12/12/2024

Presentación

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Conmemoraciones irreverentes
 
2017 es un año pródigo en conmemoraciones: 150 años de la primera edición de El capital (tomo I), 100 de la Revolución Rusa, 80 del fallecimiento del rehén del fascismo Antonio Gramsci, 50 del asesinato del Che Guevara en Bolivia y cien de la Revolución Rusa… ¿Cómo abordar estos aniversarios? ¿Qué debemos destacar, evitando caer en lugares comunes, cuando nos referimos a la revolución soviética o la obra de Karl Marx? La empresa tiene sus riesgos, como bien escribe Miguel Mazzeo:
En torno a estos aniversarios proliferan, y seguramente proliferarán por un tiempo, las actividades y los textos plagados de interjecciones. Percibimos que, en líneas generales, tiende apredominar un tono que linda con lo nostálgico o con un culto supersticioso que nos propone la veneración a unas ideas momificadas y a unos lenguajes inertes, a unos viejos instrumentos políticos emancipadores hipostasiados y a un puñado de teoremas de redondez y vigencia discutibles. Esto produce saturación. Se nos imponen algunos interrogantes: ¿el ritual monótono de las efemérides, no consiste acaso en una ratificación de los usos y costumbres como forma de garantizar la voluntad de los muertos? ¿Este tipo de ritual, no inhibe acaso los procesos de autorreflexión mientras rinde tributo a la banalización del marxismo? ¿No será que la izquierda dizque radical, por motivos diversos, se siente más cómoda en las prácticas conmemorativas? ¿Revolución permanente o conmemoración permanente? ¿No será que muchos y muchas marxistas de este tiempo prefieren los ejercicios evocativos inofensivos y relajados a los oficios más intensos y riesgosos? ¿No será que una parte importante de las organizaciones de la izquierda, ante al agotamiento de una matriz política centenaria y ante una crisis del capital de dimensiones sistémicas y civilizatorias, no sabe hacer otra cosa que anclarse en las viejas certezas y apelar a los recursos litúrgicos? A veces, las conmemoraciones ocultan limitaciones, petrificaciones y abdicaciones; en fin: disonancias cognitivas.
Valga la advertencia como un llamado a la reflexión crítica: sobre aquellos acontecimientos y también sobre la polémica e irreverente discusión que de los mismos proponen las colaboraciones reunidas en este número especial de Herramienta.
 
En el dossier 100 años de la Revolución Rusa,las contribuciones de Georges Haupt, António Louçã, Werner Bonefeld, Maria OrlandaPinassi, Hernán Camarero y Michael Löwy ofrecen una polifónica y crítica valoración de la gesta soviética, sin ignorar sus limitaciones y/o errores. No es posible ignorar que de la Internacional Comunista y la URSS no quedan ni las ruinas, Leningrado nuevamente se llama San Petersburgo y sobre los muros del Kremlin no flamea la bandera roja, sino la tricolor de la vieja Rusia. Lo que podemos y debemos reivindicar de la revolución soviética de 1917 es, sobre todo, lo que no llegó a desarrollarse y apenas pudo entreverse: la autoactividad y auotorganización de obreros, soldados y campesinos y el carácter ininterrumpido o permanente de la gesta que enlazó las consignas de “Paz, Pan y Tierra”, “Todo el poder a los soviets” y “Revolución socialista internacional”.
 
El dossier 150 años de El capital, con artículos de Claudio Katz, Edgardo Logiudice, Renán Vega Cantor, John Holloway, MoishePostone, Silvia Federici e István Mészáros recupera la que sigue siendo la más aguda crítica planteada al metabolismo económico social que pone e impone el capital en la loca carrera expansiva buscando la valorización del valor; pero, lejos de repetirla dogmáticamente, la confronta con los nuevos problemas que enfrentamos; discute no sólo algunas interpretaciones del legado, sino también falencias, omisiones y tensiones presentes en los textos del mismo Karl Marx. Es el homenaje que corresponde a quien no fue un doctrinario, sino un revolucionario que vivió discutiendo: con sus enemigos políticos, con Engels y sus colaboradores más cercanos… y consigo mismo. Para ir más allá del capital, no podemos conformarnos con citar la letra de El capital. Es preciso hacer análisis concretos de las concretas situaciones con que nos enfrentamos, y construir una perspectiva revolucionaria desde la lucha de clases en toda su complejidad actual: con el movimiento obrero, pero también con el “pobrerío” cuyo número no deja de aumentar, con los pueblos originarios, con las comunidades que asumen la vanguardia del combate contra la catástrofe socio-ecológica, con el masivo movimiento de las mujeres contra el femicidio y el patriarcado.
 
En definitiva, el material que dejamos en manos de nuestros lectores aspira, sobre todo, a combatir la engañosa ilusión de que el desarrollo del capitalismo gesta los elementos de la nueva sociedad. El capital no trabaja para la revolución. La práctica revolucionaria requiere la construcción de un proyecto emancipatorio, una coproducción colectiva posibilitada por la confluencia de las diversas luchas anticapitalistas, antipatriarcales y ecosocialistas, y de los hombres y mujeres que las protagonizan.
 
Aldo Casas
Colectivo editorial de Herramienta
Junio de 2017
 
 
 
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