08/12/2024
Por Rousset Pierre
Este artículo fue escrito a principios de abril de 2021 para la revista impresa Contretemps N° 49. Para esta segunda versión, se ha mantenido su estructura, sin intentar una actualización general. No obstante, el texto se ha actualizado parcialmente y se han reelaborado, ampliado, aclarado, corregido o completado algunas fórmulas relativas, en particular, a la historia del país.
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Asia Oriental es actualmente uno de los epicentros mundiales[1] de los principales movimientos de resistencia democrática iniciados como reacción a la deriva autoritaria y dictatorial de muchos regímenes polí-ticos. Después de Hong Kong y Tailandia, Birmania se ha convertido en el frente incandescente de estos focos en la región. Hoy ocupa un lugar especial por la magnitud social del movimiento de desobediencia civil desatado en reacción al golpe militar del 1 de febrero de 2021, y también por la extrema violencia con la que la junta gobernante intenta aplastar con sangre toda la oposición.
El jueves 1 de abril de 2021, dos meses después del golpe, la página web Irrawaddy[2] contabilizaba 540 víctimas [hoy son más de 800], asesinadas por las fuerzas represivas, entre ellas decenas de niños y jóvenes adolescentes. En 1988, una revuelta antidictatorial con características bastante parecidas a la que conocemos hoy, fue ahogada en un baño de sangre: al menos 3.000 muertos en pocos meses. Nadie en Birmania ignora este precedente que persigue a los supervivientes de la generación de militantes que lo vivió, la llamada generación del 88. Es posible que hoy sea diferente, pero la lucha es ardua y prolongada, porque lo que está en juego es el desalojo radical –¡de una vez por todas!– del Ejército de los centros de poder político, administrativo y económico que ha ocupado ininterrumpidamente desde 1962: desde lo más alto hasta lo más bajo del Estado, desde lo más alto hasta lo más bajo de la sociedad.
Antes del 1 de febrero de 2021, el poder estaba dividido de forma muy desigual entre el gobierno civil electo, dirigido por la Liga Nacional para la Democracia (LND), que había ganado las elecciones democráticas por goleada, y el Ejército (conocido como el Tatmadaw), que ocupaba la posición dominante. La Constitución, redactada por este último, le garantizaba una minoría de bloqueo en todas las asambleas legislativas (25% de los escaños no elegidos[3]), la dirección de los ministerios clave (Defensa, Interior y Seguridad Fronteriza) y la ausencia de todo control civil sobre la institución militar que, por otra parte, se apropia de sectores enteros de la economía: Birmania es uno de los países donde más desarrollada está la economía caqui.
El golpe de Estado del 1 de abril no pretendía ganar el poder. Sancionó el estancamiento de una transición democrática bloqueada sine die por la negativa del Ejército a renunciar a sus prerrogativas. El Tatmadaw tomó la iniciativa para que su control sobre el Estado y el país no se erosionara paulatinamente ante el desarrollo de la sociedad civil y la legitimidad electoral de la Liga Nacional para la Democracia y su figura, Aung San Suu Kyi, que presionaba en el ámbito gubernamental para ampliar las competencias de su gobierno[4]. La LND no fue el único objetivo de este golpe de Estado preventivo; lo mismo ocurrió con asociaciones, sindicatos, etc. Teniendo en cuenta el precedente de 1988, al día siguiente del golpe se formó el Comité de Desobediencia Civil (CMD), que reunió a los jóvenes de la Generación Z (estudiantes de secundaria), a los trabajadores de la sanidad, a los funcionarios que se pusieron en huelga masivamente y a los sindicatos, entre ellos la federación CTUM. Debido a su lugar en la familia, la sociedad y la producción, las mujeres han desempeñado un papel destacado en este movimiento global[5]. Las feministas se congratulan de esta visibilidad y constatan avances significativos con respecto a las movilizaciones de 1988; un cambio en los modelos de género: en 1988, los líderes eran hombres. En este movimiento son mujeres. Es emotivo. Sin embargo, temen que este cambio solo sea temporal si la situación se “normaliza”[6].
En cuanto a la LND, muchos de cuyos dirigentes fueron inmediata-mente detenidos, estableció una representación del Parlamento en la clandestinidad, o en el exilio, bajo las siglas CPHR[7].
El objetivo del levantamiento democrático no es simplemente acabar con el golpe de Estado y volver a la situación anterior, sino crear una nueva situación que permita plantear (y resolver) una cuestión estructu ral: el lugar que ocupa el Ejército desde hace cinco décadas en la sociedad birmana. Será una lucha larga y ardua que requiere una solidaridad internacional activa.
El principal punto de inflexión que se ha producido recientemente es que la resistencia armada se está generalizando. Esta era un coto de las minorías étnicas de la periferia del país. Ahora se está manifestando en la llanura central. El movimiento sigue adoptando formas masivas, como la negativa de educadores y profesores a volver al trabajo bajo las órdenes de la junta[8], pero también ha tenido que pasar a la clandestinidad. El Tatmadaw se extiende por todo el país y no duda en bombardear aldeas en el campo o amenazar con la destrucción de los barrios urbanos. En particular, en regiones como Mandalay y Sagaing se tendieron emboscadas a las patrullas militares, se liquidó a los informadores al servicio del régimen, se ejecutó a los nuevos administradores encargados de sustituir a los funcionarios territoriales disidentes… La junta tomó represalias colectivas (quema de aldeas, saqueo de casas, robo de ganado, violaciones, ejecuciones sumarias…).El objetivo de este artículo no es hacer un balance de la situación y de las cuestiones en juego, lo que se ha intentado en otro lugar[9], sino centrarse en el contexto de la crisis birmana y en sus antecedentes… Al hacerlo, nos topamos con la complejidad de realidades y patrimonios que son difíciles de captar cuando no se tiene un conocimiento profundo del país (que es mi caso: he viajado por la región, pero no por Birmania).
Birmania en el Sudeste Asiático. Apuntes de historia y geografía
En cuanto a los antecedentes, probablemente sea útil remontarse al proceso de formación histórica de Birmania en su marco geográfico y regional[10]. En la actualidad, Birmania tiene una población de más de 56 millones de personas, ocupa una superficie similar a la de Francia y comparte sus fronteras con Bangladesh al oeste, India al norte-noroeste, China al norte-noreste, Laos al este y Tailandia al sur-sureste. Su litoral marítimo, en la parte sur, limita con el mar de Adaman y la bahía de Bengala (en el océano Índico).
El Sudeste Asiático está formado por una península y un grupo de archipiélagos que se extienden hasta las antípodas. En términos de tamaño y población, es comparable a Europa, desde el Atlántico hasta los Urales. Es la esquina de Asia que traza una línea de demarcación entre los países que bordean el Pacífico o el océano Índico. Aquí nos limitaremos solo a la península. Salvo para los franceses, que piensan en sus antiguas colonias, el término Indochina evoca una región en la que confluyen dos corrientes de civilización, la de India y China, a las que se han añadido, con la ayuda del comercio y la colonización, las del mundo árabe y las de Occidente.
