28/03/2024

Lineamentos fundamentales del análisis lukacsiano del trabajo ¿Centralidad del trabajo o la ontología como complejos de complejos?

Por

 Ronaldo Vielmi Fortes*

 
Se hizo común entre el círculo de estudiosos y comentaristas de Lukács la noción de “centralidad del trabajo”. Por medio de tal expresión, a menudo se le atribuye un carácter decisivo y central a esta categoría en las ideas del pensador húngaro, lo que conduce incluso a exageraciones vulgarizantes que derivan de esa categoría, de una manera simplista e inmediata, las dinámicas más importantes de la práctica social. El trabajo desempeñaría así una función estructurante de toda la praxis social, siendo imprescindible su mención directa para comprender todos los meandros de la realidad societaria. De hecho, es comprensible que en la tarea de vulgarización del pensamiento de un autor tan difícil como Lukács, sea necesario establecer elementos facilitadores para permitir el acceso a su filosofía. Esta es, sin embargo, una tarea peligrosa, pues se corre el riesgo de incurrir en reduccionismos distorsionadores de los elementos centrales de las ideas del autor estudiado. Evidentemente entre los adeptos de tal terminología, existen desde las banalizaciones más simplistas y generalizadoras hasta elaboraciones más sofisticadas. En sus versiones más parciales y reduccionistas, la palabra “centralidad” funciona como una especie de “Shibboleth”: su mera pronunciación, correctamente entonada, lleva al reconocimiento de los fundamentos políticos e ideológicos del que la anuncia, dando flagrantes pruebas de ser mucho más una convicción ideológica de lo que propiamente es: una tesis filosófica debidamente argumentada.
No hay aquí espacio para describir el conjunto de las variables que rodean el sentido de la expresión “centralidad del trabajo”; nos queda pues la tarea de remitir directamente al texto de Lukács para rescatar la autenticidad de sus consideraciones acerca del trabajo. Sólo a partir del desvelamiento de sus ideas y reflexiones podremos crear parámetros seguros para verificar la correspondencia de esas interpretaciones y usos terminológicos en relación con la autenticidad del pensamiento lukacsiano. De este modo, el objetivo de este artículo consiste más en problematizar que evaluar, en sus diversos matices, el sentido de tal expresión para saber si tal idea es realmente pasible de ser encontrada en el pensamiento de Lukács; en suma, cabe determinar si ese es verdaderamente el sentido de las reflexiones de Lukács en relación con el trabajo en su última gran obra Para una ontología del ser social.
 
No resulta irrelevante iniciar nuestras consideraciones destacando la completa ausencia del uso directo de tal expresión (zentrale Kategorie), salvo en un solo caso. Esto no implica, sin embargo, la exclusión de la idea en sus reflexiones. Sin embargo, debemos empezar por este punto, en la medida en que aclara en parte la tesis que aquí intentaremos demostrar. El único momento en que una expresión cercana es utilizada, no se encuentra propiamente en el capítulo “El trabajo”, sino en el capítulo destinado al pensamiento de Marx, en la parte histórica de la Ontología. Allí no se advierte un aspecto generalizador, sino que refiere a la importancia central del trabajo en la consideración de los complejos de la producción y reproducción. Es importante referirse al pasaje:
 
Como Marx hace de la producción y reproducción de la vida del hombre el problema central, aparecen tanto en el hombre como en todos sus objetos, proporciones, relaciones, etc., como doble determinación a una base natural insoslayable y su conformación socialmente ininterrumpida. Aquí como por todas partes la categoria central es el trabajo en el que aparecen ya in nuce todas las obras determinaciones (Lukács, 2007: 69).
 
Sólo más adelante, cuando analicemos el contexto más amplio y se tenga en cuenta el complejo de la reproducción social, se podrá refutar la tesis de la centralidad a partir de ese pasaje. En este momento, cabría sólo advertir, si se quisiera insistir en la idea de la centralidad, este único pasaje no sería argumento suficiente para sostener la hipótesis. Una hipótesis de tal naturaleza necesitaría, al menos, demostrar el anclaje del trabajo en toda la reflexión lukacsiana, o sea, en los moldes en que habitualmente se da la imputación de ese concepto en las reflexiones de Lukács.
 
Con respecto al uso terminológico todavía habría que hacer otra consideración. A veces se toman los argumentos de aquellos a quienes se pretende combatir – sus conceptos y la forma de la colocación del problema – para defender la idea contraria. Este parece ser el caso del término centralidad. Al hacer esto, el mayor riesgo es el de asumir los argumentos de la cuestión de aquel a quien se busca criticar, o sea, se termina por aceptar la naturaleza del problema planteado por el antagonista, sin comprender la dimensión efectiva del problema. Por ejemplo, para combatir la “centralidad” de la esfera comunicacional o de la intersubjetividad de Habermas, se contra–argumenta en favor de la “centralidad” del trabajo. Lo mismo se puede verificar con un pensador como Claus Offe, cercano a Habermas. En su texto “Trabajo: la categoría sociológica clave?”, el autor utiliza directamente el término centralidad abriendo una fuerte polémica contra las tendencias marxistas de la sociología. ¿Aceptar la terminología no sería compactar con las propias interpretaciones sesgadas de esos autores, y perder, de ese modo, la especificidad del análisis de los pensadores a quienes se busca defender, en ese caso, Lukács y Marx? Así, al criticar a Habermas, o Offe, se combate su negación de la centralidad del trabajo afirmando la centralidad de éste, como si en Marx realmente existiera una ontología del trabajo, o como si las consideraciones marxianas coincidieran con esas interpretaciones y terminologías propuetas por sus críticos. Sabemos de la práctica común de las críticas antimarxistas, cuya tendencia central banaliza aspectos de la teoría marxiana en la clara intuición de facilitar el ejercicio del desmontaje de su pensamiento. Al reducirlo a un conjunto de tesis simples y de difícil sustento, la destitución del pensamiento de Marx o Lukács se realiza de modo directo y aparentemente coherente.
 
En gran medida, los defensores de la idea de la centralidad buscan respaldarse en Lukács para sostener el carácter decisivo de los trabajadores como fuerza social de vanguardia, como la clase portadora de la incumbencia revolucionaria de la sociedad del capital. Se busca de ese modo combatir las críticas dirigidas al marxismo y a la lucha de los trabajadores, consideradas anacrónicas o tributarias de equívocos de la era moderna; en fin, para sus críticos, se trataría de ideas superadas que no ofrecen ninguna respuesta a los conflictos de nuestros tiempos. Ciertamente, Lukács puede contribuir mucho en ese debate para efectuar una crítica de fondo a toda esta problemática, pero debemos comprender los elementos propios de sus ideas para, solo entonces, iniciar el debate con las tendencias filosóficas y sociológicas que predominan en nuestros días. Presentar una contraposición simplista en forma de jergas ideológico–políticos mal elaboradas sirve sólo para alimentar el ímpetu y las armas del enemigo contra aquello que se busca defender.
 
La difusión acrítica de la noción de centralidad tiende a generar “estragos” en la recta captura de las ideas del pensador magiar. A modo de ejemplo podemos citar la crítica que afirma la existenciab de dos ontologias en la obra tardia de Lukács, una directamente derivada del trabajo como modelo de toda práctica social (el complejo central de toda la práctica socio–humana), y otra  en la que el factor preponderante estaría centrado en el principio de la totalidad[1] – el ser social como un complejo de complejos. La afirmación de la existencia de una incongruencia de argumentos en el núcleo del pensamiento ontológico de Lukács guarda uma fuerte relación con la idea del trabajo como centralidad del ser social, y refleja la incomprensión de las determinaciones hechas por el pensador magiar en torno a ese complejo.
El objetivo del capítulo que abre la ontología de Lukács no es hacer una defensa del mundo del trabajo contra el mundo del capital, menos aún considerar al trabajo como una categoría explicativa necesaria de las dimensiones superiores de la práctica social, sino establecer en términos materialistas la génesis del ser social. Lo que Lukács busca es el fundamento de una ontología materialista. Nicolas Tertulian reconoce el núcleo de las reflexiones lukácsianas en torno a la ontología cuando enfatiza la pregunta decisiva que atraviesa las páginas de su obra, “¿Cómo es posible la sociedad?” (Wie ist Gesellschaft möglich?). Esta cuestión aparece por primera vez, en su fórmula definitiva, en Georg Simmel, y atraviesa el siglo XX hasta Habermas (desde “Para la reconstrucción del materialismo histórico” hasta su obra final). La diferencia consiste en que Lukács analiza este problema a la luz de la construcción de la ontología del ser social, mientras que en Habermas las formulaciones toman la base de postulados antropológicos para lograr una respuesta al problema.
 
Las determinaciones elaboradas por Lukács poseen un carácter ontológico, por ello se ubican en una posición radicalmente distinta de las tendencias filosóficas actuales, que en general condenan toda reflexión ontológica como anacronismo metafísico. Tal condena procede tanto del marxismo como de otras escuelas de la filosofia (el neopositivismo, el pensamiento posmoderno, etc.). No es simple el emprendimiento que el pensador magiar pretende hacer en su última gran obra. Escribir una ontología materialista es volver contra más de dos mil años de tradición filosófica. Cuando Lukács inicia por el complejo trabajo quiere traer los elementos fundantes del ser social, demostrar cómo las categorías de esa forma del ser no son elementos transcendentes, anteriores a la mundanidad, sino atributos oriundos del curso histórico de la autoproducción humana. En síntesis, el hombre es definido como un ser que se autoproduce; de ese modo, no hay elementos anteriores a su propia existencia, un atributo trascendente que ponga la esencia de lo humano como una anterioridad necesaria para el propio mundo.
 
En este sentido, la comprensión de las ideas del pensador húngaro es primordial para el debate de nuestro siglo, pues abre las puertas para entender el devenir hombre del hombre bajo la base de una filosofía materialista. Para explicitar los principios básicos de su tematización es necesario demostrar las tres determinaciones fundamentales del análisis lukacsiano del trabajo: modelo de las formas superiores, prioridad ontológica y abstracción aislante.
 
