29/03/2024

Los rostros de Sohn Rethel

Por , , Follari Roberto

 

1. Singular. Es sin duda el adjetivo que le cabe a Sohn Rethel en la historia de la teoría marxista en general y, por qué no, en la de la teoría social en general. Vayan dos anécdotas como testimonio.
Se cuenta que Horkheimer y Adorno tuvieron reacciones opuestas sobre el original del texto capital del autor, Trabajo manual y trabajo intelectual. Adorno, que lo conoció primero, lo valoró como admirable. Lo envió él mismo a su amigo, director del Instituto de Frankfurt, y éste lo rechazó casi de plano. Las idas y vueltas de estas apreciaciones opuestas hicieron que la publicación se demorara largamente, y que Sohn Rethel tuviera que hacer no pocas modificaciones para que la edición se concretara.
Por otro lado, en tiempos de exilio tocó al autor de esta nota saber del pensamiento de Sohn Rethel a través de la revista Dialéctica, que se publicaba por entonces (1979) en la Universidad Autónoma de Puebla (que luego ha agregado al inicio de su nombre la cualidad de “Benemérita”, lo cual ha convertido a su sigla en BUAP), donde se sigue hoy publicando. El ya por entonces ex-Partido Comunista Mexicano dirigía esa universidad, y había en ella un conglomerado de pensamiento marxista por vía de diversos investigadores presentes en Facultades e Institutos. Oscar del Barco era uno de ellos; había pertenecido al conocido grupo “Pasado y Presente” en Argentina (junto a Aricó y Portantiero, entre otros), y se interesó por el autor alemán. Valga el señalamiento de que Del Barco abandonó luego el marxismo tras su retorno a Argentina, y en tal condición protagonizó un áspero y sonado debate en torno al tema de la violencia política de los setentas, unos años atrás.
Se dio el hecho de que, más de un cuarto de siglo después de aquella publicación de Dialéctica(durante 2006), yo visitara otra vez México, y recibiera la amable invitación de John Holloway para participar de su seminario en la Universidad de Puebla. Así pude asistir a una reunión donde se discutió a Sohn Rethel. Lo curioso es que en el seminario no se tenía noticia de aquella anterior aproximación a este pensador, justamente realizada en esa misma institución, tanto tiempo antes. Seguramente –interpreto– no por alguna falta de atención, sino por el silencio pertinaz instalado en torno a la obra del autor, que hacía inhallable su huella.
La paradoja primera, sobre un libro que motivó a la vez atracción y rechazo, entusiasmo y fastidio, podría interpretarse del siguiente modo: el libro marca posiciones teóricas en las cuales es notoriamente original. Desde ese lugar, se justifica la valoración y exaltación. Pero a la vez es un texto que ejemplifica poco y nada, de modo tal que la falta de una historia de la ciencia que corrobore las afirmaciones del texto, hace que el mismo pueda ser por completo externo a cualquier validación empírica.
Alguien podría entender que tal validación sería responsabilidad de otros, no necesariamente de Sohn Rethel. Quizá podría apelarse al famoso La ciencia en la historia de John Bernal, el cual bastaría poner en paralelo con las suposiciones que emanan del libro. Pero por cierto, ese paralelo entre expectativa de la teoría e historia efectiva de la ciencia, aun si se corroborara, no es nada fácil de establecer. Se trata de un enorme esfuerzo que Sohn Rethel, que trabajó por treinta años en la producción de su texto, entendió que ya podía dejar al cuidado de otros.
 
