03/12/2024
El 27 de octubre de 1922 comenzaba la Marcha sobre Roma, culminación de dos años de violencia fascista en contra de sus adversarios políticos y de progresiva penetración en los engranajes del Estado. Con ella, se consagraría el arribo al poder de Benito Mussolini. Durante los siguientes 20 años, sería celebrada todos los 28 de octubre, fecha oficial de la marcha convertida en acontecimiento “fundacional” del nuevo régimen, elemento clave de la “revolución nacional” que Mussolini decía haber emprendido desde la fundación de los fascios de combatientes en marzo 1919.
Cien años más tarde, el “retorno” del fascismo en Italia nunca pareció tan próximo. Ignazio La Russa, miembro histórico del Movimiento Social Italiano, y uno de los fundadores en 2012 de Hermanos de Italia, es hoy presidente del Senado gracias a 17 votos provenientes de las filas de la oposición; entre ellos, sin duda, el del anterior presidente del consejo, Matteo Renzi.[i] Orgulloso coleccionista de bustos de Mussolini, La Russa declaraba, todavía a principios de septiembre 2022, “somos todos herederos del Duce”. Lorenzo Fontana, “nuevo abanderado del fundamentalismo cristiano”, homófobo y racista, defensor de Alba Dorada, es a la vez presidente de la Cámara de Diputados. La formación del gobierno de Giorgia Meloni, primera mujer convocada a ese puesto, como subraya con énfasis la prensa nacional e internacional, viene también a confirmar los pronósticos más sombríos. Para comenzar, ya los nombres de los ministerios llaman la atención de los observadores: Desarrollo económico y made in Italy; Instrucción y merito; Familia, natalidad e igualdad de oportunidades; Agricultura y soberanía alimentaria. En la paleta de las y los escogidos para componer el nuevo ejecutivo, se destaca la presencia de Francesco Lollobrigida –cuñado de Giorgia Meloni–, que inauguró en 2012 un mausoleo a Rodolfo Gaziani, “el carnicero de Fezzan”, general de la República de Saló.
La idea de Italia que quiere promover el nuevo ejecutivo –gobierno que Meloni presenta como “plenamente representativo de la voluntad popular”– fue expresada claramente el 26 octubre en el discurso del presidente del Consejo (Meloni eligió utilizar el título masculino). La obligada referencia a su relación con el fascismo, “yo jamás sentí la menor simpatía o proximidad por los regímenes antidemocráticos, por ninguno de esos regímenes, incluido el fascismo” soslayó sus anteriores declaraciones sobre el tema, la negativa a retirar la llama tricolor del logo de su partido y, en términos más generales, el significado de su militancia en las filas neofascistas que aún hoy reivindica con orgullo; también la referencia a las leyes raciales de 1938, definidas como “el punto más bajo de la historia de Italia”, fue acompañada por un discurso identitario abiertamente relacionado con la historia de los neofascistas de postguerra: “yo vengo de una historia relegada a los márgenes de la República”, y que ataca al antifascismo en cuyo nombre “jóvenes inocentes fueron muertos a golpes de llave inglesa”; en definitiva un discurso con resabios femonacionalistas que relaciona con los “valores” de la “civilización occidental” y las raíces judeocristianas como fundamentos de política identitaria.
El postfascismo, entendido como continuidad del fascismo en transformación, hoy está en el poder en Italia… como si no pasara nada. ¿Anomalía? Indudablemente, si se consideran los millones de páginas que la historiografía italiana consagró al fascismo y los debates que esta pletórica producción provocó. Y sin embargo… como escribe Francesco Filippi en un pequeño y efectivo libro titulado ¿Pero por qué somos todavía fascistas?: “los ‘rumores’ sobre el fascismo y su historia perduran ‘no solamente en la franja muy minoritaria de los que todavía conmemoran con el brazo levantado el 28 de octubre, sino, en términos más generales, en el conjunto de la sociedad italiana”.[ii] Giorgia Meloni se refirió, en el discurso de asunción, a la “pacificación nacional que la derecha democrática siempre deseó”: “la comunidad política de la que he surgido –continuó– ha tomado siempre medidas orientadas a una historización completa y consciente del siglo XX”. Tal vez entonces sea momento de examinar el modo en que la sociedad italiana trató del pasado y lo pasado, a fin de asir la aparente anomalía de la victoria del postfascismo y su narrativa.
