03/12/2024
Por , López Néstor A. H.
En la sociedad moderna, la producción social se ha
desarrollado rápidamente creando nuevas relaciones de clase y destruyendo las
antiguas. Lo que determinó el desarrollo social no fue la lucha natural por la
existencia, sino el combate social por una u otra forma de organización social.
Paul Mattick (1973)
Ya al cierre del número anterior de nuestra revista Herramienta, John Holloway nos hizo llegar un trabajo del profesor Enrique Dussel titulado: "Dialogo con Holloway: sobre la interpelación ética, el poder, las instituciones, y la estrategia política". Dicho texto había sido presentado y leído por su propio autor en el debate sobre: Vigencia o no de la toma del poder en el marco de un proyecto emancipatorio, a partir del libro Cambiar el mundo sin tomar el poder (Holloway, 2002), y fue celebrado el 3 de mayo del 2004 en la sede de la UNAM de México[2] con la participación de Dussel, Holloway y Atilio Boron. Mis discrepancias con lo que se expresa en ese texto, por el peso de las palabras vertidas en él y sus inevitables consecuencias políticas, son el por qué de esta nota.
Un patchword de conceptos
Dussel (2004: 137) comienza su critica escribiendo: "El ¡ay! del grito de dolor producido por un golpe, una herida...", pero tal grito universal al que se refiere no es para nada el grito insumiso de rebelión y bronca de los oprimidos contra el sistema social capitalista (u opresor de cualquier tipo) con el que Holloway inicia su libro y al que le dedica la totalidad del primer capítulo. Entonces, ¿para qué hacer este rodeo hacia un grito donde se destaca el sujeto pero no su condición de clase, considerando que el mismo puede ser emitido tanto por un opresor como por un oprimido? Esto trae confusión a una discusión seria, tan importante, tal como la califica el propio Dussel.
Este enturbiamiento del debate se acrecienta en los párrafos siguientes cuando, sin solución de continuidad el autor se refiere a Antonio Negri y a la cuestión ontológica de la potencia... para saltar a Axel Honneth y la ontología de la comunidad... el padecer juntos, y en el párrafo siguiente pasa a referirse a la conciencia del dolor y la redención. Y de allí nuevamente salta a informarnos que "Negri no ha superado la ontología de la Totalidad" (op. cit.: 138).
¿Cómo relacionar en una lógica vinculante tal arco iris de conceptos y calificaciones que van desde el grito sin distinción de clase social hasta la ontología de la Totalidad sin que el autor se preocupe por la inexistencia de conexiones lógicas entre dichos párrafos? Una suma de conceptos, aun de verdades, si no tienen otra conexión lógica que el mero orden de estar escritas una a continuación de otras, no aporta ninguna claridad al debate, más bien lo contrario. También se presta a confusión lo expresado por el profesor Dussel respecto a los impulsores de la disolución del Estado, haciendo aparecer casi en el mismo plano a Hayek (op. cit.: 147) quien es uno de los máximos impulsores junto con Popper del neo liberalismo actual (neoconservadurismo) y que propugnaron la teoría del "Estado mínimo". Hayek, al igual que los impulsores de la mayoría de sus ideas en la Argentina, tal como lo son el ingeniero Alzogaray, Cavallo, etcétera, quieren efectivamente un Estado mínimo, pero sólo desarmando y minimizando al llamado Estado benefactor producto del keynesianismo. Ellos no quieren disolver el Estado. Por eso propugnaron las privatizaciones de todas las empresas y de muchas de las funciones que se habían "naturalizado" como propias del Estado: pensiones y jubilaciones, salud pública, educación y otras, pero ni Hayek, ni Alzogaray o Cavallo, como tampoco Chávez, ni Lula, Kirchner o Fox, ninguno de ellos propondrían "suprimir el ejército y sustituirlo por el pueblo armado" que Marx señala como el primer decreto de la Comuna de París (y al que él suscribía).
Este intento de homogeneizar a Hayek con Holloway quizás propine algún golpe de efecto en la polémica, pero es erróneo.
Una afirmación muy relativa
El profesor Dussel, bajo el subtítulo Sobre las Instituciones y la "disolución del Estado", afirma que: "La institución es una relación heterogénea y funcional de los sujetos, intersubjetiva, que aumenta la factibilidad en la reproducción y desarrollo de la vida humana" (op. cit.: 143). Más adelante afirma que: "Millones de seres humanos no pueden permanecer y aumentar la vida en comunidades sin instituciones. ¿Deberíamos irracionalmente volver al paleolítico? -se interroga y responde de inmediato- No" (op. cit.: 144).
