25/04/2024

Notas sobre las ocho plagas latinoamericanas

Por Revista Herramienta

Los países de América Latina difieren entre sí. Algunos tienen una gran población (Brasil con 207 millones de habitantes, México con 132 millones), mientras que otros, como  Uruguay o los países de América Central, están relativamente poco poblados. El PIB per cápita es alto en Brasil, la Argentina, México (entre un cuarto y un tercio del de los Estados Unidos), etc., un poco menos en Colombia y el Perú, y mucho menos en otros. Algunos países son ricos en recursos naturales, otros mucho menos. Por último, no todas las poblaciones tienen el mismo origen, más europeo en el Cono Sur de América Latina, más de origen indio en los países andinos, en América Central y México, o de origen africano en otros países como el Brasil, en el Caribe. Sus historias no son exactamente similares, aunque durante el siglo XX los más importantes de ellos tuvieron experiencias similares tanto a nivel político (Perón en Argentina, Vargas en Brasil, Cárdenas en México) como a nivel económico (régimen de crecimiento orientado al mercado interno conocido como sustitución de importaciones). Desde el punto de vista estructural, la mayoría de los países de América Latina tienen muchos puntos en común, que de una manera u otra constituyen las ocho plagas de América Latina.

1. Estos países son profundamente desiguales y los que lo eran menos (Argentina, Chile...) lo han llegado a ser en los últimos treinta y cuarenta años.

Las desigualdades son numerosas, las principales son las siguientes. Desigualdades entre los pobres y los ricos, entre los que no tienen bienes y los que los tienen desde el nacimiento, desigualdades en la fiscalidad, desigualdades entre los inmigrantes, sus hijos y otros, desigualdades entre los que van a una buena escuela y los que no tienen más remedio que ir a escuelas menos buenas, las desigualdades entre hombres y mujeres, las desigualdades en materia de despidos, las condiciones de trabajo entre los que trabajan en empresas pequeñas y grandes, las desigualdades entre los que trabajan en el sector informal o en un empleo protegido, las desigualdades según el color de la piel y las desigualdades en materia de ingresos en general. La mayoría de estas desigualdades se superponen.

La distribución de los ingresos es mucho más desigual que en los países avanzados. Peor aún, después de los impuestos directos y las transferencias sociales, mientras que el Gini –un indicador de desigualdad– cae entre diez y quince puntos en una escala de 1 a 100 en los países avanzados, su reducción en América Latina es sólo de dos puntos. Ninguno de los países ha aplicado una reforma fiscal que permita reducir las desigualdades.

Una regresividad fiscal poco disminuida por las transferencias sociales

Estudios recientes confirman y aclaran el efecto positivo relativamente pequeño de los impuestos netos de transferencias. Birdsall et alii, 2014,[3] distinguen así cuatro tipos de ingresos: 1. ingresos primarios, es decir, todos los ingresos recibidos por los individuos, ya sean activos o inactivos, 2. ingresos disponibles, es decir, el ingreso primario menos los impuestos directos y más las transferencias de efectivo, 3. ingresos después de impuestos, es decir, los ingresos disponibles menos los impuestos indirectos netos de subvenciones, y finalmente 4. ingresos finales que incluyen una estimación monetaria del gasto público en salud y educación. En el Brasil, en 2009, al ser las transferencias condicionadas monetarias más importantes para los pobres (aquí menos de 4 dólares PPA por día) y los impuestos directos casi nulos, su renta disponible aumentó (+33%), la de las categorías vulnerables (entre 4 y 10 dólares PPA por día) aumentó (+8,4%) mientras que la de los más ricos (más de 50 dólares PPA por día) disminuyó (-6,2%) en la medida en que estos últimos pagan impuestos directos, y la de las clases medias (entre 10 y 50 dólares PPA por día) permaneció relativamente estable (+1,1%). La incidencia de los impuestos indirectos difiere mucho según los grupos de ingresos. La renta después de impuestos de los pobres aumenta un 15,1% en relación con la renta primaria, es decir, la diferencia entre la renta primaria y la renta disponible se reduce a la mitad debido al pago de impuestos directos. La renta después de impuestos de las clases medias se reduce en un 14% y la de los más ricos en un 20,7% en relación con su respectivo ingreso primario. Al final, las desigualdades disminuyen ligeramente. Sólo si se considera el ingreso final se observa una fuerte progresión de la que se benefician los pobres y los vulnerables: este ingreso es 125,8% superior al ingreso primario de los pobres, 23,2% para las categorías vulnerables pero - 6,6% para las clases medias y - 19,7% para los ricos.

