23/11/2024

Crisis ecológica: Una crisis del capital

Por Cervantes Juan , ,

Sin lugar a dudas uno de los problemas más serios que enfrenta la humanidad en estos momentos es la crisis ecológica, desatada a su vez por la crisis económica y financiera. Por tanto puede considerarse que la crisis ecológica tiene poca relación con los problemas naturales y que en cambio, depende directamente del capital.
Este artículo presenta un análisis, de forma breve en cuanto a la creación del concepto de Desarrollo Sustentable hasta la forma en que el materialismo histórico lidia con esta propuesta de desarrollo.
Una importante fuerza en el movimiento ambiental y que de hecho es utilizada y promovida como forma válida de desarrollo, definiendo incluso el marco ideológico de muchas de las más grandes y más influyentes organizaciones de movimientos ambientales, es hoy por hoy la tesis del desarrollo sustentable.
 
En 1983, Javier Pérez de Cuéllar, ex Secretario General de las Naciones Unidas, con base en la resolución 8 del documento final de la reunión N° 102 de la Asamblea General, pidió a la entonces primer Ministra de Noruega, Gro Harlem Brundtland, crear una comisión independiente encargada de las cuestiones ambientales y del desarrollo, la cual fue conocida como “Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo”. Esta comisión publicó en 1987 un estudio que posteriormente alcanzó gran impacto, el informe se llama “Nuestro futuro común”, y es comúnmente conocido como el “Reporte Brundtland”  (1987). Si bien el reporte indicó que la mala distribución de recursos, la dependencia económica en combustibles fósiles y el hacinamiento eran los problemas estructurales del deterioro ecológico global no presentó ninguna reflexión acerca del sistema causante de este desarrollo no sustentable, y por lo tanto al omitir ése análisis da por sentado el sistema económico y su enmarañada estructura que deriva en una gran parte de los problemas ambientales que enfrentamos hoy en día.
Es importante subrayar que el reporte propuso y defendió la necesidad de imponer altas tasas de crecimiento económico, así como la idea de crecimiento como índice de progreso y un esquema capitalista de economía de mercado liberal, y que consideró que todos los problemas del medio ambiente podrían ser resueltos dentro de estos marcos.
Estas ideas están siendo “repetidas hasta la saciedad por los ideólogos del capitalismo de los países desarrollados, así como por economistas y líderes políticos” (Schoijet, 2002: 182), por lo tanto, podría considerarse que el reporte más que plantear una ruta alternativa de crecimiento lo que ofreció fue un respaldo ideológico al crecimiento económico, con base en una economía neoliberal.
Además de todos estos hechos, el informe define lo que, desde luego, podría ser considerado como el caballo de batalla de la Comisión Brundtland, y base de muchos gobiernos y organizaciones alrededor del mundo, desde Greenpeace al Banco Mundial, ergo, el concepto de Desarrollo Sustentable, cuya definición establece lo siguiente:
“El desarrollo sustentable es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
A decir de Schoijet (2002: 180), el reporte no explica cuáles serían los resultados de la propuesta de desarrollo, cuales son las necesidades de la generación actual y cuáles serían las necesidades de las generaciones futuras, y en este sentido, tampoco aclara cuáles son las condiciones en las que el desarrollo pondría en peligro las necesidades de las generaciones futuras. Por lo tanto, podría no ser casual, sino sintomático el hecho de que los gobiernos que permiten o aprueban políticas ambientales destructivas, no tienen problema alguno en aceptar la noción de desarrollo sustentable en la forma que es presentada desde su definición.
Es importante señalar que el reporte hizo hincapié en la necesidad de un cambio a nivel político y subrayó que el desarrollo sustentable sólo podría ser alcanzado mediante esfuerzos gubernamentales comunes.  En este sentido y tal como señalaron Brand y Gorg (2003), los gobiernos no están actuando a consecuencia de problemas ecológicos concretos, sino debido a la creciente presión política para manejar los problemas ambientales internacionales, esto conduce a que sean determinados a través del simbolismo público por los actores sociales (las denominadas comunidades epistémicas). En los últimos años la necesidad política de cooperación ha generado una innumerable cantidad de acuerdos ambientales internacionales, sin embargo, estos acuerdos (aunque concebidos como una herramienta para la cooperación) no eliminan la competencia entre los Estados nacionales y entre los diferentes sectores y regiones económicas.
Podría considerarse por tanto, que la razón por la que no se ha presentado una solución viable a la degradación ambiental aún después de 20 años de la definición del concepto y de la creación de muchos acuerdos y tratados ambientales a lo largo de todo este tiempo, es precisamente porque el concepto ha sido utilizado como herramienta para instaurar o expandir la economía de mercado, tal y como Leff (2007) claramente señaló,
 
