23/11/2024
Autora: Paola Menéndez Alonso (FFyL, UBA)
1. Introducción
El concepto de ortodoxia atraviesa múltiples períodos históricos a partir de la muerte de Marx. Esta problemática ha permeado implícita o explícitamente la epistemología del materialismo histórico provocando los más polémicos debates. El aporte de esta herencia en el terreno de la resignificación del problema se ha cristalizado en deformaciones que propiciaron fracturas ineludibles en el campo del marxismo. Paulatinamente, posicionarse como "marxista ortodoxo" pasó a homologarse con categorías altamente negativas. El término fue depositado en un curioso e ilustre mausoleo del marxismo.
El proceso de malentendido puede rastrearse con cierto ímpetu a partir de la atmósfera positivista que influyó de manera determinante en la producción marxista de los años ’20. Posteriormente, la muerte de Lenin y el advenimiento de Stalin al poder inauguraron una época de oscurantismo para el materialismo histórico. Dentro de un marco favorable para la cristalización del "marxismo vulgar", el concepto de "ortodoxia" pasó a ser asimilado por el régimen y reconfigurado al designar, unívocamente, la "devoción sincera y proba al poder soviético" (Stalin, 1940: 244). Lejos quedaba, así, la dialéctica de Hegel, Engels, Plejánov y el propio Marx, en este aspecto. Frente a este panorama, parte de la filosofía de los regímenes capitalistas[1] celebró el totalitarismo de la URSS. El capitalismo quedaba, en contraposición con ésta, como el único sistema capaz de "respetar las libertades individuales". De esta manera se fijó una forma paradigmática que se aplicó indiscriminadamente sobre las obras "marxistas". Tanto la mediación burguesa como la mediación stalinista implicaron, por diferentes canales de legitimación, la disposición acrítica como principio regulador del status quo. "La pureza de la doctrina" y "la única tierra de las libertades" (Chomsky, 1998: 34) propiciaron que toda producción teórica, todo debate profundo desde cualquier latitud geográfica, quedaran inmersos en uno de los dos polos, al igual que el mundo. Este proceso efectuado por los centros del poder mundial, surtió increíblemente el efecto deseado.
Sin embargo, mientras el marxismo avanzaba en su mecanización y dogmatismo, hacia los años ´20 otro coro de voces (mentes, cuerpos) disonantes se alzaba en contra de esta vulgarización de las obras marxianas y el advenimiento del stalinismo. Estas voces han quedado, muchas veces, subsumidas al proceso de deformación o censura. Podemos hallar, entonces, una serie de debates fructíferos para el materialismo histórico que, al parecer, han quedado truncados; imperceptible, pero también, conscientemente.
Desde este panorama general, nos inclinamos a pensar: ¿es posible rastrear otro tratamiento sobre el concepto de ortodoxia en el curso de este período? La respuesta es afirmativa. Pues de ese conjunto de voces, reconocemos a Georg Lukács como uno de los grandes clarificadores marxistas que reinvidicaron, desde una óptica revolucionaria, el tratamiento de la materia ortodoxa. Cuestiones como el método, las dialécticas entre sujeto-objeto y teoría-praxis, la reincorporación de la esencia genérica marxiana, fueron expuestas centralmente en sus obras, demostrando la relevancia de estas problemáticas para la filosofía de la praxis.
Injusto sería negar, empero, el influyente clima mesiánico de la época. La situación anterior, en lo que se refiere al estadio del marxismo, explica ese ambiente "ultraizquierdista". Pero como Lukács mismo señala en el prólogo del ’23: "Está claro que al hablar del sectarismo de los años 20 no se le debe confundir con la variante de sectarismo que ha conocido la práctica staliniana. El sectarismo stalinista se propone ante todo proteger las relaciones de poder dadas contra toda reforma, o sea que es un sectarismo de objetivos conservadores" (Lukács, 1969: 34). En contraposición: "El sectarismo de los años 20 tenía objetivos mesiánicos y utópicos, y sus métodos revelan tendencias categóricamente antiburocráticas". De esta conjunción entre utopía y lucidez para emprender el proceso de construcción de la auténtica comunidad [Gemeinschaft][2] frente a la vulgarización del marxismo y tras la amenaza de la primera "Gran Guerra" imperialista, surge Historia y Consciencia de clase (1923). Quizás, no la más lograda de sus producciones, pero sí una de las más altamente polémicas.
