A propósito del libro Empire de Michael Hardt y Antonio Negri, Harvard University Press, Cambridge, Massachussets, 2000
Sin duda, los desarrollos conceptuales de
Imperio[1] están llamados a desatar una polémica intelectual y política, de enorme trascendencia. Prueba de ello, es que frente al desafío lanzado por Toni Negri: “(...) abrir una verdadera discusión y de verificar en forma experimental los conceptos (mejor, las denominaciones) que nosotros proponemos, con el fin de renovar la ciencia política y jurídica a partir de la nueva organización del poder global”
[2], las aguas parecen dividirse. Mientras Slavoj Zizek (uno de los mayores exponentes de la crítica de la economía política), define la obra
Imperio, como “el Manifiesto Comunista del siglo XXI”, la inmensa mayoría de los intelectuales de izquierda –particularmente de la Argentina y América Latina–, guarda un silencio cuanto menos llamativo.
En verdad, no podría esperarse otra cosa. Desde el objeto bajo estudio hasta la propuesta política, atravesando metodología y conceptualidades, el producto de las “cuatro manos” de Hardt-Negri/Negri-Hardt –expresión consumada del sentido “cooperativo” de Marx
[3]– resulta un conjunto de análisis que incita a la reflexión marxista, y que más temprano que tarde, impulsará con fuerza el despliegue del pensamiento crítico y la práctica revolucionaria.
Ya lo había anticipado Harry Cleaver: “Los marxistas tradicionales han enfocado siempre los elementos objetivistas de Marx, porque se ajustaban mejor a sus necesidades políticas... Podemos dejar a los marxólogos el debate acerca de si Negri interpreta exactamente lo que Marx quería decir. Podemos leer a Negri por Negri, y juzgar por sus propios méritos la profundidad de sus observaciones... Éste es, me parece, el único impulso que nos puede conducir por el sendero de Marx de tal modo que podamos llegar ‘más allá de Marx’”.
[4]
Por ello es que los desarrollos analíticos propuestos por Hardt-Negri no resultan un ejercicio intelectual, por el contrario, la exploración se construye en herramienta política para no sólo
actuar contra el Imperio, sino, fundamentalmente,
hacer presente el futuro comunista. De allí que esa formidable arma teórica no puede quedar encorsetada en una sola disciplina científica, sino que debe recoger los frutos de la trans-disciplinariedad (filosofía, historia, economía, política, antropología). “No hemos escrito un tratado de economía política, hemos intentado comprender las estructuras básicas de nuestras realidades poscoloniales y posnacionales. Por ello, el concepto de acumulación no se encuentra en el centro de nuestro análisis. Desde luego, podemos y debemos imaginar un concepto de acumulación dentro de nuestro entorno que integre en su definición todo tipo de trabajo social (tanto el material como el inmaterial) tal como se organiza hoy en día. Desde mi punto de vista, en estos momentos la acumulación sólo se puede interpretar como un momento previo a una constitución comunista de la sociedad. Para ser sincero y claro, el Imperio explota la máxima capacidad de cooperación de la sociedad con el fin de acumular, explota las bases del comunismo.”
[5]
Desde esta concepción –que resulta absolutamente opuesta a los paradigmas y los recorridos que se encuentran en El imperialismo... de Lenin– el Imperio no es pensado desde la globalidad del mercado, la transnacionalización de los GG.EE., los mercados de capitales, los flujos de inversiones, etcétera, sino como un nuevo orden, una flamante lógica, una inédita estructura de mando descentrado y desterritorializado, un poder diferente, asentado en el derecho imperial, que se nutre de la constitución jurídica y de la configuración que las fuerzas sociales han construido al interior de los EE.UU., lo cual hace aparecer a éste como el padre del Imperio, cuando en verdad ocupa tan sólo un lugar privilegiado dentro del orden definido y construido por el capital colectivo.
De aquí, que el concepto de Imperio, construido por Negri-Hardt, no posea semejanza alguna con la definición que les cabía a los antiguos imperios sino que, por el contrario, se asienta en la arquitectura de un régimen que gobierna al mundo entero, operando no sólo sobre la sociedad en su conjunto, sino particularmente, al interior de cada intersticio de la vida, realizándose así la idea de un estado eterno, y el sueño de una paz universal, perpetua, y por ende, ahistórica.
A partir de estas precisiones, Hardt-Negri, construyen y despliegan los que sin duda serán los nudos de la polémica teórica-política.
En primer lugar, la fundada aseveración de la superación histórica del imperialismo, caracterizado por la expansión soberana de los estados-naciones europeos sobre territorios ajenos, mediante el establecimiento de canales y barreras, que facilitaron u obstruyeron los flujos de producción y circulación, y que presidió las luchas obreras y populares de prácticamente todo el siglo XX.
La constitución del Imperio determina una nueva forma de soberanía, no ya asentada en los estados nacionales sino en los organismos nacionales y supranacionales de dirección, planificación, y control del capital.
