El profesor Sokal visitó Argentina por invitación de la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad de Buenos Aires. Entre las actividades que desarrolló se destaca la conferencia que diera ante un público que colmó la capacidad del Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, el día 15 de mayo de 1998.
Publicamos esta conferencia con autorización del autor. La grabación y transcripción fueron hechas para Herramienta por L.D.
Primero quisiera agradecer a la Universidad de Buenos Aires y a todos los organizadores de esta conferencia el haberme invitado y traído a la Argentina y también pedirles perdón con antelación por todos los errores que cometeré en el uso del maravilloso idioma de Cervantes y de Mafalda. Es verdad: aprendí español leyendo Mafalda y escuchando los discos de Víctor Jara.
Entonces, comenzando con la cronología del
affaire que el profesor Reynoso
[1] acaba de esbozar. Escribí una parodia de la crítica posmoderna de la ciencia con el título:
“Transgrediendo las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica” y la presenté para su publicación en una prestigiosa revista norteamericana de estudios culturales que se llama
Social Text -obviamente sin decir a los editores que se trataba de una parodia- y fue publicada en su número especial de la primavera del ‘96. Tres semanas después revelé la parodia en otro artículo en la revista
Lingua Franca, y en ese momento “todo estalló”.
No voy a hablar demasiado del escándalo en sí, porque creo que el mero hecho de que publicaran mi artículo no demuestra mucho. No fue un experimento controlado. Como máximo, poner en evidencia que los niveles intelectuales están bajos en una revista de moda, no demuestra mucho. Creo que lo que importa es el contenido de la parodia, que fue construida a partir de citas auténticas de grandes intelectuales franceses y americanos posmodernos a propósito de las matemáticas, o la física, o la filosofía de las matemáticas y la física. Elegí las citas más absurdas, las más ridículas que pude encontrar, pero siempre de intelectuales eminentes, pues no quería burlarme de algún pobre ayudante en alguna universidad perdida. Junté estas citas con un argumento completamente fantasioso que las ligara y alabara y, bueno, ya conocen la historia. Después de la publicación de la parodia, me quedó un dossier muy grueso con ejemplos de todos los disparates que había encontrado en dos o tres meses de investigación en la biblioteca. Lo primero que hice fue circular este dossier entre mis amigos científicos para hacerlos reír y efectivamente se escandalizaron y se rieron. Pero cuando hice circular el dossier entre amigos que no son científicos, me dijeron: “esto es muy importante, has agarrado a estos grandes intelectuales en flagrante delito y son personas consideradas muy importantes en nuestro campo. Deberías hacer público este dossier, pero para nosotros los no-científicos es necesario añadir comentarios, para explicarnos por que se trata de cosas absurdas, de disparates, etc. En ese momento comencé a trabajar junto a mi colega belga Jean Bricmont, también físico matemático. En octubre del año pasado salió el libro Imposturas Intelectuales que por ahora existe solo en francés, aunque estamos preparando la versión inglesa y espero que salga en castellano dentro de un año más o menos. Y se desató otra polémica: en Francia fuimos atacados como “francófobos” y muchas cosas más. Pero no voy a hablar demasiado del escándalo porque quisiera hablar del contenido del libro.
La primera cosa que hay que subrayar es que se trata más bien de dos libros bajo una misma tapa, con dos partes que son muy distintas y deben ser evaluadas separadamente. Además, es muy importante no confundir los blancos que tienen cada una de las partes, porque los blancos son muy distintos.
La primera parte, la que da el título de Imposturas intelectuales al libro (y que desató el escándalo en Francia), es una compilación de citas con comentarios donde demostramos que grandes intelectuales franceses como Lacan, Kristeva, Iregaray, Baudrillard, Deleuze, Derrida, Guattari, Virilio cometieron graves abusos con conceptos y terminología científica, ya sea utilizando ideas científicas totalmente fuera de contexto sin dar la mínima justificación empírica o conceptual, o bien lanzando la jerga científica a la cabeza de sus lectores no-científicos, sin el más mínimo respeto por la relevancia o incluso el significado de los términos. En muchos casos se trata de frases que no son erróneas, sino puros despropósitos. Esta es la primera parte del libro.
Después me voy a referir a la cuestión de lo que, a nuestro parecer, el libro demuestra o no demuestra, porque es importante no exagerar ni minimizar tampoco lo que se demuestra.