El poner teleológico como rasgo esencial de toda praxis humana
 
En las primeras páginas del capítulo “El Trabajo”, Lukács instruye de manera clara lo que entiende como categoría o complejo fundamente del ser social. Sus consideraciones de lo que aparecen tras la cita del famoso pasaje de El capital, en la que Marx determina los elementos constitutivos del trabajo: la finalidad, la investigación de los medios y la producción propiamente dicha. Lukács comenta el passaje del siguinte modo:
 
De esta manera, queda formulada la categoría ontológica central del trabajo: a través del trabajo, se realiza una posición teleológica dentro del ser material en cuanto surgimento de una nueva objetividad. Así el trabajo se convierte, por un lado, en modelo de toda práxis social en la medida en que en esta – aun cuando a través de mediaciones muy diversificadas – se realizan siempre posiciones teleológicas, en última instancia, de orden material. Naturalmente que           – según veremos luego – este carácter modélico del trabajo para la acción humana dentro de la sociedad, no debe ser exagerado en forma esquemática: precisamente en estas diferencias se revela que el trabajo puede servir de modelo para la comprensión de las otras posiciones teleológicas sociales, ya que el trabajo, de acuerdo con su ser, es la forma originaria (Urform) de estas posiciones (Lukács, 2004: 62).
 
La lectura apresurada este pasaje puede conducir a equívocos. Lo que se afirma en este momento no es el trabajo como categoría central, pero se revela cuál es la categoría central “del” trabajo; es decir: el poner teleológico. Viene así anunciada la determinación de lo que Lukács designa como modelo (Model), que no se confunde en modo alguno con la idea del trabajo como centralidad de toda práctica humana. El modelo significa que en esta primera praxis identificable del ser social ya se encuentra presente la caracterización más general de toda actividad humana, la de ser un poner teleológico. Sin embargo, se deben atender las advertencias en las que se condena cualquier acción de “exagerar de manera esquemática ese carácter de modelo del trabajo en relación al actuar humano en sociedad”. Si el trabajo ofrece los rasgos más generales de toda actividad humana, son en realidad las diferencias específicas que determinan la peculiaridad de cada actividad y no sus rasgos en común. El trabajo es el punto de partida del análisis, pues en él por primera vez surge el poner teleológico, él es la forma originaria de ese poner.
 
Para enfatizar aún más la naturaleza de las consideraciones de Lukács vale reportar otro importante passaje:
En realidad, sin embargo, el acto de poner el fin tiene génesis y función sociales bien concretas. Se deriva de las necesidades de los hombres, y no sólo de esas necesidades en su universalidad, sino de los deseos pronunciadamente particulares dirigidos a su satisfacción concreta; estas, las respectivas circunstancias concretas, los medios concretos y las posibilidades concretas socialmente disponibles es que determinan concretamente el propio poner del fin, y es obvio que el tipo de la selección de los medios, así como el de la realización, son posibilitados tanto como limitados por la totalidad de esas circunstancias. Sólo así la posición teleológica puede convertirse – tanto individual como genéricamente – en vehículo central del hombre; sólo así él comprueba ser la categoría elemental específica que diferencia cualitativamente el ser social de cualquier ser natural (Lukács, 2013: 370).
 
El final de la cita despeja cualquier duda sobre el contenido de las determinaciones lukácsianas, el cual vale la pena repetir para destacar su carácter conclusivo: “Sólo así el poner teleológico puede convertirse – tanto individual como genéricamente – en vehículo central del hombre; sólo así él comprueba ser la categoría elemental específica que diferencia cualitativamente el ser social de cualquier ser natural”. El poner teleológico es el “vehículo central del hombre”, la “categoría elemental específica” del ser social. Por lo tanto, si se quiere insistir en el tema de la centralidad, no es la centralidad del trabajo lo que aquí se afirma, sino el “poner teleológico” como la caracterización más general de toda actividad humana.
 
Iniciar por el análisis del trabajo se justifica por ser ese complejo el primer lugar donde podemos encontrar de manera clara y evidente el poner teleológico. Nos permite vislumbrar la forma más general de toda actividad del hombre, sea junto a la naturaleza, sea en las formas superiores de la praxis social. En líneas generales, la política, el arte, la filosofía, etc., son formas particulares del poner teleológico, pero solo pueden ser entendidas a partir de la especificidad de sus categorías y dinámicas. El análisis del trabajo permite comprender la forma más general de esa actividad, la identidad que esta guarda con las formas superiores. Cada una de esas formas sólo puede ser debidamente comprendida cuando se explicita la diferencia específica, o sea, las categorías y dinámicas propias de cada praxis social.
Vale, por lo tanto, acompañar, aunque de manera sintética, esos rasgos más generales analizados por Lukács en el complejo trabajo, para posteriormente demostrar la naturaleza específica del poner en las otras prácticas sociales.
 
El proceso de transformación de la naturaleza llevado a cabo por los hombres es una vía de doble mano: para imponer a la naturaleza determinados desdoblamientos de sus nexos causales con el fin de producir un objeto para la satisfacción de sus necesidades, el hombre debe someterse a sus leyes y a sus principios causales de movimiento. En la naturaleza el principio de la causalidad rige los movimientos bajo la égida de leyes insuprimibles que imponen como necesidad la sumisión a sus regulaciones y nexos. Pero ninguna intención del hombre se dirige a la rigidez fáctica de esas leyes, él descubre en la naturaleza la posibilidad de nuevas combinaciones. En la medida en que aprende de manera ideal la malla causal se vuelve capaz de transformarla, produce algo inusitado, que la naturaleza dejada a su propio movimiento jamás sería capaz de alcanzar. El elemento nuevo en esta nueva forma de objetividad humanamente producida es la unidad entre la finalidad, la previa ideación de los medios para la transformación y la correcta acción sobre los nexos causales de la materia natural. Estos tres elementos, cuyo desvelamiento se hizo posible por la descomposición analítica del trabajo, son factores distintos dentro de una unidad, elementos del complejo de categorías que constituye el trabajo. Es a ese compuesto categorial que Lukács designa como poner teleológico, donde se encuentran entrelazados tanto el telos proyectado idealmente por el hombre, como las posibilidades descubiertas en los elementos naturales. En este sentido, no es sólo la presencia en la conciencia de una finalidad específica, sino que implica la realización de los fines previamente establecidos.
 
Poner no significa, en este contexto, un mero elevar–a–consciencia, como en otras categorias,    –ante todo, en la de causalidad–, sino que la consciencia inicia, a través del acto de posición, un proceso real, precisamente el proceso teleológico. La posición tiene, pues, aquí un carácter inevitavelmente ontológico (Lukács, 2004: 63).
 
No se trata, por tanto, de “mera aspiración o simple deseo”; la posición teleológica consiste en el éxito de la actividad, en la producción real y concreta de dicha objetividad. En este aspecto, como advierte el propio autor, no puede existir una teleología sin la causalidad por la que se realiza. En suma, la actividad laborativa es comprendida como la acción consciente sobre el elemento natural, mediante la capacidad de reconocer las propiedades y los principios del movimiento de la legalidad de la naturaleza. Al aprender los nexos de la malla causal, al asumirlos en la conciencia por medio de la reproducción ideal, el hombre se vuelve capaz de transformar la materia natural y de producir, de ese modo, un objeto apto para satisfacer sus necesidades y carencias. El trabajo aparece, así, como la unidad del poner efectivo de un determinado producto y de la previa ideación de los nexos causales de la naturaleza, mediada y dirigida por la finalidad previamente establecida.
 
Cuando observamos las formas superiores de la práctica social, aunque éstas contengan los rasgos más generales aquí descritos, verificamos el predominio de posiciones teleológicas cualitativamente distintas de aquellas propias del trabajo. La diferencia consiste en el “objeto” o en la “materia” sobre la cual la finalidad pretende intervenir. Para destacar esta distinción, Lukács establece la diferencia entre posición teleológica primaria y posición teleológica secundaria. A diferencia de las posiciones primarias, las secundarias no son acciones dirigidas directamente a la actividad junto a la naturaleza. Las posiciones secundarias, inherentes a las formas superiores de la praxis humana, presentan como finalidad inmediata la intención de conducir a otros hombres a asumir determinados ideales y comportamientos ideados previamente por aquellos que buscan inducir la acción de otros. Mientras que la posición en el trabajo busca una acción directa sobre la naturaleza, las posiciones teleológicas secundarias se dirigen a la conciencia de los demás hombres y sólo en última instancia a una acción sobre la naturaleza. Para Lukács, en las formas posteriores, más evolucionadas de la praxis social, aparece además, en primer plano, el efecto sobre otros hombres, cuyo objeto es en última instancia – por cierto que solo en última instancia – una mediación para Ia producción de valores de uso. También aquí las posiciones teleológicas, y las series causales puestas, que han sido desencadenadas por tales posiciones, son el fundamento ontológico–estructural. El contenido esencial de la posición teleológica es, sin embargo, a partir de ahora –dicho en términos muy generales, muy abstractos– Ia tentativa para conseguir que un hombre (o un grupo de hombres) realice, por su parte, posiciones teleológicas concretas (Lukács, 2004: 103).
 
Aunque su génesis pueda ser identificada ya en la actividad junto a la naturaleza en el trabajo, con los desdoblamientos y con el surgimiento de las formas ulteriores de la práctica social se verifica la ampliación y la autonomización de las categorías y dinámicas intrínsecas al complejo originario así como el surgimiento de nuevas categorías que determinan la especificidad de las formas superiores. Estas últimas entran en acción y se realizan por medio de una creciente diferenciación con las formas originarias de la práctica social, creando un distanciamiento significativo en relación a la estructura genética de la posición teleológica presente en el trabajo. En este aspecto, la diferencia específica surgida en el curso de los desdoblamientos de la praxis social es la que proporciona los elementos para establecer la peculiaridad de cada actividad humana. Se puede hablar de la discontinuidad en la continuidad, pues las formas más complejas de la praxis humana (la política, por ejemplo) presentan, en general, los mismos rasgos más fundamentales presentes en el complejo genético; sin embargo, se suman a esos rasgos factores y categorías propias, que crean la estructura típica de una nueva forma de actividad, diferente del trabajo, pero continua en sus rasgos más elementales.
 
