23/11/2024
Por Arcary Valério
La jornada nacional del 3 de julio fue una victoria y dejó tres lecciones.
-La primera es que la fuerza del Frente Único de Izquierda puede mantener una fuerte presión en las calles para el impeachment. La caída de Bolsonaro no es para mañana, pero se plantea como una posibilidad en el horizonte. No es inminente. En las grandes ciudades seguimos siendo decenas de miles, y el derrocamiento del gobierno de extrema derecha requiere la presencia de una masa de millones.
Va a ser un proceso continuo y requerirá determinación. Hay que construirlo, pero es una perspectiva muy superior a la táctica quietista de un lento desgaste a la espera de las elecciones de 2022. Sería un error oportunista imperdonable dejar pasar la oportunidad.
-La segunda es que es posible dividir, fisurar y abrir brechas en los partidos de la clase dirigente. Esta dinámica es aún inicial, incipiente, embrionaria, pero está en marcha y no se puede desaprovechar. No se puede luchar, al mismo tiempo y con la misma intensidad, contra todos los enemigos. La unidad en la acción con los partidos que son la representación, históricamente, de la burguesía es esencial. Un sector de los grandes capitalistas ya está en posición de oposición. Pero la masa de la burguesía sigue apoyando a Bolsonaro. Por lo tanto, la aprensión y la inseguridad prevalecen con el impeachment. Sería la segunda interrupción de un mandato presidencial en un intervalo de cinco años. Algo que revela la inestabilidad del régimen para contener los excesos de un gobierno de extrema derecha.
El impacto del desplazamiento de sectores masivos de las clases medias para apoyar el juicio político sería una victoria espectacular, y ayudaría mucho a un posible cambio en la relación de fuerzas políticas en el Congreso Nacional. El apoyo de los líderes de la derecha liberal al impeachment de Bolsonaro es progresivo. Sería un error sectario imperdonable ignorar la importancia de la unidad en la acción.
-La tercera es que dos acciones de grupos minúsculos han potenciado, desgraciadamente, peligrosas repercusiones en São Paulo. La primera fueron las agresiones gratuitas a los activistas LGBT. No fue una acción de autodefensa ante un ataque de los fascistas. Los militantes del PSDB no son fascistas, y estaban legítimamente presentes apoyando el programa de Fuera Bolsonaro.
La segunda fueron las depredaciones y provocaciones a los diputados al final de la marcha, como ya había ocurrido el 19 de junio, por parte de los anarquistas partidarios de la táctica del bloque negro. Ambos están siendo muy utilizados en las redes sociales por la extrema derecha para denunciar, descalificar y desmoralizar las movilizaciones por el impeachment. Sería un error ultraizquierdista imperdonable no asegurar el control de la seguridad de las próximas movilizaciones.
Los actos en más de trescientas ciudades, y la presencia en muchas alrededor del mundo, confirman que la campaña Fuera Bolsonaro continúa en un proceso de acumulación de fuerzas. En Porto Alegre y Fortaleza, por ejemplo, el 3 de julio fue mayor que el 29 de mayo y el 19 de junio. En otras capitales fueron similares. En otros, eran un poco más pequeños, pero seguían siendo poderosos. No se ha producido un salto de calidad. Pero la caracterización del delito de prevaricación ya ha impuesto la apertura de una investigación a Bolsonaro por decisión del STF.(Supremo Tribunal Federal).
La convocatoria urgente de la jornada nacional de manifestaciones del 3 de julio fue una decisión lúcida y valiente. Tomada el sábado 26 de junio, al día siguiente de la revelación del crimen de Bolsonaro ante las acusaciones de compra de la vacuna covaxin, los riesgos asumidos no fueron pequeños. Sólo quince días después de la jornada del 19 de junio, y todavía en condiciones muy peligrosas de la pandemia, el comité Fora Bolsonaro fue unánime. La unidad del Frente de Izquierda se mantuvo. En los siete días siguientes las fisuras políticas crecieron y el apoyo a las manifestaciones aumentó, con la adhesión de ex dirigentes de la derecha de Bolsonaro y de la derecha liberal.
La súper petición de destitución unificada también fue un movimiento inteligente. Presentado conjuntamente por todos los partidos de izquierda con raíces entre los trabajadores y referencia en el socialismo, por tanto, un mismo ámbito de clase, pero también por disidentes del bolsonarismo, como Joice Hasselmann y el MBL, fue un gesto firme y maduro.
Esta es una táctica parlamentaria que puede prosperar. Y tranquiliza y ayuda a levantar la moral de la militancia de izquierdas que está inquieta, atormentada y ansiosa ante la gravedad de la hecatombe sanitaria y social y la lentitud del desenlace de la crisis. Todos sabemos que Bolsonaro no caerá de maduro y que hay peligro «a la vuelta de la esquina». Pero lo más importante es que este sábado, 3 de julio de 2021, el horizonte del impeachment de Bolsonaro se hizo más cercano.
No es cierto que Bolsonaro sea el enemigo ideal en una segunda vuelta en 2022. No es cierto que el mayor peligro para la estrategia de un gobierno de izquierdas sea una candidatura por la izquierda de la derecha liberal. No es cierto que el impeachment interese más a los articuladores de una candidatura de derechas disfrazada de centro. No es cierto que luchar por el impeachment ahora, con todas sus fuerzas, sea construir una escalera para que los tuiteros vuelvan a la presidencia.
El bolsonarismo no es una corriente electoral, es neofascismo. Se están preparando y no dudarán en precipitar un ataque frontal a las libertades democráticas cuando se sientan acorralados antes de 2022. Bolsonaro se debilita, pero no es un cadáver político insepulto. Puede recuperarse. En algún momento veremos una sensación de alivio cuando las secuelas de la pandemia disminuyan. La recuperación económica, aunque lenta, ya está en marcha.
La derrota del gobierno de Bolsonaro sólo es posible si se contiene, aísla, reprime y desmoraliza a la corriente neofascista que lo apoya. Se está gestando un partido neofascista militante como fuerza de choque al servicio de un proyecto de autogolpe. Son inflexibles, sectarios, furiosos, enfurecidos, por tanto, incontenibles. Su exaltación obedece a un plan para difundir el odio e imponer el miedo. Se preparan para la lucha por el poder. Se basan en una corriente de masas reactiva. No respetan más que la fuerza.
Su estrategia es destruir a la izquierda. Toda la izquierda. Los activistas de los movimientos ecologista, feminista, negro, indígena, LGBT, estudiantil, popular y sindical. Los partidos más moderados y los más radicales. No se dejarán intimidar por las decisiones del Congreso o del STF. Sólo pueden ser derrotados por una fuerza de izquierda militante motivada, combativa, decidida e inquebrantable.
Se equivocan dramáticamente quienes calculan que podemos elegir el terreno en el que mediremos fuerzas con el bolsonarismo, y debemos priorizar el electoral. La lucha política contra los neofascistas tendrá lugar en todos los espacios: en las instituciones, en las elecciones, pero se decidirá por la fuerza social de choque que sea más poderosa en el momento de las movilizaciones de masas. Esta movilización contra los fascistas sólo puede galvanizar a las masas si, además de la defensa de las libertades democráticas, incluye propuestas que respondan a los deseos más sentidos.
* Valerio Arcary, miembro de la coordinación nacional de Resistencia/PSOL y colaborador de Esquerda Online.
Fuentes
Esquerda Online, 4-7-2021
Traducción de Correspondencia de Prensa, 5-7-2021