Un pasado que no quiere pasar
El 30 de diciembre de 2017, en plena campaña electoral para los comicios nacionales de marzo de 2018, el diario Il Tempo publica en primera plana la foto de Benito Mussolini bajo el título: “Es el eterno Mussolini, el hombre del año”. El artículo lo firma Marcello Veneziani, acerada pluma de la derecha italiana, autor de un librito sobre la cultura de la derecha recientemente reeditado.[iii] Escribe:
Ciertamente, resultaba difícil encontrar, en el 2017 que termina, al personaje italiano del año. […] [Sergio] Mattarella es solo el nombre dado a una silla vacía, el espacio reservado para un sillón vacío. […] Lo que esperamos ahora es el mensaje de fin de año de Mussolini […] Un duce muerto hace más de setenta años desborda más vitalidad que el presidente a cargo.[iv]
Marcello Veneziani presenta a Benito Mussolini como elemento unificador del país ante el proclamado antifascismo de la clase política italiana “sin fe ni ley”.
Pocas semanas antes, Mauricio Sguanci, electo en las filas del Partido Demócrata de Florencia, afirmaba en su muro de Facebook: “En Italia nadie hizo en 20 años más que Mussolini”. Podrían multiplicarse los ejemplos: como el de Pier Luigi Biondi, miembro de Forza Italia y alcalde de la ciudad de Aquila, la que fuera devastada por un terremoto en 2009, chateando en un grupo de Facebook con los colores de la bandera de la República de Salo; o el del consejero municipal de Génova, Sergio Antonio Gambino, que a fines de abril de 2018 conmemoró los muertos de la República de Saló con el respaldo pasivo de Marco Bucci, alcalde de la ciudad desde junio de 2017; o el del consejo municipal de la ciudad de Todi, donde tiene su banca un miembro de Casapound, movimiento que se define como el fascismo del tercer milenio, que decide no respaldar las celebraciones del 25 de abril (día de la insurrección de Milán en 1945 y, desde entonces, fecha de la liberación de Italia) con el pretexto de que serían “demasiado políticas”; o el de las escuelas que se fusionaron en Noicattoro (Bari) pegando sus dos nombres, dando origen al establecimiento escolar “A. Gramsci - N. Pende”, decisión “insensata” que une el nombre de ese militante comunista encarcelado por Mussolini y símbolo de la lucha antifascista que fue Antonio Gramsci, con el de Nicola Pende, alabado por el régimen fascista, médico partidario de la eugenesia, fascista de la primera hora y teórico de “la raza”.[v]
Un sondeo de febrero de 2018 anunciaba que un tercio de los electores de “centroderecha” tenía una opinión “positiva o muy positiva sobre Mussolini” (38 % de los sondeados de la Lega, 32 % de los de Forza Italia y 24 % de los del M5E).[vi] Tendencia que, sin embargo, a largo plazo tiende a descender para la derecha, si se considera que, según sondeos de 1996 y de 2001, las opiniones positivas sobre el régimen habían sido compartidas por el 48 % de los sondeados de derecha.[vii] Pero posiblemente lo mas interesante sea la tasa creciente de los que no sabían, no respondían a la pregunta, o no conocían a Mussolini: proporcionalmente más alta entre los sondeados de Forza Italia (30 %) o de la Lega (27 %) que entre los de Hermanos de Italia (15 %) o los del M5E (11 %). Por supuesto, puede señalarse que han pasado más de 70 años, que ya casi no quedan testigos, o que el salto generacional acentuó lo que el historiador Alberto de Bernardi en su tiempo llamara la “fragilidad del arraigo social” del antifascismo y su “creciente dificultad” para constituir y alimentar una “memoria compartida” del pasado, tras el fin de la Guerra Fría.[viii]
Pero la indiferencia ante la historia del fascismo, precisamente en el país en que nació, ¿no es acaso el signo palpable de lo que el historiador Angelo d’Orsi denominó “la ignorancia”, atribuyéndole dos “significados distintos”: “Un significado ‘débil’, elemental: no tener conocimientos sobre el pasado; ignorancia básica sobre hechos del pasado próximo o lejano. Y un significado ‘fuerte’, es decir: saber y no tomarlo en consideración […].”[ix]? Se refería entonces a la decisión del Consejo Municipal de la ciudad de Roma que, a instancias del reagrupamiento Hermanos de Italia, el 14 junio de 2018, había decidido dedicar una calle de la capital a Giorgio Almirante, fascista entusiasta, redactor en los años 1930 de la revista antisemita La Difesa della raza, que se pasó en 1943 a las filas de la República de Saló, y fundador en la posguerra del Movimiento Social Italiano (MSI). La decisión había sido anunciada triunfalmente por el grupo Hermanos de Italia: “Victoria histórica de la derecha italiana y romana”, decía, exultante, entre otras personas, Rachele Mussolini, nieta de Benito; más histórica aún porque incluso el alcalde Gianni Alemanno (miembro de la Alleanza Nazionale) no había podido alcanzar ese objetivo a comienzo de los años 2000. El voto del 14 de junio fue en definitiva bloqueado por la alcalde del M5E Virginia Raggi, no sin haberlo respaldado públicamente al inicio:[x] “Las lecciones del último vaudeville del M5E –escribía al respecto Angelo d’Orsi– pueden resumirse así: la ignorancia de la historia engendra monstruos”.[xi]
