23/11/2024
Por Pajoni Guillermo ,
El sistema capitalista está en crisis. Venimos escuchando a diario esta frase y entiendo que resulta importante tratar de divulgar (pues no me considero un experto para analizarla desde el punto puramente económico) porqué se produce esta crisis y que implicancia tiene o tendrá en la vida de los seres humanos que habitan el planeta, en especial en los trabajadores sujetos permanentes de nuestra disciplina
Estamos ante una crisis que tiene características mundiales, como es mundial el sistema capitalista que, en su desarrollo globalizador (que le es inherente) abarca todas las regiones del planeta.
El sistema capitalista es un sistema de relaciones de producción que abarca a todos los países y que en su desarrollo produce cíclicamente crisis de diversa envergadura e importancia, dependiendo de múltiples factores cuyo análisis excede las posibilidades de este artículo, pero históricamente podemos afirmar que así sucede.
Y me permito regresar a un artículo que escribí en noviembre de 1998 en oportunidad de las Iras. Jornadas Rioplatenses de Derecho Laboral organizadas por la Asociación de Abogados Laboralistas en Colonia (Uruguay) y donde bajo el título “Lógica capitalista y reforma laboral” intenté describir el funcionamiento del sistema capitalista en los aspectos que hace al esquema de relaciones sociales de producción, la competencia, el mercado, la plusvalía y la tasa de ganancia como aspectos que llevan inexorablemente a las cíclicas crisis del sistema.
Describir el funcionamiento del sistema nos va a permitir desbrozar las reales causas de las crisis, los eventuales responsables objetivos y en algunas instancias subjetivos, las salidas y posibilidades que la crisis genera y en definitiva las medidas coyunturales y de fondo que pueden adoptarse según sean los intereses que se defiendan o intenten defender.
Voy a tomar el artículo citado e incorporaré aquellos elementos que me parecen relevantes en la actual situación para concretar aquello que parecería como un análisis teórico y abstracto.
Como sabemos, la ganancia es el fin esencial y primordial del capital, pues solo con la ganancia y su acrecentamiento puede competir y eventualmente triunfar en esa competencia contra los otros capitalistas. Los capitalistas no solo necesitan la ganancia para sí sino también para vencer en la lucha competitiva con otros empresarios que pretenden vender el mismo producto. Como se sabe, nadie produce para las necesidades de la población en forma armónica y concertada, sino que se produce anárquicamente y obviamente como no puede haber acuerdo previo entre los empresarios sobre cuanto hay que producir para la sociedad, cada uno produce de acuerdo a sus intereses y pretensiones y trata de desalojar del mercado al competidor. Para ello, es fundamental ganar en la competencia y ganar en la competencia implica obtener una tasa de ganancia superior al otro para así “copar” el mercado. No deja de resultar tragicómico escuchar a los líderes políticos mundiales hablar de un “capitalismo ético” considerando la realidad del funcionamiento del sistema. Uno no sabe si son ignorantes o tratan de tomarnos a nosotros como ignorantes, aunque sin duda me inclino por la segunda opción. La remanida frase de “si lo tienen todo para que quieren más” no va para los capitalistas, pues si no quieren más, el otro le gana en la competencia y se queda sin “nada”. Como se ve, no es un problema subjetivo, sino de la lógica de funcionamiento del sistema. Si sos capitalista tenés que actuar de esa manera, no hay otra opción, como no la hay para el sistema.l
La obtención de esta tasa de ganancia deviene esencialmente del plus valor que obtiene el capitalista como consecuencia del trabajo que otras personas realizan a su servicio. Como sabemos, la teoría del valor desarrollada por Carlos Marx no ha sido hasta el presente rebatida por teoría económica alguna y verifica en la práctica concreta su veracidad. El trabajador vende o alquila en el mercado su fuerza de trabajo a cambio de un salario, y lo hace como si fuera una mercancía más en el universo de mercancías que produce el sistema capitalista. No fantaseemos con aquella pretensión de que el trabajo no es una mercancía, o que manifestemos nuestra oposición a que lo sea. En el sistema capitalista el trabajo es una mercancia, más allá de los “buenos deseos” de quienes prefieren no ver la realidad y considera que se trata de cuestiones puramente subjetivas las que son en definitiva definiciones objetivas propias de esta sociedad. Por ello, el paradigma del trabajo decente tiene un límite insalvable en esta sociedad.
Tenemos entonces como primer punto, que la fuerza de trabajo es una mercancía de la cual el capitalista obtiene la plusvalía que le permite acumular capital. Esta plusvalía, primariamente, es la diferencia entre lo que paga el empresario por la mercancía fuerza de trabajo y lo que esta mercancía le produce. Para aclarar este punto, es de resaltar que al trabajador no se le paga por lo que produce sino por lo que “vale” recuperar su fuerza de trabajo para al día siguiente volver a producir para el empleador. Obsérvese como dato ratificante en la práctica de lo expuesto, que para determinar los aumentos salariales una de las pautas esenciales que se considera es el valor de la canasta familiar o la inflación producida en determinado período. No se analiza cuanto produce el trabajador sino cuanto necesita para consumir ese trabajador. Este precio podrá variar según las circunstancias económicas, sociales y políticas, pero más allá de sus variaciones, siempre se abonará un valor por debajo de lo que efectivamente produce ese trabajador. Esa diferencia entre lo que se paga y lo que produce es la plusvalía, o sea el mayor valor que produce el trabajador con relación a lo que se le paga. Es como si produjera durante ocho horas, pero solo se le abonan cinco horas que son las necesarias para que recomponga su fuerza de trabajo y la de su grupo familiar. Como ya dijimos esto es relativo en cuanto a montos y alcances, pero invariablemente se mantiene esta diferencia conceptual entre lo que se produce y lo que se paga, pues allí está la ganancia del empleador. De no ser así, el empleador tendría pérdidas y desaparecería del mercado.
