Ed. Chirimbote. Ed América Libre. Ed. El Colectivo, 2016.
¿De qué hablamos cuando hablamos de lo popular? ¿Qué quiere decir adosado como adjetivo a algo tan complejo e inagotable como es el (o los) feminismo(s)? La polisemia de popular se aproxima en nuestro imaginario a lo nac&pop, pero también, a un paraguas semántico en el que nos nombramos como clase trabajadora con una amplitud que podría incluir campesinxs, precarizadxs, desocupadxs, sujetxs racializadxs. Esta amplitud puede hacer que se difuminen los matices y las especificidades de las luchas comprendidas dentro. Pero, en este libro, popular es algo más. Es la construcción de poder – con perspectiva feminista como componente ineludible del anticapitalismo – que estos relatos proponen.
No hay intención de generar una voz unívoca. El feminismo popular aparece en el libro como una reacción latente que se va recreando y creciendo también a partir de las reflexiones que se da al calor de sus propias tensiones internas. Podemos pensar a estos feminismos junto con sus autoras, como reacción contra el patriarcado, contra las opresiones conjuntas sobre las que el capitalismo se apoya y que impactan más duro sobre los cuerpos feminizados: el sexismo pero también el racismo, la xenofobia y la cis-heteronorma. Contra lo específico que tiene el capitalismo en esta coyuntura, en nuestro continente: el avance imperial neoliberal que toma la forma de proyectos transnacionales extractivistas, de primarización de las economías, de saqueo legalizado de recursos naturales, y contra el modo en que dicho sistema precariza las vidas de mujeres que son además sostén de hogar. O sostenes de sus organizaciones, porque este libro también pone el ojo en la necesidad imperiosa de que el lema feminista “lo personal es político” permee también las construcciones políticas de izquierda que habitamos. Que empodere compañeras, que logre detectar cuánto de misoginia y de heteronorma estructura las identidades masculinas de nuestras organizaciones. Pero también cuánto de racismo, urbano y clase media encarna muchas veces nuestro feminismo. La lectura abre más de un interrogante tenso pero necesario: ¿cómo detectar y desmontar los privilegios masculinos en nuestras propias organizaciones y seguir apostando por una construcción colectiva mixta? ¿qué hacer con los propios privilegios de raza, de clase? ¿cómo cuestionarlos sin caer en una posición reactiva, irreconciliable con todo aquello que venga de la academia? O su contracara, ¿cómo abogar por un feminismo desde abajo que tampoco tutele o esencialice a las compañeras que cargan con más opresiones intersectadas que una?
Divididos en tres apartados (“Aprendizajes Compartidos”, “Textos Generadores” y “Voces Desobedientes”), los textos entraman diálogos, configuran nudos problemáticos comunes.
El prólogo y primer ensayo, a cargo de Claudia Korol (quien compila la obra), traza las coordenadas generales: situada en contexto latinoamericano, afirma que “frente a la feminización de la pobreza, somos protagonistas de la feminización de las resistencias populares”. En la misma línea, el ensayo de Roxana Longo destaca la participación de las mujeres en los movimientos sociales del continente, atendiendo al modo en el que los modelos agroexportadores que caracterizan aún las economías latinoamericanas, con su política de concentración de tierras y de destrucción de la agricultura tradicional, impactan sobre la vida de las mujeres campesinas. Son ellas, dirá, “las que sostienen el trabajo cotidiano de las organizaciones, recrean lazos territoriales, comunitarios e identitarios”. Su planteo general toma cuerpo en los textos siguientes que ahondan sobre la Confluencia de Mujeres para la Acción Pública en Colombia y sobre la experiencia de Conamuri en Paraguay. La Conamuri es la Coordinadora de Mujeres Campesinas e Indígenas de Paraguay, una organización surgida hace 15 años y que nuclea a mujeres que denuncian injusticias relacionadas con el género y la etnicidad en sus territorios.
¿Y qué pasa cuando la estrategia feminista se entrelaza con un proyecto político de izquierda y de largo aliento como el chavismo? La comuna antipatriarcal, impulsada por la Escuela de Feminismo Popular, Sexualidades e Identidades Revolucionarias, es una de sus consecuencias más estimulantes. “No se pueden hacer grandes cambios sociales si no se cambian las estructuras que dan vida al sistema capitalista, desde la vida diaria, la cotidianeidad”, dicen. Desde allí enfocan tanto en el reconocimiento de los embates de la derecha sobre las mujeres (el desabastecimiento de alimentos, de métodos anticonceptivos) como del propio proyecto político chavista y llaman a redoblar la apuesta. Comunas que sean territorios libres de violencia machista, de homofobia, que busquen formas de socializar el trabajo del cuidado de la vida a través de la creación de ludotecas, restaurantes, lavanderías comunitarias. Ese modelo rentista que no pudo superarse del todo se observa en toda su plenitud en el caso de la sabana de Bogotá, analizado por Paola Suárez. La autora narra los devastadores efectos ambientales que los plaguicidas de la industria de las flores para la exportación generan en fuentes de agua subterráneas y que también provocan enfermedades a quienes trabajan en el sector, mayoritariamente mujeres.
