Común, como concepto y reivindicación, en los últimos 30 años se ha vuelto el centro de muchas propuestas teóricas de liberación y de varios movimientos sociales. En el texto se exponen diferentes usos y referencias con los que este término aparece en las propuestas de distintos autores y reivindicaciones de algunos movimientos, para mostrar su polisemia, a veces su ambigüedad, y sobre todo la dificultad de alcanzar una definición exhaustiva y acabada de este concepto. El objetivo es mostrar que, a partir de un análisis marxista de la economía política contemporánea, el concepto de común se vuelve una herramienta analítica útil para dar cuenta de diferentes expresiones actuales de disputa por el control de la riqueza social entre muchos movimientos sociales y las dinámicas de apropiación capitalista. En particular, este concepto nos permite identificar a nivel teórico dos terrenos donde el enfrentamiento se está realizando: la cuestión del valor y de la propiedad.
El contexto de emergencia del común en los movimientos contemporáneos
El común aparece en el lenguaje teórico y político sobre todo a partir de los últimos 30 años. Lo que es importante evidenciar, para fines analíticos, es que la centralidad que ha asumido recientemente encuentra su condición de posibilidad en las dinámicas contemporáneas del dominio y de la apropiación capitalista, las cuales –según la definición de Hardt y Negri (2011: 151)– se dan en términos de una expropiación del común.
Dicha propuesta se inserta en aquellas reflexiones marxistas que han estudiado las transformaciones del capitalismo desde los años ‘70, evidenciando el modo en que hoy la apropiación capitalista de la riqueza no se da mayoritariamente con la apropiación de la plusvalía producida por los trabajadores asalariados en las fábricas, como en la fase de hegemonía del capitalismo industrial. En cambio, han emergido otros ámbitos y dinámicas de apropiación de la riqueza:
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Privatizaciones de recursos, industrias y servicios estatales;
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apropiación y explotación intensiva de recursos de los territorios;
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el dispositivo de la deuda financiera tanto pública como privada;
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un conjunto de actividades económicas muy distintas entre sí que fundan su condición de existencia en los derechos de propiedad intelectual, o que cuyo valor es fundamentalmente determinado por elementos inmateriales.
Algunas de estas dinámicas pueden ser representadas con el concepto de acumulación por desposesión (Harvey, 2004: 118-119), con el cual se ha dado cuenta de formas violentas de apropiación de riqueza, típicas del neoliberalismo: desde la sustracción de riqueza estatal con las privatizaciones y el pago de la deuda pública, hasta el despojo de tierras campesinas para explotar recursos naturales, minerales y energéticos, o para actividades agroindustriales. Estos fenómenos se pueden representar como una expropiación capitalista de una riqueza común, entendida como una riqueza colectiva acumulada bajo la propiedad estatal, en el primer caso, o como riqueza que pertenece colectivamente a comunidades campesinas o que es condición común y necesaria para la vida humana, en el segundo caso.