La segunda parte es mucho más sutil, tal vez más importante a la larga y fue mi preocupación inicial al escribir la parodia, como voy a explicar más adelante. Este segundo blanco es el relativismo epistémico o relativismo cognitivo, o sea -obviamente simplificando más o menos- la idea de que la ciencia moderna no es más que un mito, o una narración o una construcción social entre otras. En dos capítulos que llamamos intermetzzi, -un capítulo bastante largo sobre el relativismo cognitivo en la filosofía de las ciencias y otro más breve sobre los malentendidos posmodernos a propósito de la ciencia reciente-, sobre todo la teoría del caos, tratamos de desenredar muchas de las confusiones que son frecuentes en los círculos posmodernos y los círculos de estudios culturales, por lo menos en Estados Unidos. Un ejemplo de ese accionar es la utilización de ideas válidas de la filosofía de ciencia -como la subdeterminación de la teoría por los datos o por la carga teórica de las observaciones- pero extendiendo estas ideas válidas a extremos injustificados para apoyar un relativismo cognitivo radical.
Como ven, el libro tiene dos partes que deben ser evaluadas separadamente, con blancos también diferentes. En la primera parte los blancos son principalmente franceses, pero en cuanto al relativismo cognitivo, nuestros blancos son más bien norteamericanos y británicos (con algunos franceses).
¿Cuál es la relación entre las dos partes? ¿Por qué valía la pena juntarlas en un libro? Hay una débil relación lógica. Subrayo lo de débil porque si uno acepta el relativismo cognitivo, no tendría muchas razones para indignarse por los abusos de las ideas científicas. Si la ciencia, después de todo, no es más que una narración, no importa mucho trastornarla.
Pero creo que el lazo más importante entre las dos partes del libro es sociológico. Quiero decir que los autores franceses de las imposturas están de moda más o menos en los mismos círculos estadounidenses de letras y de ciencias sociales en los que la filosofía (más o menos subyacente) es el relativismo cognitivo. No digo que en general el relativismo sea la filosofía explícita; más bien es un presupuesto bastante vago e implícito. Entonces, lo que quisiera hacer en la charla, y profundizar en la discusión posterior, es ilustrar estas dos partes y responder a algunas de las objeciones naturales que se han hecho a nuestros argumentos.
La cuestión de las imposturas.
Sé que en este país hablar de Jacques Lacan es asunto delicado, pero voy a poner el dedo en la llaga.
El primer ejemplo es una conferencia dictada en el año 1960. No voy a leer todo, pero acá Lacan hace “un cálculo” completamente fantasioso. Escribe: S (Significante) dividido por s (significado) igual a s.Enunciado.S igual a –1, entonces s igual a raíz cuadrada de –1 (número imaginario)... y dos páginas después, termina explicando que la raíz cuadrada de menos uno puede ser igualada al órgano eréctil. Hemos escrito el libro en un tono más o menos sobrio para no ser acusados de demasiado escandalosos, pero en este punto no resistimos señalar que es preocupante ver nuestro órgano eréctil igualado a un número imaginario. Nos acordamos de Woody Allen en la película Dormilón, que cuando están a punto de reprogramarle el cerebro, les dice “¡Ustedes no pueden tocar mi cerebro, que es mi segundo órgano favorito!”.
Siguiendo con Lacan, otro ejemplo menos divertido, pero tal vez más grave es cuando pretende aplicar la teoría matemática de los espacios compactos. Es un concepto muy técnico de topología matemática o análisis matemático que se aprende en el tercer o cuarto año de estudio en las facultades de matemáticas. Pretende aplicar la teoría matemática de los espacios compactos al llamado “espacio de la Jouissance” en psicoanálisis (“espacio del Goce” supongo que se dirá en castellano). En este texto de varias páginas utiliza términos altamente técnicos de las matemáticas, sin el más mínimo respeto por su significado y los mezcla arbitrariamente. Pero lo realmente increíble es que no explica jamás qué tienen que ver estos conceptos matemáticos con su tema del “espacio de la Juissance” en psicoanálisis. Está jugando con la palabra espacio. No sé que quiere decir “espacio de la Juissance”. en psicoanálisis, tal vez tenga alguna significación para Lacan, pero la palabra espacio compacto tiene un significado muy preciso en topología matemática, y si él pretende mezclar esos dos conceptos, tiene la obligación de explicar la relación que pretende ver entre los dos conceptos, cosa que no hace.
