24/12/2024
Por Bonefeld Werner , ,
Debemos celebrar la reseña que hace Cyril de A 100 años del ¿Qué hacer? Leninismo, crítica marxista y y la cuestión de la revolución hoy (de aquí en adelante: "el libro"). A través de una extraña dialéctica de lo posible, esta apática reseña nos revela la significación e importancia del libro.
Cyril desaprueba el libro con una vehemencia tal que uno no puede evitar sorprenderse al advertir que él elogia los aportes individuales, cubriéndolos -con pocas excepciones-de elogios. Leyendo esta reseña, podemos ver a Cyril atrapado entre dos posiciones irreconciliables, una de las cuales enfatiza la necesidad de ir más allá del leninismo, en tanto la otra propone rescatarlo de la crítica. En esta oportunidad, estoy respondiendo al texto de Cyril, de ahí que me refiera a "él". Pero de hecho no se trata de "él": sus problemas, su honesto y valiente intento de liberarse a sí mismo de las concepciones revolucionarias corruptas y en crisis, junto con su evidente dificultad para hacer precisamente eso, expresan la confusión de muchos que emprenden la dificultosa transición que implica el alejamiento de las seguridades leninistas. Coraje, honestidad y una comprensible aprehensión ante las costas inciertas se combinan en una explosiva tensión. Ni "sí" ni "no", sino ambos al mismo tiempo.
Su texto da testimonio de esta vacilación. En su intento de reconciliar lo irreconciliable, él está desgarrado entre la alabanza y el rechazo, acosado por las afiliaciones pasadas y la ansiedad por cortar la cuerda, por alcanzar nuevas costas, y esto sólo lo conduce a permanecer atrapado en la corriente del presente. Trotsky estaba enfermo cuando Kronstadt se convirtió en un baño de sangre: sin embargo, habría sido responsable de él. Kollantay, quien era la más reconocida representante de la oposición obrera -como Cyril señala- también estuvo a favor de un desenlace bolchevique para Kronstadt. Brendel, miembro de los consejos comunistas desde 1930, entonces debe de estar equivocado. Sin embargo, Brendel habla de la oposición obrera, es decir, de la oposición de los trabajadores mismos, no de la oposición de aquellos que hacían campaña desde el Partido Bolchevique, o sea, desde las instituciones del Estado de los trabajadores, en nombre de los trabajadores. Cyril tiene toda la razón en cuanto a que la liberación del pasado leninista exige una cuidadosa evaluación de las afirmaciones y una objetividad escrupulosa, pero estos criterios son vaciados por su valoración machacona del leninismo, aunque en este punto también estoy de acuerdo con su visión. Asimismo, tiene razón en cuanto a que las crudas valoraciones son meros refuerzos del folklore izquierdista. Esta es su principal objeción al libro: se dice que algunas contribuciones muestran un leninismo machacón. Su identificación de la oposición obrera con la oposición de los obreros, una oposición intrínseca a las instituciones del Partido Comunista y de su Estado es enigmática. ¿Quiénes son los autores que son rechazados como radicales machacones? Elogia la contribución de John Holloway, que no es rechazado como un radical machacón.
Tampoco se carga a Johannes Agnoli con tales acusaciones. Se le ha achacado, en cambio, el hecho de haber ofrecido un argumento tan instrumental como el modelo de Lenin. Agnoli, entonces, es visto como partidario de una política institucional, que ve al Estado como un instrumento de emancipación. Se dice que este autor está marcado por la experiencia de los Verdes alemanes. La lectura de Cyril en este punto es, en su mayor parte, confusa. Agnoli no acarrea dicha rúbrica ni defiende políticas institucionales. Su argumento consiste en que los movimientos emancipatorios deben ser antiinstitucionales. Cyril no lee el "anti". Agnoli sí hace referencia a los Verdes alemanes como un ejemplo de lo que le pasa a un movimiento social cuando busca introducir su radicalización en las instituciones burguesas. Cyril no lee lo que dice Agnoli de esta manera, sino a pesar de lo que éste se propone decir. El "anti" en "antiinstitucionalismo" es primordial. El capítulo de Agnoli debe de haber confundido bastante a Cyril. Éste agradece a Agnoli el hecho de que cierre su contribución afirmando que la resolución a la pregunta básica de un movimiento revolucionario -o sea, la anticipación del objetivo de emancipación en sus medios organizacionales, no puede ser determinada teóricamente-. ¿Qué hacemos con el agradecimiento de Cyril? Su elogio al aporte de Holloway, donde se llega a la misma conclusión, sugeriría que, en definitiva, está bastante conforme con el capítulo de Agnoli. Sin embargo, no es ese el caso. De hecho, su "gracias" es un desdeñoso "¡Muchas gracias, eh!" No comprendo por qué conclusiones similares pueden provocar juicios tan contrastantes, a menos que su repartición del elogio y la crítica sea un medio de reconciliar lo irreconciliable: sí y no.
