Nuestro lector Zoilo Achával, desde la ciudad de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, nos envió una carta con su crítica a la opinión de Trotsky sobre la dialéctica contenida en uno de los textos de En Defensa del Marxismo. El Consejo de Redacción de Herramienta consideró su publicación, pero recibió también una respuesta del marxista inglés Cyril Smith, quien tuvo oportunidad de conocer el texto antes de la publicación del presente número. Ambas cartas se publican en esta sección, con la aclaración de que continúa el intercambio epistolar entre ambos. Los lectores interesados en conocer las nuevas cartas podrán acceder a ellas solicitándolas a nuestra redacción o visitando nuestra página web.
Crítica a la opinión de Trotsky sobre la dialéctica
Al Consejo de Redacción:
Como asiduo lector y admirador de Herramienta, pensé que las siguientes reflexiones podrían ser de su interés, ya que me parece que coinciden con el espíritu de su revista.
Mientras estudiaba para otro proyecto, tuve que volver a consultar la opinión de Trotsky sobre la dialéctica, a la que dedica cinco carillas en: En Defensa del Marxismo, que leí por primera vez hace mas de veinte años.
La relectura fue sorprendente desde el comienzo: me recibe con un vigoroso ejercicio del “terrorismo terminológico” que le reprocha a sus contendores en el mismo libro. “Escépticos gangrenosos como Souvarine creen que “nadie sabe” lo que es la dialéctica.” Pues bien, me siento en paz con mi escepticismo, en el que estoy en buena compañía, entre otros con Sócrates y Descartes, y puedo confesar que todavía no sé qué es la dialéctica. Aún así, no veo razón para ser insultado.
Pero además, no estoy seguro de que tampoco Trotsky supiera qué es la dialéctica, porque como veremos, por lo menos es seguro que no supo qué es la Lógica Formal.
Define a la dialéctica como “la ciencia de las formas de nuestro pensamiento, en la medida en que éste no se limita a los problemas cotidianos de la vida, y trata de llegar a una comprensión de procesos más amplios y complicados.” Que es la misma definición que se podría utilizar para la lógica simbólica, por ejemplo, para no mencionar la incorrección de supeditar la Lógica a sus contenidos.
Como no es una definición rigurosa, en el sentido de exclusiva, seguimos sin saber qué es la bendita dialéctica, ni cuánto la entendía el autor, pero si la dominara a fondo no hubiera tenido inconveniente en transmitírnoslo con claridad y exactitud. Queda claro que es otro marxista más que quiere tener dos lógicas, en este caso una para la vida cotidiana y otra “para los procesos complicados”. Es parecido a querer tener dos cerebros, uno para todos los días y otro para los días de fiesta.
Si bien prescindo de un análisis más minucioso, debe quedar sentado que está hablando de lógica, de “formas de pensamiento”.
De inmediato nos enteramos de que “A = A” no es cierto. “Pero en realidad “A” no es igual a “A” Esto es fácil de demostrar si observamos las dos letras bajo una lente: son completamente diferentes. Pero, se podrá objetar, no se trata del tamaño o de la forma de las letras, dado que ellas son solamente símbolos de cantidades iguales, por ejemplo de una libra de azúcar. La objeción no es valedera; en realidad una libra de azúcar nunca es igual a una libra de azúcar: una balanza delicada descubriría siempre la diferencia. Nuevamente se podría objetar: sin embargo una libra de azúcar es igual a sí misma. Tampoco esto es verdad: todos los cuerpos cambian constantemente de peso, color, etc. Nunca son iguales a sí mismos. Un sofista contestará que una libra de azúcar es igual a sí misma “en un momento dado”. Fuera del valor práctico extremadamente dudoso de este “axioma”, tampoco soporta una crítica teórica. ¿Cómo concebimos realmente la palabra “momento?” Si se trata de un intervalo infinitesimal de tiempo, entonces una libra de azúcar está sometida durante el transcurso de ese “momento” a cambios inevitables. ¿O este “momento” es una abstracción puramente matemática, es decir, cero tiempo? Pero todo existe en el tiempo y la existencia misma es un proceso ininterrumpido de transformación; el tiempo es, en consecuencia, un elemento fundamental de la existencia. De este modo el axioma “A” es igual a “A”, significa que una cosa es igual a sí misma si no cambia, es decir, si no existe”
Algunos aceptan que la dialéctica puede tener dos vertientes, la ontológica, que se refiere a la realidad en el sentido en que Engels habla de “dialéctica de la naturaleza”, como propiedad de las cosas, y otra vertiente lógica, que se refiere exclusivamente a las “formas de pensamiento”, de modo que Trotsky podría tener cierto derecho a hablar de la “dialéctica del azúcar”, aunque en rigor eso sería materia de la Física (o de la Química, etc.) y no de la Lógica.
