21/12/2024
Por Neuhaus Susana , Calello Hugo ,
Este trabajo surge desde dos intenciones convergentes. La primera se refiere a la indudable acentuación y emergencia de movimientos políticos de resistencia contra los efectos de la globalización y el poder dominante de la sociedad en la Argentina y en general en América Latina, en el último lustro. La segunda es la de intentar desarrollar el debate y la discusión sobre una propuesta epistemológica y política que se está comenzando a llevar a cabo en la Universidad de Buenos Aires, para explicar e intervenir críticamente sobre el proceso de construcción de la sociedad civil en la Argentina y en América Latina.
Reflexiones teóricas sobre las problemáticas planteadas
América Latina, en la que la porosidad de la sociedad civil, victimizada por el colonialismo, el imperialismo y la incapacidad autonómica y servilismo de los respectivos estados, sufre también el impacto desintegrante y fragmentador del neoliberalismo en los últimos veinte años. Decíamos en un texto anterior, refiriéndonos al vaciamiento de la capacidad productiva y su impacto desintegrador sobre el trabajo en los países latinoamericanos:
Pero el destino de los sectores desproletarizados, a diferencia de los que pasa con la mayoría de ellos en los países dominantes en la globalización, no será el de ser reciclados a otras dimensiones del trabajo o mantenidos mediante seguros de desempleo, sino el ser arrojados a la cada vez extensa y oscura zona de la exclusión. Los excluidos se van convirtiendo en una masa de gran extensión y densidad dentro de la clase subalterna. Así se unen los que siempre convivieron en piso de penuria y necesidad de la sociedad con aquellos que fueron expulsados de la relativa seguridad del pequeño y mediano consumidor. Así en la gran base de la clase subalterna, podemos encontrar franjas que se miden, por su distancia con el extremo inferior de la sociedad, marginalidad, pobreza crítica, pobreza.
Si sumamos a eso las otras dimensiones de la subalternidad, compuesta por una variedad de niveles de todos aquellos que están lejos de una real participación en el poder y la riqueza, podemos darnos una idea de los niveles de complejidad social global sobre los cuales opera permanentemente el discurso político hegemónico.
Si bien sería exagerado afirmar que el "discurso gobierna", es evidente que es una instancia imprescindible para el ejercicio del poder imperial en el mundo global.
El discurso disemina un mensaje que persuade a las masas que pueden "alcanzar lo inalcanzable". El hombre-masa es desterrado de su realidad, en tanto se lo empuja a la creencia y a la ilusión que le impide la toma de conciencia de los límites reales del espacio, al cual ha sido condenando a sobrevivir y en el cual, casi inevitablemente, deberá morir. Este habitante irá desarrollando formas de violencia contra el "otro", cada vez más extensas y profundas, de acuerdo con su distancia de aquellos sectores de la sociedad que son su referente de consumo. El mensaje diseminado por el discurso lo ha "informado" de que existen formas de vida y de placer de las cuales están proscriptos los perdedores, los tímidos, los débiles. El mensaje lo informa del éxito de los grandes corruptos, lo inunda con la crónica amarilla de la violencia cotidiana. La violencia se generaliza en el espacio degradado, los fragmentos de sociedad se re-fragmentan y se excluyen como diversos y enemigos, se revierte el uno contra el otro. En la totalidad de la sociedad masificada el discurso seduce, en tanto inmoviliza. La industria cultural ha producido la "nueva clave de la hegemonía", la instauración sutil del miedo, odio al otro incognoscible, el fantasma del terror cuya presencia enferma y paraliza el tejido social.[1]
Sin embargo, la presión cada vez más asfixiante del avance de la recolonización sobre los Estados sometidos, hace que su función intermediaria levante cada vez mayor resistencia social y muchas veces, como en el caso argentino en diciembre de 2001, produzca grandes movimientos de protesta que sirven de apoyo para derribar un gobierno, aunque no acaba con la clase política, la que responde con un "desdoblamiento" que le permite restaurar progresivamente una precaria gobernabilidad.