Si tomamos el ejemplo de la política – determinada como una posición teleológica secundaria – veremos la naturaleza más precisa de lo que aquí se afirma. Por medio de la comparación entre la política y la dinámica presente en el trabajo, Lukács aclara los aspectos más evidentes de las diferencias y de las igualdades:
 
La igualdad se basa en que tanto en el metabolismo con la naturaleza como en la influencia de las posiciones teleológicas de otras personas, la posición sólo puede hacerse efectiva cuando pone en marcha a las personas, a las fuerzas, etc., reales como su objeto intencional. Corresponde a la diferencia entre los dos tipos de posiciones teleológicas, el coeficiente de incertidumbre, como sabemos, no sólo es mucho mayor en el segundo grupo, sino también de una magnitud que revierte al plano cualitativo. Esta diferencia, sin embargo, no anula el fundamento ontológico común recién determinado: la necesidad de incidir en el ser. Sin embargo, esto es válido sólo dentro de ciertos límites, incluso en el metabolismo con la naturaleza: por un lado, uma posición jamás podrá ser efectuada con el conocimiento pleno y adecuado de todos los momentos de su surgimiento; por otro lado, esa exigencia se restringe siempre al fin inmediato del trabajo. Ahora bien, esta restricción hace aún más evidente el carácter cualitativo de la diferencia. No sólo el perímetro de lo no conocido es incomparablemente mayor en el caso de decisiones políticas, pero la peculiaridad cualitativa de la diferencia se expresa también en el hecho de que, en el metabolismo con la naturaleza, las legalidades fundamentales del objeto sólo pueden ser conocidas, mientras que el desarrollo social, justamente en virtud de esta exigencia, es capaz de producir a partir de sí mismo nuevas formas, nuevas legalidades (Lukács, 2013: 509s.).
 
En la forma originaria de la praxis social los nexos causales de la naturaleza se presentan de manera más directa e inmediata; en la esfera de la política el campo sobre el cual incide la acción se muestra más inconstante y con el “coeficiente de incertidumbre” mucho más amplio. Sin embargo, también en esa esfera la acción sobre una objetividad independiente de la conciencia del individuo se muestra como el elemento decisivo de la actividad. Se trata en ese caso, no de la objetividad de las leyes de la naturaleza, sino de la dinámica de la objetividad social. La conciencia necesita conocer los meandros de la malla causal de la sociabilidad si quiere conducir e intervenir sobre los procesos sociales en curso. En este aspecto, la política en Lukács no posee el carácter de un voluntarismo, es decir, de ningún modo corresponde al mero “empeño en intervenir en el campo de la política con absoluta desatención por las condiciones objetivas concretas” (Vedda, 2014: 278). Las ideas políticas incapaces de causar cambios o incidir en determinados rumbos de los procesos sociales son como el “vuelo de Ícaro” que caracterizan el antiguo sueño humano de volar, diría nuestro autor (Lukács, 2004: 73), o sea, meras vueltas, simples deseos, imposibilitados de realización en el mundo, incapaces de comprender las posibilidades objetivas para llevar a cabo la efectividad de sus fines. En suma, la praxis política implica de igual manera el posicionamiento de fines capaces de actuar sobre la realidad social, aspecto que se viabiliza sólo por la eficacia de poner en movimiento la malla causal característica de los procesos sociales.
 
Guardadas las debidas diferencias – de extrema importancia, vale enfatizar – la misma relación general entre lo ideal y lo real se encuentra presente en ese campo más complejo de la praxis humana. En este último, sin embargo, tiene lugar la elevación de la complejidad, surgen modificaciones importantes y decisivas, haciendo de la praxis política algo fundamentalmente distinto de la forma originaria. De este modo, las categorías del complejo trabajo son incapaces de explicar, por sí mismas, la política. Esta debe ser entendida por las diferencias con la forma originaria. Basta referir las categorías eficacia y duración como principios decisivos de la práctica política, además de las importantes consideraciones hechas por Lukács en su Ontología sobre la presencia preponderante del factor subjetivo en ese campo. Aún aquí se plantea el tránsito entre subjetividad y objetividad, pero la relación dialéctica entre las dos dimensiones toma un aire de mayor complejidad, que hacen del análisis de las políticas un campo propio de reflexiones, ya que su estructura específica es de una naturaleza esencialmente distinta a la del trabajo.
 
En suma, para Lukács, se trata de demostrar la relación ineliminable entre los dos planos de las actividades humanas, o sea, la relación dialéctica entre lo real y lo ideal. Esto no es, en modo alguno, explicado por medio de una aplicación directa e inmediatista del trabajo como la fuente de la cual se derivan las formas superiores de la práctica social; a diferencia de tal tesis, el trabajo contiene en términos generales el modelo por medio del cual podemos vislumbrar la misma relación entre lo real y lo ideal en las formas superiores de la práctica social.
 
El propio Lukács enfatiza que esos elementos más generales funcionan como aquello que Marx determina como “abstracción razonable”. El tema es desarrollado por Marx en la Introdución de ‘57 (Grundrisse). Marx trata de la cuestión cuando se toman consideraciones sobre el sentido correcto de hablar de “producción en general”. Para el pensador alemán, “no existe producción en general”, se trata en realidad de una abstracción por medio de la cual se sintetizan los rasgos más generales de determinada categoría, o sea, son aprehendidos por medio de esa abstracción los elementos continuos en el proceso concreto de su desdoblamiento histórico. Es en realidad una abstracción que promueve la generalización, cuya función principal es destacar los elementos de “continuidad del propio proceso real”. Sin embargo, tal procedimiento abstracto tiene sus límites:
 
Sin ellas no podría concebirse ninguna producción, pues sui los idiomas más evolucionados tienen eyes y determinaciones que son comunes a los menos desarrollados, lo que constituye su desarrollo es precisamente aquello que los diferencia de estos elementos generales y comunes. Las determinaciones que valen para la producción em general son precisamente as que deben ser separadas, a fin de que no se olvide la diferencia esencial por atender sólo a la unidad, la cual se desprende ya del hecho de que el sujeto, la humanidad, y el objeto, la naturaleza, son los mismos (Marx, 2007:5).
 
 La abstracción razonable “ahorra y fija el elemento común, ahorrándonos así de la repetición”. Sin embargo se hace necesario para la determinación específica de la realización histórica de la categoría analizada la intensificación analítica por medio de la cual se ponen en evidencia las formas peculiares de su realización. En otros términos, el efectivo análisis de la producción exige la intensificación del análisis, instante en que las diferencias específicas enfrentan los rasgos universales explicitados por las abstracciones razonables, revelando la naturaleza efectiva de su desdoblamiento histórico. Conforme advierte Marx, “ese Universal, o el común aislado por comparación, es él mismo algo multiplicadamente articulado, escindido en diferentes determinaciones” (Marx, 2011: 41).
 
Así también sucede con el análisis de las formas específicas de la práctica social. Parafraseando el dicho de Lukács en relación a su tratamiento de la dimensión estética, que define sus investigaciones estéticas por medio de la tarea de describir “la posición del principio estético en el marco de las actividades espirituales del hombre” (Abendroth y otros, 1969: 12), se trata de determinar el lugar específico y la particularidad de las formas superiores de la práctica social en el marco más general de las actividades más desdobladas y complejas del ser social.
 
Un análisis similar podría ser realizado en relación con el arte como posición telelógica. La complejidad del tema nos impide delimitar con mayor precisión la naturaleza de las cuestiones estéticas. Se trata, por lo tanto, de llamar la atención sobre las diferencias más evidentes entre la posición teleológica del trabajo y la posición en la estética. Como indicativo, cabe referir un pasaje de su obra anterior a la Ontología, donde determinaciones muy próximas a estas están presentes:
 
La entrega incondicional a la realidad y el apasionado deseo de superarla van juntos, pues el deseo en cuestión no pretende imponer un «ideal» —cualquiera que sea la presunta procedente de éste—, sino destacar rasgos de la realidad que en sí son intrínsecos a ésta, en los cuales se hace visible la adecuación de la naturaleza al hombre y se superan la extrañeza y la indiferencia respecto del ser humano, sin afectar por ello a la objetividad natural y aún menos querer aniquilarla. (...) La unidad de ese acto es un nivel más espiritual y más consciente que trabajo mismo, en el cual la teleología que trasforma el objeto del trabajo resulta inseparable de la captación de los secretos de la materia dada. Pero mientras que en el trabajo se trata de una relación puramente práctica entre el sujeto y la realidad objetiva, razón por la cual la unidad del acto no es más que el principio coordinador del proceso del trabajo y por eso pierde su significación al consumarse ese proceso y no la consigue de nuevo sino más tarde, en cambio, esa unidad cobra en el arte una objetivación propia; tanto el acto mismo cuanto la necesidad social que lo suscita tienden a esa captación, fijación, eternización de la relación del hombre con la realidad, a la creación de una coseidad objetivada en la cual se encarne la unidad sensible y significativa, evocadora de dicha impresión (Lukács, 1967ª:227).
 
Al subrayar el aspecto común de todas las posiciones teleológicas, demarca el fondo insuprimible de la relación entre subjetividad y objetividad. Sin embargo, la objetividad en cuestión, en cada uno de esas posiciones, posee aspectos propios; la forma de esa interrelación entre lo subjetivo y lo objetivo prescribe la naturaleza peculiar de cada praxis social. Por eso Lukács añade en la secuencia el hecho de que en el arte ocurre “la intensificación simultánea de la subjetividad y de la objetividad por encima del nivel de la cotidianidad” (Lukács, 1967ª: 227). Según el pensador húngaro, “esta objetividad tiene en cierto sentido una estrutura distinta de la desantropomorfizadora que se da en la ciencia y de la de los fenómenos de la vida cotidiana que preparan la objetividad de la ciencia (ante todo, el trabajo)” (Lukács, 1967ª: 228).
 
En términos concluyentes y bastante claros, en La peculiaridad de lo estética se verifica la demarcación de las diferencias entre la posición estética y la posición teleológica presente en el trabajo, demarcando la imposibilidad de deducir por vías directas la primera a partir de la segunda:
 
En otros contextos – por última vez al estudiar el sistema de señalización 1' – hemos indicado que aunque el trabajo (sus formas sociales, las relaciones por él mediadas con la naturaleza, con los semejantes, etc.) es fundamental para el ser social de los hombres, se constituyen sobre ese fundamento (Boden)[2] relaciones entre los hombres, necesidades, medios para satisfacerlas, etc., que manifiestan una estructura más complicada que la de las relaciones fundamentales de trabajo mismas, y para cuyo conocimiento, por lo tanto, aunque las relaciones de trabajo dan la base, no puede precederse por deducción directa a partir de ellas (...)[3] (Lukács, 1967b: 217).
 