 

 

Las desigualdades de ingresos tendieron a disminuir en la década de 2000 hasta el advenimiento de la crisis para el 95% de la población. El 5% más rico y especialmente el 1% más rico[4] han experimentado, incluso durante la primera década del 2000, un aumento en términos absolutos y relativos de sus ingresos –en contra del discurso oficial– debido principalmente al creciente peso de las finanzas. Con el inicio de la crisis en el segundo semestre de 2010 –que afecta principalmente a Brasil, Argentina, Venezuela– y la desaceleración económica (México...), las desigualdades de ingresos aumentan y la pobreza vuelve a crecer.

Evolución de las desigualdades de ingresos en Brasil de 1981 a 2018

Cuando se desglosa la población en el 30% más pobre, el 40% siguiente considerado como clase media y el 30% más rico, se observa una evolución contrastada entre los ingresos familiares (salarios y transferencias sociales) y los ingresos de capital. En 37 años, entre 1981 y 2018, los ingresos familiares de los pobres aumentaron un 42% y los ingresos de capital (empleo por cuenta propia) un 106,8%, los de las clases medias aumentaron un 25,2% y un 108,9% respectivamente y, por último, los del 30% más rico aumentaron un 13,7% y un 68,3%. Estos datos se explican, para el 30% más pobre, por un lado, por el fuerte aumento del salario mínimo (1/3 de ellos tienen un empleo formal y se benefician directamente de este aumento y del incremento de las transferencias sociales) y, por otro lado, por una mayor participación de las mujeres en la fuerza de trabajo, gracias a la mejora del sistema educativo y especialmente a la transición demográfica, las familias del 30% más pobre han visto modificar su tamaño de 7 a 4,5 personas viviendo bajo el mismo techo, mientras que el número de personas que viven en las clases medias ha variado de 5,5 a 3,5, y de 3,8 a 3 para el 30% más rico. Esta mayor reducción en términos relativos del número de hijos por familia para el 30% más pobre  se traduce en un aumento proporcionalmente mayor de sus ingresos per cápita. Por último, de 1981 a 1994, la hiperinflación afectó más particularmente a los ingresos familiares de los más pobres (-30% para los más pobres, -15% para los más ricos 30%), de modo que cuando la hiperinflación termine en 1994, una fracción de los más pobres recuperará "mecánicamente" el poder adquisitivo. Entre 1993 y 2018, el aumento de los salarios -ingresos familiares del 30% más pobre será del 142% y el del 30% más rico será del 72%, explicándose estos aumentos por los dos factores mencionados y el fin de la hiperinflación para el primero y el bajo crecimiento de la productividad para el segundo. Fuente IBGE en O valor  del 21 de febrero de 2020.  

 

2. Una informalidad laboral y una pobreza demasiado grandes

El empleo informal es muy importante, al igual que las tasas de pobreza absoluta. Por otra parte, el empleo formal –incluido el empleo público– en 2015 suele ser sustancial. Varían desde el 30% del empleo total en Bolivia hasta el 37% en el Perú, el 42% en Colombia, el 53% en el Brasil, el 54% y el 62%, respectivamente, en México y la Argentina.[5] La informalidad y la pobreza absoluta disminuyeron en el decenio de 2000, especialmente en los países con gobiernos progresistas, pero con la crisis reciente, están aumentando de nuevo, especialmente en la Argentina y el Brasil, y en Venezuela, profundamente afectada por una crisis económica sin precedentes. El gasto social (salud, educación, pensiones) ha aumentado más (Argentina, Brasil, Venezuela...) o menos (Colombia, México...) fuertemente, contribuyendo a la disminución estructural de la pobreza y a la virtual desaparición del analfabetismo juvenil.

¿Quid de la informalidad?