Esta región no es un cajón de sastre en el que se almacenan las sobras tras una división de países entre el sur y el este de Asia. Tiene su propia historia, pero esta historia ha producido una gran diversidad y muchos contrastes que impiden las generalizaciones simples.
Las influencias culturales y religiosas han contribuido a la diversidad del Sudeste Asiático. En la época precolonial fue quizás la región del mundo donde la influencia de las civilizaciones era más variada. El animismo está presente de forma difusa. El budismo es una referencia compartida desde Birmania hasta Vietnam, pasando por los países del Delta del Mekong. El hinduismo está presente desde Birmania hasta Indonesia, pasando por Tailandia y Malasia. Más allá de Vietnam, el confucianismo acompañó la expansión de la diáspora china. El cristianismo arraigó en Filipinas ya en el siglo XVI, y el islam se introdujo antes desde el sur de Filipinas hasta el archipiélago indonesio y la península malaya. De hecho, ya en el siglo XII, mucho antes de la llegada de los europeos, los mercaderes árabes se codeaban con los chinos e indios en los puertos de Mindanao, Java o Sumatra…
La geografía física ha tenido (y sigue teniendo) una gran influencia en la variada historia del Sudeste Asiático. En el continente, los macizos montañosos han contribuido a la formación de las fronteras estatales: separan el Sudeste Asiático de China, definen los límites septentrionales de la actual Tailandia o Vietnam –la cadena Annamita también separa a este último país de Laos–… Estamos hablando de fronteras naturales, que no eran fronteras históricamente necesarias, inevitables.
Birmania se presenta aquí como un caso digno de estudio. Toda la periferia terrestre del país está formada por cordilleras en forma de herradura que dominan un espacio cerrado y bien delimitado: la cuenca del Irawadi (Irraouaddi). Este río nace en el propio país y el control de sus aguas no es, como suele ocurrir en otros lugares, objeto de recurrentes conflictos geopolíticos. Por otra parte, la vecina cuenca del Mekong es a la vez un eje de contactos, comunicación e intercambio entre civilizaciones, y un lugar de conflicto entre China, Vietnam, Laos, Tailandia y Camboya, lo que tiene importantes consecuencias ecológicas y demográficas (la mayoría de los laosianos viven actualmente en Isan, el noreste de Tailandia)[11].
El mapa del Sudeste Asiático continental ha cambiado constantemente a lo largo de los siglos. Fundamentalmente es en los dos espacios delimitados por los macizos montañosos donde, a lo largo de los siglos, se ha desarrollado la formación de entidades políticas, reinos precoloniales, su decadencia y su expansión, ya sea pacífica o bélica. En la cuenca del Irawadi, tras muchas vicisitudes, la unificación de la actual Birmania no se impuso hasta el siglo XVIII, a costa de la masacre de buena parte de la etnia mon. En su apogeo, la dinastía Konbaung llegó a conquistar brevemente la capital de Ayutthaya, en la actual Tailandia, en 1767. A cambio, este último habría podido establecer su influencia sobre su vecino occidental y el curso de la historia se habría alterado[12].
El periodo colonial
Los europeos hicieron su aparición en la región en el siglo XVI, con la toma de Malaca por los portugueses (1511), que domina el estrecho marítimo del mismo nombre, entre la península malaya y el archipié-lago indonesio. Les siguieron los españoles, los franceses, los británicos, los holandeses y los alemanes… La geografía oceánica del Sudeste Asiático les convenía, ya que se contentaban con establecer puestos comerciales en zonas portuarias, bases estratégicas, sin pretender conquistar territorios[13]. Querían controlar el comercio de productos preciosos (especias) y las vías de comunicación comercial.
Tres siglos después de América Latina, comenzó la colonización terri-torial del Sudeste Asiático por parte de las potencias occidentales[14]. Los Países Bajos, establecidos en Batavia (Yakarta) desde 1619, extendieron su influencia en el archipiélago. Los británicos intentaron llegar a China conquistando Birmania (1826-1885) y los franceses hicieron lo mismo a través de lo que sería Indochina (1859-1893). Con el mercado chino a la vista, también Estados Unidos entró en el baile, comprando (!) las Filipinas a Madrid, y aplastando después la revolución anticolonial que había estallado en el archipiélago en 1896[15].
La conquista colonial abrió la era de la resistencia nacional en el Sudeste Asiático. La subordinación directa de las sociedades tiene implicaciones comunes para todas las poblaciones. A finales del siglo XIX estamos viviendo un cambio de época global. Sin embargo, no hubo uno o dos imperialismos dominantes, como en muchas otras partes del mundo, sino cinco (Gran Bretaña, Francia, España, Países Bajos, Estados Unidos), sin olvidar a Portugal en Timor Oriental y a Alemania, que conservó su influencia, aunque no lograse establecer una colonia como tal.
Cada potencia impuso sus propios modos de dominación en sus pose-siones, dando lugar a formaciones sociales muy diferentes, aunque todas subordinadas. En general, el periodo colonial en el Sudeste Asiático duró menos de dos siglos[16].
Finalmente, en Birmania, los conflictos territoriales e interétnicos del pasado produjeron una ósmosis cultural y una cierta tolerancia mutua[17]. Londres, dueño del país tras seis décadas de guerras, reavivó las tensio-nes aplicando su tradicional política de divide y vencerás. La autoridad colonial creó dos territorios administrativos separados. Por un lado, la región central, que se desarrolló (cultivo de arroz…) favoreciendo a los comerciantes chinos e indios (el país se había convertido en una provincia de la India británica), desposeyendo a los birmanos. Por otro lado, las zonas étnicas, en gran parte abandonadas a su suerte, donde intervino muy poco. También utilizó tropas de la minoría nacional india o karen para acabar con la resistencia social.
La colonización también afianzó una forma de segregación de la que los clubes británicos eran un símbolo. Para François Robinne, Mikael Gravers restablece el vínculo sistemático entre el pasado y el presente, establecido en referencia a Los días de Birmania (1934) de George Orwell, al acercar esta noción de segregación “a la relación jefe/cliente y a sus estereotipos étnicos, religiosos o culturales en los que se basa el sistema hoy como en el pasado”[18].
Este orden colonial dio lugar a resistencias que también resuenan en el presente. El más conocido fue el movimiento de desobediencia civil de los años 20, cuyo recuerdo se revive actualmente[19]; es decir, un vasto movimiento de boicot al orden colonial, como ocurre hoy con el orden militar. Las asociaciones Buu (palabra que significa “No”) se multiplicaron, abogando por la no cooperación: negativa a pagar impuestos, a registrar licencias comerciales, boicot a los productos importados, etc. La represión fue muy violenta. Otro ejemplo es la revuelta campesina y nacionalista de 1930 que inició el movimiento Dobhama Asi-Ayone (nosotros los birmanos), cuyos miembros tomaron el título de Thakin, los amos, en un verdadero desafío al colonizador.
La Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias
A la resistencia con referencias budistas se sumó, en el periodo de entre-guerras (a raíz de la revolución rusa y de los estudiantes que regresaban de Gran Bretaña), una serie de corrientes modernas vinculadas a diversas concepciones del socialismo, el marxismo o el comunismo. Las organizaciones más conocidas eran centralizadas y verticales, pero los intelectuales también desarrollaron concepciones que valoraban la expresión “de abajo arriba” en lugar de “de arriba abajo”[20].