Resulta necesario insistir: no se pueden deducir las relaciones sociales más complejas a partir del complejo categorial del trabajo, pues en las formas superiores de la sociabilidad los rasgos más generales de la posición teleológica se encuentran sobredeterminados, sobreconformados, por la mediación de nuevas categorias; estas surgen en el curso del desarrollo del ser social, dando a estos nuevos complejos de la praxis contornos completamente distintos de las formas anteriores. Las relaciones sociales establecidas entre los hombres, las formas de la actividad estética, moral, etc., forman un conjunto mucho más complejo que el presente en el complejo trabajo.
 
El pasaje arriba citado de la Estética abre las puertas para la identificación de otra cuestión crucial en las determinaciones de Lukács: la determinación del trabajo como base de las formas superiores de la práctica social implica la comprensión de los principios ontológicos fundamentales extraídos por Lukács de la obra marxiana, es decir, el momento preponderante y la prioridad ontológica.
 
El trabajo como prioridad ontológica
 
A lo largo de su Ontología, y en particular en el capítulo “Los principios ontológicos fundamentales de Marx”, Lukács advierte que las relaciones entre las categorías en el interior de los complejos comprenden “no sólo la coordinación paritaria, sino también sobreordenación y subordinación” (Lukács, 2012: 307). La coordinación paritaria significa que los elementos del complejo encuentran la determinación de la reflexión dentro de la unidad. La sobreordenación confiere el reconocimiento de papel preponderante de dichas categorías en el interior del complejo, que subordina otras categorías y les da la directriz decisiva en la conducción del proceso. Esto significa que las relaciones existentes entre categorías no son del mismo orden, relevancia y grado. En cuanto a la sobreordenación, podemos decir que tiene un doble carácter: dicha categoría puede aparecer como el elemento más decisivo en la conducción del proceso y de la dinámica del complejo (fator preponderante), o incluso como un elemento que actúa como presupuesto necesario para la existencia de otras categorías (prioridad ontológica).
 
En cuanto al segundo principio, podemos decir que su carácter de presupuesto necesario confiere a ese elemento la prioridad ontológica sobre los otros elementos que sólo pueden existir apoyados sobre éste. Su determinación consiste en la demarcación del orden de las prioridades entre las categorias; en palabras de Lukács, al hecho ontológico decisivo según el cual “la primera puede existir sin la segunda, mientras que lo inverso es ontológicamente imposible”. Afirmar eso es decir algo similar a la tesis materialista según la cual “el ser tiene la prioridad ontológica en relación a la conciencia” (Lukács, 2012: 307).
 
Son varios los ejemplos donde se puede aplicar ese principio ontológico decisivo. Lukács demuestra a este respecto la prioridad que la naturaleza inorgánica posee sobre la naturaleza orgánica (todo ser vivo no puede prescindir de la relación con los seres inorgánicos – relación de la planta con los nutrientes del suelo, con el sol, etc. –), así como a ambas formas del ser – inorgánico y orgánico – asumen la condición de presupuesto para la existencia del ser social. Los seres inorgánicos pueden existir sin los seres orgánicos, pero lo contrario no puede suceder. Lo mismo se puede decir en relación al ser social, que no puede prescindir de otras formas del ser que aparecen ante él como prioridad ontológica.
 
En suma, verificamos que las categorías de la esfera del ser inorgánico constituyen la base necesaria para el desdoblamiento de la reproducción de las formas de ser inmediatamente superiores. Sin esa base, las formas más elevadas del ser no podrían realizarse. Sin embargo, esta condición de prioridad ontológica que se puede atribuir a los complejos inferiores no constituye el elemento decisivo de la dinámica de desarrollo de las formas superiores del ser. En estas últimas, el devenir histórico de sus desdoblamientos vienen siempre acompañados de otras categorías y complejos que, además de constituir la especificidad de la nueva forma del ser – la diferencia específica –, determinan de modo preponderante la coordinación y la orientación de su proceso de reproducción y de desarrollo. La tendencia que rige de manera decisiva los desdoblamientos de las formas del ser está marcada por la subsunción de las propiedades y atributos de los grados inferiores a los más complejos y evolucionados[4].
 
De este modo, las categorías de los grados inferiores, cuando retornan en los grados superiores, son asimiladas y alzadas a un nuevo nivel, configurando en la nueva escala del ser un elemento articulado en el interior del complejo, soportando de este modo la “supraconfiguración” y la “supraconstrucción”. Es suficiente pensar, para entender estas determinaciones, en la sexualidad (seducción) y en la nutrición (culinaria) humanas que asumen en el ser social carácter completamente distinto de los procesos presentes en los seres de la naturaleza orgánica – en otras palabras, las necesidades biológicas adquieren en el hombre carácter eminentemente social, sin nunca abandonar en definitiva la base biológica sobre la cual siempre se apoya. El momento preponderante son las categorías específicamente sociales que dictan las directrices del devenir hombre del hombre (Fortes, 2013: 38).
 
Por lo tanto, si la constitución biológica constituye la prioridad ontológica, el supuesto ineliminable para la existencia del ser social, el desarrollo de esta forma del ser contiene, como factor preponderante, las categorías que les son peculiares, aquellas categorías que determinan la diferencia específica con las formas del ser inmediatamente anteriores.
 
Retomando el análisis del trabajo, tema central de nuestra reflexión, vemos cómo ese complejo posee igualmente el mismo carácter de prioridad ontológica para otros elementos del ser social surgidos en las formas superiores de la práctica social. Estas consideraciones se ponen a la luz a través del análisis del valor y del valor de uso emprendido por Lukács en el capítulo de su Ontología destinado a Marx. Vale recordar la advertencia de Lukács según la cual la consideración abstracta del trabajo lo toma como una actividad esencialmente productora de valor de uso. En la forma originaria del trabajo no se encuentra todavía presente el “valor”. Este último es el resultado del desdoblamiento histórico, es una categoría específica de la sociabilidad capitalista.
 
Como se menciono en otra ocasión, esta relación se muestra de la siguiente manera:
El valor de uso demarca la relación necesaria del hombre con la naturaleza; el hombre necesita producir los medios de su existencia y bajo este aspecto cualquier sociedad necesariamente presenta dinámicas particulares que siempre se procesan sobre esta base. La prioridad ontológica es atribuida a la relación necesaria entre el hombre y la naturaleza como forma de producción y reproducción de la propia vida, o sea, la categoría social valor sólo se efectúa en el acto de la reproducción que implica necesariamente la relación entre el hombre y la naturaleza, expresa de forma más inmediata en la categoría valor de uso. Se trata, pues, de una realización que no puede prescindir de la anterioridad de las realizaciones materiales, pero que presenta como directriz preponderante del proceso de desarrollo del ser social la categoría valor. El valor, determinado como fator preponderante de la esfera económica en la forma peculiar de la sociabilidad del capital, surge apoyado sobre el valor de uso, posee esta base como su presupuesto, pero se convierte en el interior de las relaciones humanas la categoría decisiva, originan las directrices sobre las cuales se encuentran enmarañados los elementos que dinamizan el curso del proceso social (Fortes, 2013: 153).
 
En cuanto a la sociabilidad, el curso tendencial de sus desdoblamientos, tenemos primacía de la categoría valor, que actúa como el elemento preponderante de la dinámica societaria capitalista. Sin embargo, el presupuesto de su existencia es el valor de uso, o sea, el valor necesita necesariamente erigirse sobre una objetividad producida mediante el trabajo. El valor se determina como “categoría social pura”. Es el producto exclusivo de las relaciones sociales que los hombres establecen entre sí, pues en ellas no existe un resquicio ni siquiera de naturalidad. Bastaría recordar la afirmación del propio Marx según la cual “hasta el momento presente, ningún químico descubrió valor de cambio en perlas o diamantes” (Marx, 1968: 23, 52). Esto no pone el valor como una ilusión, o simple efecto de perspectiva asumida por la conciencia de los hombres. El valor es una forma objetiva de objetividad social. Según las afirmaciones de Marx, es una categoría sensible–suprassensible. El valor es una forma de la relación social que se cosifica pegando en el cuerpo de la mercancía la calidad propia del producto social de interacción. El valor no se pone, por lo tanto, en la conciencia de los hombres, sino que constituye parte del propio objeto sobre el que imprime su característica específica.
 
Se convierte en atributo de la propia cosa[5].
Para comprender el carácter objetivo del valor es preciso [e]levarse por encima de esa primitiva intuición de la realidad que simplemente reconoce la materialidad en tanto que cosa (Dinghaftigkeit), sí, como ser objetivo y todas las demás formas de objevitidad (relaciones, proporciones, etc.), así como todos los produtos inmediatos del pensamento, reflejos aparentes de la realidad (abstracciones, etc.) los atribuye a una actividad presuntamente autónoma de la consciencia (Lukács, 2007: 100).
 
En ese sentido las relaciones entre los hombres asumen el carácter de relaciones objetivas, o sea, las relaciones son también elementos materiales concretamente existentes en la realidad. Es una objetividad social creada por relaciones establecidas entre los hombres en el acto de su reproducción material en la sociedad.
De este modo, el valor no se plantea como derivación directa de las categorías propias del complejo del trabajo, sino que pasa a existir en el ámbito del trabajo sobredeterminado, en el contexto de sus interacciones con los otros complejos de la totalidad social (en este caso, específicamente, la reproducción característica del modo de producción capitalista).
 
En síntesis, considerando los indicativos del propio texto lukacsiano, la distinción más plausible entre ambos principios es tomar la prioridad ontológica como la afirmación de la anterioridad de la existencia de determinados complejos o categorías como base necesaria para la existencia de otros complejos (la categoría valor de uso como presupuesto del valor), y el factor preponderante como correspondiente a la primacía de determinada categoría en la dinámica interna de los complejos (el valor como el eslabón tónico de la articulación categorial de la esfera productiva).
István Mészáros se aproxima mucho a estas determinaciones al tratar de las nociones de “mediación de primer orden” y “mediación de segundo orden”. Sus observaciones nos ayudan a comprender la naturaleza del problema abordado por Lukács. El conjunto de las categorías y determinaciones inherentes al complejo trabajo se entienden como mediaciones de primer orden. En el trabajo alienado discutido por Marx en los Manuscritos Económico–filosóficos manifiesta el segundo orden de esas mediaciones. Según Mészáros, lo que Marx combate como alienación no es la mediación en general, sino una serie de mediaciones de segundo orden (propiedad privada – intercambio – división del trabajo), una “mediación de la mediación”, es decir, una mediación históricamente específica de la automediación ontológicamente fundamental del hombre con la naturaleza. Esta “mediación de segundo orden” sólo puede nacer con base en la ontológicamente necesaria “mediación de primer orden” – como la forma específica, alienada, de esta última, pero la propia “mediación de primer orden” – la actividad productiva como tal – (volveremos pronto a esa problemática en sus dos aspectos –es decir, tanto a la “mediación de primer orden” como a la “mediación de la mediación” enajenada) (Mészáros: 1981, 74).
 