De Colombia a El Alto y de ahí al racismo y misoginia de la justicia argentina nos llevan Laura Salomé Canteros y Camila Parodi al relatar la historia de Reina Maraz, con la sensibilidad de quienes junto con otras compañeras batallaron por su libertad y hoy la celebran como una victoria del movimiento de mujeres. Reina, boliviana, indígena, mujer, pobre, analfabeta, quechua-hablante, fue acusada y sentenciada por el asesinato de su marido, quien la había “vendido” a otro hombre que abusó de ella.
Los artículos que componen el apartado “Textos Generadores” arman un contrapunto de debates abiertos dentro del feminismo local, enfocando en las estrategias que nos hemos dado como movimiento por el derecho al aborto legal seguro y gratuito (Analía Bruno) o cómo desmontar los discursos y las prácticas androcéntricas y heteronormadas en el ámbito de la educación formal (La Revuelta). Se repasa también implícitamente la discusión no zanjada en torno a abolicionismo y trabajo sexual, en el texto de Zaldúa, Lenta, Longo y Sopransi, al abordar prácticas de exigibilidad de derechos e iniciativas de capacitación laboral para prostitutas que quieren dejar la calle. Un interrogante en torno a este punto se abre: ¿de qué modo podemos pensar también encuadradas dentro de un feminismo popular, como compañeras de lucha, a aquellas trabajadoras sexuales que demandan por derechos laborales, que consideran, tal como lo hacen las autoras, que la ausencia de ley en la calle redunda en aumento de la clandestinidad y de la arbitrariedad policial sobre sus cuerpos? Finaliza el apartado un texto de Diana Maffia que con las herramientas de la epistemología feminista complementa el ensayo de La Revuelta, al indagar en la construcción moderna del sujeto de conocimiento occidental y del método científico como eminentemente androcentrados.
El apartado “Voces Desobedientes” puede leerse como un ejercicio reflexivo y comprometido de historia oral feminista. En las distintas entrevistas emergen elementos que tienden puentes entre las sujetas que hacen memoria. Así nos encontramos con las palabras de una compañera del MST brasilero, cómo enhebra en el relato su infancia campesina, su mirada sobre el feminismo antes y ahora mientras narra. El horror de una guerra cotidiana se hace visible en la voz de una feminista palestina que echa luz sobre las especificidades de las violencias en los cuerpos de las compañeras. La lucidez entrañable de Lohana Berkins reaparece mientras revisa las estrategias políticas para lograr la ciudadanía travesti, en materia de acceso a derechos (al empleo, la salud, la educación), y también en tanto que sujetas políticas de cambio social. Al hacerlo, logra además poner sobre la mesa las incomodidades de habitar un cuerpo trans en un feminismo que a veces pierde de vista que la biología no es destino, en la izquierda siempre reticente a abordar sexualidades, en la propia comunidad LGTB que invisibiliza los privilegios de algunas letras de la sigla. El cuerpo, ese cuerpo, como biografía reaparece en el testimonio de la otra gran referente trava que nos falta, que nos arrancaron. Diana Sacayán cuenta de las marcas, las cicatrices que configuran identidad, una que siempre es múltiple, intersectada: trava, sudaca, india, latinoamericana, matancera.
Liliana Daunes trae una cartografía de trayectoria feminista y lesbiana, desde los primeros Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe, a los Encuentros Nacionales de Mujeres, los intercambios con compañeras españolas y con mujeres de los pueblos originarios.
La entrevista a Celina Molina y a Adriana “La Tana” Pascielli es una mirada compañera de un buen tramo de historia reciente. Es una revisión de la propia vida, de los compromisos políticos y de cómo fueron mutando, creciendo. Una reconstrucción del momento bisagra en el que el feminismo irrumpe en sus militancias y logra hacerse lugar al interior de su organización. Aparecen los desafíos, los temores, las instancias sólidas que fueron armando con otras mujeres del FPDS, su mirada crítica sobre la ruptura, el recuerdo emotivo de Darío.
Y del Puente viajar a Honduras, a la lucha de Bertha Cáceres, la compañera asesinada en la dictadura que derrocó a Zelaya. En sus palabras resuenan las especificidades de la organización del Concejo Cívico de Organizariones Populares e Indígenas de Honduras, de la que fuera Coordinadora General. En Bertha cristaliza la defensa de la tierra, los recursos naturales, la síntesis de un siglo de lucha antiimperialista, cinco de resistencia indígena al colonialismo, el ser mujeres que no sólo sostienen la organización en el cuidado y el alimento, sino que se abren paso en una política hecha a la medida de los hombres. Lolita, india maya k'iche, compañera de lucha de Bertha desde Guatemala, habla desde la vivencia, desde el cuerpo, ese que sanan con otras dentro de la Red de Sanadoras del Feminismo Comunitario. Narra la complejidad de organizarse contra el patriarcado de la derecha y el patriarcado ancestral, de recuperar una sexualidad en otros términos, de encontrarse con el propio clítoris en el camino. Y no es casual que mientras ella habla de la victoria contra los intentos de patentar el maiz, en el texto que cierra el libro, la bióloga del himalaya Vandana Shiva vuelva sobre lo que guarda la genética de una semilla y lo que peligra al manipularla bajo los dictados del capitalismo global, ese que conecta opresiones pero que es contestado también con luchas posibles.
Así, sin ánimos de ser un decálogo prescriptivo, el libro condensa un número de experiencias y perspectivas que arman la posibilidad cierta de un feminismo anticapitalista, de izquierda, antirracista, no heteronormado y con una conciencia medioambiental.