Asimismo, fue una época en la que muchos nacionalistas asiáticos se encontraron en Japón. En China, el ejército japonés llevaba desde los años 30 una despiadada guerra de conquista. Sin embargo, el Japón imperial consiguió presentarse, a los ojos de los nacionalistas de Asia Oriental, como una potencia que allanaba el camino para la liberación nacional de los países de la región.
Tokio proporcionó (fuera del archipiélago) entrenamiento militar a los treinta camaradas, es decir, a los cuadros del futuro Ejército de la Independencia de Birmania. Este último tuvo varios nombres sucesivos, entre ellos el de Ejército Nacional de Birmania (BNA). Estaba comandado por Aung San (padre de Aung San Su Kyi), él mismo producto del movimiento Dobhama Asi-Ayone, que había fundado el Partido Comunista Birmano (PCB) en 1939.
En 1942 comenzó la invasión japonesa del país con el apoyo del Ejército de la Independencia de Birmania. Por el contrario, la mayoría de las minorías étnicas se pusie-ron del lado de los británicos, abriendo una brecha con los nacionalistas Bamar (el grupo étnico mayoritario) que reprimieron a los Karen, denunciando su traición. En 1943 se estableció un gobierno títere con Aung San como ministro de Guerra y jefe del Ejército. Sin embargo, al final se dio cuenta de que los japoneses estaban actuando como un nuevo ocupante, y fundó la Liga Antifascista (AFPFL) y se unió a los británicos. El 27 de marzo de 1945, el Ejército birmano se levantó contra los japoneses. Así, el 15 de junio de 1945, en el desfile de la victoria, las banderas de la resistencia británica y birmana ondearon juntas. El 19 de julio de 1947, Aung San y otros seis miembros del gobierno provisional fueron asesinados por un líder de extrema derecha tras el Acuerdo de Panglong con las minorías étnicas. La independencia se proclamó formalmente el 4 de enero de 1948, dando origen a la Unión de Birmania (nombre oficial del Estado), con U Nu como primer ministro hasta 1962.
La nueva Constitución estableció un federalismo limitado y con-cedió a los Estados Shan y Karenni el derecho a separarse de la Unión al cabo de 10 años. Los karen, a quienes Londres había prometido la independencia, reanudaron la lucha armada. En general, la cuestión de las minorías étnicas sigue sin resolverse, y no podía ser de otra manera, dada la naturaleza de las fuerzas políticas dominantes en Birmania y el legado de las pasadas décadas.
A pesar de su tortuosa historia, tras la independencia, el Ejército Nacional de Birmania se convirtió en el mito fundacional del país y Aung San en una figura titular. Sin embargo, fueran cuales fueran las raíces populares del CPB [partido comunista birmano], en Birmania no hubo un proceso largo que combinase la guerra popular, la lucha de liberación nacional y la revolución social como en China. Además, el movimiento de Aung San siguió siendo exclusivamente bamar. En francés se utilizan tres palabras, de las cuales solo una pertenece a la lengua común: les Birmans, que suele significar: todos los habitantes de Birmania. El término bamar se refiere precisa-mente a los miembros de la etnia mayoritaria que ocupa las llanuras. El nombre de Myanmar, ahora ampliamente utilizado en inglés, es un sinónimo de Birmania[21]. Tiene la ventaja de eliminar cualquier ambigüedad al reconocer la pluralidad nacional del país: es correcto, pero desconocido para el público en general, aunque está empezando a extenderse en los círculos activistas, más allá de los círculos académicos.
El tema no es secundario. La visión de la tradición de izquierda históricamente dominante en Birmania, encarnada por Aung San (y ampliada por su hija Suu Kyi), es la de la élite social bamar, es decir, un etnonacionalismo que se niega a reconocer la pluralidad del país y resiente al otro como una amenaza interna o una interferencia externa. La voluntad declarada de la Liga Nacional para la Democracia de casar socialismo y budismo se hizo sin tener en cuenta que una parte importante de la población no es budista. Fue incapaz de proponer a las minorías étnicas un plan de desarrollo económico y social común que respondiese a sus necesidades específicas.
La tradición de esta izquierda es a la vez autoritaria y reformista. Alimenta una concepción muy realista de la lucha por el poder, monopolizada por el aparato, que desconfía del desarrollo de los movimientos sociales autónomos. En este contexto, la creación del Ejército como mito fundacional, expresión y garante de la nación liberada ha tenido sus consecuencias.
Puede que tras la terrible prueba actual nazca una nueva Birmania (Myanmar) en el futuro, pero tendrá que romper con el legado dominante de los movimientos socialistas o comunistas tras la Segunda Guerra
Mundial, aunque ello signifique redescubrir otras raíces menos conocidas.
Hacia una dictadura militar
Para los especialistas (confieso mi total incompetencia en este campo), el lugar del poder identificado con un orden religioso se refiere también a la cosmología budista. El régimen es el garante de un equilibrio que no puede romperse a riesgo de alterar el orden del mundo. Este concepto, desarrollado por el club del general (y futuro dictador) Ne Win, se alimenta de una dialéctica de unidad o caos, según la cual “sin centralismo, la sociedad tiende a la anarquía”. Para Mikael Gravers, el resultado de esta lógica lleva a dar una forma casi religiosa al nacionalismo, pero “el nacionalismo no es religión y ni el nacionalismo ni la religión son como tales agentes de la historia. El nacionalismo es una denominación reductora del proceso, sus modelos y estrategias”[22].
Incluso desde una perspectiva occidental, Birmania no es un país atrasado (un término del que, en general, es mejor desconfiar). El país era relativamente próspero, el mayor exportador de arroz del Sudeste Asiático, con un sistema educativo prestigiado y una tasa de alfabetización muy alta. En las décadas de 1940 y 1950, la Universidad de Rangún era una de las más reputadas de Asia. Como en otros países de la región (Pakistán…), la poesía ocupaba un lugar importante en la cultura bamar y budista, influida también por la literatura inglesa durante la colonización[23].
Sin embargo, el Ejército se desgarró. Se inició un periodo de guerra civil e inestabilidad, del que Ne Win salió victorioso en 1962, tras un sangriento golpe de Estado. Estableció una dictadura que se definía como socialista (en aquella época, muchos regímenes que no lo eran en absoluto se declaraban como tales), pero también, hay que decirlo, como anticomunista. Fue entonces cuando se formó la matriz de los regímenes militares de los que es heredera la junta actual.
Ne Win aisló el país, lo cerró al comercio exterior y lo nacionalizó a gran escala en beneficio del Ejército. El Tatmadaw se convirtió en la columna vertebral del poder en todos los ámbitos. Una gran parte de la mano de obra estaba empleada por el Estado (de ahí el peso de los funcionarios aún hoy). Persiguió al Partido Comunista, que había establecido bases en las fronteras de China, y llevó a cabo una feroz represión contra ciertas minorías étnicas, entre ellas los karen.