En términos generales, la informalidad tiene dos orígenes en América Latina: 1. El primero es el resultado de relaciones de producción específicas: el autoritarismo-paternalismo prevaleció hasta hace poco en el campo y en las pequeñas ciudades. El empleo adquiere entonces aspectos favorables, especialmente en las pequeñas empresas, que hacen que la persona que encuentra un empleo se sienta obligada con su empleador. El empleador no está obligado a declararlo, le paga por debajo de lo normal y le impone las llamadas condiciones de trabajo no decentes, en violación del código de trabajo. La contrapartida de este autoritarismo es el paternalismo, el empleador tiene la obligación "moral" de cuidar a su empleado cuando está enfermo. El hecho es que con la generalización de las mercancías y el auge del capitalismo, esta contrapartida desaparece gradualmente y queda el aspecto informal, ilegal en lo que respecta al código de trabajo, la seguridad social y los impuestos. 2. Cuando la tasa de inversión no es suficientemente elevada, lo cual es el caso, y el crecimiento demográfico al que se añade la migración del campo a las ciudades, las empresas no pueden ofrecer empleos formales en número suficiente. La búsqueda de trabajos de supervivencia, o incluso de trabajos de estricta supervivencia, se desarrolla y la informalidad con ella. Por lo tanto, puede considerarse que no existe un sector informal en sí mismo, sino un entrelazamiento de actividades informales y formales (empleos), cada una de ellas dependiente de la otra y viceversa.

 

 

3. Una reprimarización de las actividades económicas

En los últimos decenios la mayoría de las economías semi-industrializadas que anteriormente habían logrado reducir el peso relativo de sus exportaciones de materias primas en favor de las exportaciones de bienes industriales han conocido un proceso de reprimarizacion de sus actividades. El ejemplo de Brasil, país rico en materias primas, es representativo: en 1997 las exportaciones de materias primas ascendieron al 21,2% de sus exportaciones totales y las de productos de la industria de transformación al 78,8%. En 2019 estos datos son 43,3% y 56,7% respectivamente (fuente IEDI n°974, 2020). Otros, como el Perú, que estaban mucho menos industrializados, han desarrollado fuertemente su especialización en productos primarios. Los que estaban poco o menos dotados de recursos naturales (América Central, México) "exportaron" parte de su fuerza de trabajo a los Estados Unidos.

Con la reprimarización en un caso, los ingresos transferidos por los trabajadores inmigrantes a los Estados Unidos en otro y las entradas de capital netas de la repatriación de los dividendos e intereses pagados, las restricciones externas disminuyeron drásticamente en el decenio de 2000. La exportación de materias primas y las remesas –30.000 millones de dólares para México en 2019– aumentaron considerablemente la cantidad de divisas recibidas por esos países y, si bien han aflojado la restricción externa en la mayoría de los casos, también han fomentado el crecimiento del comportamiento rentista. La tasa de inversión resulta entonces insuficiente para permitir un crecimiento elevado y sostenible que pueda producir una mejora significativa y duradera de la cohesión social.

 

Formación bruta de capital fijo como porcentaje del PIB, en dólares de 2010, 2010-2018*

 

 

2010

2011

2012

2013

2014

2015

2916

2017

2018*

Am Lat

20.5

21.4

21.5

21.5

20.8

19.8

18.6

18.2

18.7

Argenti

16.6

18.4

17.3

17.3

16.5

16.7

16

17.5

16.9

Brasil

20.5

21.1

20.9

21.4

20.4

18.2

16.6

16

16.5

Colomb

21.1

23.4

23.3

23.6

25.2

24.2

23.7

22.6

22.8

Mexico

21.6

22.5

22.7

21.7

21.7

22.1

21.7

20.9

20.6

Fuente : CEPAL *Datos provisionales

 

 

4. El deterioro desastroso del medio ambiente

La explotación de las materias primas de origen agrícola y minero se ha llevado a cabo con desprecio por el medio ambiente, con un cuestionamiento de los nuevos derechos obtenidos por las poblaciones indígenas cada vez más devueltas a su condición de subciudadanos de ayer en los países andinos, un deterioro de la salud de los campesinos y los mineros.[6] Luego es "justificada" por los gobiernos, incluso los progresistas, por los recursos presupuestarios provenientes de la explotación de estas materias primas, que se utilizan, en el mejor de los casos, para financiar un aumento de los gastos sociales (escolaridad, salud) para que el sacrificio de la generación actual pueda ser beneficioso para las generaciones futuras ...