El "americanismo" va generando frentes conflictivos, producto de la avidez irreprimible del capitalismo que hoy desnuda su verdadero rostro Un semblante que se distancia del salvajismo originario, en tanto se aproxima más a un frío y despiadado fundamentalismo darwinista. Para darle continuidad a su dominación, el poder hegemónico deberá intentar la domesticación de ciertos frentes sociales, territoriales, laborales y culturales de resistencia.
En esta dimensión es necesario tener claro el alcance y la proyección de los movimientos de resistencia que emergen tanto en la Argentina como en América Latina. Vamos a resumir algunas ideas en torno a los más importantes.
Aparecen en la Argentina, así como en otros países latinoamericanos, las formas arquetípicas de los movimientos mundiales contraglobalizadores. Estas, en América Latina, son víctimas de las limitaciones de aquello que aparece como su fuerza la "masificación multitudinaria". Un tema ya discutido en trabajos anteriores es el verdadero poder decodificante frente al discurso hegemónico de la "globalofobia". Citamos:
Las manifestaciones "masivas", en una sociedad de masas, mas allá del "progresismo" de las consignas, no pueden generar formas participativas orgánicas a largo plazo. A pesar de las versiones pos-modernistas, no es cierto el"poder de cambio" de la "multitud", en tanto esta es sólo contigüidad momentánea, sin vincularidad capaz de generar una voluntad colectiva[2].
Solo un movimiento orgánico puede hacer que el despliegue y la concentración humana produzcan verdaderos avances para romper el aislamiento y la subordinación de la sociedad civil a la sociedad política y por lo tanto del uso del Estado, por ésta, como medio cada vez más coercitivo. La consigna "que se vayan todos," coreada multitudinariamente y utilizada hasta el cansancio, es un ejemplo de esta agresión catártica a la clase política que impide transitar por las calles de la ciudad a sus representantes, pero les permite a estos seguir ejercitando el poder, e intentar perdurarse a través de una nueva convocatoria electoral. Los verdaderos movimientos de resistencia son aquellos que históricamente van creando condiciones para generar nuevos espacios democráticos en la lucha contra la hegemonía del imperialismo globalizador.
La reapropiación territorial es la recuperación del espacio desde la autoafirmación de formas de diversidad (Zapatismo, piqueteros, MST, MTD). Su aproximación o alejamiento a una reconstrucción real de la hegemonía desde la civilidad depende de su poder de ruptura con las dicotomías discriminatorias o a las entropías autorreferentes, o sea de su capacidad para desarrollar nuevas células orgánicas igualitarias y democráticas.
La reapropiación desalienante del trabajo sólo puede concretarse en la medida en que se separa de la lucha del desocupado por la sola recuperación de su trabajo en la sociedad capitalista. Es la diferencia entre el incipiente proceso de recreación del poder de decidir en la sociedad civil o la sumisión al poder político capitalista.
Esta reapropiación del trabajo es la reapropiación del ser social en las distintas formas en que se da, a través de los nucleamientos obreros de fábricas tomadas, pero para convertirse en contrahegemónicos, éstos deben extenderse a otros sectores y clases, sometidos a la desigualdad y la explotación a través de la articulación, desde la conciencia de la unidad de la clase subalterna.
Frente a los "movimientos de resistencia", el poder hegemónico debe operar para mantenerlos en la atonía de una sociedad civil atravesada por la inseguridad y la represión.
Debe mantenerlos fragmentados, disolver los intentos de voluntad colectiva, deshistorizar a los sujetos y convertirlos en actores mutantes que navegan erráticamente en medio de acontecimientos que los atraviesan, sorprenden y sobrepasan. Un ejemplo típico son las prácticas y mensajes que multiplican la violencia, y promueven sumisión a los sistemas de representación diseminados por los medios de comunicación, destinados a descalificar (por ejemplo) "lo argentino" como lo sustancialmente negativo, lo irreversiblemente corrupto y antiético, desde la extensión a toda la sociedad de los "atributos" de su clase política gobernante.