Las otras dinámicas de expropiación del común se refieren a las nuevas formas de producción que se han vuelto hegemónicas en el contexto del capitalismo global contemporáneo, que Hardt y Negri proponen nombrar como producción biopolítica (2011: 145). La hipótesis de estos autores surge de un largo y complejo análisis de las transformaciones emergidas después de la reestructuración capitalista de los años ‘70, las cuales han llevado a la sustitución de la hegemonía de la producción industrial con nuevas y muy distintas formas de producción caracterizadas por la centralidad de elementos inmateriales en la determinación del valor, encontrando sus fundamentos en las nuevas tecnologías y en los derechos de propiedad intelectual. Hablamos de actividades muy distintas que van desde el sector de servicios, al de la información, la informatización, las producciones culturales, artísticas e intelectuales, al negocio relacionado con las patentes en la industria farmacéutica, la biotecnología y la agroindustria. Lo que nos interesa evidenciar es que en la actualidad el valor –en cuanto expresión cuantitativa de la riqueza dentro de nuestra sociedad capitalista (Marx, 2013: 43 y ss.)– ya no es producido mayoritariamente en los lugares de producción tradicionales ni es fruto del trabajo de un grupo de trabajadores. La riqueza, entonces, es cada vez más generada en la vida social y en la cooperación social, adquiere cada vez más la forma de productos inmateriales y comunes como: los códigos, las informaciones, conocimientos, relaciones sociales, etc. El común, en la propuesta de estos autores, es entonces todo lo que se produce en la cooperación social, lo cual es tanto fundamento como producto de la producción en la actualidad, pero que los capitalistas tratan continuamente de cercar y privatizar para permitirles la apropiación privada de esta riqueza común (Hardt y Negri, 2011: 153). A diferencia del contexto industrial, en donde la apropiación capitalista del trabajo ajeno se da como explotación de un grupo de trabajadores organizados por un capitalista, en la producción biopolítica la explotación es sobre la sociedad misma o la cooperación social, a través de modalidades que se pueden representar como una captura externa de una riqueza producida fuera de los lugares de producción organizados por los capitalistas (2011: 154).
Común en los debates teóricos
Común en las traducciones desde la literatura en lengua inglesa
En la literatura en lengua española normalmente el concepto de común aparece como traducción de los términos commons y common de autores que escriben en inglés. El termino commons no tiene un consenso para su traducción al español (Helfrich, 2008). Podemos encontrarlo traducido como común (Federici, 2004 y 2013), pero también como bienes comunales (Klein, 2001), procomún (Linebaugh, 2013), bienes comunes (De Angelis, 2012; Harvey, 2013) o ámbitos de comunidad –según lo proponen Illich y Esteva (Esteva, 2013). El termino common es traducido como común en las ediciones en lengua española de los libros de Hardt y Negri (2002; 2004 y 2011).
Al parecer, estos términos ingleses se vuelven complejos de manejar en las traducciones al español. Vemos algunos ejemplos; un texto de Federici (2013) originalmente intitulado: “Feminism and the Politics of the Commons [...]”, en la edición al español aparece como: “El feminismo y las políticas de lo común [...]”. Notamos que el sintagma “the commons” es traducido como “lo común” (p. 143). Abajo muestro algunos pasajes del artículo, primero en la versión inglesa y enseguida en la traducción al español.
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“the concept of ‘the commons’” → “el concepto de ‘lo común’” (p. 144, las itálicas son mías)
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“are often described as commons” → “se describen a menudo como comunes” (p. 145)
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“should we speak of ‘commons’ in the plural, or ‘the common’ as Autonomist Marxists propose [...]?” → (esta frase no aparece en la edición al español)
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“the theory proposed by Antonio Negri and Michael Hardt [...] a society built on the principle of ‘the common’” → “[...] una sociedad construida sobre los principios de «lo común»” (p. 152).
El término commons no tiene una traducción única. Puede aparecer como lo común o bien como comunes. Sobre todo es interesante notar que la preocupación de la autora en torno a la necesidad de usar commons (en plural) o common (en singular) no aparece en la edición al español; es decir, ambos términos que en la literatura en lengua inglés se refieren a dos conceptos diferentes, al español son traducidos con el mismo término: común.
También el sintagma “the common” en los libros de Hardt y Negri parece no tener una única traducción: en las ediciones al español de Imperio (2002) y Multitud (2004) aparece como “lo común” mientras que en Commonwealth (2011) aparece como “el común”.
