1. Introducción
Un dato de la realidad es la convergencia del cambio político en Nuestramérica desde comienzos del siglo XXI y la situación de crisis mundial del capitalismo desde 2007-2008, que no tiene perspectiva de solución en el corto plazo. Es un cruce interesante y necesario a considerar la perspectiva de la situación regional de “cambio político” en el marco de la crisis capitalista, ya que no da lo mismo para la lucha de clases un desenlace a favor del cambio que otro de carácter regresivo.
Nuestra reflexión parte de considerar que las crisis mundiales en el capitalismo constituyen momentos propicios para cambios en el sistema mundial, y estamos precisamente en un momento que calificamos de crisis capitalista. La crisis mundial es oportunidad para la lucha anticapitalista y por el socialismo, tanto como la posibilidad de relanzar la acumulación y dominación capitalistas. Al respecto hemos escrito sobre el tema en un texto editado en 2013
1 y que remite a las crisis mundiales de 1873, 1930, 1973-1975 y a la actual desde 2007-2008.
2 El objetivo socialista, a su modo, estaba en el debate de época en cada una de esas crisis, ya sea con la Comuna de París, la existencia de la URSS, la revolución china y cubana y el movimiento del tercer mundo, para señalar procesos emblemáticos en torno a cada uno de los períodos prolongados en que se despliega cada una de las crisis mundiales.
Señalamos, al mismo tiempo, que en cada uno de esos momentos históricos de crisis se produjeron sustanciales cambios en las formas de organización económica de la sociedad; es decir, de reformulación de la manifestación de las relaciones sociales de producción (de explotación). Las manifestaciones fenoménicas de la explotación y la organización de la relación laboral, o el papel del Estado, y el tipo de interacción entre los países mutan en cada período histórico, con un antes y un después de cada período de crisis mundial.
Del mismo modo, también se presentan cambios o tensiones en la hegemonía del sistema mundial, por caso, el reemplazo de la dominación global inglesa por la estadounidense en el período que media entre las crisis mundiales de 1873-1875 y 1930, proceso consolidado hacia 1945; o las disputas en tiempos de bipolaridad (1945-1990). En el presente, la discusión se presenta con una gran expansión de las relaciones capitalistas en China y su articulación con Rusia y otros países en las esferas económicas y políticas. Todo ello configura una situación de conflicto y discusión sobre la hegemonía del orden mundial capitalista.
2. Los cambios en Nuestramérica
Por eso interesan Nuestramérica y el cambio político operado a comienzos del siglo XXI, incluso con la reinstalación, aun simbólica, de objetivos por el socialismo del “siglo XXI” para el caso venezolano y “comunitario” para el boliviano. En ese sentido y no menor, el lenguaje por la revolución, “bolivariana” o “ciudadana” para expresar las autodenominaciones desde Caracas o Quito.
Pero no solo me remito al lenguaje, sino también a mutaciones institucionales como los cambios constitucionales que en Bolivia o Ecuador incluyen los derechos de la naturaleza, el “vivir bien” o el “buen vivir” para resignificar en la actualidad categorías asociadas a los pueblos originarios en nuestros territorios y que difieren del “vivir mejor”
3 que puebla el sentido común del modelo consumista asociado a la dominación productiva y de servicios de las corporaciones transnacionales.
Más aún, se trata del papel y la forma de la democracia participativa y comunitaria, en un intento de superación de la tradicional democracia representativa, por delegación, de la tradición liberal burguesa imperante en nuestros países.
También del carácter plurinacional de los Estados, que recoge la reivindicación de los pueblos originarios por hacer visible la identidad y pertenencia de nuestros pueblos con antelación a la conquista y colonización europea.
Además de procesos nacionales, estas experiencias intervinieron en propuestas de integración y articulación regional. Vale destacar el “No al ALCA”, recorrido desde una campaña popular continental entre 2001 y 2005, base indispensable para el rechazo a la pretensión de George Bush de reinstalar las negociaciones de libre comercio en la Cumbre de Presidentes de 2005.