Siguiendo con este análisis, parafraseando a todos los liberales y sin necesidad de recurrir a pensadores “mal vistos” por el sistema, la competencia es el motor del funcionamiento del capitalismo. Más allá de las monstruosas consideraciones de “valor” que se hace sobre lo que significa la competencia para los seres humanos, si es indudable que el sistema capitalista no puede funcionar sin la competencia, sin “el libre mercado”. Y aquí me permito otra digresión. El Estado puede intervenir y de hecho siempre ha intervenido en el funcionamiento del mercado, esencialmente para arbitrar entre los diversos sectores del capital en su lucha intercapitalista, como así también regulando su relación con las otras clases sociales, pero obviamente dentro de los márgenes del sistema y sin revertir las bases de la competencia y las condiciones del mercado. Cuando actúa sobre las leyes que el mercado impone “naturalmente”, este reacciona y termina con estos “desvaríos”. Ello sin perjuicio de que el Estado forma parte de la organización social y por tanto está sometido permanentemente a las presiones que las clases sociales y sectores inclusive de la misma clase dominante le presentan. De allí vienen que no se puede identificar Estado con gobierno, pues el Estado es lo genérico sobre el cual cada gobierno actuará a mérito de la situación concreta, pero también resaltando que su límite son los márgenes del sistema y por tanto el Estado es su defensor, salvo obviamente una situación revolucionaria que hiciere saltar por los aires todas las instituciones hasta ese momento vigentes.
Pero volviendo al mercado, como ya dijéramos, en la “competencia se trata invariablemente de ganar, pues si no se gana se pierde”, perogrullada que permite comprender la necesidad de los capitalistas de competir hasta el fin y en este caso ganar significa, como indicara, eliminar a la competencia y abrir el camino al monopolio, y la competencia en este sistema se da obviamente entre empresas. Y cómo se gana en esta competencia? Acordemos que en general los salarios son similares entre empresas que se dedican a la misma actividad y que en consecuencia los precios de las materias primas utilizadas son en términos generales idénticos, pues hasta es habitual que se le compren al mismo capitalista. Y aunque así no lo hicieran, los valores del mercado imponen un precio promedio de acuerdo a la cantidad de trabajo socialmente necesario para la producción de la mercadería o producto de que se trate. Como consecuencia de ello, el valor de las mercancías que no es otra cosa que la cantidad de horas de trabajo socialmente necesaria para su producción sería similar, o es similar entre productos iguales realizados por diversos empresarios. Pero siempre hay diferencias entre el precio que surge de esta definición y el precio que puede establecer cada empresario. Por ejemplo, es evidente que el precio medio va a ser establecido conforme el desarrollo de los medios de producción “medios” hasta ese momento, por lo que quien se ha atrasado tecnológicamente se va a encontrar en una situación desventajosa, pues deberá resignar parte de su ganancia, pero por otra parte quien ha obtenido una ventaja tecnológica que le permite producir más que la “media social”, obtendrá mayor cantidad de mercancías que los otros capitalistas, obteniendo así lo que se denomina una ganancia extraordinaria, la que podrá mantener hasta que los demás empresarios accedan a esa nueva tecnología. Este fenómeno permanente en la sociedad capitalista genera dos cuestiones fundamentales: por una parte la concentración de los capitales como consecuencia de la eliminación de los derrotados en la competencia, lo que hace que la concentración sea cada vez mayor y la competencia se haga más aguda y generalizada con consecuencias cada vez más graves para la sociedad. Y por otra parte el desarrollo tecnológico convalida la tendencia decreciente en la tasa de ganancia del capital. En el primer aspecto podemos constatar que alrededor de 200 corporaciones perciben ingresos superiores a la de todos los países del mundo salvo las grandes potencias (comentario de Atilio Borón y que se puede verificar en cualquier estadística seria sobre el particular), lo que da muestra de la total concentración del capital. Más aún, en estos días las noticias sobre compras y fusiones producto de la crisis abarca a las principales empresas multinacionales.
El segundo punto a considerar en este análisis es entonces la tendencia decreciente de la tasa de ganancia del capital, situación que se produce por la competencia y el desarrollo tecnológico.
