20/04/2024

La representación política. De campañas, creencias, mudanzas y migraciones.

Por , ,

 

Non mi far vedere che tortura questa campagna elettorale.
Speriamo che finisca presto…
D´Alema dì una cosa, dì qualcosa.
Nanni Moretti, film Aprile.
 
 
 
1994. El candidato mudo.
 
1994. Según muchos fecha de nacimiento de la apropiación de la política como espectáculo fue el triunfo de Berlusconi en Italia. Quizá también lo fue del alumbramiento del candidato mudo.
Aprile es un film de Nanni Moretti de 1998. Como muchos suyos es casi autobiográfico.
D´Alema era por entonces el portavoz del grupo parlamentario del Partito Democratico della Sinistra, PDS, continuador del PCI. En una escena ya antológica el protagonista, actuado por el mismo Moretti, presencia un debate televisivo como parte de la campaña electoral. Habla Berlusconi sobre la justicia, D´Alema forma parte del panel. No refuta sus dichos que, para el protagonista, son un insulto en boca del candidato de la derecha.
Indignado por la falta de reacción del portavoz de la izquierda Nanni grita frente al televisor exigiéndole que hable. Desesperado, la campaña le parece una tortura.
El protagonista, Nanni, quiere ser representado, quiere que el líder exprese su credo[1]. Ya ni siquiera de izquierda, simplemente de civismo. Cuando la democracia italiana y su izquierda comenzaban a envejecer antes que Moretti.
 
En nuestra actual campaña electoral parece que los candidatos parecen un réplica burda de ese D´Alema. Y tediosa es la campaña, falta de argumentos y de credos. Sus escenarios no sobrepasan mucho los programas de entretenimientos, donde la competencia política pasa por el baile, la chicana de mal gusto, la habilidad de un mutilado.        
 
Paradójico. Quienes más lo celebran parecen ser los intelectuales, de cualquier signo.
 
 
De líderes y representaciones.
 
Fue dicho muchas veces que la representación política tiene mucho de estructura teológica y contenido religioso. De la primera el aspecto de personificación de algo trascendente, el representante personifica al Pueblo como el nazareno a Dios. Es su Verbo, la palabra, la prédica. Desde el positivismo estas cuestiones fueron planteadas por Kelsen en 1925[2].
Específicamente respecto a la representación quizá los más conocidos sean los planteos de Karl Shmitt[3].          
Del segundo la creencia fundada en la fe. Aspectos que están unidos pues no habría creencia en la representación sin un mínimo de fe. Buena fe, es decir confianza, lo que es de fiar. Fiar en la palabra. En la promesa, en un proyecto, en un programa.
Lo que atenta contra la fe, la mala fe, es su defraudación.
En la representación está implícita aquélla promesa de Menem: Siganmé, no los voy a defraudar. Acompañada de una imagen alegórica del pueblo profundo: el poncho y las patillas, su personificación hace presente lo ausente, lo re-presenta.
 
Ya antes del Que se vayan todos… no era novedad la crítica a la representación política.
Crisis de representatividad, crisis de representación, desvelaron a políticos, politólogos y filósofos políticos. Y-como se dice-, ríos de papel y tinta, en los cuales algunos nos bañamos cuando muchos representados habían hecho la crítica, de hecho. Votando sin creer ser representado.
 
Para salvar la representación sin creencia por estos pagos apareció un profeta, siguiendo a otros, y anunció la Encarnación. La representación del pueblo está en el líder y eso es la verdadera democracia representativa electoral. Facsímil fácil de una cruda realidad adornada con un Misterio que, como el de la Santísima Trinidad, hacía Uno lo distinto: el significante vacío que cada uno puede llenar como crea. Invitación al abandono de cualquier comunidad de creencia singular o concreta. A la vacuidad adornada de guiños.  
El trabajo del Líder era construir un discurso cuya ambigüedad dejara contento a muchos aunque diversos. Debía mentar al menos las demandas insatisfechas. Una promesa no prometida, suficiente para creer.
 
 
De la crisis de la representación política.
 