El tercer ejemplo lo da Julia Kristeva en su libro de fines de los años ‘60 Semiótica, investigaciones para un semioanálisis, que la hizo famosa. En un análisis del lenguaje poético -ése es su tema- cita repetidamente partes muy técnicas de la teoría matemática de conjuntos y pretende que una teoría del lenguaje poético puede basarse en la teoría matemática de conjuntos. Para eso cita sus partes más técnicas: el axioma de elección y la hipótesis generalizada del continuo que son partes de la teoría de conjuntos que se utilizan bastante raramente en algunasinvestigaciones matemáticas, casi nunca en física y nunca -que yo sepa- en química o biología. Milagrosamente, aparecen como relevantes en un análisis de lenguaje poético. Pero otra vez no se explica jamás la relevancia. Sencillamente es lo que llamamos en inglés Name Dropping, impresionar al lector con los nombres de esos conceptos sin explicar su contenido y sobre todo sin explicar la relevancia que tiene respecto a lo que está estudiando. Esos conceptos tienen que ver con conjuntos infinitos. No sé dónde en poesía o en lingüística uno va a encontrar conjuntos infinitos.
Un último ejemplo entre los muchos que están en el libro. Deleuze y Guattari escribieron ¿Qué es la filosofía? un libro que fue un best-seller en Francia en el año 91 y está lleno de palabras muy técnicas provenientes de la física o de la matemática arregladas, o en frases que a un lector no advertido podrían parecer profundas observaciones sobre problemas filosóficos de la matemática o de la física, que en realidad no son más que una ensalada de palabras sin sentido alguno. Es muy impresionantes este caso. Tenemos una cita de Guattari de dos páginas enteras completamente llenas de palabras muy técnicas, en las que no se entiende nada.
Objeciones
Pasemos a las objeciones formuladas a nuestro punto de vista.
La primera objeción es que estas citas son marginales. O sea: “Ustedes han encontrado graves abusos y hasta imposturas en el 5% del trabajo de Lacan o 10% del trabajo de Deleuze y Guattari –podría ser incluso el 1%, no importa- Pero ¿Qué es lo que eso demuestra respecto del otro 95%?”
Es una pregunta muy razonable y nuestra respuesta es matizada.
Primero, lógicamente no demuestra nada a propósito del otro 95%. Pero cuando uno encuentra imposturas, o sea incompetencia extrema o deshonestidad intelectual - debo subrayar que nosotros no pretendemos establecer si se trata de fraudes conscientes o de autoengaños o una mezcla de las dos cosas, no podemos decirlo y de todas formas no nos interesa porque nuestro propósito no es criticar a ciertos individuos, es criticar a una cierta cultura intelectual en Francia y en Estados Unidos que ha tolerado y hasta alentado estos abusos-, cuando estas imposturas, conscientes o no, se encuentran en el trabajo de alguien, aún que fueran el 5% o 10% de su trabajo, es natural querer analizar con más cuidado y más críticamente el resto de su obra. Por ejemplo Bertrand Russell explicó que se había formado en una tradición filosófica hegeliana y se alejó de esa tradición en parte gracias a su estudio de las partes de la Ciencia de la lógica de Hegel dedicadas al cálculo infinitesimal (que Russell consideró una madeja de confusiones). Obviamente esto no demuestra nada sobre el resto del trabajo de Hegel, pero por lo menos abre los ojos y libera al lector, al estudiante, del efecto de imposición o de autoridad que a veces rodea a ciertos intelectuales.
Creo que es muy importante subrayar que cuando las ideas son aceptadas no por buenos motivos racionales sino por motivos de dogma o de moda, esas ideas son vulnerables al hecho de desenmascarar hasta una parte ínfima de ellas. Un ejemplo es La Biblia. En los siglos XVIII y XIX los descubrimientos geológicos demostraron que la Tierra era mucho más vieja que los 5.000 años contemplados en La Biblia, que tenía millones -ahora sabemos que miles de millones- de años. Y aunque esto contradijera sólo una pequeña parte de la Biblia, no obstante tuvo el efecto, a largo plazo, de minar la creencia de muchas personas en el resto de La Biblia, porque se dieron cuenta que el resto no estaba basado en mejores argumentos racionales o empíricos que la parte sobre la edad de la Tierra, que estaba basada solamente en dogma. El resultado es que hoy en día pocas personas -salvo en Estados Unidos- creen en La Biblia en el sentido literal con el que la mayoría de los europeos creía hace tres o cuatro siglos.
En contraste, consideremos el caso de Isaac Newton. Se sabe ahora, gracias a los trabajos de los historiadores de la ciencia, que un 90% de sus escritos se refieren a la alquimia y al misticismo y solo 10% a la mecánica o la óptica. Pero no importa: el 10% de física está basado en buenas consideraciones empíricas y racionales y sobrevive ahora por esa razón. Podemos separar el trigo de la paja.
