28/03/2024

¿De qué hablamos cuando hablamos de la globalización? (una incursión metodológica desde América Latina)

Presentación

La metodología, que quede claro, no resuelve en absoluto el problema con el que nos enfrentamos. A lo sumo facilita el correcto planteamiento de la solución.

Antonio Negri

Desde una orientación epistemológica crítica, se establece una relación de conocimiento en que las formas de abordar la realidad reconocen la necesidad de asumir una postura racional que potencie el ejercicio del conocer al no agotarlo en la explicación de lo real, sino que amplíe las potencialidades de lo real mismo.

La importancia de reflexionar metodológicamente un objeto de estudio como el que el título enuncia, toma en cuenta el desafío que representa traducir esa orientación y entendimiento de lo real al análisis de lo social. Y al campo de la economía como uno de los ámbitos que se incluyen en lo social.

En la economía, entendida en su acepción económica y política, desde un posicionamiento crítico y de transformación de lo real es actualmente más necesario que nunca desarrollar un pensamiento que parta del reconocimiento de la necesidad de futuro.

Ante el paradigma neoliberal conservador, que impone la inexorabilidad de fuerzas externas dominantes que subyugan a su lógica las formas y el proceso económico-productivo de nuestros países, y subordinan el interés, la producción y reproducción de la vida material de las clases trabajadoras (su sistema de necesidades), a la obtención del beneficio y el mantenimiento de patrones de dominación; resulta imperioso pensar y analizar la realidad desde una perspectiva que busque transformar y construir una sociedad "en la que todos quepan".

En los siguientes párrafos nos proponemos vislumbrar la globalización en tanto proceso histórico-objetivo, en tal sentido, como contexto o escenario mundial, como ideología, y en su dimensión político normativa o prescriptiva, intentando relacionarla con el establecimiento de los llamados bloques regionales y las políticas de ajuste estructural, haciendo manifiesta la necesidad de estudiar a éstas en su complejidad económica, política y social.

Hacia un concepto de la globalización

... busqué varias veces la conversación con distintos responsables para tratar de ir haciendo una labor de convencimiento contra ella. Fue imposible; es reconocida como un artículo de fe. Los más evolucionados políticamente dicen que es una fuerza natural, material ...

Ernesto `Che` Guevara

Como apuntó el sociólogo británico y director de la London School of Economics, Anthony Giddens, globalización es un término que, usado con tanta frecuencia, sin embargo, está muy pobremente conceptualizado. La orientación analítica y la disposición ideológica separa entre "hiperglobalizadores" y "escépticos de la globalización" (Giddens: 1996).

Entre los primeros, ligados sobre todo al ambiente de los negocios y con gran influencia en las elites económicas y políticas que orientan las medidas macroeconómicas y la gestión del Estado, la globalización se entiende como la expansión del mercado a escala mundial. El avance del proceso es tal que no sólo los estados-nación han perdido una gran parte de su poder sino están a un paso de su aniquilamiento. Dentro de esta corriente, Kenichi Ohmae (en obras como The Borderless World o The End of the Nation State) argumenta que en el futuro la nueva economía mundial tendrá como núcleo no a los estados-nación sino a muchas regiones entrelazadas, al modo de estados-región, ciudades-Estado o ciudades-globales. El modelo del Estado-región es un modelo abierto a la economía mundial. Para el analista y consultor japonés "los estados-región son puntos de entrada tan eficaces para la economía mundial porque las características que los definen están conformadas por las exigencias de esa economía". Aunque pareciera que este escenario es poco probable, no puede ser ignorado, en los hechos es la ideología en boga o el proyecto del sector empresarial transnacional. Esta concepción de la globalización deriva no sólo de una noción analítica, sintetiza una orientación ideológica y una idea de futuro.

Para los segundos, el hablar de la globalización como un fenómeno nuevo o sin precedentes es faltar a la verdad. Con apoyo de una gran cantidad de estadísticas, argumentan que lo que hoy se ha dado en llamar globalización estaba más desarrollado entre los años 1900 a 1914 e incluso a fines del siglo xix; para éstos la "globalización es un mito". En esta corriente podríamos ubicar las aportaciones de Paul Hirst y Graham Thompson en Globalization in Question y las de Paul Bairoch y Richard Kozul-Wright en Globalization Miths. Quizá la crítica a la escuela de la hiperglobalización deba avanzar más allá de alcanzar una historización del fenómeno (terreno en el cual las dos obras anteriores han hecho aportes significativos) y tratar de abarcarlo en sus alcances políticos, económicos, sociales y culturales.

Podríamos coincidir con Giddens, quien sugiere que elaborar una "conceptualización adecuada de este fenómeno debe diferir de ambos enfoques", y debe ponerse atención en varias cuestiones:

a) esta sacudida fundamental de la sociedad mundial "tiene numerosas causas y no una sola";

b) es un proceso sumamente contradictorio, no debe entenderse tan sólo como un concepto económico ni como un simple desarrollo del sistema mundial o como un desarrollo puramente de instituciones mundiales a gran escala ... no es un simple conjunto de procesos ni tampoco va en una sola dirección. En algunos casos genera solidaridades y en otros las destruye. Tiene consecuencias muy distintas según sea la ubicación geográfica mundial de que se trate ... genera algunas formas nuevas de integración que coexisten con formas nuevas de fragmentación;

c) "la fase actual del proceso no es solo extensión de las fases anteriores de la expansión del mundo occidental".

Sin embargo, tenemos una gran salvedad con el ideólogo de la "tercera vía". El sociólogo británico concluye afirmando que la fase actual de mundialización "se distingue porque nadie la controla" (Giddens, ibid.). Su conclusión lo emparenta, como veremos más adelante, con los ideólogos de la globalización; y no sólo eso, Giddens se erige en entusiasta globalizacionista, al construir los slogans publicitarios e ideológicos de la tercera vía, desde una "postura positiva ante la globalización". Por nuestra parte, preferimos la advertencia que Hugo Zemelman formula y que constituye una toma de posición y el punto de partida para el establecimiento de una relación de conocimiento: la globalización "a pesar de constituir un problema de macrológicas económicas, que tienen sus fuerzas a veces inexorables, no son inamovibles; dependen también de la capacidad de resolución que a esas macrológicas les presten los individuos desde su muy empobrecida subjetividad" (Zemelman en Dieterich, 1997: 105).