2. El libro de Sohn Rethel tiene como subtítulo “Crítica de la epistemología”. Ese es, sin dudas, su aspecto más interesante: la apelación a la noción de “abstracción real” que encuentra antecedente en Marx en relación tanto con el trabajo como con la circulación de la mercancía, pero que no había sido expresamente trabajada en cuanto a su inserción en la superestructura en general, y menos aún en cuanto al conocimiento científico en particular.
Tal noción de “abstracción real” repugna al sentido común establecido, y ha sido rechazada por no pocos empiristas que suponen que el proceso de conocimiento reúne todas sus determinaciones al interior de sí mismo. La propuesta de Sohn Rethel es que si existe abstracción en el pensamiento, tiene que haber abstracción dentro de las relaciones sociales existentes en la organización del proceso económico, las que serían condición de posibilidad de un pensamiento abstracto. Tal propuesta constituiría una noción materialista sobre el conocimiento ajena a la versión “epistemologista”, pues esta última propone reglas para organizar el conocimiento que serían extrínsecas a aquello que efectivamente hace posible el mismo.
En tanto el marxismo privilegia –consistentemente– lo sociopolítico por sobre lo epistemológico, y en tanto los epistemólogos prefieren la normativa abstracta a cuanto tenga que ver con lo político y su conflictividad intrínseca, la obra de Sohn Rethel está condenada al ostracismo, a una posición inevitablemente incómoda. No suficientemente marxista como para abrazar los temas en que más se han centrado los autores marxistas, y a la vez poco epistemológica para los que se ocupan específicamente de la cuestión del conocimiento científico.
Por ello su postura, que debiera haber producido un considerable revuelo dentro de las revistas y congresos de filosofía de la ciencia, apenas es conocida en ese ámbito. Es notorio que esta obra surgida desde el marxismo –ajena tanto al logicismo neopositivista o popperiano como al sociologismo difuso de Kuhn y sus seguidores– no suele ser invitada a esa parada académica.
 
3. Bachelard ha insistido, en buena tradición enciclopédica francesa, en que el decurso de la ciencia es un ir –cada vez más– desde lo inmediato hacia lo abstracto. La matemática es la ciencia modelo de todas las demás, en la medida en que es ciencia de las formas del pensamiento en cuanto tales, independientemente de los contenidos. Por ello, ciencia usada por todas las demás ciencias, pero además, ciencia de lo no-representable, del pensamiento que no apela a la imagen, que es abstracción pura, que no queda atrapado en la intuición de los sentidos y sus errores.
También para Sohn Rethel es la matemática la ciencia modelo (págs.101ss.[1]). Es en su espacio donde el a priori se muestra en pureza plena, sin contenidos que confundan, y que pudieran hacer adscribir a los contenidos las determinaciones que provienen de la mente de quien conoce. A diferencia de Bachelard, Sohn Rethel propone una forma históricamente determinada de las matemáticas, las que podrían ser universales en sus contenidos pero nunca en sus condiciones de producción y aprehensión, pues sólo bajo ciertas condiciones de abstracción social se puede haber producido, por ejemplo, el teorema de la incompletitud de Göedel.
El a priori cognoscitivo es lo que hace a Sohn Rethel valorar a Kant, en muchos casos contra Hegel; se ubica así en una tradición del marxismo más “epistemológico” que va desde Max Adler a Coletti o Althusser. Pero hay que advertir que, para nuestro autor, los sujetos en su a priori histórico están socialmente construidos; de esa manera, estos sujetos individuales kantianos son ubicados dentro de una dialéctica materialista que los ubica dentro de la noción hegeliano-marxista de totalidad, subrayada por Lukács.
Es cierto que esos sujetos se representan a sí mismos de manera solipsista, sostiene Sohn Rethel (págs. 44ss.); pues la acción es social en el proceso de intercambio, mientras la representación es individual. De tal modo, cada uno cree ser un sujeto cognoscente autónomo, que abstrae el objeto intercambiado según su valor de cambio, apartado en el momento del intercambio de su valor de uso. Pero por supuesto, la construcción de tal a priori es social. De tal modo, las categorías con que leemos lo real han sido históricamente producidas. Así las nociones de cantidad, tiempo y espacio abstractos, sustancia y accidentes, atomicidad, movimiento abstracto y causalidad en sentido riguroso, estarían todas socialmente determinadas por las condiciones de la abstracción capitalista, las cuales están instaladas especialmente en el espacio del intercambio (págs. 50ss.).
 
