1. Los nuevos indios
A más de un siglo de la Campaña del Desierto aparecieron los nuevos indios. Para ellos, gatillo fácil como en 1880. Los nuevos indios son los jóvenes, y estos el primer sujeto de exclusión.
Si ustedes se fijan en la publicidad verán que ya casi no quedan productos para jóvenes. Salvo chocolates, papas fritas y latas de gaseosas. He aquí el perfil del joven consumidor de la periferia. Sin trabajo (sin trabajo incluso sus padres), vaga o espera una oportunidad. De pronto de vuelve violento. Asalta una estación de servicio, se toma toda la cerveza o se suicida. Hay que decir las cosas como son.
Cuando los jóvenes logran un trabajo es para ser humillados, violados en su dignidad y en su físico. El 25 de mayo todo el mundo se paseaba, pero las muchachas de los hipermercados seguían trabajando como mulas a las diez de la noche. O lo hacés o de vas. La vuelta a las condiciones laborales del siglo XIX. Es el proyecto neoconservador que encabeza el Pequeño presidente.
Así es que de pronto los jóvenes pasan al rock pesado, al heavy metal, malones contra la perversión blanca. En 1880 había que exterminar a los indios para ocupar la tierra; un siglo después para desocupar el gasto social. Los "ajustes" son las nuevas campañas del desierto.
Cuando veo a un joven por la calle (entre ellos a mi hijo) reconozco a un indio.
El gatillo fácil viene a reemplazar a los rifles de repetición de 1880. Exigencia de acabar con la población "invisible", los jóvenes/indios que ya no pueden consumir. Hoy como entonces (hay que decirlo sin vueltas) tratan de crear un estatuto del exterminio.
El puente entre las dos culturas hacia 1880 era el indio traidor o el cautivo. Ahora pueden ser los programas televisivos para chicos estilo Jugate conmigo o tantos otros. Se trata de que los pibes terminen idiotas antes que peligrosos. El rock es para ellos entonces, la última tabla de salvación. El rock es el estado ideológico y espiritual de la juventud que sobra. Algunas letras primitivas e ideas vagas. Pero al menos algo protegidos de los que fueron jóvenes y se volvieron lenguaraces. Como los lenguaraces a quienes acusó Bonasso; los montoneros que entraron al gobierno de Menem con una consigna que los retrata: "El champagne derramado no será negociado".
Ahora, a tantos años, sabemos que a los indios de 1880 no les aguardaba futuro. Algunos, pocos, se salvaron. «Qué será de estos chicos sonrientes de los pueblos para los que el trabajo se perfila cero? No quiero pensar. Pero alguien tiene que hacerlo. El modelo no lo va a hacer. Ya lo sabemos.
Los malones están atacando. Pero el que crea que con policías y cárceles van a pararlos está extraviado.
Este modelo ha fracasado. Ya lo sabemos. «Cómo salvar ahora a los nuevos indios?, primera pregunta que dejamos pendiente.
2. Arrebato
Dijimos que por primera vez en la historia contemporánea, un modelo económico-social se desentiende de la juventud. Por primera vez no tiene un proyecto para los jóvenes, ni un lugar para ellos. Por primera vez. Es muy sencillo, si no se piensa en la juventud es que no se quiere pensar en el futuro. Hasta podría imaginarse que en tal caso no hay futuro.
Observen sino la bibliografía. No hay libros sobre lo que ocurre con los nuevos indios. Y no porque no se escriban, sino porque no se publican. Y no se publican porque no se venden. Por primera vez, la sociedad horrorizada trata de no ver lo que se le está haciendo a sus propios hijos.
Los jóvenes se dan cuenta que esto sucede. Que sobran. Para ellos no hay trabajo o es el peor. Los chicos McDonald's en Buenos Aires (o en las provincias) deben tener buena presencia, saber inglés, manejar ordenadores, buen nivel cultural y social para ganar sueldos entre 200 y 300 pesos. Se les da un gorrito, un uniforme y ya está, pertenecen al hiper, como si fueran de Boca. Flexibilidad. También se lo llama los "chicos multiuso". Y estos son los "afortunados". El resto no puede encontrar ese lugar. En Europa el 25% de los jóvenes trabaja en las condiciones McDonald's. Extremismo de la humillación.