Pensar entonces el gran tema de la globalización (que se erige al parecer en el nuevo Leviatán de las ciencias sociales contemporáneas) exige pensarlo en cuanto proceso y en cuanto dinámica, pero no sólo en esa dimensión de su complejidad sino además incluir la capacidad y potenciamiento de actores políticos y económicos transnacionalizados y la represión o mediatización de otras modalidades de ejercicio y constitución de subjetividades que intentan construir o transformar el mundo.

El Fondo Monetario Internacional define la globalización como:

la interdependencia económica creciente en el conjunto de los países del mundo, provocada por el aumento del volumen y de la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al mismo tiempo que por la difusión acelerada y generalizada de la tecnología. (Citado en Wolf, 1997: 14)

Dos cuestiones aparecen como claves en esta visión encubridora y mistificadora de la globalización: el concepto de interdependencia (que oculta los procesos de explotación, dominación y apropiación presentes en la lógica del capital mundial) y el quedarse en la forma de manifestación del fenómeno o proceso sin interesarse por los actores políticos y económicos que lo impulsan. En este caso las multinacionales, los estados desde los que se impulsan globalmente y los organismos e instituciones supranacionales que actúan en el ámbito mundial como garantizadores y creadores de consenso para las medidas económicas y políticas que acompañan a la globalización neoliberal.

Desde la tradición del pensamiento crítico latinoamericano Pablo González Casanova intenta recuperar algunas dimensiones poco socorridas en este debate y propone "pensar que la globalización es un proceso de dominación y apropiación del mundo". Dominación tanto de estados como de mercados, de sociedades como de pueblos, que se ejerce "en términos político-militares, financiero-tecnológicos y socio-culturales". El proceso de apropiación de recursos naturales, de riquezas y del excedente producido se realiza de una manera especial, en que el desarrollo tecnológico y científico más avanzado se combina con formas muy antiguas, incluso de origen animal, de depredación, reparto y parasitismo, que hoy aparecen como fenómenos de privatización, desnacionalización, desregulación, con transferencias, subsidios, exenciones, concesiones, y su revés, hecho de privaciones, marginaciones, exclusiones, depauperaciones que facilitan procesos macrosociales de explotación de trabajadores y artesanos, hombres y mujeres, niños y niñas. (González Casanova: 1998)

El proceso no se desarrolla ex nihilo o como una fuerza natural, la globalización "está piloteada por un complejo empresarial-financiero-tecnocientífico-político y militar que ha alcanzado altos niveles de eficiencia en la estructuración, articulación y organización de las partes que integran al complejo, muchas de las cuales son empresas o instituciones estatales también complejas" (Ibíd.). En una argumentación como ésta se destacan varias articulaciones y mediaciones conceptuales o categoriales que nos permiten una apertura más amplia del tema de la globalización, y nos exige recuperar la discusión del todo y de las partes, de la complejidad, pero también de lo abstracto y de lo concreto.

De la conciencia de globalidad a la totalización totalitaria del automatismo de mercado - La globalización, triunfo del universalismo abstracto

La interpretación del acontecer histórico-social en términos de un acontecer orgánico natural va más allá de los resortes reales (económicos y sociales) de la historia y entra en la esfera de la naturaleza eterna e inmutable ... es una `totalidad` que consiste en el total dominio de todos. La explicación teórica de esta totalidad la da el universalismo ... el universalismo en el campo de la teoría social ha asumido rápidamente la función de una doctrina de justificación política ... Al desplazarse la totalidad desde el punto final al inicial, se corta el camino de la crítica teórica y práctica de la sociedad, que conduce a esta totalidad. Se mistifica programáticamente la totalidad

Herbert Marcuse

Los últimos años han sido testigos no sólo del emerger del discurso de lo global, de la globalidad o de la globalización sino de su imposición como verdadero paradigma dominante. Para el pensamiento crítico ha sido cuanto menos difícil y constituye un reto importante establecer un distanciamiento de un paradigma que tiende a ser asumido como la razón establecida. Lograr superar estos aprisionamientos aparece como una necesidad para intentar avanzar en la construcción de alternativas teóricas y prácticas. Distanciarse del concepto de la globalización y de su discurso, o cuanto menos evitar una apropiación a-crítica del concepto, exige hacerlo no sólo desde el nivel teórico o a partir de un corpus teórico, sino desde una disposición cognoscitiva, epistemológica, profundizando en el nivel o ámbito de los presupuestos que permiten su construcción categorial.

El tema de lo global o de la globalidad no ha sido ajeno al desarrollo de la filosofía y de las ciencias sociales; se puede afirmar que el problema de la globalidad acompaña al desarrollo del discurso de la modernidad y a su propia crítica. [1] Si bien es cierto que en los años ochenta comienza un uso más extensivo e intensivo del término globalización, no por ello significa que esta sea la característica fundamental de "lo novedoso del mundo". Ya desde la segunda posguerra y en especial desde los años sesenta existe lo que podemos calificar como una conciencia de globalidad o bien conciencia de las dimensiones alcanzadas por los problemas o amenazas globales.

Tal conciencia no es sólo teórica o analítica sino incluso existencial y se relaciona en su momento con la primera amenaza mundial: la bomba atómica con sus posibilidades de destrucción masiva y global. A este desarrollo desproporcionado y depredador del excedente social ligado a los intereses del complejo militar-industrial norteamericano lo acompañan la desenfrenada competencia armamentista y el desarrollo de un mercado global de medios de destrucción y un mercado de "seguridad global", así como de una auténtica campaña global de intervención y penetración imperialista.

Continúa en un segundo momento con la conciencia de la gravedad de la crisis ecológica y los problemas del medio ambiente, discutidos con detenimiento después de la Conferencia de Estocolmo y la publicación de Los límites del crecimiento. Tal y como en su momento lo afirmó Edgar Morin, a pesar de las insuficiencias de estos debates y sus restricciones disciplinarias, el desarrollo de la conciencia ecológica constituyó "un primer paso que podría llevarnos a una nueva forma de pensar, la del punto de vista global, y ello es absolutamente esencial" (Morin en Oltmans, 1975: 447).

Seguirán posteriormente temáticas tales como el desarrollo de la tecnología genética, la exclusión de la población como amenaza global, etcétera. Problemas éstos que al tiempo que van adquiriendo consenso como problemas de la globalidad dan pauta de la crisis sistémica.

Aun desde este punto de vista, que observa la dimensión global de la actividad humana como una construcción social e histórica, en alguna ocasión las ciencias sociales tendrán que dar cuenta de la apropiación casi automática o religiosa de un término que se crea en los medios empresariales, las escuelas de negocios y los estudios del marketing y del management empresarial de los Estados Unidos. [2] Como intentamos ver a continuación, no se trata sólo de reconocer una dimensión global del acontecer y pensar humano, sino de evitar o distanciarse de su mistificación e ideologización.

