21/11/2024
Por Pierbattisti Damián , ,
Incluso cuando escribiéramos la historia de la paz y de sus instituciones, no escribiríamos otra cosa que la historia de la guerra.
M. Foucault [1]
Introducción
Desde hace muchos años me interesa investigar una ausencia. Muchos investigadores en Ciencias Sociales, comentadores, filósofos, se preocuparon en historizar las múltiples influencias teóricas, filosóficas, políticas, literarias, que nutrieron y atravesaron la formación de Michel Foucault. El sentido evidente de tales esfuerzos está en descubrir el sello particular que en la vasta obra foucaultiana pudo haber impreso cada intelectual o investigador en particular. Desde luego, tales inquietudes pueden resultar (aunque no necesariamente) sumamente estimulantes para profundizar ciertas perspectivas teóricas e investigativas que por diversas razones Foucault no prolongó, y de esta manera abrir un nuevo campo de reflexión, extendiendo los posibles límites que el genial filósofo francés haya encontrado en su camino.
En tal sentido, y retomando el postulado inicial, la ausencia sobre la que quisiera ocuparme nos conduce a un autor que, al menos para mí, presenta un carácter relevante en la obra de Michel Foucault, en sus investigaciones, en los términos que el propio Foucault utiliza para referirse a ciertas situaciones que hacen a la dinámica misma del poder: pues bien, la célebre ausencia tiene nombre y apellido y se llama Carl Von Clausewitz.
Considero que los motivos por los cuales prácticamente nadie se interesó en reflexionar acerca de la relación Clausewitz-Foucault son de naturaleza diferente, bien variados por cierto. En principio debemos señalar que una razón inmediata aparece explicándonos, sencillamente, por qué suscitó tan poco entusiasmo tal vínculo teórico: si alguna vez lo fue, evidentemente ya no es tan convocante leer a Clausewitz. Es cierto que no existe preocupación alguna por evitar reducir la frondosa y atrapante densidad de las 800 páginas de De la guerra, al célebre aforismo[2] que Foucault se ocupa de invertir en el primer curso del Seminario de 1976 que asumió el nombre de Il faut défendre la société: "Tendríamos, pues, frente a la primera hipótesis -el mecanismo de poder es esencialmente la represión- una segunda hipótesis que sería: el poder es la guerra continuada por otros medios. En este punto invertiríamos la proposición de Clausewitz y diríamos que la política es la guerra continuada por otros medios"[3]. Claro que ignorar a Clausewitz no impide utilizar, incluso en el habla corriente, términos cuya inscripción inmediata nos remiten al campo de la guerra: táctica, estrategia, disciplina, iniciativa, ataque, defensa, repliegue, tregua, territorio, etcétera. Y sin embargo, en este terreno, la extensión misma de tales términos vuelve particularmente difícil construir una reflexión acorde a los conceptos que se utilizan. Considero que el imprescindible rigor que exige la adecuada utilización de los términos mencionados abre una perspectiva más que interesante y sugerente de la obra de Michel Foucault.
Iniciativa política y dispositivo de poder
A partir de mis investigaciones[4], procuré poner en relación el modelo de la guerra desarrollado por Clausewitz y los avances en el campo del conocimiento acerca del funcionamiento objetivo del poder que produjo Foucault, por lo cual me vi obligado a producir una serie de desplazamientos teóricos de los que intentaré ocuparme en el presente artículo. El carácter mismo de la articulación propuesta, tanto como la renovada originalidad de los mecanismos de los que se vale el capital para valorizar a los cuerpos en tanto que fuerza de trabajo, nos convoca a profundizar nuestra perspectiva teórica cuya raíz se encuentra en la tradición científica que se inaugura con Karl Marx.