Pero la llamada crisis de la representación política no es sólo lugareña.
Existen muchos estudios regionales sobre las distintas variables al considerar la abstención electoral. A pesar de que es necesario tener en cuenta que en muchos países el sufragio no es obligatorio, parece haber acuerdo en que es posible afirmar que los grandes números señalan una tendencia de rechazo a la participación electoral. O, al menos, de indiferencia.
Teniendo en cuenta algunas de las elecciones habidas en los últimos tres años, incluyendo la no inscripción en los registros electorales en los países donde el voto es voluntario, señala casos muy elocuentes.
En las últimas elecciones en Francia sólo participó el 50%. En Italia se abstuvo el 40%, con regiones como Roma con el 50%. En Japón el 47%, Estados Unidos 41%, India 34%. En Inglaterra, en que se jugaba la posibilidad de separarse de la Unión Europea, se abstuvo el 34%. En Alemania el 29%, en Sudáfrica el 27%.
En las recientes elecciones de diputados nacionales de México la abstención alcanzó el 53% y los votos nulos en señal de protesta al 4,88% de los votantes, es decir el 2,5% de los ciudadanos en condiciones de votar. De modo que la participación electoral no alcanzó la mitad de la ciudadanía, el 44,5%. Si bien con sanciones benignas, el voto es obligatorio.
 
 
De Podemos y Syriza.
 
Pero lo casos más elocuentes parecen ser los de España y Grecia, cuya situación de crisis económica, endeudamiento, desempleo y planes de austeridad y sus contradicciones en el seno del Euro son bien conocidas.
En España el voto es voluntario, en Grecia es obligatorio. En ambos países han aparecido fuertes movimientos populares y, derivados de ellos, nuevos movimientos políticos denunciantes de las castas y la corrupción con un discurso originario suficientemente radicalizado para asustar a los sectores dominantes. En ambos emergieron dirigentes con características de fuerte liderazgo. Y, finalmente, en ambos procesos de construcción política, muchos medios -entre ellos The Guardian- han creído ver la mano teórica de Ernesto Laclau.
La impronta originaria del discurso ha resultado exitosa. Los líderes, pese a ir tornando cada vez un poco más ambiguo su discurso, hablaron.
No obstante en Grecia -voto obligatorio- la abstención alcanzó el 36%, aumentó 2,2% respecto a las elección parlamentaria de 2012 y, en España -voto voluntario- no participó el 35%, bajando sólo el 2% respecto a las municipales de 2011. 
Pese al terremoto mediático y la absorción del "que se vayan todos" greco-hispano la participación electoral, con voto obligatorio o sin él, no ha alcanzado a las dos terceras partes del electorado.
Esta es la crítica de los hechos.
 
 
De la crítica teórica.
 
Frente a ellos la crítica teórica parece ya inocua. Quizá porque los representantes hayan perdido sus máscaras, su habla y sus credos. Sin máscara no hay representación y sin credo no hay creyentes.
 
Algunas críticas van quedando viejas. Pero aun conservan algo de fecundidad, en la medida en que determinados fenómenos parece que nunca desaparecen del todo, sólo que quedan subordinados a la hegemonía de otros.
 
En la crítica a la representación se aludía a las máscaras. Fácil asociación teatral.
Más aun si recordamos el vínculo de la máscara con el término persona.
Persona sería per sonare
Parece que la cosa nace con los griegos, como suele suceder.
Parlantes y micrófonos no había. Ni alámbricos ni inalámbricos. Dicen que, en el teatro griego, la máscara además de expresar algún sentimiento como las icónicas de la tristeza y la alegría - según el gramático latino Gabio Basso -, al tener una sola abertura en la boca la voz se estrecha adquiriendo un sonido más fuerte y penetrante: per sonare, resonar.
La máscara es no sólo ser otro, sino decir algo. Hablar por ese otro.
Como el actor griego simulaba hablar por otro, el representante de la democracia representativa simula hablar por el Pueblo.
El núcleo de la crítica es la ilusión generada en la simulación. Sus antecedentes pueden rastrearse en el mismísimo Jean Jacques Rousseau.
Pero los actores ya no simulan representar a nadie. La ilusión agoniza.
Quizá no sea casual que cuando los presuntos políticos dejan de actuar, los comediantes aprovechan el vacío.
 
 
De mediciones y mudanzas.
 
 
            Muda de pelo la fiera
muda de color el paño
muda el pastor su rebaño
para ver si Dios lo ayuda.
Y así como todo muda
Que usted mude no es extraño.
 
Copla anónima del norte argentino.
 
 
¿Cuánto mide? La medición de la encuesta parece ser la única condición, el credo y el argumento de aptitud, ya no de representación sino de "gestión". 
El pueblo no es lo representable sino el rebaño, su único valor es el sufragio. La medida.
El credo tiene sentido en una comunidad, cuya ilusión era el Estado. El Estado es ilusión de comunidad, decía Marx en La Ideología Alemana.
 