En efecto, como indicara precedentemente, el capital revoluciona permanentemente las fuerzas productivas, única forma de tener éxito en la competencia con los otros capitales, competencia que como señalara precedentemente está ínsita en el sistema capitalista, y que además todos los supuestos teóricos levantan como bandera del desarrollo económico. Pero es justamente este desarrollo tecnológico el que afecta la tasa de ganancia del capitalista, aspecto que paso a explicar. La necesidad del permanente desarrollo tecnológico determina que cada vez más se invierta en lo que se denomina capital constante, frente al capital variable que no es otro que la mano de obra. O sea que cada vez el capitalista invierte más en los “fierros” y toda la estructura tendiente a su desarrollo que en trabajadores, visto asimismo que en determinadas coyunturas, al desarrollo tecnológico lo acompaña la expulsión de mano de obra, atento que las máquinas en principio desplazan a los trabajadores. Esta doble situación genera invariablemente que la tasa de ganancia del capitalista disminuya. La tasa de ganancia emerge de la división entre el capital constante (máquinas, herramientas, etc.) y el capital variable (fuerza de trabajo). A mayor crecimiento del capital constante menor tasa de ganancia y a menor crecimiento del capital variable también menor tasa de ganancia. Y esto es lo que se da en esta etapa de la sociedad capitalista, la cual necesita de una tremenda destrucción de fuerzas productivas y desvalorización de capitales para poder restituir su tasa ganancial, aunque esta supuesta recuperación históricamente no rompe la tendencia decreciente ya indicada, tendencia que día a día se agudiza, pues las contradicciones ínsitas del sistema capitalista llevan necesariamente a que esta ley se cumpla inexorablemente.
La tendencia progresiva de la cuota general de ganancia a bajar solo es, pues, una expresion caracteristica del regimen capitalista de produccion del desarrollo ascendente de la fuerza productiva social del trabajo. Esto no quiere decir que la cuota de ganancia no pueda descender también transitoriamente por otras razones, pero ello demuestra como una necesidad evidente derivada de la misma naturaleza de la producción capitalista que, a medida que ésta se desarrolla, la cuota general media de plusvalía tiene necesariamente que traducirse en una cuota general de ganancia decreciente. Como la masa de trabajo vivo empleada disminuye constantemente en proporción a la masa de trabajo materializado, de medios de producción consumidos productivamente que pone en movimiento, es lógico que la parte de este trabajo vivo que no se retribuye y se materializa en la plusvalía guarde una proporción constantemente decreciente con el volumen de valor del capital total invertido. Y esta proporción entre la masa de plusvalía y el valor del capital total empleado constituyen la cuota de ganancia, la cual tiene, por tanto, que disminuir constantemente...El descenso de la cuota de ganancia expresa, pues, la proporción decreciente de la plusvalía misma con respecto al capital total invertido y es, por tanto, independiente de cualquier eventual distribución de la plusvalía entre diversas categorías (El Capital, Carlos Marx, Tomo III, pags. 213 y ss. Edición Fondo de Cultura Económica, Méjico).
Asimismo, el citado autor resalta que hay situaciones
que contrarrestan y neutralizan los efectos de esta ley general, dándole simplemente el carácter de una tendencia, razón por la cual presentamos aquí la baja de la cuota general de ganancia como una tendencia a la baja simplemente... (Obra citada, pags. 232 y ss.).
Como causas que contrarrestan o neutralizan esta tendencia, señala el autor las siguientes: 1) aumento del grado de explotación del trabajo; 2) reducción del salario por debajo de su valor; 3) abaratamiento de los elementos que forman el capital constante; 4) la superpoblación relativa; 5) el comercio exterior; 6) aumento del capital-acciones… O sea que nos encontramos con una sociedad donde la competencia genera invariablemente el desarrollo tecnológico; que éste desarrollo tecnológico hace que se suplante el trabajo vivo (trabajadores) por el trabajo muerto (maquinarias y materias primas); que se verifique entonces que la cuota de ganancia real del empresario disminuya; que el desarrollo tecnológico genere una producción mayor de bienes; que a su vez y como una necesidad de restablecer la tasa de ganancia el capitalista trate de aumentar la explotación de los trabajadores y/o bajar sus salarios; que esta situación determine que se produzcan mayor cantidad de mercancías y menores posibilidades para la población para acceder a su consumo, o sea que se produzcan bienes que no pueden venderse y se dificulte el retorno al capitalista del capital invertido para volverlo al proceso productivo. Si a esto agregamos que en estas condiciones la concentración del capital se exacerba y que ante la falta de liquidez producto de la imposibilidad de realización de los bienes producidos, el riesgo empresario es mayor y en consecuencia las tasas de interés se elevan pues los bancos se cubren ante la posibilidad de prestar dinero con peligro de no retorno, nos encontramos con todos los ingredientes genéricos de una crisis en el sistema en general, más allá de las obvias particularidades de cada país o región y los tiempos en que puede darse esta situación descripta.
Y esta descripción se verifica en la actual crisis. Si bien se enfatiza en que la crisis nace por la especulación financiera, como una manera de resaltar “culpas” y así no debatir la raíz de la cuestión, es justamente la baja de la tasa de ganancia y su desarrollo en la producción, distribución, intercambio y consumo, aspectos todos de la misma relación social de producción, la generante de la crisis. En definitiva, la crisis del sistema la produce el mismo sistema en su propia dinámica. Y debatir esto significa debatir el sistema en sí y es por ello que se desvía la discusión a supuestos errores subjetivos, que más allá de que se produzcan, no son la causa inicial ni esencial del problema. En un muy interesante artículo del “Grupo Marxista” publicado en Internet bajo el título “La llamada crisis del sistema capitalista” se señala que
para “explicar” a los explotados esta nueva crisis, siguiendo su impostora metodología tradicional de vender gato por liebre, todos los “expertos” y demás intelectuales orgánicos e inorgánicos de la burguesía, adscriptos directa o indirectamente a los distintos Estados capitalistas, han coincidido en hacer pasar la causa fundamental de la presente crisis, por uno de sus efectos: el crédito. Lo hicieron para poner la conciencia de los explotados lo más lejos posible de la verdad económica; tanto como para que no podamos saber nunca dónde están las causas de lo que pasa. Hacen un vació de conocimiento en torno a las leyes objetivas de la economía política que explican el movimiento del capital, para llenarlo con la vieja tontería política subjetivista del recurso a chivos expiatorios “ad hoc”, como la codicia por parte de algunos banqueros que no se sabe quienes son, o la falta de controles estatales internacionales sobre las finanzas privadas. Se trata de que la irracionalidad del sistema capitalista quede por completo a salvo en la conciencia de las mayorías sociales absolutas explotadas. Como si la “codicia” no estuviera objetivamente determinada y los Estados no fueran rehenes del capital financiero internacional. Que no es el capital bancario sino su fusión con el gran capital que explota trabajo ajeno en la industria, el comercio y los servicios a escala internacional.