Birmania retrocedió históricamente. La gestión del país por parte de la dictadura fue de mal a peor. Se disparó la pobreza y se desplomó la educación. La poesía se colocó bajo un manto de plomo. Por otro lado, se honró la numerología[24], que forma parte de la cultura bamar. Al cabo de 30 años, Ne Win tuvo que abandonar el poder. Pero el poder del Ejército persiste. Hasta hoy.
Los movimientos de resistencia
Una mirada a la historia[25]. La mayoría de las olas de movilización antidictatorial han tenido como chispa o fondo una crisis socioeconómica.
Crisis de 1988. Ese año, Ne Win retiró de la circulación los billetes de 25, 35 y 75 kyat (moneda birmana), provocando un empobrecimiento repentino de una población ya deprimida económicamente. Los estudiantes politizados también se movilizaron después de que la policía liberara al hijo de uno de los dirigentes del gobernante Partido del Programa Socialista, que se había visto involucrado en una pelea. El fuego se encendió cuando la policía antidisturbios mató a tiros a un estudiante durante las movilizaciones contra este trato preferente y contra la desmonetización.
El movimiento se extendió a otros sectores sociales, como los monjes, los funcionarios y los agentes de la ley. El 8 de agosto de 1988, cientos de miles de birmanos se manifestaron en todo el país. La represión fue sangrienta y el número de muertos enorme: se calcula en al menos 3.000, entre marzo y septiembre. Muchos se refugiaron en el estado de Karen, donde fueron acogidos y a veces entrenados militarmente por la Unión Nacional Karen (KNU).
El movimiento fue masacrado, pero Ne Win tuvo que retirarse. Se formó un nuevo Consejo de Estado para la Restauración de la Ley y el Orden, dirigido por el general Saw Maung y luego, a partir de 1992, por el general Than Shwe. Ante el oprobio internacional, la junta prometió organizar elecciones multipartidistas, probablemente convencida de que las ganaría, porque pensaba que encarnaba la legitimidad histórica del Ejército de la Independencia. Pero ¡se equivocó!
Elecciones de 1990. Aung San Suu Kyi se lanzó a la arena electoral. Movilizó a las multitudes y fundó la Liga Nacional para la Democracia. Es la hija de Aung San. Una lucha por la legitimidad histórica. Más allá de eso, las elecciones fueron una oportunidad para expresar un rechazo masivo al régimen militar. En mayo de 1990, mientras Suu Kyi estaba bajo arresto domiciliario, la LND, privada de su líder bajo arresto domiciliario por el régimen, ¡ganó 392 de los 485 escaños del Parlamento!
La junta anuló el resultado de las elecciones que ella misma había orga-nizado. Los parlamentarios de la LND fueron reprimidos, Suu Kyi seguía bajo arresto domiciliario. En respuesta, la oposición creó un Gobierno de Coalición Nacional para la Unidad de Birmania (NCGUB), formado por los diputados elegidos en las elecciones legislativas. Pero este gobierno birmano en el exilio no fue reconocido. La junta siguió representando a Birmania en los foros internacionales.
Frente a las crisis de 1988 y 1990, la comunidad internacional se dividió entre los partidarios de la política de sanciones (poco eficaces para hacer retroceder a la junta) defendida por Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Nueva Zelanda y Australia, y los partidarios del compromiso constructivo que preservara el statu quo.
2007 y la Revolución del Azafrán. En agosto de 2007, la junta decidió aumentar los precios de los combustibles sin previo aviso (un tipo de medida que condujo a un aumento generalizado de los precios y provocó verdaderas revueltas en muchos países). Los antiguos dirigentes estudiantiles de 1988, liberados tras muchos años de prisión, volvieron a la acción, movilizándose contra el aumento de los precios y a favor de la democracia. Cuando fueron detenidos de nuevo, los monjes budistas tomaron el relevo; sobre todo, porque se vieron directamente afectados por el agravamiento de la crisis social. Para alimentarse dependían de las donaciones de alimentos que recogían cada día por la mañana. Fundaron la organización clandestina Alianza de todos los monjes birmanos. Reclamaron la liberación de los presos políticos y la apertura de un diálogo con las fuerzas democráticas. Algunos monjes fueron incluso a la casa de Aung San Suu Kyi, que permanecía bajo arresto domiciliario.
Las manifestaciones crecieron en tamaño durante el mes de septiembre. Esta vez, la represión causó pocas muertes (la atención internacional fue intensa), pero el régimen atacó a los periodistas, incluidos los de Voz Democrática de Birmania, un medio audiovisual birmano cuyas imágenes se difundieron por todo el mundo. Las detenciones aumentaron. Se decretó el toque de queda. Los monasterios fueron objeto de razias nocturnas. A principios de octubre el movimiento de oposición estaba agotado.
La junta organizó de nuevo elecciones en noviembre de 2010, que esta vez no fueron ni libres ni transparentes y que la LND boicoteó. El partido militar, la Unión para la Solidaridad y el Desarrollo (USDP), ganó sin legitimidad. Tuvo que negociar y liberó a Aung San Suu Kyi. Las elecciones parlamentarias de 2012, 2015 y 2020 las ganó la LND. El Ejército se resignó a compartir el poder, pero solo después de imponer una Constitución en 2008 que garantizaba el mantenimiento de su poder (véase la introducción de este artículo). Suu Kyi, jefa de facto del gobierno birmano desde abril de 2016, abrazó la política de compromiso constructivo, al parecer, con la esperanza (que resultó ilusoria) de que el Tatmadaw acabaría aceptando una reforma constitucional contraria a sus propios intereses.
Las peculiaridades del Ejército birmano
Teniendo en cuenta lo que es el Ejército birmano, ¿podría ser de otra manera?
La primera pregunta que surgió tras el golpe de Estado del 1 de febrero fue: ¿por qué el Ejército decidió hacerlo en un país donde ya controlaba la mayor parte del poder? En cuanto a la orientación política general, no había ningún desacuerdo con la LND que justificara la ruptura. En parte fue para garantizar el futuro del general en jefe Min Aung Hlaing, cuya edad de jubilación se acercaba, y por otra parte para recuperar el control del país, ya que la legitimidad política del Tatmadaw estaba disminuyendo en favor de la Liga Nacional para la Democracia (LND) de Aung San Suu Kyi debido a los sucesivos fracasos electorales. Los militares birmanos eligieron actuar como Trump: nunca pensamos que pudiera ser así, por lo que no ocurrió.
Dentro del desigual equilibrio de poder, la LND, con su legitimidad electoral, quería mover las líneas, ampliando gradualmente la esfera de competencia del gobierno civil. Suu Kyi se había cuidado de no cuestionar las fuentes de enriquecimiento de los generales y no había previsto para nada la violencia de su reacción. El Tatmadaw decidió poner fin, y para siempre, a cualquier reparto de prerrogativas. El golpe de Estado del 1 de febrero puso fin a la convivencia entre el Ejército y un gobierno elegido tras unas elecciones libres, que inexorablemente dio la mayoría a un partido rival, en este caso el dirigido por la consejera de Estado Aung San Suu Kyi. En general, la junta atacó a toda la sociedad civil que se había desarrollado tras la apertura económica del país una década antes: asociaciones y sindicatos, derechos civiles, etc. Si el Comité de Desobediencia Civil (CMD) se formó inmediatamente después del golpe, no fue solo para protestar contra el derrocamiento de un gobierno elegido, sino porque sus libertades fueron directamente atacadas: no se había olvidado el precedente de 1988.