Cuando los representantes han convertido las funciones públicas de los estados en colocadores y recaudadores de deudas, la única ideología es su gestión. La decisión impuesta por las circunstancias, la contingencia sin horizonte común.
Dado que se trata de lograr un puesto en ella, ya no se trata de partidos sino "espacios" que, para entrar en el mercado, necesitan consumidores fidelizados por una marca. Cualquiera sea su logo, hay que migrar a la de mayores chances.
Como esas simpáticas lagartijas mejicanas cambian de color sin mudar la piel, conforme venga el piso de los votos. Perdida ya la carga simbólica de los colores da lo mismo cualquier registro del arco iris. El asunto, según la jerga, es "cerrar". Con el que sea y cómo sea.
 
Los candidatos dicen poco, cada vez menos. No exhiben ninguna plataforma política. No hay Verbo, no hay prédica, no hay programa.
Sólo su apariencia: la sonrisa y un cartelito anodino, intercambiable, equivalente. Quizá es que sean realmente equivalentes y por eso pueden migrar en cualquier momento de una escuadra a otra. Con el pase libre.
Leopoldo Moreau, Adrián Perez, Giustozzi, Felipe Solá, Bullrich, Raimundi, Othacehé…Parecen no necesitar siquiera cambiar de piel. Como el acrobático e irrompible alfonsinista Leandro Santoro.
Como el gaucho peregrino de Yupanqui: hoy aquí, luego allá, ¿mañana dónde será?
 
 
Del Credo.
 
Sin credo. Nada de programas o de plataformas. Promesa de gestión y equipo, nada de representación. Ni siquiera opinión. El halo republicano no alcanza para denunciar la ilegitimidad de la Corte Suprema de Justicia, aparato de estado cuya supuesta función es el control de constitucionalidad de las leyes, cuando falsifica un documento público[4].
No sólo ningún fiscal, ni de Justicia Legítima ni de los fieles a San Nisman, sino ningún representante, diputado o senador, ni ningún aspirante a serlo ha abierto la boca. Todos calladitos, incluidos los de la izquierda "radicalizada" que ha cambiado sus aburridos carteles-sábanas por figuritas de sonrisas modeladas.
 
Sin credo. El credo es la profesión de fe común, la comunión de fieles. Los que comulgan diferenciándose en algo más que su rostro.
Sin credo no hay mucho que decir y, sin mucho que decir, la máscara, per sonare, está demás, sin comunidad no hay nada que representar. No hay ausente que volver presente.
Están demás, entonces, las propias comunidades representativas. Los partidos políticos no existen como comunidad de propósitos colectivos más que la de promover candidaturas y "ocupar espacios" identificados con un logo. Por eso da lo mismo un nombre que un color. Estrategias de marketing y apariencia. Asesores de imagen.
 
 
 
De la pornografía política.   
 
Byung-Chul Han es un filósofo surcoreano-alemán autor de La sociedad de la transparencia.
Discutido y discutible, enuncia observaciones respecto a la sociedad actual que, si bien no creo que sean extensivas a toda la sociedad como él afirma, probablemente sean bastante certeras para los elencos políticos.
Afirma el filósofo que "La pérdida de la esfera pública genera un vacío que acaba siendo ocupado por la intimidad y los aspectos de la vida privada"[5].
Sostiene que "para capturar la atención, para que se te reconozca un valor tienes que exhibirte, colocarte en un escaparate".
Exhibición de la intimidad, ostentación que roza la obscenidad.
Sin máscara ya, los candidatos quedan desnudos. Abandonado el disfraz de representante, no ocultan su desnudez. Verdaderos actores de profesión, ellos sí, representan a los candidatos. Exposición y ostentación, la de un Gobernador, de su mutilación y su festejo de la bufonada del actor que hace su mímesis asistido para ello por su propia esposa. Grotesco tan obsceno como el mal gusto vergonzante de su oponente Ministro riéndose de la amputación en la Biblioteca Nacional, donde el Coordinador Estratégico del Pensamiento Nacional y trescientos destacados miembros de la claque intelectual celebraron su bautade como a un Midachi Pro. La intimidad "expuesta se convierte también en pornográfica", afirma Byung-Chul Han.
"Ser -dice el filósofo- ya no es importante si no eres capaz de exhibir lo que eres o tienes". Los protagonistas de ambos eventos exhibieron lo que son y lo que tienen. No son ni tienen más.
La sonrisa de whisky queda cruel en el cartel, la risa auténticamente imbécil se instala tanto en el mismo chabacano show como en la Biblioteca fundada por la Primera Junta y dirigida por Mariano Moreno. En el mismo nivel de "humor".
La risotada de Eduardo Jozami le ha valido el apoyo a su candidatura en la Epístola 19, como a Randazzo su ingenio vergonzante.
Pero la fija de los intelectuales no se dio y, como el catedrático del tango, quedaron mascando rabia y rompiendo los boletos. El premio de la obsecuencia.
 