Analicemos lo que sigue:
Yo creo que una de las cosas importantes es que justamente todas estas preocupaciones concernientes al cuerpo, la salud, la normalidad, la burguesía se ocupó de este problema por ella misma, por su descendencia, por sus niños, por las personas que formaban parte de este grupo; es poco a poco que se fueron aplicando procedimientos de normalización a otras clases sociales, en particular al proletariado […] Estas relaciones de poder alcanzan a organizarse en una especie de figura global, a pesar de su complejidad y de su diversidad. Se podría decir que es la dominación de la clase burguesa o ciertos elementos de la clase burguesa sobre el cuerpo social. Pero yo no creo que sea la clase burguesa o tales elementos de la clase burguesa los que imponen el conjunto de estas relaciones de poder. Digamos que ella las aprovecha, las utiliza, las desvía, que intenta intensificar ciertas de estas relaciones de poder o que intenta, por el contrario, atenuar ciertas otras. Por lo tanto, no hay un centro único desde el cual saldrían, como por emanación, todas estas relaciones de poder las que, en total, vuelven posible la dominación de una clase sobre otra, de un grupo sobre otro.[5]
El interés que manifiesta Foucault en este artículo es congruente con el programa investigativo que se propone llevar a cabo, a mi juicio, desde 1973 hasta 1979: volver observable la relación plusvalía-subpoder. En la 5ª y última conferencia de La verdad y las formas jurídicas, Foucault plantea que para que exista la posibilidad de que los cuerpos sean explotados en tanto que fuerza de trabajo, existe, necesariamente y como condición de posibilidad, todo un subpoder que la genere; una compleja red articulada por medio de múltiples y variados mecanismos a partir de los cuales tales cuerpos serán construidos en tanto que útiles y productivos:
El cuerpo está también directamente sumergido en un campo político; las relaciones de poder operan sobre él una captura inmediata; éstas lo invisten, lo marcan, lo enderezan, lo suplician, lo someten a trabajos, lo obligan a ceremonias, exigen signos de él. Esta investidura política del cuerpo está ligada, según relaciones complejas y recíprocas, a su utilización económica; es, en buena parte, como fuerza de producción que el cuerpo está investido de relaciones de poder y de dominación; pero su constitución como fuerza de trabajo solo es posible si está tomado en un sistema de sujetamiento (donde la necesidad es también un instrumento político cuidadosamente instalado, calculado y utilizado); el cuerpo deviene fuerza útil solo si es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sujetado. Este sujetamiento no es obtenido por los únicos instrumentos de la violencia o de la ideología; puede muy bien ser directo, físico, jugar fuerza contra fuerza, contar con elementos materiales, y sin embargo no ser violento; puede ser calculado, organizado, técnicamente reflexionado, puede ser sutil, no hacer uso ni de las armas ni del terror y sin embargo mantenerse en el orden de lo físico. Es decir que puede haber un "saber" del cuerpo que no es exactamente la ciencia de su funcionamiento, y un dominio de sus fuerzas que es más que la capacidad de vencerlas: este saber y este dominio constituyen lo que se podría llamar la tecnología política del cuerpo.[6]
Los diversos aparatos del poder disciplinario se ocuparán de trabajar a ese cuerpo hasta el extremo mismo de la meticulosidad, al tiempo que se construye una noción que es inescindible de la regularidad propia que la expoliación capitalista le imprime al cuerpo: la norma.
Las exigencias que imponen la producción de objetos que asumen la forma de "mercancías" en la formación social en la que vivimos, la prescripta regularidad de los comportamientos, la cooptación y el procesamiento social de los cuerpos bajo este complejo modo de producción estipula, inevitablemente, una serie de "normas" en virtud de las cuales la heterogeneidad de las conductas, de los intereses y, por supuesto, de los cuerpos será procesada a imagen y semejanza de ciertos parámetros fuera de los cuales acucia lo patológico. No quisiera extenderme más en aspectos de la obra de Foucault que son conocidos por todos, y propongo avanzar directamente, una vez que aludimos a la relación plusvalía-subpoder, a formular con toda claridad mis desplazamientos respecto de la lectura que Michel Foucault hace de Clausewitz.
Foucault intenta volver observable la dimensión "poder" no sólo a partir del funcionamiento articulado, en red, de diferentes mecanismos que producen permanentes efectos de individualización, control, registro de los cuerpos, sino que a su vez intenta construir una dimensión susceptible de observar lo siguiente:
… Lo que define una relación de poder es un modo de acción que no actúa directa e inmediatamente sobre los otros, sino que actúa sobre su propia acción. Una acción sobre la acción, sobre acciones eventuales o concretas, futuras o presentes. Una relación de violencia actúa sobre un cuerpo, sobre cosas: esta fuerza, doblega, quiebra, destruye, encierra todas las posibilidades; su otro polo es la pasividad, y si encuentra una resistencia no tiene otra opción que reducirla. Una relación de poder, por el contrario, se articula sobre dos elementos que son indispensables para que sea justamente una relación de poder: que "el otro" (aquel sobre el cual se ejerce] sea reconocido y permanezca hasta el final como sujeto de la acción; y que se abra ante la relación de poder todo un campo de respuestas, reacciones, efectos, invenciones posibles […] El ejercicio del poder puede suscitar tanta aceptación como se quiera: puede acumular los muertos y protegerse detrás de todas las amenazas que pueda imaginar. El poder no es en sí mismo una violencia que en ocasiones podría ocultarse, ni un consentimiento que se reconduciría implícitamente. Es un conjunto de acciones sobre acciones posibles: opera en el terreno de la posibilidad donde se inscribe el comportamiento de los sujetos que actúan: incita, induce, desvía, facilita o vuelve más difícil, amplía o limita, hace que las cosas sean más o menos probables; en última instancia, obliga o impide terminantemente; pero siempre es una manera de actuar sobre uno o sobre varios sujetos activos, y esto en tanto que actúan o son susceptibles de actuar. Una acción sobre acciones.[7]
Creemos que las sugerencias que Foucault nos realiza permanentemente para avanzar en el campo de la investigación en Ciencias Sociales, en este punto chocan ante ciertos límites de difícil resolución, al menos al interior de la lógica foucaultiana. Para decirlo más claramente: la ausencia de la noción de "iniciativa política" es lo que vuelve un tanto confusa, lábil y hasta bastante débil la posibilidad de volver observable el campo sobre el cual se ejerce la limitación del margen de maniobra de un cuerpo.