Para este cometido de distanciamiento nos será de gran utilidad recuperar dos ejercicios del pensar crítico que intentan discutir un uso abstracto y mistificador de las categorías de totalidad y de universalismo. Nos referimos al trabajo que Herbert Marcuse publicara a fines de los sesenta con el título "La lucha contra el liberalismo en la concepción totalitaria del Estado" (Marcuse, 1970: 89-131), y a una de las aportaciones más recientes de Franz Hinkelammert: "Determinismo y autoconstitución del sujeto: las leyes que se imponen a espaldas de los actores y el orden por el desorden" (Hinkelammert, 1996: 235-277).

Nuestra intención es recuperar su argumentación en el ánimo de relacionarla con lo que creemos constituyen los supuestos y aprisionamientos presentes en la construcción discursiva de la globalización.

Herbert Marcuse en el ensayo citado inicia la crítica de la doctrina del Estado total-autoritario, pero demostrando que el propio liberalismo comparte los supuestos del totalitarismo, es así que nos será de utilidad para ilustrar lo que podemos calificar, retomando un concepto de Hinkelammert, como la "totalización totalitaria del automatismo de mercado" que no sería sino otro nombre para hacer referencia a la globalización. No se trata sólo de una diferencia terminológica sino –creemos– conceptual. Para Marcuse "El Estado totalitario exige la obligación total sin admitir que se cuestione la verdad de tal obligación" (Marcuse, 1970: 127), lo mismo puede plantearse con respecto al predominio del mercado total.

Siguiendo a Karel Kosik (1967: 54) estamos en presencia de una totalidad (abstracta), entendida de manera unilateral y no dialéctica. Esta concepción es heredera de las corrientes idealistas del siglo xx que reducen la triple dimensión de la totalidad –como principio metodológico– a una sola dimensión: "la relación de la parte con el todo". Esto desemboca en dos trivialidades: "que todo está en conexión con todo" (la globalización como totalización del automatismo del mercado todo lo modifica) "y que el todo es más que las partes" (siguiendo nuestra analogía, la globalización no puede ser modificada por nada, antes bien, exige la adecuación de las partes).

La preeminencia del todo con respecto a los "miembros", las partes o los individuos, se justifica en la medida en que "las formas de la producción y reproducción de la vida por lo general están dadas de antemano a los individuos" (Marcuse, 1970: 108). Esto significa consolidar un concepto del todo que carece de sentido concreto en la teoría de la sociedad pues está "separado de su contenido económico-social". Su corolario es una concepción organicista de la relación entre la totalidad así entendida y los miembros que la componen.

Las relaciones entre la totalidad y los miembros son entendidas como orgánico-naturales, "la existencia humana" queda a merced de "fuerzas inviolables dadas de antemano" (Ibid.: 91). Esta concepción conduce a una naturalización y deshistorización de los procesos sociales.

El camino recorrido por el universalismo abstracto, en el sentido de que el todo al que hace referencia "no es una unificación impuesta por el dominio de una clase en una sociedad de clases, sino una unificación que unifica a todas las clases y que ha de superar la realidad de la lucha de clases y, de esta manera, la realidad de las clases mismas" (Ibid.: 109) se complementa con una teorización organicista que conduce "a través de la naturalización de la economía en tanto tal, a la naturalización de la economía del capitalismo monopolista y de la miseria masiva que esta última provoca: todos los fenómenos son sancionados como naturales" (Ibid.: 114).

El predominio del universalismo abstracto exige de otra complementación. Si en una primera etapa "la economía es concebida como un organismo vivo al que no puede cambiarse de golpe" (Ibid.) en un segundo nivel necesita apaciguar la politicidad del sujeto y reprimir su corporalidad, al alejarlo de la satisfacción de sus deseos y necesidades. La lógica autoritaria del estado o el mercado total, exige una concepción del hombre como "un ser cuya existencia se realiza en sacrificios cuyo sentido no cuestiona y en una entrega incondicionada, cuyo ethos es la pobreza y para quien todos los bienes materiales desaparecen en aras del servicio y la obediencia" (Ibid.: 118).

Marcuse concluye su crítica haciendo un llamado a la recuperación de la dimensión histórica, a la recuperación de una "auténtica historicidad". Esta conclusión la expone en tres niveles. En primer lugar, demuestra que la "deshistorización de lo histórico pone de manifiesto una teoría que es la expresión del interés por estabilizar una forma de relaciones humanas que no puede ya ser justificada frente a la situación histórica" (Ibid.: 112).

En segundo lugar, Marcuse hace un llamado a tomar en serio la historia, lo cual nos es de gran utilidad en el cometido de conceptualizar a la globalización como "forma social". Pero sin asimilarla como el desarrollo natural de fuerzas tecnológico-productivas materiales que responden a lógicas inexorables e inamovibles. Nuestro autor plantea: "si se tomara en serio a la historia, ésta nos indicaría que aquella forma es el resultado de una decisión y nos recordaría las posibilidades de modificación, que resultan de su génesis ... Esta forma ...[social] queda eternizada ideológicamente al considerársela como `orden natural de la vida`" (Ibid.: 112-113).

Por último, Marcuse recupera la dimensión concreta e histórico-objetiva de la totalidad y plantea que "en la estructura económica de la sociedad capitalista y monopolista, residen los fundamentos fácticos del universalismo" (Ibid.: 109). La crítica al universalismo abstracto que afirma un orden social deshistorizado, es rematada al afirmar que, por el contrario, estamos en presencia "de un orden que se mantiene gracias al poder de un enorme aparato, aparato que puede representar al todo, por encima de los individuos, porque los oprime; es una `totalidad` que consiste en el total dominio de todos" (Ibid.: 92).

Del análisis de Hinkelammert quisiéramos recuperar tres cuestiones que nos parecen sustantivas en el ánimo de hacer un distanciamiento de los supuestos del discurso de la globalización, entendida como totalización totalitaria del automatismo de mercado.

La primera de ellas tiene que ver con el ambiente cultural. El pensamiento crítico ha pretendido reprimirse desde la afirmación de que vivimos el tiempo de la crisis de los grandes relatos, de que estamos en presencia de la crisis de los paradigmas. Hinkelammert plantea que el discurso de la crisis de los paradigmas encubre la afirmación de un conocimiento inauditamente dogmatizado y lleno de irreversibilidades o forzocidades de la historia: el paradigma del mercado. "Es en nombre de este paradigma que se arroja en contra de todo ser pensante la tesis de la crisis de los paradigmas" (Hinkelammert, 1996: 237).