El conflicto entre el presente y el futuro, generaciones sacrificadas

Una política que tenga en cuenta todos los pilares que definen el desarrollo sostenible (ambiental, económico, social) no es fácil de diseñar sin dar lugar a conflictos de intereses. En efecto, el desarrollo sostenible trae consigo varias cuestiones esenciales relativas al "buen vivir": 1. ¿Debe sacrificarse el presente en nombre de mejoras futuras o, más precisamente, debe aceptarse que los derechos de los indios, sus condiciones de vida, su salud, sus culturas y el simbolismo en que se ejercen se recorten parcial o totalmente porque los recursos financieros proporcionados por la explotación de las minas, la construcción de carreteras para el transporte de materias primas, podrían financiar los gastos de educación, infraestructura y salud que estas poblaciones, pobres hoy en día, tanto necesitan para superar su pobreza de manera sostenible? Conflicto entre el presente y el futuro que, en este caso, adquiere un valor particular debido al pasado de exclusión que sufren estas poblaciones y a los compromisos más o menos claros de los gobiernos de romper con este pasado. 2. ¿Se puede concebir el desarrollo sostenible respetando la lógica capitalista teniendo en cuenta las particularidades de la situación de los indios y los daños causados por la explotación de las megaminas, daños que incluyen todas las dimensiones ecológicas, sanitarias, sociales y culturales? Más concretamente, ¿debemos inspirarnos en un enfoque estatista, pero qué pasa con la plurinacionalidad? o en un enfoque que no acepta la modernidad en la medida en que tiene efectos de esclavitud y dominación, e insiste en la descentralización, los poderes locales, el rechazo de una mercantilización plena y completa, el respeto de la ecología y la aspiración al decrecimiento (Charbonnier G et al. 2018, Iguales-Oxfam, 2018, op.cit. ). En realidad, más allá de las promesas, es la posición desarrollista la que se ha impuesto en detrimento de los intereses inmediatos de las poblaciones indias.

 

5. Más apertura financiera que apertura comercial

A diferencia de muchas economías asiáticas, las economías latinoamericanas están relativamente cerradas al comercio internacional, participan poco en la cadena de valor internacional –con la excepción de México y algunos países de América Central– pero en general están muy abiertas a los flujos financieros. Desde el punto de vista comercial, se han abierto al ritmo medio de la apertura mundial, a diferencia de algunos países asiáticos como los dragones (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur), los tigres (Filipinas, Tailandia, Malasia, etc.) y China. Los derechos de aduana son particularmente elevados para los bienes de capital y los productos intermedios y están disminuyendo relativamente menos que en Asia. Una apertura financiera más importante que la apertura comercial.

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Una integración internacional más desfavorable

En términos relativos, el peso de las exportaciones de estos países en las exportaciones mundiales ha aumentado poco o nada, excepto en México y algunos otros países menos industrializados pero ricamente dotados de materias primas, como el Perú, han visto aumentar sus exportaciones en las exportaciones mundiales gracias al aumento tanto de los volúmenes de exportación como de los precios de las materias primas. Sin embargo, en general, el crecimiento de las exportaciones se ha mantenido al mismo ritmo que el de las exportaciones mundiales.

En el decenio de 1990 y especialmente en el de 2000, se produjo un cambio en la división internacional del trabajo en la industria mundial, con una ruptura internacional en la cadena de valor internacional. Se amplió el comercio Sur-Sur de bienes industriales. Sin embargo, los países de América Latina, en general, han participado poco en el proceso de fragmentación de la cadena de valor. La mayoría de los países de América Latina están poco integrados en las cadenas de valor internacionales. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) distingue dos tipos de integración: la ascendente, que mide la participación de un país en los bienes intermedios importados que se incorporan a sus exportaciones, y la descendente, que mide la participación de los bienes intermedios exportados por un país que se incorporan a las exportaciones de otros países. La participación ascendente es del 11,4% en 2000 y del 10,7% en 2011 en el Brasil, en lugar del 37,2% y el 32,1%, respectivamente, de China. La disminución de la proporción china es indicativa del esfuerzo de China por integrar sus líneas de producción. La participación en el mercado descendente es más importante para el Brasil (17,1% en 2000 y 24,5% en 2011) que para China (10,8% y 15,6%) porque el Brasil exporta más materias primas a China, que las incorpora a sus exportaciones.[7]