Son elementos provenientes de complejos parciales distintos de la totalidad social, que confluyen en una unidad, confiriendo determinaciones diversas de las existentes en el trabajo en su forma originaria. El trabajo extrañado es la unidad de los factores determinantes de primer orden y de segundo orden. Estos últimos se realizan necesariamente sobre esa base. El sentido puesto en evidencia es el trabajo como prioridad ontológica, que en las formas superiores de la sociabilidad es sobredeterminado, sobreconformado por la totalidad del proceso social.
 
Las elucidaciones de ambos principios ontológicos guardan fuerte relación con la tercera determinación fundamental del análisis lukacsiano del trabajo: abstracción aislante.
 
El análisis del trabajo como abstracción aislante
 
La determinación de la génesis del ser social, la explicitación del trabajo como forma originaria de toda praxis del ser social, guarda fuerte relación con la estructura expositiva de la segunda parte de su obra. Es importante recordar que la composición del segundo tomo está constituida por cuatro capítulos – “El trabajo”, “La reproducción”, “El ideal y la ideologia” y “La alienación” – y recibe el título: El complejo de problemas más importantes del ser social. Tal división en capítulos significa que el ser social debe ser entendido como un complejo de complejos. El modo de la exposición trazado en su ontología propone analizar cada uno de esos complejos abordando el creciente grado de complejidad que lleva de una totalidad parcial a otra, demarcando las nuevas categorías y dinámicas que surgen en cada uno de esos campos específicos de la práctica social. El capítulo “El trabajo” constituye el inicio del análisis, la demostración del complejo originario del ser social. Pero sólo la determinación de la génesis no basta. En este aspecto, la ontología del ser social no puede prescindir de los otros complejos, ya que en cuanto a las determinaciones posteriores que vienen con los otros complejos de esa forma del ser, son igualmente decisivos para la comprensión de la amplia dimensión de las actividades y del ser del hombre. Este aspecto nos permite afirmar que el entendimiento de la Ontología comprende la lectura de la totalidad de su obra, pues varias categorías decisivas, ni siquiera mencionadas en los primeros capítulos, se ponen en evidencia con el transcurso del desdoblamiento de sus reflexiones, o sea, con la intensificación analítica de las múltiples dinámicas y complejas del ser social.[6]
 
Estas consideraciones remiten de manera directa al modo en que Lukács comprende el problema del procedimiento investigativo y de la forma expositiva presente en las obras de Marx. La forma de la exposición de su libro acompaña el modo en que Marx teje el “edificio conceptual de El capital”. Conforme afirma el propio autor, “es, pues, una abstracción sui generis la que aquí realizamos; en el plano metodológico, es de carácter similar a aquellas abstracciones que hemos tratado detalladamente en el análisis de la estructura especulativa de El capital de Marx” (Lukács: 2004: 59). De este modo, para entender el carácter de las abstracciones promovidas por Lukács en el capítulo inicial de su obra, debemos referirnos a la consideración del problema de las investigaciones en Marx.
 
Para resolver la questión, es preciso, pues, retomar el método marxiano de los dos caminhos (ya analizado por nosotros), decomponer el nuevo complejo del ser, en primer lugar, en forma analítico–abstrativa, a fin de poder retornar (o avanzar) –basándonos en un fundamento obtenido por este médio– al complejo de ser social como un complejo no solo dado y, por ende, meramente representado, sino también concedido en su totalidade real (Lukács, 2004: 55s.).
 
En el capítulo “Los principios ontológicos fundamentales de Marx”, Lukács se centra en el problema de la determinación del método investigativo marxiano. Su preocupación implica desde la evaluación del papel de las abstracciones en el trabajo de investigación de las categorías de la economía hasta el modo peculiar de la exposición de estas en el interior de su obra El capital.
En El capital, podemos verificar todo el movimiento identificado como el camino que lleva a aquello que se designa como abstracciones aislantes, hasta el viaje de retorno a las categorías que se encuentran en las capas más superficiales de las relaciones sociales.
 
Si intentamos determinar de manera muy general los principios de construcción (El capital), podemos decir como introduccíon, que se trata de un proceso de abstracción ampliamente planteado, en tanto que punto de arranque a partir del qual, por la resolución de las abstracciones, metodológicamente insoslayables, progressivamente se da acceso a la aprehensión pensada de la totalidade, en su concreción claramente articulada (Lukács, 2007: 94).
Em referencia directa a la forma expositiva de El Capital, Lukács demuestra cómo la construcción marxiana de la estructura de su obra prescribe los principios fundamentales del procedimiento investigativo y del modo de exposición por él discutidos. La exposición de Marx parte de la abstracción sui generis para, de manera siempre intensificada, traer al interior del análisis otros elementos del complejo de la realidad, recomponiendo en el pensamiento las articulaciones de categorías concretas existentes, hasta finalmente dar con los elementos más relevantes de la sociedad – en el caso en cuestión, de la totalidad de los procesos de la reproducción económica en la sociabilidad del capital.
 
Basta pensar que el inicio de la obra marxiana se centra en el análisis de la mercancía como unidad más elemental del proceso de producción capitalista y a partir de ahí desarrolla el desvelamiento de la teoría del valor. De la determinación del valor como peculiaridad de la sociedad capitalista hasta la reposición de las categorías más superficiales de la sociabilidad del capital, se recorre un camino que va desde la abstracción aislante – la mercancía, el valor, tomado como elemento central del análisis –, hasta culminar en el manuscrito inacabado sobre las clases, en el libro III, en el que se tienen en cuenta las formas concretas más inmediatas de la expresión societaria de las diversas clases existentes. En este sentido, Lukács considera que no obstante la total evidencia efectiva, para Marx se trata de una abstracción, como lo muestra la propia estructura completa de la obra. Su composición consiste precisamente en introducir continuamente nuevos elementos y tendencias ontológicas en el mundo reproducido inicialmente sobre la base de esa abstracción; consiste en revelar científicamente las nuevas categorías, tendencias y conexiones surgidas de ese modo, hasta el momento en que tenemos ante nosotros y comprendemos la totalidad de la economía como centro motor primario del ser social. El paso inmediatamente sucesivo conduce al propio proceso como un todo, visto inicialmente en su generalidad (Lukács, 2012: 302s.).
 
Si recordamos aquí las primeras líneas del manuscrito del libro III de El capital, veremos que es el propio Marx quien explicita de manera clara la estructura general de su obra, al destacar la forma de la exposición asumida en su libro. Este inicia por la explicitación del proceso de la producción capitalista tomado en sí mismo (separadamente de aquello que él refiere como influencias secundarias), prosigue en su curso analítico por medio de la intensificación gradual de los diversos niveles de complejidad de la economía – elucidación de la génesis de otras categorías y procesos (la circulación), hasta la aclaración detallada del modo en que la economía aparece en la superficie de la sociedad, como se percibe inmediatamente.
 
En el primer libro investigamos los fenómenos que el proceso de producción capitalista, tomado en sí mismo, presenta como proceso de producción inmediata, abstrayendo aún de todas las influencias secundarias de circunstancias a este extrañas. Pero este proceso de producción inmediata no agota el curso de la existencia del capital. Este, en el mundo de la realidad, viene completado por el proceso de circulación, el cual constituye objeto de investigación del segundo libro. En la tercera sección que trata del proceso de la circulación como mediación del proceso de reproducción social, el proceso de producción capitalista, considerado como un todo, es unidad de los procesos de producción y de circulación. No se trata en este tercer libro de exponer reflexiones generales sobre esta unidad. Se trata mucho más de descubrir y exponer las formas concretas del proceso de movimiento del capital, considerado como un todo. En su momento real, los capitales se enfrentan en estas formas concretas; en relación a ellas, tanto la figura del capital del proceso inmediato de la producción como la figura del proceso de circulación aparecen solamente como momentos particulares. La conformación del capital, que desarrollamos en este libro, se avecina gradualmente de las formas en que éstas se presentan en la superficie de la sociedad, en las acciones de los diversos capitales unos con otros, en la competencia y en la conciencia común de los propios agentes de la producción (Marx, 1968: 25, 33).
 
Los tres momentos de la investigación descritos directamente por el pensador alemán expresan los grados diferentes de la forma expositiva de su obra. El Libro I, primer momento de su exposición, pone en el centro del análisis sólo el proceso de producción capitalista abstrayendo de manera provisional toda “influencia secundaria”, “extraña” a este momento específico. Tal procedimiento pretende descomponer de la manera más precisa posible los elementos peculiares de ese complejo parcial de la economía. Describir sus meandros internos de la manera más precisa posible, identificando sus categorías y la forma en que se articulan en el interior de esa totalidad parcial. El libro II pone en marcha la disolución de las abstracciones iniciales. El estudio del proceso de la circulación intensifica el análisis, y lo aproxima de manera paulatina a las formas más concretas de la totalidad de las dinámicas económicas (basta mencionar que las relaciones de producción son pensadas en ese momento como una unidad con el proceso de circulación, aspecto que no había sido tratado en el Libro I). El libro III tiene por objetivo “exponer las formas concretas del proceso de movimiento del capital considerado como un todo”. En posesión del desvelamiento de las principales tendencias inherentes a la sociabilidad del capital, sus categorias, sus complejos debidamente analizados y problematizados, es posible emprender la elucidación de las más inmediatas manifestaciones de la sociabilidad, revelando de ese modo su articulación con los determinantes más decisivos de los procesos sociales. Todo el camino emprendido evita incurrir en el riesgo de tomar las formas fenoménicas más inmediatas como datos esenciales, perennes y naturales de la propia sociedad. Aspecto usual en varios economistas criticados por Marx. En ese sentido, como afirma el pensador alemán, “toda ciencia sería innecesaria si el fenómeno y la esencia coincidían inmediatamente” (Marx, 1968: 25, 825).
 
