Si la eterna juventud de un autor radica en su capacidad de seguir estimulando nuevas ideas, entonces podemos decir sin lugar a dudas que Karl Marx sigue siendo joven.
Tras la caída del muro de Berlín, conservadores y progresistas, liberales y socialdemócratas, decretaron casi de forma unánime la desaparición definitiva de Marx. Sin embargo, sus teorías vuelven a estar otra vez de rabiosa actualidad, y esto ha ocurrido a una velocidad que es, a todas luces, sorprendente. Desde 2008, la crisis económica en curso y las profundas contradicciones que están desgarrando la sociedad capitalista han hecho resurgir el interés en un autor arrinconado de forma precipitada después de 1989. Centenares de periódicos, revistas, canales de televisión y de radio se han hecho eco de los análisis que Marx hizo en El Capital y en los artículos que escribió para The New York Tribune mientras observaba el pánico de 1857, la primera crisis financiera internacional de la historia.
Después de veinte años de silencio, en muchos países se vuelve a escribir y a hablar sobre Marx. En el mundo anglosajón las conferencias y cursos universitarios sobre su pensamiento se han puesto otra vez de moda. El Capital vuelve a ser un best-seller en Alemania, y en Japón se ha editado una versión manga de la obra. En China se está publicando una nueva edición, inmensa, de sus obras completas (traducidas del alemán y no, como en el pasado, del ruso). En América Latina se palpa un renovado interés por Marx entre las y los activistas políticos.
El frente académico ha acompañado este redescubrimiento retomando la edición histórico-crítica de las obras completas de Marx y Friedrich Engels, la MEGA2. La nueva edición alemana está organizada en cuatro secciones: (1) obras y artículos; (2) El Capital y todos sus manuscritos preparatorios; (3) correspondencia, y (4) cuadernos de notas. De los 114 volúmenes previstos, ya se han publicado 58 (18 desde que se retomó el proyecto en 1998). El proyecto ha publicado muchas de las obras inacabadas de Marx en el estado en que las dejó, en lugar de publicar los textos con las modificaciones editoriales que sufrieron como se solía hacer en el pasado.
Gracias a esta valiosa innovación y a la publicación de varios cuadernos inéditos, emerge un Marx muy distinto al que nos han presentado muchos de sus oponentes y de sus supuestos seguidores. La estatua de expresión inmutable que señalaba el camino al futuro con certeza dogmática desde las plazas de Moscú y Pekín ha dado paso la imagen de un pensador profundamente autocrítico, que dejó gran parte del trabajo de toda una vida inacabado por su necesidad de consagrar energía a seguir estudiando y revisando sus argumentos.
Así, algunas de las interpretaciones consolidadas de la obra de Marx están siendo nuevamente objeto de debate. Por ejemplo, las primeras cien páginas de La ideología alemana – un texto sobre el que se discutió mucho durante el siglo XX pero que casi siempre se ha considerado acabado – se han publicado ahora en orden cronológico y en su forma original, siete fragmentos separados. Se ha descubierto que formaban parte de otras secciones del libro, dedicado a dos autores de la izquierda hegeliana, Bruno Bauer y Max Stirner. La primera edición, publicada en Moscú en 1932, sin embargo, así como las numerosas versiones posteriores que cuentan sólo con ligeras modificaciones, creó la falsa impresión de que había un capítulo introductorio sobre Feuerbach en el que Marx y Engels sentaron de forma exhaustiva las leyes del materialismo histórico (un término que Marx nunca utilizó) o, como dijo rotundamente el marxista francés Louis Althusser, conceptualizaron “una ruptura epistemológica inequívoca, claramente presente en la obra de Marx”
Otro interesante aspecto de esta edición es que distingue con mayor claridad entre las partes del manuscrito escritas por Marx y las escritas por Engels, lo cual lleva a una lectura muy diferente de ciertos pasajes que se solían considerar como un todo integrado.
Por ejemplo, el párrafo que diversos autores, unos motivados por la crítica feroz y otros por la defensa ideológica, han considerado como una de las principales descripciones de Marx de la sociedad postcapitalista: “la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar…”
Ahora sabemos que este fragmento fue obra de Engels (todavía entonces influenciado por los socialistas utópicos franceses) y que no contaba en absoluto con el beneplácito de su mejor amigo.
Los nuevos textos incorporados son también importantes para El capital, la obra magna de Marx. En los últimos diez años se han publicado cuatro nuevos volúmenes de la MEGA2 que contienen todos los borradores que faltaban en los tomos II y III de El Capital (que Marx dejó inacabado). Así, podemos reconstruir todo el proceso de selección, redacción y corrección que Engels efectuó al editar los manuscritos de Marx. Engels realizó varios miles de modificaciones (una cifra impensable hasta hace muy poco) durante un largo período de trabajo que va desde 1883 hasta 1894. La MEGA2 nos permite ver qué modificaciones fueron más significativas y determinar dónde, por el contrario, fue capaz de ser más fiel al texto original de Marx - que en absoluto podía ser presentado como el producto acabado de su investigación; ni siquiera las páginas dedicadas a la famosa ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
Relegar a Marx al estatus de clásico embalsamado, indicado sólo para la investigación académica especializada sería un error de la misma envergadura que convertirlo en la fuente doctrinaria del "socialismo real". Ya que, en realidad, sus análisis nunca han gozado de mayor vigencia. Cuando Marx escribió El Capital, el modo de producción capitalista estaba todavía en una fase temprana de su desarrollo. Hoy en día, tras el colapso de la Unión Soviética y su expansión a nuevas regiones del planeta (sobre todo a China), el capitalismo se ha convertido en un sistema global que invade y configura todos los aspectos (no solo los económicos) de la existencia humana. En estas circunstancias, las ideas de Marx están demostrando ser más fértiles de lo que lo fueron en su época.
Además, actualmente la economía no sólo domina la política, dictando su agenda y determinando sus decisiones, sino que se halla fuera de su jurisdicción y del control democrático. En las últimas tres décadas, los poderes de toma de decisiones se han trasladado inexorablemente de la esfera política a la económica. Las posibles decisiones políticas se han transformado en imperativos económicos. Esta subordinación de la esfera política a la economía, como si fuera un dominio aislado inmune al cambio, encierra actualmente la más grave de las amenazas a la democracia. Los parlamentos estatales son despojados de sus poderes, y son transferidos a los mercados. Los spread del crédito, las calificaciones de Standard & Poor’s y el índice de Wall Street – esos megafetiches de la sociedad contemporánea – tienen infinitamente mayor influencia que la voluntad de las personas. En el mejor de los casos, el gobierno político puede “intervenir” en la economía (cuando es necesario mitigar la anarquía destructiva del capitalismo y sus violentas crisis), pero no puede cuestionar sus reglas y sus decisiones fundamentales.
Tras veinte años en los que los cantos de alabanza a la sociedad de mercado sólo tuvieron que enfrentarse a la vacuidad de los diversos posmodernismos, la capacidad renovada de otear el horizonte a hombros de un gigante como Marx supone un avance positivo. No sólo para los académicos interesados en la comprensión profunda de la sociedad contemporánea, sino también para cualquiera que esté inmerso en la búsqueda teórica y política de una alternativa democrática al capitalismo.
Enviado gentilmente por el autor a Herramienta para su publicación. Traducción de Merce Amado.