18/04/2024

Buenos Aires, gentrificada:Transformaciónes socio-espaciales en la ciudad inmobiliaria

 

El progreso, ha dejado de ser un discurso que habla de mejorar
la vida de todos para convertirse en un discurso de supervivencia personal”
Zygmunt Bauman
 
 
En un proceso generalizado de urbanización, la condición macrocéfala del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) genera una sinergia de fenómenos de grandes contrastes, gravitacionales, hacia la centralidad por un lado y de dispersión hacia los bordes por el otro.1En un escenario de crecimiento difuso, caótico y desmesurado, las migraciones externas e internas imponen movilidades residenciales centrípetas y centrífugas que producen grandes mutaciones socio-espaciales en la metrópoli sobreurbanizada y suburbanizada.
Mientras los sectores privilegiados pueden optar entre emigrar hacia la suburbanización en barrios cerrados o vivir en protegidos condominios verticalesen las zonas centrales de la ciudad, los menos favorecidos son parte de un mecanismo expulsivo hacia la periferia, que acumula población precarizada y los confina en barrios de extrema pobreza.
El lugar común de los urbanistas, “en la ciudad caben todos”, grafica el crecimiento sin límite de la metrópolis, pero es claro que no todos caben de la misma manera. Los sectores más ricos siempre pueden pagar no sólo más espacio, sino mejor espacio, cercanos a centros de servicios de alta calidad, a parques, con acceso a la belleza escénica del paisaje y otras comodidades. Los pobres apenas pueden acceder a menos y peor espacio, desposeídos de la propiedad son castigados con el desarraigo.2
Entre todas las variables, el precio del suelo urbano es el que define principalmente quién puede y quién no puede vivir en la ciudad. Por lo tanto, es el capital inmobiliario quien marca la metamorfosis urbana y su perfil sociocultural. El ethos de la ciudad es cada vez más una relación mercantil que de ciudadanía.
Es la ciudad emprendimiento, que de manera violenta o simbólica, compulsiva o silenciosa, directa o lateral, reconvierte barrios y zonas de la ciudad y genera un proceso de gentrificación que en Buenos Aires adopta características específicas, propias de su génesis y de la matriz de su desarrollo socio-espacial.
Para poder ingresar en el circuito de ciudades globales, a partir de los años ‘80, la ciudad de Buenos Aires se ha sumado a la tendencia mundial de renovación y valorización de su patrimonio, al tiempo que materializa nuevos proyectos de diversa escala e impacto con el objetivo de atraer al turismo y captar inversiones locales e internacionales. Difiere en ese sentido de ciudades como México, Quito o Salvador-Bahía, que tienen un casco histórico de relevancia patrimonial. Por eso trata de posicionarse, jerarquizando su patrimonio inmaterial, como ciudad de la cultura, del tango en particular, ofreciendo el plus de una actividad nocturna variada y protegida.
Al igual que en Buenos Aires, otras ciudades utilizan la cultura para la revalorización de los barrios obsoletos. En muchos casos, las intervenciones se desarrollan a través de la implementación de un modelo de gobernanza que se legitima en cooperación con las oficinas de Patrimonio Mundial de la UNESCO y diversas ONGs. Sobre el tema, la misma UNESCO ha expresado su preocupación: “Los Estados han convertido la lista de patrimonio inmaterial que difunde la Unesco en un desfile de moda, sin preocuparse por su verdadero objetivo, que es salvaguardar las manifestaciones culturales que se hallan en peligro”.3
Esta estrategia de la globalización de Buenos Aires coincide con la política del empresarialismo urbano que han aplicado los gobiernos que administraron la ciudad y que se ha agudizado con la gestión del PRO, política que permite captar los excedentes del capital financiero con la transferencia de activos públicos y comunitarios al dominio privado.
Estos cambios son dirigidos pero no siempre rigurosamente planeados. Muchos emergen por su propia lógica metabólica, impulsados por actores centrales, estatales y privados, pero también por actos difusos, donde están involucrados y afectados diversos sectores de la sociedad que, sin embargo, desconocen causas, efectos y consecuencias, acostumbrados a circular por una ciudad de fragmentos y navegando flujos desde donde apenas distinguen algunos faros y boyas que les sirven para no perderse en la inmensidad de la urbe. En una ciudad alienada, confundida y extraviada que ha perdido la noción de su propio cuerpo, sus partes ya no son miembros de un mismo organismo. Son segmentos sueltos y deshilachados que no se reconocen entre sí.
 