Para Lukács en estos pasajes se anuncia de manera clara el proceso de la abstracción aislante hasta la última disolución de las abstracciones emprendida en los dos libros anteriores:
En todo caso, este es el problema de la tercera parte: dentro del concebido curso circular conjunto, investigar las leyes que regulan los actos económicos singulares, no sólo por sí sino en el marco del conocido proceso conjunto. El efecto de los actos singulares que ontológicamente modifica as categorías en el proceso conjunto, tiene no obstante dos presupuestos histórico–reales: primero el crecimiento de las fuerzas productivas con su consecuencia de disminución del valor; segundo, la amplia posibilidad para el capital de ser arrojado de un dominio a outro. Los dos presuponen un nível de desarrollo relativamente alto de la producción social, lo que de nuevo indica que las categorías económicas en sus formas puras y más desarrolladas exigen una más amplia existencia en el funcionamento del ser social, es decir que su despliegue categorial, as superación categorial de los límites naturales es un resultado del dessarrollo histórico–social (Lukács, 2007: 114).
 
Lukács refiere al doble camino necesario para la correcta exposición y aprehensión de las categorías y de los complejos constitutivos de la realidad. Como he comentado en otro momento, en Lukács, [e]l proceso de formación ideal de las categorías consiste en la aprehensión de los rasgos generales de elementos concretamente existentes en determinados complejos de la forma de ser analizada. Se abre en este primer movimiento de análisis el complejo de interacciones de la categoria –tales como sus determinaciones y peculiaridades históricas, sociales, de circunstancia, etc.– enfocando la atención en los atributos más generales y preponderantes de tal elemento o complejo parcial de elementos. El trabajo inicial de análisis impone la descomposición de los elementos de la realidad a través de las aquí designadas abstracciones aislantes. Ellas son los instrumentos abstractos que permiten la aproximación más cuidadosa de las efectivas categorías del complejo estudiado. Entendidas por medio de estas determinaciones, las categorías representadas en el pensamiento no aparecen definidas como conceptos formulados teóricamente o definiciones hipotéticas tomados como puntos de partida del conocimiento; por el contrario, son determinaciones, a pesar de generales y aisladas, provenientes de la propia materia estudiada. Las categorías figuradas en el pensamiento son “complejos de los procesos del ser”, expresan idealmente rasgos efectivos de “complejos totales” puestos en destaque por el trabajo de aislamiento abstracto. Son, sin duda, figuras generales constituidas por el tratamiento abstracto, pero esto no significa que sean creaciones o productos unilaterales del pensamiento. Este camino lleva del concreto inmediato hasta la síntesis abstracta y aún “enrarecida” de elementos de la totalidad (Fortes: 2013, 139).
 
El tratamiento analítico no se ve encerrado al concluir ese primer movimiento investigativo puesto por el recorrido del aislamiento abstracto. El primer paso delineado por la abstracción aislante constituye solo el movimiento inicial por medio del cual se busca aprehender en la realidad los elementos más generales allí presentes, sin determinar aún en ese primer momento la forma efectiva de su interacción con los otros complejos y categorías totalidad. El “viaje de retorno”, expresión usada por el propio Marx en los Grundrisse, da inicio al movimiento de especificación trayendo hacia el interior del análisis los nexos reales y  ampliando la investigación para abordar toda la gama de complejidad realidad. De ese modo, el pensamiento busca abarcar de la manera más precisa posible la figuración ideal de la riqueza de determinaciones y relaciones de la realidad. En la comprensión de Marx, la culminación de ese proceso de aprehensión ideal, el concreto –en términos lukacsianos sería la totalidad – “aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida y, por consiguiente, también el punto de partida de la visión inmediata y de la representación” (Marx, 2008: 21).
 
El procedimiento de recorrer el camino que lleva de las abstracciones aislantes hasta la necesaria disolución de las abstracciones corresponde a la estructura expositiva asumida por Lukács en su obra. El complejo trabajo aparece analizado aisladamente con el fin de explicitar y determinar los meandros internos de ese complejo parcial del ser social. Su descomposición analítica es el instante inicial de la reflexión; una vez concluida, debe necesariamente ser puesta en discusión junto con su interacción ineliminable con los otros complejos de esa forma de ser. El movimiento descrito por el análisis de los complejos del ser social conduce de la investigación del trabajo hasta la consideración de las alienaciones presentes en la sociabilidad del capital. En el último capítulo, las abstracciones son deshechas, aproximando el análisis de las condiciones reales del hombre en la contemporaneidad, sus conflictos y principales problemas planteados en la dimensión inmediata de la vida cotidiana. Todo el recorrido es necesario precisamente para evitar cometer los mismos equívocos de Heidegger: tomar los procesos de alienación como “condition humaine absoluta e inmutablemente dada” (Lukács, 2012: 84), propia del ser del hombre, descuidando así su auténtico carácter histórico. La historicidad del fenómeno de la alienación sólo puede ser demostrada después de recorrer todo el curso del devenir hombre del hombre, demostrando en sus fundamentos al hombre como un ser que se autoproduce, incluso en los procesos societarios de la destitución de la humanidad del hombre.
 
El primer capítulo constituye el análisis que tuvo en cuenta sólo el complejo trabajo, y deja provisionalmente de lado los otros complejos de la práctica social. En ese sentido, se realiza el análisis, de manera consciente, por separado de la forma originaria de la práctica social, por medio de la abstracción analítica del complejo trabajo. La advertencia para este aspecto se torna evidente ya en las primeras páginas del capítulo inicial:
Es, pues, una abstracción sui generis a que aquí realizamos; en el plano metodológico, 3s de carácter similar a aquellas abstracciones que hemos tratado detalladamente en el análisis de la estructura especulativa de El capital de Marx. Su primera resolución (Auflösung: dissolucion) tiene lugar ya en el segundo capítulo, en la investigación del proceso de reproducción del ser social. De ahí que, tal como sucede en Marx, esta forma de abstracción no signifique que se hacen desaparecer problemas de este tipo – por cierto, de manera provisória –, sino tan solo que ellos aparecen aquí, en cierta medida, solo al margen, en el horizonte, y su indagación apropiada, concreta y total queda reservada para los estádios más desarrollados de la consideración. Esos problemas solo se exponen provisoriamente a la luz del día en la medida en que se rclacionan imediatamente con el trabajo –concebido en forma abstractiva–, en la medida em que son derivaciones ontológicas de este (Lukács, 2004: 59).
 
En el primer párrafo que abre el segundo capítulo de su Ontología, “La reproducción”, Lukács retoma el problema de la abstracción analítica que caracterizó su investigación del trabajo en el primer capítulo, demarcando el “lugar correcto” de ese complejo en el interior de la totalidad del ser social:
En el capítulo anterior, resaltamos que con el análisis del trabajo como tal se efectuó una abstracción bastante amplia. En efecto, el trabajo como categoría desdoblada del ser social sólo puede alcanzar su verdadera y adecuada existencia en el marco de un complejo social procesal y que se reproduce procesalmente. Por otro lado, esa abstracción fue inevitable, ya que el trabajo es de importancia fundamental para la peculiaridad del ser social y fundante de todas sus determinaciones. Por eso mismo, todo fenómeno social presupone, de modo inmediato o mediato, eventualmente hasta remotamente mediato, el trabajo con todas sus consecuencias ontológicas. De esa situación ambigua se produjo que, en muchos puntos, a pesar de la abstracción metodológicamente necesaria, nuestro análisis del trabajo tuviera que ir más allá o al menos apuntar más allá del trabajo aislado en términos artificialmente abstractos. Es sólo con base en esas investigaciones que estamos ahora en condiciones de examinar el trabajo como base ontológica del ser social en su lugar correcto, en el contexto de la totalidad social, en la interrelación de aquellos complejos de cuyas acciones y reacciones surge y se afirma el trabajo (Lukács, 2013: 159).
 
La insistencia en advertir las posibles desviaciones o consideraciones que descuidan el carácter abstracto de sus reflexiones iniciales es frecuente en el texto de Lukács, como demuestran pasajes aquí reproducidos. No se pueden generalizar las determinaciones derivadas del análisis del trabajo transponiéndolas de manera inmediata a las otras instancias del ser social. El “lugar correcto” de ese complejo presupone su interrelación con los otros complejos del ser social, de modo que el trabajo solo puede afirmarse, en sus “acciones y reacciones”, en el contexto de la “totalidad social”. Por lo tanto, decir que “todo fenómeno social presupone (...) el trabajo con todas sus consecuencias ontológicas” (Lukács, 2013: 159), no es en absoluto atribuir a esa categoría un determinismo unívoco de todas las otras esferas y dimensiones de la praxis social, mucho menos comprender las prácticas superiores del ser social como simples prolongaciones complejas de esa base. Por “supuesto” se debe entender que todas las otras formas de la práctica humano–societaria no pueden prescindir de esa base elemental, es decir, si se asientan sobre ella, se realizan apoyadas sobre ese “suelo” de sustentabilidad, pero no son meros derivados del trabajo.
 
No es casual que, después de concluir su investigación sobre el complejo trabajo, Lukács declare de manera evidente:
Con estas consideraciones – y también ya antes, cuando aludíamos a formas de aparición más elevadas de la praxis humana – hemos ido más alIá del tipo de trabajo que habíamos tomado como presupuesto. Tuvimos que hacerlo, ya que el trabajo en este sentido, como mero productor de valores de uso, es sin duda el comienzo genético de Ia hominización del hombre, pero en cada uno de sus factores contiene tendencias reales que necesariamente conducen más allá de este estado inicial. Aun cuando este estado inicial del trabajo es una realidad histórica, cuya constitución y conformación requirió de un tiempo que nos parece infinito, con razón hemos calificado a nuestra afirmación de abstracción, de abstracción necesaria, en el sentido de Marx. Es decir que, para poder desarrollar con Ia mayor pureza Ias determinaciones del trabajo mismo, hemos tenido que dejar conscientemente de lado, una y otra vez, el entorno social – que necesariamente surge con aquel –. Obviamente que esto no era posible si no se mostraban, una y otra vez, Ias afinidades y divergencias del trabajo con relación a complejos sociales más elevados. Así nos parece ahora que hemos llegado al punto en que esta abstracción puede y tiene que ser definitivamente superada, en que podemos abordar el análisis de la dinámica fundamental de Ia sociedad, el proceso de reproducción. Este será el contenido del próximo capítulo (Lukács, 2004: 187s.).
 
