Nos hallamos ante una crisis en el capitalismo que se profundizó en los últimos años, provocada por el derrumbe financiero de 2008, la persistente catástrofe ambiental, las crecientes perturbaciones y flujos migratorios, debido a guerras regionales e internacionales, y una creciente desigualdad económica. Ante estos hechos, muchos militantes sindicales se han volcado hacia alternativas genuinas frente al actual paradigma político y económico. Ahora cada vez es más importante para los sindicatos estar al frente de los movimientos sociales que han estado surgiendo a nivel mundial, especialmente durante los últimos años. Necesitamos conocer las ideas de dirigentes sindicales que trabajan incansablemente para proteger los derechos de los trabajadores, contra el asalto neoliberal que aplica medidas de austeridad draconianas sobre los pobres y la clase trabajadora.
Estas entrevistas con prominentes dirigentes sindicales y activistas obreros de distintos países han sido hechas con el espíritu internacionalista del movimiento obrero. Agradecemos la fraternal ayuda de Marcello Musto, Ricardo Antunes, Patrick Bond, Gilbert Achcar, Mimmo Moccia, Omar El Shafei, y Hyun Ok Park. También agradecemos por su colaboración a dos dirigentes del MST, (Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra): Kelli Mafort, miembro de la dirección nacional y Gilmar Mauro, miembro del Consejo Coordinador Nacional.
Haremos una breve referencia sobre los dirigentes entrevistados, antes de comenzar con las preguntas y las respectivas respuestas:
Fatma Ramadan es una sindicalista egipcia y socialista, vinculada al Comité de Coordinación para los Derechos y Libertades Sindicales, fundado durante la década anterior al levantamiento de 2011. Fundadora de la Federación de Sindicatos Egipcia (EFITU), coordina a su Comité de Solidaridad con las Huelgas y los sit-ins (“sentadas”, formas de resistencia pacífica), que juega un papel militante a nivel nacional, a pesar del giro a la derecha posterior a 2011 por parte de la dirección de EFITU.
Maurizio Landini comenzó trabajando como aprendiz de soldador en una cooperativa a los 15 años. Fue electo Secretario General de la Federación Italiana de Obreros Metalúrgicos (FIOM), y forma parte del Secretariado Nacional del sindicato metalúrgico CGIL en 2005. Participó en las negociaciones para la renovación del contrato de los metalúrgicos en 2009.
Wol-San Liem, Directora de Asuntos Internacionales para la KPTU (Federación Coreana de Sindicatos de Trabajadores de Servicios Públicos y Transportes) desde septiembre de 2012. Entre 2006 y 2012, trabajó para RIAWM (Instituto de Investigaciones de los Movimientos Obreros Alternativos) y el MTU (Sindicato de Inmigrantes) en Corea del Sur.
Irvin Jim, Secretario General de NUMSA (Sindicato Nacional de Metalúrgicos de Sudáfrica), luchó contra el apartheid a fines de los años ochenta y entró a trabajar en una fábrica de caucho en los noventa. Ingresó al sindicato y fue elegido delegado. Fue el miembro más joven del Comité Central de NUMSA, y en 2008 fue electo Secretario General del sindicato.
Hariharan Mahadevan, Secretario General Adjunto de la Federación Mundial de Sindicatos (WFTU). Nacido en 1941 en la India, ingresó a la Fuerza Aérea y estudió tecnología en el Colegio de Aviación en Jodhpour. Allí ingresó al sindicato y posteriormente fue transferido a Bangalore, donde formó parte del movimiento sindical. Ayudó a numerosos sindicatos en las industrias de los sectores público y privado en todo el sur de la India. Luego fue nombrado Secretario General Adjunto del Congreso de Sindicatos de la India (AITUC), y luego en el WFTU, donde ahora está a cargo de la Región de Asia-Pacífico.
BA: Vivimos en la época de la austeridad; las políticas neoliberales han librado una guerra contra los trabajadores, los pobres, y los más vulnerables, para concentrar la riqueza pública en cada vez menos manos. ¿Cuál consideran que es el papel de los sindicatos para revertir este movimiento hacia el aumento de la austeridad, y de los recortes en la seguridad social y en los gastos públicos?