4. Sohn Rethel es consciente de separarse parcialmente de Marx en algunos momentos de su análisis. En un punto que desde el marxismo se le ha discutido, nuestro autor entiende que la “síntesis social” es producida por el proceso de intercambio, no por el de trabajo. Desde ese punto de vista no es el trabajo como mercancía el que produce la condición causal del capitalismo, sino que más bien es la mercancía impuesta universalmente la que subordina al proceso de trabajo, volviéndolo abstracto.
Por supuesto, Sohn Rethel no niega la abstracción en el proceso de trabajo capitalista; lo que hace es entender que ello no es la causa general de la condición social de dicho modo de producción. Es cierto que esto lleva a una discusión – que resulta difícil zanjar– sobre “si es primero el huevo o la gallina”. Por nuestra parte, podemos abonar dos argumentos que para nada pretendemos concluyentes, pero que pueden aportar a sostener la postura del autor alemán. Por un lado, el proceso de circulación social es más universal que el de trabajo; no todos trabajan, pero sí todos consumen, aunque sea poco y sin entrada económica propia. En ese sentido, la noción del intercambio como “síntesis social” puede resultar plausible. Por otra parte, la subsunción del trabajo en el capitalismo, señalaba Marx, en el primer período del capitalismo fue sólo “subsunción formal”; se trabajaba igual que en el período de transición desde el Medioevo (cuando se había tenido propiedad de los medios productivos), en cuanto a planificar y manejar todo el proceso de trabajo por parte del trabajador. Sin embargo, la subsunción se producía ya, a partir de las condiciones mercantiles que regían el proceso económico en su conjunto más allá del proceso de trabajo en cuanto tal. Es decir, materialmente se trabajaba del mismo modo que antes pero el resultado del trabajo en términos de mercancía afectaba al mismo haciéndolo abstracto, a pesar de que el trabajador controlara todo el proceso de producción.
Es bajo esta noción que, en tanto la mercancía existe históricamente desde el modo de producción esclavista, Sohn Rethel esboza una historia social de la abstracción, y va marcando las condiciones diferenciales del trabajo en la Edad de bronce, la de hierro, los egipcios, los griegos. En el caso de estos últimos, se destaca su capacidad para construir las matemáticas, ligadas a un proceso de intercambio dinerario generalizado entre los propietarios; a la vez que la negación a utilizar el pensamiento para fines pragmáticos, dado el peso que el ocio guardaba en cuanto a la diferenciación de los intereses según clases sociales. Esta observación es consistente con las de Koyré, y muestra la abstracción como un privilegio de los propietarios, desligada del trabajo manual, el cual era percibido como indigno para quienes estaban entregados al ocio y el pensamiento.
 