El recuerdo desaparece, los falsarios repintan la historia[xii]
La ignorancia en sentido fuerte, teñida de indiferencia, es indicio del peso adquirido por la gramática política de las derechas italianas durante los últimos 30 años.[xiii] ¿Cómo no considerar la dimensión de la victoria, en el lapso de una generación, de la gran revisión cultural conducida por la “derecha plural”? Desde su llegada al poder, al comienzo de los años 1990, puso efectivamente en un lugar destacado de su agenda la destrucción sistemática del antifascismo como referencia política y cultural. Un “variado grupo de políticos arrogantes y de intelectuales que han renunciado a su deber”, como escribía el historiador Gabriele Turi, han impuesto su lectura de la historia de Italia contemporánea; una lectura que ve en el “comunismo camuflado de antifascismo” el único y verdadero peligro que habría amenazado y para algunos aún podría amenazar a la sociedad italiana; que hizo del anticomunismo y de su “corolario” el antifascismo, su “paradigma histórico”. Operación facilitada por la lejanía de los hechos, que produjo inevitablemente la revisión de los cánones con los cuales habían sido analizados hasta entonces; por la muerte de los actores más importantes, incluso algunos historiadores; por la llegada a la escena política de una generación cuyos padres no habían vivido el fascismo.[xiv]
Esta relectura del pasado no es, sin embargo, simple revisión, “momento indispensable de la investigación histórica”, sino revisionismo.[xv] Se basa en una orientación histórico-moral orientada casi siempre a condenar las interpretaciones precedentes en función de una “batalla política”.[xvi] Ciertamente, desde 1989 –año simbólico si lo hay: caída del Muro de Berlín y bicentenario de la Revolución Francesa–, todas las sociedades europeas fueron tocadas en diverso grados por una ola revisionista que ponía a los acontecimientos revolucionarios en el banquillo de los acusados.[xvii] Pero, en Italia, el revisionismo se potencia con la descomposición del campo político surgido de la postguerra; por la desaparición de esta “República nacida de la resistencia” que hizo más palpable aún la confusión en la cual serán hundidos los valores y utopías ligadas a la experiencia de las luchas antifascistas.
Renzo De Felice es indudablemente la figura de proa de la historiografía revisionista italiana, tal como Ernst Nolte en Alemania. Su revisionismo se basa en la idea que “la historia del fascismo ha sido de algún modo tomada como rehén por la cultura de la izquierda italiana, hegemonizada por el PC”. Se asigna la misión de quitar legitimidad a la producción historiográfica de los historiadores con formación o simpatías comunistas y “condenar” lo que él denomina el “fetiche del antifascismo”[xviii]. En el prefacio al cuarto volumen de la biografía de Mussolini, De Felice critica severamente esta “historiografía esencialmente ideológica (y con frecuencia abierta y agresivamente política)”[xix] y poniendo el acento en los defectos de los partidos antifascistas, que considera como una simple reedición del Partido Nacional Fascista: minoritarios en el seno de la sociedad italiana, se habrían impuesto en el país pese a carecer de base popular. La interpretación revisionista se lanza contra la Resistencia, criticando en particular el apoyo dado por los antifascistas no comunistas al Partido Comunista, que le habría dado a este la carta de nobleza democrática que necesitaba. Así, el historiador Renzo De Felice, en el libro-entrevista Rosso e Nero [Rojo y Negro], verdadero “manifiesto programático del revisionismo italiano” escribía:
Ni los fascistas, ni los antifascistas, ni los comunistas ni los anticomunistas tienen legitimidad para explicarle a la gente lo que ocurrió y cuán importante es para la historia de Italia hoy. Además, la gente ya no tiene confianza en ellos, los consideran vendedores de mitos en los cuales ya no creen y a los cuales atribuyen en gran medida la situación en que se encuentra Italia hoy en día.[xx]
En nombre de una historia “desideologizada”, “desapasionada”, “serena” y sobre todo “desinteresada”, la lectura revisionista del pasado y en particular del fascismo, del antifascismo y de la Resistencia se instaló como si fuera una evidencia mucho tiempo ignorada.