Fatma Ramadan: Si queremos luchar con eficacia contra la austeridad, se debe ampliar la concepción estrecha de los sindicatos como entidades reformistas cuya lucha se limita a mejorar los salarios y las condiciones de trabajo,. Con la precariedad en aumento, debido a los cierres de fábricas, despidos en masas, reducciones de empleos en el sector público, y recortes en los gastos de seguridad sociales y públicos, los patrones y los estados han debilitado enormemente la capacidad organizativa de los sindicatos. Por ejemplo, en Egipto, la Ley del Trabajo Unificada de 2003 tenía el objetivo de favorecer y promover el trabajo temporario, los despidos y la privatización. La resistencia a esta ley por parte de los trabajadores fue llevada a cabo en su mayoría por organizaciones informales, pues a partir de los años cincuenta los sindicatos habían sido incorporados como un brazo del estado autoritario, en lugar de ser un órgano de la lucha obrera. Esta resistencia informal fue parte de la creciente lucha que finalmente desembocó en la situación revolucionaria que estalló en Egipto (y en gran parte del mundo árabe) en 2011.
Para resistir estas políticas, y también para que los sindicatos puedan organizarse, estas organizaciones no sólo necesitan desarrollar una visión más amplia para la sociedad de conjunto (desafiando a la política estatal en general), sino también para vincularse con los movimientos sociales ajenos a los lugares de trabajo. Esto es necesario para crear la movilización de masas que se requiere para revertir la tendencia y cuestionar realmente al status quo.
Wol-San Liem: Como un cuadro de una federación sindical industrial que representa a los trabajadores del sector público, creo que el papel de los sindicatos de este sector al luchar contra la austeridad y los recortes presupuestarios al sector público es vital. En Corea, hablamos de nuestro papel en el fortalecimiento del carácter público de servicios vitales como el transporte público, la energía, el agua, la salud, la educación, etcétera. En el movimiento obrero internacional, hablamos de la defensa de “servicios públicos de alta calidad”. Los conceptos son prácticamente los mismos, o sea, el acceso a los servicios públicos y el bienestar social son derechos democráticos que pertenecen a todos, y es nuestra tarea, la de quienes proveemos esos servicios públicos, defender estos derechos contra los recortes y la privatización. Esto exige que expliquemos que el ataque sobre el sector público, generalmente acompañado por ataques sobre los sindicatos del sector público, es un ataque a la democracia.
En Corea estamos actualmente luchando en una dura batalla contra la privatización de los ferrocarriles, el gas y la electricidad, la salud pública y toda una gama de otros servicios públicos. Libramos esta batalla en una estrecha colaboración con otras fuerzas sociales que están justamente preocupadas sobre el acceso cada vez más reducido a esos servicios y los precios cada vez más altos de los mismos. Nuestras estrategias abarcan todo, desde trabajar con legisladores de partidos de la oposición hasta la presentación de proyectos anti-privatización, hasta las protestas y las huelgas. Sin embargo, por supuesto que nunca lograremos una completa rendición pública de cuentas bajo el actual sistema capitalista. De modo que hace falta una visión y una estrategia a largo plazo.
Hariharan Mahadevan: En nombre de la “humanización” de la globalización, los empresarios, las instituciones financieras como el FMI, el Banco Mundial y la OMC ofrecen e imponen un camino de la reconstrucción capitalista y continúan predicando que “no hay alternativa”. Por lo tanto, el mundo del trabajo, con la única perspectiva de alterar el sistema que ha hecho que las desigualdades entre continentes, entre países, y en el interior de los países crezcan hasta proporciones peligrosas debería rechazar esa política y actuar a favor de una verdadera alternativa, por un mundo mejor, libre de explotación, frustraciones y humillaciones, que verifique que “hay alternativas”, incluyendo también que “el socialismo es la alternativa”.
El sindicalismo debería prepararse para convertirse en un contrapeso eficaz frente a las agresivas y costosas políticas de del neoliberalismo, que eliminan las conquistas históricas de los trabajadores, destruyendo a los sistemas de protección social, la política sanitaria, la educación, los sistemas jubilatorios y de pensiones, y al medio ambiente. Si uno de los objetivos del movimiento obrero es cerrar la brecha entre ricos y pobres o crear una mayor igualdad social, inevitablemente la cuestión es si se podrá alguna vez lograr este objetivo bajo el capitalismo, o si la clase obrera no deberá planear métodos para cuestionar a las instituciones capitalistas, incluyendo el carácter fundamentalmente explotador de la relación salarial. Por consiguiente, los sindicatos debemos definir y actuar según un programa que tenga el potencial para cambiar la vida de los seres humanos.