El discurso del crecimiento sustentable busca inscribir las políticas ambientales en las vías de ajuste que aportaría la economía neoliberal a la solución de los procesos de degradación ambiental y al uso racional de los recursos ambientales; al mismo tiempo, responde a la necesidad de legitimar a la economía de mercado. Estas estrategias de capitalización de la naturaleza han entrado en el discurso oficial de las políticas ambientales y sus instrumentos legales y reglamentarios.
 
Así que, después de considerar la declaración de Leff, la definición de desarrollo sustentable puede ser vista desde un punto de vista económico, y por consiguiente puede ser definida como: el mantenimiento de un stock de recursos y de la calidad ambiental con el fin de asegurar la satisfacción de las necesidades básicas de las generaciones actuales y futuras.
Desde allí, se podría suponer que desde una perspectiva puramente económica, lo que se persigue es la sustentabilidad del desarrollo y no un desarrollo sustentable.
 
Materialismo histórico y naturaleza
 
Marx era materialista, cuya principal contribución como él mismo solía destacar, residía en el desarrollo de una concepción materialista de la historia. Pero para Marx la concepción materialista de la historia estaba destinada a complementar dialécticamente la concepción materialista de la naturaleza, las cuales en última instancia, conformaban una misma concepción de la realidad. (Clark/Foster, 2010: 144)  Tal como Marx y Engels subrayaron en La ideología alemana:
 
Conocemos sólo una ciencia, la ciencia de la historia. La historia tiene dos perspectivas, a saber, la historia de la naturaleza y la historia del hombre. Las dos partes, sin embargo, no deben ser vistas como entidades independientes. Mientras el hombre ha existido, la naturaleza y el hombre se han afectado mutuamente. (Easton/Guddat, 1997: 408)
 
Es en este sentido que se puede decir que el materialismo histórico de Marx incorpora asimismo un materialismo ecológico.
Para Marx la naturaleza no es sólo el medio que rodea al hombre, sino que el mismo trabajo es también naturaleza. Para aclarar este punto es necesario hacer referencia al siguiente enunciado:
 
En el proceso de producción, el hombre, como la naturaleza misma, solo puede transformar la forma de la materia, más aún, durante el proceso de transformación el hombre  depende de las fuerzas naturales. El trabajo entonces no es la única fuente para la producción de valores de uso y por tanto de la riqueza material. (Marx, 1985: 57)
 
Es por eso que subraya (refiriéndose a la producción de valores de uso), “El trabajo es su padre y la tierra su madre” (Marx, 1985: 58), es por eso que puede decirse que el trabajo, que funciona como mediación en la creación –transformación de la materia– de valores de uso, forma parte de la riqueza humana.
Así, “el instrumento de trabajo universal es la tierra misma, que proporciona al trabajador el locus standi (su emplazamiento, la tierra debajo de sus pies) y el Wirkungsraum (el espacio de influencia) para sus propios y particulares procesos” (Marx, 1985: 195).
Marx hace hincapié en el hecho de que el trabajo es parte del intercambio metabólico a través del cual el hombre transforma activamente la naturaleza:
 