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Ese gigantesco “No” abrió el camino a experiencias de integración que generaron expectativas esperanzadas de un cambio social en profundidad, que afectara el rumbo de las relaciones sociales nacionales e internacionales, y avanzaran en acuerdos integrados de carácter alternativo para la región.
Lo alternativo alude a que no solo nos interesan las mutaciones dentro del capitalismo, sino también pensar la capacidad de revolucionar la sociedad, en un sentido anticapitalista y por el socialismo.
El tema de la integración regional alternativa no es menor, porque constituyó un mecanismo sustancial para potenciar el proyecto socialista cubano, afectado por el doble bloqueo que suponía la iniciativa formal de EE.UU. por más de medio siglo y las consecuencias derivadas de la caída del socialismo en el Este europeo.
La asociación política, ideológica y económica entre Cuba y Venezuela habilitó la perspectiva de una integración alternativa. En ese sentido se desarrolló el ALBA,
5 luego ALBA-TCP, con el ingreso de Bolivia en 2006 a los acuerdos suscriptos entre la revolución bolivariana y Cuba.
Se trató de un proceso con incidencia política, más allá de las cuestiones económicas, comerciales o financieras y también diplomáticas, generando un proceso de deslegitimación de la OEA
6 y abriendo el camino para la construcción de UNASUR y la CELAC
7. Esta última recoge por primera vez la coordinación política de los países de la región con exclusión explícita de Norteamérica: EE.UU. y Canadá.
Hay que mencionar que, hacia 2010, el proyecto de cambio político en Nuestramérica había logrado la máxima acumulación, consolidando procesos políticos con discursos críticos a la hegemonía neoliberal imperante entre los años ’70 y ’90 del siglo XX. Fueron tiempos históricos del ajuste y la reestructuración regresiva del capitalismo en la región, lo que llevó a la CEPAL a calificar de década perdida a la de los ’80, y media década perdida a la de los ’90.
El saldo social de ese tiempo fue la pauperización absoluta y relativa de la mayoría de la población, y un considerable avance de la dependencia y extranjerización de las economías nacionales. Todo en el marco de un proyecto subordinado a la lógica del programa de la liberalización de los grandes capitales transnacionales.
La acumulación a que aludimos remite al proceso originario del cambio político en la organización y movilización populares, como base de sustentación de los cambios gubernamentales y la instalación del discurso crítico a las políticas hegemónicas del último cuarto del siglo XX.
Afirmamos que sin caracazo no hay revolución bolivariana; que sin levantamientos indígenas no hay proceso de cambio en Bolivia. Los levantamientos populares en Ecuador o en Argentina hacia el cambio de siglo, como la tradición organizada del movimiento obrero y los movimientos sociales –más antigua en Uruguay y más cercana en el Brasil– son causa de la nueva institucionalidad de gobiernos electos. El tema no es menor, porque habitualmente se remiten a procesos con nombre de las/os líderes, obviando la constitución en origen del movimiento popular para habilitar procesos de cambio.
3. De ofensivas, contraofensivas y límites del cambio
Enfatizamos en estas líneas porque el proceso de la lucha de clases vigente por 40 años, comienza con la restauración conservadora de los golpes de Estado, especialmente en Chile en 1973, extendido en la región a través del terrorismo de Estado y el Plan Cóndor, para disciplinar y domesticar a la sociedad a favor del regresivo cambio favorable a la ganancia, la acumulación capitalista y la dominación transnacional desde la subordinación social.
Esa ofensiva capitalista iniciada a comienzos de los ’70, en el marco de la crisis capitalista mundial, se desencadenó en nuestros territorios y se expandió globalmente desde la restauración conservadora de los ’80 en Gran Bretaña y EE.UU. Se trata de un derrotero que desemboca en la crisis actual iniciada en 2007-2008, con continuidad de la ofensiva del capital, amenazada por la esperanza generada del cambio político y su máxima acumulación en la región latinoamericana y caribeña hacia 2010, en un proceso que va desde fines del siglo XX hasta el presente.