La propuesta del presente trabajo consiste en ubicar, en primer lugar, un marco referencial que permita dar cuenta del camino intelectual emprendido por Lukács. Esto servirá para explicar el hilo conductor en una serie de cuestiones que están, como el pensamiento lukácsiano, en continuo movimiento. Luego, intentaremos abordar conceptos centrales que se deducen de su concepción acerca del método marxista. Así, problemáticas como las de la dialéctica, la totalidad, la consciencia y la cosificación se presentarán como puntos ineludibles. Por último, analizaremos la coherencia en la práctica de su militancia como trabajador intelectual.
En suma, hemos escogido detenernos sobre el estigmatizado concepto de ortodoxia marxista, arrebatarlo del sombrío mausoleo, posarlo sobre el centro de nuestro análisis y, finalmente atinar a reinsertar una pregunta en el orden del día: ¿qué es marxismo ortodoxo?
2. Hacia la búsqueda de la dialéctica revolucionaria.
No es casual que la segunda versión del artículo "¿Qué es marxismo ortodoxo?" comience con la tesis XI de Marx sobre Feuerbach. El activismo subjetivista que emana de la obra en su conjunto se yuxtapone a dos procesos fundamentales. El primero tiene que ver con ese complejo desarrollo que implica la adhesión de Lukács al materialismo histórico. Sus principales aportes en el campo del marxismo podrían comprenderse a partir del tratamiento ciertamente novedoso, consistente y coherente de esta materia. Lukács no fue un ecléctico o un revisionista. Sin embargo, valores positivos procedentes de la filosofía burguesa son (re)insertados en el campo del marxismo. Insistimos, el proceso no tiene que ver con un eclecticismo, sino, más bien, con restaurar la línea originaria que liga a Marx con Fichte, Hegel y Feuerbach. La dialéctica marxista tiene sus conexiones innegables con estos filósofos. Rastrear los orígenes de la dialéctica marxiana, fue una tarea imprescindible para el joven Lukács, ya que el principio del método y la posibilidad de comprender una dimensión dinámica, revolucionaria y transformadora del marxismo, se vinculan plenamente tras este entendimiento. Por otra parte, reinstalar las líneas fundadoras de la dialéctica idealista, permite poner de manifiesto la claridad en el método marxiano, que pudo despojar a esta dialéctica de cierto contenido metafísico y darle entidad material.
Sería erróneo suponer que este desarrollo del pensamiento lukácsiano se circunscribe al mero tránsito de una filosofía a la otra. En el artículo "Mi camino hacia Marx" (1933), el mismo Lukács explica su evolución; allí prefiere discernir, para la comprensión más directa, tres etapas o ciclos que se interrelacionan, manifestando (implícitamente o explícitamente) la construcción de su tendencia: el anticapitalismo acérrimo. Sitúa un primer contacto con la obra de Marx, dada a partir del "Manifiesto Comunista" (1848). Sin embargo, pese a la gran conmoción que le provocó, "consideraba (la filosofía materialista) superada absolutamente desde el punto de vista de una teoría del conocimiento" (Lukács, 1959: 22-23). Este período, se caracteriza por la proximidad del joven Lukács al neokantismo, que acepta sin objeciones profundas la "teoría de la inmanencia de la consciencia". Pronto, y en correlación con la posición tomada ante la Gran Guerra, esta situación contemplativa frente a ese devenir histórico, acabó por conmocionarlo. Frente a esto, se acercó a las "escuelas de estilo irracionalista y relativista" de Dilthey, Rickert y Simmel. Durante este período publicó Historia de la evolución del drama moderno (1907-9; publ. en 1911) y "Para una teoría de la historia de la literatura" (1910). El colapso de la Weltanschaung kantiana ante la inminencia de la guerra, condujo a Lukács a una aproximación a Fichte y, posteriormente, a la Fenomenología del espíritu hegeliana. Este período que va desde la indagación del idealismo subjetivo hacia el idealismo objetivo y la profundización del materialismo de Feuerbach, denota, para Lukács el fin de esta primera etapa. La lectura de la Introducción (1848) y la posibilidad de comprender su "esencia" sin necesidad de recurrir a "lentes burgueses" sino a "anteojeras hegelianas", distingue esta segunda etapa en la actividad intelectual. A través de esta obra, logra adquirir consciencia en cuanto a que ese "reino de la libertad" no es ya una mera interiorización de los sujetos, el hombre podría dejar de ser una entidad contemplativa frente a una realidad circundada por noumenos incognoscibles. La siguiente proposición de Marx:
...al observar el desarrollo de las categorías económicas hay que tener siempre en cuenta que el sujeto -la moderna sociedad burguesa en este caso- es algo dado en la realidad como en la mente, y que las categorías expresan por lo tanto formas de ser, determinaciones de existencia, a menudo simples aspectos, de esta sociedad determinada, de este sujeto, y que por lo tanto, aun desde el punto de vista científico, su existencia de ningún modo comienza en el momento de que se empieza a hablar de ella como tal (Marx, 1995: 38).