Si bien en algún momento las que ahora llamamos "instituciones" fueron parte de la organización social de los hombres y sirvieron para desarrollar la vida, hoy estamos hablando de las instituciones que conforman el moderno Estado capitalista, en donde cumplen un rol marcadamente reaccionario y poco tienen que ver con la "reproducción y desarrollo de la vida".
Dussel naturaliza la evolución de las instituciones del Estado como si fueran llevadas de la mano del progreso de la vida y la sociedad que nos impide ver que en el capitalismo las "instituciones" tienen como objetivo central la producción y reproducción del sistema de opresión y explotación del trabajo vivo, aunque para ello en determinadas circunstancias deban adoptar alguna forma que pareciera favorecer el desarrollo de la vida. Generalmente, cuando esto ocurre es porque los patrones de dominación y de disciplinamiento social se han vuelto impotentes para contener la insumisión social.
Aun una institución con apariencia neutral como podría ser la educativa ha pasado por etapas diferentes según los resultados que vayan dando la lucha y la tensión social. A comienzos del siglo xix importantes sectores de las clases dominantes se opusieron a la escuela pública[3], luego la aceptaron porque hubo resistencias, entonces tratan de utilizarla con el objetivo de que sirva para los fines de la reproducción del capital, privándola o recortando su autonomía y buscando la consolidación de estructuras jerárquicas: para disciplinar a los jóvenes en la aceptación del orden vertical existente, de mando de los superiores, etcétera, y reproduciendo la ideología de las clases dominantes. Por otro lado, la contradicción se manifiesta en la escuela donde el aprendizaje, desde la lectura y escritura, hasta la matemática, sirven para el desarrollo del pensamiento crítico. Aun este aspecto, hoy día, implica una lucha contra la propia institucionalidad que impide la libertad de pensamiento crítico. Marx en su Crítica al programa de Gotha critica el proyecto de programa del Partido Obrero Unificado de Alemania, diciendo:
Eso de "educación popular a cargo del Estado" es absolutamente inadmisible. ¡Una cosa es determinar por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las materias de enseñanza, etc. y velar por su cumplimiento... y otra cosa es nombrar al Estado educador del pueblo! Lejos de eso lo que hay que hacer es sustraer a la escuela de toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia. (Marx, 1974b: 25)
A pesar de esto, nadie dejaría de enviar a su hijo a la escuela para que aprenda a leer, escribir etcétera, pero este aspecto progresivo no puede llevarnos a borrar toda contradicción y desconocer a la escuela actual como el resultado de una constante lucha social, donde coexisten en tensión roles opuestos como organización social que es funcional a la educación, a la vida y como institución del Estado que persigue los fines de la reproducción del modo de producción capitalista, modo antagónico con la vida. Una tensión y lucha constante y permanente, aunque la mayoría de las veces no se adquiera plena conciencia de ello.
Ese doble carácter de la educación que ya fuera señalado hace más de un siglo por Marx hoy se muestra en la crisis de la educación pública. Por ejemplo, en la Argentina (y en diferente grado pasa lo mismo en todo casi todo el mundo) podemos afirmar que si hasta la fecha la escuela se sostiene, no es por el accionar de la "institución" Ministerio de Educación, sino por la lucha que contra la institución venimos celebrando día a día no sólo los maestros y profesores, sino también padres y estudiantes. La llamada ley federal de educación o reforma educativa fue impulsada por la Iglesia Católica, los otros cultos, las empresas privadas de educación, el Estado, la burguesía y el FMI. Fue sancionada por la institución parlamento, y aplicada por medio de la institución Ministerio de Educación o sea por el Estado. La reforma sigue la lógica de los ajustes de la institución FMI, pero para desarmar una escuela universal que tiene el aspecto positivo y que fuera producto de infinidad de luchas populares contra los arzobispos de Canterbury locales en alianza con las instituciones del Estado. Hoy se ve que lo que crea vida, lo que sostiene la vida educativa, lo que impide la muerte de la escuela pública, es la resistencia que cotidianamente lleva a cabo la comunidad educativa toda, que en momentos se transforma en una lucha importante: esa resistencia es contra la institución Ministerio de Educación.