En segundo lugar, la propia crisis de los paradigmas se plantea como la pauta para desechar criterios universalistas del actuar, pero ¿es real la pérdida de estos criterios? A la luz de constatar el hecho de que "un solo criterio universalista se ha impuesto: el universalismo de los criterios del mercado" (Ibid.), más adelante nuestro autor complementa su afirmación:

se trata de un universalismo del ser humano abstracto, detrás del cual, como siempre, se esconde/proyecta la dominación de una minoría que se impone por medio de los criterios de su universalismo abstracto práctico. De nuevo se revela el hecho de que los universalismos abstractos son posiciones de intereses minoritarios o, si se quiere, posiciones de clase de clases dominantes. Nuestra pregunta tiene que ser por un criterio universal frente a este universalismo abstracto. Éste es precisamente el problema actual. (Ibid.: 238)

En tercer lugar, Hinkelammert llama a tener conciencia "de que a la lógica de un universalismo abstracto como la del sistema presente" (Ibid.) no es posible oponer otro sistema de universalismo abstracto. Sin embargo, sólo se puede contestar mediante una respuesta universal: "Tal respuesta universal tiene que hacer de la fragmentación un proyecto universal ... fragmentarizar el mercado mundial mediante una lógica de lo plural es una condición imprescindible de un proyecto de liberación hoy" (Ibid.). Para Hinkelammert "La fragmentación/pluralización como proyecto implica ella misma una respuesta universal" (Ibid.), la fragmentación no puede ser fragmentaria, pues sería relativista, se transforma en criterio universal cuando para la propia fragmentación exista un criterio universal.

Para este autor tal criterio universal no puede ser otro que el enarbolado por los zapatistas de Chiapas: "Una sociedad en la que todos quepan. Lograr tal meta universal, es precisamente la interpelación del universalismo abstracto en nombre de un criterio universal. Pero este criterio universal, en su aplicación en efecto pluraliza sin fragmentar en estancos a la sociedad" (Ibid.: 239).

Del mismo modo, la construcción de alternativas tendría que ser planteada en el marco de la recuperación de criterios universales concretos, tal como el que enuncia Hinkelammert. En ello coincide también Edgar Morin para quien "la pérdida de un universalismo abstracto resulta para muchos la pérdida de lo universal ... pero, en el proceso mismo por el cual todo se vuelve mundial y todo se ubica en el universo singular que es el nuestro, se da por fin la emergencia de lo universal concreto" (Morin, 1994: 121).

Hecho este paréntesis filosófico y epistemológico podemos pasar a otras dimensiones envueltas en el concepto de globalización, y los riesgos de su ideologización.

El proceso de globalización en su dimensión histórica, ¿nueva etapa del capitalismo o nueva forma histórica?

La auténtica historicidad presupone una conducta cognoscitiva del hombre con respecto a las fuerzas históricas y la crítica teórica y práctica de estas fuerzas

Herbert Marcuse

Tal y como en su tiempo Marx lo afirmó, las crisis capitalistas inician y promueven procesos de reconstitución histórica, que dan nueva forma al proceso de dominación y explotación a través de recomponer los equilibrios, las pugnas y las mediaciones de las fuerzas sociales. Esto tanto en el terreno interno de la economía nacional como, sobre todo, en el contexto del sistema mundial o interestatal: "El mercado mundial constituye a la vez que el supuesto, el soporte del conjunto. Las crisis representan entonces el síntoma de la superación del supuesto y el impulso a la asunción de una nueva forma histórica" (Karl Marx, Grundrisse: 1857‑1858)

El siglo xx ha sido precisamente un espacio histórico de sucesión de crisis y de recomposiciones o reestructuraciones capitalistas. En nada se justifica que la reestructuración mundial del capital iniciada en los ochenta (o aun antes) signifique una "modificación estructural histórica del capitalismo" [3] , algo así como una nueva etapa, o peor aún una nueva totalidad histórica, expresada en la globalización neoliberal. El capitalismo es global (mundial) desde su origen y desde sus inicios estuvo asociado al colonialismo y al saqueo de las colonias. Esta conformación histórica no sólo retardó sino impidió el desarrollo económico y social de nuestras sociedades ya como estados-nación, de hecho, conforme maduraba su economía desarrollaban su subdesarrollo (como en reiteradas ocasiones lo ha explicado Gunder Frank). Desde el siglo xix, el imperialismo y el intercambio desigual son características básicas del capitalismo mundial.

La llamada globalización refiere al proceso multisecular de expansión internacional del capitalismo. En tal sentido experimenta un comportamiento cíclico en períodos históricos de aceleración y desaceleración, envuelto en procesos sociales que expresan continuidades y discontinuidades en la vocación de expansión mundial del capital.

Resulta provechoso para recuperar el peso de la dimensión histórica, recurrir a lo que Braudel consideró la característica fundamental del eje temporal y la velocidad del cambio histórico: la triple dimensión de la temporalidad. Desde esta perspectiva de análisis la globalización puede ser enfocada como un proceso de larga duración, en su dimensión coyuntural y a la luz expresiva y compleja de la historia como acontecimiento" [4] .

Ubicados en una perspectiva de longue durée el alcance global de los mercados financieros en nuestros días, y las expansiones financieras entendidas como cierres de etapas fundamentales del desarrollo capitalista, encuentran su símil histórico en los mercados de Londres en el siglo xix, o incluso en los mercados de Amsterdam en el siglo xviii. Estas etapas de culminación de ciclos sistémicos de acumulación también se rigen por la sucesión y cambio en los ciclos de hegemonía [5] (el paso del hegemón desde Génova, a Holanda, a Gran Bretaña, a los Estados Unidos ...). Desde esta perspectiva de largo plazo el estado actual del capitalismo se ubica en un largo trayecto de dominación, acumulación, explotación y apropiación del mundo.