El "americanismo" imperialista, desde la caída de su antigua máscara liberal protectiva, debe promover a toda costa el vaciamiento de una cultura contrahegemónica en gestación que puede concretarse, a través una verdadera y fuerte articulación regional; no desde los gobiernos, sino desde los movimientos de resistencia existentes tanto en el Brasil, como en la Argentina y Uruguay, México, Perú, Ecuador y en menor grado, en otros países latinoamericanos.
Estamos asistiendo a la reactivación de estos movimientos ante un "americanismo" que (impulsado negativamente por su propio momento recesivo) promueve la crisis permanente en la cual, en distintos grados de avance, viven los países del sur. Estos movimientos son fuertemente reproductivos, sobre todo en la Argentina. Instalan nuevas formas de cultura y del trabajo en rebeldía. Deben liberarse sin embargo, de ataduras al espontaneísmo irracionalista y sobre todo al activismo pragmático y su retórica de "las palabras vacías".
A diferencia de otros países latinoamericanos (en los cuales la violencia, la pobreza crítica y la marginalidad se han naturalizado) las formas restitutivas para la reconstrucción de la sociedad civil pueden refundarse desde la recuperación de una historicidad que hoy se expresa en los movimientos de resistencia que ya hemos analizado. Movimientos de resistencia y de reapropiación del trabajo que tienen que ver con la perduración de ideas-fuerza de democracia, de igualdad y de transformación, que surgieron de ciertos intelectuales fugaces pero perdurables (Moreno, Echeverría, Ingenieros, Martínez Estrada) por un lado, y que además fueron incorporadas en la propia conformación de la sociedad argentina por emigrantes políticos, luchadores contra la opresión y el fascismo expulsados de los países europeos.
Ideas-fuerza que se expresaron en movimientos solidarios, en confrontaciones de clase que constituyen fuertes marcas en la memoria histórica y aun organizaciones políticas que lucharon por la democracia y la dignidad, contra la continuidad del autoritarismo caudillista. Ideas-fuerza que se expresaron en la lucha permanente por la educación pública, que aun en este momento de crisis permanente siguen incorporando jóvenes con capacidad de convertirse en masa crítica. Se ven operar también en las universidades públicas, resistiendo la extorsión presupuestaria y el ataque frontal contra los espacios públicos donde se intenta reconstruir un saber para la transformación, y en muchos de sus sectores de estudiantes y profesores más avanzados que están proyectados hacia la investigación como intervención crítica y trabajo en los movimientos de resistencia, sobre todo en los sectores territoriales más problemáticos
Si aun con el PT en Brasil el desplazamiento de la clase hegemónica será un largo y riesgoso proceso, la ausencia de una organización política de ese tipo en la Argentina, permite un nuevo desdoblamiento de su clase política y su continuidad en el futuro inmediato y tal vez mediato. Pero esta clase política ha dilapidado su poder económico, y está fragmentada y dividida. Su tronco unificante, un populismo neoliberal, corrupto, conservador y autoritario, no ha logrado aglutinarse tras el dominio de un solo caudillo y expresa su podredumbre, la lucha abierta por el poder de los múltiples pequeños y mediocres caudillos, que difícilmente podrán asegurar un gobierno estable a corto o a mediano plazo. Como es natural, ante este potencial vacío de gobernabilidad, el americanismo imperial tratará de imponer su poder ordenador, mantener la separación subordinante entre sociedad política y sociedad civil. Atravesar esa separación será el desafío que los movimientos de resistencia tendrán que aceptar para articularse en un movimiento emancipador que pueda luchar por crear una nueva hegemonía.