 
Farándula y banalidad.                
 
Otro intelectuales no bibliotecarios pretenden análisis más sutiles y pragmáticos.
La reconocida ensayista Beatriz Sarlo, devenida periodista mediática, asesora de otra candidata, Margarita para los amigos, arremete contra los tinellizados invitados, escandalizada porque han expuesto a sus cónyuges. Considera que el show ha sido una banalización de la política. Ahí termina su aguda mirada de analista. Poco le queda por decir cuando su asesorada se agravió, ambiguamente ofendida por no haber sido invitada.
Acusó una maniobra para "invisibilizarla". La abogada Stolbizer deseaba exponerse sin bailar. "Quiero mostrar quien soy", dijo. En su momento fue asesor de la diputada el doctor Marcos Novaro.
 
Novaro, con tantos diplomas como medallas un general ruso, escribe un artículo en Ñ con el título La banalidad del faranduleo político. Allí no sólo los episodios quedan reducidos a actos banales sino que además los redime, "teórica" y pragmáticamente.
Sostiene que "Una de las claves de la política contemporánea es cómo encontrar equilibrios entre dramaturgia y deliberación, entre ritos, gestos y argumentos". El problema, dice, es que hay un "predominio de las artes dramatúrgicas sobre las de la argumentación". La farandulización es "entretenimiento que banaliza".
Recurre a las ideas de otro politólogo que escribe en La Nación, Gerardo Scherlis, quien sostendría que los candidatos necesitan mostrarse lejos de los partidos, necesitan simular que son más "nuevos" de lo que son y, dado que programas políticos serios no hay, "los programas de entretenimiento son lo más barato y sencillo para ese fin". En suma, pragmáticamente, es lo que hay. Pero nuestro profesor de Teoría Política Contemporánea, agrega que "por más que a uno no le agrade el trabajo o las opiniones de personajes como Fantino y Tinelli, hay que decir que no parecen menos instruidos y peor informados que el grueso de nuestra elite política"  y que, en algunos aspectos "son un dechado de respeto" en la que hasta aparece "una lección de respeto y civismo". "Aunque Fantino y Tinelli no se interesen demasiado en promover la cultura democrática, lo hacen", escribe.
 
De este modo con el uso del término banal, el sociólogo y doctor en Filosofía, miembro destacado del Instituto Gino Germani, no sólo minimiza el fraude alegremente, oculta la ruindad cómplice con lo soez, sino que eleva a sus autores al pedestal de promotores de la cultura democrática y el civismo. Pero no lo hace de ingenuo.
 
Novaro ha escrito un erudito trabajo sobre la representación con una extensa bibliografía que supera los setecientos títulos, entre los cuales sorprende la ausencia de Rousseau. Ferviente partidario de la representación, la aísla expresamente tanto de sus procedimientos jurídicos como de su funcionalidad económica. Circula por el campo de las ideas de los tratadistas, en el universo de la deliberación que supone la representación democrática y las decisiones inmediatas que exige una sociedad compleja. Su balanza se inclina hacia la necesidad de la toma de decisiones y, en ésta, la necesidad de líderes.
Líderes de los que no se puede temer "algo semejante a un poder soberano" no obstante que "el carácter democrático de un líder depende del uso que hace de su poder". Porque los propios liderazgos plebiscitarios no representan "una amenaza a las instituciones". "Las pruebas que confirman o no la legitimidad del líder son…cada vez más rigurosas…por la globalización y concentración del poder económico". Berlusconi quizás.
 