Es aquí donde entra lo que podríamos denominar una perspectiva coyuntural de aceleración de los procesos de despliegue mundial del capital (cuanto menos desde fines de los sesenta e inicios de los setenta), que por otro lado expresan una profunda discontinuidad con los modos de producción, acumulación y regulación que rigieron al capitalismo desde la segunda posguerra hasta la crisis mundial de mediados de los setenta. Los teóricos del sistema-mundo y algunos de la dependencia como Theotonio Dos Santos esperarían y siguen esperando (pues no hay elementos que permitan afirmar que esto ha ocurrido), el comienzo de una fase de recuperación del ciclo Kondratieff (aunque Dos Santos dictaminó la recuperación casi desde el inicio de los noventa), y el inicio de una fase de expansión que no se sabe a ciencia cierta adónde nos conducirá (pues como afirma Wallerstein no se sabe el sendero que recorrerá el sistema capitalista, inmerso como está en una gran bifurcación). Vista en su dimensión coyuntural, la globalización manifiesta el carácter reversible del proceso, como también lo fue el proceso de aceleración y profundización de la globalización entre 1850 y 1914.

En la dimensión temporal de corto plazo, los procesos de globalización parecen manifestar una intensificación de tendencias seculares y coyunturales. Desde esta perspectiva temporal, los acontecimientos históricos tienden a ser presentados como sucesos inexorables, irreversibles, que exceden nuestros márgenes de actuación política. En esta dimensión el contexto político, económico y cultural es utilizado por los grupos de poder (nacionales y supranacionales) para imponer una política acorde a sus proyectos de dominación, explotación y apropiación. Al enfocar la globalización desde este ángulo de análisis, es posible destacar su sustrato político, y su entendimiento como forma de relaciones sociales, como afirma Hirsch, "la globalización actual es en esencia un proyecto capitalista en la lucha de clases. No es un mecanismo económico `objetivo` ni menos un desarrollo político cultural propio, sino una estrategia política (...) no es un acontecimiento o expresión natural de una lógica `objetiva`, sino un proceso impuesto y reñido políticamente" [6] .

La necesidad de comprender el cúmulo de acontecimientos que intervienen en el tránsito y constitución hacia una nueva forma histórica como ampliación y profundización de procesos que se vienen experimentando e implementando desde cuanto menos la afirmación hegemónica de Occidente como centro del sistema mundial desde 1492 permite encontrar en la propia lógica del despliegue del capital mundial su estructura fundante. Desde este punto de partida, se problematiza la visión que entiende nuestro contexto histórico como "una nueva totalidad histórica" [7] en que se recompone, reconfigura o prescinde de la lógica del movimiento y valorización del capital internacional, para ceder su sitio al encadenamiento de las economías nacionales, los estados-regiones, o las ciudades globales, a la lógica inexorable de las fuerzas de la sociedad global.

La diferencia conceptual entre, por un lado, nueva totalidad histórica y, por el otro, nueva forma histórica, no es –desde nuestro punto de vista– sólo semántica: hace referencia a una distinción epistemológica fundamental. [8] En la primera categorización, las fuerzas inexorables o incontenibles de la sociedad global actúan, sobredeterminando heteronómicamente, erosionando las capacidades de modificar la posición que se ocupa en el sistema interestatal o ante los grandes corporativos multinacionales. El lugar que se ocupa en la escala jerárquica de la aldea global reserva a nuestros países la condición de provincias de la misma.

En la segunda interpretación se intenta plantear que es la particular forma y proceso que asume la (cor)relación de fuerzas o actores sociales (sean estos, clases, movimientos sociales, político-populares, naciones, o coaliciones e instituciones internacionales) y las potencialidades de la lucha, resistencia o insubordinación ejercida por los distintos actores o clases; la que sanciona la forma en que se acomete la inserción o subordinación de la economía nacional en el mercado mundial, y decide la asignación de perdedores y ganadores tanto en el seno del Estado-nación, como al nivel del mercado mundial en la forma de polarización global, y reedición de políticas de corte imperialista o de un llamado "colonialismo global" [9] .

La crisis contemporánea del capitalismo mundial, cuyo inicio numerosos analistas ubican en los años de 1973-1975, constituyó una ruptura general y abrió una reconstitución que aún hoy no termina. La profundización y prolongación de la crisis y los senderos que reconoce su solución se transformó –para un conjunto de autores y desde diversas perspectivas– en el paso a una etapa superior de desarrollo del capitalismo. [10] Los elementos que están en la base de esta transformación son los cambios profundos de los procesos productivos, del comercio mundial y de la intermediación financiera, que se instrumentan a partir de una verdadera –pero en ningún modo definitiva– derrota mundial del trabajo.

El paso a esta nueva etapa (si concedemos que se trata de una nueva etapa), o la asunción como dice Marx de "la nueva forma histórica", exigió del capital cumplir tres condiciones, que sin duda alguna, dan el signo a la década de 1980 como espacio de transición y como década perdida para los países latinoamericanos. Lo que está detrás de este proceso es el traslado de la crisis de los centros a la periferia capitalista, con sus particularidades regionales y sus consecuencias intraestatales.

Estas tres condiciones, requisitos o exigencias para el capital, consistían en: a) Acentuar la explotación del trabajo en todo el sistema, para aumentar la masa de plusvalía apropiable y disponible para la inversión; b) Intensificar la concentración y centralización de capitales en las economías centrales para financiar las extraordinarias inversiones en desarrollo tecnológico y modernización industrial; el reverso de la moneda es la transferencia de volúmenes impresionantes de valor, de la periferia al centro y que trae como resultado la auténtica descapitalización en América Latina, lo que agudiza su marginalización y miseria; y c) Ampliar la escala del mercado para dar viabilidad a estas cuantiosas inversiones. [11]

Sin duda, gran parte del éxito logrado por la burguesía en este ajuste mundial a costa del trabajo, se debe a la formidable operación de propaganda. Este mecanismo logra imponer la ofensiva ideológica neoliberal que sustenta el dogma de la restricción de la intervención del Estado, el ataque al sindicalismo (como elemento que no permite ajustar el mercado de trabajo), la restricción de los derechos sociales, así como la reprivatización de la economía. De unos años para acá se consolida la ideología de la globalización como cuerpo conceptual, paradigma de interpretación, categoría de análisis o elemento de dictaminación científica. Es tal la eficiencia de esta ofensiva ideológica que el lugar común tiende a identificar el neoliberalismo con la nueva etapa del capitalismo, apareciendo éste como imprescindible o necesario.