Y es así que nos contaron que en virtud de que los capitales se volcaron a las hipotecas como negocio rentable, otorgaron créditos a quienes no podían pagarlo sin controlar esta situación y por ello se desencadenó la crisis financiera en ese rubro que se extendió a todas las actividades. Y nos mienten descaradamente, pues no se dice que esos capitales buscaron esa salida financiera porque se había producido una baja en la tasa de ganancia y por tanto los capitales inexorablemente buscan mejores ganancias. Que justamente en virtud de buscar mitigar esa baja, se aumenta la explotación de los trabajadores (una forma de contrarrestar la tendencia y para lo cual se aumenta la jornada de trabajo, tercerizan servicios, precarizan trabajos, disminuyen salarios, etc.) y ello implica que éstos no puedan afrontar las deudas (entre ellas la hipotecaria) y que por ende y a fin de evitar la quiebra, el Estado y la banca privada otorga créditos para que puedan pagar las cuotas (forma de prolongar en el tiempo agravando la crisis futura) y que aún así no las pueden pagar y se profundiza la crisis. Y obviamente también omiten de que la crisis no es financiera sino global del sistema. Allí se manifestó pero como ya se señaló la tendencia a la baja de ganancia se materializó y generó la crisis. Citando nuevamente dicho artículo, se reitera que
no hay una dicotomía entre el capital productivo y el capital especulativo, como se nos quiere hacer ver. Se trata del mismo capital en diferentes condiciones de existencia. La prueba está en que cuando la Tasa de Ganancia se recupera el capital especulativo o ficticio deja de ser significativo, y en plena expansión de la producción con la Tasa de Ganancia sostenidamente al alza, prácticamente desaparece porque se reintegra a la producción. Los intelectuales burgueses nos presentan esta dicotomía para que veamos la realidad del sistema capitalista en crisis, más pequeña y al revés, como cualquier imagen reflejada en un espejo cóncavo dentro de una cámara oscura. Por tanto, las crisis no son crisis financieras del capital especulativo sino crisis del sistema en su conjunto, como lo fueron siempre.
Y esta crisis presenta además dos ingredientes fundamentales que no se pueden dejar de lado en esta instancia. La crisis del sistema económico y social conlleva dos subcrisis que son la alimentaria y la ambiental.
En el artículo “Orígenes comunes de la crisis económica y la crisis ecológica” publicado en la revista Herramienta, Francois Chesnais resalta que
Uno de los rasgos más importantes de la situación que se abrió en el 2007, es la conjunción entre la crisis económica mundial y la profundización de la crisis climática con gravísimos efectos sociales de impacto mundial. Se suma la crisis alimenticia, en gran medida provocada directamente por las políticas comerciales que se pusieron en marcha hace ya 20 años. La rapidez con que avanza la crisis climática, afectando a las poblaciones de los países más pobres y vulnerables, nos indica sufrirán los impactos combinados de la recesión mundial, del calentamiento y de los efectos de las políticas agrícolas que se impusieron a muchos países. Todo esto implica un cuestionamiento a la civilización en cuanto tal, pero es seguro que los gobiernos lo abordarán como si se tratase de mantener el orden, tanto a nivel nacional como internacional (véanse las medidas de la Unión Europea contra la inmigración). Los efectos de los cambios climáticos, así como también la resistencia popular que ellos provocarán en algunas partes del mundo, pueden ser tan fuertes que indudablemente repercutirán sobre la economía y agravarán la recesión. La conjunción entre la crisis económica mundial y el avance de la crisis climática (con toda su gravedad) no es algo fortuito. Las raíces de ambas crisis son las mismas: la naturaleza del capital y de la producción capitalista. Pero esto es algo que sólo pudo verse claramente con la liberalización y la desreglamentación del capital y, consecuentemente, su completa mundialización y exacerbada financiarización. Estos son los procesos los que explican, por un lado los rasgos originales de la crisis (en la que la subproducción de mercancías y la sobreacumulación de capacidades de producción, se combinan con el desmoronamiento de un monto gigantesco de capital ficticio), y por el otro lado la aceleración de las emisiones mundiales de CO2, después y a despecho de que los efectos de esto sobre el clima fueran claramente establecidos.
En nuestro país, los problemas emergentes de la explotación minera y de hidrocarburos con más la total desprotección ante la utilización del agua por parte de estos sectores económicos (veto a la ley de defensa de los glaciares), se presentan como los más agudas preocupaciones y donde el Estado nacional y provinciales siguen mirando para otro lado, tema que merece una consideración especial que excede este resumen..