El Estado es ejecutor y a la vez encubridor de esta hegemonía. Con esto queremos decir que se debe disolver en tanto clase dominante, o sea como sociedad política en el ejercicio del poder global, en un "imaginario" capaz de "contener" a todos los habitantes del planeta. Esta disolución supone una dialéctica que se configura en la bipolaridad expresada en el hecho de que todos deben estar "informados", de que el ejercicio de la violencia es una necesidad de los que lo dominan, pero también un camino al alcance de todos los que se atrevan, para poder realizarse en la consumación de su deseo de relativa seguridad, que en el mundo de lo incierto dan el poder y la riqueza.
Estamos ante un nuevo tipo de hegemonía engendrada por el americanismo imperial. La sociedad latinoamericana, a diferencia de la europea y la norteamericana, no ha experimentado lo que Gramsci ha llamado "el proceso de expansión de la sociedad política" que genera la aparente disolución del poder coercitivo del Estado, al lograr el consenso desde la relativa legitimidad de la ciudadanía. La sociedad latinoamericana, en cambio, ha sufrido todo el rigor coercitivo del Estado, aun en los mejores momentos de ejercicio formal de la democracia. Desde la constitución de los estados nacionales, en su etapa de modernización bajo el colonialismo imperial y en la actualidad bajo el imperialismo difuminado a través de la globalización, el núcleo del poder ha sido el ejercicio de una violencia permanente. No solo desde los Estados, sino en los intersticios de la sociabilidad donde se construye la hegemonía para lograr un consenso rutinario llamado eufemísticamente "gobernabilidad". En aquellos períodos en los cuales el verticalismo autoritario militar es sustituido por una apertura formal hacia la "democracia", la violencia se moleculariza y genera formas de exclusión, desigualdad y degradación.
Fundamentos para un programa de investigación como intervención crítica
Si bien la sociedad latinoamericana vive por su condición en una suerte de crisis y conflicto permanente, es importante intentar confrontar ésta desde sus múltiples perfiles. Estamos convencidos de que, como afirma Gramsci, no hay espacios reducidos para el ejercicio de una praxis que sea capaz de motorizar el proceso de la reforma intelectual y moral que puede llevar a los sujetos históricos de las limitaciones del "momento productivo" al "momento ético-político".
En las universidades públicas, aun resistiendo la extorsión presupuestaria y el ataque frontal contra los espacios públicos donde se intenta reconstruir un saber para la transformación, estudiantes y profesores están proyectados hacia la investigación como intervención critica y trabajo en los movimientos de resistencia, sobre todo en los sectores territoriales más problemáticos; sin embargo esta potencialidad histórica de las universidades, está siendo corroída, en muchas de ellas con la complicidad de sus autoridades (como es el caso actual de la UBA) por un proyecto de elitización, al tiempo que imponen un pragmatismo productivista.
Es necesario tomar conciencia de que se está luchando contra la perversidad de una globalización que desde el abortado mayo francés (desde 1968), hasta el actual fundamentalismo depredador de Bush, tiene una estrategia con respecto a las universidades: reducirlas a meros centros de inscripción y exámenes, desintegrarlas en cuanto espacios públicos de concentración permanente de estudiantes, convertirlas en cartografías deshabitadas, territorios virtuales, en los cuales el estudiante -sometido a la masificación mediática, desvinculado del otro- no puede construirse socialmente como masa crítica y se somete el individualismo pragmatista y tecnocrático.
Por otra parte, la universidad autónoma, gratuita y estatal, es tal vez hoy el espacio público fundamental para construir la democracia. Su vinculación militante con la sociedad debe reemplazar la retórica vacía y el aislamiento cultural y científico mediante el desarrollo de una política cultural de entrelazamiento con los núcleos más problemáticos y conflictivos de la sociedad argentina. La tecnología de las soluciones de los "especialistas" los profesores, investigadores y estudiantes de la universidad, debe ir mas allá del logro puntual. La investigación debe ser una actividad permanente. Entendemos que es la estrategia adecuada a fin de que la Universidad genere la masa crítica para que la sociedad argentina comience a transitar el verdadero camino hacia la transformación democrática. Desde esta perspectiva es que encaramos la experiencia de un seminario de investigación abierto en la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA denominado Seminario-Taller de Investigación. Gramsci: discurso hegemónico y reconstrucción de la sociedad civil en América Latina.