El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso por el cual el hombre a través de sus propias acciones funciona como el mediador, regulador y controlador del metabolismo entre él mismo y la naturaleza. Entra en el mundo material natural como una fuerza misma de la naturaleza. Pone en marcha las fuerzas naturales que pertenecen a su propio cuerpo, de esta forma, brazos y piernas, cabeza y manos, son utilizados con el fin de apropiarse de los materiales de la naturaleza en forma adaptada a sus propias necesidades de vida. A través de este proceso, el cual es llevado a cabo sobre la naturaleza exterior y que de esta forma la transforma, se transforma al mismo tiempo su propia naturaleza. (Marx, 1985: 192)
 
De acuerdo con Foster (2010) lo que Marx llama como “producción simple de mercancías”, es una formación económica idealizada en la cual un producto, que representa un valor de uso es intercambiado por dinero (el único medio de la función de cambio), el cual a su vez es intercambiado por otro producto (un valor de uso alternativo). En este caso, el proceso completo de canje puede ser definido como M–D–M (Mercancía – Dinero – Mercancía). Este proceso de intercambio es sólo una forma modificada del canje natural, en la que el dinero únicamente facilita el intercambio. El objetivo del intercambio es el valor de uso específico que representa las propiedades cualitativas. Tales valores de uso son generalmente consumidos, mediante lo cual un proceso de intercambio llega a su fin.
Marx insistió, sin embargo, en que una economía capitalista funciona de manera muy diferente en el mundo real: Se presenta en una forma de intercambio tipo M–D–M’. El capital–dinero (M) se utiliza para comprar bienes (fuerza de trabajo y medios de producción), los cuales son utilizados para producir mercancías, que al final se venden por más dinero (M’, es decir, M + plusvalía). Una vez que se inicia este proceso, no puede ser detenido a voluntad dado que no tiene un final natural. Sino todo lo contrario, el valor (ganancia) es reinvertido en la siguiente ronda con la finalidad de obtener M’’, siguiendo esta lógica en la próxima ronda los ingresos se reinvertirán para obtener M’’’ y así hasta el infinito.
Para Marx, por lo tanto, el capital es un valor auto–expandible. Es impulsado constantemente a un grado cada vez mayor de acumulación y no conoce fronteras. El capital, escribe Marx, “es el impulso desmesurado de sobrepasar sus límites, así, cada límite debe (y tiene) que ser superado. Se entiende entonces al capital – como dinero reproduciéndose a sí mismo”. (Marx/Engels, 1974: 252)
De este modo el capital transforma la totalidad de la naturaleza incluyendo las leyes que la regulan, así como todo lo que es distintivamente humano, en meros agentes de su propia auto–expansión. El resultado es un sistema que tiene siempre como objetivo un crecimiento exponencial de la ganancia y la acumulación. “¡Acumular, acumular! ¡Ese es Moisés y los profetas” (Marx, 1985: 621)
El capitalismo, de acuerdo con Marx, es un sistema generalizado de producción de mercancías. Antes del capitalismo existieron otras sociedades en las cuales los mercados de mercancías jugaron un papel importante, pero sólo con el advenimiento del capitalismo, se creó un sistema enfocado exclusivamente en la producción de mercancías.
Para el capital, la naturaleza es el requisito ineludible para la obtención de un excedente a partir de una fuerza de trabajo dada, y por tanto, a la materialización de este excedente en valores de uso vendibles –productos, mercancías– este tratamiento instrumental de la naturaleza se manifiesta en la forma del valor del tiempo de trabajo, el cual representado en dinero, constituye la sustancia social de acumulación del capital. (Burkett, 1999: 215).