Gentrificación en América Latina
 
El concepto de gentrificación, tiene ya más de cincuenta años y fue empleado para describir un proceso de cambio social en un área de la ciudad de Londres.  La socióloga británica Ruth Glass fue quien en 1964 utilizó por primera vez este término, que luego se universalizó para caracterizar cuadros semejantes en otras latitudes.4
No es casual que se lo comience a utilizar en la década del sesenta, porque si bien no era un fenómeno nuevo, sus rasgos y consecuencias fueron más evidentes a partir de los cambios en la economía capitalista en rumbo hacia el posfordismo y la globalización.
A partir de ese momento se define como gentrificación el proceso a través del cual una zona habitada por población de bajos ingresos es modificada y ocupada por sectores de clase media y alta. De esta manera son dos las condiciones que deben darse para considerar un proceso como gentrificación: desplazamiento de población, reinversión y revalorización en la zona.
Una interpretación más integral incorpora a esta caracterización, un alza del valor del suelo de ese espacio o de áreas colindantes, la llegada de agentes con mayor capacidad de pago que los vecinos preexistentes, un aumento de los precios en las provisiones y servicios; cambios en las actividades, en los usos y en el paisaje urbano, la disolución de los lazos sociales y la modificación de los patrones culturales y de consumo.
La gentrificación es parte del paso de la ciudad como soporte de la actividad productiva, del tejido social múltiple y diverso a la ciudad fragmentada, como producto, como mercancía, centrada en el sector financiero y de servicios, que encuentra como protagonista a una clase media con suficiente nivel de ingresos para habitarla y consumirla.
Las consecuencias del mejoramiento de determinados lugares y no del conjunto del territorio aparecen veladas, en muchos casos porque la modificación no es violenta y porque a veces se da en periodos de tiempo más o menos extendidos. Las resultados reales, como la expulsión de los pobres, no son asumidos, son ocultados por el marketing de la renovación urbana y la puesta en valor, con conceptos como revitalización, recuperación, regeneración o rehabilitación. El término gentrificación es tabú en los análisis y acciones de gobiernos y agentes privados
La gentrificación se ha transformado en un fenómeno global, dando lugar a una multiplicidad de interpretaciones, muchas veces contradictorias. Según R. Atkinson y G. Bridge, en el siglo XXI la gentrificación mutó y abandonó su modo “clásico”, es decir, rehabilitación de barrios obreros antiguos, céntricos y decadentes, para abarcar nuevos territorios y formas de actuación y expandirse por el mundo. Los diagnósticos críticos abarcan todos los continentes, desde Ciudad del Cabo, hasta Seúl, Shangai y Mombai.
Ya no solo se gentrifica el patrimonio urbano sino cualquier territorio, sea urbano o rural.
Pero como todos los fenómenos globales, cuando se interceptan espacios históricos y culturales, con diferentes formas y orígenes, requieren estudios y metodologías específicas de interpretación. Es preciso un ejercicio crítico, evitando una aplicación lineal de las interpretaciones de los debates del mundo anglosajón donde se originó el concepto, cuyos contextos son sustancialmente diferentes. Muchos estudios tienden a limitar el uso del concepto de gentrificación a los escasos espacios donde la inversión de capital se tradujo en un reciclaje de los inmuebles tradicionales o una transformación refinada del paisaje, esta visión lleva al error al acotarla a su forma de expresión londinense o neoyorquina.
Mientras que en las ciudades de Norte América y Europa Occidental este término puede hacer referencia particularmente a una transformación en diversos espacios por actividades relacionadas a servicios especializados de la economía global y a un uso habitacional dominado por la llamada nueva clase media, en ciudades de los países latinoamericanos, su transformación se relaciona con una mayor diversidad en el uso de los edificios antiguos pero también en la construcción de nuevos, así se localizan oficinas comerciales y profesionales, viviendas de departamentos, shoppings, museos, hoteles, restaurantes, bares, discotecas, productoras de espectáculos, locales de moda y diseño.
No se trata de adaptar linealmente lo global a lo local, pero a su vez es preciso descartar la idea de una especificidad tan singular que niegue la existencia de procesos elitizadores en las ciudades latinoamericanas. Tampoco es útil ampliar demasiado el concepto involucrando otros fenómenos urbanos, porque diluye su esencia y vacía su significado, ni naturalizarlo como parte de un ciclo biológico propio de todos los barrios, según el cual éstos experimentan las fases de crecimiento, declive y revitalización o renovación potenciales.
El número de estudios empíricos sobre gentrificación en diferentes geografías es todavía parcial. En América Latina las investigaciones realizadas sobre Buenos Aires, México DF o Santiago de Chile, iniciaron un camino que empieza a echar luz sobre las características comunes a los procesos descriptos en los países del norte y señalan las originalidades que se registran en la región.
Entre las originalidades están las múltiples formas de ocupación de terrenos y auto-construcción al margen de las normativas del Estado que se han expandido como consecuencia de la explosión urbana en la segunda mitad del siglo XX donde las políticas urbanas neoliberales, han agudizado la producción de viviendas llamadas eufemísticamente “informales”. Por tanto gentrificación y asentamientos precarios en el casco urbano pueden considerarse como contracaras de un mismo fenómeno, que tiene al Estado como protagonista determinante en la generación de estas desigualdades socioespaciales
La presencia de asentamientos informales, villas, favelas, en las áreas centrales, son un cuadro característico de América Latina. Sus construcciones no tienen valor patrimonial, pero sí el suelo que ocupan, lo que genera una presión permanente para erradicarlas. Esta coerción cuenta a su favor con el consenso de quienes habitan la ciudad formal que no quieren compartir espacio con quienes han cargado de estereotipos y prejuicios y simbolizan para ellos el lado oscuro y negativo de la vida urbana. Este es un rasgo que le da un carácter diferencial al fenómeno y expone un conflicto de clase mucho más agudo que el observado en los países de Europa y América del Norte.
Los mecanismos gentrificadores pueden ocurrir en plazos variados y modalidades distintas. Puede ser violenta, como durante la gestión en Buenos Aires del brigadier Osvaldo Cacciatore entre los años 1976-1982, con el mayor plan de expulsión de los habitantes de villas y asentamientos registrados en el país,5 o como la remoción de favelas en Brasil en ocasión de los preparativos para los Panamericanos, el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.6 Esta manera de expulsar a los pobres hacia las periferias es persistente, pero no es la única. También hay mecanismos menos explícitos ocultos detrás de grandes proyectos urbanos, como Puerto Madero,7 porque aunque en este caso no significó el desplazamiento de habitantes de ese lugar, la llegada de un sector de inversores y habitantes de altos ingresos a un reducto de élite tuvo impacto directo en la reconfiguración de los barrios de San Telmo y La Boca. En Río de Janeiro, otro megaproyecto similar, Porto Maravilha combina las distintas formas de gentrificacion, tanto directas como laterales. En ambos casos el Estado es factor fundamental como facilitador del negocio inmobiliario, subordinando el interés público al privado, creando normas y reglamentaciones específicas que favorecen la máxima rentabilidad y generando estructuras de gestión autónomas del control institucional. En Buenos Aires es la Corporación Antiguo Puerto Madero S. A., y en Río la Companhia de Desenvolvimento Urbano da Região do Porto do Rio de Janeiro, CDURP.
En San Pablo, Salvador y Recife, la recuperación de áreas históricas, partieron de la “normalización” de la calle, basada en la limpieza social, semejante a la operatoria aplicada en el casco histórico de México DF, Coyoacán y Xochimilco, las inversiones inmobiliarias de magnates como Carlos Slim se multiplicaron una vez que las calles fueron liberadas de vendedores ambulantes con un gigantesco plan de re-ubicación.8
Normalizar las calles a través de la disciplina, el castigo y la eliminación de los vendedores ambulantes y los sin techo es una metodología que tiene como objetivo garantizar un espacio público seguro y limpio tanto para los turistas como para los futuros residentes. Como señala Loïc Wacquant, “la limpieza del entorno construido y de las calles de aquellos detritos físicos y humanos que la reconversión económica y la reducción del bienestar económico lleva aparejados, tiene el fin de convertir la ciudad en un sitio agradable por y para el consumo burgués”.
En el ejido de Santiago de Chile, en su área central, que concentra un número significativo de bases financieras, gubernamentales y corporaciones, los agentes inmobiliarios, aprovechando el beneficio de esas externalidades, que incluyen mejoras en la infraestructura del transporte y una política crediticia favorable, produjeron en una década y para sectores de clase media y alta, 70.000 unidades, mientras que en la misma zona solo se utilizaron 133 créditos para vivienda social.
Estas mutaciones no solo afectan a las grandes metrópolis. Un ejemplo es lo ocurrido en Cartagena de Indias, Colombia, cuando después de ser declarada como Patrimonio de la Humanidad en la década de 1980, inversores privados iniciaron la compra de residencias para darle nuevos usos, relacionados con el turismo, especialmente relevante dentro de la ruta de cruceros del Caribe, que aporta casi trescientos mil visitantes anuales de un elevado poder adquisitivo, fenómeno que ha generado un creciente desarrollo comercial y hotelero, actividades que han afectado negativamente la naturaleza de la red social y el fuerte sentido comunitario existente.
 