Dejar provisionalmente de lado el “entorno social” destaca de manera evidente que en ese instante provisional del análisis no se tomaron en consideración diversos elementos decisivos del proceso de desdoblamiento del ser social. El aislamiento abstracto bajo el cual se consideró el trabajo eliminó, por ejemplo, los aspectos históricos de su constitución. También se ha destacado – provisoriamente, por supuesto – el hecho de que no haya realización histórica del trabajo sin la presencia de las relaciones sociales que los hombres establecen entre sí. Se tomó como elemento solo la relación hombre y naturaleza, abstrayendo en ese instante inicial toda una amplia gama de categorías y complejos, que necesariamente, en realidad, componen junto con el trabajo las dimensiones más fundamentales del ser social.
Terminado el recorrido de la abstracción aisladora se exponen “las afinidades y antítesis del trabajo con los complejos sociales más elevados”, es decir, se disuelve la abstracción inicial con el objetivo de mostrar su interacción con los complejos de la praxis social. Una vez inmerso en la totalidad de las formas de la sociabilidad, el complejo trabajo también interactúa con otros complejos sufriendo con ello modificaciones en su constitución. Los rasgos más generales se mantienen, sin embargo, la forma de su realización histórica presenta transformaciones significativas, que deben ser analizadas en la especificidad de su efectivación.
 
Aquí cabe otra cita para enfatizar de manera definitiva esos aspectos de las consideraciones lukacsianas:
En efecto, el fenómeno originario de la economía, el trabajo – considerado ontológicamente –, constituye un punto de cruce de las interrelaciones entre las legalidades de la naturaleza y las de la sociedad. Todo trabajo presupone el conocimiento de las leyes de la naturaleza que rigen aquellos objetos y procesos que el poner teleológico del trabajo pretende aprovechar para fines humano–sociales. Pero también vimos que el metabolismo entre sociedad y naturaleza realizado en el trabajo pronto vierte aquello que entra en cogitación para ese proceso en formas específicamente sociales, en formas de la legalidad, que –en sí– no tienen ninguna relación con las leyes de la naturaleza y deben permanecer totalmente heterogéneas en relación a ellas (Lukács, 2013: 278). Y más adelante concluye:
Por lo tanto, todo proceso de trabajo está determinado tanto por las leyes de la naturaleza como por las de la economía; sin embargo, el proceso del trabajo (y el producto del trabajo) no puede ser entendido meramente a partir de esta sumarización, a partir de su homogeneización, sino solamente como el ser–propiamente–así que nace de esas interacciones específicas, precisamente en esas relaciones, proporciones, etc. específicas. En términos ontológicos, ese ser–propiamente–así es el primordial, mientras que las leyes operantes sólo se vuelven concretamente operativas, socialmente existentes, como portadoras de tal síntesis específica (Lukács, 2013: 278).
 
El ser–propiamente–así es la forma concreta de su efectivación histórica. El trabajo, por constituir parte de un complejo mayor, se modifica de acuerdo con las determinaciones histórico–sociales en las que se encuentra inserto. Sufre la acción del factor predominante característico de la sociabilidad del capital, es decir, el valor. Aunque permanezca como la asunción necesaria, como la prioridad ontológica de la misma, la obra es efectiva bajo un marco particular, y refleja el carácter decisivo de la tendencias de la sociabilidad en las que se celebra. El trabajo, por lo tanto, nunca ocurre de una manera aislada, en su forma pura traída a la luz a través del análisis abstracto del complejo. Sólo desde el punto de vista que abstrae puede figurar sin la interferencia real y concreta de la determinación de otros complejos de la práctica social.
 
No se trata, pues, de negar la importancia del trabajo, sino de colocarlo en su debido lugar en el análisis, es decir, explicitar su carácter de base ontológica fundamental, su función de prioridad ontológica. Tal afirmación significa que, en cuanto base, sufre la determinación de otros momentos de la dinámica social. El trabajo, considerado a partir de la dinámica interna de sus categorías, no introduce, y ni siquiera explica, las directrices y orientaciones más generales de la sociabilidad capitalista, pero sufre las consecuencias directas de las tendencias sociales preponderantes de esta totalidad. Por el hecho de ser un presupuesto necesario, la base para la realización de complejos superiores, es reconfigurada por parte de las categorías sociales puras que modifican y sujetan el propio suelo (Boden) sobre el cual se apoyan. En la totalidad de la forma social de la producción capitalista el trabajo asume las formas dictadas por esas leyes tendenciales. El trabajo se convierte en trabajo alienado, en la medida en que la sociabilidad del capital lo subyuga a sus formas específicas de producción. No es el trabajo el que explica la forma de la sociabilidad capitalista, es esa última la que explica el trabajo, en la medida en que determina su conformación en el interior de esa sociabilidad. Los fundamentos sociales de las relaciones de los hombres modifican la propia relación del hombre con la naturaleza.
Por eso, para Lukács, la peculiaridad de las totalidades parciales constitutivas del ser social “está determinada no sólo por la legalidad propia del complejo parcial, sino simultáneamente y sobre todo también por su posición y función en la totalidad social” (Lukács: 2013, 306). La categoría totalidad tiene un peso decisivo en las consideraciones finales hechas sobre el ser social. Cada complejo parcial, aunque regido por la lógica inherente de sus categorías e interacciones, repercute en la forma efectiva de su realización. El capítulo “La reproducción” retira el complejo trabajo de su abstracción y lo repone en los contextos históricos concretos de los desdoblamientos de la totalidad del ser social. Por ese motivo siempre es necesario tener en mente que para Lukács el ser social es un complejo compuesto de complejos, cuya reproducción se encuentra en variada y multifacética interacción con el proceso de reproducción de los complejos parciales relativamente autónomos, siendo que a la totalidad, sin embargo, cabe una influencia predominante en el ámbito de esas interacciones (Lukács, 2013: 278).
 
Consideraciones finales
 
No se trata de incurrir aquí en un preciosismo terminológico, sino de precisar de manera clara y coherente las determinaciones presentadas por Lukács en su libro. Si por centralidad se afirma el carácter del trabajo como base insuprimible de toda sociedad, es decir, trabajo como prioridad ontológica, no hay nada que contestar en relación al uso del término. Sin embargo, si se quiere sostener la presencia de una “ontología del trabajo”[7] en Lukács –o incluso en Marx–, o incluso, proferir consideraciones que sustenten la idea extraña a la letra lukacsiana, tales como “el trabajo es la esencia del hombre “, el término debe ser rechazado con vehemencia. Si el ser social se determina como un “complejo de complejos” es un flagrante reduccionismo afirmar que la “esencia del hombre es el trabajo”. Reducir la esencia del ser social al trabajo es descuidar las formas más espiritualizadas de la actividad social; desconsiderar la totalidad social como un todo constituido por determinaciones de reflexión, cuyo factor preponderante es el complejo de la reproducción social (por lo tanto, no el trabajo, sino el complejo en el que éste se encuentra inserto). De este modo se corre el riesgo de incurrir en el polo opuesto de las tendencias idealistas contemporáneas, reduciendo al hombre a una simple materialidad determinida. Todo esto parece ser un retorno disfrazado a las viejas tesis del economicismo, según la cual la esfera de la economía constituiría la determinación unívoca de todas las formas de la práctica social, lãs cuales no serían más que meras derivaciones de esa base fundamental.
 
Si todo lo que dijimos todavía no es suficiente para contrarrestar las desviaciones vulgarizantes del pensamiento de Lukács, quedaría aún el recurso de citar el problema de la relación entre el reino de la necesidad y de la libertad que atraviesa todo el conjunto de su obra tardía (de la Estética hasta uno de sus últimos textos, contemporáneo a la Ontología, Democratización hoy y mañana).
 
Sobre el problema Lukács teje las siguientes consideraciones, advirtiendo para el hecho de que sus ideas se encuentran
en choque con el materialismo histórico concebido de modo mecanicista, o sea, con la idea de que toda solución surge simplemente como producto espontáneo y necesario del desarrollo de la producción. Para Marx, el mundo de la economía (que se llama “reino de la necesidad”) será siempre, ineliminariamente, la base de aquella automatización del género humano que se define como “reino de la libertad”. Al afirmar que el contenido esencial de este último reino es “el desarrollo de las capacidades humanas como fin en sí mismo”, Marx dice claramente que esta praxis se diferencia cualitativamente de la acción económica (aunque entendida en su sentido más amplio). No puede surgir como simple producto espontáneo, necesario, de la actividad económica, aunque –y estamos ante una contradicción de la vida social, productora de novedades– la praxis vinculada al “reino de la libertad” sólo pueda florecer “con base en el reino de la necesidad “ (Lukács, 2008: 112).
 
En consecuencia Lukács concluye de manera taxativa:
Lo que se ha visto –y se trata de un lado de decisiva importancia para la ontología de la sociedad– fue que la meta a alcanzar, el “reino de la libertad”, es ciertamente algo cualitativamente diverso del “reino de la necesidad”, de la economía, pero sólo puede iniciarse sobre la base de este último. Afirmar esto significa enunciar la dependencia social en la relación entre superestructura y base y, al mismo tiempo, la diferencia cualitativa entre los dos “reinos”. Con el elegido, el “reino de la libertad” es ahora mucho más que aquello que, en las sociedades de clase, desempeñaba las funciones de la superestructura. El salto ontológico se inicia ya en el hecho de que, en el socialismo, las posiciones ideológicas que están en la base de la praxis económica no pueden dejar de adquirir, con nitidez cada vez mayor, un carácter social unitario y directo (Lukács, 2008: 113).
 
No es en absoluto una posición que descuida los factores objetivos como fundamentos necesarios para la revolución. Sin embargo, tampoco se restringe a tomar esa dimensión de la dinámica social como el principio “espontáneo y necesario del desarrollo de la producción”. La importancia de las bases materiales – transformaciones en la esfera de la economía – para la creación de una sociabilidad post–capitalista son reforzadas y apuntadas como proceso fundamental y necesario, dentro de sus límites. Los aspectos objetivos deben ser construidos conjuntamente con los factores subjetivos de ese proceso.
 