influyó en él de un modo decisivo; la idea de tomar al pensamiento como parte de la realidad y no como algo externo a ella, fue madurando hasta ver materialmente la unidad entre el pensamiento y el ser. La concepción de sujeto-objeto idéntico como transformación de la historia, de la lucha de clases, promovió, hacia esta etapa, el viraje decisivo en la posición lukacsiana frente a ese anticapitalismo romántico. La revolución rusa terminó por demostrar hasta qué punto la dialéctica marxista intervenía en la transformación del mundo: estas eran las pruebas irrefutables de su alcance. Sin embargo, esta transición no implicó suprimir todo el bagaje conceptual desarrollado a partir del trabajo con Simmel o Rickert. Emanaban desde allí elementos de naturaleza diversa, pero hegemónicamente fue el tratamiento sobre la materia subjetiva el concepto que intentó proyectar con más énfasis en el campo marxista.
Esta segunda etapa es también la "demostración descarnada" de ese campo de fuerzas contradictorias que será apaciguado en años posteriores. Sus primeras experiencias como militante dentro de un partido comunista se dan también aquí. También publica Historia y consciencia de clase. Su autocrítica posterior respecto de las tesis contenidas en este libro apela a visualizar el problema del subjetivismo: "se mezcla ahí muy inorgánicamente la teoría de la acumulación del capital de R. Luxemburg con un activismo subjetivista ultraizquierdizante" (Lukács, 1959: 29). Situaciones como la posición tomada ante los debates parlamentarios del 1920 y el movimiento de marzo de 1921 no pasaron desapercibidos por la cúpula del Partido Comunista (y en particular por Lenin). El Lukács de 1933 es quien genera esta autocrítica: había optado por tomar una posición que lo alejase del izquierdismo. Estaba transitando su tercera etapa, dentro de su desarrollo político e intelectual. Su acercamiento a la obra de Lenin fue determinante, en la medida en que finalmente era capaz de comprender en su plenitud la dinámica del pensamiento marxista. Paralelamente, habrá de incorporar a su pensamiento, un concepto aristotélico que Lukács extrajo, al menos en parte, de Goethe: el tertium datur. Es a partir de esta mediación que Lukács puede superar ese izquierdismo juvenil pero, sin dejar de preservar los elementos valorables de la herencia fichteana. El tertium datur se erige como ese tamiz que opera en el campo del marxismo.
La relación con cada una de estas etapas debe valorarse como un todo orgánico, un campo de fuerzas contradictorias que son susceptibles de ser superadas, o simplemente se manifiestan en un continuum de relaciones opositivas. Su crítica al subjetivismo a ultranza se debería poner a contraluz de la defensa de la condición subjetiva que opera en una revolución. El intento de volver a identificar, como Marx, el verdadero sujeto, el que "vive en el mundo real", representa un apreciable aporte al marxismo.
3. Alcances y construcción de la ortodoxia en el método materialista histórico
El concepto de ortodoxia desempeña en el pensamiento lukácsiano el papel de aquel dispositivo capaz de garantizar y organizar la interrelación de una serie de elementos subyacentes. A partir de la proposición
Pues suponiendo aunque no admitiendo que la investigación reciente hubiera probado indiscutiblemente la falsedad material de todas las proposiciones sueltas de Marx, todo marxista "ortodoxo" serio podría reconocer sin reservas todos esos nuevos resultados y rechazar sin excepciones todas las tesis sueltas de Marx sin tener que abandonar por un minuto su ortodoxia marxista [...] en cuestiones de marxismo la ortodoxia se refiere exclusivamente al método (Lukács, 1969: pp. 72-73).
se evidencia la deslegitimación hacia aquellos pensadores, provenientes de círculos burgueses o proletarios que proponen, en nombre del "marxismo", "superar" o "corregir" las producciones marxianas. Este tipo de manifestaciones conduce a posiciones eclécticas o revisionistas. El principio de dogmatismo o acriticidad es rechazado rotundamente. Al igual que Gramsci en años posteriores, la ortodoxia marxista es impulsada en tanto "concepción integral del mundo" (Gramsci, 1958: 160). Y la posición de este punto de vista que permite percibir la realidad en su totalidad está situada en la construcción del método mismo.