El suelo mercancía, base de la renta urbana
 
La mercantilización del suelo urbano, bien escaso y no renovable, es una posibilidad de darle a la crisis económica y financiera mundial cierta estabilidad ya que no está determinada por las condiciones de producción puesto pues en última instancia las cantidades producidas son limitadas e irreproducibles. La transformación de un bien con precio pero sin valor, el suelo, en un factor de renta diferencial, explica una de las causas específicas de la gentrificación.
En ámbitos urbanos, densos en población y en capital fijo, la cualidad del suelo más importante tanto para la renta capitalizada como para la renta potencial del suelo, es la ubicación del terreno en el espacio relacional, es decir, en relación a todos los otros terrenos, los servicios y los nodos significativos de la ciudad. Desde esta perspectiva vemos que son los cambios en el entorno los que aumentan las rentas del suelo y no las inversiones por parte del propietario. El factor que los hace más ventajosos es la actividad en retroceso y el deterioro en un espacio céntrico de interés, de donde se pueden extraer grandes plusvalías a través de su puesta en valor.
Hubo periodos donde el Estado jugó un rol más equilibrador. Promovía conjuntos habitacionales en tierra pública, lo cual permitía que sectores de trabajadores pudieran vivir en la ciudad, a la par que realizaba obras para educación, salud e infraestructura, y expropiaba bienes privados por necesidad de uso público. Pero desde los setenta la política se ha invertido. El rol determinante del Estado es su papel privatizador, se desprende de los bienes públicos con calificativos de ociosos o improductivos. Esta práctica es acompañada con una desregulación dirigida que encubre no pocos casos de corrupción. En vez de ayudar a controlar los fenómenos de elitización, fragmentación y segregación urbana, al privatizar, ha aumentado la presión que realiza la reventa potencial del suelo urbano con todos los mecanismos expulsivos que trae.
El geógrafo Neil Smith ofrece una explicación para el proceso del aburguesamiento espacial basado en la teoría de la brecha de renta cuyo punto central consiste en el rent-gap o diferencia potencial del beneficio que se obtiene por un uso más lucrativo del suelo. La diferencia potencial de renta que permite las amplias plusvalías que produce la gentrificación es para Smith el principal motor del proceso. Sólo a partir de esta diferencia surge el interés de los inversores por un objeto particular o barrios enteros a renovar, que permiten un aumento de sus rentas.
Para ello es condición previa la descapitalización y desvalorización de la zona que permita grandes diferencias entre el valor del suelo del sector degradado y el valor potencial que se logra a partir de diferentes formas de intervención, favorecidas por cambios en la regulación normativa, exenciones impositivas y mejoramiento de la infraestructura de servicios y transporte.
De allí que las relaciones sociales de propiedad en el suelo y la concentración de la riqueza son las causales principales para que la renta potencial sea una fuerza decisiva para el cambio urbano y la geografía social de la ciudad.
El Estado no sólo organiza activamente la desposesión de las familias de menores ingresos, sino que también lleva a cabo una poderosa estrategia discursiva que legitima su propia acción como parte de una ideología revanchista diseñada para que las clases medias tomen el centro y los lugares más atractivos de la ciudad. Sin ambigüedades, lo señala el Plan Urbano Ambiental de la CABA: “lo público y lo privado necesitan de un Estado flexible”.
El modelo de desarrollo urbano que se ha consolidado en los últimos años, donde el mercado inmobiliario es el único gestor, ha tenido como consecuencia directa la implantación de una suerte de ciudad inmobiliaria donde las políticas neoliberales se expresan como un avance continuo de conquista del espacio urbano.
A pesar de su carácter determinante, los enfoques que se limitan al factor económico, minimizando elementos y comportamientos sociales, recortan el análisis, porque la gentrificación es más que la explotación de una renta de monopolio por parte de inversores y especuladores. Comprende una serie de capitales culturales, relacionales y simbólicos que condicionan la eficacia de este tipo de procesos, sobre los que se construyen políticas públicas y privadas. Como plantea Ghertner, “la gentrificación debería ser un relato en sí mucho más rico que la simple discusión en torno a los conflictos sobre las curvas de valor de la tierra”.
 