Esta es nuestra tesis sustancial en la etapa, en un marco de ofensiva capitalista para superar la crisis de los ’70 y reestructurar el sistema mundial, algo que en tiempo histórico hoy se procesa con la “austeridad” europea. Por eso, remitimos a un ciclo de ofensiva capitalista entre 1973 y la actualidad. La emergencia de las luchas populares en nuestra región
8 y el acceso al gobierno, derivado de esas dinámicas de la lucha, en algunos países a comienzos del siglo XXI, pusieron de manifiesto expectativas por el cambio social y la revolución.
En rigor, transcurrido ya un tiempo y en baja las expectativas por el despliegue de procesos revolucionarios, anticapitalistas y por el socialismo, conviene considerar algunos problemas y límites del proceso de cambio político, tanto como la potencialidad de avanzar en ese derrotero.
Consideramos que el problema esencial se concentró en la ausencia de cambios económicos que no solo revirtieran los reaccionarios cambios operados entre los ’70 y los ’90 –como la flexibilización laboral, las privatizaciones, la apertura y desregulaciones de nuestras economías–, sino que confrontaran con el poder del capitalismo y reestructuraran progresivamente el orden social.
No alcanzó con la retórica anti-EE.UU., o incluso anticapitalista, sino que se requerían modificaciones de las relaciones sociales de producción, distribución, cambio y consumo, que constituyen la gran asignatura pendiente para consolidar el cambio político.
No se trata de un tiempo político necesario para consolidar un cambio económico. La imposibilidad de separar economía y política indica la inviabilidad de definir tiempos en uno u otro sentido, con diferencia de tiempos históricos.
El uno requiere del otro, y sin cambio económico no hay cambio político que perdure, del mismo modo que no puede pensarse en cambios económicos que no construyan en simultáneo el cambio político. El sujeto concreto del cambio económico resulta imprescindible, y en general es obviado, concentrando la atención en el sujeto político. El orden capitalista se conformó como consecuencia de la creación histórica social del “obrero libre” que describe Marx en el proceso de acumulación originaria del capital, junto a la formación de la burguesía.
Ambos sujetos del orden económico, proletariado y burguesía, son productos sociales de la historia humana y no una construcción natural. Del mismo modo, la emancipación demanda la construcción de sujetos políticos y económicos del nuevo orden.
Por eso, no hay casualidades en la dinámica de confrontación y es la razón que puede explicar la fuerte iniciativa de las clases dominantes en la región, puesta de manifiesto en los golpes de Honduras y Paraguay, y en los procesos políticos recientes en Argentina,
9 Venezuela
10 y Bolivia.
11 Pero también en las movilizaciones contra el gobierno del Brasil
12 y otros acontecimientos de similar contenido que afectan a todos y cada uno de los procesos que definen la expectativa del cambio político en la región.
La temprana desaparición de Hugo Chávez habilitó la disputa del liderazgo en la región, con variadas postulaciones para liderar proyectos que otorguen identidad a la región. No solo desde la izquierda se actúa, sino que también lo hacen el Vaticano
13 y los propios EE.UU.
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Son variados los debates que se procesan en Nuestramérica con relación a los procesos de cambio político. Algunos remiten al fin del ciclo de los gobiernos “progresistas”, lo que es una calificación insuficiente para definir el proceso político regional. La idea es que ya dieron todo lo que podían en materia de distribución del ingreso sin modificar las esferas de la producción, la acumulación y la dominación capitalista, agravada por la situación de crisis y baja de los precios internacionales de las commodities.
Otros argumentan que el cambio político remite a una estrategia deliberada del capital hegemónico, para que los gobiernos en nuestros países contuvieran la conflictividad social emergente a fines de los ’90 y que ahora, con pueblos desmovilizados y proclives al consumismo y la subordinación a ingresos monetarios, incluso de subsistencia, promuevan el regreso a la normalidad de la liberalización y la restauración conservadora.