La crítica que realizará a las filosofías burguesas (más profundamente en el artículo sobre de "La cosificación y la conciencia del proletariado") tiene su punto de partida en la incapacidad de dichas filosofías para captar la totalidad. El cognoscimiento de la realidad parte necesariamente de los hechos sociales. Sin embargo, señala Lukács, "el conocimiento de los hechos no es posible como conocimiento de la realidad más que en ese contexto que articula los hechos individuales de la vida social en una totalidad como momentos del desarrollo social" (Lukács, 1969: 82). La totalidad lukácsiana se articula en el movimiento desde aquellas determinaciones inmediatas (dadas en el mundo capitalista) hasta avanzar hacia el conocimiento de una totalidad concreta como reproducción de la realidad, sin trastocar ese movimiento de reproducción de la realidad con el proceso de "realidad misma". Esta es la diferencia esencial que separa al idealismo del marxismo.
Este movimiento (el pasaje de la percepción de los hechos hacia la totalidad concreta) se funda en el carácter dialéctico de la relación entre el ser y el pensamiento en el materialismo histórico. La dialéctica resume esa totalidad en la cual la destrucción y la negación de lo que existe toman forma en todos los conceptos y suministran las herramientas teórico-prácticas para contraponer el orden vigente y los intereses de transformación. El hincapié de Lukács en este par dialéctico constituye una cuestión fundamental, ya que mediante la comprensión de esta relación se pone en juego toda la potencia del materialismo histórico para destruir conscientemente el status quo y transformarlo en una comunidad. La problemática resulta empero mucho más compleja, ya que se halla atravesada por elementos de distinta índole.
Uno de los efectos más claros del concepto marxista de alienación en la sociedad burguesa se verifica a partir de la relación entre el hombre y la naturaleza. La diferencia entre los hombres y los animales es la adquisición de una esencia genérica consciente. Todo sujeto es miembro de una cultura acumulada por generaciones que le precedieron y que, en la interacción con el mundo social y natural que lo rodea, transformará "la ulterior modificación del mundo tal como será experimentado por los otros" (Giddens, 1998: 49). El individuo aislado es, así, parte de las "robinsonadas" de las teorías utilitarias. El hombre es un ser social porque produce (mercancías, capital simbólico) en comunidad con otros hombres. Pero al mismo tiempo es "social" porque cada individuo contiene intrínsecamente a la especie a través de esta esencia genérica. Por otro lado, el individuo burgués ha logrado dominar a la naturaleza avasallándola a través de los procesos de producción. El fenómeno de la alienación se presenta en una segunda naturaleza que vuelve a la percepción del hombre extraña y violenta. Al mismo tiempo, el individuo se siente cada vez más independiente de ella. Esta alienación de la esencia genérica lleva directamente hacia una falsa oposición entre individuo y sociedad, en la medida en que las relaciones entre uno y otra se dan a partir de instituciones cosificadas: el Estado burgués, la ley; en suma, todo lo que directamente remite a esa realidad de sujetos meramente yuxtapuestos que es la sociedad civil. En este sentido, Lukács opone sociedad civil a la comunidad, como lugar de desarrollo de un ethos colectivo. Pero para la realización de este espacio es necesario demoler los cimientos de la sociedad burguesa. En la unidad entre teoría y praxis, el hombre se ve a sí mismo conformado en su ser genérico en la medida en que la especie humana configura un ámbito que le es propio. Esta relación se erige a partir de la mediación de la conciencia y la realidad. Así, la conciencia de clase, está enraizada en la praxis humana, que es, a la vez, social.