 
Barrios sin socialidad
 
La gentrificación es un fenómeno que se presenta vinculado a la desigualdad y la estratificación social, porque al desestructurar el tejido barrial que facilita el vínculo y el nexo colectivo, la vida en las zonas elitizadas se torna más homogénea, rigidizando el tejido social y negando toda posible alteridad.
Producto de la polarización que impone la fragmentación espacial y la segregación social, los habitantes de la ciudad han perdido interés por recorrerla, conocerla en su totalidad y entender cómo funciona. El desapego por una urbe que en su mayor parte les resulta extraña, favorece una representación de la vida ciudadana como una suma de sujetos atomizados, con vínculos de disolución rápida, individuos solitarios que de ese modo se adaptan mejor a las demandas de consumo. Todo el marketing de la ciudad neoliberal pone énfasis en ese mensaje que privilegia al individuo aislado sobre la ciudadanía colectiva, un modo de ser que cambio el significado del término vecino.
La relocalización de las grandes industrias con respecto a sus sectores administrativos y gerenciales, desplazaron a las grandes fábricas hacia parques industriales en la periferia, donde obtienen incentivos impositivos y suelo más barato. El grueso de los trabajadores que antes vivían en la ciudad, en un hábitat próximo al ámbito productivo, fue desplazado desde el centro hacia la periferia con la consiguiente desproletarización de la ciudad, que contribuye a invisibilizar su identidad y su existencia. Es este el cambio fundamental que ha experimentado la ciudad que acompaña la devaluación simbólica de su peso social y político como clase.
Esta tendencia centrifugadora y desarticuladora de los trabajadores, adquiere una forma especialmente grave en las metrópolis latinoamericanas, pues debido al crecimiento exponencial de sus dimensiones, se ampliaron las distancias de la vivienda al trabajo y a los centros de estudio y salud, un cuadro agudizado por la precariedad y el déficit del transporte público9 y por la saturación caótica del tránsito automotor individual, con el resultado del aumento del tiempo muerto que es destinado a la movilidad y que se sustrae a la posibilidad de vida familiar, social y política. En una urbe que es cada vez más flujo que lugar, las diferencias con que se vive la relación tiempo-espacio, castiga a los más vulnerables.
Los trabajadores desplazados fueron reemplazados por una clase media y media alta que tiene otra manera de percibir la sociedad y se comporta políticamente de otra manera, porque abandonó el uso de lo público y lo común, abandonó el club de barrio, la escuela pública y la salud pública, se atiende con un sistema de salud pre-pago, educa a sus hijos en la escuela privada y hace actividad física en gimnasios o en amenities de sus viviendas.
En una dirección inversa a la de quienes optaron por los barrios cerrados del suburbio, integrados predominantemente por núcleos familiares, hay una vuelta hacia la ciudad central de un sector de profesionales, empresarios y ejecutivos que prefieren vivir próximos a la city porteña y a los lugares de moda, son grupos mono-parentales seducidos por los patrones culturales del posmodernismo, la ciudad delivery y la exposición mediática.
Estos sectores que perciben que no necesitan de un Estado que no les provee ningún servicio, definen cómo se debe vivir y los modos de uso tanto del espacio público como privado; sus configuraciones subjetivas transformadas en sentido común, son utilizadas para el ejercicio de la coacción física, restringiendo, excluyendo y criminalizando a lo diferente, resguardados en una arquitectura de fortaleza defensiva y control panóptico. En este aspecto no se diferencian de los auto-segregados en los countries del suburbio, recrean una representación de la ciudad como reflejo de la lógica que se ejerce desde el poder que combina meritocracia y disciplinamiento.
La fuga de los sectores medios y altos hacia los barrios cerrados de la periferia, en búsqueda de homogeneidad, de la seguridad propia del encierro, de la publicitada relación con la naturaleza, podría definirse como el anverso de la gentrificación o desgentrificación, por un sistema de autopistas radiales desde el centro hacia los bordes del AMBA, utilizan sus vías para ingresar y realizar sus actividades en la CABA, que este aspecto se asemeja más con la ciudades de EEUU que con las europeas.
Ante este cuadro de localización de enclaves que producen urbanizaciones difusas, sin ciudad, desde ámbitos profesionales, como un modo para revertir este proceso, se justifican las inversiones privadas para valorizar la centralidad aunque ello refuerce los mecanismos estructurales que producen la exclusión socio-espacial en la ciudad construida. Un modelo donde uno debe escoger entre estas dos opciones, busca considerar solo las dimensiones de la producción capitalista del espacio.
Las voces que defienden una interpretación positiva de la puesta en valor sin meditar consecuencias, contribuyen a la despolitización de las transformaciones urbanas, a favor de una lectura en términos estéticos y funcionales, que no es ajena a los intereses corporativos con los que están involucrados muchos profesionales.
El retorno a la centralidad después de abonar su deterioro previo, es precisamente lo que necesita la gentrificación para operar, y esos dos extremos van de la mano. La doble dinámica, simultánea, entre deterioro y renovación operando para generar lo que Peter Marcuse denomina desplazamiento excluyente.
Así como es un derecho la libre circulación y la posibilidad de radicación en otros territorios, es un derecho el permanecer en el lugar donde se construyeron lazos y vínculos afectivos. La noción de “domicidio” desarrollada por D. Porteous y S. Smith resulta apropiada para explicitar la violación de este derecho, más aun si se tiene en cuenta que a diferencia de una burguesía cada vez más cosmopolita y desarraigada, la mayoría de los pobres generan sus redes sociales y familiares en el espacio cercano.
En este sentido la mayoría de las investigaciones sobre los procesos gentrificadores adolecen de la falta de análisis sobre lo que ocurre con los nuevos actores sociales que ocupan el espacio elitizado y menos aún con quienes han sido desplazados, cómo se modifican sus hábitos y su impacto en los nuevos territorios que se urbanizan sin contar con los servicios mínimos y la imposibilidad de sostener un hábitat social adecuado.
 