Asimismo, Eric Toussaint en otro artículo publicado en la misma revista Herramienta denominado “Habría que salvar el modelo capitalista imperial?” señala que
en 2007-2008, más de la mitad de la población mundial ha visto degradarse fuertemente sus condiciones de vida porque ha tenido que enfrentarse a una gran subida de los precios de los alimentos. Esto ha originado protestas masivas, por lo menos en una quincena de países, en la primera mitad de 2008. El número de personas afectadas por el hambre aumento de varias decenas de millones, y cientos de millones más han visto restringido su acceso a los alimentos (y, en consecuencia, a otros bienes y servicios vitales.
En el mismo sentido, señala que
La crisis alimentaria mundial pone al descubierto el motor de la sociedad capitalista: la búsqueda del máximo beneficio privado a corto plazo. Para los capitalistas, los alimentos sólo son una mercancía que hay que vender con el mayor beneficio posible. El alimento, elemento esencial de la conservación de la vida de los seres humanos, se ha transformado en un simple instrumento de beneficio. Hay que poner fin a esta lógica mortífera. Hay que abolir el control del capital sobre los grandes medios de producción y comercialización y dar la prioridad a una política de soberanía alimentaria…También en 2007- 2008 ha estallado la mayor crisis internacional económica y financiera desde 1929. Si no existiera la intervención masiva y concertada de los poderes públicos que se han lanzado al auxilio de los banqueros ladrones, la crisis actual ya habría adquirido mayores proporciones. También en este terreno la interconexión es sorprendente. Entre el 31 de diciembre de 2007 y finales de septiembre de 2008, todas las Bolsas del planeta conocieron unas bajadas muy importantes, que han ido del 25 al 35% en las Bolsas de los países más industrializados hasta el 60% en China pasando por el 50% en Rusia y Turquía.
El montaje colosal de deudas privadas, pura creación de capital ficticio, acabó por estallar en los países más industrializados empezando por Estados Unidos, la economía más endeudada del planeta. En efecto, la suma de la deuda pública y privada de Estados Unidos asciende, en 2008, a 50 millones de millones de dólares (contando las deudas del Estado, los hogares y las empresas, N. de T.), es decir el 350% del PIB. Esta crisis económica y financiera, que ya ha golpeado a todo el planeta, afectará cada vez más a los países en desarrollo de los que algunos todavía se creen a salvo. La globalización capitalista no desconectó unas economías de otras. Al contrario, países como China, Brasil, la India o Rusia tampoco han podido librarse de esta crisis. Y estamos empezando.
En un articulo de Pedro Echeverría publicado en Argenpress y titulado “Méjico: La crisis no viene de fuera, de muy adentro del sistema opresor”, resalta que
En las crisis capitalistas (todas las veces) casi todos pierden pero hay unos pocos que sí ganan. Sólo pierden los pobres, las clases medias y algunos pequeños ricos que no pudieron competir o se equivocaron en los negocios. Pero pregúnteles a los fabricantes de armas para las guerras, a los compradores de negocios fracasados en quiebra, a los negociantes de petróleo a la baja, a los que monopolizan y embodegan productos para luego venderlos caros, a los hábiles dueños y jugadores de las bolsas de valores que en una jugada se embolsan cientos de millones, a los altos funcionarios políticos (con sus familiares y amigos) que se enteran antes de una devaluación o a los que reciben rescates muy arriba de su “pérdidas”. En las crisis económicas no “todos pierden”; no seamos tontos al creer en las palabras de los grandes capitalistas y los medios de información que están a su servicio. Las crisis sirven para apachurrar más a los débiles y para que los ricos sean más ricos.
Pero lo grave es que también se naturaliza que así sea. En efecto, si hay crisis se interpreta que “debe” haber despidos y/o suspensiones y/o rebajas salariales y/o subsidios a empresas. Se adopta este criterio con una alarmante naturalidad y entonces el tema en discusión es como se hace para que haya menos despidos, menos suspensiones o menos rebajas salariales, pero no se discute porque “deben” producirse estas situaciones, o porqué no se producen o se generan otras conductas tanto desde las organizaciones sociales como desde el Estado. No nos preguntamos porqué la crisis la deben pagar los trabajadores; no nos preguntamos porqué la crisis no la pagan los empresarios, los financistas, los especuladores, en definitiva los eternos beneficiarios del sistema. Analizemos. Porqué tiene que haber despidos? Simplemente porque el empresario pretende mantener su ganancia aún en crisis, y para ello pagar a menos trabajadores y menores salarios es su forma ideal de mantener el lucro amenazado por la crisis. Entonces que sean los que en mejor posIción económica están quienes soporten el mayor peso de la crisis y por tanto se mantenga el trabajo y más aún, se aumenten los salarios para permitir un mayor consumo que permita adquirir los productos que justamente no se venden como consecuencia de la crisis. Que se cambie la ecuación. La crisis debería generar políticas de Estado que esencialmente tiendan a proteger a las potenciales víctimas que no son otros que las grandes mayorías sociales que viven de su trabajo, ante la clara amenaza del empresariado de proceder a los despidos en masa. Y esto se convalida en la actualidad. La O.I.T. ya habla de 51 millones de futuros despedidos para el presente año, cifra que seguramente va a ser superada por la realidad de la crisis. El Fondo Monetario Internacional prevé el peor nivel de crecimiento global desde 1945, y cuando el F.M.I. menciona estas cifras, no tengamos dudas de que la realidad será mucho más grave. Y digo “debería” porque también deberíamos preguntarnos si los Estados y los gobiernos que coyunturalmente lo ocupan, van en definitiva a defender los intereses de las mayorías populares o al sistema que genera su misma existencia.