El período de 1975-1992 cierra el ciclo largo de la posguerra al registrar el hundimiento de los tres pilares sobre los que descansaba el orden mundial. Los tres subsistemas del sistema mundial registran una profunda crisis en el ámbito económico. El período inicia con la crisis en Occidente del fordismo central y la emergencia de la ofensiva neoliberal, que al mismo tiempo manifiesta la imposibilidad de cuajar una opción de izquierda después de las esperanzas de 1968. En segundo lugar, la crisis en el seno del desarrollismo y la implementación del ajuste estructural en el Tercer Mundo a partir del llamado Consenso de Washington. El predominio del neoliberalismo en América Latina se registra desde 1980, o incluso antes, bajo el terror de los regímenes de `seguridad nacional`. En tercer lugar, el estrepitoso hundimiento de los regímenes de tipo soviético.

En el terreno político el ciclo se cierra con el desgaste del sistema de la bipolaridad mundial, que verá sustituir al enemigo comunista por "los enemigos de las democracias liberales de mercado", el terrorismo, el narcotráfico y los nacionalismos. Todos ellos elementos que permiten sostener los impresionantes gastos militares y el mantenimiento de los intereses del capital ligado a la expansión armamentista y al complejo militar-industrial norteamericano.

La articulación dialéctica entre la emergencia desde fines de los años setenta, de un orden económico tripolar en el mundo capitalista (cuyos centros se sitúan en los Estados Unidos, el Japón y Alemania, o la Unión Europea toda), y la pervivencia de un orden militar claramente hegemonizado por los Estados Unidos es destacado, entre otros autores, por Noam Chomsky [12] . El lingüista norteamericano afirma que en el episodio de la guerra del Golfo, Washington prefirió trasladar la confrontación al escenario de la fuerza y eliminó posibles salidas y oportunidades diplomáticas, e incluso expresó su preocupación de que la comunidad internacional precipitara una solución a la crisis por los cauces de la diplomacia, que quizás hubiera tenido los mismos resultados pero sin una demostración efectiva del poderío militar y de la resuelta actitud de los Estados Unidos. En cuanto a los costes de la aventura bélica, concluye Chomsky que, para el gobierno norteamericano era "claramente ventajoso (...) que fueran compartidos, pero no al precio de sacrificar el papel de único defensor del orden" [13] . Para el mundo entero quedó claro que los Estados Unidos son el único poder con la capacidad y la voluntad de ejercer la fuerza a escala global. La estrepitosa caída del "socialismo realmente inexistente" y la resolución militar del conflicto iraquí inauguran propiamente el "nuevo orden del desorden mundial".

Samir Amin sostiene –a nuestro juicio con razón– que no existe una regulación sistémica en el plano mundial, ésta se reduce al ámbito de actuación de los capitalismos nacionales. La escuela regulacionista ignora que en el capitalismo central la distribución del ingreso tiende a estabilizarse y dar salida al proceso de sobreproducción (al vincular el incremento del salario real con el incremento de la productividad), mientras que en las zonas periféricas la desigualdad social crece con el propio desarrollo del capitalismo (al no efectuar tal vinculación). Esta característica despliega la polarización social y la exclusión tanto al interior de los capitalismos nacionales como a escala global del sistema. No existe regulación sistémica que rija en el ámbito internacional pues significaría la interconexión de políticas nacionales de desarrollo, lo cual se opondría a la idea misma de un sistema como el capitalista que se rige por la competencia internacional. El único equilibrio que rige la actuación de los tres subsistemas del sistema mundial se realiza mediante el ajuste estructural de las regiones más débiles a las condiciones de acumulación de los más fuertes. Lo que es más, la regulación en el centro reproduce la relación desigual entre centro y periferia y al interior de cada uno de estos espacios.

El "trabajo de crisis" en los países centrales encuentra como una de sus bases el traslado de la crisis a la periferia. Los países centrales buscan actualizar los modos de regulación en sus economías a través de imponer las políticas de desregulación económica en los países periféricos.

Desde esta perspectiva la globalización neoliberal puede ser caracterizada como el desarrollo más contemporáneo del proceso de internacionalización del capital y el paso hacia una recomposición en la división internacional del trabajo. El surgimiento de un sistema productivo mundializado (en sus fases de producción, circulación, distribución y consumo) que toma el lugar de los sistemas productivos nacionales, manifiesta la vocación mundial del capital. Como lo planteó en su tiempo Trotsky desarrollando una tesis de Marx: "cada capitalismo nacional [... (en mayor medida los hegemónicos) ...] se dirige a las reservas del `mercado exterior`, es decir, de la economía mundial [...] para luchar contra sus propias contradicciones interiores" (Citado en Chesnais: 1997).

La globalización en su dimensión normativa

Ella determina lo que los gobiernos pueden –y deberían– hacer.

Martin Wolf

El despliegue económico mundial del capital no prescinde del Estado. Para los partidarios de la globalización, los principales actores o hacedores de la historia son las transnacionales y el gran capital con sus estructuras e instituciones supranacionales. Los sujetos, organizaciones, movimientos y pueblos sojuzgados, no hacen sino presenciar los acontecimientos y ocupar el lugar que les fijan las estructuras omnipresentes del mercado y el capital global. La historia no se construye por ellos, se les impone una ideología según la cual no hay alternativa al neoliberalismo y la globalización. Para sus promotores, "la globalización capitalista debilita las posibilidades de estrategias nacionales".

En una perspectiva radicalmente distinta y crítica del globalismo extremo, otros autores han planteado que para discernir la implementación y profundización de las políticas neoliberales de globalización, el lugar del Estado-nación no es hacia su desaparición o desplazamiento, sino que éste actúa como inductor, gestor o sancionador de dichas políticas, a través del desmantelamiento del marco constitucional y jurídico ... para suprimir los derechos de la nación sobre el subsuelo y el espacio aéreo, las antiguas formas de la tenencia de la tierra, las garantías de los trabajadores y los sindicatos (del salario mínimo remunerador a los contratos colectivos de trabajo), los sistemas de seguridad social. [14]

Como afirma Vilas "el Estado interviene en favor de los grupos mejor articulados a los procesos de globalización para fortalecer su posición en el mercado y promover sus intereses" [15] . Las políticas neoliberales de globalización modifican las relaciones entre las clases, éstas se impusieron y ejecutaron por determinados actores e intereses, e implicaron acciones específicas del Estado y sus representantes, y la renuncia a otro tipo de políticas, a otra forma de acometer la inserción al mercado mundial capitalista. El proyecto neoliberal dominante se ejecuta en una particular correlación de fuerzas sociales, y con una determinada actuación del Estado y sus instituciones.