Esta relectura tuvo menos dificultades para imponerse porque se inscribía en una larga tradición que, desde los escritos autobiográficos de los jerarcas fascistas aparecidos al salir de la Segunda Guerra mundial, tendía a retratar al fascismo con rasgos tranquilizadores: un régimen “fuera del cono de sombra de la Shoá”; en el mejor de los casos, un “mal menor”; en el peor, de ningún modo comparable al nacionalsocialismo alemán;[xxi] que cometió el “error irreparable” de aliarse a Hitler y entrar en guerra, pero en donde el “pueblo honesto y trabajador, fisiológica e inconscientemente fascista, porque era normal que lo fuera”, estaba a fin de cuentas integrado por “buenas gentes”(italiani brava gente).[xxii] Una opinión común difundida en la pequeña y en la mediana burguesía, bien representada por la figura de Gennaro Jovine, personaje de la obra de teatro del napolitano Eduardo de Filippo, que no aspira más que a vivir tranquilo y que espera a que la “noche pase” (“adda passa ‘a nuttata”)[xxiii]. En este sentido, los medios de comunicación (prensa para el gran público, como Gente y Oggi y sobre todo la televisión, extraordinario vehículo “de identidad” y “de memoria”) han jugado un rol cardinal en el proceso de autoabsolución colectiva. Repitiendo la “vulgata rehabilitadora” del “hombre bueno” (buon uomo) –Mussolini–, la televisión se convirtió en el vector de una “memoria indulgente” del régimen, ofreciendo la visión tranquilizadora de un fascismo presentado como “necesario” para la “redención de la identidad nacional” y para la subsecuente lucha contra el “comunismo”.[xxiv] Esta “ideología italiana” se expandió con muy pocas dificultades porque fue adoptada, en parte, por los gobiernos demócrata-cristianos y recibida de manera complaciente más allá de las fronteras de la península, como bien puede advertirse hoy en día.[xxv]
La tendencia autoabsolutoria de los medios italianos se acentuó sin embargo en el curso de la década de 1980, cuando comenzó a difundirse la imagen de un fascismo “con rostro humano” y de un antifascismo “ciego” ante los otros enemigos de la democracia, que de ninguna manera podría encarnar lo que debía ser una “auténtica democracia republicana”.[xxvi] En 1987, el biógrafo de Mussolini, Renzo de Felice, insistirá, en dos entrevistas conducidas por Giuliano Ferrara, temprano y fiel partidario de Silvio Berlusconi, sobre la necesidad del revisionismo historiográfico en un período de “innovación política”, y llamará a sentar las bases de la segunda República Italiana.[xxvii] El bagaje cultural y político y las tradiciones de lucha del movimiento obrero italiano fueron entonces considerados frenos de esos procesos de transformación “innovadores”. El socialista Bettino Craxi, presidente del Consejo a mediados de la década de 1990, es el protagonista de este “nuevo aire de los tiempos”, al que hace clara referencia De Felice.[xxviii] Como bien subraya el historiador Giovanni de Luna:
se trataba de expurgar [...] todos esos valores que tenían como referencia las identidades fuertes del siglo XX para modelar la nueva Italia con esta feroz ganas de vivir y con el instinto de supervivencia que siempre marcó el conformismo, las pulsiones autoritarias, las derivas mayoritarias de las clases medias.[xxix]
La deslegitimación del antifascismo también servirá para socavar las bases de la Constitución, surgida de la Resistencia, con la expresa perspectiva de fundar una nueva república: presidencialista, desembarazada de las utopías de postguerra.[xxx]
Los medios italianos no solo acompañaron esta transformación, sino que en cierto modo la dirigieron, respondiendo al llamamiento novedoso contra lo que aparecía como una forma de conservadurismo más incomprensible aún porque el fascismo había desaparecido. Cuando, en 1995, Gianfranco Fini moderniza al MSI para convertirlo en una formación política más presentable, no se cansa de repetir esta idea; el programa del nuevo movimiento se titula además “Pensemos Italia, el porvenir es hoy” (Pensiamo l’Italia, il domani c’e gia). Fini llamó a una “reconciliación nacional” que iría más allá del fascismo y el antifascismo. El sentido implícito de esta posición, como ya señalara Norberto Bobbio, es poner de facto al fascismo y al antifascismo en pie de igualdad; un desdibujamiento de las diferencias que adopta la forma de “reconciliación retroactiva”…
Una charca indiferenciada
Renzo de Felice muere en 1996. Mientras tanto, el revisionismo alcanza su “estadio superior” y muta en inversismo (inversión radical de valores).[xxxi] Esta “nueva historiografía exitosa” se ilustró particularmente en la relectura de la Resistencia. Basta con pensar en la extraordinaria difusión de los libros sobre las “mentiras” de la Resistencia, su guerra “sucia”, y sus “crímenes”, de Giampaolo Pansa, que se declaraba orgullosamente revisionista.[xxxii] Ni mejores ni peores que los otros, fascistas y antifascistas, resistentes y combatientes de la República de Saló, son presentados en esta historiografía como igualmente culpables y por lo tanto igualmente inocentes; un topos retomado por Giorgia Meloni en su discurso de asunción. El objetivo que De Felice impuso a la historiografía italiana, en su último libro, ¿no era establecer “un marco general que ponga la Resistencia y la República de Saló en una historia unificada de Italia”, evitando así las implicaciones del compromiso específico con uno de los campos enfrentados en términos de imaginario sociopolítico, de ética, de visión del mundo y objetivos?