Pueden combinarse ambas posiciones también, matizadas en el énfasis en un sentido u otro, siendo una realidad el límite que presentan estos proyectos, con diferencias y matices en cada uno de ellos. No solo está la diferencia por el grado de intervención de la organización y movilización populares en cada proceso nacional, sino el rumbo definido por cada uno de ellos. No da lo mismo haberse definido en la construcción de una sociedad socialista –sea la del siglo XXI, o comunitario– que haber definido un rumbo por el capitalismo –sea nacional, serio o normal–.
4. Nuevos rumbos de restauración
Argentina dio la voz de alarma con el cambio de gobierno en diciembre de 2015. Por eso, Obama visitó Buenos Aires luego del histórico viaje a La Habana. Compensó una visita a un país emblemático de la izquierda con uno identificado con la derecha, para enfrentar las críticas del espacio reaccionario del exilio cubano y otros sectores reaccionarios ante el deshielo que supone la escala de un presidente de EE.UU. en Cuba.
La estrategia de la política exterior de EE.UU. apunta a recuperar la hegemonía indiscutida en territorio americano. Sus dos obstáculos en tiempo reciente fueron y son Cuba y Sudamérica. Ambos conjuntamente (Cuba y Sudamérica) le complicaron el proyecto del ALCA y la estrategia de subordinación de la región. Derrotado el proyecto ALCA en 2005 y reimpulsado desde la Alianza del Pacífico, el TPP, los tratados bilaterales de inversión y de libre comercio, EE.UU. necesita reagrupar bajo su hegemonía a todo el continente, ya que ello es una necesidad en su disputa global. El punto más alto de deterioro de la hegemonía estadounidense en la región se procesó con la deslegitimación de la OEA y la conformación de la CELAC.
El “No al ALCA” contó con la activa participación cubana en el movimiento popular regional y la convergencia de la Cumbre Popular en Mar del Plata y la voluntad de los gobiernos del Mercosur y Venezuela en la Cumbre de Presidentes de las Américas en 2005.
La propuesta actual apunta a que Argentina sea la avanzada para frenar y obstaculizar el proceso de cambio político emergente en Nuestramérica en el siglo XXI. Obama marca sentido en su viaje a Buenos Aires, para propiciar cambios en Brasil principalmente y dar aliento a los sectores que, en el Frente Amplio, promueven un mayor acercamiento a EE.UU. y a la libertad de comercio, tal como se visibilizó con el ingreso en secreto de Uruguay al TISA, lo que motivó una gigantesca movilización popular para desarticular la pretensión de los liberalizadores.
La pérdida de hegemonía parlamentaria en Venezuela puede asociarse temporalmente al triunfo electoral de Macri en Argentina. La oportunidad del plebiscito para la renovación electoral de Evo y García Linera en Bolivia y su resultado no debe disociarse del resultado electoral argentino y venezolano, tanto como el uso proselitista de los medios de información en toda la región. No se trata de una cuestión de causa-efecto, sino de la incidencia de fenómenos políticos asociados temporalmente, con capacidad de intervenir en variados procesos, medios de comunicación y redes sociales mediante. Es lógico que se trate de incidencias sobre la base de procesos objetivos de cambios en la subjetividad de la población, la que es proclive a mutaciones políticas tan significativas.
El principal problema de Sudamérica es que, salvo Venezuela, en ocasiones Bolivia y Ecuador, el propósito gubernamental no fue por el socialismo, sino por el capitalismo, “serio” o “normal”. Con matices, no menores entre los distintos procesos, lo que no existió es una decisión profunda de cambio de las relaciones sociales de producción. En general, se aprovecharon condiciones internacionales de precios de exportación, que ya no existen, para generalizar políticas sociales y cierta y limitada distribución del ingreso. En definitiva se alentó el consumismo y no una conciencia por el cambio y menos por la revolución.