Es de resaltar lo expresado por Jorge Beinstein en su artículo “En la ruta de la decadencia. Hacia una crisis prolongada de la civilización burguesa”, en el sentido que
el ingreso en un tiempo de desorden general nos están señalando que el mundo burgués no se encuentra ante una enfermedad pasajera, una “crisis cíclica” más al interior del gran ciclo, único y supuestamente vigoroso del capitalismo sino ante una crisis de enorme amplitud donde las enfermedades se multiplican no por un capricho del destino sino porque el organismo, el sistema social universal, esta muy viejo. (Herramienta Nº 41, pag 25)
En un artículo titulado “La explosión mundial del desempleo” publicado por Argenpress en enero de 2009 y cuyo autor es Joaquín Rivery Tur se destaca que
“con poquita imaginación es muy fácil dibujarse el cuadro de un planeta atacado por el capitalismo en su peor fase. Entre las especulaciones y fraudes financieros, la caída de la producción, la baja del consumo y el ataque despiadado al medio ambiente, el mundo está en peligro.
Si usted quiere completar el cuadro puede añadir pérdidas récord de las empresas, cierre de fábricas, quiebras de bancos… y el aspecto que más golpea a los seres humanos: el desempleo.
La recesión global ha llevado a tantos despidos que suman millones y millones los hombres y mujeres quienes han perdido el sustento en América y Eurasia. No hablo de África, el continente olvidado por las naciones ricas, al cual se le pronostican siglos enteros de hambre.
Si alguien quiere tener idea de la profundidad de la crisis en la cual está sumido el capitalismo mundial, baste señalar que la depresión económica ha detenido la emigración ilegal del Sur al Norte, porque hoy las posibles perspectivas septentrionales están muy reducidas.
La estampa más elocuente quizás la brinde el retraimiento de los cruces ilegales entre México y Estados Unidos y algo más, el regreso de muchos mexicanos y centroamericanos ilegales desde territorio norteamericano a sus lugares de origen al no encontrar trabajo.
Los africanos, eternos proveedores de mano de obra barata para aquellos trabajos que los europeos no desean hacer, piensan varias veces las cosas antes de lanzarse a la aventura peligrosa de cruzar el Mediterráneo.
En el continente, en octubre de 2008, la tasa de desocupación fue del 7,7 por ciento en la zona euro y los pronósticos para 2009 son más negros aún, especialmente para España, con tres millones 200 mil parados, 14 por ciento de la población activa.
En dicho país más de 827 mil hogares cuentan con todos sus miembros desempleados, un indicador que duplica la cifra de 2007.
En números redondos, en las naciones del euro hay 12 millones de desempleados y 17 millones en la Unión Europea, y todo va empeorando significativamente hasta llegar, tal vez, a 20 millones hacia los últimos meses del 2009.
Resulta difícil en estos momentos calcular la cifra exacta de parados en Estados Unidos debido a que todos los días las grandes firmas anuncian cierres de plantas y despidos por miles. Se habla de más de diez millones de personas sin trabajo.
La drástica disminución de las demandas de computadoras hizo que la Corporación Intel descargara abiertamente sobre sus trabajadores las consecuencias de la crisis, y eliminará entre cinco y seis mil puestos de trabajo en el sector manufacturero.
La famosa Microsoft creada por Bill Gates no se queda fuera. A pesar de la filantropía del magnate, en los próximos 18 meses cinco mil de sus trabajadores tendrán que pedir seguro de empleo, según reconoció el presidente de la empresa Steve Ballmer en el portal especializado AllThingsDigital.
América Latina es parte de este mundo. Si bien los países del MERCOSUR, Venezuela, Bolivia y algunos otros parecen en mejores condiciones para capear el temporal —no sin mojarse— los estados centroamericanos y México, por sus estrechos lazos con la economía norteamericana, llevarán la peor parte.
Perú, con su economía también muy amarrada a la de EE.UU. por el Tratado de Libre Comercio, es fuertemente golpeado por el desempleo, sobre todo en el caso de los miles de trabajadores de los sectores minero y metalúrgico, debido a que la crisis derrumbó los precios de los productos básicos y frenó inversiones. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Latinoamérica registrará a lo largo de 2009 una legión de 2,4 millones de desempleados.
Tanto desempleo provoca excitación social, y si la creciente inquietud de los sin trabajo se une a los problemas enumerados al inicio de estas líneas, la situación se hace realmente explosiva. Veremos qué ocurre al profundizarse la crisis.
La O.N.U. informa que el hambre aumentó significativamente en los últimos dos años: en el mundo ya hay más de 1.000 millones de personas que la padecen, la cifra más alta de la historia, y 3.000 millones de desnutridos, esto es casi la mitad de la población mundial de 6.500 millones…La directora del Programa Mundial de Alimentación remarcó que con menos del 1% de las inyecciones económicas que han hecho los gobiernos para salvar el sistema financiero global, se podría resolver la calamidad de millones de personas que son víctimas de la hambruna (Clarín del 17 de setiembre de 2009, pag. 24). Obvio que esta forma de distribución no es casual y corresponde también a la lógica del sistema.
