06/10/2024
El físico y docente de la UBA, especializado en historia de las universidades, Eduardo Díaz de Guijarro envió para Herramienta este artículo donde analiza el bicentenario de la Universidad de Buenos Aires, descartando la imágen de institución educativa perfecta y sin contradicciones para hacer hincapié en las luchas y conflictos que la fueron moldeando a lo largo de su historia.
.Quien abre en estos días de julio de 2021 la página web de la Universidad de Buenos Aires se encuentra con el lema “UBA: 200 años formando futuro” y con tres notas centrales: en una de ellas se resumen los festejos que se realizarán para celebrar su Bicentenario, que se cumplirá el 12 de agosto próximo;en otra se explica “la nueva identidad visual de la UBA”, y en la tercera se transcribe una entrevista al rector, Alberto Barbieri.
El lema que encabeza la páginaes simplista e ingenuo. Tal como está expuesta, la idea de “formar futuro” no sólo es optimista para los días que vendrán sino que implica un balance glorioso del pasado. Se nos dice que todo lo ocurrido durante sus doscientos años de vida en la mayor universidad de la Argentina fue positivo y sirvió para forjar el progreso de la sociedad.
La nota sobre los “festejos” reitera esa afirmación, al agregar, sin matices ni aclaraciones, que la institución “es un bien público al servicio de una educación pública, gratuita, masiva y de calidad” y que fueron “200 años aprendiendo, enseñando y generando conocimiento, 200 años formando futuro”.
En la nota sobre la “nueva identidad visual de la UBA” se explica que se creó un nuevo logotipo, junto con un conjunto de grafemas, o sea dibujos esquemáticos que simbolizan los “valores, identidades, historias y desafíos a futuro”, y se agrega que en los textos publicados por la UBA se utilizará una nueva tipografía. En síntesis: un conjunto de recursos publicitarios dignos de una campaña comercial.
Finalmente, el rector Alberto Barbieri destaca en su entrevista que, entre los avances recientes de la UBA, se cuentan la incorporación de los recursos tecnológicos a la enseñanza, la internacionalización de la educación, la interacción entre el mundo científico y el productivo y que, en su opinión, la UBA da a los jóvenes que ingresan “una formación ciudadana con espíritu crítico”.
Luego de ver esta presentación en Internet, diseñada por expertos en publicidad y por un rector excesivamente optimista, un lector ingenuo podría pensar que la Universidad de Buenos Aires no sólo es en el presente una institución perfecta, sino que lo fue a lo largo de sus doscientos años de existencia.
¿Qué nos dice la historia?
Un rápido repaso de algunos hechos demuestra que esta visión simplista e idílica es extremadamente parcial y por lo tanto no refleja la realidad.
Las universidades estatales argentinas tienen actualmente las enormes virtudes de su gratuidad y de su forma colegiada de gobierno, con participación de los tres claustros. Pero la gratuidad existe desde hace setenta y dos años y no desde hace dos siglos,como parece desprenderse del mensaje oficial. Y su forma actual de gobierno tampoco lleva doscientos años de existencia sino sólo sesenta y tres. Estos aspectos y su característica pública distinguen netamente a las universidades nacionales del conjunto de las instituciones privadas. También es cierto que la UBA ha formado a lo largo de muchas generaciones a centenares de miles de graduados, muchos de ellos destacados luego en sus respectivas especialidades. Su cuerpo docente incluyó e incluye investigadores ubicados a la vanguardia del conocimiento científico y sus aulas y laboratorios son con justicia respetados nacional e internacionalmente.
Destacamos en particular algunos momentos brillantes, como las publicaciones de la Editorial Universitaria de Buenos Aires, Eudeba, entre 1958 y 1966, que con su lema “Libros para todos” inundó el país y el resto de Latinoamérica de millones de libros de alta calidad y accesibles a cualquier bolsillo. También destacamos los aportes realizados a la medicina, a las ciencias naturales y a las ciencias sociales y humanísticas en diversos momentos de su historia.