También es cierto que, más allá de los discursos por el socialismo, conceptualmente, ni en Venezuela ni en Ecuador ni en Bolivia se avanzó en sustanciales modificaciones de las relaciones socioeconómicas de producción. Lo afirmado no niega los propósitos o relatos relativos a los cambios. Cuando mucho, promovieron procesos de estatización, no necesariamente de socialización, camino alternativo que podrían haber asumido esos procesos y que no lo hicieron, especialmente en las producciones esenciales que definen el orden económico en cada uno de ellos. Remito muy particularmente a la explotación de los hidrocarburos.
Cuando mucho, hubo apropiación estatal de la renta petrolera y gasífera, pero sin sustanciales modificaciones en la toma de decisiones de los trabajadores y el conjunto de la sociedad. La distribución del ingreso favorecida por el uso de la renta del suelo y petrolera, no se usó para modificar la estructura de clases, consolidando una burguesía que sigue siendo hegemónica en esos países y que, por lo tanto, pretende retomar liderazgo sobre el proyecto político. Sin duda, se mejoró la condición de ingreso y de acceso a derechos sociales de millones de personas de los sectores más desprotegidos.
En Argentina, el proyecto de Macri apunta a transformar consenso electoral en consenso político, pese a las duras condiciones económicas que se descargan contra la mayoría de la población. El problema es la ausencia de alternativa política, lo que puede facilitar la consolidación de la hegemonía de la gestión de restauración conservadora del gobierno Macri, más allá de su reelección en 2019 o la emergencia de otro candidato/a que consolide ese perfil reaccionario.
La dirección del proceso político en Brasil actúa a la defensiva, con serios problemas económicos, recesión muy aguda y descontento social. El PT está siendo discutido y la estrategia de la izquierda no alcanza para constituirse en alternativa política. La situación es preocupante y puede anticipar el camino de la Argentina. Bolivia debe encarar un nuevo tiempo político, con otro lugar para el líder más allá del gobierno. No presenta las debilidades del resto de los procesos, pero está desafiado a colectivizar la dirección del proceso político. Ecuador presenta serios problemas económicos y políticos ante la confrontación del gobierno con la base social que otorgó condiciones de posibilidad para gobernar. Uruguay sufre las condiciones económicas de la región y está desafiado por su propio movimiento popular, especialmente sindical, para sostener derechos conquistados.
En todos los casos está en discusión la construcción de alternativa política que supere el sectarismo de estos años, cuando los gobiernos “progresistas”
15 desatendieron y combatieron cualquier crítica por izquierda, y esta, no tuvo capacidad o condiciones de articular propuestas visibles y posibles para disputar consenso social, gobierno y poder.
El cambio político regional tuvo su máximo apogeo entre 2005 y 2010, luego empezó a perder terreno y hoy se encuentra desafiado, lo que demanda retomar la agenda por la integración alternativa, dinamizar al movimiento popular como base del cambio político, que fuera burocratizado por los gobiernos “progresistas”, ganar sujetos conscientes por un rumbo diferente del modelo productivo y de desarrollo capitalista, en lucha por el socialismo, construir fuerzas políticas y sociales para la revolución y el socialismo.
Las más visibles experiencias de masas de articulación regional y construcción de subjetividad colectiva durante este período en la región fueron el Foro Social Mundial y la Campaña contra el ALCA. Ambas sin presencia relevante en la actualidad, por lo que sería deseable una estrategia de organizaciones políticas y sociales para desplegar una nueva ronda de iniciativa política popular en Nuestramérica.
5. Viabilidad del socialismo en el siglo XXI
A partir de lo acontecido, es adecuado reflexionar sobre la viabilidad del socialismo en el siglo XXI. Ello supone una cuestión política, por ahora solo asumida desde la revolución cubana y anunciada como potencialidad desde Venezuela con Hugo Chávez en vida, más como propósito que como realidad. Construir el socialismo en el siglo XX y en el XXI supone la articulación de una subjetividad para la revolución socialista y cambios estructurales en las relaciones sociales de producción. El hombre nuevo y el desarrollo material, para satisfacer las necesidades, eran las premisas para el socialismo y el comunismo, decía el Che.