La segunda cuestión que surgió en el extranjero tras el golpe de Estado fue precisamente esta: ¿la generación de generales representada por el general en jefe Min Aung Hlaing actuaría con la misma brutalidad que la anterior o sería más moderada? Pronto obtuvimos la respuesta. El Tatmadaw no ha cambiado.
El Tatmadaw no puede cambiar y ése es el problema. Con al menos 350.000 hombres, es un Estado dentro de otro Estado, una forma de poder total, un mundo aparte. La columna vertebral profesional del Ejército (que también fuerza el reclutamiento obligatorio en las familias) representa un ascensor social para los jóvenes educados en el culto al líder.
Los oficiales y sus familias viven en un circuito cerrado, beneficiándose de privilegios que les convierten en una casta por encima de la sociedad (lo mismo ocurre, por cierto, con sectores de la burguesía globalizada). El cuerpo de oficiales obtiene enormes beneficios a partir de su control sobre la burocracia estatal y de dos grandes conglomerados, la Myanmar Economic Corporation (MEC) y la Myanmar Economic Holdings Limited (MEHL)[26], así como del tráfico de piedras preciosas o madera. A veces constituyen cuasi monopolios y abarcan muchos sectores: aviación, banca y seguros, energía, productos farmacéuticos, importaciones, construcción, turismo, minas (especialmente el jade), etc.
El Ejército concede autorizaciones y licencias en muchos sectores de actividad. La economía caqui no es exclusiva de Birmania, pero está especialmente desarrollada allí, dando lugar a un capitalismo clientelar, instrumento de corrupción y control. El poder del Tatmadaw no solo se organiza a escala nacional. El ejército constituye una autoridad paralela que duplica a la administración civil de arriba abajo, lo que le confiere una gran capacidad de influencia en la sociedad a todos los niveles. Incluso en tiempos de crisis, es poco probable que se produzcan deserciones significativas dentro del ejército (a diferencia de la policía, donde sí se han producido, y entre los reclutas forzosos que viven bajo la amenaza de represalias si se niegan a obedecer órdenes). La experiencia del pasado le da confianza en su capacidad de aguante, frente al oprobio y las sanciones internacionales (todas relativas). Sabe que puede contar con el apoyo de China y Rusia en caso de que vengan mal dadas. La junta cree que el tiempo corre a su favor.
El número de deserciones parece aumentar, pero sigue siendo marginal. Sin embargo, las rivalidades internas entre los mandos podrían dividir al personal, especialmente si el coste de las sanciones es tan elevado que la economía caqui entra en crisis y sus beneficios se desploman. Esto es teóricamente posible, pero nunca se ha dado en el pasado.
Autoridades budistas
En Birmania, como en otros lugares, las corrientes de referencia budis-tas pueden, según el período o el tema, abarcar todo el espectro político. Algunos monasterios participan en la protesta democrática, como en 2007 u hoy en Mandalay. Otros movimientos pueden situarse en la extrema derecha fascista, como fue el caso de la Organización para la Defensa de la Raza y la Nación (Ma Ba Tha), que desempeñó un papel clave en el genocidio de los rohinyás. En cuanto a las autoridades oficiales (la Sangha), se supone que no deben involucrarse en la política, pero tradicionalmente apoyan el régimen vigente, sin hacer de su carácter dictatorial una manzana de la discordia. Tras el golpe de Estado del 1 de febrero, el Estado Mayor se ocupó de cortejar más que nunca a la jerarquía religiosa.
La orden monástica cuenta con 500.000 miembros divididos en 9 sectas. Al principio, ante la crisis provocada por el golpe de Estado del 1 de febrero, el clero se mantuvo al margen. Grupos de bhikkhus (monjes) se unieron a las protestas, levantando pancartas, pero fue algo anecdótico: fueron menos numerosos que los monjes a favor del Ejército que apoyaron públicamente el golpe unos días antes de que se produjera. Sin embargo, bajo la continua presión del movimiento de desobediencia civil, la alianza conservadora entre las autoridades religiosas y el régimen militar comenzó a resquebrajarse seriamente. Una de las figuras más influyentes, Sitagu Sayada, muy cercana al general en jefe, ha sido objeto de críticas en las redes sociales. Su secta, la Shwe Kyin, acabó pidiendo a los militares que mostraran más moderación en su represión. Los monjes a favor de la democracia están haciendo oír su voz, especialmente en Mandalay, el segundo centro urbano más grande de Birmania, donde varios monasterios han entrado en franca disidencia. En Mandalay, los monjes dirigen un flash mob diario por la tarde, sabiendo que su presencia proporciona protección.
Hace poco, el presidente del Comité Nacional de la Sangha –estructura creada por la junta en la que ha nombrado a venerables de su elección– anunció que cesaba todas sus actividades. ¡Malas noticias para la junta!
Los monasterios de Mandalay y los monjes, en su mayoría jóvenes, han desafiado los edictos religiosos que prohíben la actividad política para proclamar su condena a los generales. Sin embargo, la facción promilitar del clero sigue siendo poderosa, alegando que el régimen está protegiendo la identidad budista de Birmania contra la supuesta amenaza de una lenta toma de posesión islámica. Entre este grupo se encuentra el movimiento Ma Ba Tha (Organización de Defensa de la Raza y la Nación) dirigido por Parmaukha, el monje ultranacionalista y muy influyente que persiguió su odio hacia los rohinyás hasta el punto de llegar al genocidio. En su opinión, Aung San Suu Kyi estaba preparando el camino para “la extinción de nuestra religión, nuestra etnia y todo el país”[27].
Aung San Suu Kyi y el futuro de la LND
La personalidad de Aung San Suu Kyi y su ascenso en la Liga Nacional para la Democracia ha sido una parte importante de la historia política (y del movimiento de solidaridad) de Birmania en las últimas décadas. Los que la conocen (lo que no es mi caso) tienen a veces opiniones contradictorias al respecto. Es innegable que es muy valiente. Pero, de forma igualmente innegable, ha habido un verdadero malentendido sobre la naturaleza de su compromiso democrático. La imagen del icono, Premio Nobel de la Paz, se hizo añicos cuando defendió con uñas y dientes, en el ámbito internacional, la intervención del ejército que condujo al genocidio de los rohinyás, masacrados, obligados a huir (750.000 refugiados), que se han convertido en una población apátrida sin futuro. Si finalmente se abriera un juicio contra los milita-res responsables de esta tragedia, Suu Kyi estaría en el banquillo de los acusados por complicidad.
Al parecer, para algunos, su posición no era más que un cálculo político en el complejo juego que practica con los militares. Para otros, no quería manchar la reputación de un Ejército que fundó su padre. A la vista de la virulencia y coherencia de su discurso (se negó a pronunciar el nombre de los rohinyás, considerándolos bangladesíes) y de los obstáculos que pone a su regreso, me parecen explicaciones bastante insuficientes, aunque no sean justificaciones.