Si en un primer momento la globalización se asocia a la apertura de mercados, la competitividad, la promoción de exportaciones, la atracción de inversiones y flujos de capital; en una segunda arremetida, ésta pretende impugnar la institucionalidad y urge por reformas radicales en los ámbitos de la legislación laboral, tributaria, bancaria, comercial, financiera, de cobertura y prestaciones sociales provistas por el Estado.

La conjunción de estos procesos termina por instalar no sólo a los actores gubernamentales y los líderes políticos, sino a la `opinión pública` toda en la `encrucijada de la globalización`, donde esta última se presenta, por un lado, como la fuerza exógena que exige apresurar y profundizar las reformas, y en caso de que se cuestionen sus devastadores efectos sociales, la misma los asume como sus secuelas o fenómenos inevitables [16] , como los costos del progreso y la modernización.

En este marco de imposición y aplicación de reformas económicas deben ser situadas las políticas que subsumen el proceso de integración latinoamericana, y lo incluyen en la agenda neoliberal para beneficio del gran capital multinacional. El predominio de los bloques regionales de la tríada en la llamada nueva regionalización de la economía mundial se acompaña de procesos de sub-regionalización a manera de redes productivas, comerciales y financieras de los territorios que pertenecientes a determinados estados-nación son incorporados a los flujos de información, tecnología, capital y mano de obra de las grandes corporaciones multinacionales.

Proyecciones regionales y globales - La geopolítica del mundo

... en el mundo contemporáneo la preponderancia de un imperio no se mide ya únicamente a escala geográfica. Además de los formidables atributos militares, ésta deriva esencialmente de la supremacía en el control de las redes económicas, los flujos financieros, las innovaciones tecnológicas, los intercambios comerciales, extensiones y proyecciones (materiales e inmateriales) en todos los órdenes ... Nadie domina tanto la Tierra, sus océanos y su espacio medioambiental como los Estados Unidos.

Ignacio Ramonet

El establecimiento o consolidación de los llamados "bloques regionales" no sólo es producto de la reciente arremetida de la mundialización capitalista, o no sólo tiene que ver con la índole económica del desarrollo capitalista con proyección mundial. La regionalización es heredera de todo un proceso de despliegue geopolítico del capital y del establecimiento duradero, endeble y a ratos precario de la disputa hegemónica entre los Estados Unidos y las otras potencias económicas con proyecciones globales.

Desde nuestro punto de vista, lo que la llamada globalización manifiesta es la consecución, en un determinado contexto histórico, del conjunto de finalidades que podemos asociar a las políticas de corte globalista que el imperio del Norte experimenta en el último siglo. En el terreno de la geopolítica y la diplomacia imperial, la geoeconomía de la globalización manifiesta la consolidación del globalismo norteamericano: de ahí que prefiramos asociarlo con intereses y políticas de orden intervencionista y expansionista, que hacen recordar al imperialismo clásico.

Para el caso latinoamericano la proyección mundial del capitalismo estadounidense está asociada al establecimiento del proyecto hemisférico del ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas), del que el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) es –digámoslo así– sólo el primer paso.

El globalismo norteamericano encuentra sus orígenes y se relaciona estrechamente con las prácticas de un Estado pragmático [17] , que busca la consecución de finalidades de expansión global que aseguren el despliegue de sus grandes corporativos en términos de producción, distribución y consumo pero que, sin embargo, resguarden su mercado nacional o regional y lo protejan de la amenaza real o ficticia de la competencia externa.

A lo largo de este siglo, después de la desaparición del dominio hegemónico de Gran Bretaña, el mundo pasó poco a poco a convertirse en un sistema de bloques económicos apoyados en barreras arancelarias, apoyándose en sus inicios en la política de `preferencias imperiales`.

En el proyecto geopolítico alemán de inicios de este siglo, estas proyecciones regionales estaban vinculadas en un inicio a la doctrina del espacio vital `Lebensraum`, y después se percibieron desde una perspectiva más global, interpretando a las regiones económicas en clave de `panregiones` (`una especie de doctrina Monroe multiplicada por tres`). Después de la segunda guerra mundial, siendo los Estados Unidos el gran vencedor de la conflagración bélica, la política de bloques regionales entró en desuso y hubo una gran promoción de una política con proyecciones globales, con instituciones que actuaban en un marco multilateral (ONU, GATT, instituciones de Breton Woods, etc.). En este período bipolar la doctrina norteamericana de las `grandes áreas` estuvo asociada a la política de contención. Actualmente en el período de posguerra fría la política de bloques económicos vuelve a cobrar una gran actualidad e importancia (Taylor, 1994: 45–58).

Desde 1945 el mundo comenzó a moverse en un contexto de dos superpotencias, y primo la estrategia de la contención y la política de alianzas antisoviéticas que se pactaron tras la guerra (la OTAN en Europa, el CENTO en Asia Occidental, y la SEATO en Asia Oriental).

El globalismo intervencionista de los Estados Unidos no se restringe al terreno de lo político-militar, sino que articula la geopolítica del globalismo intervencionista, con la geoeconomía de la expansión y conquista de mercados. Desde el período de entreguerras y con mayor fuerza después de 1930 la geoeconomía de los Estados Unidos se mueve en la lógica de las grandes áreas como espacios geoestratégicos de aseguramiento de recursos, mano de obra y mercados que den viabilidad a un capitalismo en crecimiento. En el caso de Alemania este proceso de expansión se vincula a la ideología y la doctrina del "espacio vital" y las "panregiones" globales, y en el del Japón a la doctrina de la `esfera de coprosperidad`, que atienden –los tres procesos– a la ampliación de soberanía o de cuasi-soberanía, y en tal sentido constituyen el origen fundante de los actuales procesos de regionalización ahora ya en proceso de consolidación [18] .

Conclusión

Ante el planteamiento dominante, según el cual el capitalismo ha ingresado a una nueva etapa de su desarrollo, conformando "una nueva totalidad histórica", en la que las fronteras se nulifican o se anulan y donde el Estado-nación y la soberanía se tornan "anacrónicos" y "quiméricos", se impone la necesidad de pensar y repensar un razonamiento alternativo.

Una tarea adicional será enumerar las consecuencias políticas, sociales y culturales de un planteo según el cual las fuerzas inexorables de la autorregulación por el mercado presentan como imposible o utópico cualquier razonamiento que cuestione el automatismo o determinismo del globalismo homogeneizante.