En la crisis, recobrar la palabra gramsciana
A partir de diciembre de 2001, junto con la ilusión de consumismo se resquebrajó también la confiabilidad en el sistema democrático y en la representabilidad de los gobernantes. El papel del Estado como sociedad política (aparato jurídico y político), ya jaqueado con la idea del Estado Mínimo del neoliberalismo económico, demostró no sólo no estar ausente de las decisiones económicas y de seguridad, sino ser manejado por la clase política, que se turna en el poder representando los mismos intereses en el ámbito internacional.
El Estado como concepción ampliada de sociedad política y sociedad civil, como equilibrio entre fuerza y consenso desde la hegemonía de un grupo social sobre otro, entró en crisis orgánica, esto es, hubo una puesta en cuestión de la dirección ideológica y cultural, crisis de autoridad del grupo social dirigente (Gramsci, 1936).
Esto implica actualmente una desvinculación de los gobernantes respecto de los gobernados; una crisis, no de coyuntura, sino orgánica, porque afecta los consensos y por lo tanto la hegemonía. Esta crisis, si bien parte de lo económico, va mucho más allá de ello cuando entran en crisis los valores, las creencias y las formas de vida prevalecientes hasta el momento. Pueden conducir a una revolución, cambio estructural, como pueden ser la ocasión de volver a dejar el poder en manos de los que ya estaban. Sin embargo, al perder el consenso activo que la sostenía, generan luchas sociales que parten inicialmente de la problemática económica.
Si esta fase de la lucha no es superada, este "momento productivo" no va a dar lugar al "momento político", donde lo que es cuestionado y tema de lucha es la problemática del Estado y la construcción de una nueva hegemonía acorde con intereses sociales más genuinos. Se torna claro que la resolución de la problemática económica pasa por la del poder.
En un tercer momento, que supera a los dos anteriores, es necesario plantearse la "reformulación ético política" como foco central de la lucha social, y lo que interesa es la concepción de una nueva hegemonía, superadora y a la vez abarcativa de las dos anteriores, ya que el limitarse a las luchas por la supervivencia o el logro de mejores salarios, no permite una reformulación de los valores y principios que sostienen un estado de cosas. No habría mutación en la subjetividad social del "sentido común", sostenedor del antiguo consenso, al pensamiento reflexivo y critico que favorece la elaboración de nuevos proyectos.
En los movimientos sociales juegan las identidades y las diferencias. En las reivindicaciones económicas prevalecen las diferencias de intereses en la sociedad, y las identidades se dan por intereses económicos comunes a los diferentes grupos sociales, que acentúan las diferencias entre grupos. En las luchas políticas, donde se juega la problemática del Estado, prima la identidad sobre la diferencia, en tanto lo que se discute es el tema de la hegemonía cultural y política: es el tema del poder.
En el momento ético-político se da una toma de conciencia de la condición de grupo subalterno en un sentido social más amplio, que abarca más sectores, más allá de las diferencias, y que permite unificar la lucha en torno a una nueva hegemonía intelectual y moral. Se busca un nuevo consenso sobre otra base ético-social.
Es importante ver cómo juega el elemento temporal en este planteamiento, tanto para entender cómo se fue gestando la situación actual, como para apreciar que son necesarias diversas etapas de acción para conseguir una transformación. Ciertos intelectuales de orientación postestructuralista y deconstructivista, con influencia relativa en los medios filosóficos y psicoanalíticos, han realizado formulaciones nihilistas al respecto. Siguiendo uno de los planteos catastróficos, "la catástrofe vino para quedarse [...] produce un desmantelamiento sin armar otra lógica" (Lewcowicz, 2002). Vemos en esta afirmación una propuesta fijista, ahistórica, presentista ad eternum, que no considera la historicidad, niega la dinámica tanto de la realidad social, como del cambio psíquico y la subjetividad social. La historia en este caso es sólo huella que permanece inmutable. Además, objetamos, la así llamada catástrofe no "vino" sola, sino de la mano de la globalización; es, aún más, una condición del ejercicio hegemónico de la globalización. Considerarla así no hace sino confirmar la intención paralizante del discurso prevaleciente.