5. En tanto el dinero, como intercambiable universal, no es sólo propio del capitalismo, la abstracción no surgió con este modo de producción; sólo se universalizó allí a toda la población, y alcanzó un mayor grado de intensidad.
El a priori no es propio sólo de los científicos o de los teóricos en general. Afecta a toda la sociedad, pues toda ella participa de los efectos de la síntesis social que produce el intercambio. Pero, en cambio, sí es exclusiva de los teóricos la apropiación del concepto.
Es decir, la apropiación de contenidos cognoscitivos específicos se da sólo para las clases hegemónicas, de tal modo que el proceso de abstracción que afecta a todos y que es producto de la actividad colectiva, es finalmente usufructuado conceptualmente sólo por unos pocos: los miembros de los diferentes estratos de la burguesía y –dentro de ellos- especialmente los que se dedican al estudio y producción de conocimiento científico y tecnológico.
De tal modo, el a priori es universal, pero lo que se puede conocer a su través, tiene inscripción privilegiada para las clases sociales hegemónicas. Siendo así, para Sohn Rethel el conocimiento resulta diferenciado para los distintos sectores sociales, lo cual es coherente con la idea de que no podrían existir conocimientos por igual bajo prácticas sociales que fueran diferenciadas.
Como podrá advertirse, Sohn Rethel comulga entonces con la idea de “representación social necesaria”, lo que incluye también “falsa conciencia necesaria”. Desde este punto de vista, se trata de advertir hasta qué punto las “falsas representaciones” no son efecto de un –digamos– mal orientado proceso de conocimiento, sino simplemente de la forma en que los procesos sociales se dan en el capitalismo. De tal manera, por ejemplo, la impresión de que los a priori pertenecen al orden mismo de las cosas naturalmente dado, se impone como “segunda naturaleza” en el conocimiento; así como la noción de que los conceptos surgen sólo del orden del pensamiento, o de que la división entre trabajo manual e intelectual es una división cuasi natural.
He aquí el aporte específicamente político que pretende realizar Sohn Rethel con su libro: para un socialismo efectivo no basta con eliminar la propiedad privada de los medios de producción; hay también que acabar con la división social del trabajo.
Esta idea, que formulara Mao cuando la Revolución Cultural China, es retomada por nuestro autor, que hace incluso una específica referencia al Gran Timonel. Si no se suprime con la distancia entre trabajo manual y trabajo intelectual, caeremos bajo el dominio de la tecnocracia y de los expertos.
La abstracción es de todos; la apropiación de la misma en concepto, de unos pocos. Si no se logra superar esa escisión que viene desde la Antigüedad, el proceso de trabajo seguirá siendo manejado por una minoría social de gerentes y administradores, los que enajenarán a los trabajadores de su propia actividad.
Pero además, otros sujetos seremos –como efectivamente somos en el capitalismo–, sujetos especializados unilateralmente en el conocimiento abstracto. Es decir, sujetos condenados a la lejanía del cuerpo, del trabajo y de las habilidades manuales concomitantes; a la vez, dueños últimos de la dirección no sólo de los procesos de trabajo, sino incluso de los designios valorativos últimos de las sociedades, pues la discusión sobre modelos de las mismas está –cada vez más, por la complejidad creciente del proceso social– sólo en manos de unos pocos (los que poseen la experticia intelectual suficiente).
Si bien en Sohn Rethel hay algo que no es del todo coherente en este punto (él destaca que la síntesis social está más allá del proceso de trabajo, pero reivindica la superación de la división social en el interior del proceso de trabajo), no dejemos de valorar este punto crucial. Es decisivo que la cuestión del conocimiento y su apropiación diferencial –tan bien estudiada por Bourdieu– sea modificada en cualquier proyecto de transformación social.
Ello permitiría transformar lo viciado del campo intelectual, con su individualismo casi siempre disfrazado y su agonística lucha por el reconocimiento, dada en términos de verdadera “selva académica”. Pero sobre todo se cambiarían monumentalmente las condiciones sociales al aumentar el potencial de inteligencia aplicada, al ligar el mismo a la producción y colectivizar el proceso de planificación y ejercicio de ésta, y al promover la igualación de posibilidades de acceso a la cultura y el pensamiento para todos los seres humanos, dando lugar así a la posibilidad de una planificación colectiva de la existencia social en su conjunto, trascendiendo incluso a la exclusividad del proceso de trabajo (sin que ello niegue la centralidad del mismo).
El automatismo, señala Sohn Rethel, ha mejorado notoriamente las posibilidades para un proceso de trabajo liberado de sus aspectos más penosos, y dado más lugar a la posibilidad de una dirección por parte de los trabajadores que se desentienda del desgaste producido por la actividad manual.
Por cierto que Sohn Rethel poco dice de las condiciones políticas e ideológicas que, primero con el Estado de bienestar y luego con el individualismo neoliberal, han establecido condiciones políticas poco propicias para la modificación de la vida social colectiva, tal cual ya las mostrara casi proféticamente Marcuse en El hombre unidimensional. Pero esta carencia del libro es comprensible; el libro pretende sostenerse en un plano de abstracción teórica mayor, pasando por encima de condiciones sociopolíticas específicas y –aun cuando prolongadas– temporarias. Desde ese punto de vista puede disculparse el “olvido” del análisis sociopolítico de época que se advierte en el texto de Sohn Rethel.
 