16 Lo subjetivo y lo material concreto. Son dos planos en simultáneo, y no hay primero sin segundo, ni al revés.
Es Cuba quien avanzó en ambos sentidos, aunque en forma despareja y a destiempo, sin mucha claridad (y efectividad) en materia de cambios en las relaciones sociales de producción; situación deformada por el estatismo y el exacerbado igualitarismo (es fácil decirlo ahora, más difícil es resolverlo) denunciado por Fidel Castro al argumentar sobre el cambio económico necesario promovido en la última década en Cuba. Vale señalar que la integración socialista de Cuba con el este de Europa se desarticuló hacia 1989-1991 y frustró un modelo productivo y de articulación de un sistema por el socialismo (es deseable construir una nueva integración no subordinada). La hipótesis para la construcción de la economía cubana en el marco del socialismo se modificó abruptamente ante la debacle del socialismo en el este de Europa.
Los cambios recientes desde 2012 (Lineamientos...)
17 suponen el avance hacia formas de participación en la toma de decisiones, a veces asumidas como tendencias hacia la mercantilización, y que afectan el sentido común mayoritario por una subjetividad revolucionaria. Es un proceso contradictorio que requiere énfasis en el rumbo socialista, contra el individualismo y la mercantilización capitalista. Cuba es un laboratorio de experimentación que demanda más protagonismo popular en la toma de decisiones, en la cooperativización-socialización y el despliegue de las formas de autogestión, con menos “estatalismo”.
Para afirmar la experiencia cubana se requiere, entre muchas otras cuestiones: a) resolver el abastecimiento alimentario interno con producción local; b) asegurar el abastecimiento energético interno y articuladamente con la región en el marco de la integración energética en el ALBA-TCP; c) consolidar el trabajo ideológico para el “sentido común revolucionario”, lo que supone drásticas transformaciones en el sistema de medios de comunicación, calificados de poco eficientes en las condiciones del presente.
Cuba tiene a favor su historia y la presencia de la generación de la revolución aún en la dirección del Estado, lo que también impone el próximo y urgente relevo de una nueva generación, que hará las cosas a su modo y aliente una cultura participativa consciente por el rumbo socialista, lo que supone una dimensión a crear. Nadie sabe lo que es el socialismo dijo alguna vez Fidel, por lo que hay que crearlo, desde la impronta creativa del “ni calco ni copia, creación heroica”, como sostuvo Mariátegui. La contra en Cuba son las necesidades insatisfechas, lo que requiere un debate más amplio sobre lo que se puede y no se puede hacer; tanto como lo que sí se debe desafiar, a resolver con fuerza propia e integradamente con la región y el mundo.
En Venezuela se planteó el objetivo del socialismo y se politizó a una parte importante de la sociedad, con escasas experiencias reales de modificaciones en las relaciones sociales de producción. No hubo diversificación de la producción y continuó la dependencia de la explotación y exportación de hidrocarburos. Existe debilidad económica y política para avanzar en cambios revolucionarios, pero estos son imprescindibles, por lo que se necesita, entre muchas otras cuestiones a) terminar con la corrupción, b) consolidar un núcleo de dirección con participación efectiva del bloque social indispensable para la revolución, c) encarar las reformas económicas con participación y decisión popular en la orientación por el socialismo, en el camino de las comunas y el abastecimiento de la población.
Para ambos países, y más allá, resulta imprescindible activar el ALBA-TCP, que en la práctica no ha funcionado, en el sentido de pensar seriamente en una producción articulada, lo que implica aliento a las gran-nacionales. La reflexión es válida para el desarrollo de la ciencia y la técnica, la cooperación universitaria e intelectual y la formulación de un plan integral para la promoción del socialismo en el siglo XXI.
El socialismo es una construcción global, que supone revoluciones en cada país, junto a intentos de integración que favorezcan y potencien las especificidades nacionales, con una experiencia de nuevas formas de articulación productiva y sentidos comunes generalizados para la revolución.
Buenos Aires, 25 de marzo