Palgrave Mcmillan, Londres, 2010, 170 páginas.
Este estudio es teórico y empírico a la vez. Primero realiza una discusión con las perspectivas teóricas sobre las luchas de los trabajadores. Luego esta discusión se sostiene con un estudio de casos de conflictos fabriles en la industria automotriz argentina, concretamente en dos plantas ubicadas en el cordón industrial de la ciudad de Córdoba en los años 1990 (ahora Renault y Fiat). Los estudios empíricos extienden el argumento conceptual que afirma la capacidad colectiva de los trabajadores de protestar, movilizarse, organizarse. Diferenciándose de otras teorías, esta capacidad se explica por la inserción social colectiva de los trabajadores en el proceso de la cooperación capitalista antes que por la organización política o las ideologías de “injusticia” que movilizan las dirigencias. “En su conjunto, el enfoque adoptado en este libro rehabilita una visión de la acción colectiva como una expresión de las bases, estructuralmente determinada, del poder de los trabajadores. Mientras que la importancia de los dirigentes, los partidos políticos y organizaciones obreras establecidas en construir y fortalecer la acción obrera son fundamentales para contrapesar la tendencia del capital a crear divisiones entre los trabajadores, las repetidas explosiones espontáneas de la resistencia obrera son testimonio de su poder de auto-organización.” (p. 12). Aunque esta frase reconoce tanto la organización como la espontaneidad, la perspectiva marxista se ancla en la naturaleza del proceso de trabajo “el punto de vista de la auto-organización de los trabajadores que va más allá de los sindicatos como instituciones” (p. 14). El énfasis en la auto-organización ubica a esta investigación en una fuerte tradición marxista en el movimiento obrero que se opone a la centralidad de las dirigencias y las organizaciones burocráticas de los partidos y sindicatos. Esta línea interpretativa es coherente con un relato del papel de la “burocratización sindical” en la historia laboral argentina (1943-2008) que se esboza en el capítulo 3. En este capítulo el autor muestra como en la historia se encuentran los episodios de movilizaciones espontáneas basadas en la auto-actividad de los trabajadores, en conflicto con las dirigencias burocráticas.
El libro comienza con la discusión conceptual dentro de las disciplinas de las “relaciones industriales” y los estudios de la “acción colectiva”, dos campos interdisciplinarios entre la sociología, la ciencia política, economía, historia y psicología (capítulos 1 y 2). Para ello, el autor elige un diálogo crítico con la propuesta de John Kelly, quien ha construido un “modelo analítico” para explicar la acción colectiva de los trabajadores, en el que se combina la teoría marxista con teorías de la “acción colectiva”. La objeción principal que hace Atzeni retoma una divergencia fundamental entre las escuelas de las teorías sociales. Mientras que la teoría marxista explica la acción de manera estructural, Atzeni encuentra que la propuesta de Kelly encaja en el “individualismo metodológico”. Kelly se propone explicar teóricamente cómo funciona el pasaje de la acción individual a la acción colectiva de los trabajadores, un problema clásico formulado precisamente por las teorías individualista de la acción colectiva, cuyas referencias más aceptadas se encuentran en la obra de Mancur Olson, La lógica de la acción colectiva (1965). A pesar de que el libro fundamental de Kelly, Rethinking industrial relations (1998), dedica un importante capítulo de crítica de la teoría de Olson, quedarían residuos significativos, sostendría Atzeni, de la problemática de origen individualista. Kelly se preguntaba cómo definen los trabajadores sus intereses en términos individuales o colectivos. Según el autor, el mecanismo de formación de la acción colectiva es la identidad subjetiva de los trabajadores que les permite dar cuenta de las causas de la “injusticia”, identificar sus intereses y actuar contra los patrones. En otras palabras, el proceso de la conciencia de clase. Según Atzeni aquí se introduce un concepto abstracto de “injusticia”, que está enmarcado subjetivamente e individualmente, mientras que los valores de lo justo e injusto son relativos. Además, en el proceso de la “injusticia” se ubica la importancia fundamental de los dirigentes. En una crítica diferente, Rodrerik Martin había escrito que la propuesta de Kelly era una reformulación de la vieja concepción leninista de las vanguardias dirigentes. Mientras que Martin no encontraba ninguna modificación sustancial respecto de la tradición marxista, Atzeni opinaría directamente lo contrario. En contraste con el concepto de “injusticia” Atzeni propone el de “solidaridad”. El enfoque de Atzeni evita las explicaciones basadas en el individualismo y en lo subjetivo, enfoca en las contradicciones generadas por el capitalismo y ubica en la solidaridad el mecanismo clave de la colectivización de las demandas obreras.