La contribución de Caffentzis tampoco es criticada en términos de una táctica machacona. Su punto de vista, en cuanto a que Lenin fue el primer revolucionario profesional, parece hacer que Cyril monte en cólera. Este considera que ese honor debe reservarse para Marx. Sin embargo, el principal ataque a Caffentzis no tiene que ver con decidir quién aplicó primero el marxismo al marxismo: Marx, el ratón de biblioteca revolucionario, o Lenin, el revolucionario profesional. La razón real es su apoyo al así llamado "modelo comunicacional" leninista de la revolución. Cyril observa que Caffentzis considera la revolución como si se tratara de un programa de computación. ¡Pobre Caffentzis! A diferencia de Cyril, éste promueve la creación, a través de los medios de comunicación, de una esfera pública proletaria. ¿Es esto tan ridículo como lo muestra Cyril?
Otro aporte que no es criticado como un argumento machacón es el de Sergio Tischler, cuyo texto, por otra parte, le resulta difícil de leer a Cyril. Allí donde es capaz de leer claramente, alaba la profundidad de sus reflexiones. Al menos, en contraste con Agnoli, trata a Tischler con cuidado. No evalúa qué es lo que lee erróneamente.
Su valoración de mis reflexiones está llena de elogios. Espero que los merezcan. Sin embargo, debe hacérsele una crítica. Cyril argumenta que he sido pervertido por la valoración onírica de Behrens sobre Kronstadt. Behrens, sin embargo, no escribe sobre Kronstadt, excepto en una oportunidad: "El fin del modelo de los consejos se da con Kronstadt. De allí en adelante, la idea de una democracia de los consejos obreros ha sido representada solamente por la oposición obrera, que sólo provocó su propia persecución" (pág. 45). ¿He sido pervertido por esto?
La intervención de Alberto Bonnet es desestimada, aunque resulta interesante para la discusión del ¿Qué hacer? No hay ningún trabajo machacón aquí. Bonnet muestra la fragilidad que existe en el corazón del capitalismo contemporáneo. Si esto es o no importante dependerá de la comprensión del objetivo del libro, es decir, de qué lugar se le dé a la revolución como una cuestión de nuestro tiempo.
Nuestro autor se adhiere con entusiasmo a la contribución de Rooke. No hay aquí ni siquiera una insinuación de una táctica machacona.
¡Las páginas de Clarke también son elogiadas! Sin embargo, se dice que Clarke se pervierte cuando intenta eximir a Kautsky del cargo de fiel seguidor de Plejanov. Clarke señala que Kautsky difería de Lenin. ¿Esta distinción carece de una argumentación cuidadosa, aquello que Rooke demanda? El verdadero punto controversial es, sin embargo, que Clarke es criticado por formular la pregunta incorrecta: su cuestionamiento "¿fue Lenin marxista?", que el autor responde por la negativa, yerra el punto. La pregunta correcta debería ser: ¡¿Fue Marx marxista?!
¿Y Behrens? Cyril afirma que sus aportes son un útil informe de la crítica de izquierda a Lenin. Sin embargo lo acusa de una omisión significativa: si bien este autor evalúa la crítica de Luxemburgo, y Cyril no brinda argumentos en contra de eso, para él Luxemburgo y su legado marxista-humanista es menos importante que Trotsky. ¡Behrens omite el más duro ataque de Trotsky a Lenin! ¿Ha borrado Behrens a Trotsky del mapa como lo había hecho antes Stalin? ¿Debemos leer a Luxemburgo a través de Lenin, o debemos reemplazarla por Trotsky? ¿O deberíamos indagar acerca de la significación contemporánea de la contribución de Luxemburgo a la comprensión de la dialéctica entre movimiento y organización?
El blanco real y, de hecho, el único blanco de esta crítica machacona es la contribución de Cajo Brendel, miembro de los consejos comunistas desde los años treinta, hombre de gran dignidad y resolución que ha escrito muchas cosas sobre el comunismo de los consejos, sobre los levantamientos comunistas como los de 1956, sobre la Guerra Civil Española. Brendel ha sido colaborador de Pannekoek y es autor de un libro reciente y muy aclamado sobre éste. Cyril afirma que Brendel desordena la historia. Cuando éste se refiere a la oposición obrera, Cyril lee la oposición de los obreros, reduciendo la lucha de la clase obrera a las contiendas parciales entre fracciones dentro del Partido Bolchevique. Brendel pone el foco en la oposición obrera, la lucha por la autodeterminación por parte de la clase trabajadora misma. La desestimación de Brendel, ¿tiene que ver con esta falta de respeto, propia de su comunismo de los consejos, hacia los héroes de la Revolución, de cuyos errores Cyril pretende que aprendamos? La contribución de este autor es la única que manifiesta entusiasmo por el comunismo de los consejos. Es este el aporte que se compromete -según Cyril- en un trabajo machacón.