Quienes quieran defender a los autores que hemos criticado tienen una vía muy clara: basta aislar las imposturas de la parte de la obra que consideran válida, explicarnos en términos claros que se dice en la parte que consideran válida y darnos buenos argumentos empíricos, lógicos o conceptuales o lo que sea para sustentar esa parte. Pero si estos autores han logrado un éxito internacional y se han hecho estrellas intelectuales no precisamente por el mérito intelectual de sus trabajos sino por el hecho de ser maestros del lenguaje y poder manipular una jerga erudita, científica y no científica -¡principalmente no científica, hay que decirlo!-, en éste caso el hecho de que hayamos desenmascarado una parte de su obra podríadesencadenar una reacción en cadena.
Quiero subrayar que nosotros no pretendemos ser competentes para juzgar la obra de estos autores globalmente. No somos competentes para juzgar las partes puramente psicoanalíticas del trabajo de Lacan, las partes puramente filosóficas del trabajo de Deleuze o las partes lingüísticas del trabajo de Kristeva, por ejemplo. Nos limitamos a los campos en los cuales nosotros podemos pretender una cierta competencia, las matemáticas o la física, y dejamos a otros la tarea de hacer un análisis semejante para los otros campos. Por ejemplo, Lacan utiliza la lingüística aún más de lo que utiliza las matemáticas, y sería interesante que lingüistas profesionales hicieran un análisis parecido al nuestro. No pretendo prejuzgar cual sería el resultado de tal análisis pero sería interesante hacerlo.
La segunda objeción es: “Ustedes no entienden el contexto”. Aquí la idea es, más o menos, tal vez exagero, algo así: “si ustedes no entienden toda la obra de Lacan, no pueden criticar el uso de la matemática por Lacan, porque no entienden el contexto y tiene sentido solamente en ese contexto”.
Nuestra respuesta es que cuando los conceptos de física o matemática son invocados en otro dominio de estudio, el autor debería dar algún argumento para justificar la pertinencia de estos conceptos. En todos los casos que hemos criticado, verificamos que no se dio ningún argumento. Los autores sencillamente lanzaron la terminología matemática a la cabeza del lector.
También hay algunos principios generales que se pueden emplear para decidir si el autor está utilizando o introduciendo conceptos matemáticos con un verdadero fin intelectual o más bien para impresionar al lector. Primero, en casos de uso legítimo, el autor debe explicar al lector cuáles son los conceptos matemáticos que está invocando en términos que el lector interesado -que normalmente es no científico- pueda entender. Segundo, visto que los conceptos matemáticos tienen significados muy precisos, las matemáticas son útiles principalmente cuando son aplicadas a campos en los cuales los conceptos también tienen un significado más o menos preciso. Es difícil ver cómo la noción matemática de los espacios compactos puede ser aplicada provechosamente a una cosa tan vaga y mal definida, como el espacio de la Juissance en el psicoanálisis. Y tercero: es muy extraño que conceptos matemáticos tan abstrusos que no se usan ni siquiera en física, puedan tener una aplicación en el análisis del lenguaje o en la sociología.
La tercera objeción es sobre el uso de las palabras. Hay gente que nos dice que somos unos imperialistas de las ciencias duras que queremos impedir a los demás utilizar palabras como energía, caos, lineal, etc. excepto en su significado estrictamente matemático.
¡No es así! Los físicos y los matemáticos no tienen ningún monopolio sobre esas palabras. Después de todo la palabra caos existe en la Biblia mucho antes de la teoría matemática del caos.
Pero sí insistimos en que uno no debe confundir los dos sentidos, o más de dos sentidos de la misma palabra. Por ejemplo Deleuze y Guattari en su libro ¿Qué es la filosofía? utilizan la palabra caos en un sentido bastante particular. Están en su derecho. Pero después en el mismo libro, sin comentario o argumento, hacen referencia a "atractores extraños", a "no linealidad", etc., citando conceptos de la teoría matemática del caos. ¡Entonces es una confusión lingüística y nada más!. Si hay una relación entre los dos significados, tienen que explicar cuál es la relación y no solamente aprovecharse de una coincidencia lingüística.
La misma cuestión en cuanto a los abusos de la palabra lineal se encuentran en muchos escritos posmodernos norteamericanos.
La cuarta objeción son las metáforas. Mucha gente dice “Lacan o Kristeva, cuando invocan estos conceptos no lo hacen con argumentos lógicos válidos, pero no pretenden hacer eso, pretenden invocar esos conceptos metafóricamente, para ilustrar algún argumento que están haciendo en su campo: psicoanálisis, lingüística, etc.”