En segundo lugar, el desarrollo conceptual de que la construcción imperial ha sido catapultada por la transformación al interior del modo de producción capitalista, es decir, por el tránsito de la
subsunción formal –expresada en el fordismo/taylorismo, a la
subsunción real[6], identificada en la
fábrica social[7], resultante del desarrollo pleno de la
cooperación social, el florecimiento del
General Intellect[8], y el despliegue de la
producción biopolítica[9], a la cual el Imperio contrapone la sustitución de los mecanismos disciplinarios propios del fordismo por
mecanismos de control[10]que invaden todos los aspectos de la vida, y que la reproducen de un modo imperial, manipulando autoritariamente el conjunto de las actividades sociales y el medio ambiente.
Si Negri-Hardt se hubieran detenido aquí, la polémica desatada no sería menuda ni ligera. Pero la continúan profundizando e introducen una noción, que choca fuertemente con la simbología dominante en la izquierda marxista; dicha noción es que la conversión de la subsunción formal a la real resulta consecuencia de las luchas de la clase obrera (contra el trabajo taylorizado, que acelera la revolución tecnológica, y empuja a la socialización e informatización de la producción), de los proletarios del Tercer Mundo (que producen sobresaltos en la producción, y grandes movimientos poblacionales que sacuden las estructuras rígidas de los mercados nacionales de trabajo), y de los movimientos de emancipación de los pueblos que destruyeron el bloque del “socialismo real”, expresado en el deseo de libertad de la nueva fuerza de trabajo material e intelectual, que hace saltar por los aires la disciplina estalinista.
De esta manera, la imagen emblemática del marxismo “oficial”, el “movimiento del capital”, queda subordinado ante la tesis marxista por excelencia: las luchas generan el desarrollo, los movimientos del proletariado producen la historia.
A medida que se avanza en la lectura del texto, un interrogante se abre y se agiganta página a página: ¿pueden las luchas, hoy, ser lo suficientemente masivas y cualitativamente incisivas para desestabilizar y desestructurar al Imperio? Para Hardt-Negri, la realidad es concluyente: hoy día, la
serpiente ha reemplazado al
topo, y las luchas demandan un salario social garantizado, una nueva democracia que legitime el control de las condiciones políticas de reproducción de la vida, y una ciudadanía universal, abonada por el impresionante movimiento político poblacional: el
éxodo, una lucha por negación: negación a la explotación, a la autoridad, al poder, al mando, es decir, a todo aquello que obstruya el movimiento, y por ende,
el deseo de reapropiación por parte de la multitud[11] de la inmensa riqueza producida, merced al impresionante desarrollo de los instrumentos de producción, que se han constituido en auténticas “prótesis cerebrales”.
En consecuencia, Negri-Hardt no vacilan, y lanzan una propuesta política original y audaz:
no resistir el proceso sino reorganizarlo y dirigirlo, porque la
multitud contenida en el Imperio posee la
potencia necesaria para construir un contrapoder, asentado en la
democracia absoluta[12], y que erigirá un nuevo
poder constituyente[13], que se plasmará en el
reino del común[14]. Por ello, Negri es concluyente: “(...) creo que es razonable ser comunista hoy en día, hoy en día más que nunca, cuando nuestra sociedad se alimenta de un sentido común, de una constitución común. Las relaciones laborales y sociales son más comunes hoy en día de lo que lo han sido nunca antes. Lo común cobra importancia tanto en el trabajo intelectual como en otros sitios, una importancia sin precedentes
”.[15]
[2] T. Negri: “L’ ’Empire’, stade suprême de l’impérialisme”, en Le Monde diplomatique, enero 2001.
[3] K. Marx: El capital, tomo 1, capítulo XIII, “La cooperación”, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, 1973.
[4] H. Cleaver: Prólogo a la edición inglesa de Marx beyond Marx. Autonomedia. EE.UU., 1991. Traducción inédita al español por E. Sadier, Buenos Aires, mayo de 2000. En Internet: www.usuarios.tripod.es/pete_ baumann/autonomial.html
[5] Coloquio en línea con Michael Hardt y Toni Negri, organizado por la Editorial Barney&Noble. En Internet: www.aleph-arts.org/pens/index.htm
[8] K. Marx: Fragmento sobre las máquinas, Manuscritos de 1861-63, en “Progreso técnico y desarrollo capitalista”, Cuadernos de Pasado y Presente Nº 93, México, 1982. P. Virno: Algunas notas sobre el “General Intellect”, Futur Antérieur Nº 10, otoño de 1992.
[10] G. Deleuze, F. Guattari: Mil mesetas, Pre-Textos, Valencia, 1994.
[11] En lo referente al concepto ‘deseo’, ver: F. Guattari: Cartografía del deseo, La marca, Argentina, 1995. En cuanto al concepto de ‘multitud’, ver: B. Spinoza: Tratado teológico-político, Ed. Porrúa, México, 1997; A. Negri: La anomalía salvaje, Ed. Anthropos, Barcelona, 1993; A. Negri: Spinoza subversivo, Ed. Akal, Madrid, 2000; A. Negri: Poder constituyente, Libertarias, España, 1994.
[12] B. Spinoza: Op. cit. A. Negri: La anomalía salvaje, Spinoza subversivo, Poder constituyente.
[13] A. Negri: Poder constituyente.
[14] B. Spinoza: Op. cit. A. Negri: La anomalía salvaje, y Spinoza subversivo.
[15] Coloquio en línea con Michael Hardt y Toni Negri, ver nota 5.