La composición de las exportaciones de productos industriales ha ido en detrimento de las de los productos más sofisticados e intensivos en tecnología. Según la IED (op.cit.), las exportaciones de alta tecnología representaron el 4,9% del total de las exportaciones, las exportaciones de media-alta tecnología el 24,8%, las exportaciones de media tecnología el 17,2% y las exportaciones de baja tecnología el 32% en 1997. Las cifras para 2019 son el 4%, el 13,9%, el 15,8% y el 22,9% respectivamente. La balanza comercial de los productos industriales es negativa desde 2007 –la balanza comercial es excedentaria gracias a las exportaciones de materias primas– y la de los productos de baja tecnología es positiva. Es la única, todas las demás son negativas, más particularmente el balance de los productos de tecnología media-alta que revela una dependencia tecnológica sin que ésta crezca. Al mismo tiempo, la complejidad[8] de los productos industriales está disminuyendo bruscamente después de haber aumentado entre los años setenta y noventa, lo que confirma esta nueva dependencia tecnológica.

 

 

En términos generales, en los diez primeros años de este nuevo milenio, la globalización en América Latina ha tenido efectos positivos: menos deuda externa, más crecimiento, menos inflación, excepto en Argentina, presupuestos mejor controlados, alza de salarios reales y menos pobreza. Sin embargo, al mismo tiempo han tenido efectos "perversos": fragmentación territorial dentro de las naciones entre regiones que pierden y regiones que ganan, con sus manifestaciones en términos de pérdida de puestos de trabajo, aumento del desempleo y más particularmente del desempleo juvenil,[9] primero de forma subrepticia y luego abiertamente con la llegada de grandes crisis (Argentina, Brasil) o una desaceleración de la actividad económica.

6. La desindustrialización temprana está vinculada a la baja tasa de inversión y a un esfuerzo de investigación en gran medida insuficiente

Casi todos los países avanzados están experimentando un proceso de desindustrialización relativa de diversos grados. La industria pesa cada vez menos en términos relativos a favor de los servicios cada vez más sofisticados. En contraste con estos países, los países latinoamericanos están experimentando una desindustrialización temprana. Aparece cuando el ingreso per cápita al comienzo de este proceso es la mitad del de los países avanzados cuando comienza su desindustrialización. La desindustrialización da lugar a una caída relativa y absoluta de los empleos industriales, a la destrucción de parte del tejido industrial y a la incapacidad de producir productos de alta y media tecnología de manera sostenible. Es el resultado del auge de las economías rentistas, más precisamente del comportamiento rentista con el aumento de la financiarización y de las actividades primarias destinadas a la exportación. Paradójicamente, cuando el país opta por la exportación de productos manufacturados, como hizo México en el decenio de 1980, la desindustrialización se desarrolla en sectores industriales orientados al mercado interno cuando no se emprende una política industrial para integrar localmente las actividades ascendentes o descendentes.

América Latina se está perdiendo la revolución industrial en curso

La difusión de las nuevas tecnologías en todo el mundo es más rápida que en el pasado, pero también es más desigual entre las naciones y dentro de ellas. Es menos rápida en América Latina, incluidos los países más poderosos del subcontinente americano como  Brasil, México, la Argentina o Colombia y Chile. Desde este punto de vista, América Latina se está quedando más rezagada con respecto a los principales países asiáticos y a los países avanzados. Es desigual dentro de las naciones, entre las empresas y particularmente en América Latina. Algunas empresas adoptan las nuevas tecnologías con rapidez, mientras que otras o bien ralentizan su adopción o no pueden hacerlo con la suficiente rapidez. La dispersión de los niveles de productividad, ya muy elevada, en el sector industrial, ampliamente definido, va en aumento. Salvo que se adopten medidas institucionales como el aumento del salario mínimo por encima del crecimiento de la productividad, existe un fuerte riesgo de que aumenten las desigualdades de los ingresos laborales, medidos en términos de salarios medios, entre las empresas, las que adoptan estas tecnologías y las que no lo hacen en la medida necesaria para seguir siendo competitivas. Además de estas crecientes desigualdades entre las empresas, también hay desigualdades generadas por el uso de estas tecnologías. Los trabajos rutinarios están siendo reemplazados en parte por una mayor automatización en ciertos sectores, lo que lleva a una bipolarización de los trabajos (altamente cualificados - poco cualificados), lo que probablemente acentuará una bipolarización de los ingresos laborales.