Cabe esperar que la dramática (y muy concreta) historia de la larga persecución y el genocidio de 2017 contra los rohinyás, una población predominantemente musulmana que vive en el Estado de Rakhine (Arakan), pueda ser revisada por fin por las nuevas generaciones.
Como ya se ha señalado, Aung San Suu Kyi pertenece a la élite social de Bamar, cuya visión de las minorías étnicas comparte, y es, me parece, parte del etnonacionalismo dominante. Es democrática en el sentido de que defiende la preeminencia de un gobierno civil. Por otro lado, es autoritaria, no da poder a la sociedad civil y no le gustan los contrapoderes alternativos a la LND. Antes del golpe de Estado del 1 de febrero, estaba inmersa en un complejo juego de presiones y negociaciones en el que quería conservar el control total, sin la intervención autónoma de la sociedad civil, cuyas libertades enmarca.
La crisis actual puede estar volviendo a barajar las cartas. Aunque en el país de Bamar la resistencia se apoya masivamente en la legitimidad electoral de Suu Kyi, la LND y el CPHR, cientos de miles de personas contribuyen a la organización diaria de la lucha en sus localidades. El Movimiento de Desobediencia Civil nació fuera del control de la Liga, y una nueva generación de líderes debe forjarse dentro de la propia Liga (Aung San Suu Kyi tiene 75 años).
La evolución de la LND y el aprendizaje del pluralismo militante en el campo de la antidictadura son algunos de los principales interrogantes que abre la actual crisis.
Los bamar y las minorías nacionales
Otra cuestión importante es la relación entre los bamar del centro (68% de la población) y los miembros de las minorías nacionales de la periferia de la cuenca del Irawadi. Como hemos visto, esta cuestión atraviesa toda la historia de Birmania. Parece que, por primera vez, las condiciones actuales hacen posible una solución federal real y compartida, dando contenido al nombre oficial del país: Unión de Birmania o República de la Unión de Myanmar, que reconoce la existencia de 135 grupos étnicos.
Una nueva generación de activistas, la llamada Generación Z, muy joven (estudiantes de secundaria) puede romper con los prejuicios del pasado. El Movimiento de Desobediencia Civil se ha impuesto en casi todas las regiones del país y en todos los Estados con minorías nacionales. Me parece que nunca antes había sido tan cierto.
Por supuesto, existe una discrepancia entre las manifestaciones espontáneas contra el golpe de Estado y la posición de las autoridades oficiales (parlamentos) de los Estados nacionales, que a menudo han permanecido pasivas.
El primer objetivo de una minoría étnica es ser dueña de su propia casa, tener el control de su territorio histórico, no ser despojada de él. En función de la situación, puede concluir o denunciar acuerdos de alto el fuego con el poder central. En esta perspectiva, las autoridades de cada grupo étnico pueden ir por libre o, por el contrario, construir un frente común para pesar juntas, por ejemplo, para imponer un verdadero sistema federal. Hoy en día, probablemente nos encontremos en una situación intermedia[28]. Otro factor que hay que tener en cuenta es que suele haber más de un partido y movimiento armado en un Estado étnico.
El Estado de Karen (o Estado de Kayin, fronterizo con Tailandia) está a la cabeza de la oposición a la dictadura. La Quinta Brigada de la Unión Nacional Karen (KNU) es uno de los mayores grupos armados del país. Desde el principio, se declaró dispuesta a recibir y proteger a los miembros clandestinos del CPHR y luego del GNU. Se produjeron intensos combates y el ejército bombardeó el distrito de Papun. Más de diez mil personas huyeron de sus pueblos, algunas de las cuales se refugiaron en Tailandia, de donde fueron rechaza-das inicialmente[29]. Sin embargo, la dureza del conflicto ha abierto un debate político en sus filas de cara a su próximo congreso.
En el Estado de Kachin, en el extremo norte, fronterizo con India y China, el Ejército de la Independencia de Kachin atacó un puesto militar remoto en represalia por la muerte de manifestantes de desobediencia civil. En la ciudad de Shwegu, más de 400 empleados del gobierno, incluidos agentes de policía, habrían participado en el movimiento[30].
En Arakan (Estado de Rakhine), la junta ha retirado al Ejército de Arakan (AA) de la lista de organizaciones terroristas y se ha firmado un alto el fuego. Sin embargo, las AA amenazan con romper el alto el fuego si el Ejército sigue atacando a la oposición democrática en su territorio.
Lo mismo ocurre en otros Estados minoritarios. Las fuerzas de auto-defensa se mantienen en una postura de espera, pero pueden reaccionar cuando el ejército asesine a los manifestantes.
Como se ha señalado, para las minorías nacionales, la cuestión del federalismo es esencial. Ante la adversidad, la Liga Nacional para la Democracia se ha comprometido (por fin) a abordar eficazmente esta cuestión. Si este compromiso se concreta, puede cambiar el panorama geopolítico de la propia Birmania. Si no, algunas minorías amenazan con exigir la independencia.
La formación clandestina del Gobierno de Unidad Nacional (GNU) es un paso importante en este sentido. Su composición es efectivamente multiétnica[31].
Por el momento, China sigue influyendo en la posición de los Estados fronterizos del norte y, en particular, en la del poderosísimo Ejército del Estado de Wa (UWSA), que es el mejor equipado en términos de armas. En cuanto a la junta, está haciendo todo lo posible para cooptar a las élites sociales de las minorías y ganárselas. Se está llevando a cabo una compleja lucha, cuyo resultado ayudará a definir el futuro del país.
El impacto geopolítico
Si el movimiento de desobediencia civil se hubiera interrumpido rápidamente, la junta probablemente habría podido salirse con la suya a nivel internacional sin grandes costes. En términos de inversión y comercio, la economía birmana es principalmente regional: Singapur, China, Tailandia, India… (el primer país occidental afectado es Gran Bretaña). La regla de oro de la ASEAN[32] es la no injerencia en los asuntos inter-nos de sus países miembros (esta asociación es un club de regímenes autoritarios). Esta es también la posición tradicional de China en el Consejo de Seguridad de la ONU. Las empresas occidentales (de las que Total es un ejemplo típico) desempeñan un papel económico y financiero considerable, pero están acostumbradas a trabajar con las dictaduras sin ningún reparo.
El movimiento de desobediencia civil no se ha extinguido y ha cambiado las reglas del juego diplomático. La actitud de China lo atestigua. En tiempos normales, se habría contentado, junto con Rusia, con oponerse en el Consejo de Seguridad de la ONU a cualquier injerencia en los asuntos internos de Birmania (la prensa china había empezado describiendo el golpe de Estado como una importante remodelación del gabinete). Esta vez, aunque se opuso a la condena del Consejo a la junta, tuvo que aceptar que el Consejo expresara su “grave preocupación” y pidiera la “liberación inmediata” de todos los detenidos y el fin de las restricciones a periodistas y activistas.