Común en la literatura en lengua española
El concepto común aparece también en textos de autoras que escriben en español, las cuales hacen uso del sintagma “lo común”. Con esto, Gutiérrez (2014: 279) y Linsalata (2015: 18) se refieren a formas asociativas que surgen alrededor de la compartición de bienes. Ambas muestran que en dichos contextos, como en la posesión colectiva de tierras en América Latina, lo común se refiere tanto a la riqueza compartida y colectivamente producida, como a las prácticas de toma de decisiones sobre la gestión de esta riqueza y la organización de la cooperación: al respecto hablan de producción de lo común (Gutiérrez, 2014; Linsalata, 2015), o de formas políticas de lo común (Gutiérrez, 2015) para evidenciar sus diferencias con las formas liberales de participación política al interior del Estado moderno. Navarro (2012) habla de lo común en un sentido similar, en particular refiriéndose a prácticas colectivas de grupos que defienden sus recursos ecológicos contra el despojo capitalista; define lo común como una relación social antagónica tanto al control del Estado como al dominio y la valoración capitalista; para evidenciar su carácter de práctica social propone pensar en términos de hacer común (2012: 151 y 164).
Muchas teorizaciones sobre el común
El concepto de común en estos años ha aparecido en muchas teorizaciones refiriéndose a dinámicas muy distintas. Para fines de este artículo propongo centrarnos en una cuestión –parcial, pero pertinente– de la cual todas ellas nos dan cuenta al hablar de común: la relación de los sujetos con la riqueza. Vamos a exponer ahora, en manera sintética y no exhaustiva, algunas de las maneras con que se ha pensado al común.
Si generalmente se refiere a una relación de sujetos con la riqueza, diferentes autores están pensando en diferentes expresiones concretas de esta riqueza. Pueden ser recursos ecológicos compartidos por grupos de campesinos (Ostrom, 1990; Linebaugh, 2013); productos inmateriales, si pensamos a la industria cultural (Lessig, 2004) o lo producido con las nuevas tecnologías informáticas (Kleiner, 2015); bienes estatales o infraestructuras para la comunicación (Dyer-Witheford, 2007); cualquier bien subsumido dentro relaciones sociales o productivas alternativas a las dominantes (Cognini, 2013; Teatro Valle, 2012). Consecuentemente a lo que se acaba de exponer, también son diferentes los ámbitos de existencia del común; es decir los ámbitos donde los diferentes autores piensan al común y la posibilidad de una intervención política para el cambio. Puede ser el ámbito rural (Gutiérrez, 2015; Ostrom, 1990); el ámbito urbano-metropolitano (Harvey, 2013; Hardt y Negri, 2011); las redes informáticas (Kleiner, 2015); o los circuitos de valoración capitalista de la producción contemporánea (Hardt y Negri, 2011).
Otra cuestión donde se evidencian las divergencias es respecto al tipo de relación entre el común y el capitalismo. Ostrom (1990) lo piensa en términos de compatibilidad, mostrando que al interior del mercado y del Estado hay ciertos bienes cuyo uso razonable y eficiente es mejor garantizado por una gestión colectiva. Navarro (2012) y Gutiérrez (2015) piensan esta relación en términos de exterioridad, por considerar al común como prácticas sociales que se dan afuera del control estatal y de la valoración capitalista, y por implicar formas de organizar las relaciones sociales diferentes a las formas dominantes. En las propuestas de Harvey (2013), Hardt y Negri (2011) y Kleiner (2015) el común surge dentro de las actuales formas de producción y los circuitos capitalistas de valoración, en este sentido su relación con el capital es de interioridad y conflicto; es decir, el común es el terreno de enfrentamiento entre la producción social de la riqueza y su apropiación capitalista.
Los movimientos sociales alrededor del común y sus diferencias
Hay varios movimientos que se pueden pensar como movimientos alrededor del común, por expresar esta idea en sus reivindicaciones o por las características que a través de una mirada teórica reconocemos en ellos. Propongo ahora una categorización genérica de diferentes movimientos que por algún motivo están relacionados a la cuestión del común. Es una categorización simplista y arbitraria cuyo único objetivo es permitir evidenciar algunos elementos útiles para sustentar las argumentaciones a desarrollar en este artículo.