En este cuadro, resulta imprescindible exigir políticas de Estado que garanticen el trabajo y acrecienten el nivel salarial para proteger los derechos humanos fundamentales que van a ser sin duda agredidos aún más por la clase social dominante. Y para ello, la prohibición de los despidos sin causa debe ser legislada para así garantizar las fuentes de trabajo y también permitir que los trabajadores puedan inclusive defender su nivel adquisitivo y mejora de su posición económica ante la crisis. Terminemos con que a los trabajadores se les aplique la teoría del derrame pero al revés. Aquí lo que se derrama es la crisis de arriba hacia abajo. Los de arriba la generan conforme la lógica del funcionamiento del sistema del cual son beneficiarios, y la derraman hacia abajo para que se deposite en el fondo del piso y así quedan libres de la misma y la sufren los que justamente están abajo. En el barrio le llamábamos la ley del gallinero
Y también debemos ser concientes que las políticas de Estado que exigimos no se van a producir sin una movilización constante, permanente, solidaria de las grandes mayorías sociales en defensa de sus derechos humanos y sociales.
Se nos puede decir que no hay producción pues no hay consumo y por ello no hay trabajo. Que mantener trabajadores sin trabajo es un contrasentido en esta sociedad. Y ese es el problema. En esta sociedad parece que quien dispone que se trabaje o no es una clase social ultraminoritaria que se apodera de la riqueza que socialmente se produce y luego dispone quien trabaja o no. Pues si hay poco trabajo, que el mismo se distribuya entre los trabajadores sin merma salarial, lo que obviamente generará menores ganancias, pero entre la ganancia y la vida del trabajador no creo que exista discusión posible.
Podrá decirse que entonces el empresario cierra la fábrica y se va a su casa. Pues que lo haga, pero en ese caso deberá legislarse que fábrica que cierra, fábrica que queda en manos de los trabajadores que con ayuda del Estado tratará de mantenerla funcionando.
Acordemos en algo esencial. Ninguna de estas soluciones de coyuntura, garantizan la solución del problema esencial de un sistema de relaciones de producción que está enfermo y al que solo le falta que la sociedad se decida a reemplazarlo, pero permitirá en la etapa proteger a las mayorías sociales dentro de los límites estrechos que el sistema impone ante una crisis que tiende a transformarse en humanitaria.
Me permito solo señalar mi coincidencia con el rechazo a supuestas salidas keynesianistas a las cuales suele recurrir el capital en épocas de crisis, para poder continuar luego en estos ciclos reiterados de explotación y miseria para los pueblos del mundo, más aún cuando vivimos una época histórica donde con mayor claridad se manifiesta la senilidad del sistema. En este sentido, Ricardo Antunes en su artículo “La sustancia de la crisis” (Herramienta Nº 41, pag. 101), señala que
Si el neokeynesianismo de estado todo privatizado es la respuesta encontrada por el capital para su crisis estructural, las respuestas de las fuerzas sociales del trabajo deben ser radicales. Contra la falacia de la “alternativa” neokeynesiana que siempre encuentra acogida en varios sectores de la “izquierda” que actúan en el universo del Orden –”alternativas” condenadas al fracaso, como demostró Mészáros analizando el siglo XX, pues se inscriben en la línea de menor resistencia del capital– el desafío ya estaba indicado en su artículo “Política Radical y Transición hacia el Socialismo” (escrito en 1982 y publicado en Brasil por la primera vez en 1983, y que consta en este libro). Allí estaba presente tanto la distinción crucial entre la crisis de tipo estructural y sistémica y las crisis cíclicas coyunturales del pasado, así como la necesidad de una política radical, al contrario de las alternativas (neo) keynesianas y a las cuales el capital recurre en sus momentos de crisis.
Analizando los datos del 2003, resaltábamos en el articulo citado al inicio de esta nota, que
en los principios del siglo XXI Estados Unidos se encuentra en una crisis y estancamiento que hace peligrar su futuro como poder hegemónico del planeta; En Europa, Francia y Alemania se encuentran en una etapa de recesión marcada y que se acentúa año a año; Japón sufre una recesión que ya lleva casi una década. Una crisis más del sistema está a la vuelta de la esquina.
No fuimos adivinos ni genios, solo divulgamos lo que ya muchos pensadores habían vaticinado con conocimientos y estudios que la ciencia social ha desarrollado.
Y en este sentido, destaco que
Paralelamente con esta centralización del capital o expropiación de muchos capitalistas por unos pocos, se desarrolla en una escala cada vez mayor la forma cooperativa del proceso de trabajo, la aplicación técnica consciente de la ciencia, la explotación sistemática organizada de la tierra, la transformación de los medios de trabajo en medios de trabajo utilizables sólo colectivamente, la economía de todos los medios de producción al ser empleados como medios de producción de un trabajo combinado, social, la absorción de todos los países por la red del mercado mundial, y, como consecuencia de esto, el carácter internacional del régimen capitalista. Conforme disminuye progresivamente el número de magnates capitalistas que usurpan y monopolizan este proceso de transformación, crece la masa de la miseria, de la opresión, del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación...La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad capitalista. Los expropiadores son expropiados. (El Capital, Carlos Marx, Tomo I, pag. 648/49).