En la medida en que América Latina ha quedado rezagada, estos efectos tardan en aparecer, aunque en algunos sectores como la industria automotriz o las finanzas, están empezando a manifestarse. Pero incluso si esta difusión es más lenta que en otros lugares, tiende a acelerarse y estos efectos aparecerán más claramente. A diferencia de los países avanzados y algunos países asiáticos, América Latina es consumidora de estas tecnologías que no produce, ni siquiera parcialmente. Por lo tanto, las oportunidades de empleo creadas por la producción de estas tecnologías son escasas, sólo quedan las generadas por su uso. También es posible que las denominadas actividades informales aumenten, esta vez como resultado de la relativa incapacidad de crear suficientes puestos de trabajo nuevos en sectores de creciente productividad.

 

 

7. Una tendencia al estancamiento económico y a la movilidad social

El promedio de las tasas de crecimiento per cápita durante un largo período de tiempo de la mayoría de las economías latinoamericanas es de entre el 0 y el 2%. Así pues, en los últimos cuarenta años, su PIB per cápita ha tendido a estancarse, en particular en México, aunque la mayoría de ellos experimentó un ligero repunte en la primera década de los años 2000. Contrariamente a una idea relativamente compartida, estas economías han sido poco o nada emergentes. En consecuencia, han convergido poco o nada hacia el nivel de ingresos per cápita de los países avanzados, a diferencia de muchos países asiáticos. Brasil, un país emblemático tanto por su peso económico, por la influencia de la política llevada a cabo por el presidente Lula (2003-2011), como por el resultado de las últimas elecciones presidenciales que llevaron al poder a la extrema derecha en 2019, no experimenta esta convergencia. Su PIB per cápita, medido en comparación con el de los Estados Unidos, es aproximadamente el mismo que en 1960, aunque en los años sesenta y setenta y en el primer decenio de 2000 estuvo cerca.

Crecimiento a largo plazo del PIB/t 1950-2017, 1950 =100

 

Argentina    América Latina    Estados Unidos    Europa occidental

1950                              100               100                          100                         100

1960                              111               125,14                    118                          141

1970                              146               160,73                    157                          210

1980                              165               211,35                    194                          274

1990                              129               207,44                    243                           334

2000                              169               263,03                    300                           415

2001                              160               263,96                    300                           422

2002                              141               266,85                    303                           426

2003                              151               271,38                    308                           430

2004                              160               283,35                    316                           441

2005                              171               293,85                    323                           449

2006                              183               307,17                    328                           462

2007                              195               321,13                    331                           475

2008                              200               330,51                    327                           473

2009                              192               322,81                    313                           451

2010                              206               339,55                    319                           457

2011                              216               353,69                    322                           460

2012                              212               365,27                    326                           459

2013                              214               374,81                    329                           459

2014                              207               378,76                    334                           466

2015                              209               380,88                    340                          479

2016                              202               380,30                     343                         485

2017                              206               382,05                     348                         492

Fuente: OCDE, 2019, Estudios económicos, Argentina. Nota: Europa occidental incluye aquí: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Noruega, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, Suecia y Suiza; América Latina incluye: Brasil, Chile, Colombia, México y Perú.

Según la OCDE (2019), el PIB per cápita de Argentina se duplicó entre 1950 y 2017, mientras que en América Latina se cuadruplicó. Entre 1980 y 2016, el crecimiento medio del PIB per cápita fue del 0,64%, inferior al observado en el conjunto de los demás países latinoamericanos, 1,4% (Coatz D , García Díaz F., Porta F. y Schteingart D. "Incentivos y trayectorias de cambio estructural", en Mercado R., 2018), Ensayos sobre desarrollo sostenible, la dimensión económica de la agenda 2030 en Argentina, PNUD.

 

 

La tendencia al estancamiento a largo plazo no se manifiesta de la misma manera en cada país. Es un promedio y la dispersión en torno a este promedio difiere de un país a otro. La Argentina, por ejemplo, está experimentando una gran volatilidad en su crecimiento, coqueteando con tasas bastante altas durante varios años y luego se hunde en el abismo de la crisis, lo que no es el caso de México o  Brasil. A todos ellos les resulta difícil recuperarse después de una crisis.