La Boca y San Telmo, Abasto y Palermo
 
Tres casos distintos pero iniciados en el mismo periodo sirven de ejemplo para analizar las diferentes génesis, los desarrollos y las consecuencias de estos procesos en la ciudad de Buenos Aires.
 
San Telmo y La Boca
 
Desde su fundación y por un largo periodo, la zona centro-sur fue el epicentro político y social de la ciudad. Allí se localizaron los edificios de gobierno, los primeros hospitales, las primeras industrias, depósitos y gran parte de la actividad educativa y cultural.
La Boca fue el puerto de entrada a Buenos Aires. La llegada masiva de inmigrantes la transformó en una de las zonas más densamente pobladas.10 Su crecimiento y el estado de hacinamiento, junto a su proximidad con el Riachuelo, colectora abierta de desechos, puso en crisis las condiciones sanitarias y de habitabilidad, que se manifestaron trágicamente en la epidemia de fiebre amarilla de 1871 con 14.000 víctimas.11
Los descendientes de la burguesía colonial, se fueron trasladando hacia el norte de la ciudad y la nueva aristocracia porteña particularmente hacia la plaza San Martín, donde construyó sus pomposos palacios, al tiempo que en los conventillos del sur, según el censo de 1895, se apiñaban hasta 12 personas por habitación. Esta migración inter-barrial produjo la paulatina degradación de San Telmo y La Boca.
Hace 100 años, según el censo de 1914, La Boca tenía 76.000 habitantes, en 2001 había decrecido hasta 43.000. Hoy es el barrio que presenta el mayor porcentaje de viviendas deficitarias y de no propietarios. San Telmo es el más pequeño en superficie, solo 1,2 Km2, y también es el menos poblado con 23.000 habitantes aunque en los últimos años tuvo un leve crecimiento.
En ambos casos el proceso de gentrificación se diferencia de otras experiencias, pues si bien se registra un desplazamiento de sus pobladores mas pobres aún no existe un aburguesamiento residencial destacado.
Después de décadas de abandono y desidia deliberada, en los últimos años se inició en los dos barrios la intervención estatal y privada. La realización en los ‘90 de obras como el terraplén costero, que lograron contener las inundaciones que históricamente afectaban al barrio, fueron la base para avanzar en la refuncionalización de viejos edificios industriales y el reciclaje de locales y viviendas. Estos cambios fueron estimulados por la nueva zonificación como Distrito de las Artes, que favoreció a los empresarios de las llamadas industrias culturales y el turismo con consecuencias directas para los habitantes de menores recursos.
Como señala el grupo “La Boca Resiste y Propone" a partir de la aprobación de la Ley del Distrito de las Artes los desalojos se multiplicaron, generando en el último año la expulsión de 1.106 personasEn los primeros meses de 2017 se desalojarán con sentencias firmes 64 familias del barrio y existen en curso otros 61 procesos judiciales de desalojos que de concretarse dejarán a más de 300 familias en la calle.
Tanto La Boca, el barrio porteño más conocido en el mundo, como San Telmo, son los más visitados por turistas nacionales y extranjeros. En San Telmo, a los turistas ocasionales se suman los de largo plazo que se instalan en el barrio y alquilan inmuebles para impregnarse de la cultura del tango y un aire de bohemia que le otorga la presencia de artistas y escritores. La mezcla de lo precario con el pintoresquismo de las casas de coloridas chapas atrae a turistas para ver lo que Vázquez Montalbán describiría como “pobreza con pátina histórica”.
Entre las obras más destacadas realizadas en el área figuran el Museo de Arte Moderno-MAMBA,12 la Usina del Arte,13 el reciclaje del museo Historio Nacional y del teatro de la Ribera, el Museo de Bellas Artes Caminito, el edifico Parque Lezama en la ex Canale, que se suman a museos privados como el Museo de Arte Contemporáneo-MACBA, el museo del Títere y el PROA, galerías de arte y venta de antigüedades, el Paseo de la Historieta y la tradicional feria de la plaza Dorrego. Un punto relevante del recorrido turístico es el tour al Museo de Boca Juniors que incluye una visita a la mítica Bombonera y un paso por el shop, para comprar algo de lo que ofrece el merchandising del club.
Son estos espacios y prácticas del espectáculo cultural de nueva creación y su equipamiento colateral, los que impactan aumentando el valor de las propiedades e intervienen con una lógica distinta a las de creaciones artísticas más genuinas de talleres de arte o teatro, como el grupo de teatro Catalinas Sur, nacido en 1983 por iniciativa de una mutual de un colegio del barrio y que hoy tiene más de 300 integrantes.
 