Entiendo que la interpretación ontológica no tiene razón de ser, porque suponiendo que la realidad fuera dialéctica, -y yo no tengo motivo para negarlo -eso no impediría que se la expresara mediante la Lógica Formal, (y con más razón a través de las Lógicas posteriores) que sólo aseguran el razonamiento verdadero, sin ponerle condiciones a la realidad sobre la que se razona.
Trotsky renunció a la opción ontológica cuando aceptó que está hablando “de la ciencia de las formas de nuestro pensamiento”, es decir, de Lógica, donde no existen las letras ni el azúcar, sino los conceptos de letras y azúcares, que no se miran con lentes ni se pesan. Son ideas. Y los conceptos, por definición son invariables, inmunes al tiempo a menos que uno quiera cambiarlos, con lo que crea un concepto nuevo, pero no anula el antiguo: “Sócrates es mortal” es tan verdadero como cuando lo enunció Aristóteles. De manera que el relato de los avatares de la libra de azúcar no nos ilustran en absoluto sobre la naturaleza del Principio de Identidad, pero nos dice mucho sobre los conocimientos de Lógica de Trotsky, como podemos ver:
a) Aristóteles hablaba de una sola “libra de azúcar”, es decir, de un solo concepto, llamado “A”, y no de dos. Dijo A = A. No dijo A = A', ni A = B, así que don León nunca tuvo dos libras de azúcar para poner en los dos platillos de la balanza.
b) La apelación al cálculo infinitesimal no es pertinente, porque, como vimos, se trata de conceptos que no cambian, pero tampoco si fuera verdadero azúcar, porque
c) Si cambiara, seguiría siendo idéntico a sí mismo durante el cambio, a la manera del hombre que envejece: tiene más años pero es el mismo. La negación del principio de identidad implica que con los años Julio César se podría transformar en Napoleón. El principio de identidad no significa inmovilidad sino coherencia.
d) Si hubiera estado más familiarizado -y más encariñado- con Aristóteles, hubiera logrado lo que éste pretendía con este principio: que fuera coherente, que no se fuera del tema, que recordara que cuando se habla de Lógica se habla de Lógica, y no de Física. Eso es lo que quiere decir, entre otras cosas, A = A, o Lógica = Lógica.
Hasta aquí ha venido hablando de la “Lógica Dialéctica”, en comparación con la “Lógica Formal”. “Para los conceptos rigen también las reglas de la 'tolerancia' que no surgen de la lógica formal basada en el axioma “A” es igual a “A”, sino de la lógica dialéctica cuyo axioma es: todo cambia constantemente. El “sentido común” se caracteriza por el hecho de que constantemente excede la “tolerancia” dialéctica.”
Sin entrar a discutir cómo probaría que la dialéctica es más precisa que la lógica formal, teniendo en cuenta que la segunda está axiomatizada y la primera no, llama la atención que otra vez rompe el principio de identidad y se manda a mudar del tema del que estábamos tratando: hablábamos de lógica formal, no de sentido común. ¡Eso no se hace, don León!
Me parece innecesario continuar examinando el texto, que solamente aportaría más ejemplos del mismo tipo. He pretendido aportar solamente una muestra de cómo la extrema sabiduría en un terreno -supo tomar el poder en la Unión Soviética- no necesariamente significa omnisciencia: hay cosas que Trotsky ignoraba, e ignoraba que las ignoraba, así que se despachaba con toda frescura y pasión.
Esto es un encendido llamado al pensamiento crítico, al análisis riguroso de todo autor, a la sana duda que llama a analizar por sí mismo todo texto y a no creer en nada por el sólo hecho de que los hayan escrito los Profetas.
Les ruego disimulen si mi tono es informal y campechano. Son gajes de mi oficio. No estoy familiarizado con estos asuntos de la ciencia.
Muchas gracias.
Zoilo Achával
Al Consejo de Redacción:
Herramienta sigue constituyendo un foro para el reexamen de puntos fundamentales del marxismo. Esto es excelente. Para regenerar el socialismo revolucionario, es vital romper el dogmatismo estéril que ha engrillado por décadas al movimiento revolucionario. De otra manera no podremos entender los enormes cambios que han tenido lugar en la lucha de clases en estos últimos años. Seguramente, esto debe involucrar la revisión de creencias que por mucho tiempo se han mantenido sin cuestionamientos.
