23/11/2024

Una revuelta de ricos. Crisis y destino del chavismo, de Emilio Modesto Guerrero

 
Buenos Aires, Herramienta ediciones, 2014, 166 páginas
 
En un sobrio pero medular prólogo, Manuel Martínez destaca las coordenadas en que se inscribe el hacerse de la revolución bolivariana. Caracazo de 1989; levantamiento del entonces coronel Hugo Chávez en febrero de 1992, desafiando al régimen en descomposición de Carlos Andrés Pérez y al Consenso de Washington; vertiginosa batalla política del chavismo que gana las elecciones y consagra una radical conquista de la democracia plebeya con la proclamación constitucional de la República Bolivariana de Venezuela en 1999; crisis del neoliberalismo y rebeliones populares a lo largo y ancho del continente marcado el cambio de siglo y época; movilización popular que derrota el golpe burgués imperialista en abril del 2002 y poco después el  paro-sabotaje petrolero; derrota del ALCA en 2005. Gesta que culmina con la desafiante convocatoria a la construcción del socialismo del siglo XXI, idea propositiva que deberá tomar forma y contenido con el desarrollo del poder popular y el protagonismo directo de los pueblos de Nuestramérica.
 
A la difusión y el conocimiento en profundidad de este proceso mucho ha contribuido Modesto Emilio Guerrero, autor de libros como ¿Quién inventó a Cháve? (Ediciones B, Buenos Aires, 2007; Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2013) reeditado bajo el nombre de Chávez, el hombre que desafió a la historia (Ediciones Continente, Buenos Aires, 2013), o también con Dilemas de la revolución bolivariana/Venezuela 10 años después (Ediciones Herramienta, Buenos Aires, 2009). Ha escrito innumerable artículo periodístico y ofrecido centenares de conferencias y charlas... En éste caso Modesto ofrece un libro diferente, un trabajo urgente, que nos enfrenta, directa y frontalmente, con el hecho de que a comienzos de este año “Las fuerzas enemigas del gobierno chavista, del movimiento bolivariano y los cambios que ambos representan, han puesto en marcha un proceso de guerra civil para derrotarlo. Como todo proceso, tiene sus ritmos y sus fases. Febrero fue su fase inicial. En esa medida es un ensayo” (página 21). Pienso que, en la misma medida, el libro constituye un ensayo de interpretación de acontecimientos aún en curso. Está escrito con apuro y a las apuradas, lo que en éste caso no constituye una crítica: el estilo se corresponde con las incertidumbres y fluidez de un combate en pleno desarrollo, que se presenta con una sucesión, casi vertiginosa, de muy breves capítulos:
 
1. ¿Cuál es el punto de partida?; 2. Algo más peligroso que un  golpe de Estado; 3. Tres condiciones y una necesidad absoluta; 4. El Atajo; 5. Los “paracos” en acción; 6. 2013: “Desaten su arrechera en las calles”; 7. CNN y la guerra de baja intensidad; 8. Un brote fascista; 9. El poder comunal busca su salida; 10. ¿”Peores que nosotros”?; 11. El gobierno y la transición; 12. El destino del chavismo; 13. La revolución pasó la primera prueba; 14. Avanzar o retroceder.
 
En varios de ellos,  se va y se vuelve, polémicamente, en torno a la “definición” que correspondería a la intentona contrarrevolucionaria de febrero. Menos que un clásico “golpe de Estado”, entre otras cosas porque no logró arrastrar en la conspiración a las FANB. Pero en otro sentido tal vez más peligrosa, por cuanto constituyó un ensayo de guerra civil, con atentados, desembozada violencia callejera, proyectos de magnicidio, histeria anticubana, incitación a la injerencia y agresión externa... y la emergencia de lo que, con beneficio de inventario, Modesto denomina brote o sujeto fascista, que actúa con un fuerte respaldo internacional del paramilitarismo colombiano, la Fundación Internacionalismo Democrático (Uribe Vélez), la Fundación Carolina (Aznar) y otras agencias estadounidenses sostenidas por la CIA.
Sin ignorar las diferencias tácticas que durante las violentas jornadas de febrero-marzo del 2014 dividieron al MUD y exacerbaron la disputa por el liderazgo entre Leopoldo López, Carolina Machado y el “moderado” Capriles Radonsky, el libro nos recuerda y subraya que éste último fue quien inauguró el recurso a las barricadas y la guarimba en abril del 2013, cuando desconoció la victoria electoral de Madura y desató una ola de violencia sin precedentes. Destaca también la descomunal campaña mediática que a nivel mundial demonizó a Maduro y dio cobertura a la asonada fascistoide. 
La “revuelta de ricos”, según la certera descripción de un periodista del Guardian, es explicada (y condenada) sin atenuantes:
 
