Introducción
El nivel de desarrollo del capitalismo en la Argentina, la masa de riqueza que produce y la dominancia de los capitales extranjeros sobre la economía y finanzas locales hacen que la estampida social del 19/ 20 de diciembre de 2001 preocupe seriamente al poder financiero transnacional. Sus cabezas políticas tienen claro que si pierden esta plaza en manos del poder popular, se les cae gran parte del sistema imperialista en dominó.
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No se trata simplemente de un episodio más de tantos conflictos sociales. Esta coyuntura presenta cualidades nuevas: grandes masas sociales detectaron al enemigo de clase, descubrieron los mecanismos del poder y experimentan la búsqueda de nuevas formas de solidaridades y de organización “para poder”. Hay una fractura expuesta en la sociedad. Dos campos que se están delineando claramente: sectores sociales populares, por un lado, en proceso de constitución en fuerza política; y el poder financiero y sus privilegiados y operadores por el otro. Los movimientos son vertiginosos. Es probable que a algunos referentes de ambos se les presente aquella frase: “cuando los de arriba no pueden (seguir como hasta ahora) y los de abajo no quieren (seguir como hasta ahora)...”.
La dictadura financiera desenmascarada
“Ladrooooooooones..., .ladroooooooones” “Se va a acabar, se va a acabar, esa costumbre de robar...”[2]
La dirección estatal del proceso de concentración capitalista arranca desde 1976 con la dictadura militar, encabezada por la oligarquía financiera para imponerse a otras fracciones burguesas. Continuó en la etapa “democrática” con partidos políticos que fueron perfeccionando sus estructuras y sus cuadros para cumplir la función de representantes locales del poder financiero transnacionalizado. Dictadura militar-Alfonsín-Menem-De la Rúa- Duhalde, una línea continua de perfeccionamiento de la política “neoliberal” y de sometimiento a los EE.UU. y a los grandes grupos financieros, a través de groseros mecanismos de saqueo de la riqueza y del patrimonio nacional.
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En pocas décadas y sobre todo desde la segunda mitad de los ’90, las políticas impuestas por el FMI a través de sus operadores políticos locales y la corrupción de los aparatos de gobierno hicieron caer repentinamente varios escalones en la escala social a millones de personas: un 40% de la población total por debajo del límite de la pobreza, otros millones en proceso de empobrecimiento vertiginoso.
En el marco de la “legalidad democrática” de la dictadura del capital financiero, se fueron perfeccionando los dobles discursos y argumentaciones falaces para mantener consenso y evitar reacciones. La receta –que vino resultándoles eficaz durante mucho tiempo– se agotó. El monstruo quedó al descubierto con toda su voracidad y perversión. Diversos sectores sociales que hasta hace poco tiempo se mantenían integrados al mercado de trabajo y de consumo sufrieron una vertical y estrepitosa caída. Ese es el escenario de la magnitud y la cualidad de las luchas actuales. Por experiencia propia, por el método de ensayo y error, vivieron un proceso de avance de conciencia, pasando de aceptar las reglas del juego electoral donde en apariencia se podía “elegir”quién podría representarlos, hasta gritar ¡Basta!. La consigna más repetida “que se vayan, que se vayan todos y no quede ni uno solo... que se vayan todos” da la pauta del nuevo escalón de la conciencia.
El pueblo
[4] movilizado que llegó hasta las puertas de la Casa de Gobierno y del Congreso Nacional advirtió con esa experiencia que no tiene ninguna herramienta ni ningún proyecto propio que le permita –por ahora– constituir un gobierno con poder popular. Por eso, con su creciente fortaleza pero también por su debilidad relativa, está tratando de hacerle marcar el paso a un gobierno del que sabe que es parte de la corrupta “clase política” a la que rechaza en forma absoluta y en bloque. Esta es la paradoja, pero a su vez la originalidad de esta historia que vivimos hoy.
La tensión entre los campos antagónicos es grande. A la oligarquía financiera y sus referentes políticos les preocupa la posibilidad de la pérdida de “gobernabilidad”, eufemismo que usan para esconder su temor real: no poder seguir teniendo el control de la situación.
