28/03/2024

Écologie et libération. Critique de la modernité dans la théologie de la libération, Luis Martínez Andrade

 
París: Van Dieren Éditeur, 2016, 279 p.
 
La liberación entre teología, marxismo y ecología
 
La relación entre los movimientos sociales y/o políticos potencialmente anticapitalistas y las religiones siempre ha sido permeada por la tensión, que surge del ímpetu cada vez más “profano”, sobre todo a partir del siglo XIX, de las tentativas de transformar el mundo y de cambiar la vida. Generalmente concebidos como instrumentos para la lucha y, tal vez para la superación “concreta” y racional del orden establecido, estos movimientos a menudo se esforzaban por desmarcarse ante las elucubraciones “idealistas” que se visualizaban en las utopías religiosas. El marxismo, no por casualidad llamado “materialismo histórico”, constituye quizá el punto más alto de esta “racionalización” del conflicto (de clases) contra la “irracionalidad” capitalista, intentando localizar las condiciones de posibilidad “objetivas” para la superación del sistema, en oposición a las hipóstasis normativas de las utopías (religiosas o no) del pasado.
Pero si esta fue la versión dominante (la “corriente fría”, para emplear la fórmula de Ernst Bloch) de la tradición marxista y/o revolucionaria, no fueron pocos los autores que, sin abdicar a la lucha concreta -inspirada en el marxismo- por otro mundo posible, buscaron oxígeno por medio del diálogo con otras formas de crítica social, así como con otros movimientos de contestación, que escapaban del ámbito tradicional del tipo de reflexión fundado por Marx. Pues bien, es exactamente amparándose de algunos de estos autores “heterodoxos”, representantes de la “corriente cálida” del marxismo (Bloch, Benjamin, Goldmann, Löwy), a los que se suman las contribuciones de la sociología de la religión y de la cultura y, además, con el pensamiento “decolonial”, que el joven sociólogo mexicano Luis Martínez Andrade elabora una reflexión original y creativa sobre la presencia de la cuestión ecológica en la “crítica moderna de la modernidad” formulada por la Teología de la liberación (TL), en particular, en la obra del brasileño Leonardo Boff, quien es uno de los principales representantes de esta tendencia al lado de figuras como Gustavo Gutiérrez, Hugo Assmann, Franz Hinkelammert, Joao Batista Libânio, Frei Betto, entre otros.
En Écologie et libération. Critique de la modernité dans la théologie de la libération, resultado de una tesis de doctorado defendida en la EHESS de París, bajo la dirección de Michael Löwy, Martínez Andrade analiza la TL -apoyado en Goldmann y Bloch- como una “visión de mundo utópica” cuya principal contribución se encuentra en su singular crítica de la modernidad capitalista en América Latina, es decir, en su versión colonial-periférica: crítica que se desarrolla en la esperanza de una nueva sociedad. Es por ello que, a la luz de la barbarie propia al eslabón frágil del progreso moderno, la crítica transmitida por los autores vinculados a la TL, prefigura “epistémica” e “históricamente” -como argumenta Martínez Andrade-, el llamado “giro decolonial” promovido por intelectuales como Aníbal Quijano, Walter Mignolo, Edgardo Lander, Ramón Grosfoguel, Nelson Maldonado Torres, entre otros, además, por supuesto, de quien simboliza en su máxima expresión este encuentro (rendez-vous) entre la TL y el pensamiento decolonial: Enrique Dussel, filósofo argentino radicado en México y quien se integró al proyecto de investigación “Mordernidad/Colonialidad” en la década de los noventa.
Para los teólogos de la liberación, como para los pensadores “decoloniales”, los orígenes de la modernidad capitalista deben ser localizados en la “Conquista” de América, a partir de 1492, proceso en el que se constituyó una nueva subjetividad (yo conquisto, por tanto, existo) forjada en una alteridad con relación a un “otro” desposeído de su humanidad. En palabras del autor: “contrariamente a Weber y a Habermas, para quienes la modernidad es un proceso ‘endógeno’ de la tradición occidental, Dussel [articulando las posiciones de la TL y de la perspectiva ‘decolonial’] sustenta que este proceso se desarrolla en relación de la oposición con una alteridad negada, la del indígena” (p. 22). Como afirmó alguna vez Aníbal Quijano, el capitalismo, la modernidad y América Latina “nacieron el mismo día”, impulsando la formación de lo que I. Wallerstein designó como “sistema-mundo”. El “antiguo sistema colonial”, conforme lo denomina el historiador brasileño Fernando Novais, se encuentra no sólo en la raíz del proceso de “acumulación primitiva” analizado por Marx en El capital, sino también en la formación misma de lo que vendría a ser la modernidad capitalista occidental.