Está bien, no tenemos nada en contra de las metáforas, pero el problema es quién está hablando y a quién. Por ejemplo, imagínense si en un seminario de física teórica yo, para explicar el concepto técnico de trivialidad en teoría cuántica de campos lo comparara al concepto de aporíaen la teoría literaria de Derrida. Yo no sé. tal vez esta comparación tenga cierto valor, pero mis oyentes físicos se preguntarían con razón cuál es el fin, porqué estoy usando esta comparación si no es para ilustrar mi propia erudición. ¿Por qué invocar a Derrida para explicar un concepto de física a otros físicos? ¿Por qué invocar la teoría matemática de espacios compactos para explicar un concepto psicoanalítico a otros psicoanalistas? ¿Por qué invocar como hace Latour la relatividad de Einstein para explicar sus conceptos sociológicos a otros sociólogos? Entonces, el problema no es que invoquen estos conceptos erróneamente, el problema primordial es para qué sirve. El papel de una metáfora es el de aclarar a su público un concepto que le es menos familiar ligándolo a otro que le sea más familiar y no lo contrario.
Además, en algunos casos estos autores niegan explícitamente que se trate de meras metáforas o analogías. Es el caso de Lacan, cuando utiliza conceptos de topología, de superficies topológicas, como el toro, o la botella de Klein, etc. para analizar conceptos psicológicos, y llega a afirmar que “el toro es exactamente la estructura del neurótico”. Esto fue en una conferencia muy famosa en Estados Unidos en el año 1966 y en el libro reprodujeron el diálogo que tuvo lugar después de la conferencia.
Harry Walt dijo: “¿Puedo preguntar si esta aritmética y topología no son más que un mito o una analogía para explicar la vida de la mente y el espíritu?”
¡Y Lacan se indignó! Dijo: “¿Analogía? ¿Qué?” “He dicho que el S que designa sujeto es instrumento y materia para simbolizar una pérdida, una pérdida que Ustedes experimentan como sujeto”, etc., y termina diciendo: “no es una analogía, este toro existe realmente y es exactamente la estructura del neurótico, no es una analogía, no es una abstracción porque una abstracción es un tipo de dilución de la realidad y yo creo que este toro es la realidad misma”.
Hay otros casos en los que los autores niegan explícitamente que planteen metáforas.
El relativismo cognitivo
Voy a pasar a la segunda parte del libro. El relativismo cognitivo no es siempre explícito. A menudo está encubierto por formulaciones ambiguas. Por eso gran parte de nuestro capítulo sobre relativismo consiste en desenredar ambigüedades.
Comencemos con un ejemplo más o menos explícito. ¿Conocen el caso de los niños secuestrados y desaparecidos en Bélgica hace unos años? En ese caso hubo una gran incompetencia de parte de la policía y gran indignación pública, por lo que se nombró una comisión parlamentaria para averiguar los errores cometidos durante la investigación. En cierto momento hubo una confrontación espectacular entre un policía y una juez a propósito de la cuestión de si un cierto dossier había sido trasladado por el policía a la juez. El policía afirmó haber trasladado el dossier y la juez niega haberlo recibido. Obviamente, no hay necesariamente una contradicción, porque es posible que el dossier hubiera sido trasladado y se hubiera perdido en el trayecto. Pero descartando esa posibilidad que de todas formas era una cuestión de hechos bien definidos, lo que pasó es que hubo una confrontación delante de la comisión y fue difundida por TV. Al día siguiente, uno de los más importantes diarios belgas Le Soir preguntó a un antropólogo de la comunicación, de la Universidad de Lieja: “La confrontación estaba estimulada por una búsqueda casi última de la verdad. ¿La verdad existe?”. Respuesta: “Antropológicamente, hay solamente verdades parciales, compartidas por un número más o menos grande de personas, un grupo, una familia, una empresa. No existe verdad trascendente. No creo, entonces que la juez Dutreu o el policía Lesage escondan algo. Los dos dicen SU verdad”.
¡Es increíble! No estamos hablando de una cuestión de responsabilidad moral. Estamos hablando de una cuestión de hechos: si el dossier fue trasladado o no. Es increíble. Y el antropólogo prosigue: “La verdad está siempre ligada a una organización en función de los elementos percibidos como importantes. No es de extrañar entonces que estas dos personas representando cada una un universo profesional muy diferente, expongan cada una, una verdad diferente.