BA: En medio de un desempleo cada vez mayor, con 27 millones que han sido despedidos desde la crisis económica de 2008, llegando así a la cantidad global de 200 millones de desocupados, ¿cómo piensan los sindicatos relacionar a este sector de la población, que se considera a sí mismo afuera del movimiento obrero?
MST: Se pueden ver las consecuencias del neoliberalismo en la fragmentación de diversas categorías de trabajadores, el descenso en el número de industrias anteriormente importantes y el surgimiento de nuevos sectores, la reducción del empleo formal, las cantidades en aumento de trabajadores en el sector de servicios; todo ello a expensas de las condiciones de trabajo y las condiciones de vida de una porción cada vez mayor de la clase obrera. El trabajo precario, junto al desempleo estructural en una sociedad sin empleos, ha sido una característica distintiva de nuestra época.
Actualmente, los sindicatos representan a una pequeña porción de la clase obrera, pues la mayoría de los trabajadores no se encuentra formalmente bajo contratos de trabajo. Con el desempleo, la informalidad, el chantaje burocrático, y los problemas organizativos internos, la cantidad de miembros de los sindicatos ha declinado en forma significativa. En el caso del MST, los desocupados rurales, entre otros, siempre han sido parte de su base social. Sin embargo, la reconfiguración del mundo del trabajo ha provocado que los desocupados urbanos luchen por la reforma agraria. Esto introduce un cambio interesante en la trayectoria política del MST en relación con la idea de la centralidad del trabajo en las relaciones sociales y el reconocimiento de que la agricultura, como cualquier otra actividad laboral, puede ser aprendida y hecha por cualquier ser humano. Más aún, los trabajadores urbanos desempleados reclaman otro compromiso del MST, a saber, impulsar el combate más allá de la lucha por la tierra. Quienes ingresan al MST no lo hacen necesariamente debido a su exigencia de la reforma agraria, sino por su fuerza y militancia. El MST lucha por la reforma urbana que depende de la reforma agraria (el objetivo central del MST).
Maurizio Landini: La crisis financiera global de 2008 no sucedió por accidente. Fue el resultado de muchos años de desregulación financiera, gobiernos reducidos, y globalización desenfrenada. Obedeció a la ideología del Consenso de Washington: el enriquecimiento ilimitado de los de arriba generaría el bienestar para todos los otros. Al contrario, ha generado al 1% con ingresos y riquezas que han incrementado sustancialmente. El restante 99 % se empobrece más año tras año. ¿Qué se debería hacer? Obviamente, el problema es político. Necesitamos un cambio político fundamental. No es verdad que los 27 millones de nuevos desocupados (y un total de 200 millones de desempleados) sean el resultado de la evolución natural del mercado. Son el resultado directo de determinadas decisiones políticas. Si se cambia la política, el desempleo caerá.
Los sindicatos pueden relacionarse y movilizar a los desempleados a través de un movimiento global. Ya nos hemos convertido en sindicatos nacionales multiétnicos, aún en países como Italia, que antes no tenía muchos inmigrantes. Ahora necesitamos un sindicato internacional, que una a los empleados en diferentes compañías por todo el mundo, cuyo centro también incluya a los desempleados y sus necesidades. En los últimos años, hemos tenido importantes movimientos sociales, pero ahora necesitamos una organización de bases más estable. La ITUC (Confederación Sindical Internacional) y la Unión Global, a nivel mundial, y la ETUC (Confederación Sindical Europea) a nivel europeo, ya están trabajando en este proyecto, pero necesitan más poder. Y esto debe ser delegado por los sindicatos nacionales. Estos últimos deben ceder parte de su soberanía. No es un proceso histórico fácil en absoluto: exige la voluntad política y los sentimientos de solidaridad, deteriorados por la globalización.
Irvin Jim: Dada la inmensa riqueza en el mundo, que bajo el capitalismo está injustamente concentrada en muy pocas manos, hay lo suficiente para dar a toda la población mundial. Para derrocar a este injusto sistema, se necesita hacer retroceder al programa neoliberal. Esta lucha la deben librar internacionalmente los sindicatos.