Si el campo del poder está directamente ligado a la coacción que ciertos mecanismos ejercen sobre los cuerpos de los otros, tales mecanismos deben ser pensados desde una posición que involucre una iniciativa ligada al campo de la apropiación. En tal sentido, creo que la lectura que hace Foucault de Clausewitz es particularmente interesante en ese punto: pero más por lo que oculta que por lo que saca a relucir. Me resulta imposible que una lectura acabada de Clausewitz, de la teoría de la guerra moderna por excelencia, se realice sobre el fondo de la anulación de los dos gestos a partir de cuyo carácter se define la singularidad de la guerra: las nociones de ataque y defensa. En tal sentido, la apropiación del objeto por cuya defensa comienza la guerra, se transforma en un elemento central para pensar la direccionalidad que asumen las continuas mutaciones en los mecanismos y aparatos que hacen al ejercicio mismo del poder, afirmando junto con Foucault que tal dimensión supone la construcción de un espacio regulado dentro del cual el comportamiento del otro intenta ser restringido al inequívoco ámbito de lo esperable. Puesto que nuestro punto de partida, nuestra sugerencia teórico-metodológica por excelencia postula que la lucha de clases comienza por un enfrentamiento entre los cuerpos, la obra de Foucault nos brinda la posibilidad de avanzar enormemente en tal dirección, bajo el presupuesto, y el deber histórico y moral, de corregir aquellos postulados que estimamos susceptibles de ser enriquecidos en función de nuestra tarea en tanto que investigadores en Ciencias Sociales.
Si nos permitimos asumir un cuerpo como la superficie sobre la que se inscribe el poder político y que el ejercicio mismo del poder supone ya un acto de resistencia[8], los recursos de los que dispone cada cuerpo para ejercerla pasarán a ser un elemento central imposible de ignorar. Por lo cual, la pertinencia de pensar desde una situación de ataque o de defensa, necesariamente, debe involucrar desplazamientos que no pueden ser pasados por alto; lo cual, por supuesto, no supone en absoluto renunciar a los avances producidos por el propio Foucault sino más bien a reforzarlos.
Propongo que desde la perspectiva sugerida abordemos un campo bien específico como lo fue, y lo continúa siendo, la privatización de ENTel y el dispositivo de poder montado con el fin de volver a los cuerpos lo más productivos posibles; a la vez que se producía una transformación de la cultura del trabajo cuyos efectos y alcances fueron particularmente inhumanos. En principio, procuremos desentrañar el objetivo que persiguió el capital al imponer una determinada identidad social fuertemente estigmatizada: la fuerza de trabajo que se había formado bajo la égida del Estado pasó a ser considerada negativamente a partir de adjetivos denigrantes, ofensivos y humillantes ("vagos", "indolentes", "perezosos", "ladrones", "mafiosos", y una larga lista de etcéteras de similar calibre). En primer lugar, debemos observar que tal atribución identitaria se inscribe en la cita que tomamos de la obra de Foucault, donde éste define la noción de poder. En efecto, mediante este acto de atribución de identidades el capital persiguió dos grandes objetivos tácticos: construir una instancia de examen que clasifique, separe, categorice los cuerpos que estarían en potenciales condiciones de ser reconvertidos, a la vez que neutralizarlos políticamente a partir de una situación de profundo desarme moral[9]. Los cuerpos estigmatizados no pudieron expresar fuerza alguna sino que fueron arrojados a la disciplinada intemperie de una cultura de la supervivencia, signo inconfundible de la desafiliación social sufrida como castigo por no haber estado a la altura. La incapacidad que demostraron los cuerpos estigmatizados para enfrentar esa coyuntura no sólo puso de relieve la eficacia de un dispositivo de poder que desde el principio se organizó a partir de un complejo andamiaje de desprecio y humillación: también nos posibilitó observar las precondiciones sobre las que se funda el ejercicio de la libertad como producción objetiva de la doctrina de gobierno liberal, a partir de la articulación entre los mecanismos disciplinarios y los dispositivos de seguridad. En un libro de próxima aparición, trabajo esta articulación a partir de las conductas suscitadas por el capital para construir la "iniciativa personal" en sus cuadros políticos, los "jóvenes profesionales". Uno de los mandatos que llevaban como estandarte, en tanto que "agentes de cambio", durante el período que el capital designa como "cambio cultural", consistió en "romper" los rígidos procedimientos y "modelos mentales" propios de la empresa estatal. No obstante, la libertad de acción para motorizar tales cambios se encontraba finamente articulada a los dispositivos de seguridad que preservaban al ejercicio de la libertad… de los posibles desbordes de la libertad misma.[10]
De modo tal que la construcción de una instancia de examen es paralela al desarme moral de los cuerpos a través de un dispositivo que yo me permití llamar "dispositivo de encierro discursivo", dado que el objetivo del mismo apuntaba a impedir que los cuerpos expresaran, potencialmente, las fuerzas de una identidad laboral nacida al calor de décadas de confrontación social y cuya retaguardia estaba siendo duramente golpeada. Es a partir de estos indicadores que nos vimos obligados a producir ciertos reajustes significativos en la obra de Foucault, concernientes no sólo a los medios de los que dispone la resistencia de un cuerpo para poder ejercerla sino también a la consideración misma de la noción de dispositivo de poder.