Mantienen los discursos engañosos, aunque cada vez con menos probabilidades de resultar eficaces: para mantener la “gobernabilidad” deberían acordar “políticas de Estado”. En esencia, significa soldar alianzas entre los partidos políticos traspasando la división de poderes, acuerdos a espaldas de los votantes que rompen los principios de las instituciones “democráticas” y alineamientos totales con el FMI y los lobbies financieros.
Lo que caracterizamos en trabajos anteriores como “partido militar” (la dirección del golpe militar de 1976) resultó ser el comienzo de la constitución de un
partido único del poder financiero[5] aunque no monolítico y con diferencias internas. Su cara “legal”para actuar en la “democracia” fueron las cúpulas del PJ, su aliado la Ucedé, la UCR y el Frepaso (por nombrar los mayoritarios, aunque hay otros menores); su estructura clandestina está compuesta por cuadros políticos e ideológicos del poder financiero local y transnacional y las cúpulas empresariales, de la iglesia católica, de las fuerzas armadas, la intelectualidad institucional y los “tecnócratas” mercenarios. Su estrategia: el dominio geopolítico, económico y financiero de la región por parte de la oligarquía financiera transnacional y particularmente por los intereses estratégicos de los Estados Unidos; producir el saqueo sistemático del patrimonio nacional, del ahorro interno y de la riqueza que se produce; la pérdida de soberanía nacional, de la independencia científica y tecnológica con destrucción del Estado-nación; la eliminación de la población “sobrante” del modelo de exclusión; el debilitamiento de las organizaciones democráticas y populares y el aniquilamiento de las incipientes fuerzas revolucionarias de los ’70. Sus tácticas: diversas maniobras, desde los golpes militares hasta las “democracias posibles” y, dentro de esos contextos, una canasta de herramientas tales como golpes de mercado, “golpes de mano”, inflación, paridad cambiaria, y la última devaluación, todo acompañado por diversas políticas fiscales, aduaneras, crediticias, dirigidas deliberadamente a favorecer a ciertos grupos de poder en el proceso de concentración, con la contracara de la expropiación a millones de personas. Sus políticas no habrían tenido nunca aval electoral ni consenso si se hubieran expresado públicamente. Hasta ahora, sus éxitos electorales fueron a costa de discursos engañosos y chantajes que intentan manosear la voluntad cívica. Durante años, así como los militares sellaban el “pacto de sangre” entre los que estaban en los distintos puestos del terrorismo de Estado, estos gobiernos “democráticos” buscaron sellar pactos de complicidad: con los tomadores de créditos, con la amenaza de la devaluación; con los trabajadores, con la amenaza del despido; con los sectores medios, con la amenaza del caos y de la “subversión”. La plataforma básica de esa “asociación ilícita” son los ejes estratégicos para la defensa “de los intereses de los Estados Unidos” expuestos en los Documentos Santa Fe I al IV.
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Los científicos descubrieron las contradicciones. No las inventaron
“Oíd ovejas, al gran pueblo argentino salud” “El rebaño se ha indisciplinado” (cartel que lleva un títere de oveja que toca su cacerola.
A partir del fin de la dictadura militar –1983–, la conciencia de la gran mayoría del pueblo se había mantenido dentro de la fórmula “dictadura militar versus democracia”, entendida como capacidad de elegir gobierno. Las elecciones legislativas de octubre de 2001 y el estallido del 19/20 de diciembre son expresión clara de que la conciencia colectiva superó ese nivel de falsa conciencia.