Se ve aquí la idea que se encuentra en muchos trabajos sociológicos y antropológicos actuales: la atomización de la humanidad en grupos cada vez más pequeños, cada uno con su propio universo conceptual, hasta “con su propia realidad” y casi incapaces de comunicarse entre sí.
Solo que aquí se llega a un nivel de absurdo. Estas dos personas hablan el mismo idioma, viven como máximo a 100 km. uno de otro, pertenecen al sistema jurídico de una comunidad belga francófona de menos de 4 millones de personas ¿y se supone que no se pueden comunicar entre ellas, que no entienden que se trata?. Obviamente, las dos personas entienden muy bien de qué se trata, probablemente las dos saben cual es la verdad y simplemente una de ellas tiene interés en mentir. Lo que el antropólogo está confundiendo, es el problema de los hechos con el problema de los conocimientos.
El segundo ejemplo es implícito, en vez de explícito. Lo comete nuestro amigo Bruno Latour, un sociólogo de las ciencias muy conocido, en su libro La ciencia en acción. En este libro desarrolla siete reglas del método para el sociólogo de la ciencia. La tercera dice: “visto que la solución de una controversia es la causa de la representación de la naturaleza, no la consecuencia, no podremos jamás utilizar el resultado, la naturaleza, para explicar cómo y porque una controversia ha sido resuelta”. Nótese como Latour se desliza sin comentario ni argumento desde “la representación de la naturaleza” en la primera parte de la frase a “la naturaleza” a secas en la segunda parte. Entonces hay por lo menos cuatro interpretaciones diferentes de esta frase. Según cambiamos “representación de la naturaleza” por “naturaleza” o viceversa, esta frase podría ser el truismo de que las representaciones de la naturaleza -o sea las teorías de los científicos- son el resultado de un proceso social por lo que no podemos explicar la evolución y el resultado de este proceso social utilizando únicamente su resultado, porque sería un argumento circular, lo que no dice nada. La otra posibilidad, si tomamos esta frase en serio, dice que la naturaleza es el resultado de la solución de una controversia científica, es decir que el mundo externo es creado por las negociaciones entre científicos.
Es un idealismo. No sé si llamarlo “idealismo colectivo” porque es muy extraño.
Hay muchas otras interpretaciones. Otra interpretación sería que no es ni un truismo ni una falsedad evidente si a esta “tercera regla del método” le aplicamos la primera regla de interpretación de los escritos académicos posmodernos, o sea: “ninguna frase quiere decir lo que dice”.
Así podríamos dar sentido a la frase de Latour, entendiéndolo como un principio metodológico para un sociólogo de la ciencia que no tiene la competencia científica como para juzgar independientemente si los datos experimentales u observacionales justifican las conclusiones que la comunidad científica ha extraído de ellos. En ese caso el sociólogo, por razones comprensibles, tendrá reticencia en afirmar que “la comunidad científica llegó a la conclusión X, porque el mundo es X”, aunque realmente ocurriera que el mundo es lo que dice X y ésta fuera la razón por la que los científicos llegaron a esa conclusión. Porque el sociólogo no tiene ningún motivo independiente para creer en la verdad de X, salvo el hecho de que los científicos que lo están estudiando llegaron a creerlo.
Entonces, me parece que la conclusión sensata que deberíamos sacar de este pensamiento, es que si los sociólogos de la ciencia quieren explicar el contenido de las ideas científicas, si quieren estudiar el contenido y no las relaciones sociales entre científicos, no deberían estudiar las controversias científicas para las cuales no tienen la competencia necesaria para emitir un juicio independiente de los hechos, si no hay otra comunidad científica, por ejemplo una comunidad científica históricamente posterior, sobre la cual basarse para tal juicio. Desgraciadamente Latour y algunos de sus colegas no han extraído esa conclusión.
Visto que el tiempo está muy limitado, voy a decir una cosa más y termino.
Las consecuencias políticas del relativismo cognitivo
Quisiera hablar brevemente de las consecuencias políticas del relativismo cognitivo. No he hablado mucho hasta ahora de política, pues se trataba de analizar la validez o invalidez de determinadas ideas y este análisis no tiene nada que ver con la política, sea uno de derecha, o izquierda, o centro o apolítico.
Debemos analizar la validez o invalidez de la matemática de Lacan o del relativismo cognitivo, o lo que sea, sin hacer intervenir prejuicios políticos.
Sin embargo, estas ideas, y sobre todo el relativismo cognitivo, tienen consecuencias políticas y estas consecuencias constituyen en efecto mi motivación inicial y primordial para escribir la parodia, el libro e intervenir en este debate.