La libertad en este campo (reino de la necesidad) puede consistir solamente en eso, que el hombre socializado, es decir los productores asociados, regulan racionalmente su metabolismo con la naturaleza, lo conducen bajo su control común, en vez de ser por ese dominado como por una fuerza ciega; que éste ejerza su tarea con el menor empleo posible de energía y en condiciones más adecuadas a su naturaleza humana y más digna. Pero éste permanece siempre un reino de la necesidad. Además de él comienza el desarrollo de las capacidades humanas, que fin en sí mismo, el verdadero reino de la libertad, que todavía puede florecer solamente sobre la base de ese reino de la necesidad (Marx, 1968, Band 25: 828).
 
En otras palabras: el hombre no es reducido a la esfera económica, mucho menos a la esfera del trabajo. Estos complejos se toman en su auténtica medida, es decir, como factores preponderantes del complejo del ser social en su totalidad. Sin embargo, es más allá del reino de la necesidad, aunque sobre la base que constituye, que “puede florecer” el desarrollo de las capacidades humanas como fin en sí mismo: “Este desarrollo, a su vez, implica un tipo de praxis que va más allá de la esfera económica (además del  ‘reino de la necesidad’, aunque este sea ineliminable en cuanto fundamento)” (Lukács, 2008: 143).
 
Marx expresó de manera clara los aspectos de este desarrollo en los Manuscritos económico–filosóficos al hablar de la superación de la propriedad privada como la plena emancipación de todos los sentidos y las popriedadades humanas; pero es esta emancipación, precisamente, por el hecho de que estos sentidos y propriedades se han vuelto humanos, tanto subjetiva como objetivamente. El ojo se há convertido em ojo humano, como su objeto se já convertido em un objeto social, humano, originado en el hombre y para el hombre. Los sentido se han convertido, pues, imediatamente em teóricos em su práxis. Se realcionan con la cosa en función de la cosa misma, pero esta es una relación humana objetiva consigo misma y con el hombre, y vice–versa. (...) La necesidad o el goce han perdido, por ello, su naturaliza egoísta, y la naturaliza há perdido su mera utilidade, en la medida en que la utilidad se há convertido em utilidad humana. Del mismo modo, los sentidos y el goce de los otros hombres se han convertido en mi propia apropiación. Fuera de estos órganos inmediatos se constituyen, entonces, órganos sociales, bajo la forma de la sociedad; así pues, por ejemplo, la actividade realizada inmediatamente em sociedad con otros, etc., se ha vuelto um órgano de mi expresión vital, y um modo de apropriación de la vida humana (Marx, 2010: 147).
 
Pero que quede claro, no se trata de la consideración aislada, de la separación rígida entre dos factores decisivos de la dinámica del ser social. En Marx, para Lukács, los factores objetivos y subjetivos de los procesos sociales se encuentran en relación dialéctica, en determinación de reflexión. Para Lukács eso constituye el tertium datur entre el mecanicismo del marxismo vulgar y el pensamiento idealista.
 
Marx ciertamente considera que la economía (“el reino de la necesidad”) es la “base” ineludible del comunismo (“el reino de la libertad”); con ello, se aleja fuertemente de todo utopismo, pero, al mismo tiempo, afirma que el “reino de la libertad” se sitúa “más allá” del “reino de la necesidad”. Por lo tanto, “el desarrollo de las fuerzas humanas como un fin en sí mismo”, que Marx considera la esencia del comunismo, no puede ser considerado como un producto mecánicamente espontáneo, aunque complejo, del desarrollo económico. Por otra parte, incluso cuando enumera las condiciones económicas del “reino de la libertad”, afirma un momento que está ciertamente ligado a la praxis económica de los hombres, pero que –en su más íntimo contenido– no puede derivarse de la dialéctica espontánea e inmanente del desarrollo económico. Nos referimos a lo siguiente: los hombres, en la etapa del “reino de la libertad”, ejecutan el trabajo “en las condiciones más adecuadas y más dignas con la naturaleza humana” (Lukács, 2008: 163).
La separación extrema entre la dimensión objetiva y subjetiva de las actividades del ser social que componen, en sus más diversas implicaciones, la totalidad del ser social lleva a deformaciones en la comprensión precisa de esta forma de ser. Varias vertientes del pensamiento filosófico actual sostienen una posición semejante, en la que
se aísla el papel activo del hombre en ese proceso, se desvincula la estructura alternativa de su praxis de esos hechos realmente causantes de la realidad, así como de sus acciones y retroacciones objetivas sobre los sujetos de esas actividades. A través de eso, se construye una autonomía inextricable, infundada como base de su ser y de su devenir; por otro lado, los cambios adquieren un carácter enigmático cuando se atribuye al “milieu” un poder mecánico–irresistible (Lukács, 2013: 205).
 
Al tomar las dimensiones más espiritualizadas de la praxis humana bajo la óptica de una autonomía plena frente a las formas más elementales de la actividad del hombre, el trabajo, la economía, se termina por promover la casi completa negligencia de los procesos que intervienen entre el ser social y la dinámica de la naturaleza. En un extremo, tales construcciones conducen a la idea de que, en el ser social, la esencia consistiría en “comportamientos ideológicos puramente espirituales”, “mientras que la lucha real de hombres verdaderos para su existencia se pone en el fondo como punto bajo despreciable de la existencia” (Lukács, 2013: 501). En el otro extremo, a sostenter la presencia de un fundamiento determinista, para el cual las actividades y procesos del ser social son resultados mecánicos originarios de la esfera del ser. El pensamiento de Lukács, sus reflexiones y determinaciones sobre el complejo trabajo y otros complejos sociales pretenden superar las contradicciones y aporías de estos dos extremos.
 
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* Profesor de la Faculdad de Servicio social de la Universidad Federal de Juiz de Fora.
[1] Cf. Monferrand, Fréderic, “Génesis y complejidad: las dos ontologías de György Lukács”. Disponible en: http://www.herramienta.com.ar/content/genesis-y-complejidad-las-dos-ontologias-de-gyoergy-lukacs.
 
[2] Es significativo el hecho de que Lukács no utilice aquí el término Grundlagen, sino Boden. Aunque este último puede ser traducido también como “fundamento” o “base”, el término significa más directamente “suelo”. El uso de Grundlagen (fundamento o base) concedería un peso mayor al sentido de un elemento constitutivo esencial, mientras que Boden confiere el sentido de un suelo sobre el que se apoya las formas superiores.
[3] “Wir haben in anderen Zusammenhängen - zuletzt bei der Behandlung des Signalsystems 1’ - darauf hingewiesen, daß, obwohl die Arbeit (ihre gesellschaftlichen Formen, die durch sie vermittelten Beziehungen zur Natur, zu den Mitmenschen etc.) grundlegend für das gesellschaftliche Sein der Menschen ist, sich doch auf diesem Boden Beziehungen zwischen den Menschen, Bedürfnisse, Mittel zu ihrer Befriedigung etc. ausbilden, die eine kompliziertere Struktur aufweisen als die fundamentalen Arbeitsverhältnisse selbst, für deren Erkenntnis deshalb diese zwar die Basis abgeben, die jedoch nicht mehr daraus selbst direkt abgeleitet oder verständlich gemacht werden können; [...]” (Lukács, 1987: 196).
[4] A este propósito Lukács argumenta demostrando cómo la nutrición y la sexualidad humanas aunque nunca puedan superar la base natural de su constitución se realizan por medio de la conjugación con categorías específicamente sociales, o sea, de un modo peculiarmente social. En la nutrición, no se trata sólo de suplir necesidades fisiológicas, pero asociado a esa necesidad se desarrolla en el ser social el sentido del paladar, es decir, el desarrollo social de sus órganos sensoriales. Las observaciones similares se hacen en relación a la sexualidad. Es a eso que Lukács designa como categorías sociales mixtas.
[5] Al tratar de la forma asumida por el trabajo en la sociabilidad del capital Marx aclara: “El carácter misterioso de la forma-mercancía consiste, por lo tanto, en el hecho de que refleja a los hombres los caracteres sociales de su propio trabajo como caracteres objetivos de los propios productos del trabajo, como propiedades sociales que son naturales a esas cosas y, por eso, refleja también la relación social de los productores con el trabajo total como una relación social entre los objetos, existente al margen de los productores. Y por medio de ese quiproquó que los productos del trabajo se vuelven mercancías, cosas sensibles-suprassensibles o sociales”(Marx: 2013, 147). Y más adelante añade: “Así se presentan, en el mundo de las mercancías, los productos de la mano humana. A eso yo llamo fetichismo, que se pega a los productos del trabajo tan pronto como son producidos como mercancías y que, por eso, es inseparable de la producción de mercancias” (Marx, 2013: 148).
[6] Bastaría recordar el capítulo 3, “El ideal y la ideologia”, donde retoma el análisis del trabajo y demuestra que lo que había sido tratado en el primer capítulo por medio del carácter de “realización” del trabajo debe ser, dada las condiciones nuevas necesidades investigativas, desdoblado en el par categorial “objetivación” y “enajenación”. “Lo que, en el capítulo sobre el trabajo, formulamos simplificadamente como realización en oposición a la realidad, para no suscitar, en aquel estadio inicial, ningún problema insoluble, que ni siquiera podría ser formulado adecuadamente, sólo ahora recibe su determinación conceptual precisa” (Lukács, 2013: 419). Tal procedimiento de retomar y determinar la presencia de nuevas categorías en conformidad al complejo efectivo que se encuentra en análisis es una de las características más decisivas de las reflexiones lukacsianas. Las categorías asumen en el pensamiento el carácter de un proceso dinámico, cuya multifacética gama de interacciones categorías es aprehendida mentalmente por medio del análisis del campo efectivo de influencia de sus determinaciones, o sea, por medio de la descomposición analítica de la relación concreta de las categorías constitutivas de la realidad.
[7] Lukács, en toda su obra, utiliza la expresión “ontología del trabajo” una sola vez. Se refiere al análisis del complejo trabajo: “Marx hat bereits in der Analyse der Ontologie der Arbeit gezeigt, daß die herkömmliche Entgegensetzung von Teleologie und Kausalität unhaltbar ist” (Lukács, 1986; II: 306). No quiere con ello de ninguna manera decir que la ontología del ser social es por su naturaleza intrínseca a una ontología del trabajo.

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