Abasto
 
El caso del Abasto es un buen ejemplo de cómo una acción puntual en un espacio icónico, genera un proceso de valorización expansiva. Cuando funcionaba el Mercado del Abasto,14 su intensa actividad de camiones que caotizaban la zona y las condiciones sanitarias críticas, lo volvieron disfuncional. Por eso en 1984 con la inauguración del Mercado Central en Tapiales, en la provincia de Buenos Aires, el edificio quedó sin uso. A partir del cierre del mercado, se produce un importante deterioro en las propiedades aledañas que se relacionaban con su actividad. Muchas casas quedaron en abandono y fueron ocupadas. En el año 1987, la Cooperativa El Hogar Obrero se hizo cargo con un proyecto para hacer un centro comercial en el edificio de amplias bóvedas estilo art decóy un centro cultural en el Mercado Viejo. El planteo no logró concretarse por la quiebra de la Cooperativa. En 1995, la empresa Inversiones y Representaciones Sociedad Anónima (IRSA), asociada al magnate financiero George Soros, compró las acciones. El nuevo proyecto un mega-shopping, incluyó la demolición del Mercado Viejo y en vez de aprovechar el valor histórico de su edificio solo quedó en pie el muro perimetral. En 1998 se inauguró el Abasto Shopping, que tiene 230 locales en cuatro plantas, un patio de comidas, dos subsuelos de estacionamiento, un multicine de 12 salas, el Museo de los Niños y una plaza seca cubierta. Aprovechando el impacto del futuro shopping, IRSA compró a bajo precio los terrenos de sus inmediaciones, donde construyó torres de viviendas, un supermercado y un hotel cinco estrellas. Progresivamente se abrieron en los alrededores, teatros, centros culturales, el más significativo la Ciudad Cultural Konex y locales gastronómicos. Acompañando las obras se produjo la expulsión de todos aquellos que no eran considerados los habitantes legítimos del barrio.
Sin embargo el impacto en el barrio fue acotado porque, entre otras causas, el Abasto Shopping reproduce el diseño de artefactos urbanos volcados hacia el interior, sin proyección hacia la ciudad, con muros cerrados y sin vistas a las calles que lo rodean. Un entorno desangelado con veredas áridas sin árboles, que repite el concepto definido como no-lugar, sin registro histórico, con diseños que se adecuan a programas semejantes a los que existen en cualquier otro parte del mundo al igual que aeropuertos y supermercados. Del viejo Mercado de Abasto solo quedan su carcasa y el nombre.
 
Palermo
 
Palermo Viejo debía su nombre a que mantenía una cantidad importante de las antiguas “casas chorizo”, una tipología y una escala que se sostuvo casi sin variaciones por muchas décadas. Era habitado mayormente por trabajadores y clase media baja y en sus terrenos se localizaban varios edificios industriales y grandes depósitos que paulatinamente fueron desapareciendo, dejando construcciones y predios de grandes dimensiones que fueron aprovechados para ser reciclados o para la construcción de nuevos e importantes emprendimientos que cambiaron la fisonomía y la vida del barrio.15Palermo se modificó sustancialmente a partir de los años ‘90 en adelante. Es el más grande en extensión territorial y en población. Se caracteriza por una división interna en zonas con nombres definidos por sus habitantes y sobre todo por los operadores inmobiliarios. Estos sectores se conocen con los agregados de Hollywood, Soho Pacífico, Nuevo, Botánico, Cañitas, Bosques, Chico o Parque, la Imprenta y Costanera.
La nueva cotización del suelo y los valores de los bienes raíces han hecho que todo lo que está cerca tienda expansivamente a llamarse Palermo, que se ha transformado en una marca urbana cotizada, aunque en la realidad no se corresponda con los límites de los barrios históricos o administrativos. En otro momento algo similar ocurría con la indefinida geografía que tomaba la denominación de barrio Norte. Sus habitantes acreditaban de ese modo una pertenencia que los diferenciaba del sur pobre y abandonado.
La zona que se extiende entre las avenidas J. B. Justo y Dorrego, con la divisoria que históricamente impuso el arroyo Maldonado, aun después de su entubamiento en 1933, y los límites de las vías de los ferrocarriles San Martín y Mitre, tenía una impronta industrial caracterizada por la presencia de galpones, fábricas y bodegas con un núcleo residencial de trabajadores.
El desplazamiento paulatino de estos establecimientos fue dejando amplios edificios vacíos que por su ubicación y tamaño fueron propicios para la instalación de productoras de cine y televisión y locales para recitales y espectáculos musicales. Dieron una nueva fisonomía al sector, que pasó a denominarse pretenciosamente Hollywood. El vecindario mutó, se reprodujeron los locales gastronómicos, hoteles boutique y edificios de vivienda y oficinas, los antiguos silos Minetti, en el límite de Colegiales, se volvieron loft. Hoy la zona concentra la principal oferta de recreación y esparcimiento para la clase media y alta de la ciudad. Sobre la avenida Juan B. Justo, la desaparición de las bodegas, los depósitos y la playa de maniobras del ferrocarril, la realización del shopping los Arcos, a través de una concesión de privilegio por 20 años al grupo IRSA, la construcción de importantes torres, han jerarquizado la avenida, bautizada en ese tramo como Palermo Nuevo.
La avenida es también el límite norte del sector que adopto el término “Soho”, que surge a partir del momento en que diseñadores de moda, artistas, galerías y restaurantes gourmet, deciden establecerse reformando antiguas casonas, convirtiendo la zona en un circuito de moda, arte y buen comer, con epicentro en la Plazoleta Julio Cortázar, conocida como Plaza Serrano y luego en la Plaza Inmigrantes de Armenia. Se autodenomina Soho evocando la famosa zona de Nueva York, el SoHo, que a su vez adoptó el suyo como espejo de la zona homónima de Londres.
Quienes participaron de los orígenes de esta transformación, artistas y profesionales de una clase media intelectualmente inquieta, admiten con nostalgia, que con el correr del tiempo se construyó un estereotipo palermitano, desbordado por un público bullicioso, cómodo, que simplemente cumple con el ritual de consumir en un barrio de moda. La llamada boutiquezación, junto a la conversión en un mega polo gastronómico con un impronta de voyeurismo propio del hedonismo en boga, han modificado el carácter primario de su elitización y preanuncia si no un ocaso, si tal vez un agotamiento de su dinámica; el modelo palermitano es ahora utilizado como concepto crítico para señalar la pérdida de identidad.
Confirmando la teoría de las ciudades globales, son varias las que en el mundo tienen una zona Soho, donde se repiten nombres y estilos. La marca que los define y los uniforma, les quitó autenticidad y personalidad. Dejaron de ser lo que eran. Ahora son una suma difusa de etiquetas y hábitos cosmopolitas que los convirtió en una versión clase B de los modelos de Nueva York y Londres.
 