En este sentido es conveniente enfocarnos en lo que se entiende por “producto” que no es otra cosa que un bien que se produce siempre para ser vendido y negociado en el mercado con el único fin de obtener ganancias. Es conocido como “bien” ya que tiene un valor de uso, es decir, que normalmente tiene un uso práctico, de lo contrario no habría ninguna necesidad de producirlo, pero es el valor de cambio, porque para obtener un valor positivo de intercambio en el mercado una mercancía debe ser al mismo tiempo un valor de uso, se presenta entonces el caso de que nada puede tener valor de cambio a menos que tenga valor de uso.
Debido a que la naturaleza siempre contribuye al valor de uso, se da por hecho que la naturaleza y el valor de uso constituyen condiciones necesarias del valor de cambio, y dado que el valor de cambio es una forma necesaria de valor –puesto que es una abstracción del tiempo de trabajo asalariado– puede ser esta la base para el argumento de que naturaleza y valor de uso son condiciones necesarias de valor y de acumulación de capital.
Cualquier intento de explicar de dónde viene el valor añadido (o ganancia) debe penetrar más allá de la superficie del proceso de intercambio y entrar en el ámbito del trabajo y la producción. Esto condujo a Marx a considerar que el valor generado en un día de trabajo podría ser dividido en dos partes (Bellamy-Foster, 2010):
1.– La parte que reproduce el valor de la fuerza de trabajo (es decir, los salarios de los trabajadores), por tanto podría ser considerado como trabajo necesario.
2.– La parte restante de la jornada dedicada al trabajo, lo cual puede considerarse como trabajo excedente y que es lo que crea el valor añadido para el capitalista.
En este sentido la ganancia es el resultado del proceso mediante el cual el trabajo se desarrolla más allá de los límites necesarios – trabajo excedente– para reproducir el valor de la fuerza de trabajo. Por tanto, la relación de trabajo excedente (trabajo que no es remunerado al obrero) necesario para pagar la fuerza de trabajo durante la jornada, es, para Marx, la tasa de explotación.
La lógica de este proceso es que el aumento en el valor excedente apropiado depende de la explotación efectiva del trabajo humano. Esto se puede lograr de dos maneras:
1.– Obligando a los trabajadores a trabajar más por el mismo salario, es decir, extender el tiempo de trabajo, extendiendo también de esta forma, la proporción de trabajo excedente por jornada laboral. (Lo que Marx denomina como “Plusvalía Absoluta”).
2.– El valor de la fuerza de trabajo, es decir, el valor de determinado trabajo será generado en menos tiempo (debido al incremento en la productividad, etc.), de esta forma la proporción de trabajo excedente por jornada laboral se incrementará en esta escala. (Lo que Marx denomina como “Plusvalía Relativa).
Bajo el sistema de la producción generalizada de mercancías, la naturaleza, según Marx, fue considerada por el capital como un obsequio sin costo y así fue despojada. Esto quiere decir  que una parte de la jornada de trabajo sigue pendiente de pago (el mencionado trabajo excedente) y por tanto, el beneficio neto del capitalista entra en esa parte del trabajo humano, la “fuerza natural” de la cual el hombre es despojado. De esta forma tanto la naturaleza como el trabajo no remunerado de los trabajadores se concibieron como obsequios al capital.
En su incesante búsqueda de mayor valor, el capitalismo depende siempre de revolucionar los medios de producción con el objetivo de aumentar la productividad y la reducción de la parte pagada de la jornada laboral. Esto conduce inevitablemente a más revoluciones en la producción, y por tanto a ganancias adicionales de productividad sobre una infinita cinta de Moebius de la producción y la acumulación. La lógica de la acumulación, en un proceso inversamente proporcional, concentra cada vez más riqueza y más poder en un menor número de manos
 