Con respecto a estos dos últimos puntos, observemos en primer lugar que la búsqueda en desarmar un cuerpo supone una serie de mecanismos tendientes a volver previsibles, susceptibles de ser anticipados, los comportamientos que de tales cuerpos se esperan. Es a partir de tales indicadores que no debemos dejar de lado, bajo ningún punto de vista, el rol que cumplen, en tal dispositivo, los mecanismos disciplinarios, pero tomando el recaudo de observar la íntima relación que guarda la producción de una compleja tecnología del registro con el ámbito de una libertad suscitada en cierta dirección[11]. Es la técnica del examen, la que define al poder disciplinario por antonomasia concentrando en su ejercicio la vigilancia jerárquica junto a la sanción disciplinadota, sobre la que recaerá no sólo la tarea de clasificar, seleccionar y reclutar cuerpos sino también la que encontrará la fuente de su legitimación en un hecho objetivo: las transformaciones tecnológicas, es decir, la relación de los cuerpos mediadas por las cosas.[12]
Es preciso romper el cerco que supondría detenerse en los mecanismos que el capital instaura en una territorialidad determinada, una empresa en particular, para llevar nuestro análisis al campo de la producción misma de lo social, del procesamiento de los cuerpos que supone la formación social capitalista, susceptible de operacionalizarse bajo ciertas formas de gobierno. A decir verdad, el primer ataque a la retaguardia obrera estuvo dado en la expropiación de la noción "de empleo de por vida" y en la consiguiente imposición de la "empleabilidad". Tal mutación epistemológica no supone un simpático tránsito semántico: esconde las condiciones de posibilidad de pensar el despliegue de la teoría del capital humano como modelo del hombre neoliberal.
En una célebre entrevista realizada en 1977, aparecida en la revista francesa de psicoanálisis Ornicar? en julio del mismo año y donde uno de cuyos entrevistadores era el mismo Jacques Alain Miller, le preguntan a Foucault cuál es la función metodológica del término "dispositivo". Si bien la cita puede resultar un tanto extensa, creo conveniente transcribirla textual para llevar a cabo un diálogo con Foucault sin mediaciones de ningún tipo. Dice nuestro amigo:
Lo que intento señalar bajo este nombre es, en primer lugar, un conjunto decididamente heterogéneo, que comprende discursos, instituciones, disposiciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, en resumen: lo dicho tanto como lo no-dicho, he aquí los elementos del dispositivo. El dispositivo mismo es la red que se puede establecer entre estos elementos. En segundo lugar, lo que quisiera resaltar en el dispositivo es, justamente, la naturaleza del lazo que puede existir entre estos elementos heterogéneos. De este modo, tal discurso puede aparecer tanto como el programa de una institución como, por el contrario, un elemento que permite justificar y ocultar una práctica que se mantiene muda, o funcionar como reinterpretación segunda de dicha práctica y darle acceso a un campo nuevo de racionalidad. En resumen, entre estos elementos, discursivos o no, hay como un juego, cambios de posición, modificaciones de funciones, que pueden ser muy diferentes. En tercer lugar, por dispositivo entiendo una suerte de formación que, en un momento histórico dado tuvo por función mayor responder a una urgencia. El dispositivo tiene, por lo tanto, una función estratégica dominante. Esto pudo ser, por ejemplo, la reabsorción de una masa de la población flotante que una sociedad con una economía de tipo esencialmente mercantilista encontraba embarazosa: hubo allí un imperativo estratégico que jugó como matriz de un dispositivo y que devino poco a poco el dispositivo de control-sujetamiento de la locura, de la enfermedad mental, de la neurosis […] He dicho que el dispositivo era de naturaleza esencialmente estratégica, lo que supone que se trate de una cierta manipulación de relaciones de fuerza, de una intervención racional y concertada en estas relaciones de fuerzas, ya sea para desarrollarlas en una dirección o para bloquearlas, estabilizarlas, utilizarlas. El dispositivo, por lo tanto, siempre está inscripto en un juego de poder, pero también siempre está ligado a los límites del saber, que nacen de allí tanto como lo condicionan. Esto es el dispositivo: estrategias de relaciones de fuerzas que soportan tipos de saber y que son soportados por ellos. En Las palabras y las cosas, queriendo hacer una historia de la episteme, me mantuve en un impasse. Ahora lo que quisiera hacer es intentar mostrar que lo que yo llamo dispositivo es un caso mucho más general que la episteme. O más bien que la episteme es un dispositivo específicamente discursivo a diferencia del dispositivo que es discursivo y no-discursivo, siendo sus elementos mucho más heterogéneos.[13]
