26/12/2024
Worker-Left Unity *
Los ataques terroristas del 11 de septiembre fueron verdaderamente deplorables y deben ser condenados inequívocamente.
El terrorismo suicida, especialmente en una escala tan cruel, es la expresión de una crisis moral y una afrenta a los socialistas. Hoy, cuando la pobreza, las privaciones y la injusticia se han vuelto más globales que nunca, el uso de la violencia y el terrorismo no tiene identidad nacional ni cultural. El fundamentalismo islámico y el terrorismo asociado a él son productos de un período marcado por el colapso del estalinismo y la ausencia de una poderosa izquierda revolucionaria. Además de abrazar ideas reaccionarias (anti-obreras, anti-mujeres, nacionalistas...) sus blancos son los individuos antes que el sistema capitalista.
En consecuencia debemos condenarlos claramente. Pero ninguno de los estados que hoy afirman enfrentar al terrorismo puede ser tomado en serio, cuando esa oposición al terrorismo está condicionada a quiénes se dirige. Están contra el terrorismo que los ataca a ellos y a sus intereses. Reprimen a algunos grupos terroristas, mientras simultáneamente crean, organizan y apoyan a otros.
Es bien sabido que Osama Bin Laden fue creado por la CIA, Hamas fue hijo del Mossad, los talibán fueron el producto del dinero saudita, la inteligencia militar paquistaní y el Pentágono.
Es más, raramente ningún Estado del mundo se priva del uso del terror y la violencia. Si alguien tiene alguna duda sobre la naturaleza de la alianza "anti-terrorista" concebida por los Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea, los intentos por sumar a la alianza a Irán o a Siria muestran claramente la doble moral utilizada en las definiciones de "terrorismo" y de "terrorismo estatal". El régimen islámico de Irán ha ejecutado a 15.000 de sus propios ciudadanos por ser socialistas. Y 3.000 presos políticos fueron asesinados por las autoridades en las prisiones iraníes en 1988.
¿Pero a quién le importa esto? Mientras Irán esté contra los talibán, su rehabilitación será cuestión de horas. La Alianza del Norte, descripta como adalid de la libertad, es realmente un grupo fundamentalista, apoyado y financiado por los talibán iraníes, y sin embargo nos dicen que salvarán al mundo si llegan al poder con la ayuda norteamericana.
El enfrentamiento con el terrorismo no se soluciona policialmente, no puede ser resuelto por medio de modernos métodos de espionaje, no se puede esperar solucionar el problema con medidas judiciales o punitivas, y no es posible declararle la guerra. Medidas policiales más complicadas sólo llevarán a métodos más sofisticados de las organizaciones terroristas.
Los discursos oficiales de los Estados Unidos inmediatos al 11 de septiembre son verdaderamente aterradores. Esta posición trata de usar la bandera de la lucha contra el terrorismo para implementar una política extremadamente aventurera, que en realidad ampliará la esfera de las actividades terroristas.
De acuerdo a esta tendencia, internamente se volvería al macartismo y a un Estado policial para impedir las actividades terroristas, alentando los prejuicios racistas y nacionalistas, e invocando la superioridad racial y cultural como la base ideológica necesaria para dicho régimen.
En el exterior, el objetivo es imponer un nuevo orden mundial bajo el dominio incondicional de los Estados Unidos. No aceptar este orden equivale a apoyar al terrorismo, y como la primera guerra del siglo XXI es contra el terrorismo, tal desobediencia por parte de cualquier Estado será reprimida militarmente. Los que sostienen esta posición tratan claramente de crear un nuevo imperio y consideran que el colapso de las torres gemelas ha creado las condiciones ideales para la realización de dicho sueño.
En una época en que la economía mundial está mostrando claros signos de crisis, esta tendencia puede fortalecerse rápidamente, profundizando la atmósfera de violencia policial, y un aumento en los enfrentamientos raciales y religiosos. Este hecho sería perjudicial en cualquier circunstancia, pero cuando el movimiento obrero y el movimiento anticapitalista están levantándose luego de un período de retroceso, es más perjudicial que nunca. Es debido precisamente a esto que los esfuerzos por pararlo son tan importantes como enfrentar al terrorismo.
Dentro de los mismos Estados Unidos, una gran coalición de fuerzas políticas está tomando conciencia del peligro que se avecina, y a pesar de la pesada atmósfera creada por la administración Bush, trata de impedir las medidas aventureras. Es de esperar que en cuanto el pueblo norteamericano se recupere del shock de los recientes acontecimientos y vea lo que hay detrás de las consignas "antiterroristas", se unirá a la campaña contra el terrorismo, el belicismo y el Estado policial. En esta campaña, la solidaridad internacional es una condición para la victoria. Cuando se vea que el ciclo insensato de violencia terrorista y policial provoca el mayor daño posible al movimiento global anticapitalista, podemos estar seguros de que el movimiento obrero, las mujeres, los ecologistas, los opositores a la guerra y el armamento nuclear tomarán conciencia de los aspectos negativos de los recientes acontecimientos y se unirán a la batalla con todas sus fuerzas. La violencia de las fuerzas terroristas, militares y policiales es hoy un peligro real, pero justamente ahora es más fácil que nunca derrotarlas. No dudemos en combatirlas.
Enviado para Herramienta por Yassmine Mather gracias a la cortesía de Simon Pirani, colaborador de la revista en Gran Bretaña. Transcribimos sus párrafos más significativos. La traducción corresponde a Francisco Sobrino.
* Organización de la izquierda iraní en el exilio.