La recuperación del concepto marxiano de esencia genérica en el pensamiento de Lukács, hacia los años ’30, debe valorarse a parir de dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, el sueño de una comunidad se hace materialmente mediante la dialéctica de teoría y praxis. Concretamente, la revolución bolchevique es el signo más contundente de esa posibilidad. Por otro lado, frente a un contexto "denso con las fragancias del dogma" (Kadarkay, 1994: 451), Lukács apuesta a la revalidación del humanismo marxiano. La centralidad del concepto de alienación apunta a describir, allí, la raíz filosófica de la crítica de Marx al capitalismo: la preeminencia dada al hombre; este humanismo se manifiesta a o largo de todo Historia y Consciencia de clase.
La categoría de sujeto-objeto idéntico, proveniente de la filosofía hegeliana, es retomada por Lukács en la medida en que trastoca la naturaleza lógico-filósofica del concepto para convertirla en histórica-social. Este polémico punto formará parte de la autocrítica lukácsiana de 1967. Pero en Historia y consciencia de clase, el sujeto-objeto idéntico se hace concreto en el proletariado. La clase proletaria constituye esa síntesis: "el sujeto conocedor de ese conocimiento de la realidad total y social" y al mismo tiempo, el único "que no puede liberarse sin suprimir la sociedad de clases como tal" revelando así, la "esencia" de la sociedad. (Lukács, 1969: 154). Este hincapié mesiánico en el carácter "naturalmente" revolucionario del proletariado puede entenderse a partir del propio clima apocalíptico de la época. La vulgarización del marxismo comenzaba a imponer una visión que acabaría por socavar el papel subjetivo que opera en cualquier revolución. Lukács, frente a esto, postula un ultrasubjetivismo neofichteano. Se demuestra en la primera versión del ensayo "¿Qué es marxismo ortodoxo?", al proferir, como respuesta a los marxistas vulgares que visualizan meramente las condiciones objetivas, que, si los hechos contradicen que ha llegado el momento de la revolución, "peor para los hechos" (Lukács, 1972: 27). Este desprecio lukácsiano por los facta bruta, atraviesa igualmente la versión posterior. De más resulta señalar que los bolcheviques no compartían en absoluto estas apreciaciones en torno a los "hechos". Sin embargo, Lukács no ignoraba que el conocimiento de los hechos era el punto de partida para la comprensión de la sociedad capitalista.. La crítica apela más bien al limitado empirismo del Comitern, al riesgo de que un factum brutum se convirtiera en una ley general, impidiendo una proyección más allá de lo estrictamente inmediato. Es esta capacidad para sintetizar la fuerza motora subyacente a estos hechos aparentemente aislados y que permite trascenderlos más allá de la inmediatez, la que encarna Lenin, según el mismo Lukács.
IV. Conclusiones
La ortodoxia marxista reside para Lukács, como vimos, en el método. Esta proposición, más allá de presentar un problema de raíz epistemológica, revela, ante todo, una posición ética hacia la realidad. "Entre el intelectual y el capitalismo hay, pues con frecuencia una antipatía [...] porque éstos viven en un universo regido por valores cualitativos" (Löwy, 1978: 21). La antipatía de Lukács se proyecta desde su juventud y continúa durante su adhesión al marxismo. Lógicamente, muchas postulaciones en tanto pertenecientes a un "anticapitalismo romántico" fueron superadas; otras, en cambio, se mantuvieron generando ese campo de contradicciones. La pregunta ¿qué es marxismo ortodoxo?, en medio de un contexto interior efervescente y un clima apocalíptico que enmarca los años ’20, representa esa apuesta ética. Cuestiones como el carácter subjetivo en la lucha de clases, el humanismo marxiano, la liberación de la alienación o el proceso de consciencia revolucionaria son aportes que se desprenden de sus obras, pero todas ellas tienen su hilo conductor en la misma propuesta que nos plantea Lukács: una vez más, la coherencia ética.