A esta ofensiva historiográfica se agregan los repertorios de acción política movilizados por la derecha para borrar de la memoria y de la historia “las fechorías y la infamia del fascismo”.[xxxiii] Por supuesto, se recuerdan las declaraciones de Silvio Berlusconi que, sin dejar de insistir en el hecho de que Mussolini era “un gran hombre de Estado” que jamás había matado a nadie y enviaba a los antifascistas de vacaciones, denunciaba la “guerra civil permanente” llevada adelante por los comunistas en la Península; expresión repetida el 26 octubre por Giorgia Meloni[xxxiv]. Más importantes, los ataques a los programas escolares. En 2000, el gobierno regional de Lacio, dirigido por Francesco Storace (Alianza Nacional), designa una comisión de “expertos” para censurar los manuales escolares “facciosos”.[xxxv] En 2002, a nivel nacional, la misma agenda política cuestiona “la visión ideológica que frecuentemente ha alterado los hechos históricos irrefutables con fines políticos”, en nombre de una lectura “no ideológica” de la historia.[xxxvi] El mismo año, el escritor y político de Forza Italia Gianni Baget Bozzo anuncia el propósito de abolir la fiesta del 25 de abril como fiesta nacional, en tanto la Alianza Nacional en el seno del Consejo Regional de Liguria, propone, so pretexto de racionalización, anular el financiamiento público a los institutos de Historia de la Resistencia dispersos en el norte de la Península, para crear un solo instituto regional de historia contemporánea:
A nivel más precisamente historiográfico –reacciona entonces el historiador Antonio Gibelli– la discusión está abierta y debe continuar. Pero debilitar los institutos de Historia de la Resistencia significa una vez más intentar borrar o confundir la memoria del pasado: una memoria que [...] no está garantizada por los historiadores, que deberán seguir trabajando y debatiendo libremente, sino por la Constitución. Responde a la misma tentación [...] de los herederos del Movimiento Social Italiano y los censores de la mayoría gubernamental de hacer tabla rasa con la clara cesura consagrada el 25 de abril: de un lado, la idea de una sociedad más libre y más justa; del otro las razones del avasallamiento y las jerarquías raciales. Es precisamente gracias a esta clara cesura que podemos todavía seguir discutiendo.[xxxvii]
En 2008, Marcello dell’Utri anunciaba en un spot Youtube estentóreo que “los libros de historia están todavía hoy demasiado condicionados por la retórica de la Resistencia; serán revisados si llegamos a ganar las elecciones. Es una tesis de la que nos ocuparemos con especial atención”.[xxxviii] Un año más tarde, afirmaba: “Mussolini, hombre extraordinario y de gran cultura, ha perdido la guerra porque era demasiado bueno: no era para nada un dictador como Stalin”.[xxxix]
En abril de 2011, la ministra de Educación Pública, Maristella Gelmini, anuncia en el diario La Stampa que se pondría fin a la escuela “permisiva surgida directamente de 1968”. En el curso del mismo mes, Silvio Berlusconi, entonces aún presidente del Consejo, ataca a los docentes y a la escuela pública:
Silvio Berlusconi, en un mensaje dirigido a la reunión de la Asociación Nacional de Madres, ha subrayado que lo padres pueden hoy elegir libremente “la educación que ellos quieren dar a sus niños –escribe el diario Il Secolo XIX– sustrayéndolos a esos docentes de izquierda que, en las escuelas públicas, inculcan a los alumnos valores diferentes a los de sus familias [...].
El diario se refería luego a la “cruzada” contra los “libros comunistas” conducida por el gobierno a partir del proyecto de ley de la diputada berlusconiana Gabriella Carlucci, que pedía conformar una comisión parlamentaria de investigación sobre “la imparcialidad de los manuales escolares”.[xl] Apenas un mes antes, cinco senadores de derecha habían propuesto, en nombre de la “libertad de opinión”, derogar la XII disposición de la Constitución Italiana, que prohíbe la reconstitución, bajo la forma que fuere, del partido fascista.