Reapropiar colectivamente la ciudad y el territorio
 
Las reformas y el mejoramiento del espacio urbano no tienen per se un sentido negativo. El debate no puede girar sobre el eje de una ciudad congelada versus una dinámica transformadora, porque no todo merece conservarse y no toda intervención renovadora es positiva. No se trata de la defensa de la inmutabilidad de las ciudades. Refuncionalizar y recuperar construcciones en desuso y obsoletas es positivo, más aun frente a la fiebre demoledora. La condena a la estigmatización y la resistencia a la erradicación no son sinónimos de patrimonialización de la miseria, de la aceptación acrítica de la precariedad y el hábitat insalubre. El derecho al buen vivir no debe ser un privilegio.
En el intento de descalificar los estudios sobre gentrificación, se los presenta como opuestos a toda voluntad de cambio y como defensores cerriles de los espacios deteriorados. Es una lectura maniquea pues estas investigaciones no cuestionan las mejoras, reformas o reciclajes del espacio construido, ni los nuevos proyectos en general, sino el carácter mercantil clasista y los modelos culturales consumistas que orientan esas intervenciones.
El sentido del cambio deberá confrontar con los relatos optimistas de la renovación urbanas y las soluciones estetizantes y poner en el centro la diversidad de destinatarios, sin privilegiar únicamente a quienes tiene los recursos para acceder a sus beneficios, ponderando el valor de uso, favoreciendo la participación de los vecinos, estimulando la heterogeneidad y permitiendo el disfrute en común de los bienes de la ciudad. Debe mirar hacia una ciudad que favorezca la solidaridad y no la competencia en un estado de permanente fricción donde siempre se impone el poderoso.
Si la brecha de renta genera elitización y se basa en las relaciones sociales de la propiedad privada, las políticas para evitarla deben partir en primer lugar por mantener la propiedad pública y comunitaria antes los embates privatizadores de la operatoria inmobiliaria, cuya actividad es omnipresente, asumiendo que los espacios metabolizados por el capital son difíciles de revertir.
El tratamiento tiene que ser conceptual, integral, trabajado desde muchos ámbitos, para generar un consenso diferente, para reconstruir los espacios de sociabilidad, para eliminar las fronteras interiores incluso entre los mismos pobres, que permita defender el derecho al arraigo, a quedarse donde se construyeron los lazos históricos y sociales, los vínculos y afectos, el derecho a estar libre del desplazamiento forzado violento y simbólico.
Fácticamente, no es posible en una megalópolis de la dimensión y la densidad del AMBA el acceso de todos sus habitantes a vivir en su espacio central. El derecho a la ciudad, significa equidad del uso del espacio, un hábitat digno y socialmente justo. Ejercerlo supone entonces la producción de nuevas centralidades con la calidad y el equipamiento acorde con esos postulados. Pero un proyecto superador deberá así mismo plantearse reconfigurar el territorio, generando los cambios radicales, políticos, económicos, sociales y físicos necesarios, para una distribución racional, equitativa y equilibrada de la población en la inmensa geografía del país, en ciudades intermedias, con escala humana, en armonía con la naturaleza y con capacidad autogestionaria.
Tal reapropiación colectiva de la ciudad y el territorio, debería detener los procesos gentrificadores y la superpoblación del AMBA que desborda todos los registros demográficos. Es un desafío aún no resuelto para las teorías de la geografía, los estudios urbanos y para las políticas urbanísticas. Pero el desafío también debe poner en cuestión el hecho de que las estrategias de resistencia y reformulación de lo urbano están lejos de ser asumidas por la sociedad que habita la ciudad. Tampoco son parte de los programas, las agendas y las prácticas de los partidos y movimientos políticos y sociales, enfocados en un particularismo que inhibe pensar la totalidad de la cuestión urbana y dificulta la elaboración de políticas alternativas.
Si es válida la imagen de Paul Claudel, “La ciudad es la forma de la humanidad”, construir una opción diferente al actual modelo social debe aceptar la apuesta de crear una organización espacial favorable, capaz de estimular una práctica social autónoma e imaginar un modo urbano de vivir cualitativamente diferente.
 