Las pruebas para el contraste de las teorías se ofrecen en el relato de las dinámicas del conflicto en dos establecimientos, CIADEA-Renault y CORMEC-Fiat (capítulos 4 y 5). Sin hacer en esta reseña una copiosa síntesis descriptiva podemos ubicar como rasgos centrales que las dos fábricas se distinguen por la presencia sindical previa y las políticas empresarias, las trayectorias de confrontación siguen cursos distintos (tabla 4.2, p. 85). “La comparación provee varios ejemplos de cómo la injusticia puede percibirse de manera diferente, aún dentro de la misma planta, como por ejemplo en el caso de aquellos trabajadores de FIAT que permanecieron leales a la compañía. Después del fracaso de la ocupación de fábrica y con la imposibilidad de cambiar su situación, los trabajadores de CIADEA-Renault estaban incómodos y sentían su situación como injusta. Pero la movilización no ocurrió”. (p. 104). A diferencia del papel del liderazgo y las ideas, que se comportan de manera contingente, la naturaleza del proceso capitalista de producción es un momento necesario a la movilización obrera. La protesta en FIAT, surgió por fuera y en contra de la organización formal sindical, y en donde los trabajadores no contaban con un “relato de la injusticia” previamente al conflicto sino que éste se fue conformando en el curso de la protesta. Aún más, en la planta que luego será comprada por FIAT los trabajadores estaban mayormente “fidelizados” a la compañía, en torno de las expectativas salariales. El pasaje de manos de la empresa supongo un cambio de contrato laboral, que además de introducir los nuevos modos de flexibilización toyotista, implicaban una disminución drástica del salario (del 50%). El estudio se detiene en la descripción del curso de estos eventos para dar cuenta de cómo la solidaridad surgió sin la acción de dirigentes u organizadores. El transcurso de estos eventos configura una escala de acciones recíprocas entre empresa y trabajadores, en el que éstos van articulando un discurso de confrontación que se convierte en su marco de “injusticia”. El argumento fundamental de Atzeni es que las relaciones constituidas por la cooperación laboral entre los trabajadores es el nexo que permite la emergencia de la solidaridad y la conciencia de la misma en la confrontación con los representantes empresarios. Aquí se plantea una modalidad de relación entre lo objetivo y subjetivo. “…así como son importantes los factores subjetivos, estos serían siempre agrupados dentro de un sistema basado en condiciones objetivas existentes que crean las contradicciones” (p. 107).
El cambio de contrato fue impuesto compulsivamente a los trabajadores con la amenaza del despido. La empresa pidió a los mismos firmar el nuevo contrato sin aviso previo, ni consulta. Esta situación creó un “vacío de poder” que permitió que la “solidaridad construida en el proceso cooperativo de trabajo sea expresada y activada, y a los trabajadores cuestionar la realidad objetiva” (p. 107).
Esta trayectoria se asemeja parcialmente a la del estudio clásico de Alvin W. Gouldner, Wildcat strike (1954). En aquella planta los trabajadores acumularon quejas que llevaron a una huelga salvaje. Esto estuvo causado por el endurecimiento de parte de la gerencia hacia los trabajadores, que rompió con un patrón de indulgencia que era tradicional en la fábrica. Esto llevó a una pérdida de legitimidad de la autoridad patronal. John Kelly lo recupera como un ejemplo de cómo los trabajadores forman un sentido de injusticia para protestar. “La injusticia puede asimismo surgir cuando la gerencia viola reglas establecidas, por ejemplo, instruyendo a la gente a hacer tareas que no son las suyas. También puede surgir cuando las acciones de los empleadores entran en conflicto con las creencias compartidas” (Rethinking industrial relations, p. 29). En el conflicto de FIAT en los 1990 en Argentina la protesta obrera surgió también como respuesta a un cambio repentino de los salarios por la acción de los empresarios. Sin embargo, Atzeni no está interesado en el estudio de las dimensiones subjetivas individualmente localizadas, tal como en las teorías de la legitimidad de fuente weberiana, sino, como se ha señalado, en las relaciones colectivas que son activadas en la rebelión de los trabajadores que se hallaban en el proceso productivo. Así la secuencia de interacción (acciones entre actores) modifica relaciones en un sistema productivo. Esto es lo que le interesa a Atzeni, y no el efecto sobre sistemas de creencias, tal como en la sociología del poder de índole subjetivo funcionalista.
Una crítica tanto política como analítica posible es que el argumento teórico se adecua al nivel de las relaciones inmediatas de producción en las fábricas, mientras que la clase trabajadora para constituirse se enfrenta a problemas más complejos de coordinación por fuera de las mismas, y aquí la presencia de los sindicatos y de los partidos como organizaciones son más acuciantes. No obstante esta diferencia de opinión, este libro supone un diálogo profundo de la teoría marxista del trabajo y la protesta obrera con las ciencias sociales. Funciona muy bien la particular composición que el autor le da al libro, que combina una discusión teórica directa con una teoría particular junto con el estudio de caso en profundidad. Por todo esto el libro ofrece una actualización de la literatura de las relaciones laborales y de la crítica marxista. Por último pero no menos importante los lectores también pueden aprovechar la riqueza del estudio de caso, ya que las reestructuraciones laborales en las empresas automotrices en los 1990 en Argentina son casos testigo de las reformas de mercado más impactantes en el mundo, frente a un movimiento obrero tradicionalmente combativo.