La relación entre la combinación de reprimarización y desindustrialización y la tendencia al estancamiento es compleja. La reprimarización-desindustrialización puede dar lugar a un ligero aumento de la tasa de crecimiento del PIB, pero también puede ser uno de los factores que a largo plazo explique el bajo crecimiento. La reprimarización sin una desindustrialización significativa debido a la falta de una industria importante puede explicar las tasas de crecimiento del PIB relativamente altas, pero sigue siendo vulnerable porque depende mucho del precio de las materias primas y de las cantidades vendidas sobre las que el país tiene poco control (Perú).

8. La violencia cada vez más insostenible

La violencia es, a primera vista, difícil de medir. Si bien es posible cuantificar parte de la violencia a partir de las estadísticas publicadas por las autoridades policiales o judiciales de los distintos países, otra parte –con mucho la menos marginal– sigue siendo difícil de evaluar porque las declaraciones dependen de la confianza que se pueda tener en el sistema policial y judicial, y esta confianza no suele ser muy alta en América Latina. Para superar esta dificultad y la relacionada con las diferencias en la calificación o percepción del mismo acto, optamos por considerar sólo los homicidios intencionales y los feminicidios. Por cada 100.000 habitantes, los homicidios y los feminicidios (en aumento) son mucho más elevados que los que se producen en los países europeos avanzados, del orden de 10 a 15 veces más, con la excepción de los países del cono sur como la Argentina.

Los pobres no son per se "una clase peligrosa" o por naturaleza (bajo coeficiente intelectual...), pero las políticas económicas de exclusión pueden hacerlos "peligrosos". A la inversa, una política de gasto social (educación, salud, subsidios diversos), permitiría favorecer la movilidad social y sería un factor de integración que constituiría nuevos códigos de valor que frenarían el estallido de la violencia.

Hacia Estados porosos, incapaces de controlar todo su territorio

El Estado, considerablemente debilitado por la crisis de los años ochenta, atrapado en la restricción neoliberal de los años noventa, reduce sus funciones (infraestructura, escuelas, salud, etc.) y deja que el mercado produzca desigualdades. La educación insuficiente, la urbanización incontrolada (transporte y vivienda insuficientes), el aumento del empleo informal, la acentuación de la desigualdad entre ricos y pobres, pero también entre los pobres, que limita las posibilidades de movilidad social inter e intra generacional, constituyen un terreno favorable para el aumento de los homicidios. El Estado controla menos a la Nación, el territorio se vuelve poroso, y en estos bolsillos porosos –barrios en las ciudades, regiones en las provincias– los poderes mafiosos ejercen entonces un poder de facto. Se socava el poder de jure, la corrupción, el clientelismo en sus formas extremas, y con ellas la violencia letal, tienden a imponerse. En casos extremos, como ayer en Colombia, hoy en México, el abandono del poder de jure del Estado sobre estos territorios, su incapacidad para mantener el orden, dejan la puerta abierta al estallido de la violencia, que es la única manera de resolver los conflictos y también un medio privilegiado para adquirir rentas –muy a menudo vinculadas al tráfico de drogas y al secuestro–, es decir, para enriquecerse sin pasar por el trabajo y su explotación.

 

Conclusión

En una de las charlas que impartí en Buenos Aires al final de 2018 hablé sobre una solución surrealista, hablé de Roberto Arlt, de “Los siete locos”, e hice siete propuestas locas, retomando de una cierta manera lo que que se dijo en Mayo de 1968 en Francia: “seamos realistas, pidamos lo imposible”. Para salir de esta situación de crisis profunda hay siete condiciones “locas”, por llamarlas de alguna manera. La primera es pensar en el mercado interno. El crecimiento va a llegar del aumento del poder de compra de la gente, es decir, del mercado interno. Pero no de manera separada del mercado externo, porque eso puede llegar solamente si hay un esfuerzo fuerte sobre la productividad del trabajo y si mejora precisamente el tejido industrial. Es la segunda propuesta “surrealista”. La tercera es aumentar la inversión con una política industrial; la cuarta, invertir en investigación; la quinta, como lo hicieron los países asiáticos, hacer que la moneda quede depreciada frente al dólar. La sexta, una reforma fiscal como las que existen en los países avanzados. Finalmente, la séptima, una política de redistribución a favor de los más vulnerables. Son condiciones locas pero que se pueden dar si existe movilización

 

Bibliografía

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OIT, 2019 ; Panorama laboral, America latina y el Caribe.