La crisis, que es permanente en América Latina, ha sido develada en su crudeza real. Se hicieron visibles, entonces, los lados oscuros de esa fantasía globalizante, sostenida a través de la renegación de buena parte de los aspectos de la realidad por parte de los distintos sectores sociales. La misma idea de catástrofe lleva implícita la de una destrucción total e irreversible (sus sinónimos son hecatombe, castigo, cataclismo, calamidad, desastre, devastación; esta última significando, a su vez, arrasamiento, exterminio y aniquilación). También se crea una nueva y falaz antinomia: estabilidad, prosperidad o bienestar vs. desastre.
Y son ahora "profetas de la aniquilación" aquellos que llamaban "apocalípticos" o "profetas del desastre" a quienes atinaban a tener un pensamiento crítico frente a lo que iba sucediendo.
Lo que aparece ahora no son fenómenos nuevos: la paulatina desigualdad e injusticia, el hambre, no son emergentes inéditos. Tampoco es una catástrofe, porque el derrumbamiento de lo que estaba no implica la ruptura súbita de una plataforma estable, ni que no quede piedra sobre piedra. Significa el desenmascaramiento de un estilo de vida basado en la naturalización de la injusticia y en la desestabilización permanente, en la exportación de la violencia y la pobreza de los países ricos, que lo son a costa de haber convertido a los países de menos recursos en exportadores de talentos, materia prima y mano de obra baratas, receptores de la pobreza y la violencia del mundo.
Los medios de comunicación de masas, que recién hoy se afanan en señalar y exaltar los casos de violencia individual y de muertes por desnutrición, no señalan las causas, exhiben los resultados como trofeo negativo y autodenigratorio que induce a la población calificada a buscar destinos idealizados en el exterior.
En ese enfoque catastrófico, toda esperanza como afecto incitador individual o colectivo, es desalentada como tiempo de postergación, de ingenua creencia en la restitución de lo perdido (R. Forster, Jornadas de investigación de la Facultad de Arquitectura, UBA, 2002). Esperanza es también tiempo de espera, pero en tanto espera pasiva, convierte en objeto o en sujeto contemplativo de lo que adviene al sujeto histórico, aguardando el hiato por el cual se colará el "acontecimiento" que todo lo cambie, en medio del caos azaroso en que transcurre lo real inabarcable y ajeno.
Pero espera, creemos, es tiempo también de resistencia y de reconstrucción sobre otras bases diferentes. En la dialéctica construcción-deconstrucción-reconstrucción que planteamos, la tercera instancia implica la superación crítica de lo anterior, la eliminación de los puntos ciegos de la memoria censurada y la ejercitación del pensamiento crítico que permita dilucidar el reduccionismo individualista para la creación de un pensamiento colectivo.
Es en este sentido que pensamos que, dentro de una filosofía no nihilista, sino negativa (esto es, una reflexión que considera los aspectos contradictorios, negativos y que mantiene una visión crítica del estado de cosas) hay un aspecto de la subjetividad, como elemento en constante reformulación y rehistorización, que representa una reserva simbólica potencialmente transformadora. Esta reserva tiene su razón de ser en la historia de los movimientos sociales en la Argentina. La capacidad de reconstrucción, de sublimación y de lucha en momentos de crisis se ve hoy en los movimientos sociales, culturales, económicos y políticos y en la búsqueda activa de nuevas formas de autorrepresentación, tanto en lo político como en lo laboral.