Ante este desvanecimiento de la subjetividad, se impone la necesidad de observar las recientes transformaciones históricas que experimenta el capitalismo mundial como la profundización, ampliación o afianzamiento de procesos y estructuras del modo de producción específicamente capitalista (que quizás no sean tan novedosas). Estos procesos se impusieron y ejecutaron por determinados actores e intereses e implicaron acciones específicas del Estado y sus representantes, así como la renuncia a otro tipo de políticas, a otra forma de acometer la (re)inserción al mercado mundial capitalista. El proyecto neoliberal dominante se ejecuta en una particular correlación de fuerzas sociales, y con una determinada actuación del Estado y sus instituciones.

La llamada globalización ha sido expuesta como recomposición y reestructuración del capitalismo, como despliegue de la crisis y del `trabajo de crisis`. La imposición de estas políticas en el terreno de la geoeconomía y la geopolítica internacional parecen reeditar el ejercicio de políticas imperiales de dominación, de explotación y de exclusión.

La dinámica de funcionamiento de un capital global mundial, cada vez más libre de ataduras no puede, sin embargo, independizar su funcionamiento de la pervivencia del Estado-nación. La permanencia de la institución estatal asegura la lógica de transferencia de excedentes de los sectores asalariados al capital, sanciona la asignación de ganadores y perdedores, como producto de los reacomodos en las relaciones Estado-Mercado, Estado-Sociedad, y Estado-Capital, y ejecuta las modificaciones de los marcos institucionales y legislativos vigentes, a fin de mantener en los márgenes institucionalizados (y en el espacio fijado por las fronteras territoriales) la agudización del conflicto social.

El reconocimiento de que la globalización del capital no se reduce a la ampliación de los intercambios y valorización del capital–dinero y del capital–mercancía, sino que incluye también el ámbito de globalización o mundialización de la experiencia vivida (como pobreza, hambre y exclusión de la mayoría de la humanidad) manifiesta que la dinámica globalizadora no está sujeta a una sola dimensión temporal, sino que puede incluir procesos sociales, o ejercicios de constitución de la subjetividad, que expresan a la historia como un terreno de enfrentamiento. Así entendido, nuestro contexto histórico incluye distintos ritmos de temporalidad y maduración de la respuesta y la protesta de los distintos sujetos y de las fuerzas sociales.

Determinismo, automatismo e inexorabilidad de las leyes del mercado y el capital o imposición violenta, autoritaria y excluyente de la gestión capitalista de la crisis, que pone en riesgo las dos fuentes fundamentales de la riqueza (la naturaleza y el sujeto) en éste y cualquier tipo de socialidad posible. Esta disyuntiva o dialéctica puede, paradójicamente, ser planteada del siguiente modo: El renacimiento y desarrollo del pensamiento crítico se instalará en la globalización o mundialización de la crítica, o en la crisis de la ideología y la ortodoxia globalizacionista.

Bibliografía

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Zemelman, Hugo, Sujeto: existencia y potencia, Antropos, Barcelona, 1998.


[1] Véase Oliver Kozlarek "Simulación, realidad y desafío de la globalidad" en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Nº 167, enero-marzo de 1997, págs. 35-50.

[2] Como afirma Robert Boyer desde 1983 Theodore Levitte propone el término para "designar la convergencia de los mercados del mundo entero". Levitte, Theodore "Globalization of Markets", Harvard Business Review, mayo–junio de 1983. Citado en Robert Boyer "La globalización: mitos y realidades", en Gutiérrez Garza, 1997, pág. 21.

[3] Véase Joachim Hirsch "¿Qué es la globalización? en Realidad Económica, Nº 147, págs. 7–17.

[4] Eric Helleiner. "Reflexiones braudelianas sobre globalización económica. El historiador como pionero", en Análisis Político, Nº 39, agosto de 2000, págs. 3–16.

[5] Véase Giovanni Arrighi The Long Twentieth Century. Money, Power, and the Origins of Our Times, Verso, Londres, 1994.

[6] Joachim Hirsch, op. cit.

[7] Véase Octavio Ianni, op. cit., y Francis Fukuyama "Capital social y economía global" en Este país, Nº 59, febrero de 1996, págs. 2-9.

[8] Retomamos el argumento ofrecido por James Petras y Howard Brill , "The Tyrany of Globalism", en Petras, et al., Latin America: Bankers, Generals, and the Struggle for Social Justice, Rowman and Littlefield, 1986, págs. 3-20, y el desarrollo que del mismo hace Luis Javier Garrido en su "Introducción" al libro de Noam Chomsky y Heinz Dieterich, La Sociedad Global, Joaquín Mortiz, México, 1995, págs. 7-14.

[9] Véase Pablo González Casanova "El colonialismo global y la democracia", en Samir Amin y Pablo González Casanova (coords.) La nueva organización capitalista mundial vista desde el Sur. Tomo II. El Estado y la política en el Sur del mundo., Anthropos, CEIICH, Barcelona, 1996, págs. 11–144.

[10] Véase Sergio de la Peña. "América Latina frente a la globalización" en Dialéctica, Nueva Época, Año 18, Nº 27, primavera de 1995, y Toni Negri Fin de Siglo, Paidos, Barcelona, 1992, en especial capítulos 3, 4, 5 y 6.

[11] Véase Ruy Mauro Marini, Prefacio al libro de Adrián Sotelo V. México: Dependencia y modernización. Ed. El Caballito, México, 1993, págs. 9-12.

[12] Véase Noam Chomsky, El miedo a la democracia, Crítica, Barcelona, 1992, "Introducción", págs. 11-19.

[13] Ibid., pág. 14.

[14] Luis Javier Garrido "Introducción", op. cit. pág. 8.

[15] Carlos Vilas, "Seis ideas falsas .." op. cit. pág. 21.

[16] Para Enrique Iglesias, presidente del BID, la creación de nuevos pobres producto de la aplicación de las políticas neoliberales de globalización y la profundización de esas reformas es un "fenómeno transitorio e inevitable". Véase La Jornada, 14 de Marzo de 1997, pág. 55.

[17] Véase José Luis Orozco, "Pragmatismo y globalismo: el primer ensayo" en José Luis Orozco y Ana Luisa Guerrero, Pragmatismo y Globalismo, Fontamara, México, 1997, págs. 15-40.

[18] Véase John Saxe Fernández, op. cit., y del mismo autor "América Latina-Estados Unidos en la posguerra fría: Apuntes estratégicos preliminares" en Problemas del Desarrollo. Vol. XXIII, Nº 90, julio-septiembre de 1992, págs. 135-179, así como la argumentación y la ilustración histórica de Noam Chomsky, Lo que realmente quiere el Tío Sam, Siglo XXI, México, 1994, 136 págs., en especial 9-33.

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