El descubrimiento del engañoso discurso político y de la traición a los programas votados se fue dando paulatinamente. Cada hombre y mujer del pueblo iba sacando conclusiones de su experiencia cotidiana. Diversas formas de protesta y de resistencia se fueron dando en todo el período: huelgas obreras y de empleados públicos por pérdida de fuentes de trabajo y contra las privatizaciones, protestas de jubilados, de vecinos, de estudiantes; movilizaciones de las organizaciones de derechos humanos; cortes de rutas, piquetes, escraches, juntas de firmas, etcétera. Fueron acumulándose en la memoria pero sin organización ni expresión consciente de esa acumulación. El salto cualitativo que observamos es la conciencia de la recuperación de la dignidad, y allí radica esa expresión de alegría y la creatividad en la actividad política colectiva que se está desarrollando masivamente desde diciembre pasado.
Esta acumulación en el proceso de gestación de la conciencia social está conformada por innumerables hechos locales, algunos de los cuales han tenido relevancia nacional. Seleccionamos momentos de avance cualitativo de la conciencia social hacia la ubicación del enemigo y la conformación de las propias fuerzas populares.
§
En 1991 las movilizaciones masivas por justicia ante el crimen de una jovencita en Catamarca permitieron descubrir la relación estrecha entre poder político, corrupción, delincuencia, crimen, impunidad.
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§ 1993. El “santiagueñazo”, primera gran revuelta popular de las capas medias urbanas del interior (Santiago del Estero) como reacción a las leyes impuestas por el plan acordado con el FMI contra el personal del Estado, con achique de salarios, aumentos de impuestos y despidos. El incendio y saqueo de todos los edificios del gobierno y a viviendas de las principales figuras políticas locales; los ataques a la Iglesia y el grado de espontaneidad de los hechos, dieron el primer indicio de la bronca y la violencia de masas en esta historia reciente del país. En torno a esa fecha hubo otros hechos similares en otras provincias, también encabezados por empleados públicos.
§ 1996: Los obreros petroleros desocupados juntamente con diversos sectores sociales de las ciudades de Cutral- Có y Plaza Huincul (Neuquén) produjeron cortes de rutas y “piquetes”contra el gobernador por incumplimiento de su promesa electoral de abrir fábricas. Fue un escalón más alto de la protesta social en cuanto expresó unidad de sectores medios urbanos con ex obreros de una industria estratégica y por las formas de organización democrática para la toma de decisiones. Las autoridades provinciales debieron reconocer a los “piqueteros” (figura que se conoce desde esos hechos) y firmar un Acta-Acuerdo con los delegados elegidos en asambleas populares. Desde entonces se generalizó esa forma de lucha de piquetes, corte de rutas y asambleas populares en distintos lugares del país, llegando en numerosos casos a enfrentamientos con las fuerzas represivas.
§ 2001, marzo. La irrupción en todo el país de capas medias juntamente con el movimiento obrero y estudiantil ante el anuncio de políticas de ajuste. El recién designado ministro de economía López Murphy duró una semana. Lo reemplazó Domingo Cavallo y entre bambalinas Daniel Marx, ambos funcionarios de la dictadura militar y de Menem, intelectuales institucionales más lúcidos del poder financiero. Todavía estaba un tanto confundida la figura de Cavallo detrás de su supuesta capacidad por haber detenido la hiperinflación en 1990. Pero la magia se les acortaba. Ese fue el antecedente inmediato de la estampida social del 19 / 20 de diciembre pasado. Crecía el malestar social y avanzaba la conciencia acerca del papel antipopular de la “clase política”.
§ 2001, julio. El Poder Ejecutivo monitoreado por el FMI dio un “golpe de mano” al Congreso de la Nación: bajo la amenaza del “caos” los legisladores entregan superpoderes al Poder Ejecutivo. El recorte del 13% a los salarios estatales y jubilaciones agudizaron la recesión y el malestar social. El “megacanje” de títulos de la deuda y otras maniobras que beneficiaron a algunos grupos financieros acreedores quedaron expuestos al pueblo. El deterioro de las instituciones democráticas y la corrupción de “los políticos”saltaron a la vista.
§ 2001, octubre. A través de la herramienta electoral (elecciones legislativas) el pueblo expresó el rechazo a todos los partidos políticos de gobierno y un crecimiento de bancas de organizaciones de izquierda y populares. Hubo distritos donde ganó el voto en blanco o impugnado, aunque de resultas de la ley electoral, el PJ obtuvo mayoría en ambas cámaras nacionales.