La visión catastrófica desalienta la acción transformadora y conduce a una actitud nihilista donde nada es reconstruible. Como enfermos terminales, como víctimas convalecientes, los sujetos sociales devienen pálidas criaturas desvalidas, hojas en la tormenta, candidatas a ser rescatadas por alguna entidad benéfica o salvadas por un revés del azar.
No es lo que vemos actualmente en nuestro golpeado país. El espacio público, que había sido progresivamente invadido y privatizado hasta cambiar la concepción de la relación entre lo público y lo privado, las asambleas, los piquetes; un ejército de "cartoneros", nuevo sector social organizado, recorre las calles y se asienta en las plazas. Se crean comedores públicos, apoyados en la solidaridad como valor rescatado proyectado hacia una ética colectiva en construcción, se busca reactivar la economía desde ángulos insospechados: desde la iniciativa familiar hasta la toma de fábricas abandonadas, se afirma el derecho al trabajo a la vez que este es redefinido desde su condición de actividad alienante.
Todo esto habla de una capacidad de simbolizar, de cambiar y proyectar a futuro que contrarresta el paulatino vaciamiento de memoria histórica y significaciones colectivas que bombardeó, saqueó, mas no logró arrasar la reserva simbólica históricamente construida. Es cierto que el terrorismo psicológico y material puede acabar con estos proyectos, como también lo es que los aparatos del poder están en el mismo lugar y el modelo económico sigue operando a escala mundial. Todo dependerá de la organicidad de las luchas sociales que se puedan seguir llevando adelante.
La masificación en nuestra sociedad tiene una esencial condición en la cual el desarraigo es una clave básica. Esto, unido a la errática y diferenciada movilidad social, a la debilidad endémica y originaria del proletariado, hace que la lucha política esté sometida a un patrón compulsivo y repetitivo de relaciones autoritarias. La continuidad de la autocracia en el poder es también la ruta del pensamiento filosófico político, dirigido a lograr la hegemonía de la dominación política. El "intelectual orgánico" que es para Gramsci el protagonista de los múltiples niveles de creación y acción de la "filosofía de la praxis", sólo aparece en momentos fugaces en la historia de nuestra vida política. Por el contrario, muchos de los que aspiraron a cumplir este cometido adscrito al proyecto de "reforma intelectual y moral", se convirtieron en eficaces ideólogos y "funcionarios de consenso".
Así, recobrar la palabra gramsciana es poner al descubierto un gigantesco lugar vacío en la región latinoamericana: el lugar de la sociedad civil no nacida. Y denunciar la vigencia de una pasión a pesar de la debilidad, de la incapacidad de aquellos que debieron ser catalizadores de la conmoción y la transformación radical del "sentido común" rutinario: los intelectuales orgánicos como sujetos de una sociedad civil capaces desde un "nuevo príncipe" de participar en la gestación una "nueva hegemonía", en un proyecto de "reforma intelectual y moral", Gramsci, desde "Americanismo y fordismo", define con pincelada sutil lo que sería las características más oculta y fantasmal de la sociedad capitalista avanzada, su escamoteo de la propuesta básica de la modernidad: la universalidad de la libertad en la societas hominum. El desarrollo de la sociedad exige la progresiva sumisión del hombre al "momento productivo" como práctica y horizonte de vida. Gramsci no vive la revolución tecnológica, pero es evidente que la presiente al intuir la mecánica futura de un mundo dominado por ella. La ausencia de un momento histórico como el de la revolución francesa, marcará a fuego el futuro desarrollo de las masas en su relación con el poder en la región en la cual el capitalismo se desarrolla con la máxima potencialidad industrial, preparado ya para su formidable expansión multinacional.
Objetivos y algunos resultados significativos
Este seminario tiene el objetivo de dar al estudiante las bases de una formación en el marxismo gramsciano, desde la discusión de sus categorías teóricas básicas, y al mismo tiempo el de ofrecerle la posibilidad de desarrollar prácticas de investigación sobre la realidad actual de la Argentina y América Latina a través de una concepción de la investigación como intervención crítica, desde la metodología gramsciana. Se desarrolla un programa de formación e investigación que se extiende en cada semestre en tres etapas:
1) Discusión sobre las categorías fundamentales del pensamiento gramsciano y su significación para la historicidad de problemática latinoamericana y argentina.
