23/11/2024

Guerra y Militarismo en el Siglo XXI. Algunas consideraciones desde Latinoamérica

Introducción

En el marco general del trabajo colectivo de elaboración teórico-política sobre la actualidad del comunismo (o socialismo) que comenzó a ponerse en marcha desde París en enero de 2006, se delimitaron también (en Nyon, Suiza, en mayo de 2006) dos cuestiones sobre las cuales se ha propuesto concentrar, inicialmente, la discusión: la auto-actividad en las luchas actuales, y los desafíos que plantea al combate emancipador la cuestión de la guerra.[1]

Menos por casualidad que por una "causalidad" inscripta en las exigencias comunes que nos impone la lucha de clases y antiguos lazos de colaboración con los compañeros reunidos en Europa, prácticamente para la misma fecha escribimos unos breves textos[2] en los que, de manera muy sucinta, gran parte de las cuestiones arriba mencionadas estaban también, de una u otra manera, muy presentes.

En esta contribución me limitaré a presentar algunas consideraciones en torno a la omnipresencia de la guerra (aún en nuestro continente, donde no existen confrontaciones bélicas evidentes, a excepción de Colombia), desarrollando lo que escribiéramos entonces de un modo excesivamente concentrado:

Lo que urge y es ciertamente prioritario si se pretende construir una fuerza revolucionaria, es reconocer los rasgos característicos del momento histórico que enfrentamos y sus repercusiones en el terreno de la lucha de la lucha de clases, para desprender de allí el tipo de respuestas políticas y organizativas que es necesario elaborar. Y lo primero es advertir que sufrimos aún los efectos de una ofensiva general del capital que rompió las antiguas barreras estatales de regulación social de la producción y la distribución, buscando imponer un dominio directo a escala planetaria y, simultáneamente, acentuando el carácter de clase de los Estados nacionales como garantes de la expansión del capital y el disciplinamiento del trabajo. Semejante ofensiva no ha logrado resolver la crisis estructural del capitalismo (que asume ya rasgos de crisis civilizatoria), y la creciente resistencia que enfrenta acentúa la barbarie capitalista. Estas explosivas tensiones constituyen el sustrato de la creciente militarización como "modo de regulación" y la reformulación de la estrategia norteamericana incluyendo la guerra global como instrumento político. [3]

Dejaré de lado lo mas específicamente referido a la "ofensiva general del capital" y sus reflejos a nivel de la soberanía, estructura y función de los Estados nacionales y omitiré igualmente las notorias diferenciaciones en el impacto que el "neoliberalismo" o neoconservadurismo tuvo según se tratara de países imperialista o no, para concentrar la atención en la cuestión de la guerra y la creciente militarización. No siendo un especialista en el tema, lo que propongo es mas bien un esquema o hipótesis interpretativa (provisoria si se quiere, pero en todo caso necesaria) elaborada en relación a las exigencias de una acción política militante y, evidentemente, "situada". Una hipótesis articulada a una praxis internacionalista concebida y practicada desde Latinoamérica.

Crisis civilizatoria

Recurrimos a esta expresión para sugerir que no estamos apenas ante "una nueva crisis del capitalismo". Como advirtiera Mészáros

hemos entrado en la fase mas peligrosa del imperialismo en la historia. Porque lo que está en juego no es el control de una parte del planeta […] o poner en desventaja a algunos rivales […] sino el control de su totalidad por una superpotencia hegemónica, económica y militar, con todos los medios -aún los mas autoritarios y, de ser necesario, los militares mas violentos- a su disposición. Esto es lo que requiere la racionalidad esencial del capital desarrollado globalmente, en su vano intento de poner bajo control sus irreconciliables antagonismos. El problema sin embargo es que esta racionalidad […] es al mismo tiempo la forma mas extrema de irracionalidad de la historia, en lo que atañe a las condiciones necesarias para la supervivencia de la humanidad. [4]

Afrontamos una crisis que excede ampliamente lo "económico", desequilibra en profundidad el sistema mundial de Estados, impone de manera inmediata penurias extremas a millones de seres humanos y amenaza ya la posibilidad de supervivencia de la humanidad e incluso de la vida tal como la conocemos. Subsisten muchas discusiones en torno a las expresiones y profundidad de la crisis económica o a las dificultades crecientes con que tropieza la reproducción ampliada del capital, pero se multiplican las indicaciones de que peligra la reproducción de la sociedad humana misma. En suma, el cariz que asume la crisis del capitalismo (que es también la del productivismo orientado hacia la ganancia y "el crecimiento" por encima de cualquier otra consideración, así como de una racionalidad científico-técnica desarrollada en contraposición a los requerimientos ético-políticos de la sociedad humana) y las crecientes resistencias que levanta, abren lo que bien cabe denominar crisis civilizatoria. En efecto, como distintos autores analizan, la globalización "genera una cuádruple crisis: social, ecológica, democrática y ética […] la crisis actual no es sólo una crisis económica, es una crisis ‘política y mora’, una crisis de civilización inherente a las contradicciones propias de la ley del valor."[5] En igual sentido, pero desde Latinoamérica y más concretamente, se apunta que

la globalización no es solo un intento de superación de la crisis, es también en si misma el anuncio y la consecuencia de la crisis […] una crisis civilizatoria global, siendo la dominación mundial de la cultura de coca cola y macdonald’s el canto de cisne de la civilización burguesa nacida de la revolución industrial. […] El resurgimiento de aquellas civilizaciones derrotadas por el capitalismo […] son la evidencia indirecta de esta declinación civilizatoria global. […] El actual proceso boliviano es, ante quien quiera escuchar y ver, un preanuncio de los nuevos tiempos.[6]