Creer que las instituciones reproducen y desarrollan la vida es una invitación a depositar en el Estado lo que es patrimonio común nuestro, de la humanidad en lucha, es atribuir al Estado funciones que no posee, es esperar en vano, es sólo creencia, es tan sólo una ilusión, es condenarse a la pasividad que niega la propia vida.
Engels, Marx, Lenin
Engels (1974b: 344) afirma que:
Es más bien el producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado: es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo mismo y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar.
Y más adelante sostiene: "En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la república democrática que bajo la monarquía" (Engels, 1974a: 199).
Marx, en La guerra civil en Francia (1974b: 231) dice que:
Al paso que los progresos de la moderna industria desarrollaban, ensanchaban y profundizaban el antagonismo de clase entre el capital y el trabajo, el poder del Estado fue adquiriendo cada vez más el carácter de poder nacional del capital sobre el trabajo, de fuerza pública organizada para la esclavización social, de máquina de despotismo de clase.
Lenin (1986: 86-87) destaca su aspecto político sosteniendo que:
Por muy democrático que sea, un Estado capitalista (es) una máquina para mantener sometidos a la clase obrera y a los campesinos pobres. Y el sufragio universal, la Asamblea Constituyente, el parlamento, no son más que la forma, un especie de pagaré que no altera para nada el fondo de la cuestión... incluso, cuanto más democrático sea (el Estado), tanto más grosero y cínico es el dominio del capitalismo. Después de cada revolución, que muestra un paso adelante en la lucha de clases, se acusa con rasgos cada vez más destacados el carácter puramente represivo del poder del Estado.
"El Estado es una macro-institución política", afirma Dussel, pero si coincidimos con los conceptos de Marx, es "fuerza pública organizada para la esclavización social" o una "máquina de despotismo de clase" o, tal como dice Engels: "el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la república democrática que bajo la monarquía". Es difícil coincidir con la afirmación de que las instituciones aumentan la factibilidad en la reproducción y desarrollo de la vida humana.
Si ponemos la mirada en el momento actual en que se desarrolla este debate sobre la disolución o no del Estado, esa tesis se desmorona con sólo ver por televisión lo que pasa en el Iraq, o leyendo sobre el genocidio en África, o recordando los campos de concentración nazis o los gulag rusos, o la dictadura militar a la que sobrevivimos en la Argentina, y los terribles índices de hambre, miseria, desnutrición, deserción escolar, desocupación que hay en el Estado "democrático" gobernado por el Dr. Kirchner, para no hablar de los fusilamientos en Cuba o la situación de los afganos presos en Guantánamo, etcétera.
Se podrá responder: bueno, es que esto es así porque ha llegado el "momento entrópico" en donde "Las estructuras del Estado se vuelven definitivamente represoras" (Dussel, 2004: 146-147). Sin embargo, el sistema de producción capitalista con su Estado como guardián y garantía de un tipo alienante de sistema de producción que permite a unos hombres apropiarse del trabajo de otros, no es sólo represor en el momento entrópico (como Dussel lo llama) de la represión armada: como si hubieran dos momentos, uno represor y otro, donde el Estado capitalista sería una especie de colegio de señoritas.
El sistema del capital es represor, aunque esta represión sólo sea simbólica (la desocupación sin "represión" ha sido un formidable disciplinador social), sólo cambia de grado. El capitalismo tiene su génesis en la represión-opresión que significa la subsunción del trabajo vivo para apoderarse del trabajo abstracto y esto es una constante en su desarrollo. Represión-opresión-subsunción, es separación, separación del trabajo manual del intelectual, del diseño de la ejecución, es dominación, es alienación, es dominar hombres, es negar la posibilidad de que el trabajo sea obra, es el reinado del trabajo impuesto, obligado, alienado, porque el trabajo en el capitalismo es apropiación de la libertad (salvo la de morirse de hambre) del hacer, es el poder sobre el poder hacer, es la represión permanente, aunque pueda durante algún período ser ejercida sin el uso de las armas, es decir, sin recurrir al aparato armado en forma permanente, siempre y cuando sea el Estado el que conserve el monopolio de las armas. Los clásicos veían claramente el doble rol del Estado, que en su apariencia fetichizada puede crearnos alguna ilusión, pero cuya verdadera cara es la preservación y reproducción del sistema capitalista.