En términos más generales, Pekín debe conciliar intereses contra-puestos, lo que se hace difícil en tiempos de crisis aguda. Aung San Su Kyi mantenía excelentes relaciones con Xi Jinping; ahora está en prisión y se anuncia su juicio por alta traición. El PCCh considera que los territorios fronterizos ocupados por las minorías nacionales del norte forman parte de su perímetro geoestratégico de seguridad y les vende armas. Sin embargo, necesita asegurar las cuantiosas inversiones realizadas en el país, lo que requiere un acuerdo con los militares en el poder. Exige que este proteja las empresas textiles chinas en Birmania (las queman en represalia por su apoyo a la junta), así como los oleoductos y gasoductos que traen la energía vital desde los puertos birmanos. El acceso al océano Índico sigue siendo un objetivo importante, y el corredor birmano (además del corredor pakistaní) lo ofrece. En estas condiciones, lo más probable es que su prioridad sea la estabilidad del país, que por el momento no existe.
No hay amor perdido entre Pekín y el muy anticomunista Tatmadaw (no hay nada de comunista en el Estado chino, pero no es seguro que los generales birmanos se hayan dado cuenta de ello). Sin embargo, en caso de mal tiempo, los golpistas pueden contar con el apoyo más o menos entusiasta de China, Rusia, Vietnam y la India de Modi. Todos estos países estuvieron representados en el escenario durante la celebración del Día del Ejército: Pekín de forma un poco más discreta que Moscú. La junta ha nombrado un gobierno que incluye a civiles birmanos conocidos por sus vínculos con el PCCh (en el ámbito de la cooperación económica o cultural)[33]. Probablemente se trata de una medida para facilitar el despliegue del escudo protector chino.
Es posible que Xi Jinping no haya tenido nada que ver con el golpe del 1 de febrero (¿podría haberlo evitado?), pero es seguro que la opción china fue considerada una baza maestra por la junta, alimentando su extremismo. Puede contar con sus dos principales proveedores de armas, China y Rusia.
Las sanciones
Algunas de las sanciones impuestas tras el golpe de Estado han sido perjudiciales, como la congelación por parte del presidente Biden de una transferencia de 1.000 millones de dólares del Banco Federal de Estados Unidos a Birmania. Otros muestran lo que se puede hacer y fomentan la solidaridad internacional, que puede ser eficaz en el contexto actual.
Sin embargo, en general, las medidas solo se dirigen a los miembros de la junta o a las ventas a las fuerzas represivas; no afectan al imperio económico del Tatmadaw y, por el momento, no se imponen a las grandes empresas que comercian con el Estado y la economía caqui.
Ya en 2017 y con la persecución de los rohinyás, las empresas habían comenzado a abandonar Birmania, siguiendo el ejemplo del fabricante de cemento LafargeHolcim. La empresa franco-suiza anunció en el verano de 2020 la liquidación de su filial birmana, mientras que fue citada en el informe de los expertos independientes de la ONU por tener vínculos contractuales o comerciales con el Ejército. Por su parte, la cervecera japonesa Kirin anunció a principios de febrero su intención de poner fin rápidamente a sus relaciones con el Ejército birmano (explota dos cervecerías en el país). Sin embargo, la Unión Europea y las empresas francesas en particular se mantienen al margen de esta cuestión.
El grupo hotelero Accor se hace el inocente, aunque está asociado a un conglomerado de la economía caqui en la construcción de un hotel de cinco estrellas con 366 habitaciones en Rangún, el Novotel Yangon Max. Su socio es el Grupo Max Myanmar. Esta empresa ayudó al Ejército a construir infraestructuras que impidieran el regreso de los rohinyás a su tierra en el Estado de Rakhine (Arakan) tras la persecución de 2017 que les empujó al éxodo. En 2919, expertos independientes de la ONU concluyeron una investigación dictaminando que el socio de Accor debía ser objeto de una investigación penal que podría llevarle a ser procesado por contribuir a un crimen contra la humanidad. Y eso es todo.
Por su parte, Total explota desde 1992 una parte del yacimiento de gas de Yadana frente a las costas de Birmania[34]. En 2020, el presidente birmano concedió a Moattama Gas Transportation Co, la filial del grupo internacional Total registrada en Bermudas, el “Premio al Mayor Contribuyente” en la categoría de “empresas extranjeras” para el año fiscal 2018-2019. En general, Total es el mayor, o uno de los mayores, contribuyentes financieros del Estado birmano, pagándole 257 millones de dólares (213 millones de euros) en 2019. A partir de ahora, como denuncia la ONG Justicia para Myanmar, “los inversores extranjeros financiarán un régimen militar brutal e ilegítimo, como ocurría antes de 2011”. El GRU, que representa la continuidad del parlamento elegido y, por tanto, la autoridad legal del país, ha exigido a Total que deje de pagar cualquier tipo de ingreso a la junta y al Ejército. Al negarse a hacerlo, Total está respaldando el golpe de Estado.
Canal+ (grupo de televisión francés y filial de Vivendi) tiene una sociedad de cartera registrada en Singapur. Emite el canal de televisión estatal Radio y Televisión de Myanmar (MRTV). Afirma que es técnica-mente incapaz de retirarlo de su ramo (cosa que sí ha hecho Facebook).
Otras empresas francesas pretenden introducirse en el mercado birmano de la ciberseguridad y los sistemas de identificación biométrica. De hecho, el número de empresas francesas y europeas implicadas en Birmania con el Estado o la economía caqui es bastante significativo. No deberían poder seguir ejerciendo su actividad de forma discreta.
EstadosUnidos se ha dotado (unilateralmente) de un arma nuclear en términos de sanciones. Cualquier transacción realizada en dólares en cualquier parte del mundo puede caer en manos de la justicia estadounidense si es contraria a la política de Washington. Esta arma ya se ha utilizado, por ejemplo, contra bancos o empresas que hacen negocios en Irán, ¡y las multas exigidas son altísimas! Negarse a pagar significa que se le prohíba la entrada a Estados Unidos… Joe Biden ha dicho que está estudiando la posibilidad de utilizar este procedimiento en el caso birmano…, pero no lo ha hecho aún.
La Unión Europea y las sanciones
La Unión Europea se ha ceñido a una definición estrecha de las sanciones y no parece que esto vaya a cambiar. Según un diplomático, los ministros de Asuntos Exteriores de los 27 Estados miembros de la UE se declararon el lunes 22 de febrero “dispuestos a adoptar medidas restrictivas contra los responsables directos del golpe militar y sus intereses económicos”. “Las sanciones pueden dirigirse solo a determinadas administraciones o individuos, militares o no, pero primero hay que reunir las pruebas y establecer una base legal para estas sanciones”[35]. Como señala Sophie Brondel, de la asociación Info Birmanie, “no solo hay que atacar a los militares, cuyos ahorros se invierten a menudo en Singapur, sino a las grandes empresas que refuerzan su poder”. Se anuncia una nueva serie de sanciones en la ONU y por parte de varios gobiernos, tendremos que juzgar sobre los hechos.