El inversismo no habría podido imponer su marca en la opinión pública difusa de esos veinte años si no hubiera contado también con émulos de izquierda que se mostraron también permeables a la relectura del pasado, en particular del período de la resistencia y del antifascismo, quienes llamaban a crear una “memoria compartida”, sobre la base de la legitimidad de la alternancia gubernamental de los dos polos políticos que se disputaban el poder entre 1994 y de 2018. Momento emblemático de ese acuerdo fue el discurso de Luciano Violante el 10 mayo de 1996 en la Cámara de Diputados. Parlamentario de izquierda tras la victoria electoral del reagrupamiento llamado “El Olivar” (Ulivo), conducido por el antiguo demócrata cristiano Romano Prodi, que pasó a ser presidente de la Cámara:
El Parlamento es el guardián de la memoria y de la historia de las naciones. Nuestra memoria y nuestra historia son producto de un proceso fatigante e incesante de conquista de independencia y de unidad [...]. Me pregunto, queridos colegas, me pregunto humildemente, como esta parte de Italia que [...] quiere preservar y potenciar en sus aspectos universales los valores ligados a la lucha contra la tiranía y a la emancipación de los pueblos, no como una propiedad exclusiva de su cultura cívica y política, me pregunto qué es lo que debe hacer esta Italia con el fin de que la lucha contra el nazifascismo pase a ser verdaderamente un valor nacional y general. Yo me pregunto si la Italia de hoy –y por tanto todos nosotros– no debería comenzar a reflexionar sobre los vencidos de ayer; no porque ellos hayan tenido razón, o porque hubiera que adoptar, por conveniencia o por razones poco claras, una especie de aceptable pacificación entre las partes enfrentadas, sino porque es preciso hacer el esfuerzo de comprender, sin revisionismo falsificador, las razones por las que millares de jóvenes hombres y sobre todo millares de jóvenes mujeres, en el momento en que todo estaba perdido, decidieron unirse a la República de Saló y no colocarse del lado de los derechos y de la libertad (Aplausos). Este esfuerzo, después de medio siglo, nos ayudaría a asumir la complejidad de nuestro país, a construir la liberación como un valor de todos los italianos, a determinar las fronteras de un sistema político en el que se reconoce el simple hecho, pero sin embargo fundamental, de vivirlo, de luchar por su futuro, de amarlo, de quererlo próspero y sereno.[xli]
Discurso ambiguo que liga comprensión para los “chicos de Saló” con la necesidad de fundar una narrativa “nacional” de la historia de la Resistencia italiana, pero también discurso acorde con la mutación del Partido Comunista en Partido Democrático de la Izquierda (PDS) en su de 20° Congreso, en 1991.[xlii] El PCI convertido en PDS se separa resueltamente de la idea muy simple recordada por la intelectual marxista Rossana Rossanda de “izquierda pensada en términos de igualdad” y de emancipación,[xliii] para unirse a la de partido de gobierno socialdemócrata y luego demócrata sin más como soñaba su secretario Achille Occhetto:
Nosotros somos ahora otra cosa –escribió este en 1991– y desde ahora solo responderemos por los méritos y los errores del PDS. Yo espero que hoy esté claro para todo el mundo que la opción emblemática del Muro de Berlín no ha sido resultado de una improvisación, sino la gran metáfora del fin de una época en el Este, pero también en el Oeste [...]. Sin una visión clara del momento histórico, este giro hubiera sido imposible. Con esta eficaz comprensión de la nueva época abierta ante nosotros, conquistamos sobre el terreno el derecho de decir, ahora basta. Vamos hacia delante.[xliv]
Meses antes del discurso de Luciano Volante, Francesco Rutelli, alcalde de “izquierda” de la ciudad de Roma, decidió poner su piedra en el monumento de la “reconciliación nacional” dedicando una calle a Giuseppe Bottai, (ministro de Educación fascista que había llevado adelante la persecución de los judíos en las escuelas y universidades desde agosto de 1938).
Bertrand Méheust describía nuestra época como un “apocalipsis suave” en el que la invocación milagrosa del pasado y, sobre todo, de la “violencia asesina” del nazismo y del fascismo “dispensa a nuestra sociedad del examen de consciencia radical al que debería proceder inmediatamente”.[xlv] Recordando la obra ya clásica de Jean-Marie Domenach, Méheust defendía la nostalgia de una época en que la solidaridad, la resistencia, la lucha y en particular la esperanza eran la experiencia y el horizonte para todos los que luchaban por un mundo radicalmente distinto.[xlvi] Ahora bien, ese “mar de esperanza” que representaba la guerra de resistencia fue mutando progresivamente –pero no menos brutalmente, sin embargo– en una charca indiferenciada. Hoy, el revisionismo parece haber ganado la partida, si no en la historiografía al menos sí en la difusa opinión común. Es posible entonces que, para resistir a lo irresistible, haya que retomar el trabajo sobre lo establecido y (re)comenzar “por el medio”.
“Cent ans après la Marche sur Rome. Fascisme, du passé au présent et retour”. Artículo publicado inicialmente en AOC. Enviado por la autora para su publicación en el presente número de Herramienta Web. Traducción del francés de Aldo Casas.
Stéfanie Prezioso es Profesora de Historia Contemporánea en la Universidad de Lausana. Milita en el movimiento político Union Populaire en Suiza.
