1. La revolución anti-capitalista es más urgente que nunca. Lo central en esto sería romper la dinámica de la cohesión social capitalista y la única manera de pensarlo es como un movimiento desde lo particular, como perforar de esa cohesión, como la creación de grietas en la trama de las relaciones sociales capitalistas. Espacios o momentos de negación-y-creación. Entonces, la revolución, será la creación, expansión, multiplicación y confluencia de estas grietas.
[1] El trabajo abstracto tiene un papel central en este argumento ya que la cohesión social en el capitalismo está constituida por él y no por el dinero, y no por el valor, sino por la actividad que genera la forma valor y la forma dinero: el trabajo abstracto. Agrietar la cohesión social del capitalismo es confrontar la forma
cohesiva del trabajo abstracto con un tipo de actividad diferente, una actividad que no cabe en el trabajo abstracto, que no está completamente contenida en él. Esto significa que hay que examinar la relación entre trabajo abstracto y trabajo concreto.
2. No se trata sólo de una cuestión teórica. El punto de partida para considerar la relación entre trabajo abstracto y trabajo concreto es y debe ser la rabia, el grito. Esto es empíricamente cierto: porque desde allí partimos (quienes escribimos para Herramienta o leemos artículos como éste). La rabia es también una llave para la teoría. Es la rabia la que convierte la queja en crítica porque nos recuerda permanentemente que no encajamos, que no nos agotamos en la crítica. La rabia es la voz de lo no-idéntico, de aquello que no encaja. La crítica al capitalismo es absolutamente aburrida si no lo es ad hominem. Si abrimos las categorías que constituyen el capitalismo y tratamos de entenderlas, no sólo como expresiones fetichizadas del poder humano, sino como categorías en las cuales no cabemos, categorías de las cuales desbordamos, encontraremos que nuestra creatividad está contenida y no contenida en las formas sociales que la niegan. La forma nunca se adecua al contenido. El contenido no se adapta a la forma: esa es nuestra rabia, esa es nuestra esperanza. Esto es crucial teórica y políticamente.
3. En estos últimos años se ha vuelto cada vez más común citar la afirmación de Marx de las primeras páginas de El Capital. “Este punto [la doble naturaleza del trabajo contenido en la mercancía] es el eje en torno al cual gira la comprensión de la Economía Política” (1867/2002: 51). Luego de la publicación del primer volumen Marx escribió a Engels (Marx, 1867/1987): “los mejores puntos en mi trabajo son: 1) el carácter dual del trabajo, en función de si se expresa como valor de uso o como valor de cambio: (Toda comprensión de los hechos depende de esto. Se destaca de inmediato en el primer capítulo).”
Es importante enfatizar esta afirmación en contra de la Tradición Marxista que la enterró por tanto tiempo y con un éxito extraordinario. Es importante enfatizarlo porque nos conduce al corazón de la crítica ad hominem hecha por Marx: comprender el mundo en términos de la acción humana y sus contradicciones. La naturaleza dual del trabajo refiere al trabajo abstracto y al trabajo concreto o útil. De acuerdo con Marx, el trabajo concreto es la actividad que existe en cualquier forma de sociedad, la actividad necesaria para la reproducción humana. Podría decirse que Marx estaba equivocado al referirse a esto como trabajo, en tanto que el trabajo como actividad diferenciada de otras actividades no es común a todas las sociedades, por lo cual parece más adecuado hablar de hacer concreto más que de trabajo concreto. En la sociedad capitalista el hacer concreto (lo que Marx llamaría trabajo concreto) existe bajo la forma histórica específica de trabajo abstracto. Los trabajos concretos se ponen en relación con otros trabajos concretos a través de procesos que los abstraen de sus características específicas, un proceso de medición cuantitativa efectuado normalmente a través del dinero. Este proceso de abstracción repercute sobre el trabajo concreto transformándolo en una actividad abstraída de (o alienada de) la persona que la lleva a cabo.