Pero, ¿cómo desafiar al dogma? En su carta a Herramienta, Zoilo Achával tiene mucha razón al cuestionar la autoridad de Trotsky como filósofo, pero me opongo firmemente a la forma como lo hace. Cuando miramos hacia atrás en la historia de las luchas revolucionarias, debemos ser objetivos, críticos y sin temor a ninguna autoridad, pero también debemos tratar a nuestro pasado con respeto y cuidado. Nuestro propósito debe ser extraer todas las lecciones de esta historia, incluyendo sus errores, no desechar la experiencia ganada con mucha dificultad. Así, si atacamos a Trotsky, debemos hacerlo desde el punto de vista del socialismo revolucionario. Está bien reexaminar, revisar o incluso no aceptar lo que él escribió, en la medida en que nos ayude a sostener su rechazo al orden mundial existente.
En sus Cuadernos de 1934/35, pensando sobre su proyectada biografía de Lenin, Trotsky se encontró con la obra de Lenin sobre Hegel. Así fue cómo intentó el estudio de La ciencia de la lógica. Reconoció sinceramente su falta de práctica en cuestiones filosóficas y no hay necesidad alguna de considerar este intento como satisfactorio. Sin embargo, pienso que las condiciones bajo las cuales Trotsky trabajó en esos momentos terribles de la historia hacen de este esfuerzo un acto heroico a ser tomado seriamente.
En Suiza, hacia 1914/15, Lenin había trabajado también muy duro en el estudio de Hegel. Pero no era mejor filósofo que Trotsky y, personalmente, disiento con muchas de sus afirmaciones, especialmente con su lectura de Hegel. Pero aún así pienso que su obra sigue siendo una fuente importante para la reinvestigación de las ideas comunistas.
Tanto Lenin en el comienzo de la Primera Guerra Mundial, como Trotsky a principios de la Segunda, pugnaban por aprehender cuestiones filosóficas como una parte esencial del esfuerzo por romper con las viejas formas de pensar. Hoy tenemos una gran ventaja sobre ellos. Algunas obras donde Marx hace explicíta su lucha con la dialéctica hegeliana, que eran desconocidas por Lenin y Trotsky, están fácilmente a nuestro alcance. Me refiero en particular a los Manuscritos de París (1844) y los Grundrisse (1857/58). Creo que ni Engels llegó a leerlos. La Introducción a los Grundrisse había sido publicada por Kautsky a principios de siglo, y Trotsky se refiere a ella en En defensa del Marxismo, pero el resto de este manuscrito vital no estuvo por lo general disponible hasta la década de 1960.
Achával no parece tener interés en preguntarse por qué Trotsky se dedicó a tales cuestiones; simplemente rechaza lo que dijo porque contradice las nociones de consistencia de acuerdo al sentido común. Así su comentario resulta ser un nuevo refrito del punto de vista pseudo científico de James Burnham, Sidney Hook y otros en la década de 1930.
Me parece que en realidad su ataque pierde de vista la debilidad central de los análisis de Trotsky. Su fin inmediato fue defender su caracterización del estado soviético bajo Stalin como un “Estado obrero degenerado”. Cuando Burnham, Shachtman y otros en la Cuarta Internacional se mostraron en desacuerdo con esta concepción, Trotsky trató de combatir lo que vio como un error filosófico al que identificó como un no ir más allá de definiciones estáticas. Volvió a la discusión de esta cuestión filosófica en particular, porque creyó que la Cuarta debía aprender a captar la naturaleza contradictoria de la realidad en movimiento. Por desgracia, sus seguidores se maravillaban con sus escritos, pero jamás encararon seriamente el estudio de los mismos.
Trotsky intentó usar los comentarios de Hegel sobre la “ley de Identidad”, que habían llamado la atención de Lenin, como ayuda para la comprensión de la naturaleza contradictoria de la URSS. La debilidad de su obra sigue la tradición de Engels y Lenin, pues Trotsky considera a la lógica como algo independiente de la vida social, y esta concepción está en agudo conflicto con Hegel como con Marx.
Hegel fue el primer pensador en reexaminar la naturaleza de la lógica desde la obra de Aristóteles, 2400 años atrás, y el primero en considerarla como una parte de la historia del mundo. Vio el desarrollo de la sociedad humana como un proceso lógico en sí; la revelación de la Razón. En los tiempos modernos ésta había alcanzado una nueva etapa, lo que hizo factible para la filosofía revelar la hasta entonces oculta trama de la historia. Si se la mira de acuerdo a la razón, la historia muestra una estructura lógica, y esto incluye a la historia de la misma filosofía. Hegel ratificó la frase de Anaxágoras: “la razón rige al mundo”. Por otra parte, Hegel muestra que el método lógico apropiado para el conocimiento filosófico es en sí mismo una expresión de las formas socio-históricas modernas. Así, para Hegel, la historia tenía una lógica, y la lógica una historia.