2) Trabajo sobre la cuestión de la hegemonía dentro del bloque histórico dominado por el imaginario neoliberal, por la palabra vacía, eje de la discursividad del poder en la globalización o "americanismo imperialista".
3) Discusión acerca de los movimientos de resistencia del presente en su historicidad, tratando de que el estudiante investigador se vaya formando desde la perspectiva de una intervención crítica sobre las prácticas discursivas, como praxis generadora de un potencial discurso contrahegemónico.
En nuestra experiencia reciente, la primera fase de la investigación fue llevada a cabo en la fábrica tomada "Grissinopoli", manejada desde hace un año por los obreros como cooperativa, y en el asentamiento territorial barrio "María Elena" en Gregorio de Laferrere, partido de La Matanza. Un asentamiento con más de veinte años de historia que ha desarrollado sorprendentes avances en la recreación de la vincularidad de la vida comunitaria. Los investigadores estamos procesando estas experiencias, que serán ampliadas, profundizadas y expandidas en las próximos etapas del seminario taller. Pero para culminar con este trabajo, vamos a puntualizar algunos aspectos estratégicos, que aparecen como resultados de singular interés en esta primera experiencia. Para los estudiantes que optaron por este seminario como práctica de investigación, hubo un primer logro importante. Desde la perspectiva gramsciana y desde la teoría crítica, el investigador establece un compromiso con su objeto de estudio que rompe con una doble polaridad: a) la de la tradicional investigación funcionalista positivista que objetualiza a los sujetos de la investigación y los reduce a un catálogo de datos, rebajando también al investigador a la condición de un descriptor de situaciones y b) la del estudiante que se convierte al fundamentalismo ritualista del burgués arrepentido que, frente al obrero fetichizado, sacralizado, se entrega a un accionalismo sin ninguna reflexión crítica. Para los obreros de la fábrica tomada y para los habitantes del asentamiento comunitario, el estudiante investigador no fue un extraño que los acribillaba a preguntas para clasificarlos, ni un poseedor del discurso de la verdad, sino un sujeto que se acercaba a compartir experiencias y reflexionar sobre los problemas del trabajo y del poder en pie de igualdad, tratando de establecer un intercambio de saberes y experiencias en el cual investigador e investigando construían una experiencia que los enriquecía mutuamente.[3]
Bibliografía y fuentes de investigación
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Calello, H. y Lozano, R. "Nueva Democracia, Nueva revolución". Cuadernos del Sur. Buenos Aires, noviembre de 1998.
Calello, Neuhaus, Aruj, Khon. El discurso del Poder y el Poder del Discurso.
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Petras, J. "La condición humana en el nuevo milenio. Barbarie o Liberación". James Petras en Argentina, (abril-mayo 2001). Buenos Aires, Imp. Instituto Salesiano de Artes Gráficas, 2001.
Documentos del Ejercito Nacional Zapatista. (México)
Documentos de los Movimientos Piqueteros.
Documentos de la Asambleas de Fábricas Tomadas
Documentos de las Asambleas Barriales.
Documentos de los Nuevos Desarrollos Comunitarios Territoriales.
Documentos del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (Brasil)
Bibliografía general
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Freud, S. Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu, 1983.
Artículo escrito para su publicación en Herramienta.
[1] Calello, H. Gramsci del Americanismo al Talibán. Buenos Aires, Grupo Editor Altamira, 2003, pág. 38
[2] Ver H. Calello, "El Imperio contraataca", Topía, Buenos Aires, septiembre de 2002.
[3] Los lectores interesados, pueden solicitar los Anexos que detallan la actividad y programa del seminario a los autores, en: hugocal@interar.com.ar