Conclusión
 
La crítica de Marx al capitalismo como un sistema no sustentable de producción, tiene sus raíces en las “condiciones”, es decir, en los fundamentos históricos, a través de los cuales el capitalismo fue posible como producción. Se trata de la “acumulación primitiva”, es decir, la expropiación de la tierra a los productores rurales, expropiando por tanto, a estos trabajadores rurales de sus medios de subsistencia. Esta expropiación en particular, puso la base para el desarrollo del capitalismo industrial. La transformación de la tierra en propiedad privada, en un simple medio para la acumulación, formó al mismo tiempo la base para la destrucción del metabolismo entre el hombre y la tierra, o lo que es lo mismo, el metabolismo entre hombre y naturaleza.
Podría considerarse entonces que las razones por las cuales la mayoría de estados nacionales en el mundo respaldan el concepto de Desarrollo Sustentable, es porque tal sistema no amenaza ni desafía de forma alguna las estructuras de privilegio y de reproducción del capital que el capitalismo impone, y de esta forma los intereses de las clases dominantes permanecen intactos. La declaración a menudo utilizada por Marx del manifiesto comunista señala claramente  esto. “El poder político, correctamente llamado así, es sólo el poder organizado de una clase para oprimir a la otra... el ejecutivo del estado moderno es solamente un comité que maneja los asuntos de toda la burguesía” (Tucker, 1978).
Es por esta razón que en la actualidad muchas empresas cortejan hoy a posibles consumidores con propuestas “verdes”, cabe señalar que este tipo de consumo tiene tras de sí un modo de producción basado en la inversión, y la inversión es a su vez el motor del capitalismo, por tanto y de acuerdo con O’Connor (1988) el consumo no es regulado de ninguna manera por los consumidores sino por el índice del beneficio y acumulación y por los límites del sistema de crédito. Por tanto es obvio que la naturaleza no se encuentra regulada por sus mismas leyes, sino por una amalgama de interrelaciones entre factores económicos y políticos representados por la forma de intercambio tipo M–D–Mn expuesto, la cual lejos de encontrar un fin, representa hoy una de las formas más importantes de destrucción social y ambiental y demuestra que la crisis ecológica es en realidad una crisis del capital. Esta crisis se encuentra respaldada a su vez por el concepto denominado desarrollo sustentable, el cual, oculto detrás de una prometedora máscara verde, tiene por objetivo apoyar la restructuración de una agenda neoliberal.
Marx ofrece una teoría del capital, del estado, y de la historia, que puede ser utilizada como herramienta intelectual para encontrar orientación en medio de la actual crisis, En este sentido, la integración del marxismo en el pensamiento ecológico y la integración de la ecología en el marxismo se deben percibir como un paso adelante en la historia para aquellos preocupados por el ambiente y la desigualdad social.
 
Referencias
 
Bellamy-Foster, J., “Warum ist der Kapitalismus ein System nicht nachhaltiger Entwicklungist”. En: Sozialistische Zeitung 3 (2010).
Brand / Görg, “¿Globalización sostenible? Desarrollo sostenible como pegamento para el montón de cristales trizados del neoliberalismo”. En: Ambiente & Sociedade 5/2 (2003).
Brindtland, J. H., “Report of the World Commission on Environment and Development: Our Common Future. A/42/427”. World Commission on Environment and Development: Ginebra, 1987.
Burkett, P., Marx and nature : a red and green perspective. St. Martin’s Press: Nueva York, 1999.
Clarck / Foster, “Marx’s ecology in the 21st century” En: World Review of Political Economy 1/1 (2010).
Easton / Guddat , Writings of the Young Marx on Philosophy and Society.  Hackett: Indianapolis, 1997.
Leff, E., Saber ambiental: sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder. Siglo XXI: México DF, 2007.
Marx, K., Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie. Dietz Verlag: Berlin, 1985.
– / Engels, Friedrich, Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie. Dietz: Berlín, 1974.
O’Conor, J., “Capitalism, Nature, Socialism: A Theoretical Introduction”. En: Capitalism, Nature, Socialism 1/1 (1988).
Schoijet, M., “El futuro del ambiente y de la humanidad”. En: Villegas, R. (ed.) ¿Adónde va el mundo? Fundación Cultural Tercer Milenio: México, 2002.
Tucker, R. (ed.), The Marx–Engels Reader. Norton: Nueva York, 1978.
 

Artículo escrito para Herramienta 

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