Notas
[i] Carlos Canepa, Davide Leo, Laura Loguercio, “Video alla mano, quiali senatore dell’opposizione hanno votato La Russa”, pagella política, 13 de octubre de 2022 (https://www.pagellapolicia.it/video–voti–senato–presidente–la–russa).
[ii] Francesco Filippi, Ma perqué siamo ancora fascisti? Un conto aperto. Turín, Bollati Boringhieri.
[iii] Marcello Veneziani, La cultura della destra, Bari, Laterza, 2015.
[iv] Marcello Veneziani, “El eterno Mussolini hombre del año”, Il Tempo, 30 de diciembre de 2017.
[v] Melissa de Sano, “El síndico de Aquila Biondi en un chat que elogia a Saló”, Il Fatto Quotidiano, 8 mayo 2028; Mateo Pucciarelli, “La Comuna celebra la caída de Saló”, la Repubblica, 30 de abril de 2018; Guido Crainz, “Una pregunta a la izquierda sobre el 25 abril”, la Repubblica, 22 de abril de 2018; Antonio Brusa, “A. Gramsci–N. Pende. Una extraña pareja en el aniversario de las leyes raciales”, Historia Ludens, 20 de agosto de 2018 (http://www.historialudens.it).
[vi] Demos & Pi, 72° Atlante político. Indágine Demos & Pi per la Repubblica, febrero de 2018.
[vii] Gabriele Turi, La culture delle destre, p. 61.
[viii] Alberto de Bernardi, Una dittatura moderna. Il fascismo come problema storico. Milán, Bruno Mondadori, 2001, p. 1.
[ix] Angelo D’Orsy, “Via Almirante, l’ignoranza della storia genera mostri”, Il Manifesto, 16 de junio de 2018.
[x] Rory Cappelli, “Campidoglio, pasa la moción para dedicar una calle a Almirante”, R. it roma, 14 de junio de 2018.
[xi] Angelo D’Orsi, “Via Almirante), art. cit.
[xii] Philippe Videlier, “A peine masqués s’avancent les flasificateurs du passé”, Le Monde Diplomatique, enero de 1994.
[xiii] Stéfanie Prezioso, “Did Revisionism Win? Italy between loss of historical consciousness and nostalgia for de past”, en Hugo García, Mercedes Yusta, Xavier Tabet y Cristina Climaco (ed.), Rethinking Antifascism. History, Memory and Politics, 1922 to the Present. Nueva York, Berghahn Book, 2016, pp. 241-257.
[xiv] Sergio Luzzatto, La crisi dell’antifascismo, Turín, Einaudi, 2004, pp. 11; Stéfanie Prezioso, “Antifascism and Antitoliarism: The Italian Debate”, Journal of Contemporary History, N° 4, 2008, pp. 555-572.
[xv] Angela d’Orsi, “Dal revisionismo al rovescismo” en Angelo delBoca (dir.), La storia negata. Il revisionismo e il suo uso político. Vicenza, Neri Pozza (2010) (2009), pp. 349.
[xvi] Claudio Pavone, “Per la storia del revisionismo”, in Atti del convegno “Mappe del 900”, I viaggi di Erodoto, Rivista cultura storica, N° 46, 2022.
[xvii] Gabriele Turi, “La storia sono io”, Passato e Presente, N° 52, enero–abril de 2001, p. 83.
[xviii] Charles S. Maier, “Lettre Ouverte a Ernst Nolte”, Le Débat, 122, 2002, pp. 154-164.
[xix] Renzo de Felice, Mussolini l’alleato, vol. 1, 1940–1943. Turín, Einaudi, 2008 (1990).
[xx] Giovanni De Luna, “Revisionismo e Resistenza”, en Angelo del Boca (dir.), La storia negata, pp. 311-312.
[xxi] Ruth Ben–Ghiat, “A lesser Evil? Italian Fascism in/and the Totalitarian Equation”, en Helmut Dubiel, Gabriel Motzkin (eds.) 2004, The Lesser Evil: Moral Approaches to Genocide Practices in a Comparative Perspective, Londres, Franck Cass, p. 137.
[xxii] Gianpasquale Santomassimo, “Gli ani Trenta della borghesia”, Passato e Presente, N° 1, 1982, p. 150; Robert Ventresca, “Debating the Meaning of Fascism in Contemporay Italy, N° 11 (2) 2006, pp. 189–209; Filippo Focardi, Il cattivo tedesco e il bravo italiano. La rimozione delle colpe della Seconda Guerra mondiale, Bari, Laterza, 2013.
[xxiii] Giovanni de Luna, “La Repubblica Italiana nata dalla guerra”, Passato e Presente, N°81p. 25; Eduardo de Filippo, “Napoli millonaria” (1945), en –, Cantata dai giorni dispari, Turín, Einaudi, 1951.
