23/11/2024
Ensayo existencialista y feminista aparecido en 1949, en Francia, dividido en dos tomos, El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, tiene sin duda un rango filosófico. En su multiplicidad de referencias de todo orden, la autora trazó mucho más que un informe sobre la situación de las mujeres en la posguerra. Y por cierto, dejó estampada esa frase que es casi una síntesis de sus planteamientos: “La mujer no nace, se hace”. No es necesario haber leído el libro para citarla. Beauvoir niega el determinismo del destino femenino y no deja de incriminar a las mujeres de su época por su pasividad, sumisión, falta de ambiciones, a la vez que sostiene que la emancipación se alcanzará mediante el control de la natalidad y el acceso al mundo del trabajo. Si bien este ensayo se convirtió pocos años después en referente mayor de la filosofía feminista, no dejó de generar escándalo al filo de 1950, recibiendo duras críticas de algunos intelectuales.
Editorial Marea acaba de publicar El segundo sexo en el Río de la Plata, dentro de su colección Historia Urgente, una compilación de artículos de Nora Domínguez, Marcela María Alejandra Nari, María Moreno, María Gabriela Mizraje, Tununa Mercado, Graciela Torrecillas, María Magdalena Uzín, Omar Acha, Pablo Ben, María Ileana García Gossio, Marcela Lagarde, Karina Felitti, María Lucía Puppo, Piera Oria, Graciela Sapriza, Susana Rostagnol, Elisa Pérez Buchelli, Elena Ganón Garayalde, Karen Wild Díaz, Lucía Campanella. Y de las propias compiladoras Mabel Bellucci y Mariana Smaldone, quienes ofrecen así distintos trabajos presentados en jornadas académicas y de militancia feminista tanto en Buenos Aires como en Montevideo.
Según expone Marcela Lagarde, “Simone de Beauvoir, la filósofa europea moderna, emancipada, laica y militante de izquierda, estiró su visión histórico-crítica, marxista y psicoanalítica, y se apoyó en la antropología para fundamentar sus ideas sobre la diversidad y la equivalencia entre personas, pueblos y culturas. La pregunta original ¿Qué es ser mujer? puso en juego todo ese bagaje y la condujo a desmontarlo y salir con una visión compleja, renovada, distinta”.
“Volver la mirada a la acción política y teórica de nuestras antecesoras feministas”: esa es la materia prima de la que declaran haberse valido las compiladoras Bellucci y Smaldone para componer este ensayo sobre El segundo sexo en el Río de La Plata, que aparece a casi 70 años de la primera edición en la Argentina (de Editorial Psique, 1954), seguida de la más conocida, de 1962 (Siglo XX) y de la última de 1999, en un solo tomo (Sudamericana).
Mabel Bellucci es licenciada en Ciencias de la Comunicación y magíster de la Carrera de Especialización en Estudios de la Mujer en la Facultad de Psicología, UBA. Autora de numerosos artículos periodísticos. Escribió Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política; Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo (tercera edición, 2020). Es cofundadora junto a Juan Queiroz, de la revista digital Moléculas Malucas. Mariana Smaldone es licenciada en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Especialista en Educación en Géneros y Sexualidades, egresada de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP; y doctoranda en el Área de Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Sus investigaciones se centran en la recepción argentina de la obra de Simone de Beauvoir entre los años 1940 y 1980. Ha publicado numerosos capítulos de libros y artículos en diferentes revistas, en el país y en el exterior.
A continuación el primer artículo de esta reciente edición, referido a la Jornada que realizó en Buenos Aires a 50 años de la primera edición de El segundo sexo, en la que participaron reconocidas feministas históricas…
Jornada sobre Simone de Beauvoir en la Biblioteca Popular José Ingenieros
Para la mujer la libertad comienza por el vientre
El 11 de junio de 1999, en Buenos Aires, al cumplirse cincuenta años de la primera edición de El segundo sexo, publicado en Francia el 24 de mayo de 1949, se organizó un homenaje para recuperar lecturas y recuerdos sobre Simone de Beauvoir y, a la vez, un rescate crítico de esta obra mayor. Para ello, se usó el salón de lectura de la Biblioteca Popular José Ingenieros (popular pero no pública), en el histórico barrio de Villa Crespo, en la calle Juan Ramírez de Velasco 958. Se llamó “Jornada sobre Simone de Beauvoir”.