Quiosco de Eudeba en una calle de Buenos Aires, 1961 (foto Grete Stern)
Pero estos logros pedagógicos, culturales y científicos y estas conquistas democráticas estuvieron plagadas de múltiples contradicciones y conflictos. La UBA fue, durante sus doscientos años de existencia, un campo de disputa en el que, en el plano educativo y cultural, se manifestó la lucha permanente que existe en la humanidad entre las clases sociales en que está dividida.
En su versión idílica, el rector Barbieri y los publicistas que diseñaron los logotipos y las novedosas tipografías se olvidan que en 1904 los estudiantes de derecho debieron declararse en huelga durante un año entero hasta obtener una moderada reforma en los planes de estudio y en el hasta entonces carácter oligárquico del gobierno universitario. Un año después esa medida de lucha la debieron reiterar, también durante largos meses, los estudiantes de medicina, esta vez contra las arbitrariedades profesorales, la discriminación ideológica y el autoritarismo. Sólo luego de esas largas medidas de fuerza, el movimiento estudiantil logró que se reformara el estatuto de la universidad, que hasta entonces estaba a cargo de académicos vitalicios pertenecientes a los sectores sociales que dominaban la política y la economía del país. Ese triunfo actuó como antecedente de la Reforma de 1918 en Córdoba, que alcanzó repercusión internacional e inició una oleada de movilizaciones estudiantiles en todo el continente.
La antigua sede de la Facultad de Derecho, en Moreno 350, ocupada por los estudiantes, c. 1920 (AGN)
También se olvidan los autores de la versión publicada en la página web de los conflictos ocurridos durante la llamada Década Infame de 1930 y del largo enfrentamiento entre el movimiento estudiantil reformista y parte del profesorado por una parte y el gobierno de Perón por la otra entre 1945 y 1955, como así también de las simétricas cesantías por razones ideológicas producidas luego de la llamada Revolución Libertadora.
El movimiento estudiantil fue vanguardia en numerosas ocasiones, para asegurar que la universidad cumpliera un papel científico, democrático y abierto al pueblo, como cuando impidió en 1955 que los sectores clericales del gobierno militar designaran autoridades afines a esa ideología e impuso con contundentes medidas de fuerza sus propios candidatos.
Podemos enumerar otros hechos que parecen no haber sido tenidos en cuenta en esta pintura de la UBA “formando futuro”de manera continuada, sin retrocesos ni contradicciones durante 200 años. Son parte de una historia reciente que llama la atención que sea deliberadamente omitida. La famosa Noche de los Bastones Largos de 1966, cuyo efecto no fueron solo los bastonazos sino el desmantelamiento de numerosos grupos de investigación y la pérdida para el país de más de mil docentes, no fue meramente un exceso policial. Entre sus instigadores o autores ideológicos se contaban varios miembros destacados de la propia universidad. Entre ellos estaban el decano de la Facultad de Derecho, que pasó a ser presidente de la Corte Suprema del gobierno de la dictadura que había apaleado a los universitarios, y también algunos profesores de la propia Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, que fueron decanos y uno de ellos hasta rector de la UBA durante los años de la intervención.
¿Y qué decir de los casi mil universitarios muertos o desaparecidos entre 1974 y 1983? Al comienzo de esa etapa, la UBA tuvo un rector que hacía ostentación de su fascismo, y luego, durante los peores años de la represión, muchos estudiantes, docentes y no docentesfueron denunciados por otros universitarios o por espías organizados por las propias autoridades, mientrasla institución estaba intervenida por la más sangrienta dictadura de nuestra historia.
Tapa del libro publicado por Alberto Ottalagano, rector interventor de la UBA en 1974
Estos hechos atroces no constituyen tampoco por sí solos la historia de la UBA, que, como ya lo hemos aclarado, tuvo también momentos de gran desarrollo académico y que abrió sus puertas a centenares de miles de jóvenes que pasaron por sus aulas. Pero es necesario recordarlos, porque la historia debe ser contada tal como es y no con imágenes ficticias de perfección, similares a las que se utilizan para vender un cosmético o un automóvil en un aviso televisivo.