El trabajador se torna más pobre cuanto más riquezas produce... El trabajador se convierte en una mercancía [(en una cosa)] tanto más barata cuanto más mercancías produce. La desvalorización del mundo del hombre crece en relación directa con la valorización del mundo de las cosas... A tal punto la realización del trabajo aparece como desrealización, que el trabajador es desrealizado hasta morir de hambre. (Marx, 2004: 106)
Esta cosificación construida con el trabajo del propio trabajador, ¿no es represión-opresión-dominación del trabajo muerto sobre el trabajo vivo? La desrealización hasta morir de hambre, ¿no es represión-dominación, aun bajo el Estado de bienestar más democrático que haya existido o existiera jamás?
El "desarrollo de la vida humana" y social
Ver las instituciones como un desarrollo natural para reproducir la vida, como una lucha por la subsistencia de millones de seres humanos y no desde el enfoque de una lucha social por oprimir o liberarse nos desliza a fetichizar las instituciones y a su defensa. Instituciones que para Dussel pueden cambiar de forma, pero para ello hay que tener "un principio orientador" para lo cual hay que internarse en lo factible (como lo posible de ser operado) y esto se encuentra en el orden de "la razón estratégica (subsumiendo a la instrumental)" (2004: 142). Y sentencia: "El que no tiene principio de nueva construcción (no digo reconstructivo), no es un revolucionario sino es un bárbaro destructor simplemente" (Dussel, 2004: 144) (cursivas mías).
Ninguna de todas estas condiciones se cumplieron en diciembre del 2001 en la Argentina cuando miles y miles nos movilizamos y no sólo el 19 y 20, sino que el grito de bronca ¡Que se vayan todos! resonó orgullosamente insumiso sin responder ni a la subsumida razón instrumental (de las consignas concatenadas y articuladas en los programas de los partidos revolucionarios) ni a la pretendida subsumidora razón estratégica de ignota autoría. Es más, durante el período que se abre el 19 y 20, la vida humana-social se ha multiplicado en centenares de asambleas populares y barriales, en una expansión inusitada de los movimientos de trabajadores desocupados y a más de un centenar de fábricas recuperadas, muchas de las cuales funcionaron en una alianza de piquetes-cacerolas y trabajadores que las ocuparon por la fuerza. Esta verdadera creación de vida se dio bajo las incesantes iniciativas populares que fueron mucho más efectivas que la "razón instrumental" y que la "razón estratégica". Se construyeron a pesar, contra y más allá de las "instituciones" y de la representación que nos inculcaron desde la escuela primaria: "el pueblo no gobierna ni delibera por sí, sino a través de sus representantes". Este principio de las "instituciones" fue vapuleado por el odio y por el hacer de millones de sufrientes que coreaban ¡Que se vayan todos! Las iniciativas de organizaciones (asambleas, piquetes, ocupaciones de fábricas quebradas puestas a funcionar en sistemas autogestionarios) no jerárquicas, que no delegan representaciones, de formas horizontales, de democracia directa, de expansión de nuevas relaciones sociales y nuevos movimientos sociales, tiñen desde entonces la vida social, económica y política del país y merecen nuestra atención, inclusive esto se refleja en este mismo número de Herramienta[4].Esta vida social se ha llevado a cabo mediante una lucha y movilización contra las instituciones que hoy son responsables de la no vida.
Cambiar el mundo: ¡Que se vayan todos!
Después de la "caída del muro" y del fracaso de las revoluciones que tomaron el poder se suele escuchar una multitud de personas -como decía Lenin- que añoran los años idos del Estado benefactor o se aferran a los privilegios que están gozando hoy de los restos del Estado benefactor y en vez de luchar por la disolución del Estado, tratan de verle o recuperar sólo sus aparentes "virtudes". Si bien es cierto que esta ensoñación existe entre viejos trabajadores, no menos cierto es que en el último reducto del Estado de bienestar, o sea, en el mundo académico, las ilusiones sobre un retorno a un neo-keynesianismo hoy cobran actualidad, como la ilusión de un Estado basado en el voto universal ilusionaba a una multitud de personas en épocas de Marx. De allí que hoy han aparecido propagandistas de "revoluciones" sin sexo definido, pero con fuertes rasgos funcionales al sistema del capital, como la llamada "revolución bolivariana" de Hugo Chávez, o la vía electoral e institucionalizadora que llevó a Lula al gobierno y que despliega el Foro de Porto Alegre al que el profesor Dussel nos remite para mediaciones y norte de toda política.