§ 2001, diciembre y continúa. Estalló el “cacerolazo” en Capital Federal y en ciudades de todo el país, en medio de un clima de saqueos a comercios y supermercados, cortes de rutas piqueteras y millones de firmas “Contra la pobreza y por seguro de desempleo”, huelgas, marchas y asambleas universitarias. Diversos sectores sociales identifican al enemigo de clase (“los bancos”) y a la trama del poder a través de los “políticos” y la “Justicia”(no es casual que una de las protestas más fuertes va dirigida contra la Suprema Corte de Justicia).
La estampida de diciembre se va tornando en un gran movimiento social con hechos de masas –violentos y no violentos–: “escarches” a funcionarios corruptos en todo el país, a legisladores y políticos, a bancos, a empresas privatizadas, a oficinas del gobierno nacional, provinciales y municipales. Participan conjuntamente diversos sectores sociales, desde los más postergados hasta variadas capas medias en proceso acelerado de empobrecimiento, notándose la ausencia del movimiento estudiantil y el movimiento obrero, y la presencia de militantes de diversas organizaciones políticas a título personal.
Nuevas formas de lucha para un nuevo contenido.
“Piquetes cacerolas, la lucha es una sola”.
El crecimiento cuantitativo del protagonismo social; la confluencia de sectores sociales diversos y la nueva disposición hacia la lucha expresan cambios cualitativos de importancia en la confrontación de clases. Esos sectores de capas medias en declive hacia la pobreza, que estallan con las cacerolas en la mano, han descubierto que la situación de miseria de otros es el espejo en el que empiezan a mirarse, y que todo forma parte de las consecuencias de un plan antipopular llevado adelante desde el poder. Estos descubrimientos despiertan solidaridades nuevas. Estas capas sociales, todavía insertas en la producción y en la cultura política y social, detectan una serie de factores destructivos de la sociedad y están dispuestos a enfrentarlos. Empiezan por su reclamo sectorial, –como lo hacen todos los demás– pero avanzan rápidamente hacia un planteo político más general.
Todavía hay un prejuicio –incluso instalado en una intelectualidad de “izquierda”– que lleva a suponer que los “pobres” ya tienen conciencia de clase y de la trama del poder y que las capas medias son oportunistas. Esto es una imagen impresionista de la situación. Los reclamos por alimento o por planes de trabajo no llevan dentro necesariamente la disputa por el poder, aunque sí pueden obstaculizar los planes del enemigo de clase e insertarse, como de hecho está ocurriendo, en el torrente de las luchas sociales de todo el pueblo argentino o ser detonantes de importantes movimientos sociales. Por eso entendemos que uno de los avances de estas jornadas de luchas sociales, y que las organizaciones marxistas deben saber ver, es que con el acercamiento solidario de todos los sectores sociales afectados por el poder financiero se están construyendo sólidos vasos comunicantes entre los “pobres”, marginados y excluidos (entre los cuales hay ex obreros, estudiantes, profesionales, empleados, docentes, jubilados) y los sectores medios (capas medias y pequeñas de la burguesía comercial e industrial, cuentapropistas, empleados, profesionales, estudiantes, etc.) que van siendo arrojados a la pobreza con esta ola de medidas desquiciadas y corruptas en el acelerado proceso de concentración capitalista. Son condiciones propicias para la conformación de un bloque político popular. La falta de presencia del movimiento obrero es evidente y debilita la fuerza de los planteos. Aunque más que su presencia física, está faltando la óptica objetiva de los intereses históricos de la clase obrera, por la falta de un partido revolucionario con inserción efectiva en las masas.