La idea de que el dedo de la historia nos está apuntando y que un intelectual no debería ignorarlo, se trasluce en la recreación continua de la XI de las "Tesis sobre Feuerbach". Así, la cualidad más apreciada en Lenin, es su carácter de "teórico de la praxis". Esta conexión se esboza explícitamente en "Mi camino hacia Marx"; la propuesta de sostener un "careo" personal con el autor de El capital es el punto de partida de una perspectiva crítica frente al mundo y, a la vez, representa esa posibilidad de modificarlo. Frente a esto, Kadarkay plantea el siguiente interrogante: "Cuál de las dos almas, la idealista o la realista, triunfa en Historia y conciencia de clase y responde a su pregunta clave ‘¿Qué es marxismo ortodoxo?’. No podemos decirlo porque dominaba [Lukács] ambos papeles" (Kadarkay, 1994: 454). Sin embargo, la utopía lukácsiana tiene elementos de concreción y realización humana que intentan trascender lo dado en el "momento". Esa carga mesiánica no tiene que ver una "abstracta exigencia desiderativa" (Serra, 1983: 6) sino, por el contrario y en una posición similar a Bloch, con el presentimiento objetivo de lo que todavía-no-ha-llegado-a-ser-lo-que-debiera. En este sentido se vinculan el factor subjetivo y su preeminencia: éste es el que provoca la cristalización de las contradicciones que se dan en lo-que-no-debería-ser, a fin de destruirlo. Por ello, la postura crítica del intelectual de la praxis, partiría desde la apreciación y el análisis de las determinaciones inmediatas del capitalismo, pero en ningún caso quedaría subsumido a ellas. Desplegar el contenido histórico de la esperanza, es trascender, para Lukács, el momento y esto sólo es posible en la dialéctica teoría-práctica. Historia y consciencia de clase conserva, en su forma y contenido, esa capacidad: para reflexionar acerca de una comunidad, de una revolución, se nos exige participar en su proceso de construcción. Esto es el "pensamiento vivido" que nos plantea Lukács en su carácter ético más íntimo, porque reposa aquí toda la potencia de su ortodoxia marxista.
Para concluir, entendemos y recuperamos la actualidad del "pensamiento vivido lukácsiano", con todas sus contradicciones y sin rehuir su compleja relación con el stalinismo, a partir del siguiente interrogante: ¿acaso el marxismo no resulta, también, revolucionario en la medida que permite contener esa antorcha de la utopía para alumbrar el camino?
Bibliografía
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Giddens, Anthony, El capitalismo y la moderna teoría social. Barcelona: Idea Universitaria, 1998.
Gramsci, Antonio, Introducción a la filosofía de Benedetto Croce. Bs. As.: Lautaro, 1958.
Kadarkay, Arpad, Georg Lukács: vida, pensamiento y política. Valencia: Colección Debates, Biografías, 1994.
Lowy, Michael, Para una sociología de los intelectuales revolucionarios del siglo XX. La evolución del pensamiento político de Georg Lukács. México: Siglo XXI, 1978.
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-, Lenin. Trad. de Patricio Canto. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1971
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Stalin, Joseph, El marxismo y la cuestión nacional y colonial. Bs. As.: Editorial Problemas, 1940.
Tertulian, Nicolás, "El pensamiento del último Lukács", trad. Mariana Sverlij. En: Vedda, Miguel (comp.), Antología de estudios críticos sobre Lukács y Marcuse. Bs. As.: Facultad de Filosofía y Letras ("Fichas de cátedra"), 2002, pp. 21-41.
Vedda, Miguel, "Vivencia trágica o plenitud épica. Un capítulo del debate Lukács-Adorno". En: Analecta Malacitana. Revista de la Sección de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras XX, 2 (1997), pp. 611-623.
[1] Hacia la profundización del estudio sobre los aparatos propagandísticos e ideológicos durante este contexto. Ver Chomsky, 1998.
[2] "Tonnies opone dos universos socioeconómicos, de una manera abstracta, como dos tipos de relaciones socioculturales: "Comunidad" y "Sociedad"; sustituye, así, a la base objetiva (económica) de la estructura social, un principio subjetivo: la voluntad "esencial" en la comunidad y arbitraria en la sociedad. Según Tonnies, el universo comunitario (familia, pueblo, ciudad tradicional) está reglamentado por hábitos, costumbres y ritos; el trabajo es motivado por el placer y el amor a producir que se manifiestan en la economía doméstica, la agricultura y el artesanado: las relaciones sociales se caracterizan por la ayuda mutua y la confianza interna y todo es coronado por el reino de la Kultur (religión, arte, moral y filosofía); el mundo societal, por el contrario (la gran ciudad, el Estado nacional, etc.) es movido por el cálculo, la especulación, la utilidad; la ganancia es el objetivo único del trabajo (…) La vida social es desgarrada por el egoísmo y la guerra hobbesiana de todos contra todos, en el marco de desarrollo constante de la Zivilisation (Progreso técnico, industrial)" (Lowy, 1978: 36).