Ay, paloma, que bajas a la Rambla de Barcelona con la muerte en las alas, sola…
Maria Elena Walsh
Nuevamente la muerte cubre las calles de una ciudad europea, Londres, Paris, Niza , Bruselas y ahora Barcelona. Es la guerra, deberíamos entender que la misma no tiene un solo escenario, está en Siria, Afganistan, Estambul, Iraq, Yemen, Libia o Palestina y también en Europa. En todas ellas no son combatientes, ya sean estos voluntarios o mercenarios, sus principales víctimas, son civiles, hombres mujeres y niños, indefensos e inermes, el terror no hace distingos entre las familias devastadas de Alepo o Mosul, los humoristas de Charlie Hebdo, entre turistas o jóvenes en un recital.
El horror no solo puede venir en el cuerpo de un suicida o el conductor de camión, a gran escala cae del cielo desde un dron siniestro o a través de un misil disparado con solo apretar un botón a cientos de kilómetros. Evidentemente no hay equivalencia en los recursos bélicos de uno y otro, pero a las victimas la muerte las iguala y a sus familias el dolor por la pérdida las atraviesa igual.
No es el fundamentalismo el causante de la guerra es la guerra sin fin la que creo a los fanáticos criminales de lSIS, como antes Al Qaeda, si no se detiene la guerra, vendrán otros, es la guerra la que lleva a los jóvenes a inmolarse, victimarios y victimas ellos también, de quienes se aprovechan de su desesperación para transformarlos en armas de carne y hueso.
Quienes son los mercaderes de la guerra? Es el capitalismo el que siembra injusticia y hambre, es el capitalismo en actual versión cruda sin disfraces, despojado de todos sus anteriores eufemismos de libertad y democracia, ya no hace falta una gesta motivadora, solo la disputa feroz por el beneficio. A sus actores los conocemos desde siempre, son los que fabrican y trafican armas, las corporaciones que ambicionan las riquezas del suelo, las empresas que abastecen de tecnologías sofisticadas a los que arrasan la vida y las ciudades, son los políticos que se lamentan en hipócritas discursos pero que toman las decisiones que desatan la barbarie, son los dictadores que sacrifican a sus pueblos para conservar el poder, los jefes de las potencias bélicas que reinventan la geopolítica para chantajear a la humanidad, las sectas religiosas que sobreviven cultivando el odio, son los medios que silencian o magnifican los hechos y sus causas de acuerdo a los intereses de los patrones para quien desinforman
Todo el andamiaje institucional y jurídico internacional construido para defender la paz fue demolido pieza por pieza, hasta transformarse en una cascara vacía sin poder alguno. Ahora solo existe el estado de excepción que se ha vuelto norma.
Venganza, terror, ejecuciones, amenazas, racismo, restricciones a las libertades, persecución a los diferentes, rechazo al inmigrante desesperado, todo vale. Ni una palabra para la paz,
ningún esfuerzo serio para hallar una paz duradera, “todo lo que pedimos es que le des una oportunidad a la paz” canto John Lennon, parece que nadie lo escucha, de seguir asi la sangre traerá más sangre y la guerra más guerra. Debemos condenar la muerte sin vacilaciones y mucho menos justificarla. Ser anticapitalista es luchar contra la guerra
.
Aquí en nuestra casa tuvimos dos atentados con decenas de víctimas, es justo el reclamo de justicia y verdad, pero también se deberían escuchan palabras genuinas a favor de la paz y no de odio. ¿Que tienen los pueblos del mundo que decir además de llorar a sus víctimas? Porque no alzan su voz para terminar con la carnicería? Sera que el pánico nos inmoviliza y que atrapados en nuestros miedos hemos naturalizado el espanto.
Paz en la aurora, en el sueño.
Paz en la pasión del grande
y en la ilusión del pequeño.
Paz sin fin, paz verdadera.
Paz que al alba se levante
y a la noche no se muera.
¡Paz, paz, paz! Paz luminosa.
Una vida de armonía
sobre una tierra dichosa.
Lo grita Juan Panadero.
Juan en paz, un Juan sin guerra,
un hombre del mundo entero.
Rafael Alberti