Yo propondré un nivel de análisis que intenta complementar la definición de dispositivo que nos brinda Foucault. La permanente alusión que hace Foucault acerca del carácter estratégico del dispositivo nos permite reformular dicha definición para volver observable un nivel fundamental de la lucha de clases. Por lo tanto, y en virtud de la investigación que llevé a cabo hasta el momento, sugiero lo siguiente: que abordemos un dispositivo de poder como el momento en el que se realiza políticamente la victoria de uno de los bandos de la guerra. A tales efectos, sigo la sabia prudencia de Clausewitz, que en absoluto desconoce el capital: "el punto en el que el ataque se transforma en defensa es, por consiguiente, el fin natural de todo plan particular de campaña"[14]. La construcción de la paz no es un efecto que se deriva inmediatamente, casi como una precondición biológica inscripta en el código genético de la victoria militar: obtener la victoria militar es una cosa y realizarla políticamente otra muy distinta. Por lo tanto, tales momentos son bien diferenciados; la paz supone una compleja y permanente construcción de la que no está exenta la normalización en el ejercicio de una violencia simbólica, y susceptible de ser simbolizada, que asume como resguardo, acumulación inmediata, el bando que detenta la iniciativa política: forma social de reactualizar la guerra en el campo de la paz[15]. En tal sentido, un observable inmediato que revela cuál es el campo que detenta tal iniciativa, susceptible de ser relevado desde lo discursivo, es aquel que tiene la capacidad de nombrar. El "cerco discursivo" que el capital le impuso a los cuerpos estigmatizados, los diferentes mecanismos que profundizaban la atomización social de los trabajadores, las instancias de examen para seleccionar, clasificar y poder reclutar cuerpos "aptos" para el trabajo en un medio privado, que asumió la forma de "reconversión", constituyó un dispositivo de poder que pudo llevarse a cabo, solamente, una vez que los cuerpos fueron expropiados de la voluntad de combatir.
No pretendo, desde esta perspectiva, establecer una noción de "dispositivo de poder" que altere por completo los avances que produjo Michel Foucault. Antes bien, propongo un desplazamiento que observo como fruto de mi investigación y que, necesariamente, debe incorporar el modelo de la guerra, no desde el detenido esquema que congela el enfrentamiento a muerte, el duelo a gran escala, a una escena cuya resolución constituye el objeto de las investigaciones en Ciencias Sociales, sino desde una perspectiva dinámica que atraviese el vasto campo de la producción de lo social y de la forma en la que se constituye aquello que se llama el "poder", como forma particular de relación que asumen los cuerpos entre sí mediados por las cosas.
Acerca de la estrategia
Comprendo muy bien la posible incomodidad que pueda generar este posicionamiento y anticipo no pocas críticas. Pero también considero que desde la obra de Michel Foucault, investigar en Ciencias Sociales desde una perspectiva como la que estoy intentando construir queda por trabajar con el debido rigor (revisemos la cita extraída de "Le pouvoir, une bête magnifique"). No se trata de pensar que los mecanismos de poder descriptos por Foucault, y que cortan transversalmente lo que se conoce de forma laxa como "la sociedad", puedan ser detentados por grupo alguno, clase, nucleamiento humano del orden que fuese. Simplemente intento pensar, y fundamentalmente volver observable, que los modos de cooptación de tales mecanismos por ciertos grupos sociales no pueden ser pensados por fuera de lo que podríamos llamar "iniciativa política", cuyos fundamentos debemos encontrarlos en el campo del procesamiento social de los cuerpos para volverlos en extremo productivos; es decir, sentar las bases de una teoría social acerca de la forma en la que se construye el poder y que involucre el modelo de la guerra de manera dinámica, en permanente modificación acorde al registro de cada uno de sus "momentos", opuesta en un todo a la foto que la restringe a los olvidados anaqueles de la historia.