Las propulsoras del festejo fueron el colectivo anarquista Mujeres Libres junto a la Comisión por el Derecho al Aborto con su adalid indiscutida, Dora Coledesky. Ambos frentes funcionaban como organizaciones autónomas, financiadas con el aporte de sus propias integrantes y con la estrecha e incondicional colaboración de los/as amigos/as comprometidos/as con dichas causas. Dentro de la Comisión había unanimidad de criterio en considerar El segundo sexo algo así como “el libro rojo de la nueva feminidad” y, al mismo tiempo, como lectura alentadora que cimentó a grupos inaugurales de los años setenta hasta ese presente. Por lo tanto, su gravitante influencia forjó a dos generaciones de activistas feministas, periodistas, escritoras e intelectuales.
Por otro lado, Mujeres Libres también cumplía diez años de trayectoria. Para ellas decir patriarcado era decir jerarquía, dominación, subordinación, genocidio, incesto, explotación y control del trabajo, como así también de la reproducción y la sexualidad de las mujeres. Con una bandera lila, color emblemático de las feministas, pintada con una “A” grande en negro, ícono de las movidas ácratas, que de tan grande permitía salir de adentro de la vocal un cuerpo de mujer estirando los brazos a punto de romper cadenas, Mujeres Libres disfrutaba de su historia libertaria.
Una foto de Simone de dimensiones 3D posaba sobre las espaldas de lxs cinco panelistxs: Emilio J. Corbière (1943-2004), profesor universitario, abogado, historiador y periodista socialista, habló sobre historia política e historia de las ideas en la Argentina; Dora Coledesky (1928-2009); Lily Sosa de Newton (1920-2017), escritora, biógrafa y ensayista, autora de Las argentinas de ayer a hoy (Zanetti, 1967) y del Diccionario biográfico de mujeres argentinas (Plus Ultra, 1972); María Elena Oddone (1927), mentora del Movimiento de Liberación Feminista (MLF) en 1972, y fundadora de la revista Persona (1974-1975, 1980-1983), y Mirta Henault (1927-2020), obrera y ensayista, editora del primer libro feminista en nuestro país Las mujeres dicen basta, en 1972. La coordinación de la mesa quedó a cargo de Mabel Bellucci y Raquel Disenfeld, ambas integrantes de Mujeres Libres. En apoyo a este evento llegaron todo tipo de adhesiones: el suplemento Las12 del diario Página/12; Pampa Mercado, referente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH); Francine Masiello, profesora de la Universidad de Berkeley; la revista de Ciencias Sociales Periferia; Mujeres Sin Moldes, grupo feminista de Tandil, y Margarita Gropper, Nora Cortiñas y Carmen A. de Lapacó, integrantes de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora.
Tras las huellas de los testimonios
La apertura estuvo a cargo de Emilio Corbière, personaje célebre por su estallante oratoria. Su relato se centró en describir la coyuntura histórica a partir de la posguerra de la cual provenía este texto revolucionario:
El carácter más sobresaliente del escenario internacional durante los cincuenta, es el enfrentamiento constante entre las dos superpotencias surgidas después de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos y la Unión Soviética, con sus respectivos aliados. En 1947, estalla la Guerra Fría entre ambos bloques.
Europa es el continente más afectado por la contienda bélica y su reconstrucción se sustenta básicamente en el sacrificio de la ciudadanía, especialmente, en aquellos países implicados en la guerra. No sucede así con Estados Unidos que emerge como modelo del capitalismo industrial, ni tampoco con América Latina, continente, que con sus más y sus menos, sale beneficiado al ser abastecedor de productos alimenticios, reactivando considerablemente sus exportaciones.
Este período histórico atraviesa la Revolución Comunista en China (1949); la guerra de Corea (1950-53); la expulsión de los ingleses de Irán (1952); la liberación de Indochina del dominio francés (1954); las luchas por la independencia nacional en Argelia (1954-1961); la Revolución húngara (1956); el desvanecimiento de las grandes potencias coloniales de la etapa imperial y la Revolución cubana (1959).
En 1948, se aprueban dos tratados internacionales para la protección de los derechos fundamentales de los ciudadanos: la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y la Declaración Universal de Derechos Humanos. Ambos instrumentos jurídicos nacen como respuesta de la comunidad internacional frente a las aberraciones cometidas durante las dos guerras mundiales. Terminada la guerra, la tecnología alcanza un alto desarrollo para colocarse al servicio de la economía en tiempos de paz y aplicarse a la vida práctica.