Se podría pensar a los movimientos alrededor del común a través de cuatro tipos:
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Resistencias a los nuevos cercamientos (Midnight Notes, 1990). Son luchas de habitantes locales que defienden sus tierras, o en general su entorno ecológico, frente a dinámicas de despojo capitalista: expansión urbana, infraestructuras, actividades extractivas, agroindustria, privatización de tierras colectivas. Aquí el común refiere a tierras poseídas colectivamente o a recursos ecológicos sobre los cuales se reivindica el acceso y uso.
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Movimientos ecologistas. Son aquellos movimientos que dirigen su preocupación a recursos ecológicos o fenómenos biofísicos que, por algún motivo, tienen una importancia para la población en general; por ejemplo, la cuestión del cambio climático o la defensa de la Amazonía frente a la deforestación. Aquí el común refiere a entornos ecológicos considerados condiciones fundamentales para la vida de la humanidad y se propone limitar el acceso y el uso a ciertos recursos para no afectar dichas condiciones.
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Oposición a las privatizaciones neoliberales. Son aquellos movimientos que se oponen a las privatizaciones de recursos, servicios o industrias estatales; por ejemplo, los movimientos contra las privatizaciones de agua en Bolivia y en Italia, que han centrado sus reivindicaciones en la retórica de los bienes comunes (Gutiérrez, 2009: 318; Mattei, 2013: 367). Aquí el común es un bien que se defiende frente a la privatización, pero también el tipo de gestión que se reivindica contra el control centralizado del Estado: a través de las propuestas de la propiedad social en Bolivia (Gutiérrez, 2009: 89) o la gestión participada en Italia (Mattei, 2013: 374-375)
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Oposición a los derechos de propiedad intelectual. Son luchas contra el uso mercantil de bienes inmateriales permitido por los derechos de propiedad intelectual. Estas luchas pueden ser de poblaciones rurales locales que defienden sus conocimientos sobre la biodiversidad frente a la apropiación por farmacéuticas; o movimientos que surgen alrededor del uso de las tecnologías informáticas intentando sustraer los productos colectivos de la apropiación privada para el mercado. Aquí el común se refiere a productos inmateriales sobre los cuales se reivindica el libre acceso y uso.
Ahora observemos algunas características que podemos referir a estos movimientos:
Cuadro 1
Movimiento
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Tipo de recursos
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Relación con la propiedad
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Ámbito de articulación
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Resistencia a los nuevos cercamientos
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Bienes ecológicos
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Defensa propiedad colectiva / libre acceso y uso
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Local
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Movimientos ecologistas
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Bienes ecológicos
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Limitación de acceso y uso
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Global
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Oposición a las privatizaciones
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Bienes ecológicos, artificiales y servicios
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Defensa propiedad estatal y su cuestionamiento
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Nacional
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Oposición a las leyes de propiedad intelectual
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Bienes inmateriales
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Libre acceso y uso
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Local / Global
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El esquema nos muestra algunas diferencias evidentes entre los movimientos: en relación a los recursos por los cuales se lucha, al tipo de modalidad de acceso/uso al recurso y a la escala de articulación de cada uno de ellos.
Si consideramos estas diferencias, así como la multiplicidad de posturas que expresan las propuestas teóricas que hablan de común, llegamos a una primera conclusión: no se puede alcanzar una definición compartida y definitiva de este concepto. Al parecer, una teorización sobre el común será necesariamente situada (al contexto específico en donde se da el enfrentamiento con la apropiación capitalista) y parcial (no puede ser exhaustiva para todos los contextos que luchan contra el capital).
Los movimientos sociales alrededor del común y sus similitudes
Una vez reconocidas las múltiples diferencias entre los movimientos alrededor del común, intentamos ahora proponer algunas semejanzas o puntos de convergencia. La primera y probablemente única similitud empírica que podemos encontrar entre ellos es: todos están enfrentándose a procesos de apropiación capitalista. Esta consideración nos muestra que cuando ellos hablan de común se refieren a lo que están defendiendo de la apropiación privada para fines mercantiles. El común, entonces, nos indicaría el terreno de la disputa de la riqueza contra los capitalistas.