El proyecto del poder financiero cierra con represión. El proyecto del pueblo cierra con otra democracia. Las batallas por la democracia del siglo XXI
“Jaque al rey y a la Corte; el poder a los peones” (reza un cartel con fondo de tablero de ajedrez)
Venimos analizando en trabajos anteriores
[8] que la “democracia”, en la etapa de la oligarquía financiera en el poder, es dictadura del capital, aunque aparezcan utilizando las instituciones de la democracia constitucional. En esta etapa de mayor descomposición del capitalismo, prácticamente se anula el poder legislativo y el judicial, cooptados por el poder financiero a través del pacto de los partidos políticos que le responden fielmente para mantener “su” gobernabilidad. Se pone en evidencia el funcionamiento del
partido único del poder del que hablamos más arriba.
El pueblo no ha podido tener una fuerza legal que lo exprese en el marco de las instituciones. Este descubrimiento colectivo le da fundamento a las formas de democracia directa que empieza a desarrollar aún sin que haya constituido “doble poder”. Ha descubierto su fuerza y potencia, haciéndose escuchar con el ruido, con el humo de las barricadas, acorralando bancos y políticos. Es esta la originalidad, un ejercicio democrático en estado de deliberación permanente, que se va perfeccionando con asambleas populares, por barrios, por pueblos, por ciudades, que eligen rotativamente a sus delegados para asambleas generales donde se coordinan las políticas a seguir. El pueblo empieza a desarrollar sus propios órganos legislativos, judiciales y ejecutivos todavía embrionariamente, es cierto que con el peligro de no poder superar formas “viejas” de organización.
Los encuentros de los campos en pugna son batallas en la guerra de las clases en situación de dictadura “democrática” del capital financiero. Estas batallas son originales: una especie de guerrilla urbana, colectiva y a la vista, cuyas armas son la caminata, la sentada, la consigna que denuncia y propone; batallas por el dominio del espacio geográfico (las
calles, las plazas, las rutas, las paredes), sin asentamiento permanente del territorio, en movimiento, evitando caer en las provocaciones que montan los aparatos represivos, en ocasiones, cara a cara con ellos; batallas que se ganan en organización, en experiencia, porque “acorralan” al poder financiero y a los políticos que lo representan. Por el otro campo, el amedrentamiento, la fuerza policial, la provocación, la brutalidad y la falta de respuesta a los reclamos siguen mostrando lo viejo de un régimen que está en camino de decrepitud. Hasta ahora, en cada una de estas batallas gana el pueblo en fuerza política y en organización, aunque los “viejos” políticos sigan casi queriendo autoconvencerse de que no ha pasado nada y que podrán seguir adelante. Y de hecho siguen. Es que como alguien decía, “el pueblo siempre pierde... hasta que gana”. No está de más recordar que los procesos nunca son lineales, ya que juegan las contradicciones que dan una y mil volteretas en espiral.
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La iniciativa del pueblo mantiene una pulseada que ya lleva más de dos meses y complica las cosas al poder. Por eso la campaña contra la movilización popular, con amenazas de represión; las provocaciones que realizan desde el gobierno y medios de comunicación, y la Iglesia –las iglesias– con la apelación al diálogo y a confiar en que dios se ocuparía de resolver los graves problemas de esta tierra.
Empieza a esbozarse un escenario en el cual “los de arriba no pueden”, es decir, ahora les resulta dificultoso mantener su gobernabilidad. La situación se mantiene en camino de cornisa. La correlación de fuerzas sigue todavía favorable al poder financiero, pero no pueden desoír el ruido de la calle; ni desconocer las experiencias nuevas de ejercicio de poder popular que diariamente exponen millones de argentinos en todo el país.
Este ruido social agudiza el choque de intereses en el seno del poder. Por ahora contratan carísimos asesores de imagen, escuchan a los “técnicos” expertos en “crisis”, abrieron un extraño diálogo con la iglesia católica y un representante de las Naciones Unidas –quizás más como arma de “inteligencia” para poder moverse sin cometer errores graves que en esta delicada situación podrían serles fatales–. Buscarán dividir y enfrentar pueblo contra pueblo. El margen de “los de arriba” se achica porque quedaron expuestos. El campo de “los de abajo”, los que “no quieren vivir como hasta ahora”, tiene grandes posibilidades de fortalecerse.