[xxiv] Mimmo Franzinelli, “Mussolini, revisionato e pronto per l’uso”, en Angelo del Boca (dir.), La storia negata, p. 205; Stéganie Prezioso, Olivier Glassey, “Fabrique mediatique du regard et usages publics de l’hisoire: Steven Spielberg, le débarquement et la guerre coé Allies”, en Marie–France Badie, Michele–Caroline Heck, Monbrun Pilippe (eds.), La Fabrique du regard, París, Michel Houdiard, 2011.
[xxv] David Bidussa, Il mito del bravo italiano, Milan, Il Saggiatore, 1994; G. Santomassimo, “La trincea del totalitarismo”, Il Manifesto, 3 de octubre de 2004.
[xxvi] Renzo de Felice, “De Felice e il superamento dell’antifascismo”, Corriere della Sera, 8 de enero de 1988.
[xxvii] Renzo de Felice, “De Felice e il superamento dell’antifascismo”, Corriere della Sera, 27 de diciembre de 1987; ahora en Filippo Focardi, La guerra della memoria. La Resistenza nel dibattito político italiano dal 1945 a oggi, Bari, Laterza 2005, pp. 252-254.
[xxviii] Gianpasquale Santomassimo, “Origine e culture del Berlusconismo.Ereditá degli anni Ottanta”, en Italia contemporánea, N° 260, septiembre de 2010, p. 385.
[xxix] Giovanni de Luna, “Revisionismo e Resistenza”, art. cit., p. 317.
[xxx] Stuart Woolf, “Fine della Patria?”, Passato e Presente, N° 68, mayo–agosto de 2006, pp. 90ss.; ver también Guido Crainz, Carlo Fusaro,Aggiornare la Constituziones, Roma, Donzeli, 2016.
[xxxi] Angelo D’Orsi, “Dal revisionismo al rovescismo”, art. cit., p. 353.
[xxxii] Gianpaolo Pansa, La grande bugia. Le sinistre italiane e il sangue dei vinti, Milan, Sperling & Kufer, 2006; id., Il revisionista, Milan, Rizzoli, 2009; –, I vinti non dimenticano. I crimi ignorati della nostra guerra civile, Milan, Rizzoli, 2010; –, La guerra sporca dei partigiani e dei fascisti, Milan, Rizzoli, 2012.
[xxxiii] Eugenio Garin, Intervista sull’intellettuale, Bari, Laterza, 1997, pp. 108, 121.
[xxxiv] The Washington Post, 27 mayo 1994; The Spectator, 22 de septiembre de 2003.
[xxxv] Consiglio regionale del Lazio, “Gruppo Alleanza Nazionale–Mocione 9 de novembro de 2000”, http://www.edscuola.it/.
[xxxvi] “Risoluzione 7–00163. Approvata dalla VII Commisione della Camera l’11 diciembre de 2002”, http://www.edscuola.it(archivio/norme/varie/ris7_00163.html.
[xxxvii] Antonio Gibelli, “L’assalto del centro destra alla memoria storica”, Il Secolo XIX, 22 de diciembre de 2002.
[xxxviii] Citado en Angelo del Boca, “Introduzione”, en – (dir.), La storia negata. Il revisionismo e il suo uso político, Vicenza, Neri Pozza, 2010 1ª ed. 2009), p. 18.
[xxxix] Entrevista para Repubblica, 5 de mayo de 2009 citada por Mimmo Franzinelli, “Mussolini, revisionato e pronto per l’uso”, Angelo del Boca (dir.), La storia negata, pp. 231-232.
[xl] “Berlusconi ataca a los docentes”, Il Secolo XIX, 16 de abril de 2011.
[xli] “XIII Legislatura de la Repubblñica Italiana. Seduta del 9 maggio, continuata nella girornata del 10 maggio”, en https://storia.camera.it/; cit. también en G. Turi, La cultura delle destre, pp. 22.
[xlii] Gianluca Fantoni, “After the Fall: Politics, the Public Use of History and the historiography of the Italian Communist Party, 1991–2011”, Journal of Contemporary History, N° 4, 2014, pp. 815-836.
[xliii] Marco Berlinguer, “Qualcosa rinascera ma sará diverso. Intervista a Rossana Rossanda”, 18 noviembre 2012, http://web.rifondazione.it/
[xliv] Achille Occheto, “Editoriale. Rispetatte Berlinguer e misuratevi con questo PDS”, l’Unita, 27 octubre 1991. Adele Sarno, “Stragi,il “palpello” e tengentopoli. 1992, lánno che cambio l’Italia” la Repubblica, 18 de octubre de 2011.
[xlv] Bertrand Méheust, La nostalgie de l’occupation, París, La Decouverte, 2012.
[xlvi] Jean-Marie Domenach, Le retour du tragique, París, Seuil, 1967.