4. Es entonces esta abstracción de nuestra actividad en trabajo abstracto lo que constituye la cohesión social de la sociedad capitalista. Se trata de un paso importante sobre el entendimiento del concepto de trabajo alienado desarrollado por Marx en Los manuscritos económico-filosóficos de 1844: el trabajo capitalista no es sólo una actividad alienada de nosotros, sino que esta alienación o abstracción es lo que constituye el nexo social en el capitalismo. La clave para entender la cohesión (y el funcionamiento) de la sociedad capitalista no es el dinero o el valor, sino el trabajo abstracto que lo constituyen. En otras palabras, nosotros mismos creamos la sociedad que nos está destruyendo, y esto es lo que nos hace pensar que podemos parar de hacerlo. El trabajo abstracto como forma de actividad no siempre existió. Es una forma histórica específica de un hacer concreto que se establece como la forma socialmente dominante a través de un proceso histórico conocido como acumulación primitiva. La metamorfosis de la actividad humana en trabajo abstracto no se restringe al lugar de trabajo, sino que involucra la reorganización de todos los aspectos de la sociabilidad humana: crucialmente, la objetivación de la naturaleza, la homogenización del tiempo, la dimorfización de la sexualidad, la separación de la política de la economía, la constitución del Estado, etc.
5. Si decimos que la revolución es la ruptura de la cohesión social del capitalismo y que esa cohesión está constituida por el trabajo abstracto, entonces la cuestión es cómo entendemos la solidez de tal cohesión. En otras palabras, ¿cuán opaca es la forma social del trabajo abstracto? O, reformulando la misma pregunta en otras términos, ¿la acumulación primitiva debe entenderse simplemente como una fase histórica que precedió al capitalismo? Si decimos (como lo hace Moishe Postone (2006)) que el trabajo es el fetiche central de la sociedad capitalista, entonces ¿cómo entendemos ese fetiche? En el pasaje arriba citado, Marx refiere al carácter dual del trabajo como la llave para comprender la economía política. No se refiere sólo al trabajo abstracto sino al carácter dual del trabajo como trabajo concreto y trabajo abstracto. Sin embargo, los comentarios que se basan en este punto generalmente se concentran exclusivamente en el trabajo abstracto, asumiendo que el trabajo concreto (el hacer concreto) no es problemático, en tanto está enteramente subsumido al trabajo abstracto, y puede ser discutido simplemente como productividad. La acumulación primitiva entendida como una fase histórica que ya fue completada en el pasado, implica establecer al trabajo abstracto como la forma dominante de trabajo concreto, separando de esta manera la constitución originaria del capitalismo de su actual existencia. Esto implica entender la relación forma-contenido como una relación de identidad en la cual el contenido está completamente subordinado a la forma hasta el momento de la revolución. Así se establece una clara separación del pasado (en el cual el trabajo concreto existía independientemente de su abstracción) respecto del presente (en el cual el hacer está completamente subsumido dentro de su forma) encerrando efectivamente el análisis de la relación entre trabajo abstracto y hacer concreto dentro de un concepto homogéneo del tiempo que es en sí mismo, un momento del trabajo abstracto. Esto nos lleva inevitablemente a ver al capital como una relación de dominación (en lugar de una relación controvertida de lucha) y luego a una concepción de la revolución como algo que está por venir desde fuera de las relaciones capitalistas (desde el Partido, por ejemplo).
Sin embargo, no es adecuado entender la relación entre trabajo abstracto y hacer concreto como una relación de dominación. Por el contrario, el trabajo abstracto es una lucha constante por contener al hacer concreto, por sujetar nuestra actividad diaria a la lógica del capital. El hacer concreto existe no sólo en sino también contra y más allá del trabajo abstracto, en revuelta permanente contra el trabajo abstracto. No digo que haya una entidad transhistórica llamada hacer concreto sino que en la sociedad capitalista el hacer está constituido por su mistificación, por su no-identidad con el trabajo abstracto, por su oposición y su desborde respecto del trabajo abstracto. Esto implica que no se puede hacer una clara separación entre la constitución y la existencia de las relaciones sociales capitalistas. No es que las relaciones sociales capitalistas se constituyeron en el período de acumulación primitiva o en la transición del feudalismo al capitalismo, y que desde entonces simplemente existen como relaciones sociales cerradas. Si el hacer concreto se rebela y desborda constantemente más allá del trabajo abstracto, si (en otras palabras) nuestro intento de vivir como humanos presiona constantemente y rompe la lógica de la cohesión capitalista, entonces esto significa que la existencia de las relaciones sociales capitalistas depende de nuestra constante reconstitución. Entonces la acumulación primitiva no es sólo un episodio del pasado. Si el capitalismo existe hoy no es porque fuera constituido dos o tres siglos atrás sino porque nosotros diariamente lo creamos. Si esto es así, la pregunta sobre la revolución cambia radicalmente. No es: ¿cómo abolimos el capitalismo? Sino, ¿cómo paramos de reconstituir el capitalismo? ¿cómo dejamos de crear el capitalismo? La respuesta es clara (pero no fácil): dejando de permitir la transformación diaria de nuestro hacer, nuestra actividad concreta, en trabajo abstracto, desarrollando actividades que no impliquen la recreación de las relaciones sociales capitalistas, sino actividades que no encajen en la lógica de la cohesión social del capitalismo.