El carácter de la revolución posible y necesaria
“Que se vayan todos... que se vayan todos..., a lo que empieza a agregarse, “el pueblo puede solo”.
La crisis es política porque está planteada la disputa del poder del Estado. La cuestión del poder se planteó por primera vez en la Argentina de los 70 desde algunas organizaciones revolucionarias, pero no llegó a tener arraigo de masas.
[10] Ahora, a 30 años de aquello, el planteo del poder popular se encuentra instalado en amplios sectores de masas. La resolución de esta contradicción es el salto cualitativo que permitiría destrabar esta situación, la necesidad de que un bloque social popular tome el poder y construya un Estado acorde a esos nuevos intereses. Una revolución de carácter democrático popular requiere una forma superior de democracia, de participación y protagonismo activo y patriótico sostenido por un alto nivel de conciencia, de cargos electivos revocables bajo el control democrático del pueblo a través de las instituciones que cree y con los aparatos de poder que se requieran. Se trata de un Estado de nuevo tipo, un Estado del pueblo, desde donde podrá operar y tomar todas las medidas que convengan a sus intereses.
El Estado en manos del pueblo sería otro Estado: hay recursos humanos, hay capacidad productiva y, sobre todo, es una necesidad histórica objetiva y que empieza a ser sentida por amplias capas sociales que visualizan el derrumbe de la trama de la globalización imperialista y las grandes posibilidades de una planetarización al servicio de la humanidad.
[11]¿Cómo se organizan las fuerzas? ¿Cómo se desarrollan las nuevas formas de democracia popular que garanticen y exijan el protagonismo creador, la resolución de los conflictos dentro del marco de una democracia verdadera? No hay recetas, pero lo fascinante de este proceso es que todo indica que es posible avanzar en esta pulseada de la historia.
El pueblo viene pisándole los talones a todos los partidos, no sólo a los de “derecha” sino también a los de “izquierda”, que si quieren formar parte de este torrente deben cambiar sus formas de hacer política, viciadas de burocratismo y formalismo, de falta de democracia interna, de subestimación del pueblo, de encorsetamiento de sus propios militantes en lugar de liberar sus fuerzas creadoras y poner al partido como instrumento para el avance de la revolución y no como fin en sí mismo. La crítica del pueblo debe ser escuchada por esos partidos que deberán nutrirse más profundamente de la teoría científica de lo que lo han hecho hasta ahora.
Es necesario que se incorporen a lo nuevo que nace las experiencias de lucha de los intelectuales revolucionarios de los 70, que deben ser procesadas por la memoria colectiva y las experiencias históricas de la humanidad. No me refiero sólo al recuerdo de los muertos y desaparecidos, eso está; sino a la presencia viva de las ideas y las posibilidades de la revolución y la lucha por una sociedad mejor.
Entendemos que para gestar una propuesta creíble y viable hace falta lograr la confluencia de diversas experiencias históricas, de intelectuales revolucionarios, con-ciencia, además de vocación de poder, de decisión a la lucha y de actitud revolucionaria de las masas. Está tan debilitado el pensamiento científico de lo social, tan arrasado con las ideologías del sistema como el posmodernismo y el vaciamiento del marxismo, que esto resulta difícil todavía.
La situación es muy crítica pero alentadora. Todas las revoluciones son desprolijas, la revolución es lo nuevo que surge de la ruptura de lo viejo. ¿Qué nos sirve de lo viejo? Seguramente mucho más de lo que se cree a primera vista. ¿Qué miedos vencer, qué caminos seguir? Por más que hoy todavía cuesta introducir el tema de la necesidad de organización y dirección política en el seno de las masas movilizadas, éste es el mayor desafío que las masas deben resolver con urgencia: producir su propia dirección revolucionaria.
El final está abierto todavía, lo que permite operar sobre el juego dialéctico de “posibilidad-realidad”.
Buenos Aires, 20 de febrero de 2002
[1] Ver como ejemplo, en
La Nación, 18/01/02, Sección 2, pág. 3: “Fleet Boston considera su salida de la Argentina como la opción más barata” (
The Wall Street Journal). Fleet Boston y Citigroup Inc. Son los bancos estadounidenses con mayor exposición en la Argentina.