Pensemos si es posible escindir un concepto como el de "normalización" de la iniciativa política que detenta, evidentemente, una clase que establece, mediante mecanismos diversos, complejos, los contornos mismos de la dimensión a la que aludía Foucault cuando se ocupó de definir el poder: acciones sobre otras acciones.
Tomemos por caso la forma en la que se normaliza una serie de comportamientos sociales al interior del espacio de trabajo posterior a la privatización de la empresa que se oponían en un todo al modelo anterior. La paulatina introducción del "modelo de las competencias" constituye el sustrato teórico sobre el que se edificará una profunda transformación de las normatividades laborales, suscitadas, precisamente, por el campo que procura producir los cuerpos productivos a partir de los mecanismos que nos ocupamos de investigar.
No se trata de negar que el particular interés de Foucault radicaba en volver observable el funcionamiento objetivo del poder, de los mecanismos mediante los cuales se producía el campo de acciones de los otros, la forma en la que la individualidad era posible y la construcción histórica del sujeto en tanto que efecto de tales mecanismos. Procuremos extender el cómo a pensar un por qué y un para qué, no en términos secuenciales, sino simultáneos: única forma de medir la confrontación como fuerzas sociales en pugna. Analicemos lo que sigue:
Lo que hay que recordar es que la heterogeneidad no es jamás un principio de exclusión o, si ustedes quieren, la heterogeneidad no impide nunca ni la coexistencia ni la junción ni la conexión. Digamos que es precisamente en este tipo de análisis que se hace valer, que es preciso hacer valer, a riesgo de caer en el simplismo, una lógica que no sea una lógica dialéctica. ¿Qué es una lógica dialéctica? La lógica dialéctica es una lógica que hace jugar términos contradictorios en el elemento de lo homogéneo. A esta lógica de la dialéctica yo les propongo sustituirla por una lógica que yo llamaré de la estrategia. Una lógica de la estrategia no hace valer términos contradictorios en un elemento de lo homogéneo que promete su resolución en una unidad. La lógica de la estrategia tiene por función establecer cuáles son las conexiones posibles entre términos discordantes. La lógica de la estrategia es la lógica de la conexión de lo heterogéneo; no es la lógica de la homogeneización de lo contradictorio. Rechacemos, pues, la lógica de la dialéctica e intentemos ver (en resumen, es lo que intentaré mostrarles en este curso] cuáles son las conexiones que pudieron hacer que se sostenga este conjunto, que han unido la axiomática fundamental de los derechos del hombre con el cálculo utilitario de la independencia de los gobernados.[16]
Efectivamente, es esto precisamente lo que llevará a cabo Foucault en Naissance de la biopolitique. Considero que una lectura atenta de tal seminario podrá proporcionarnos no pocos elementos para incorporar los desplazamientos teóricos que propongo. En tal sentido, me resulta imposible pensar en la construcción de la teoría del "capital humano" escindida de los patrones de acumulación capitalistas que atravesaron la excelente descripción que produce Foucault de la relación mecanismos disciplinarios- dispositivos de seguridad, donde el liberalismo se erige como la doctrina de gobierno propia del panoptismo[17] desde el siglo XVIII hasta nuestros días.
Oponerle a la lógica dialéctica la lógica de la estrategia, implica asumir que aquello por lo cual tal lógica deviene posible estará dada por la forma en la que se distribuyan los encuentros:
La estrategia es el uso del encuentro a los fines de la guerra. Ella debe, por consiguiente, fijar el conjunto del acto de guerra a un objetivo que corresponda al objeto de la guerra. Es decir que establece el plan de guerra y fija en función del fin en cuestión una serie de acciones propias para conducirla allí; elabora, pues, los planes de las diferentes campañas y organiza los diferentes encuentros de ésta[18].
Mis posiciones críticas a la lectura que procura instalar Michel Foucault de la obra de Clausewitz, por lo tanto, al involucrar la noción de "iniciativa política", necesariamente, introduce otras dos grandes dimensiones a partir de cuya articulación es susceptible de volver observable el modelo de la guerra: la dimensión moral del enfrentamiento y su carácter táctico o estratégico, según sea el caso.