¿Por qué un libro sobre el ¿Qué hacer?? Estoy de acuerdo con Cyril en que la izquierda debe liberarse del legado leninista. Él critica el libro porque no le informa demasiado al lector sobre el contenido del panfleto leninista, ni sobre el lugar de este en la historia del movimiento revolucionario. Lo acusa de no colocar el heroísmo y los errores de Lenin y Trotsky en su propio contexto y de separar el factor subjetivo del objetivo. Me pregunto cómo sería la versión de Cyril sobre la liberación de la izquierda respecto del leninismo. ¿Un análisis textual del panfleto de Lenin? Sin duda. ¿Un cuidadoso escrito sobre su lugar histórico y su significación? Sin duda. ¿Una precisa evaluación de las condiciones subjetiva y objetiva de Trotsky y Lenin durante el proceso histórico? Sin duda. Estoy seguro de que un libro así podría andar bien; de hecho, tendría una interesante historia para contar. Pero este libro pretende lograr algo diferente.
El libro no se interesa por una discusión histórico-filológica, como Cyril parece sugerir. Su objetivo no era ofrecer una valoración del texto de Lenin a través de la fina lente de la evaluación histórico-filológica. El centenario del panfleto leniniano fue tomado como una oportunidad para reflexionar en torno a la pregunta por la revolución. Pregunta: "¿qué hacer?" como un cuestionamiento de nuestro tiempo. Pregunta: a) ¿Cuál es la historia del ¿Qué hacer?, o sea, de la concepción leninista de revolución? No hubo intento alguno de discutir el ¿Qué hacer? de Lenin. El intento fue más bien mostrar la concepción revolucionaria del leninismo y su significado y consecuencias antiemancipatorios. El título "¿Qué hacer?" presenta la revolución como una pregunta, no como una evocación. b) Cuál fue la crítica al leninismo de la izquierda no-leninista y cuál es su significación contemporánea. Esta tradición está enfatizada en la primera parte del subtítulo: marxismo antileninista. c) Cuáles son las condiciones del antagonismo de clases hoy en día y qué significa plantear hoy la pregunta "¿qué hacer?", es decir, en un mundo de creciente descontento y anticapitalismo, pero de pocas soluciones revolucionarias: esto aparece señalado en la segunda parte del subtítulo.
La relevancia del pasado no reside en el pasado mismo. Su relevancia es nuestra relevancia. ¿Qué significa, entonces, Qué hacer hoy? ¿Significa trotskismo? ¿Significa un comunismo de consejos? ¿Significa el luxemburgismo no existente? ¿O significa plantear la pregunta por la revolución como una pregunta? ¿Cómo se la planteó en el pasado? ¿Qué significa hoy en día? No puede haber respuestas definitivas. No hay certezas.
El libro se basa en la apreciación de que no es el pasado, sino el presente el que demuestra la verdad. Estoy de acuerdo con Cyril en cuanto a que, si Behrens hubiera discutido la crítica de Trotsky a Lenin, habríamos aprendido algo interesante. Sin embargo, para nosotros, hoy, la revolución en términos de Trotsky, con o sin el "ismo", no prueba ninguna verdad. Es por ello que Behrens discute con Luxemburgo, porque es su dialéctica de la organización y el movimiento de masas la que revela percepciones significativas para nuestras luchas. La concepción de Lenin del Estado es criticada porque, actualmente, desde el movimiento antiglobalización muchos desean transformar el capitalismo usando al Estado como herramienta. Agnoli y Tischler muestran el callejón sin salida en el que terminan tales esfuerzos. La concepción de Lenin acerca del partido fue criticada porque muchos en la izquierda ven al partido como el partido. Por la misma razón, su concepción de la teoría debería haber sido criticada. ¿Y Kronstadt? ¿Una mera coincidencia, o un necesario desarrollo de una concepción de la revolución centrada en la toma del poder por parte de la vanguardia organizada?
El objetivo del libro consiste en intervenir en las luchas de nuestro tiempo. Cyril, desafortunadamente, es incapaz de verlo. Quiere pelear las batallas del presente desde el pasado; quiere ir más allá de Lenin y Trotsky, pero teme abandonarlos. Alaba la mayoría de los aportes individuales, pero se siente incómodo con el libro como totalidad. No puede decidir, está desgarrado; menosprecia sólo para elogiar y elogia sólo para menospreciar. Posiciones contradictorias encontrarán un modo de existencia que permita que la tensión se exprese, desplazando la tensión a un nivel diferente. Un ejemplo es la lectura errónea que Cyril realiza sobre Agnoli como si éste fuera un leninista encubierto, y de Caffentizis como un leninista manifiesto. El rechazo de Brendel como un "comunista de los consejos" -entre comillas-, es otro ejemplo. Para ir al grano, busca reconciliar la tensión con la que se enfrenta argumentando a favor de una valoración filológica históricamente cuidadosa, a fin de mostrar lo subjetivo y lo objetivo de Lenin y Trotsky y evaluar su heroísmo y sus errores. Cyril está contra del ataque machacón, pero no puede evitar que éste siga funcionando.
Marzo de 2003
* Artículo enviado por su autor especialmente para su publicación por nuestra revista. Traducción del inglés: Lorena Verzero.