6. Una pregunta complicada, que surgiera en el seminario de Holloway: si la abstracción científica depende de la abstracción-mercancía, y si la superación del capitalismo implica la desaparición de la mercancía como tal. ¿El fin del capitalismo sería el final de la abstracción científica?
Reaparece aquí la tesis tan discutida del primer Lukács, según la cual, en términos historicistas, la ciencia es interior al proceso de producción capitalista, y sólo propia del mismo.
A la pregunta podría responderse optimistamente que los cambios históricos han retomado lo ya anteriormente consolidado en el campo del pensamiento y que, desde ese punto de vista, la abstracción ya conseguida no podría evaporarse ni desaparecer en el futuro.
Pero esa parece una tesis ad hoc, poco sustentada. Más bien deberíamos pensar que la planificación colectiva de la actividad social implicaría la construcción de condiciones abstractas de nuevo tipo. Salvo que se asuma una noción transparentista del socialismo según la cual las representaciones se volverían idénticas a los procesos real-objetivos, debemos suponer que la construcción colectiva (aun en el supuesto de la supresión del Estado, nada obvio ante las complejidades de la sociedad actual) implicará cálculo, estrategia, intercambio entre sectores sociales, entre regiones y grupos organizados.
Si así fuera, no desaparecería la abstracción y habría nuevas condiciones para construirla, no dependientes ya de la forma mercancía. Ello supone un inédito horizonte histórico por ahora impensable; y por ello, quizá una nueva configuración epistemológica e institucional de la ciencia, la que podría tomar como suelo a la actualmente establecida, pero luego modificarla y reestructurarla radicalmente.
Algunos supuestos en este sentido se manifiestan en el libro de B. de Sousa Santos Conocerdesde el Sur. Mientras tanto, aún sin alternativas al capitalismo, las ciencias se encuentran hoy en una crisis notoria de legitimación; entre el pragmatismo salvaje à la Gibbons, que lleva la ciencia a la empresa buscando la desaparición de la universidad, a los intentos de Wallerstein, quien muy bien aclara qué es lo que no hay que seguir haciendo con la ciencia, pero no demuestra igual clarividencia a la hora de indicar qué deberíamos hacer para reconducirla.
 
Bibliografía
 
Bachelard, Gastón (1979): La formación del espíritu científico (contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo), México, Siglo XXI.
Bernal, John (1990): La ciencia en la historia, México, Nueva Imagen.
Del Barco, Oscar (1979): Concepto y realidad en Marx (tres notas), en Dialéctica núm.7, Puebla, Universidad Autónoma de Puebla.
De Sousa Santos, Boaventura (2006): Conocer desde el Sur (para una cultura política emancipatoria), Lima, Universidad Nacional de San Marcos,
Follari, Roberto (2008): La selva académica (los silenciados laberintos de los intelectuales en la universidad), Rosario, Homo Sapiens.
Gibbons, Michael et al. (1997): La nueva producción del conocimiento (la dinámica de la ciencia y la investigación en las sociedades contemporáneas), Barcelona, ed. Pomares-Corredor.
Koyré, Alexandre (1994): Pensar la ciencia, Barcelona, Paidós/ICE/UAB.
Marcuse, Herbert (1969): El hombre unidimensional (ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada), México, Joaquín Mortiz.
Sohn Rethel, Alfred (1980): Trabajo manual y trabajo intelectual (crítica de la epistemología), Bogotá, Editorial Viejo Topo.
Tasic, Vladimir (2001): Una lectura matemática del pensamiento posmoderno, Buenos.Aires, Editorial Colihue.
Wallerstein, Immanuel (2002): Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido (una ciencia social para el siglo XXI), México, Siglo XXI.

 
Artículo enviado especialmente para su publicación en Herramienta.
 
[1] Las páginas señaladas entre paréntesis en el artículo remiten al libro de Sohn Rethel Trabajo manual y trabajo intelectual, según la edición indicada en la bibliografía.

 

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