El presente articulo desarrolla conceptos contenidos en la entrevista realizada al autor para el Anden digital numero de septiembre 2016 -http://andendigital.com.ar/2016/09/buenos-aires-centrifugadora-de-pobres-dialogo-con-silvio-schachter-anden-85/
 
 
 
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1 Argentina tiene el 94% de población urbana, de la cual un tercio vive en el AMBA. En el año 1947 Buenos Aires tenía 2.980.000 habitantes y el conurbano 1.740.00 habitantes. La población de la CABA sigue estable desde esa fecha (hoy es de 2.900.000), en tanto la del Gran Buenos Aires en el mismo periodo se multiplicó por seis alcanzando los 11.000.000 y su territorio se extendió de 14 a 33 municipios.
2 Nordelta en 1.600 hectáreas tiene 40.000 habitantes con una densidad de 25 hab/ha; Puerto Madero en 170 ha. con 6.700 hab., una densidad de 40 hab./ha.; Almagro en 410 ha. cuenta con 130.000 hab., equivalente a 350 hab./ha.; Villa 31, Retiro, en 16 ha. alberga a 40.000 hab., con una densidad de 2.500 hab-/ha.
3 Intervención de Cecile Duvelle, Directora de la sección de Patrimonio Inmaterial de la Unesco, en la Convencion anual, 2014
4 El libroLondon: Aspects of Change (Londres: Aspectos de un cambio) del Centro de Estudios Urbanos del University College London, reunió diez capítulos de sociólogos, geógrafos, planificadores, historiadores y científicos de la salud para esbozar un perfil social general de una ciudad que había experimentado un rápido cambio contemporáneo. El libro hoy es más conocido por la utilización del término gentrificación, su significado ha generado posteriormente un extenso y cada vez mayor campo de investigación y debate urbano.
5 Durante su intendencia se desalojaron 150.000 habitantes de villas de la ciudad. Entre las más habitadas fueron erradicadas las del Bajo Belgrano, Colegiales, casi toda la Villa 31 y la 1-11-14 del Bajo Flores. En 1978, en torno a la Villa 15 en el barrio de Mataderos, la intendencia construyó un muro para esconderla de los ojos de los turistas extranjeros, desde esa época se la conoce como Villa Oculta. Fue Guillermo del Cioppo, brazo ejecutor de esta política y su sucesor en el cargo de intendente, quien sostuvo: “vivir en Buenos Aires no es para todos”. Casi cuatro décadas después, esta idea ocupa la escena como axioma gentrificador.
6 Según un estudio realizado por la Universidad Federal de Rio de Janeiro, URFJ, entre el 2007 y 2016, fueron removidas 7.200 familias de 23 comunidades.
7 Ver en Herramienta WEB N° 16: Silvio Schachter, Puerto Madero, a 25 años de su creación”, en www./herramienta-web-16/puerto-madero-25-anos-de-su-creacion-escindido-de-la-ciudad-se-termina-el-barrio-
8 El primer programa reubicó a diez mil ambulantes en 28 plazas comerciales, el segundo programa reubicó a unos 600 ambulantes en tres plazas comerciales, mientras que el tercer programa reubicó a 15 mil vendedores ambulantes en 36 plazas comerciales.
9 En Brasil, este problema encarado por el movimiento Passe livre, fue el disparador de las grandes movilizaciones en 2013
10 Hasta que su obsolescencia determino la creación del fallido Puerto Madero en 1889 y luego la inauguración de Puerto Nuevo en 1928
11 La cantidad de víctimas obligó a improvisar su entierro en la “chacrita” del colegio de San Ignacio, hoy colegio Buenos Aires, dando nacimiento al cementerio de Chacarita, en el barrio homónimo.
12 El museo fue fundado en 1956, funciona a partir de 1987 en el edificio que data de 1918, construido para la tabacalera Nobleza Piccardo y cuyo reacondicionamiento se finalizó en 2010 manteniendo algunas características originales como la fachada en ladrillo colorado.
13 El edificio de la Compañía Ítalo-Argentina de Electricidad (CIAE), fue inaugurado 1916. Durante los siguientes 80 años funcionó proveyendo de electricidad de la ciudad. Con la privatización de los servicios públicos en la década de 1990, la usina quedó definitivamente abandonada y comenzó su ruina, el nuevo proyecto comenzó en 2007, se inauguró en 2012 y completó en 2013.
14 El Mercado de Abasto, construido en el mismo sitio donde funcionaba el antiguo Mercado Central de Abastos desde fines del siglo XIX. Fue diseñado por el arquitecto esloveno Viktor Sulčič y el ingeniero José Luis Delpini, también proyectista del estadio de Boca Juniors. El 28 de diciembre de 1931 fue colocada la piedra fundamental y fue reinaugurado el 24 de marzo de 1934, contando con una superficie de 44 000 m².
15 La cervecería Palermo, hoy es el Alto Palermo shopping, los depósitos del ferrocarril San Martin, ahora son el shopping Los Arcos, ambos de IRSA, la fábrica de gas carbónico Gas Carbo, es el centro comercial Solar de la Abadía, los silos Minetti, fueron convertidos en los loft Dorrego, la fábrica Chrysler, en las departamentos de alta gama, Palacio Alcorta, la Manufactura Algodonera Argentina, donde trabajaban 4.000 operarios, es un edificio de viviendas, donde estaba la bodega Peñaflor hay torres de departamentos y en la antigua bodega Giol funciona el Polo Tecnológico.
 

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