[2] Con esta grafía iremos anotando algunas de las consignas populares originales de las manifestaciones populares actuales. Esta es una de las más coreadas y sostenidas por los “caceroleros”.
[3] Venta de las empresas públicas a precio vil; reconocimiento de la deuda externa ilegal e ilegítima pactada durante el gobierno militar y aumento descomunal de la misma a través de diversas herramientas de nuevos préstamos, “megacanjes” y normas que la transforman en “deuda pública” (Plan Brady), con apariencia de legalidad; crecimiento económico para beneficio de grandes monopolios financieros sin distribución social, abandono de las funciones sociales del Estado, en medio de una asqueante corrupción bajo el paraguas de la impunidad de un poder judicial totalmente desquiciado y con órganos legislativos –nacional, provinciales y municipales– convertidos en operadores fieles del poder renegados de la función constitucional y de sus mandatos. Ver en
Cuadernos de historia viva, otoño 2001, Grupo de Trabajo Hacer la Historia, UNR. Rosario, la sentencia completa del juez Jorge Ballestero sobre la causa denuncia de Alejando Olmos sobre la deuda externa y otros artículos.
[4] Utilizo el concepto de “pueblo”, y no el de “gente” o “multitud”. Estos últimos dan cuenta de cantidad estadística, en cambio “pueblo” involucra clases y sectores sociales distinguibles por su ubicación en la producción y en la sociedad por sus funciones, por su conciencia, por sus caracteres diferentes y los comunes. “Pueblo” admite un análisis clasista. “Multitud o gente”, no. Ver
Clarín, Suplemento de Cultura y
Nación, 19/01/02 y 26/01/02, reportaje a Paolo Virno: “La multitud entra en acción”, y réplica de Nicolás Casullo.
Tomamos “pueblo” como sujeto de la acción aunque todavía no se ha llegado a plasmar un bloque político con dirección propia. Tratamos de interpretar los efectos que produce en la historia la fuerza de las masas movilizadas.
[5] “La deuda externa y el Derecho”, de Salvador María Lozada,
Revista de Jurisprudencia Argentina, 31 de enero de 2001. El autor utiliza la caracterización de Partido Único del Poder, como Partido Único de la Clase Política, acuerdo de los dos partidos mayoritarios de gobierno desde 1984.
[6] Los Documentos de Santa Fe I y II con Prólogo de Emilio Corbiére y Carlos Suárez. Editora Gente Sur. Buenos Aires, 1991. Santa Fe IV fue publicado en 2001 con prólogo de Carlos Suárez y Beba Balvé. Permiten advertir con qué grado de precisión se fue aproximando el proceso histórico a todos los lineamientos definidos por los asesores de Bush (padre), Reagan y Bush actual.
[7] Las movilizaciones se mantuvieron por años, hasta que después de varias maniobras para impedirlo, un tribunal condenó a una parte de los culpables. Aunque el objetivo de justicia se cumplió parcialmente, ese fenómeno de agitación popular expuso al conjunto de la sociedad las tramas siniestras del poder.
[8] Antognazzi, Irma: “De la democracia de la burguesía nacional a la de los grupos financieros”, en
Herramienta Nº 12. Otoño de 2000, Buenos Aires.
[9] Nos parece oportuno hacer hincapié en la lectura de las leyes de la dialéctica que están incluidas en el corpus del materialismo histórico, como herramientas para pensar el proceso que se está desarrollando en estos momentos.
[10] Antognazzi-Ferrer (compiladoras). “Del rosariazo a la democracia del 83” y “Argentina raíces históricas del presente”. Ponencias en Jornadas Nacionales. Publicación del Grupo de Trabajo Hacer la Historia, UNR. Rosario 1995 y 1997.
[11] Zardoya Loureda, Rubén. “Historia universal y globalización capitalista”, en
Marx Vive, Universidad Nacional de Colombia, 1999.