En la sociedad venezolana existen alrededor de 400.000 propietarios capitalistas, compuestos por especuladores, industriales, banqueros, grandes comerciantes y traficantes financieros de oficio. Ellos controlan s palancas fundamentales de la economía no estatal y son beneficiarios indirectos de una parte de la renta petrolera. Sus hijos toman las calles y un sector de ellos negocia en las Mesas de Paz convocadas por el gobierno, impulsados por el mismo odio antichavista acumulado y motivados por la misma necesidad de clase: controlar la renta petrolera del país, desplazar al chavismo del gobierno y desmantelar el movimiento chavista. (Pág. 23).
 
Al mismo tiempo, el libro está lejos de caer en la idealización del proceso bolivariano y menos aún en el panegírico de la gestión de Maduro. Marca sin concesiones las contradicciones y vacilaciones del gobierno, y advierte: 
 
En ese punto exacto del proceso bolivariano, nace su dilema histórico. Avanzar o retroceder. “No hay rutas de escape que permitan evasiones conciliatorias”, sentencia István Mészáros. Todas las clases, por razones distintas, necesitan una definición de la revolución bolivariana. Si las vanguardias de las clases trabajadoras no edifican una opción revolucionaria seria a escala nacional para el conjunto de la sociedad, comenzando por su propia base social explotada, lo hará la clase capitalista. La aventura de Leopoldo López y su pequeño partido de jóvenes violentos y lúmpenes, mostró lo que es capaz de hacer la clase dominante cuando la dominada no se atreve a completar su propio proceso. El gobierno de Nicolás Maduro y su régimen en transición están atrapados entre esas dos fuerzas. No es neutral, por cierto, pero deberá definir su rumbo para no ser triturado por el movimiento de la historia. (Pág. 28)
 
Quiero terminar éste comentario rescatando y destacando el apasionante capítulo destinado a presentar los progresos cualitativos en la construcción del poder popular (“El poder comunal busca su salida”), experiencia viva sobre la cual, inexplicablemente, poco ha reflexionado y discutido nuestra izquierda:
 
…no hay duda que ese desarrollo comunal es la base material sobre la que se puede desarrollar un poder político popular (...) Desde 2012 pueden acudir al mandato del Golpe de Timón y al Programa de la Patria. Son dos referencias programáticas de potencialidades revolucionarias si se convierten en las banderas de un fuerte movimiento activo de las comunas, los consejos, los sindicatos y los demás organismos (pág. 93)
 
Son ya más de seiscientas las Comunas registradas y en funcionamiento, con la participación de casi dos o millones y medio de personas y setenta mil voceras y voceros. Sobre esta base es posible e imprescindible comenzar a “crear otro metabolismo social para otro modo social” (pág. 94). Se trata sin duda de un progreso sólido y sustancial, porque tiene profunda raigambre popular. Lo que no modifica la dramática disyuntiva que enfrenta el proceso bolivariano, tal y como la presenta el capitulo que  cierra el libro: “Avanzar o retroceder” (pags. 161-166). Porque bien pudo decirse que frente al implacable asedio imperial que dura ya quince años, resistir es vencer. Pero es momento de completar la sentencia afirmando que, en definitiva, vencer es avanzar. Como dijera el Comandante, Comuna, o nada!
 
Aldo Casas
 
 

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