Economía, Militarización y Guerra

Hace ya algún tiempo escribimos que la política desplegada por Norteamérica

expresa una verdadera estrategia de Estado, que opera interna y externamente, en lo político, lo social, lo económico y lo militar: los Estados Unidos, mucho más (y más efectivamente) que cualquier otra potencia imperialista, borraron hace ya mucho las fronteras entre el estado de paz y el estado de guerra"[7]. Decíamos también que sobre tal base "Un año después del atentado del 11 de septiembre de 2001, con la ‘Guerra al terrorismo’ y el ensayo general de Afganistán a cuestas, se anuncia una nueva doctrina de seguridad nacional cuyo eje es afirmar el objetivo de que los Estados Unidos aseguren la dominación del planeta por medio de una superioridad militar absoluta e incontestable. Se sistematiza en este documento la decisión de actuar unilateralmente […] y se reemplazan las viejas ideas de disuasión y contención por la doctrina de la acción preventiva.

En el mismo artículo remitíamos a los trabajos de Chesnais, Serfaty y otros para llamar la atención sobre "la estrecha relación existente entre la mundialización del capital y la supremacía sin precedentes que logró el imperialismo norteamericano […], así como también sobre el desarrollo del ‘complejo militar y de seguridad’ y su rol en la extraordinaria concentración y centralización del capital estadounidense, con la consecuente capacidad para ‘arrastrar’ hacia el centro imperial la plusvalía arrancada en todo el mundo."

Más recientemente, encontramos una perspectiva semejante en el trabajo de un profesor de ciencia política canadiense referido a "Las contradicciones de la supremacía de Estados Unidos"[8]. Tras indicar que "El uso del término "supremacía" procura sugerir una forma de dominio basado en la coerción y en el uso -potencial o real- de violencia organizada como medio para intimidar y fragmentar la oposición" se explica que en la estrategia imperial "El supuesto es que Estados Unidos de América no sólo tiene el poder sino también el derecho de actuar como un estado global -que decreta las reglas del orden mundial a la vez que decide, selectivamente, y de manera impune, cuáles de las mismas se aplican a las acciones de EE.UU. y cuales no". Todo lo cual implica

una extensa capacidad de intervención, disciplinamiento y castigo, que incluye bases militares norteamericanas, fuerzas sustitutas, operaciones secretas y de inteligencia, e instalaciones de vigilancia en mas de 130 países -desplegadas en línea con la estrategia del Pentágono de "dominio total del espectro" de los factores que intervienen en una confrontación. En suma, asegurar el mercado mundial depende principalmente del poder de Estado, el cual incluye poderes constitucionales, regulatorios, militares y policiales "excepcionales" ejercidos en una jerarquía global de estados con la superpotencia de EE.UU. en su cúspide, reclamando el derecho de ser el árbitro de la política mundial.

Podría multiplicar las citas, pero prefiero terminar con esta:

EE.UU. posee entre 700 y 1.000 bases militares alrededor del mundo (según cómo se cuente); tiene otras 6.000 dentro de EE.UU. y sus propios territorios. Cerca de 250.000 uniformados y un número equivalente de funcionarios civiles están destinados en el exterior, además de cerca de 45.00 extranjeros como personal contratado (esto no incluye los nuevos despliegues en Irak, alrededor de 140.000 individuos, ni el pequeño ejercito de contratistas privados que trabajan a su lado como parte del nuevo modelo norteamericano de guerra cuasi privatizada. […] El Base Structure Report 2003 elaborado por el Pentágono muestra que en la actualidad posee o alquila bases en cerca de 130 país. Por lo tanto, el imperialismo norteamericano es, después de todo territorial, como lo son todos los imperios; su forma contemporánea de colonia es la base militar, que permite el despliegue y la intervención rápida a lo largo de todo el globo.

En fin, para decirlo con palabras de una estudiosa latinoamericana: "No quiere decir que el mercado desaparezca como disciplinador, quiere decir que la dimensión militar se sobrepone al mercado."[9]

A todo esto aludimos cuando hablamos de la militarización como "modo de regulación" y de guerra global como instrumento político.