Las sociedades avanzadas de Occidente reforman al capitalismo clásico en un Estado de Bienestar. Así, se integran en una sola generación a la clase trabajadora y a los sectores populares al mercado a través de políticas públicas de corte social y democrático. Por lo tanto, la economía interpela a la ciudadanía desde un solo sentido: como compradores de bienes y servicios. Los Estados modernos por temor al avance del comunismo, reconocen derechos básicos en el terreno político, civil, educativo, de la salud y recreativos, por los cuales los movimientos de resistencia obrera venían luchando por esas conquistas fundamentales.
Luego, Dora Coledesky relató su exilio en Francia desde 1978 hasta 1985:
Cuando llegué estaba en su auge la lucha por la legalización del aborto que Simone había encabezado junto a otras feministas. Tenía todavía dificultades con la lengua, igualmente leí el primer tomo. A mi llegada a la Argentina leí La fuerza de las cosas que me enviaron de regalo desde París donde ella hacía unas precisiones sobre El segundo sexo. Anteriormente, yo no la conocía ni tampoco había leído su libro. Esto es explicable porque yo no era feminista. Estaba incorporada a la lucha revolucionaria desde muy joven, pero en los partidos llamados revolucionarios había verdaderos prejuicios con respecto al feminismo. Sin embargo, algunas compañeras que venían de grupos como el Movimiento al Socialismo (MAS) y del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) en la posdictadura conocían algo de feminismo y discutían conmigo. Fue allí cuando, junto con una de ellas, empezamos a cuestionar el porqué cuando hablábamos las mujeres siempre se nos interrumpía, no así cuando hablaban los hombres. Pero el descubrimiento del feminismo, de las reuniones de mujeres va a ser para mí en Francia, no solo por las francesas sino por la cantidad de mujeres latinoamericanas venidas de México, Perú, Colombia, Venezuela y Guatemala. Algunas exiliadas y otras venían a estudiar o a trabajar y se enfrentaban en las reuniones con aquellas del Cono Sur que preocupadas con la situación de las dictaduras militares poníamos el acento en la solidaridad política con Argentina, Chile, Bolivia y Uruguay. Aprendí mucho de ellas a pesar de que su suerte fue variada y muchas retrocedieron en la lucha. ¿Dónde mamaron estas compañeras el feminismo? Es difícil decirlo, yo creo que fue su propia experiencia unida a que captaron enseguida en Francia lo que significaba el feminismo. Formamos un grupo de latinoamericanas. Llegamos a ser cincuenta que nos reuníamos en un aula de la universidad de París de Jussieu. Éramos muy heterogéneas. Ahora viéndolo a la distancia me parece increíble y me pregunto: ¿qué nos llevaba a reunirnos cada lunes? Evidentemente, era una necesidad.
Le siguió Lily Sosa de Newton con su texto Impresiones sobre El segundo sexo de Simone de Beauvoir:
Compré y leí El segundo sexo en 1965, cuando salió la edición de Siglo Veinte. Conocía la obra de Simone de Beauvoir como novelista y todo lo referente a su relación con Sartre y el existencialismo. Sabía que era una mujer de una inteligencia superior, aunque ideológicamente no compartiera algunos aspectos de su posición. Desde hacía tiempo era frecuentadora asidua y apasionada de cuanto se refería a las mujeres tanto históricas como modernas y buscaba las obras escritas por ellas. Manejaba bastante bibliografía porque entonces, en 1965, estaba preparando mi libro Las argentinas de ayer a hoy, que se publicó al año siguiente. Confieso que El segundo sexo me deslumbró pues nada de lo que había leído anteriormente me mostraba de manera tan precisa y contundente una realidad que todas intuíamos, sin tomar exacta conciencia de su peso. Muchos años antes, en 1941, había entrado en contacto con la obra de Virginia Woolf, Un cuarto propio y Tres guineas, notables ensayos sobre la situación real de las mujeres en su país. Fue entonces cuando empecé a pensar en algo que, en el mismo marco de análisis, sintetizase la trayectoria de las argentinas y sus esfuerzos para escapar del esquema patriarcal que regía sus vidas. Fue Simone de Beauvoir quien me brindó un enfoque histórico y filosófico válido para todos los países y épocas y su argumentación me mostró la posibilidad de comprender muchos puntos oscuros, fruto de alegatos retóricos que a nada conducían dada la confusión existente. Había que llegar a la raíz profunda, y eso fue lo que hizo El segundo sexo. Se trataba de salir del entramado