En realidad, el debate que promueve el libro de Holloway, Cambiar el mundo sin tomar el poder, apunta a replantear si la vía del cambio del mundo pasa o no por el Estado, y si hay otro mundo posible donde la humanidad se relacione socialmente sin jerarquías, con libertad, con autonomía, con horizontalidad y democracia directa donde el Estado brille por su ausencia. Un mundo construyéndose permanentemente sobre la base de la utopía creativa de la humanidad movilizada contra la institucionalidad jerárquica del Estado al son del grito insumiso: ¡que se vayan todos, que se vayan todos!
Bibliografía
Dussel, Enrique (2004): "Dialogo con John Holloway: sobre la interpelación ética, el poder, las instituciones, y la estrategia política", en revista Herramienta (Buenos Aires), núm. 26, julio.
Engels, Federico (1974a): "Introducción" a la edición de 1891 de Marx, "La guerra civil en Francia", en Marx y Engels, Obras escogidas, tomo II, Moscú, Editorial Progreso.
- (1974b) "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado", en Marx y Engels, Obras escogidas, tomo III, Moscú, Editorial Progreso.
Holloway, John (2003): Keynesianismo, una peligrosa ilusión, Buenos Aires, Ediciones Herramienta.
- (2002): Cambiar el mundo sin tomar el poder, Buenos Aires, Ediciones Herramienta - Universidad Autónoma de Puebla, México.
Lenin, V. I. (1986): "Acerca del Estado", en Obras completas, tomo XXXIX, Moscú, Editorial Progreso.
Marx, Carlos y Federico Engels (1974a): Obras Escogidas, tomo II. Moscú, Editorial Progreso.
Marx, Carlos (1974b): "La guerra civil en Francia", en Marx y Engels: Obras escogidas, tomo II, Moscú, Editorial Progreso.
Marx, Carlos (1974c): en Marx y Engels: Obras Escogidas, tomo III, Moscú, Editorial Progreso.
Mattick, Paul (1973): "Introducción", en Antón Pannekoek: Lenin filósofo, Córdoba, Argentina, Ediciones Pasado y Presente.
Mészáros, István (2001): Más allá del capital, Valencia-Caracas, Vadell Hermanos Editores.
Palomino, Héctor (2004): "Trabajo y movimientos sociales en la Argentina, hoy", en revista Herramienta (Buenos Aires), núm. 27.
Russel, Bertrand (1970): Libertad y organización, Madrid, Editorial Espasa-Calpe.
Sopransi, María Belén y Verónica Veloso (2004): "Contra la subjetividad privatizada: la creación de lo colectivo. Praxis desinstitucionalizadora desde los piquetes", en revista Herramienta (Buenos Aires), núm. 27.
Quiero agradecer a todos los compañeros del colectivo de Herramienta que hicieron críticas muy importantes a mi primer borrador. Obviamente, las opiniones vertidas aquí corren enteramente por mi cuenta.
[2] Puede consultarse en internet: www.kehuelga.org/archivos/poder/poder (visitada el 22/09/04).
[3] "En el año 1807 Whitbread presentó un proyecto de ley para promover las escuelas elementales a toda Inglaterra. Este proyecto fue desechado en la cámara de los lores, a instancia de Eldow y del arzobispo de Canterbury [entre otras cosas] porque en lugar de enseñarles subordinación a la clase trabajadora los habilitaría a leer folletos sediciosos, libros obscenos y publicaciones anticristianas, los haría rebeldes y refractarios; los tornaría insolentes para con sus superiores [etcétera]. A pesar de estas graves advertencias [luego de más de sesenta años de lucha] se decidieron a fundar escuelas y la Iglesia, por miedo a perder su dominio sobre la juventud, se vio obligada a apoyar la petición" (Russel, 1970: 122-123)
[4] Véanse los artículos: Trabajo y movimientos sociales en la Argentina, hoy, del profesor Héctor Palomino y Contra la subjetividad privatizada: la creación de lo colectivo .Praxis desinstitucionalizadora desde los piquetes de María Belén Sopransi y Verónica Veloso.