Latinoamérica y "guerra global al terrorismo"

El hecho de que la metafórica "guerra global al terrorismo" asuma su plena y mortífera realidad, por ahora, en tierras muy lejanas, no significa que nuestros países sean ajenos a la misma. Sería completamente equivocado creer que, por estar metido (o mas precisamente, empantanado) en Afganistán e Irak, Norteamérica se desentiende de su "patio trasero". Muy por el contrario:

en términos de los paradigmas de militarización para América hay una construcción de capas envolventes en las cuales se van abarcando diferentes dimensiones de establecimiento de relaciones de sometimiento. Entre esas capas envolventes se encuentran, como círculos concéntricos, los cambios de normatividad, el establecimiento de normas continentales para la seguridad interna, el cuidado de las fronteras, los ejercicios militares en tierra, los ejercicios en los ríos y canales de internación en los territorios, el establecimiento de una red continental de bases militares y los ejercicios navales que permiten circundar todo el continente, estableciendo una última frontera, más allá de las jurisdicciones nacionales […] se generalizan las leyes antiterroristas que tienden a crear, por un lado, una complicidad entre todos los Estados y por esa vía van imponiendo políticas y juridicidades supranacionales y, por el otro, una paradójica situación de estado de excepción permanente. [10]

De hecho, como muy bien precisa la autora que venimos citando,

Estados Unidos cuenta con un sistema de bases que ha logrado establecer dos áreas de control: 1. el círculo formado por las islas del Caribe, el Golfo de México y Centroamérica, que cubre los yacimientos petroleros más importantes de América Latina y que se forma con las bases de Guantánamo, Reina Beatriz, Hato Rey, Lampira, Roosevelt, Palmerola, Soto Cano, Comalapa y otros tantos puestos militares de menor importancia; 2. el círculo que rodea la cuenca amazónica bajando desde Panamá, en el que el canal, las riquezas de la región y la posición de entrada a América del Sur han sido esenciales, y que se forma con las bases de Manta, Larandia, Tres Esquinas, Caño Limón, Marandúa, Riohacha, Iquitos, Pucallpa, Yurimaguas y Chiclayo, que a su vez enlazan con las de la zona más al norte […] la última frontera o la capa envolvente más externa, está conformada por los ejercicios militares en los océanos Pacífico y Atlántico y en el Mar Caribe: en todo lo que circunda a América Latina.[11]

Recordaré finalmente que en la maraña urdida desde el Norte cabe incluir la ocupación de Haití por tropas de Brasil y Argentina, el descomunal respaldo de los yanquis a la "guerra contrainsurgente" en Colombia y, por último aunque no en importancia, la permanente amenaza contra Cuba, duplicada en el último período por una agresividad creciente contra la Venezuela bolivariana… Y afectándonos ya directamente, la presencia de "los Servicios" yanquis en el esquema de "inteligencia" ( "3 + 1") que obedeciendo los dictados del Norte acaban de poner en marcha los gobiernos de Argentina, Brasil y Paraguay en la llamada "Triple Frontera".

La construcción del movimiento anti-guerra

Con lo antedicho esperamos haber logrado destacar que, efectivamente, abordar en profundidad una discusión sobre la cuestión de la guerra resulta tan ineludible como urgente. En esta discusión será necesario articular el examen crítico de la(s) estrategia(s) imperiales, el curso y alcances de las confrontaciones bélicas en los puntos "calientes" del planeta, y la presencia de todo ello en la realidad del continente.

Será necesario también y sobre todo colaborar activamente en la construcción de un movimiento anti-guerra estable en nuestro país, con una orientación hacia las masas (porque masivo es entre nosotros el repudio al imperialismo y sus acciones) y abierto a los debates de fondo que enlazan la cuestión del rechazo a la guerra con la lucha revolucionaria por la emancipación.


 

[1] Iniciativa asumida por los colectivos que publican en Francia las revistas A Contre-Courant, Carré Rouge y L’Emancipation sociale y militantes ligados a la revista/sitio  l’Encontre de Suiza. Los materiales mencionados están publicados en Cuadernos de Herramienta, agosto de 2006. Pueden encontrarse también en http://www.herramienta.com.ar así como en http://carre-rouge.org

[2] Documentos presentados por Cimientos al Seminario programático de la izquierda realizado los días 27 y 28 de mayo de 2006 en la FFyL de la Universidad de Buenos Aires, edición fotocopiada.

[3] "Por otra política y otra manera de hacer política. Por un nuevo instrumento político de lucha por la emancipación social", en Documentos presentados porCimientos, Mayo de 2006.

[4] István Mészáros, El Siglo XXI ¿Socialismo o Barbarie?. Buenos aires, Ediciones Herramienta, 2003.

[5] Daniel Bensaïd, Cambiar el mundo, Madrid, Catarata, 2004.

[6] Pablo Regalsky, "Bolivia indígena y campesina. El gobierno de Evo Morales", Herramienta nº 31, marzo de 2006.

[7] "Estrategia imperial e inestabilidad mundial", en Herramienta nº 23, invierno 2003.

[8] Stephen Gill, en Socialist Register. El Imperio Recargado, Buenos Aires, Clacso, 2005.

[9] Ana E. Ceceña, "Los paradigmas de la militarización en América Latina", en Pensamiento y acción por el socialismo en América Latina en el siglo XXI, Gambina-Rajland-Campione compiladores, Buenos Aires, FISyP, 2005.

[10] Idem.

[11] Ibid.

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