No se trata ya del control popular de las decisiones y actos de gobierno sino en la confianza del control del poder económico concentrado. En realidad, sostiene, se trata de cómo imponer el orden "sobre el desorden social creciente".
El papel de la representación trascendente, para Novaro, queda reducido a un argumento a favor de la obediencia. "Si nos ha interesado -aclara- la representación es porque ella da un argumento a favor de la autoridad, pero a la vez vincula la obediencia a la protección…"[6].                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   
 
Si se trata de imponer el orden sobre el "desorden", si se trata de tomar decisiones que se obedezcan, si se trata de que quienes tomen esas decisiones sean controladas por el poder económico concentrado global, si se trata de que la representación sea un argumento para ello, entonces los Fantino y los Tinelli son efectivamente promotores de la cultura democrática y, por lo tanto, que los representantes no tienen nada que re-presentar. Alcanza con la sola presencia de su apariencia. "Quiero mostrar quién soy". 
 
Triste papel el de un filósofo político haciendo apología barata de la inmundicia procaz. Lejos de la hoy ingenua sagacidad de Maquiavelo orientando a los príncipes: "Que el que mejor ha sabido ser zorro ése ha triunfado. Pero hay que saber disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular. […] Pues los hombres, en general, juzgan más con los ojos que con las manos, porque todos pueden ver, pero no tocar. Todos ven lo que pareces ser, más pocos saben lo que eres…"[7].
Nuestros candidatos ya no saben disfrazarse y no tienen por cierto la astucia del zorro, no son más que emergentes de la barbarie, muy lejana del Renacimiento.
A lo sumo, como el rinoceronte, cuando evacúan, revolean la cola y reparten boñiga a diestra y siniestra.
 
 
 
Del poder real y el cadáver que camina.
 
Luciano Canfora es un filólogo italiano, historiador del mundo griego, catedrático y ensayista, sus trabajos no se limitan al mundo antiguo.
En una entrevista[8] afirmó: "Ni en la historia ni en la historia política, nada permanece firme. Estamos asistiendo a un cambio importantísimo. El andamiaje es igual y sigue en pie —el Parlamento, las elecciones...— y aparentemente se sigue discutiendo sobre las leyes electorales, las coaliciones… Pero la realidad es que se ha desarrollado y consolidado un fortísimo poder supranacional, no electivo, de carácter tecnocrático y financiero… Uno podría decir, por tanto, que la democracia ha muerto, que solo permanece el cadáver que camina —se hacen elecciones, leyes…—, porque quien decide realmente lo hace sin contar con un parlamento". Para Canfora decide "Una oligarquía fundada sobre los intereses de grandes grupos financieros, que son el verdadero poder".
 
Si esto es así, entonces lo digno será, por lo menos, pensar la política de otro modo.
Lo que no podemos es reírnos ni ser cómplices de la defraudación, me parece.
Quizá así encontremos otros caminos, menos obedientes. Quizá esto no sea todo lo que hay.
 
  


[1] Non mi far vedere che tortura, che tortura questa campagna elettorale. Speriamo che finisca presto.
D'Alema reagisci, rispondi, dì qualcosa! Reagisci!... E dai!... Dai, rispondi!
D'Alema dì qualcosa, reagisci...dai!...
Di qualcosa, D'Alema rispondi. D'Alema, dì una cosa di sinistra, dì una cosa anche non di sinistra, di civiltà, D'Alema dì una cosa, dì qualcosa, reagisci!... 
[2] KELSEN, Hanz. Teoría General del Estado. México, 1959, Editora Nacional, pág. 101.
[3] BOBBIO, Norberto. El futuro de la democracia. México, 1991, FCE, pág. 68. DUSO, Giuseppe. La rappresentanza: un problema di filosofia politica. Milano, 1988, Franco Angeli, Págs. 83 y ss.
[4] La Acordada que reeligió al Presidente Lorenzetti dice que el Dr, Fayt firmó en el Palacio de Tribunales cuando en realidad lo hizo en su casa. Esto fue reconocido por la Corte, que adujo "error de redacción". La Acordada es un documento público cuya falsificación constituye el delito de falsedad ideológica. Nadie pidió el juicio político a la Corte.                 
5 Aviso de derrumbe. Entrevista de Francesc Arroyo en Babelia n° 1165. El País, 22/03/2014, Págs. 4/5.
[6] NOVARO, Marcos. Representación y liderazgo en las democracias contemporáneas. Rosario, 2000, Homo Sapiens, Págs. 269 y ss.
[7] MAQUIAVELO, Nicolás. El Príncipe. Cap. XVIII. México, 1985, Ed. Porrúa. Págs. 30/31.
[8] Democracia cadáver. Entrevista de Pablo Ordaz en Babelia n° 1170. El País, 26/04/2014, Págs. 10/11.
 

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