Si pensamos, en cambio, desde un punto de vista teórico y a partir de los debates sobre el concepto de común (p. ej., Hardt, 2010), encontramos que son dos los ámbitos que muestran una convergencia entre estos movimientos. Lo que se propone argumentar es que todos ellos se enfrentan con los procesos capitalistas de apropiación de la riqueza alrededor de dos ámbitos de disputa: el terreno de la determinación del valor de la riqueza (la cuestión del valor) y el terreno de las modalidades de gestión de la riqueza (la cuestión de la propiedad).
Común vs capital: la determinación del valor de la riqueza
Hardt (2010) escribe que el común desafía y escapa de las tradicionales medidas del valor económico. El capital, como relación social dirigida a la apropiación de trabajo ajeno, encuentra una de sus condiciones de posibilidad en el hecho de que la riqueza pueda ser medida en términos de una abstracción que nombramos valor (Marx, 2013: 179-190); es decir que esta riqueza exista socialmente como mercancía (Marx, 2013: 43-51). Si observamos algunas de las luchas actuales reconocemos que un terreno de la disputa se da alrededor del valor de la riqueza.
El punto es: ¿cuánto vale?
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¿El entorno ecológico para un pueblo campesino?
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¿La capa de ozono o los fenómenos climáticos del planeta?
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¿Un conocimiento o una información genética?
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¿El agua o la educación pública?
A todas estas preguntas los capitalistas responden a partir de la unidad de medida del valor monetario; es decir considerando todas estas cosas como mercancías. Por ejemplo: el entorno ecológico de pueblos campesinos es una mercancías cuyo valor aparece en los contratos con que una empresa extractivista quiere comprar o rentar a sus terrenos, o aparece en el precio de una indemnización para intercambiar su previa destrucción o contaminación; la emisión de gases que afectan el clima es medida y sus cuotas intercambiadas en el mercado de carbono; los conocimientos e informaciones genéticas son compradas, otras veces robadas, a través contratos de bioprospección que se firman con gobiernos o comunidades locales; los servicios públicos son comprados al Estado para insertarlos en una lógica mercantil. Frente a estos intentos capitalistas de mercantilizar –dar valor monetario– a todo, encontramos resistencias: campesinos que no ceden sus terrenos, expresando una modalidad de valoración no mercantil e inconmensurable (Martínez Alier, 2004: 135) con el valor monetario; movimientos que protestan en las cumbres gubernamentales sobre el clima cuestionando al modelo capitalista mismo, bajo el grito: “System Change, not Climate Change”; comunidades que impulsan disputas legales contra las patentes de sus conocimientos y recursos ancestrales; movimientos que se oponen a la mercantilización de servicios públicos reivindicándolos, en cambio, como “bienes comunes” o “derechos”. Estas resistencias nos hablan lenguajes de rechazo a la necesidad capitalista de reducir todo a valor de cambio, es decir, de volver todo mercancía.
Otra disputa alrededor de la medida del valor de la riqueza la encontramos en todas aquellas actividades heterogéneas en el sector servicios, información, industria intelectual, artística o cultural. Los que estudian estos fenómenos sostienen que la ley marxiana del valor –basada en la medición y cuantificación del valor a partir de una cantidad de tiempo de trabajo– ya no permite dar cuenta de la creación del valor en la actualidad (Hardt y Negri, 2004: 181; 2011: 318). Es decir, que ya no hay una relación directa entre el trabajo de un trabajador (o grupo de trabajadores) y la creación de valor. En la actualidad, mucho de lo que se produce y de lo que determina el valor son productos inmateriales fruto de la cooperación social y de la vida social misma. Estos productos comunes y fácilmente reproducibles, los capitalistas necesitan encerrarlos en la propiedad y darles un valor, es decir volverlos mercancías (con derechos de propiedad intelectual, con criterios de productividad en las universidades, con la categoría económica de externalidad, etc..); pero se encuentran frente a la actividad humana productora de valor que, dentro de las formas contemporáneas de producción, desafía –por lo menos teóricamente– la posibilidad de su medición en términos cuantitativos.