Ahora veamos lo que pensaba Marx acerca de estas cuestiones. En 1843, cuando comenzó su obra con una Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, hizo una referencia particular a los fundamentos lógicos de la descripción hegeliana del estado moderno. Al año siguiente, en París, pudo generalizar esto en una Crítica de la Dialéctica y la Filosofía Hegeliana de conjunto. Incuestionablemente, no se trataba de un regreso a la antigua lógica, sino un intento de valorar la obra de Hegel como un reflejo invertido de la sociedad burguesa. A partir de ahí pudo comenzar a elaborar su flamante concepción del comunismo. Era el movimiento real, en el cual la humanidad se emancipa a sí misma, mediante la auto-emancipación del proletariado. Por el resto de su vida, trabajó en la crítica de la economía política, que involucraba un continuo regresar a la crítica de la dialéctica de Hegel. En el postfacio a la segunda edición de El Capital en 1873, habla de la diferencia entre la dialéctica hegeliana y la suya. “Mi dialéctica está directamente opuesta a la de Hegel” (éste es casi el único momento en que Marx utiliza la palabra “dialéctica” acerca de su propia obra. El mito sobre el “materialismo dialéctico” no tiene nada que ver con Marx).
Marx concuerda con Hegel en cuanto a la lógica como expresión de las relaciones sociales modernas, pero con esta distinción: Marx sabe que estas relaciones son alienadas, inhumanas y transitorias. En particular, las categorías de la economía política son formas de pensamiento que son socialmente valederas, y por lo tanto objetivas, para las relaciones de producción que pertenecen a este modo de producción social históricamente determinado: la producción de mercancías (El Capital, capítulo 1).
Lo que distingue a Marx de los más grandes economistas políticos es que sabe que estas relaciones sociales son esencialmente alienadas (verruckt), inhumanas; que ellas subordinan las relaciones entre los hombres a las relaciones entre los objetos. “Estas fórmulas (...) llevan el inequívoco sello de pertenecer a una formación social en la que el proceso de producción domina al hombre, en vez de lo opuesto” (íbid).
La lógica tradicional había obligado al científico a aceptar “los hechos” sobre el mundo sin cuestionar su condición. Marx impugnó esta aceptación, desde “el punto de vista de la humanidad social o la sociedad humana” (Tesis sobre Feuerbach).
Una de las cosas más importantes sobre la apelación a la lógica del “sentido común” hecha por Achával (y mucha otra gente), es que su escepticismo en realidad oculta un dogmatismo tan rígido como el de sus adversarios. Quiero decir que aceptan las formas tradicionales lógicas sin cuestionamientos. Esta visión del “sentido común”, que piensa que las “leyes” de identidad, contradicción y tercero excluido son “obvias”, imposibilita ver la locura esencial de las formas sociales basadas en la explotación y opresión. El mundo del capital tiene que ser aceptado como tan “determinado” y tan “natural” como la ley de gravedad. Pero lo que el “sentido común” toma como “natural”, todo socialista sabe que es intolerable. Cuando los profesionales del “sentido común” presumen religiosamente que el mundo en que viven “tiene sentido”, se equivocan: está alienado. La misma rigidez de las formas lógicas es una expresión de la dominación de clase.
Pero ¿hay otra forma de mirar al mundo? ¿No es el éxito de las ciencias naturales el que justifica esta fe ciega en las tradicionales “leyes del pensamiento”? En realidad -y esto se relaciona con algo similar en otras ramas del conocimiento- desde hace más de un siglo, hay una profunda crisis en los fundamentos de la lógica. Cuando las bases de las matemáticas entraron en contradicciones hacia 1880, Frege, Russell y otros trataron de repararlas matematizando la lógica. Estos intentos fracasaron y en 1931 los teoremas de Gödel mostraron efectivamente que no podían tener éxito. A pesar de la atención que le prestaron algunas mentes muy brillantes, estos problemas todavía no están resueltos. Sin entrar en detalles, podríamos decir que las dificultades se centran sobre las relaciones de dependencia e independencia entre una estructura lógica estática y el mundo dinámico al que se supone que está investigando. Así resulta que de todos modos, Hegel tenía razón en un aspecto: la lógica es simultáneamente anterior al mundo y una parte de él.