La UBA a lo largo de los siglos
La Universidad de Buenos Aires se fundó en 1821 como una institución estatal y laica con el propósito de superar el atraso cultural y el dogmatismo que habían sido impuestos durante tres siglos por el régimen colonial. Por lo tanto, desde sus comienzos estuvo atravesada por conflictos políticos e ideológicos. La América española mantenía aún rasgos heredados de la colonia, que se expresaban también en el plano educativo, por ejemplo por el clericalismode la Universidad de Córdoba, que dependía entonces de la Iglesia Católica. Las guerras civiles abrumaban al joven país en formación y, por añadidura, otras potencias mundiales, especialmente Inglaterra, la codiciaban como mercado para su expansión comercial.
Durante varias décadas, la UBA sólo formó abogados y médicos. Sólo medio siglo después comenzaron a graduarse ingenieros y naturalistas, y en los años finales del siglo XIX se agregó la Facultad de Filosofía y Letras, dedicada a las ciencias humanísticas.
Durante todo ese período predominó el modelo profesional o napoleónico, originado en Francia para proveer de profesionales y de servidores públicos a los nuevos estados capitalistas.
Argentina era dominada comercial y políticamente por la potencia imperialista más poderosa del momento, Inglaterra. La universidad formaba graduados para un país sometido, en el que los sectores menos favorecidos, especialmente el naciente movimiento obrero, pasaban hambre y explotación.
Una segunda etapa para las universidades argentinas se abrió con la Reforma de principios del siglo XX. Primero en la UBA en 1906, luego en Córdoba en 1918 y en La Plata en 1919. En los dos últimos casos, los estudiantes no solo pelearon contra el atraso cultural, el dogmatismo y las arbitrariedades sino que se aliaron con las luchas de la clase obrera. Sin embargo, poco después se abrió una etapa de reacción conservadora, no solo en la Argentina sino en gran parte del mundo, que incluyó el nazismo en Alemania, el fascismo en Italia, el franquismo en España y el stalinismo en Rusia, que en este último caso abortó las ilusiones que había creado la Revolución Rusa de 1917 en una parte importante del estudiantado y de la intelectualidad argentina. La UBA quedó sumida en una serie de conflictos internos y externos sin definición clara en cuanto al modelo educativo, pero que preservaron en rasgos generales su carácter profesional heredado del modelo napoleónico.
Solo entre 1955 y 1966 en algunas facultades, especialmente Ciencias Exactas y Naturales y Filosofía y Letras, se intentó priorizar la investigación libre, al estilo del modelo alemán o humboldtiano. Esta modalidad permitió un importante avance en algunas disciplinas,pero también fue conflictiva, por la polémica sobre el cientificismo de sus protagonistas. Dos décadas después se retomaron algunos intentos en el mismo sentido, que se prolongan hasta el presente, especialmente en las facultades citadas, a las que podría agregarse en esta nueva etapa la de Ciencias Sociales.
De esa época pueden destacarse algunos intentos genuinos de orientar la enseñanza hacia el desarrollo del espíritu crítico del estudiante, pero se trató de experiencias aisladas, en algunos casos abortadas por las dictaduras y en otros momentos restringidas a determinadas cátedras o departamentos de algunas facultades. La tónica dominante siguió siendo la transmisión unilateral de conocimientos a partir de la autoridad profesoral, un método más propio del antiguo modelo escolástico que de la pedagogía moderna. Y que está muy lejos de la “formación ciudadana con espíritu crítico” invocada por el rector Barbieri.
Pero fue a partir de la década de 1990 cuando se produjo uno de los cambios de orientación más significativos en la historia de la UBA. En concordancia con la política internacional impulsada por el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, en 1995, durante el gobierno de Carlos Menem, se promulgó la Ley de Educación Superior (LES), que no solo considera prácticamente en un pie de igualdad a las universidades privadas y a las públicas sino que introduce la posibilidad de una semiprivatización de estas últimas, mediante diverso tipo de subsidios y contratos con empresas privadas.
Asfixiadas por la escasez del presupuesto estatal, en todas las facultades de la UBA fueron apareciendo cada vez más los llamados “recursos propios”, provenientes de servicios prestados a terceros, pagos de aranceles por cursos de posgrado y convenios con empresas privadas. También comenzaron a utilizarse en los órganos de gobierno modalidades propias del mundo de los negocios: publicidad con formato mercantil, búsqueda de inversores, tratamiento de los estudiantes y de las partes contratantes como “clientes”, utilización de lenguaje empresarial, como los términos “gestión”, “emprendedor”, “incubadoras de empresas” y otros similares.