Para nosotros, es Marín quien define la centralidad del modelo a partir del cual avanzamos en nuestras investigaciones:
La importancia del modelo de la guerra es que se trata de un ejercicio sobre la confrontación de fuerzas materiales, que permite observar la materialidad de las fuerzas sociales. Así, empieza a objetivarse, a tomarse conciencia del ámbito del poder como "modo de producción". El modelo de la guerra, originado en el campo del enemigo, empieza a clarificar el ámbito del poder porque nos advierte de la materialidad de las fuerzas sociales, pero, además, porque nos indica que la fuerza material deviene no sólo de los instrumentos materiales sino de los cuerpos; y, en particular, de la relación entre el ámbito de las cosas y el ámbito de los cuerpos. Este es el camino por el que se ha empezado a tomar conciencia del poder. El ámbito del poder es, de una manera u otra, el largo proceso de constitución de la materialidad involucrada -pero siempre mistificada, encubierta, enmascarada- en las relaciones sociales entre los cuerpos.[19]
En resumen, el operador teórico-político que guió el curso de mis investigaciones asumió esa clara determinación política: demostrar que la lucha de clases comienza por un enfrentamiento entre los cuerpos y que es preciso articular el ejercicio de la iniciativa política desde las determinaciones observables en el campo de los análisis económico-políticos clásicos hasta las dimensiones más microfísicas, niveles que propuse articular en el curso de mi investigación. Es innegable que una empresa privatizada constituye un laboratorio social más que interesante a tales fines investigativos.
Conclusiones
En este breve trabajo no busqué sino compartir una serie de reflexiones sobre las que trabajo desde hace ya largos años. Los paulatinos, lentos y por demás costosos avances que iba logrando en mi investigación iban suscitando en mí la necesidad de producir ciertos desplazamientos teóricos que pudieran dar cuenta, de forma más acabada, de la extraordinaria riqueza, la apasionante originalidad del fenómeno social que enfrentaba.
Tenía, y no sé por qué acudo al pretérito imperfecto, un problema bastante serio y sobre cuya resolución, seguramente, se me irá la vida: de qué manera lograr que el cómo no quede reducido tan sólo a esa pregunta; que esa objetiva, y brillante, descripción del funcionamiento de eso que se llama "poder" pueda involucrar el campo de la determinación política de cierta clase, bando o nucleamiento humano en general. Es cierto que desde la fidelidad reclamada al pensamiento y la obra en general de Michel Foucault, mi planteo supone una ostensible herejía. No obstante, considero que es evidente, y el mismo Foucault lo plantea en infinidad de ocasiones, que si bien los mecanismos que él mismo se ocupa de describir, a partir de su rigurosa historización, atraviesan todas las relaciones sociales, no están localizados en punto alguno, no son propiedad de ninguna clase ni estamento social; a pesar de todo esto, y por esto mismo, creo que debemos pensar la noción de "iniciativa política" como forma posible de volver observables los modos mediante los cuales tales mecanismos son cooptados y puestos a funcionar en tal dirección, y no en otra posible, como directos resultados de los diversos enfrentamientos sociales.
Creo haber producido un avance, humilde por cierto, procurando romper los miles de cercos que el capital impone para evitar que se vuelvan observables los delgados y oscuros hilos sobre los que teje su inescrutable cadena de obediencias, lealtades, favores, complicidades, y varios etcéteras más: es imposible avanzar en la dirección propuesta si no se investiga, fácticamente, la constitución real del poder social. Puede parecer de una extrema puerilidad lo que señalo, pero ante la ola de comentadores de toda laya de la obra de Foucault, lo cual me parece más que legítimo más allá de mi escaso interés por la mayoría de ellos, circunscribir la pretendida "caja de herramientas" a una discusión entre eruditos es la mejor forma de empobrecerla, así como la de empobrecer el humano objetivo estratégico de nuestras investigaciones: que los que combatan la inhumanidad de la formación social en la que vivimos, combatan mejor.
Bibliografía
Clausewitz, Carl Von (1998) [1832] De la guerre, París, Editions de Minuit.
Foucault, Michel (2004) [1979] Naissance de la biopolitique, París, Gallimard-Seuil.
--- (2004) [1977-1978] Sécurité, Territoire, Population París, Gallimard-Seuil.
--- (2001) [1977] «Le pouvoir, une bête magnifique», en Dits et écrits II. París, Quarto-Gallimard.
--- (2000) [1982] «Le sujet et le pouvoir», en Dits et écrits II, París, Quarto-Gallimard.
--- (2000) [1976] Histoire de la sexualité I. La volonté de savoir, París, Gallimard.
--- (1997) [1976] Il faut défendre la société, París, Gallimard-Seuil.
--- (1975) Surveiller et Punir, París, Gallimard..
Marín, Juan Carlos (1995) Conversaciones sobre el poder (una experiencia colectiva), Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Gino Germani, UBA
--- (1985) La noción de "polaridad" en los procesos de formación y realización de poder, Buenos Aires, CICSO, Serie Teoría - Análisis n°8.
--- (1984) Leyendo a Clausewitz, Buenos Aires, CICSO, Serie Teoría n° 12.
Pierbattisti, Damián (2006) "Privatizaciones y nuevas identidades en el trabajo: la estrategia de Telefónica", en Revista Realidad Económica nº 217, Buenos Aires, IADE.