6. Esto pudiera parecer absurdo, si no fuera por el hecho de que la revuelta del hacer concreto en contra del trabajo abstracto es todo lo que nos rodea. En ocasiones adquiere dramáticas proporciones cuando grupos como los Zapatistas dicen “no, no actuaremos de acuerdo a la lógica del capital, debemos hacer lo que consideramos importante al ritmo que creamos apropiado.” Pero por supuesto esto no debe ser a gran escala: la revuelta del hacer contra el trabajo abstracto y las determinaciones y ritmos que este impone sobre nosotros están profundamente enraizadas en nuestro cotidiano. Anton Pannekoek (1976, citado en Shukaitis, 2009: 15) dice sobre el lugar de trabajo “cada negocio, cada empresa, incluso fuera de tiempos de agudo conflicto, de huelgas y de reducciones salariales, es la escena de una guerra silenciosa constante, de una lucha perpetua, de presión y contra-presión”. Pero esto no sucede solo en el lugar de trabajo: la vida en sí misma es una lucha constante por romper las ataduras, las conexiones, forjadas por el trabajo abstracto para crear otro tipo de relaciones sociales; es cuando nos negamos a ir al trabajo para quedarnos jugando con nuestros pequeños, cuando leemos (o escribimos) artículos como éste, o cuando elegimos hacer algo sólo porque lo disfrutamos o lo consideramos importante y no porque nos produzca dinero alguno. Todo el tiempo oponemos valor de uso a valor, hacer concreto a trabajo abstracto. Desde estas revueltas en la vida cotidiana y no desde las luchas de activistas o partidos, es que debemos plantear la cuestión de dejar de hacer el capitalismo y crear un tipo de sociedad diferente.
7. No sólo hay una constante revuelta del trabajo concreto contra el trabajo abstracto, sino que también existe hoy una crisis del trabajo abstracto. Este último no puede ser entendido como algo estable: sus ritmos están moldeados por el tiempo de trabajo socialmente necesario. Desde que el trabajo abstracto es trabajo productor de valor y la producción de valor es determinada por el tiempo de trabajo socialmente necesario, hay una redefinición constante del trabajo abstracto: el trabajo abstracto es una constante compulsión a ir más y más rápido. El trabajo abstracto socava constantemente su propia existencia: una actividad que años atrás produjo valor cien (o diez, o cinco) ya no produce valor hoy. La abstracción se vuelve un proceso cada vez más exigente, y se torna cada vez más duro para las personas que le siguen el ritmo: más y más de nosotros nos desajustamos, y más y más de nosotros concientemente nos revelamos en contra del trabajo abstracto. La abstracción se convierte en una presión cada vez mayor, pero al mismo tiempo se vuelve una forma cada vez más y más inadecuada de organizar la actividad humana. La abstracción no es capaz de canalizar con eficacia las actividades de una gran parte de la humanidad. La dinámica de la abstracción parece incrementarse cada vez más contra una resistencia que abre el concepto aparentemente unitario de trabajo y plantea la lucha contra el trabajo abstracto en el centro de la lucha anti-capitalista. La lucha anti-capitalista se convierte en la afirmación de un tipo diferente de hacer; o más bien, la simple afirmación de una forma diferente de hacer (quiero pasar tiempo con mis amigos, con mis hijos, quiero ser un buen docente, carpintero, doctor y trabajar un poco más lento, quiero plantar en mi jardín) se convierte en lucha anti-capitalista. La supervivencia del capital depende de nuestra habilidad para dejar de crear trabajo abstracto y hacer algo sensato en su lugar. La humanidad es simplemente la lucha del hacer contra el trabajo.