o por lo menos intentarlo, por eso, las mujeres lucharon a brazo partido durante siglos. Simone de Beauvoir no dejaba en su obra aspecto sin analizar, partiendo de la base de que mientras las mujeres fueran solo consideradas en función de objeto, de “el otro”, no lograría ocupar el lugar que le correspondía, y que le era usurpado por el “primer sexo”. Su libro, original y sumamente completo, era, desde luego, para un público lector especifico y, por ende, reducido. No recuerdo, en esos años, haberme enterado de la repercusión que pudo tener. Esto empezó bastante tiempo después, como sabemos, y alcanzó proporciones considerables, afortunadamente, divulgando el concepto de género y otros enfoques que ya dejaron de lado el encuadre existencialista de Beauvoir. Las entidades existentes, en aquel tiempo, numerosas, tenían otros intereses. Incluso, supongo que no conocían la obra de la francesa. Cuando salió mi libro, en 1966, llamó la atención, tan grande era el desconocimiento del mundo femenino del país. Para muchos fue un descubrimiento de nuestras mujeres, pero ignoro que hubiese repercusiones sobre la obra de Simone de Beauvoir, que a mí me había impresionado tanto. Creo que los estudios posteriores fueron muy influenciados por aquel libro, surgiendo a partir de ahí en otros países, otras teorías y especulaciones al respecto. Los antropólogos, psicoanalistas y sociólogos elaboraron nuevos andamiajes y surgirán otros en el futuro. Ojalá que no queden en la pura teoría. Lo importantes es afirmar con estricta justicia que El segundo sexo –un título genial– debe ser siempre reconocido como un hito esclarecedor en los estudios de las mujeres y en la aplicación práctica de algo que ya no se puede negar.
Después, María Elena Oddone se presentó comentando “Mi gratitud es eterna. Me siento retribuida”:
Esta obra llegó a mis manos en el año 1962, fecha de la edición que yo poseo. Conocía de Simone de Beauvoir por sus novelas y por su famosa relación con Sartre. En la década de los cincuenta yo vivía enclaustrada al cuidado de una familia numerosa, la única ventana al mundo eran los libros, la radio y los diarios. No pude saber si las mujeres de esa época tenían inquietudes intelectuales o de cualquier otro tenor. En el ambiente en el que yo vivía las mujeres como yo eran amas de casa y madres de familia. Fue en esa época que se produce el boom de las mujeres en la universidad. Pero yo no me enteré. Mi pasión por la lectura no tenía temas determinados, sino que era confusa. Pero la condición subalterna de la mujer no me era indiferente debido a mi propia realidad. Nunca había escuchado la palabra feminismo, aunque ya conocía a las sufragistas de principio del siglo XX. Mi defensa de las mujeres en reuniones familiares causaba escándalo. Pero me faltaban argumentos para sostener esa defensa. Mi encierro en el que vivía era por la voluntad de un marido despótico y de una familia religiosa, aunque yo había abonado para recibir el impacto de El segundo sexo. Fue el empleado de la librería donde compraba mis libros el que me ofreció la obra, porque conocía mi interés sobre el tema de la mujer. Sería un cataclismo beneficioso claro está, pero no al primer momento. Fue un alumbramiento y, al mismo tiempo, una caída del pedestal en el que yo creía estar: una mujer maravillosa y una diosa madre. A decir verdad, descubrí lo que en realidad era: una sirvienta que no tenía los elementos para saber quién era. Un ser inferior al servicio de todo y de todos. Soy fuerte y no le quito el cuerpo a la realidad, pero lo que leía superaba mi fortaleza. Pese a lo cual no dejaba el libro en todo el día y seguía leyéndolo en todo momento. Desde entonces mi vida no fue lo que era. Soy una persona influenciable, pero para mí El segundo sexo tuvo importancia significativa porque allí estaba escrita mi realidad. Y además me la explicaba, me daba respuestas a mis preguntas. A la vez, descubrí algo que no sabía que yo poseía: poder. Pasaron muchos años para que la libertad del intelecto se convirtiera en la libertad del existir como persona. Tuve que sortear millones de obstáculos, levantar la lápida de una educación castrante. El segundo sexo me dio el conocimiento y la fuerza para vencer todos los obstáculos, el saber que estaba en el camino correcto y el poder de armar mi propio destino. El precio es alto y lo pago todos los días. Y lo seguiré pagando hasta el fin de mis días. La libertad lo vale y eso se lo debo a Simone de Beauvoir.