Común vs capital: las modalidades de gestión de la riqueza
Si una de las condiciones de posibilidad del capital es la existencia de la riqueza bajo la forma de mercancía, ésta debe ser acompañada por una estructura normativa y de poder en la sociedad que permita su apropiación privada.
Los juristas que estudian la genealogía y emergencia histórica de la propiedad moderna nos señalan que ella es definida por dos caracteres: dominio absoluto y exclusividad (Mattei, 2012: 9 y 44-45). Es decir, se le reconoce al propietario que puede hacer lo que quiera con el bien que le pertenece y que él, y ningún otro, es el único propietario del bien. En la Edad Media europea no necesariamente la idea de propiedad era concebida en estos términos –como lo indica el uso del término commons en la literatura de aquel entonces. Esta idea de propiedad, como se afirma con los Estados modernos, es la que jurídicamente y filosóficamente funda tanto la propiedad privada como la soberanía estatal; es decir la de un sujeto que tiene el dominio absoluto y el derecho de exclusividad sobre sus bienes (Mattei, 2012: 45).
Observamos ahora los movimientos alrededor del común y su relación con la propiedad moderna. Muchas de las comunidades campesinas que resisten a los cercamientos, se oponen a la expropiación para fines capitalistas de sus terrenos poseídos en propiedad colectiva o a programas de privatización de dichos terrenos; están, pues, defendiendo una forma de propiedad que, a pesar de ser reconocida por las leyes en algunos países, no encaja con el binomio público/privado. En otros casos, estas comunidades defienden su derecho a seguir aprovechando de recursos sobre los cuales no necesariamente reivindican una posesión (ríos, bosques, etc.), frente a la amenaza de cercamiento o contaminación por actividades capitalistas, cuestionando el carácter de dominio absoluto de la propiedad. Los movimientos ecologistas, al pedir a Estados o empresas que limiten el uso de ciertos recursos, al igual que los anteriores aunque desde una perspectiva opuesta, también cuestionan el carácter de dominio absoluto de la propiedad. Los movimientos contra la privatización del agua, no sólo expresan una resistencia a la gestión privada y para fines mercantiles de dicho recurso, sino que han cuestionado también la propiedad pública tradicional, llegando a proponer formas participativas de su gestión, bajo el nombre de “propiedad social” (Bolivia) o “gestión participada” (Italia). En fin, los diferentes movimientos contra los derechos de propiedad intelectual, no solo se oponen jurídicamente a las patentes, sino que a través de prácticas ilegales (peer-to-peer) o el uso de aquellos mismos derechos (copyleft, creative commons), reivindican la libertad de acceso y uso a los productos inmateriales cuestionando el carácter de exclusividad de la propiedad.
Conclusiones
Con este texto se ha querido evidenciar la heterogeneidad de teorizaciones sobre el común y de movimientos alrededor de él, lo cual nos impide pensar en la posibilidad de una definición exhaustiva y acabada de este concepto. Si la única similitud empírica que encontramos en estos movimientos es su resistencia a la apropiación capitalista de la riqueza, se ha propuesto evidenciar a nivel teórico dos ámbitos de convergencia de estos movimientos en relación a su enfrentamiento con el capital. Se ha propuesto pensar que dichos movimientos, a pesar de sus diversidades, están disputando a los capitalistas en los dos terrenos de: la determinación del valor de la riqueza y las modalidades de su gestión. Dicho en otras palabras, los actuales movimientos alrededor del común tienen la potencialidad de cuestionar al valor y a la propiedad, que representan dos de las condiciones para la existencia y la reproducción del capital. Por eso, a pesar de la complejidad que expresa el común en cuanto concepto, la propuesta de este artículo es que él representa una herramienta tanto analítica como descriptiva fundamental para dar cuenta de la lucha capitalista en la contemporaneidad.
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