente reclama avanzar en el camino de una efectiva integración social y solidaria de los pueblos; sino también porque la propia integración es terreno de la geopolítica imperial. En este sentido, la llamada Alianza del Pacífico –tratado comercial que une México, Colombia, Perú, Chile; y cuenta con la posible próxima incorporación de Costa Rica y Panamá- surgida en 2011 y con su última cumbre en marzo de 2013 parece convertirse en el nuevo ariete económico del proyecto de libre comercio estadounidense para el continente en competencia con la creciente influencia regional china. Señala también como la disputa entre los viejos y nuevos centros capitalistas se manifiesta en los últimos años en una renovada ronda de negociaciones de tratados libre comercio a nivel global que en la iniciativa estadounidense se expresa tanto en la promoción del Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica como en la negociación de un acuerdo con la Unión Europea. Un proceso que también se refleja a nivel regional entrañando nuevos peligros en el nuevo estímulo dado por los gobiernos de Brasil y Uruguay. a las negociaciones hacia un TLC entre el MERCOSUR y la Unión Europea relanzado en los últimos meses.
En el pasado reciente de Nuestra América, un largo ciclo de resistencias y luchas sociales y la emergencia y consolidación de movimientos sociales y articulaciones sociopolíticas consiguieron modificar el escenario de la aparentemente inconmovible hegemonía neoliberal y dieron nueva vida al sueño nuestroamericano ¿Será que estos mismos horizontes afrontan hoy parecidos desafíos?
Bibliografía
Antunes, Ricardo 2013 “Los días que conmovieron a Brasil”, en Revista Herramienta N° 53 (Buenos Aires: Herramienta)
Boron, Atilio 2013 América Latina en la geopolítica del imperialismo (Buenos Aires: Ed. Luxemburg)
CEPAL 2013 Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2013 (Santiago de Chile: CEPAL)
Katz, Claudio 2012 “El ajedrez global de la crisis”, en Revista Batalla de Ideas N° 3 (Buenos Aires: BI)
La Nación 2013 “Los mercados emergentes pierden el liderazgo económico del mundo”, en Diario La Nación, edición impresa del 12 de agosto.
Lander, Edgardo 2009 “Tendencias dominantes de nuestra época ¿se nos agota el tiempo?”; en Revista Compendium, Vol. 12, Núm. 22, julio (Caracas: Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado)
Seoane, José; Algranati, Clara y Taddei, Emilio 2011 “Tras una década de luchas. Realidades y desafíos de los proyectos de cambio en Nuestra América”, en Revista Herramienta N° 46 (Buenos Aires: Herramienta)
Seoane, José; Taddei, Emilio y Algranati, Clara 2013 Extractivismo, despojo y crisis climática. Desafíos de los movimientos sociales y los proyectos emancipatorios en Nuestra América (Buenos Aires: Herramienta y El Colectivo)
Vega Cantor, Renán 2009 “Crisis civilizatoria”, en Revista Herramienta N° 42 (Buenos Aires: Herramienta)