Respecto a los desempleados, debemos decir que la clase obrera no es sólo la gente que trabaja; ¡los desempleados también forman parte de la clase obrera! ¿Por qué se piensa que a alguien que no está trabajando no se lo puede movilizar y organizar? La frustración que los desocupados tienen que soportar cada día en la búsqueda de empleos es una continuación de la explotación de la clase obrera. Algunos dejan de buscar empleos, no porque no quieren trabajar sino porque han sido eliminados del mercado laboral. Una de las cosas que NUMSA ha estado abogando es centrarse en las luchas fabriles y luchas de las comunidades, pues es importante tener un lazo dinámico entre los desocupados al nivel de la comunidad y quienes trabajan en campañas y movimientos sociales.
BA: En el contexto del creciente poder de las corporaciones multinacionales con su gran capacidad de absorber las depresiones financieras temporarias y relocalizarse cruzando las fronteras en respuesta al activismo obrero en un país, ¿cómo pueden los sindicatos, que habitualmente operan sobre una base nacional, responder eficazmente?
Fatma Ramadan: Para los sindicatos, un paso importante en esta dirección es priorizar la defensa de los trabajadores migrantes, que constituyen cada vez más una parte significativa de los superexplotados y oprimidos en gran parte del mundo. Esto, una vez más, requiere un tipo de sindicalismo radical democrático que cuestione al racismo del sistema capitalista. Si hay solidaridad entre trabajadores de diferentes etnicidades y orígenes nacionales dentro de los países y fuera de ellos, entonces los trabajadores pueden resistir eficazmente los intentos del capital de reprimir a la militancia sindical por medio de la relocalización. Esta cuestión es crucialmente importante en el actual proceso revolucionario árabe, pues los trabajadores migrantes constituyen una mayoría masiva oprimida de la fuerza de trabajo en el centro del capitalismo regional y de la política reaccionaria en la región del Golfo.
Wol-San Liem: En mi respuesta a la primera pregunta, me referí a la necesidad de un “internacionalismo práctico”. Para mí, el internacionalismo práctico significa organizar campañas y acciones colectivas de trabajadores que se relacionan entre sí, no por las fronteras nacionales, sino por las cadenas de producción y abastecimiento de las corporaciones multinacionales. Esas campañas organizarían a los trabajadores en una lucha transnacional, si no un sindicato multinacional, y esperamos, también, en una conciencia internacionalista. Ya están en curso algunos esfuerzos que apuntan en esta dirección, pero necesitamos un compromiso mucho mayor por parte de las direcciones de los sindicatos nacionales, no solo para medidas solidarias de corto plazo, sino también proyectos organizativos a largo plazo que requieren investigación, y recursos humanos y financieros.
Desgraciadamente, la mayoría de las direcciones sindicales no están dispuestas a tomar ese compromiso. Aducen que esa estrategia no ayudará a aumentar la cantidad de miembros y el poder de negociación en el futuro cercano. Así, hay que tener mucho cuidado al elegir objetivos y asociaciones sindicales en otros países para trabajar en conjunto.
Irvin Jim: Lo primero para señalar es que hay una lucha en curso entre la clase trabajadora y la clase capitalista, con su intrincado sistema de multinacionales y corporaciones transnacionales que han emprendido básicamente una cruzada para maximizar sus ganancias por todos los medios necesarios. Debido a la ausencia de gobiernos responsables, sindicatos militantes, y partidos políticos de la clase obrera, estas corporaciones pueden controlar la movilidad transnacional del capital. Se orienta el flujo del capital hacia donde se puedan maximizar las ganancias con la menor resistencia. Por lo tanto, cuando afirmamos que debemos promover la colaboración entre los sindicatos, no solo queremos actuar como un contrapeso contra el capital; necesitamos poder cuestionar a las multinacionales y su agenda con una militancia y una persistencia intransigente. Sabemos que ellas pueden poner fin a toda rivalidad progresista, y apoyar o socavar a gobiernos elegidos legítimamente.
No es posible desafiar a esta naturaleza global del capitalismo sin crear una red global de solidaridad entre sindicatos además de elevar el nivel de conciencia de los trabajadores. Debemos organizar a los trabajadores para apreciar que no basta con tener un sindicato en un país, si ese sindicato no está relacionado con otros sindicatos por todo el mundo. Allí reside el papel crucial de la solidaridad internacional.
BA: La idea de una organización transnacional de trabajadores para crear una red global de solidaridad se materializó por primera vez en la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). Sin embargo, ciento cincuenta años más tarde, la globalización ha sido una de las herramientas más eficaces usada por la clase capitalista para doblegar a los movimientos obreros. ¿Cuál ha sido la viabilidad y la eficacia de los intentos de construir relaciones de solidaridad entre distintos sindicatos en todo el mundo?