Quiero aclarar que esto no significa que se esté hoy necesariamente ante una crisis invariablemente terminal, pero sí que sin duda estas crisis son también una tendencia, que agudizan cada vez más la incompatibilidad a que hace mención Carlos Marx en su obra.
Conclusiones:
Estamos ante una crisis del sistema capitalista que se produce por las contradicciones intrínsecas del sistema. No nos viene de afuera, esta en los nudos del mismo sistema, por lo que defender al capitalismo es sostener también esta lógica perversa basada en la explotación del hombre, en su degradación y miseria.
Esta crisis tiene características particulares, pues se extiende a la crisis del medio ambiente, crisis alimentaria, crisis energética con consecuencias que pueden ser catastróficas para la vida humana.
El sistema capitalista no tiene una salida integral para la humanidad, y solo puede sobrevivir en base a generar una grave crisis humanitaria.
Los poderes institucionales, más allá de los obvios matices que generan las diversas situaciones sociales en cada país, han salido al salvataje del sistema, y los derechos humanos fundamentales solo, y en algunos casos emergentes de la movilización popular, son protegidos tangencialmente y siempre que la situación no se agrave. Los Estados han puesto y ponen sus mayores esfuerzos en subsidiar a las empresas mientras ponen freno a todo reclamo por parte de los trabajadores. Se trata de evitar el conflicto social que puede generar la crisis, pero no se avanza en políticas de Estado que efectivamente protejan al trabajador ocupado o desocupado, su salario y sus necesidades sociales.
Son necesarias normas legales que prohíban los despidos, garanticen la estabilidad laboral, generen aumentos salariales reales, determinen que ante el cierre de establecimientos sean los trabajadores quienes continúen con la explotación; reparto de las horas de trabajo sin merma salarial; libertad y democracia sindical; garantizar un salario igual a la canasta familiar para ocupados y desocupados.
Reiterando lo que ya expusiéramos en la “Editorial” de la revista La Causa Laboral Nº 39
en la coyuntura, y tal como lo anticipáramos en números anteriores, el peso de la crisis está golpeando la espalda de los trabajadores. Nuevamente estamos viviendo las consecuencias de la aplicación de una regla de oro del sistema: convidados de piedra en las épocas de bonanza y socios en las crisis. Regla que es tan inmoral como vigente. Lo que ayer pronosticábamos hoy es una cruel realidad: despidos, suspensiones, recortes de salarios, reducción de la jornada laboral, eliminación de derechos, etc., son para los trabajadores el pan nuestro de cada día. Una realidad que el discurso oficial pretende ocultar con estadísticas que omiten reflejar lo que ocurre en el mega sector informal de la economía.
Ante ello, una vez mas demandamos medidas efectivas para proteger la estabilidad laboral, comenzando por la prohibición de los despidos sin causa, cuya violación permita al trabajador afectado demandar la reinstalación en su puesto de trabajo u optar por una reparación económica lo suficientemente onerosa como para desalentar esas conductas patronales. Este derecho debe ser acompañado de disposiciones que impongan una mayor carga impositiva a quienes han obtenido ganancias extraordinarias en los últimos seis años, para así generar un fondo para ayudar a las pequeñas empresas a sostener las fuentes de trabajo. De esa manera, quienes más ganaron, y nos consta que fueron muchos y a valores que superan la media internacional, serán quienes sostendrán con su aporte las fuentes de trabajo y no como ahora que se utilizan fondos de ANSES a esos efectos e inclusive favoreciendo a esos sectores enriquecidos. Los fondos de ANSES debieran utilizarse para arribar al tan necesario 82% móvil para los jubilados, otro de los temas pendientes de prevalente urgencia.
También reclamamos una nueva Ley de Riesgos del Trabajo que recepcione no sólo la doctrina expresa de los fallos de la Corte Suprema, sino lo que en ellos está implícito: que el nuevo sistema debe poner el acento en la protección efectiva de la vida y la salud de los trabajadores, que constituyen derechos humanos fundamentales, y que todo el andamiaje jurídico, con base en los preceptos constitucionales, debe tributar a su realización. En este esquema, la participación de agentes con fines de lucro es absolutamente incompatible con estos objetivos.
Conclusión final
Pero en definitiva, lo que no se puede modificar es la rueda de la historia, y es allí donde las contradicciones del sistema explicitadas deben explotar y de hecho lo hacen, pero para que ello signifique que también explote el sistema, habrá que crear las condiciones subjetivas que nos permitan terminar con aquella resignación y comprender que si hay algo en realidad utópico en esta etapa de la humanidad, es la ilusión de recrear un “capitalismo nacional” o “serio”, y que el único camino posible pues tenemos al sujeto para llevarlo adelante, es el socialismo. Y esto ya deja de ser una frase hecha o una postura utópica. De toda la información suministrada en este documento y la realidad que el sistema capitalista nos impone día a día, no cabe duda que el problema es justamente este sistema y que toda salida que no implique destruir esta organización de la sociedad, significará nuevos fracasos, más hambre, más miseria, más desocupación para la humanidad. No sabemos si esta es la crisis terminal del sistema, pero si sabemos que si no acabamos con el sistema, el sistema acabará con la humanidad.
Versión actualizada de una ponencia presentada en las Jornadas Rioplatenses del Derecho del Trabajo organizadas en 1998 por la Asociación de Abogados Laboralistas. Enviado por el autor a Herramienta para su difusión.
Setiembre 2009