--- (2006) "La privatización de ENTel y la transformación de las identidades en el trabajo: génesis del dispositivo neoliberal en Argentina", en Documentos de Jóvenes Investigadores del Instituto Gino Germani (nº 10), Buenos Aires, Instituto Gino Germani, UBA.
--- (2007) "Mecanismos disciplinarios, dispositivos de poder y neoliberalismo: formas de intervención sobre la fuerza de trabajo", en Revista Herramienta nº 34, Buenos Aires.
· Artículo escrito para Herramienta.
[1] Foucault, M.: Il faut défendre la société, París, Gallimard-Seuil, 1997, pág. 16. (En adelante, IDS).
[2] "La guerra es una simple continuación de la política por otros medios […] La intención política es el fin mientras que la guerra es el medio, y no se puede concebir el medio independientemente del fin." Clausewitz, C.V.: De la guerre. París, Ed. de Minuit, 1998, pág. 67. (En adelante, DLG).
[3] IDS: pág. 16. Curso del 7 de enero de 1976.
[4] Consultar la bibliografía general del presente artículo.
[5] Foucault, M.: "Le pouvoir, une bête magnifique"), en Dits et écrits II. París, Quarto-Gallimard, (1977) 2001, pág. 376-379.
[6] Foucault, M., Surveiller et punir. Gallimard, París, 1975, pág. 34.
[7] Foucault, M.: "Le sujet et le pouvoir", en Dits et écrits II. Quarto-Gallimard, París, (1982) 2001, págs 1055-1056.
[8] "Allí donde hay poder hay resistencia y sin embargo, o más bien por esto mismo, esta no está jamás en posición de exterioridad con respecto al poder" (Foucault, M. Histoire de la sexualité I: La volonté de savoir, Gallimard, París, 1976, pág. 126).
[9] Entendemos por desarme moral el resultado de la expropiación de toda voluntad por combatir, lo que constituye el fin ultimo de la guerra. El desarme moral no es escindible del desarme intelectual y político; están íntimamente vinculados entre sí, sólo que expresan dimensiones diferentes de lo social.
[10] Remito al lector a los dos últimos seminarios que dictó Foucault en el Collège de France. Me refiero a Sécurité, Territoire, Population (en adelante STP) y Naissance de la biopolitique (en adelante NBP), ambos editados por Gallimard-Seuil en octubre de 2004 (publicados en español por el Fondo de Cultura Económica). Para profundizar la relación dispositivos de seguridad-libertad, consultar el curso del 24 de enero de 1979 de NBP.
[11] Considero que los últimos dos seminarios de Michel Foucault son material de lectura obligatoria para todos aquellos que se dedican a investigar diferentes técnicas de management de la fuerza de trabajo, así como también las formas en las que el capital organiza la producción misma (círculos de calidad total, trabajo en equipo, autonomización regulada de la fuerza de trabajo, etc.). Es fundamental avanzar en la construcción de un conocimiento que procure reconstruir desde el campo de la producción el dispositivo de poder por el cual encontramos una estrecha relación entre la teoría del "capital humano" y la noción de "empresario de sí mismo", que subyace a la formalización de la sociedad civil bajo el modelo de la empresa (a tales efectos ver, fundamentalmente, el curso del 14 de marzo de 1979 en NBP).
[12] El tránsito de las centrales electromecánicas (conocidas entre los trabajadores telefónicos como las "paso a paso") a las digitales, la irrupción de las PC’s en detrimento de la máquina de escribir, alteró y resignificó, sensiblemente, las relaciones sociales al interior del espacio de trabajo. Considero que es fundamental investigar las relaciones entre los cuerpos a partir de las cosas y, con particular atención, los quiebres que se producen una vez que el orden material por el cual los cuerpos se relacionan, cambian drásticamente: "la relación social implica fuerza material, que fuerza material es relación entre los cuerpos y las cosas y, en definitiva, que relación social es relación entre los cuerpos a través de las cosas". (Marín, J.C., Conversaciones sobre el poder (una experiencia colectiva), Instituto de Investigaciones Gino Germani, UBA, Buenos Aires, 1995, pág. 96).
[13] Foucault, M., "Le jeu de Michel Foucault". En Dits et Ecrits II. Quarto-Gallimard, París, 2001, págs. 299-301.
[14] DLG, págs. 662-663.
[15] Por supuesto que la paz no existe, es tan sólo un momento de la guerra y a tales efectos consideramos ese ilusorio y difundido concepto. En rigor, aquello que nos preocupa es la victoria y su realización política, los indicadores a partir de los cuales podemos volver observable esta permanente preocupación del bando que detenta la iniciativa política.
[16] NBP, pág. 44.
[17] NBP, pág. 69.
[18] DLG, pág. 181.
[19] Marín, J.C.: op. cit. Pág. 98-99.