En primer lugar me preocupó ver por un lado disparates, ideas vagas y ambiguas y por otro lado relativismo cognitivo, en escritos de personas de letras y ciencias sociales que se consideran y se dicen de izquierda en Estados Unidos por lo menos porque yo también me considero de izquierda. Tengo que subrayar que se da en una parte de la izquierda norteamericana. Siempre ha habido otra parte, tal vez la mayoría de la izquierda norteamericana, que se ha opuesto al posmodernismo. Sin embargo, una parte significativa de la izquierda académica norteamericana, que de todas formas es infinitesimal, lo que en este país sería el 10 o 20 % de los votantes, o 40% si incluimos a la socialdemocracia, en Estados Unidos es menos del 1% cae en estas trampas y pierde su tiempo y su energía analizando y analizando el lenguaje y olvidándose del mundo real que la rodea. Esto me apena; sobre todo cuando se trata de estudiantes que tienen mucho entusiasmo y un verdadero sentido de justicia, etcétera.
En segundo lugar, el relativismo cognitivo tiene muchas consecuencias políticas negativas y estas consecuencias son particularmente claras aquí en la Argentina. Según algunos, 30.000 personas fueron desaparecidas durante los años de la dictadura militar. Según otros, esas personas “murieron en combate”, o “se fueron del país”, o "nunca existieron". ¿Qué pasaría si con el profesor belga decimos: "no hay problema, unos y otros están diciendo su verdad". Pueden imaginar el problema.
La ciencia y la actitud científica
Para nosotros, la actitud científica no es más que respeto por la coherencia y la claridad de las teorías y sobre todo un deseo de comparar las teorías con los hechos y rechazar las teorías que se muestren inadecuadas frente a los hechos. Gracias a la confusión entre cientificismo y actitud científica, tanto por parte de los viejos partidarios del cientificismo y como de sus detractores, resulta que al rechazar el cientificismo muchas personas han rechazado la actitud científica en sí.
Voy a explicarlo con un ejemplo de alguien que no es de izquierda, yo diría que es de centro, es un gran intelectual o se dice que es una gran intelectual: el presidente checo Vaclav Havel, él dice: “La caída del comunismo puede ser vista como un signo de que el pensamiento moderno fundado sobre la premisa de que el mundo puede ser conocido objetivamente y que el conocimiento así obtenido puede ser absolutamente generalizado ha entrado en una crisis final”.
Es increíble que este gran intelectual sea incapaz de hacer la distinción completamente elemental entre la ciencia y la actitud científica en sí -sobre todo en las ciencias naturales- y la pretensión injustificada de los regímenes comunistas, que pretendían poseer una teoría supuestamente científica de la historia humana.
Ahora reconocemos que la historia humana es bastante complicada y no es tan fácil tener una teoría científica de ella, no digo que sea imposible, pero es una teoría para el futuro. El rechazo de esa pretensión simplista lo conduce a rechazar la premisa que el mundo puede ser conocido objetivamente, o por lo menos en parte.
Nivel ontológico es nivel epistemológico
Es muy importante distinguir entre el nivel ontológico -lo que es-, y el nivel espistemológico -lo que sabemos o pretendemos saber-. El ejemplo del dossier en Bélgica lo plantea muy claro. En el nivel ontológico, el policía envió el dossier o no lo envió. Hay dos posibilidades lógicas: una ocurrió verdaderamente en el mundo y la otra no, en el nivel ontológico.
Sin embargo, a nivel epistemológico: ¿Cómo vamos a saber si el dossier fue enviado o no? Bueno, eso es difícil, era la tarea de la comisión parlamentaria, y no sería raro que no pudiera llegar a una conclusión segura. Pero creo muy importante no confundir dificultades epistemológicas con alguna indeterminación ontológica: el hecho que no sepamos si el dossier fue enviado o no, no cambia el hecho de que o fue enviado o no fue enviado. Claro que en las ciencias, como ejemplo en física fundamental, o en teoría cuántica de campos, los problemas de definición ontológica son más difíciles que los problemas de si un dossier ha sido enviado o no, pero sin embargo, la idea es más o menos la misma. Tratamos de definir los términos de manera precisa, o lo más preciso que podemos para que la cuestión ontológica sea clara y después pasamos a la cuestión epistemológica, pero es muy importante distinguir los hechos del conocimiento que tenemos de ellos.