Wol-San Liem: Los esfuerzos más concertados para construir relaciones internacionales entre sindicatos son las organizaciones sindicales internacionales, que en muchos casos han estado operando durante más de cien años. Mi sindicato es parte de la Internacional de Servicios Públicos (ISP) y la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (FIT). Estas organizaciones pertenecen al agrupamiento no comunista de las Federaciones Sindicales Mundiales (GUFs, por sus siglas en inglés). Aunque también hay un agrupamiento de organizaciones paralelas, compuestas principalmente por sindicatos asociados con partidos comunistas.
Creo que las GUFs juegan un rol importante en el movimiento sindical internacional, al ofrecer una estructura y recursos que pueden utilizar los sindicatos para relacionarse entre sí, compartir informaciones sobre cuestiones comunes, y estar representados en el escenario internacional. Las GUFs también inician algunos proyectos importantes, por ejemplo en las áreas de los derechos sindicales, la salud y la seguridad laboral, etcétera. Pero las GUFs a menudo derrochan energía poniendo más énfasis en las reuniones que en las luchas a largo plazo, y tienen una capacidad movilizadora limitada.
En el área de las relaciones bilaterales, no es difícil hallar importantes ejemplos de solidaridad. El año pasado, los afiliados de mi federación sindical ferroviaria recibieron una gran solidaridad por parte de los sindicatos ferroviarios de otros países durante su huelga de 23 días contra la privatización, y con algunos de estos sindicatos se está comenzando a construir relaciones a largo plazo. Pero este tipo de esfuerzos son infrecuentes y por lo general periféricos a los principales objetivos y la práctica diaria de los sindicatos. Se necesita una verdadera reorientación hacia la construcción de relaciones internacionales.
MST: La política de la agroindustria ha impactado directamente a los movimientos sociales por la democratización del acceso a la tierra y la implementación de la reforma agraria por todo el mundo. Estos impactos afectan a campesinos, trabajadores rurales sin tierra, arrendatarios, comunidades indígenas, pequeños pescadores, a los afectados por diques o represas, pequeños campesinos, comunidades mineras, y asalariados rurales, así como al proletariado de las agroindustrias en general.
El capital ha adoptado medidas desastrosas hacia el medio ambiente, el trabajo, y las vidas de los campesinos. Estas medidas son a escala internacional y por lo tanto deben ser enfrentadas en ese contexto. La organización Vía Campesina está relacionando internacionalmente a los campesinos, con actividades en todos los continentes y presencia en más de setenta países. Vía Campesina de Brasil une a los movimientos sociales como el MST, el MAB (Movimiento de Afectados por los Diques), MMC (Movimiento de Mujeres Campesinas) y el MPA (Movimiento de Pequeños Agricultores).
Vía campesina promueve un programa agrícola y de irrigación que prioriza a la soberanía alimentaria para estimular la producción de alimentos sanos, diversificación de la agricultura, y una reforma agraria (con una amplia democratización de la propiedad de la tierra). También lucha contra la privatización de la tierra, los bosques, el agua, y de todos los recursos naturales.
BA:¿Cuál es la visión del movimiento obrero para abordar los efectos devastadores del cambio climático global, del que se predice que causará desplazamientos masivos de personas y escasez de alimentos en muchas partes del mundo en las próximas décadas?
Maurizio Landini: El cambio climático, junto a los problemas de la globalización, es el otro pilar del cambio estratégico para la izquierda social y política. El estrés ambiental, la sobreexplotación de las materias primas, las cuestiones energéticas y las emisiones de carbono, el aumento de la temperatura, el derretimiento de los glaciares y crecimiento de los niveles del mar, el incremento de fenómenos meteorológicos extremos: todos estos son aspectos de un problema cuyo tratamiento no puede ser diferido. Es esencial para nosotros encarar el conflicto entre la defensa de las condiciones de hoy y la conquista de un futuro sostenible.
Al enfrentar el problema de cómo parar la explotación ambiental, debemos preguntarnos: el énfasis sobre la producción de vehículos para individuos en lugar de vehículos de transporte público, en última instancia, ¿no conducirá a un consumo muy alto de combustible? Además, no deberíamos luchar por que los productos se hagan localmente en lugar de producir donde el capital invertido reciba los beneficios más altos? Y, sobre todo, ¿tenemos que seguir exacerbando la demanda por consumos individuales, frecuentemente excesivos e innecesarios, en detrimento de la calidad inferior de los mismos?