 

 


[1] La referencia implicita no es la de la Biblia: las siete plagas de Egipto, aunque nací en Egipto, sino  la gran obra de Stavenhagen R., 1981, «Las siete tesis equivocadas sobre America Latina »¸ ed Nuestro tiempo, 15-84,  a modo de homenaje. El presente artículo es para Herrramienta web.

[2] Pier Salama, Emeritus professor, Universidad de Paris XIII, doctor honoris causa de la UAM y de la Universidad de Guadalajara (Mexico).

[3] N. Birdsall, N. Lustig y C. Meyer: «The Strugglers: The New Poor in Latin America?» en World Development vol. 60, 8/2014  

[4] Salama P, 2015 : « ¿Se redujo la desigualdad en América Latina? Notas sobre una ilusión », Nueva sociedad n°258. Ver también Medeiros M et alii ,2014 : “O topo da distribuçao de renda no Brasil : primeiras estimativas com dados tributarios e comparaçao com pesquisas domiciliares, 2006-2012 ”, mimeo, Universidade de Brasila, disponible en internet, 1-33,  Afonso A., 2014, op.cit., Morgan M. : Falling Inequlity beneath Extrem and persistent Concentration : new evidence for Brazil Combining National Account, Survey and Fiscal Data.  WID, Working paper n°12 , 1-78, ver Iguales-Oxfam, 2018, Privilegios que niegan derechos, desigualdad extrema en America latina y sequestro de la democratia.

[5] Schteingart  D (2018) « El rompezadas del mercado laboral latino-americano »,  Nueva sociedad n°275, 92-106. La literatura sobre los empleos informales es muy abundante, ver Maurixio R , 2019, Formal salaried employment generation and transition to formality in developing countries: the case of Latin America,  ILO

[6] La literatura  también es abundante hoy sobre este asunto, ver por ejemplo Svampa M., 2017, Del cambio de época al fin de ciclo, gobiernos progresistas, extractivismo y movimientos sociales en América Latina,  Ensayo Edhasa, Buchardt H-J, Dominguez R, Larrea C et Peters St (editores), 2016 : Nada dura par siempre, neo-extrativismo tras el boom de las materas primas, ICDD (Allemania), Universidad Andina Simon Bolivar (Ecuador).

[7] OCDE (Organisation de coopération et de développement économiques), CAF (Corporacion Andinade Fomento) et CEPAL (2016), Latin American Economic Outlook (2016), Towards a New Partnership with China.

[8] Ver Flexor G et Dias da Silva, 2019 : « La désindustrialisation, les ressources naturelles et Nouveau - Développementisme: le cas du Brésil », mimeo. La complejidad de las exportaciones depende del esfuerzo de investigación y desarrollo, y cuanto mayor sea el esfuerzo de investigación y desarrollo, mayor será la probabilidad de que la economía sea capaz de producir productos complejos. Las exportaciones tienen dos características: su ubicuidad y su diversificación. La ubicuidad depende de la escasez, que a su vez depende de los recursos naturales que el país tiene o no tiene, o de la capacidad de producir bienes sofisticados que sólo unos pocos países pueden hacer. A fin de aislar esto último y construir un indicador de complejidad, tratamos de utilizar la diversidad de las exportaciones para medir el grado de ubicuidad y, por lo tanto, de complejidad. El grado de complejidad de las exportaciones latinoamericanas es bajo y está disminuyendo, a diferencia de muchos países asiáticos. VerHausmann, Hidalgo et allii (2014), The Atlas of Economic Complexity, Mapping Paths to Perspectives, Center for International Development, Harvard University, Harvard Kennedy School, Macro Connections MIT Media Lab. Ver igualmente IEDI, 972, 2020 : A Complexidade das exportações brasileiras e a concorrência da China et n°973, 2020, intitulé : Desafios da inovaçao no Brasil na era das cadeias globais de valor.

[9] Ver OIT, 2019 ; Panorama laboral, America latina y el Caribe que muestra que en 2019, la tasa de desempleo juvenil es tres veces mayor que el promedio de la población adulta.

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