Metáfora y analogía
Hay diferencias entre metáfora y analogía y tratamos de distinguirlas en el libro aunque no profundicemos mucho. Analogía significa buscar una semejanza o hasta un isomorfismo estructural entre dos cosas, mientras que la metáfora es mucho más laxa. Como he dicho, criticamos la utilización de las matemáticas o, de la física en los textos analizados diciendo que no pueden ser justificados ni siquiera a nivel de metáfora.
Por otra parte, si puedo resumir en una palabra el propósito de la primera parte del libro, es precisamente liberar a la gente y sobre todo a los estudiantes del efecto de imposición ligado al argumento de autoridad. Damos el ejemplo de un estudiante que conocimos en París y que habiendo recientemente terminado brillantemente sus estudios en física, comenzó a estudiar filosofía y en particular Deleuze. Leía el libro Diferencia y repetición y en particular leía las partes de este libro que tratan del cálculo infinitesimal, que son comentadas y criticadas en nuestro libro. El joven admitió que no entendía lo que estos escritos querían decir, pero vaciló en sacar una conclusión que nos parecía natural: si él que había estudiado el cálculo infinitesimal durante algunos años de manera probablemente bastante más profunda que Deleuze no comprendía estos textos supuestamente referidos al cálculo infinitesimal, tal vez fuera porque no tenían mucho sentido. Pero él vacilaba en sacar esa conclusión a causa de la reputación de gran pensador que tenía Deleuze. Entonces, yo no quiero juzgar el resto del trabajo de Deleuze, puede ser que el resto de su obra sea profundo, pero eso no cambia el hecho de que esta parte de su trabajo no es profunda y que el estudiante debería tener el coraje, tener la confianza en su propia capacidad intelectual de decirlo en voz alta, aunque el resto del trabajo de Deleuze fuese profundo.
La teoría de las catástrofes
Estoy de acuerdo en que también una teoría basada en las matemáticas, como la teoría de las catástrofes dio lugar a exageraciones y confusiones, aunque el nivel de impostura no fue el mismo. Se trató en general de una aplicación mala, muy mala, de ciertos conceptos matemáticos, pero había argumentos. Los argumentos eran malos y nosotros citamos a la teoría de catástrofes en el capítulo sobre la así llamada “ciencia posmoderna”, pues si bien no fue un caso muy grande tampoco fue marginal y constituyó un exceso científico.
Las matemáticas y las ciencias sociales
Para mí no está claro si las ciencias sociales, o qué parte de las ciencias sociales, son susceptibles a la matematización. A diferencia de algunos científicos sociales que están intoxicados de formulas, nosotros somos muy modestos respecto a las aplicaciones de las matemáticas a las ciencias sociales. Imagínense, si el Teorema de Goedel tuviese aplicaciones en ciencias sociales como se pretende a veces, los matemáticos estaríamos contentísimos porque seríamos gente muy importante, pero no es algo seguro.
En efecto, los problemas en las ciencias sociales son muy difíciles. Los objetos de las ciencias sociales no son siempre susceptibles de ser medidos, entonces no tiene sentido cuantificar o matematizar un objeto que no es en su naturaleza matemático. Creo que algunas ramas de las ciencias sociales son susceptibles de una parcial matematización, por ejemplo partes de la economía, la demografía, etc., pero no sugeriría a los psicólogos matematizar demasiado y no creo que sea una culpa de los matemáticos no producir matemáticas para los psicólogos, porque no la necesitan.
Prigogine y Stenger
Criticamos bastante duramente a Prigogine y a su colega Isabel Stenger, y mi coautor ha escrito un artículo bastante largo -está disponible en Internet- criticando precisamente los libros de divulgación de Prigogine y Stenger, que extrapolan sus ideas físicas -que son muy controvertidas entre los físicos- llevándolas más allá de lo que casi ningún físico aceptaría, sacan conclusiones filosóficas y conclusiones completamente erradas y dan a sus lectores no científicos una idea completamente distorsionada de los trabajos de mecánica estadística sobre la irreversibilidad.
Se pueden imaginar que mi colega Bricmont, que es belga, se ha convertido en una persona muy “popular” criticando al Premio Nobel de Química de Bélgica.
Criticamos duramente a Prigogine y Stenger, sin embargo creo que incluso sus escritos de divulgación no llegan ni al 10% del nivel de impostura de los textos de Lacan o Guattari que citamos. Dan argumentos malos, pero que tienen alguna relevancia con los temas que abordan.
[1] El doctor Carlos Reynoso, antropólogo y profesor titular en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A. fue quien tomó la iniciativa de invitar a Sokal y tuvo a su cargo la presentación del mismo.