Mirta Henault fue la única expositora con una impresión diferente al resto:
Entre 1955 o 56 me prestaron El segundo sexo. Supongo que habrá sido alguien de la izquierda. Así, llegó a mis manos. En ese entonces yo militaba en un grupo trotskista llamado Partido Obrero Revolucionario. En el grupo se debatía la revolución permanente, trotskismo versus estalinismo y sobre todo en el terreno político-gremial el entrismo en el peronismo como movimiento de masas. Esas eran las discusiones que se daban. No otras. Una vez como una actitud muy osada se planteó la represión sexual del proletariado. En realidad, tengo que confesar que El segundo sexo no me produjo el impacto que le produjo a mis compañeras. Igual armábamos reuniones para discutirlo. Yo me identificaba más con Virginia Woolf. Incluso, no recuerdo haber escrito alguna reseña sobre la aparición de esta obra en el semanario Palabra Obrera del partido, de gran difusión en la clase trabajadora, en el cual yo era una colaboradora permanente. Eso me había fogueado con la pluma, no cabe duda. Además, había estudiado periodismo. A El segundo sexo tampoco los grandes diarios lo tuvieron en cuenta. En efecto, lo ignoraron porque el tema de la mujer no tenía relevancia alguna. Lo mismo pasó con la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, por más que ella fuese feminista también lo omitió justamente por el compromiso que tenía Simone de Beauvoir con la izquierda. Aunque pasó desapercibo tanto para la militancia como para el periodismo, hay que reconocer que en aquellos años había una alta participación de las mujeres en los sindicatos y en los grupos de izquierda, por más que ninguna llegaba a la dirección. Por ejemplo, yo misma fui delegada del gremio metalúrgico y después del textil. Era oradora en asambleas y actos públicos. Si bien no había salido de Buenos Aires, me topé con un texto pionero de la psicoanalista y feminista marxista británica Juliet Mitchell, Women: The Longest Revolution (Las mujeres: la revolución más larga), de 1966. Este escrito clave del movimiento feminista europeo me dio la posibilidad de pensar la lucha de las mujeres por fuera del marxismo. Me cambió mi mirada ideológica y mi pensamiento político. Yo tenía muchas cuentas pendientes con las ideas revolucionarias y ella ponía el dedo en la llaga con sus duras críticas a la misoginia de las izquierdas. Entonces yo me hice feminista, así a secas; de la noche a la mañana, pero sin olvidar las luchas contra la explotación social. Podría decir que me encontraba entre lo viejo y lo nuevo. Por supuesto, ya estaba preparada para ese cambio de paradigma. Fui fruto de esos nuevos vientos, no creo ser una excepción.
Pertenezco a una generación que desafiaba la búsqueda de un mundo diferente que derribase los muros de las jerarquías y las desigualdades. En efecto, ese recorrido lo hicieron también muchas mujeres de izquierdas europeas y estadounidenses. Lo cierto fue que me despedí de todos mis compañeros del grupo y me volqué de lleno al nuevo activismo con mi entrada a la agrupación UFA, fundada en Buenos Aries, en 1970. “Hablan primero de la revolución, y luego de nuestros problemas. La mayor revolución que se está produciendo hoy no es en absoluto la del proletariado: es la de las mujeres”, sostenía Simone de Beauvoir dentro de su entorno. Por último, agradezco por haberme hecho recordar un periodo potente de mi vida, a partir de este homenaje a El segundo sexo.
Así, cerró aquel homenaje llevado a cabo en la Biblioteca Popular José Ingenieros. Esta biblia del feminismo fue obsequiada y agasajada por una concurrencia sumamente heterogénea y amena, conforme a un espacio libertario. Tal ocasión sirvió para remediar una deuda pendiente con Simone de Beauvoir.
(Nota publicada originalmente en el blog Damiselas en apuros)