Es evidente que la verdadera solución no reside sólo en la suma de muchas decisiones individuales sobre la inversión y el consumo, sino en luchar por un planeamiento de crecimiento económico más justo y más equilibrado. Debería haber también un mayor control social sobre la organización económica. Necesitamos una distribución más justa del ingreso entre los accionistas y los afectados: reequilibrar esto es esencial para lograr no solo una mayor justicia social sino también un sistema económico más sostenible, sano y equilibrado.
Irvin Jim: Para nosotros, los del Sur, se trata de un desafío importante porque aunque reconocemos que el calentamiento global, causado por los combustibles fósiles, es un problema, no podemos cambiar abruptamente toda nuestra economía en una economía verde, cuando en realidad necesitamos más empleos en Sudáfrica. Sea verde o marrón, un empleo es un empleo en lo que respecta a los salarios. En cuanto a la cuestión del combustible fósil, debemos adoptar un enfoque que permita usar una mezcla de energías para asegurarnos tener diversas condiciones de producción y acceso a la misma. Pero hay una clara y evidente disputa sobre el acceso a la tecnología que actualmente produce y controla el Norte global. De modo que pienso que siempre deberíamos preguntar, ¿“hasta qué punto” deberíamos volcarnos hacia el “proceso verde”? También, deberíamos considerar cuáles estados-naciones y corporaciones multinacionales se benefician de la nueva tecnología verde. Entonces, hay cuestiones de democratización, de relaciones de poder entre el Norte y el Sur, que en mi opinión, conciernen a la clase obrera tanto en el Norte como en el Sur. Por supuesto, la actual situación insostenible exige que hagamos una transición; ahora sabemos que estamos enfrentando una amenaza inminente fundamentalmente porque la esencia del capitalismo es la codicia. Los empleos verdes y la transición a una economía verde debería formar parte de nuestras discusiones políticas.
BA: ¿Cuál es el principal desafío para el movimiento obrero en la próxima década?
Fatma Ramadán: Yo diría que el mayor desafío para el movimiento obrero es centrarse en un movimiento social de los oprimidos mucho más amplio. Esto no significa, como nos dicen generalmente, abandonar una perspectiva de clase. Por el contrario, se requiere profundizar una política de clase. Esto implica que el movimiento obrero organizado tiene que adaptarse a lo que los sindicalistas militantes bolivianos durante sus heroicas batallas de la década pasada han llamado “el nuevo mundo del trabajo”, un mundo en el que los trabajadores son fragmentados y precarizados cada vez más. El legado de las recientes luchas, especialmente en Latinoamérica, demuestra que esa fragmentación no es un obstáculo insuperable para la organización y la lucha militante. Un movimiento social dinámico, el sindicalismo desde abajo, que combine lo social y lo político, el lugar del trabajo y el vecindario o el barrio, con el espíritu de una democracia radical, participativa y pluralista es indispensable para que los seres humanos crean que otro mundo es posible.
Maurizio Landini: La inestabilidad intrínseca del capitalismo financiero y el enorme sistema financiero “clandestino” plantea desafíos inusuales. El problema subyacente es que el gobierno, trabajando fundamentalmente sobre una base nacional, ya no puede controlar ni guiar el comportamiento de las corporaciones gigantes. La historia moderna demuestra que cuando las situaciones se vuelven insostenibles y estalla la ira social, a menudo desatan aventuras peligrosas, antidemocráticas y autoritarias. Por lo tanto, pienso que el mayor desafío de los próximos diez años para los sindicatos es resolver el problema de la desigualdad.
Generaciones enteras en el mundo occidental se arriesgan a tener que vivir en peores situaciones que las que vivieron sus padres. Pienso que los sindicatos se deben centrar específicamente en sus miembros y no deben permitir que los partidos políticos de la elite influyan en sus prioridades. No creo en una autosuficiencia de los sindicatos, pero creo firmemente en su autonomía e independencia. El sindicato representa a trabajadores – empleados y desempleados – y tiene que seguir estrechamente ligado a ellos. El sindicato tiene que centrarse en los problemas de la clase trabajadora, sin titubeos ni timidez. Tiene que radicalizarse más, en contraposición a la naturaleza radical de la ideología neoliberal dominante. Asumo esta tarea, y trabajaré por un sindicato que tenga la fortaleza y la determinación para construir el futuro, a través de la completa restauración de su autoridad para negociar y su representatividad. El futuro está sobre nuestros hombros y es nuestra responsabilidad.