Primero Lenin y luego Trotsky, quisieron usar la filosofía hegeliana para desarrollar su comprensión de la revolución y sus consecuencias. Las condiciones de su tiempo, sumadas al malentendido sobre la obra de Marx que heredaron de la Segunda Internacional, los llevaron al fracaso en ese terreno. No debemos, pues, aceptar todo lo que dijeron simplemente porque lo dijeron ellos. Pero nuestra obligación es hacerlo mejor que ellos, no simplemente arrojar sus obras a la basura.
Cyril Smith
Estimados Amigos:
Con mucho agrado leímos Herramienta y nos sorprendió gratamente la calidad y cantidad de material disponible. Nosotros somos una agrupación de comunicación popular, investigación y desarrollo, la Fundación Wayruro, en la que participan profesionales de distintas disciplinas (comunicación, historia, antropología, medicina social, agronomía, etc.).
Editamos una revista: “Wayruro”, con temas de historia política, economía, derechos humanos, movimientos populares, etc. Realizamos videos documentales, organizamos charlas, jornadas, seminarios y trabajamos en Etnodesarrollo en la Puna Jujeña, en el noroeste argentino. En un momento como el que vivimos, creemos que es imprescindible intercambiar experiencias e información para poder lograr una transversalidad del conocimiento que nos beneficie a todos.
Un fuerte abrazo,
Ariel Ogando
Director Revista Wayruro
Wayruro@palpala.dataco39.com.ar
20 de abril de 1998
Universidad de Binghamton, New York
Departamento de Sociología
Gracias por el N° 6 de Herramienta que incluye mi artículo sobre el MST. La revista está muy relevante y también hace un buen esfuerzo para elaborar un marco teórico para entender los eventos del momento.
Te envío una nota sobre el tema del continuismo y reelección que forma parte del neo-autoritarismo electoral que choca con las concepciones de la transición democrática elaborado por los posibilistas del país. Espero noticias cuando lo recibas.
Saludos Fraternales.
James Petras
PD.: ¿Por qué no organizan un Simposio sobre el neo-autoritarismo a partir de los regímenes electorales?
Neuquén, 24 de abril de 1998
Compañeros de Herramienta.
Desafortunadamente me enteré de la realización del encuentro sobre las teorías del fin del trabajo y los nuevos métodos de producción con muy poco tiempo como para poder viajar, a pesar de las facilidades que los compañeros J.yR. me comunicaron que la revista podría ofrecerme, lo cual es un gesto que agradezco profundamente.
De todos modos, quería hacerles llegar mi fraternal saludo a esta iniciativa.
Es muy poco lo que puede decirse en una página sobre los trabajos de Collin y Martínez, pero me parece que el debate que se plantea es de enorme importancia. Las teorías sobre el fin del trabajo deben ser cuestionadas en profundidad, pero sin dejar de tener en cuenta algunos problemas verdaderos que plantean. El artículo de Collin, en este sentido me parece importante y considero que apunta en la dirección correcta. Con respecto a las nuevas formas de organización del trabajo, estoy convencido de que el marxismo revolucionario tiene mucho que investigar y que decir al respecto. Por un lado está la lucha ideológica, dentro de la cual, es fundamental mostrar que estos nuevos métodos no anulan la explotación y que no necesariamente "alivian" el trabajo.
También es importante combatir algunos mitos, como lo hace Martínez. Pero también hay una cuestión que me parece crucial: es la referente a las condiciones y bases que harían posible la planificación a escala internacional y el control obrero de la producción, condiciones ineludibles del socialismo. En este terreno loa experiencia histórica práctica ha resultado poco alentadora. La planificación burocrática y el control de los "gerentes socialistas" en los llamados "socialismos reales" han demostrado ineficiencia, altas cuota de irracionalidad y escasas tendencias igualitarias y libertarias. Uno de los desafíos del marxismo revolucionario es hallar las condiciones de una planificación y un control obrero efectivos. Por el momento, esto no puede desarrollarse más que teóricamente, es cierto, pero no podemos dejar para más adelante el estudio de estos problemas, sobre todo a la luz de los inconvenientes con los que se encontraron los bolcheviques -y todas las revoluciones victoriosas del siglo XX- luego de tomar el poder. El estudio de las nuevas formas capitalistas de producción puede echar mucha luz sobre estas cuestiones.
Deseándoles mucho éxito en el encuentro y en la edición de Herramienta, les envía un saludo fraterno y cordial.
Ariel Petruccelli
PD.: Estoy trabajando en un artículo "Los desafíos de la izquierda", que espero poder enviárselos lo antes posible para que consideren su publicación.
* La traducción de esta carta pertenece a Francisco Sobrino