Lo que está en juego en la crisis birmana es internacional. El Sudeste Asiático se encuentra en la encrucijada de la región de Asia-Pacífico, cuya importancia geoestratégica ha pasado a ser mayúscula: es allí donde se juega de forma primordial el enfrentamiento entre Estados Unidos y China. También es donde, como reacción al endurecimiento de los regímenes dictatoriales, ha comenzado una ola de resistencia democrática, desde Hong Kong hasta Tailandia. Birmania es la continuación de esta ola. Por muchas razones, los movimientos progresistas de países como Filipinas (donde el Ejército vuelve a librar una guerra sin cuartel contra todo lo que decide considerar subversivo y donde las minorías étnicas también están sufriendo un violento proceso de despojo) consideran la lucha del pueblo de Myanmar como propia. El resultado de la lucha tendrá implicaciones para toda la región.
(Nota originalmente publicada en Viento Sur)
Pierre Rousset es coordinador de la asociación de solidaridad internacional Europe Solidaire Sans Frontières (ESSF, www.europe-solidaire.org/)
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[1] Esto es cierto para toda la historia del siglo XX. Véase Pierre Grosser, L’histoire du monde se fait en Asie. Une autre vision du XXe siècle, Odile Jacob, 2017.
[2] https://www.irrawaddy.com/
[3] Cualquier modificación de la Constitución requiere al menos el 75% de los votos.
[4] Oficialmente consejera de Estado, Suu Kyi era la jefa de Estado de facto, pero no podía serlo de iure, porque los militares habían introducido una cláusula constitucional contra ella, según la cual el cargo no podía ser ocupado por alguien cuyo cónyuge o hijos fueran extranjeros, como era el caso de su marido.
[5] Bianca Pessoa y Debbie Stothard, ht t ps: //ent r ele sl ig ne s ent r ele smot s . blog/2021/05/15/. Disponible en ESSF (artículo 58252). Entrevista: Women leading democratization efforts in Myanmar.
[6] Laura Villadiego: https://www.equal-times.org/la-revolution-des-femmes-que#.YJj2pLUzaHs Disponible en el ESSF (artículo 58082), [-art 58082].
[7] CPHR: Comité de Representación de la Pyidaungsu Hluttaw, es decir, el parlamento en resistencia. Más tarde se formó el Gobierno de Unidad Nacional (GNU) multiétnico, como veremos más adelante.
[8] “The Irrawaddy”, 8 de mayo de 2021 http://www.laboursolidarity.org/La-junte-du-Myanmar-suspend-plus . Disponible en ESSF (artículo 58161), “La junta de Myanmar suspende a más de 1.600 profesores”.
[9] Véase en particular Pierre Rousset, ESSF (artículo 57450): http://www.euro-pe-solidaire.org/spip.php?article57450
[10] Véase en particular Rodolphe de Koninck, L’Asie du Sud-Est, colección U (Géographie), Armand Colin 2012, capítulo 8.
[11] Tres grandes deltas fluviales riegan la península del Sudeste Asiático: el Irrawaddy en Birmania, el río Rojo en el norte de Vietnam y el Mekong para Laos, Tailandia, Camboya y el sur de Vietnam. Además, todos los Estados de esta parte del mundo tienen al menos una salida marítima, a excepción de Laos.
[12] Para una obra completa sobre Birmania, véase Renaud Egreteau, Histoire de la Birmanie contemporaine. Le pays des prétoriens, Fayard 2010. Véase también Jean Perrin, “La Birmanie” en Le Thanh Khoi, L’Histoire du XXe siè-cle. L’Asie du Sud-Est, vol. I, Sirey, 1970. Para un seguimiento, véase la publicación anual L’Asie du Sud-Est. Bilan, enjeux et perspectives, Irasec e Indes savantes.
[13] La conquista española del archipiélago filipino es la gran excepción.
[14] Las rivalidades interimperialistas permitieron incluso que Siam (Tailandia), con la ayuda de Alemania, siguiera siendo independiente: un estado tapón entre las zonas de influencia británica y francesa.
[15] La venta de las Filipinas fue un buen negocio para Madrid, ya que España había perdido en gran medida el control de su colonia.
[16] Pero casi cuatro siglos en Filipinas.
[17] Según las asociaciones Suisse-Birmanie, Action Birmanie (Bélgica) e Info Birmanie (Francia).
[18] François Robinne, septiembre de 2 0 0 6 , https: // jou r na ls.opened ition.org /moussons /19 53 . Dispon ible en E S SF (artículo 57718), Reseñas de libros: sobre Nationalism as Political Paranoia in Burma. An Essay on the Historical Practice of Power, de Mikael Gravers.
[19] “The Irrawaddy, The Long History of Myanmar’s Civil Disobedience Movement”, 29 de marzo de 2021. Disponible en el ESSF (artículo 57409).
[20] Stephen Campbell, https://www.academia.edu/24486547/Rethinking_Myanmars_Left_Intellectual_History_The_Subaltern_Politics_of_Banmaw_Tin_Aung_and_Thakin_Po_Hla_Gyi. Disponible en ESSF (artículo 57189)
[21] Las palabras birmano y myanmar existían en Birmania antes de la colonización. Los británicos anglicizaron el primero. Todos los movimientos de solidaridad del siglo pasado utilizaron el término Birmania y se negaron a sustituirlo por Myanmar porque fue un régimen dictatorial el que lo convirtió en el nombre oficial del país en 1989.
[22] François Robinne, op. cit.
[23] ko ko thett & James Byrne (2012) Bones will Crow. 15 Contemorary Burmese Poets, Arc Publications.
[24] Conjunto de creencias y prácticas basadas en la atribución de propiedades a los números que rigen la vida humana, propiedades que varían según el contexto002E
[25] Véase, en particular, Frédéric Debomy, “Burma: Can the army ever give up power?”, Asialyst. 12 de marzo de 2021: https://asialyst.com/fr/2021/03/12/birmanie-armee-tatma-daw-peut-elle-un-jour-abandonner-pouvoir/ Disponible en el ESSF (artículo 57154).
[26] Según un informe de Amnistía Internacional, MEHL distribuyó 18.000 millones de dólares en dividendos al personal militar activo y retirado entre 1990 y 2011.
[27] AFP https://www.frontiermyanmar.net/en/buddhist-monks-in-myanmar-split-onanti-junta-movemen. Diponible en ESSF (artículo 58132).
[28][28] David Scott Mathieson, https://asi-atimes.com/2021/03/the-rebels-whow-ill-and-wont-fight-myanmars-coup/, Disponible en ESSF (artículo 57480)..
[29] The Irrawaddy, ESSF (artículo 57407), “10.000 Karen Flee Myanmar Military Airstakes”.
[30] The Irrawaddy, ESSF (artículo 57448), “Kachin Independence Army Attacks Myanmar Regime Police Station”.
[31] The Irrawaddy, 16 de abril de 2021: https://www.irrawaddy.com/news/burma/whos-myanmars-national-unity-government.html. Disponible en ESSF (artículo 57704).
[32] Acrónimo de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.
[33] The Irrawaddy, ESSF (artículo 57422), “Realpolitik: Myanmar Regime’s Cabinet Includes Some Old China Hands”.
[34] Francis Christophe, https://asialyst.com/fr/2021/04/05/total-birmanie-tabou-ebranle
[35] Citado por Bruno Philip y Julien Bouissou, Le Monde, 3 de marzo de 2021.