8. Es en el contexto de la crisis del trabajo abstracto que la presente discusión y especialmente este número de Herramienta, adquiere importancia. Es decir, es importante que nos centremos no sólo en el trabajo abstracto, sino en el carácter dual del trabajo, en el antagonismo entre el hacer y el trabajo. Si nos centramos sólo en el trabajo abstracto y olvidamos el hacer concreto, entonces sólo desarrollaremos una más ajustada imagen de la dominación capitalista, sobre el funcionamiento del capitalismo. Nuestro problema, sin embargo, no es entender cómo funciona el capitalismo sino parar de crearlo y de recrearlo. Y esto significa fortalecer el hacer contra el trabajo.
No es la teoría la que lleva a cabo la división del concepto unitario de trabajo. Esta división debe ser el resultado de la lucha. Hay una multitud de luchas, grandes y pequeñas, que han dejado en claro que tiene poco sentido hablar sólo de “trabajo”. Que debemos abrir la categoría trabajo y ver que ésta contiene la constante tensión-antagonismo entre el hacer concreto (hacer lo que queremos, lo que consideramos necesario o deseable) y trabajo abstracto (producción de valor, trabajo productor de capital). Es la lucha la que abre la categoría, pero la reflexión teórica (entendida como momento de la lucha) tiene un importante rol que jugar en mantener abierta la distinción.
Esto es importante dado que existen muchas presiones para cerrar la categoría trabajo, para hacernos olvidar el antagonismo que esta categoría contiene, para que descartemos como tonta, romántica e irresponsable la idea de que podría haber otro tipo de actividad productiva humana distinta del trabajo abstracto. En la sociedad capitalista, el acceso a los medios de producción y supervivencia depende usualmente de la conversión de nuestra actividad, nuestro hacer, en trabajo al servicio del capital, en trabajo abstracto. Justamente estamos ahora en un momento en que el capitalismo a nivel mundial es incapaz de convertir la actividad de millones y millones de personas (especialmente de personas jóvenes) en trabajo a no ser sobre la base de la precariedad. Dado que la exclusión del trabajo generalmente se asocia con la pobreza material, ¿pediremos al capital “por favor, dennos más empleo, por favor, conviertan nuestro hacer en trabajo, así felizmente trabajaremos más y más y más rápido”? Esta posición es la de los sindicatos y la de muchos partidos políticos de derecha, y su sentido radica en que son organizaciones basadas en el trabajo abstracto, en la supresión de la distinción entre hacer y trabajo. ¿O diremos? “No, no podemos ir por ese camino (y no le pedimos nada al capital). Sabemos que la lógica de más rápido - más rápido- más rápido nos conducirá a crisis aun mayores, y sabemos que, si esto continúa, probablemente destruirá por completo la existencia humana. Por eso es que vemos la crisis, el desempleo y la precarización como un estímulo para fortalecer otras formas de hacer, para fortalecer la lucha del hacer contra las formas de trabajo”. No hay respuestas fáciles aquí, y no hay tampoco soluciones puras, porque nuestra supervivencia material depende, para la mayoría de nosotros, de subordinar nuestra actividad en algún punto a la lógica de la abstracción. Pero es esencial mantener la distinción abierta, para fortalecer la insumisión del hacer en contra del trabajo, para extender la ruptura del trabajo por el hacer. Es la única manera de que podamos dejar de reproducir el sistema que nos está matando.
Bibliografía
Holloway, John (2010): Crack Capitalism, London, Pluto Press. [Resquebajar el Capitalismo, Buenos Aires, Herramienta-BUAP, en prensa.]
Marx, Karl (1867/2002): El Capital, Vol. 1, Buenos Aires, Siglo XXI.
Marx, Karl (1867/1987): “Letter of Marx to Engels, 24.8.1867”, in Karl Marx, Frederick Engels, Collected Works vol. 42, London: Lawrence & Wishart. [(1957) Correspondencia (Buenos Aires: Cartago)]
Pannekoek, Anton (1976): Los consejos obreros, Buenos Aires, Proyecto.
Postone, Moishe (2006): Tiempo, trabajo y dominación social, Barcelona, Marcial Pons Ediciones Jurídicas y Sociales.
Shukaitis, Stevphen (2009): Imaginal Machines: Autonomy and Self-Organisation in the Revolutions of Everyday Life, New York, Autonomedia.
Artículo enviado especialmente por el autor para su publicación en Herramienta.
Traducción: Gabriela Ferreyra – Corrección: Marita López
[1] Para un mayor desarrollo de este argumento ver mi libro de próxima aparición,
Resquebrajar el Capitalismo.