Inspirándose en el marxismo, en la teoría de la dependencia y en las ciencias sociales en general, los teólogos de la liberación y/o los pensadores “decoloniales” cepillan la historia a contrapelo, y vislumbran este proceso desde el punto de vista de los vencidos, esto es, de aquellos y aquellas que sufrieron las consecuencias destructivas de la expoliación capitalista -de la colonia a la dependencia periférica. No es fortuita la importancia que la TL y por el pensamiento “decolonial” otorgan a la cuestión ecológica, traduciendo la lucha de las comunidades autóctonas en la defensa de los recursos naturales y en contra del “progreso” capitalista en la región, un ejemplo de lo que Joan Martínez Alier llamó “ecologismo de los pobres”. Es, en este contexto, que destaca la obra del teólogo brasileño Leonardo Boff, cuyas “continuidades” y “discontinuidades” expresan, como lo muestra muy bien Martínez Andrade, una tentativa de renovar, sin abandonar su núcleo básico, los preceptos de la teología de la liberación e incorporando de modo decisivo la problemática ecológica.
Si desde el principio de la reflexión la ecología siempre estuvo entre sus principales preocupaciones, en virtud, entre otras cosas, de su pertenencia a la orden franciscana (base de su “democracia cósmica”) y de allí el elemento de continuidad será después de la condena por el Vaticano en 1985 y, en particular, después de abandonar dicha orden en 1992 que Leonardo Boff restituiría en todos sus retos y desafíos sociales y teológicos de la ecología revelando así un elemento de discontinuidad en su trayectoria intelectual.
A contrapelo de aquellos para quienes el “giro ecológico” de Leonardo Boff significó una capitulación frente al pensamiento hegemónico, Martínez Andrade observa en este “giro” (tournant) una forma de actualización de la crítica de la modernidad realizada por los teólogos de la liberación, “a la luz de criterios humanistas y éticos”, actualizando, para bien o para mal, una nueva fase de las preocupaciones teológicas y políticas de la TL. Para el sociólogo mexicano, el libro Ecologia, mundialização, espiritualidade, publicado en 1993, constituye un punto de referencia de esta “transición”, tanto biográfica como teológica-intelectual, en la dirección de una “eco-teología de la liberación”, inspirada no sólo en los postulados clásicos de la TL sino también de una compatibilidad sui generis de elementos de la teología de la creación y de la “Hipótesis Gaia”, elaborando una crítica radical del antropocentrismo, éste último, visto como principal responsable de la crisis ecológica y civilizatoria.
Es en esta perspectiva que reside uno de los puntos más polémicos tanto de la obra reciente (eco-teológica, por llamarla así) de Boff como del planteamiento realizado por Luis Martínez Andrade. Según él, “Boff sustenta que la defensa de la naturaleza supone la defensa de la humanidad e implica la destrucción del capitalismo” (p. 229), razón por la que el brasileño permanece vinculado a una posición emancipatoria “original” de la TL y/o del pensamiento “decolonial”: “Sin reivindicarse como pensador ‘decolonial’, Boff asume una postura política coherente con las luchas y los combates de los oprimidos del ‘Sur global’” (p. 230). La “opción preferencial por los pobres” alimentaría la lucha en defensa de la naturaleza: de la “tierra viva”. Sucede que, de ahora en adelante, ambos combates son dirigidos por el teólogo brasileño al rechazo radical del antropocentrismo, cuyos resquicios visualiza incluso en la vertiente “eco-socialista” de la que Michael Löwy constituye hoy uno de los principales exponentes. En una entrevista concedida al propio Martínez Andrade, Boff menciona que: “el eco-socialismo todavía no ha asimilado su base biológica”.
En otras palabras si, por un lado, como sustenta Martínez Andrade, el “nuevo paradigma” postulado por Boff no significa el abandono puro y simple de una perspectiva emancipadora, la crítica de la modernidad/colonialidad ahí presente parece subordinada, por otro lado, el rechazo radical del antropocentrismo acaba por exigir una redefinición sustancial de la propia lógica de la lucha social y política y, todavía más, del sentido mismo del combate contra la civilización capitalista y por la construcción de otro sistema social. Es este dilema “concreto” que, como lo muestra de manera brillante Luis Martínez Andrade, atraviesa la fase reciente de la trayectoria de Leonardo Boff, interpelando de forma original y controvertida (y no siempre exitosa) los desafíos de la lucha social y ecológica contra un sistema socioeconómico, político y cultura que, más de lo que el antropocentrismo es en sí, constituye el verdadero responsable de la crisis civilizatoria que hoy vivimos.
Retomando estos debates de manera creativa, y sin privarse del imperativo de la crítica, Martínez Andrade nos ofrece así un precioso libro que ayuda a dar luz, hasta nuevo aviso, de lo que prevalece en la oscuridad. Es esta la “utopía concreta” -de quien “sueña despierto”, como diría Ernst Bloch- que Luis Martínez Andrade movilizó para rescatar la frágil esperanza, sin ninguna garantía de victoria, en la posibilidad de la transformación radical del orden establecido, esperanza de la que Leonardo Boff y los teólogos de la liberación fueron (y continúan siendo) no sólo testigos sino también emisarios activos, representantes latinoamericanos de lo que Walter Benjamin designó alguna vez como la “tradición de los oprimidos”.

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