Hariharan Mahadevan: El desafío para el sindicalismo clasista y democrático es construir puentes entre los diferentes sindicatos clasistas que luchan contra el sistema capitalista y para superar las divisiones y equívocos históricos entre sindicatos que tienen una visión en común, con el objetivo de dar las respuestas más coordinadas posibles. Es necesario crear una coordinación estable entre los sindicatos que sostienen una crítica radical del orden capitalista y al actual modelo neoliberal
Los sindicatos deberían trabajar hacia la independencia financiera y autonomía de los gobiernos y las instituciones públicas. Los sindicatos deben ser financiados fundamentalmente por sus miembros, para que puedan plantear sus demandas y no ser controlados por el chantaje de las instituciones públicas.
La Federación Mundial de Sindicatos (siglas en inglés: WFTU), en la Conferencia de Sindicatos de Asia-Pacífico, que tuvo lugar en Port Dickson (Malasia) durante octubre, decidieron emprender una campaña para una Carta Común de Demandas, que incluía: pleno empleo para todos, la erradicación de la pobreza, salarios que cubran las necesidades básicas y con plenas garantías de seguridad, y régimen obligatorio de jubilación para todos; impedir la sub-contratación, la tercerización, acabar con la degradación medioambiental en nombre del desarrollo y proteger los recursos naturales para beneficio de la humanidad; proteger los derechos soberanos de las naciones y contra la hegemonía imperialista y las políticas impuestas por el mercado bajo los dictados de la OMC, el Banco Mundial y el FMI; asegurar la capacitación de las mujeres a través de medidas políticas progresivas y extender los beneficios por la maternidad a todas las trabajadoras; pagar igual salario por igual trabajo sin diferenciación de géneros; asegurar los derechos laborales y la seguridad social para todos los trabajadores migrantes, como establece la carta de la ONU; abolir el “trabajo esclavo o semi-esclavo” y garantizar el derecho a tener otros empleos; e imponer la protección gubernamental a los trabajadores migrantes.
MST: La fase neoliberal del capitalismo plantea hoy grandes desafíos a los revolucionarios, principalmente relacionados con los complejos cambios en las condiciones técnicas de producción, los esquemas de dominación, los cambios en los sistemas de flujos y circulación de la información, la diferenciación social en el mismo proletariado, las grandes cantidades de guetos en los suburbios, etcétera. Por lo tanto, entre otros desafíos hacemos hincapié en la comprensión y estimulación de nuevos tipos de acción y nuevos mecanismos de participación de masas que se están incubando, ya sea en la simple lucha por la supervivencia, o en el curso de la construcción de movimientos políticos. Crear la nueva forma de poder, o sea, el Poder Popular, significa crear nuevas relaciones sociales y políticas. No se las puede extraer de las circunstancias actuales; sino que deben surgir de un proceso sobre el terreno. Si Marx tiene razón al decir que somos como hacemos, lo que hacemos hoy debe ser una acción revolucionaria. Si queremos libertad, nuestras acciones tienen que ser libertarias.
Una parte importante de la izquierda en todo el mundo presupone que el estado bajo el control de un partido, será el principal agente, el “ingeniero”, del cambio hacia la justicia social. Como resultado, la idea que prevalece es que estos cambios serán hechos desde arriba. De acuerdo a esta lógica, el papel de los movimientos obreros y la masa de votantes es poner a los “ingenieros” en el lugar correcto para que usen los instrumentos del estado, haciendo del pueblo un mero receptor pasivo de los beneficios sociales o la fuente del apoyo electoral, en lugar de la fuente activa del poder. Aunque no nos oponemos a participar en las elecciones en principio, la idea de que se puede obtener el cambio estructural a través de la elección de un individuo, sin un sólido apoyo popular, es errónea.
Nuestro desafío central será reubicar a la lucha socialista como una necesidad humana y no solo como una utopía o un valor cultural místico. La esencia radical de nuestra lucha reflejará la profundidad de nuestra necesidad humana, pero la sociedad que queremos construir debe reflejar el panorama ilimitado de nuestros sueños.
Publicado en Socialism & Democracy 28/2 (2014). Abreviado y enviado por el autor para su publicación en Herramienta. Traducción de Francisco T. Sobrino.