Este giro hacia el modelo mercantil o empresarial de universidad se fue acentuando a lo largo de las últimas décadas. Un sector del movimiento estudiantil y docente lo resiste, pero lamentablemente la mayoría de las autoridades y una parte de los docentes y también de los estudiantes lo apoyan.
Sólo como un ejemplo, podemos mencionar que hoy la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires incluye entre sus posgrados un conjunto de maestrías dedicadas a los agronegocios, dirigidas expresamente a la optimización de las ganancias empresarias: “Desarrollamos los recursos humanos del más alto nivel para que le aporten valor a los agronegocios”, dice en su página web. La expresión “aportar valor” y el concepto mismo de “negocio” se refieren a actividades tendientes a obtener una ganancia, un beneficio monetario. El énfasis no está puesto en la relevancia social o técnica del tema, que en muchos casos es probable que exista, aunque en otros pueda implicar riesgos sanitarios o ambientales o no responder a una necesidad real. El principal objetivo mencionado es el enriquecimiento del potencial socio o, en este caso, del estudiante que quiere transformarse en empresario.¿Es éste el tipo de “interacción entre el mundo científico y el productivo” al que elogiosamente se refiere el rector Barbieri en su entrevista y que es hoy cada vez más frecuente en nuestras facultades?
Otro ejemplo de la tendencia semi privatizadora es que, además de que aún existen también numerosos docentes ad honorem que no reciben remuneración alguna por su trabajo, desde hace más de diez años que los sueldos de la UBA no se pagan, como correspondería, a través del Banco de la Nación. Docentes y no docentes deben utilizar cuentas del Banco de Santander, el banco privado más grande de España, que tiene una sucursal en la propia Ciudad Universitaria, y que además fundó una red internacional llamada Universia, que actúa como mecenas de más de mil universidades latinoamericanas, tanto públicas como privadas.
Foto institucional de Universia 2018, organizada por el Banco de Santander, cuya dueña, Ana Botín, posa en primera fila junto a Mariano Rajoy, el político conservador que era entonces presidente del gobierno español. En segunda fila, al centro, Alberto Barbieri.
La última reunión de Universia, realizada en Salamanca en 2018, fue presidida por Alberto Barbieri, el rector de la UBA, en mérito a que Buenos Aires fue elegida como sede de la próxima reunión internacional de la red, que se celebrará en 2023.
Colocar a la Universidad de Buenos Aires en el centro de esta red de clientes bancarios de una entidad financiera internacional no parece corresponderse con una visión que otorgue a la educación y a la ciencia un papel central en la solución de los problemas más urgentes de la humanidad, que son el cuidado de la salud, el desarrollo cultural, la lucha contra las desigualdades sociales y la preservación del planeta en que vivimos.
Creemos firmemente que nuestra universidad, luego de estos doscientos años de azarosa vida,debe orientarse hacia las necesidades apremiantes de la sociedad y que debe alejarse de los cantos de sirena y de las especulaciones financieras de quienes procuran incorporarla al mundo de los negocios.
Sus 200 años de existencia deben celebrarse sin olvidarse del pasado, conscientes de que las conquistas logradas fueron el fruto de luchas, muchas veces difíciles, y de que su futuro debe aún construirse, pero sobre bases nuevas, para superar las limitaciones que impone el injusto sistema que rige en el presente nuestra sociedad.
Buenos Aires, 14 de julio de 2021
Artículo enviado por el autor para ser publicado en Herramienta web 34.
Eduardo Díaz de Guijarro es físico y Magister en Ciencia, Tecnología y Sociedad. Actualmente trabaja en historia de las universidades. Dicta un seminario en la F. C. E. N. de la UBA. Compiló La construcción de lo posible, Bs. As: Libros del Zorzal, 2003; autor de Espíritu crítico y formación científica, Bs As: Eudeba, 2010; y coordinó Exactas en imágenes, Bs. As.: Eudeba, 2011; coautor de Historia de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. UBA (Eudeba, 2015).