Etonces, un buen día, se toman todo el tetrabrick en la calle sin saber a quién culpar. Se golpean. En el Gran Buenos Aires se llama arrebato. Es una palabra/categoría nueva. Un rock pesado del grupo 2 Minutos se titula así. Vos vas caminando por la calle muy confiado y de repente te comés un arrebato. Caés arruinado en la vereda y todos ellos te siguen boxeando. No vayas solo por la noche...
«Qué es el arrebato? Un nuevo fenómeno psicosocial. La palabra la debieron crear los propios jóvenes, todos aquellos a quienes la sociedad deja a la intemperie.
Es una explosión de violencia sin dirección. Unos pibes que ya no dan más. No pueden comprar lo que les hacen desear; van a colegios destruidos con profesores destruidos. No saben con quién jugarse. Más allá, alguien que les dice Jugate conmigo, saltá la piola como estúpido, gritá ªay! (música de fondo). Pero afuera (que es el adentro) oyen una sola palabra: ajuste. Ajuste y más ajuste. Están en el kiosco, toman cerveza; a lo lejos se ve la patrulla. "Alguien grita: ªallá viene la yuta! / Descarten los tubos, empiecen a correr. / El oficial grita: ªcontra la pared! / documentos, acompáñenme! / Demasiado tarde para correr". El compact se llama Puente Alsina. Un puente que cruza el riachuelo. De un lado la exclusión, del otro Puerto Madero. Es decir, Neustadt solicitando al público que por favor asesinen a balazos a los chicos que roban pasacasetes. Un compact de una de las miles de bandas de rock. Hoy tiene algo de plata, mañana están en cana.
No quisiera ser ellos. A ese extremo. No quiero estar en sus lugares sin espacio. Ni utopías ni pasado. Un fragmento del tiempo. Una ilusión por tevé. Consumidores sin consumo. Un modelo que dice con franqueza brutal: ustedes, pibes, se van a quedar sin nada. Y si quieren estudiar van atener que pagar. Entonces es cuando sucede el arrebato. Unos se golpean a los otros. Pero en la calle, esa noche, en ese barrio sin colectivos por los asaltos, no está Cavallo ni está el Pequeño presidente. En sus oficinas no hay arrebato. En sus oficinas se deciden los cimientos de noches densas, de botellas rotas y esperanzas boxeadas.
«Cómo evitar que los nuevos indios se golpeen unos contra otros? Segunda pregunta que dejamos sin responder.
3. La "solución final"
Fue Rubén Darío el que acuñó la metáfora "juventud divino tesoro". «Qué tiene que ver esto de Rubén Darío con los Beavis and the Bud Head? Por la época de Rubén Darío, el capitalismo amaba a la juventud. Era la fuerza de trabajo briosa, sana, con la cual sus fábricas obtenían plusvalía. En el final del milenio, cambiado el modo de producir, la juventud forma parte de un basurero espectacular. Indios/basura pasados por el cernidor del espectáculo.
En los años 60 la juventud pareció salirse de los predicados contrapuestos que señalara Umberto Eco -apocalípticos e integrados-, impugnando el curso de la realidad. Pacifismo hippie y guerrillas urbanas. Salidas del mundo. Ruralidad ecológica y bombardeo a la ciudad emblemática del sistema.
En los años 90 -en el transcurso del triunfo político económico del neoconservadorismo- aparece algo que llamaré la integración apocalíptica. Es tal vez la propuesta más inusitada del modelo: ya no salir del consumo, sino consumir hasta matarse. Un nuevo estatuto para la porción de la sociedad que sobra. No hay cómo insertar a la juventud en la producción, pero se requiere de ella una pasión fresca, desbordante para el consumo. Que haga lo imposible por consumir y luego se mate. Esa podría ser la forma posmoderna de su rebeldía, expresada en el grupo de rock Beavis and the Bud Head, pasado a dibujos animados y difundido entre otros por Tinelli. Bud Head, traducción de cabeza mala, podrida, retorcida y sucia. No suciedad exterior que las buenas familias achacaron en los 60 a los hippies, sino programa de la suciedad en las cabezas para jóvenes sin lugar en el modelo. Dúo con peinados punk, cuya silueta psicológica e intelectual es la de la integración profunda, hasta abajo en el mercado para pobres, hasta tocar la barbarie. Ven toda la televisión, se toman todas las latitas de gaseosas, se ríen de la idiota naturaleza, jamás leen algo, abominan de cualquier acto solidario, son odiosos, lentos, perversos, ignorantes, pendencieros, pero finalmente inocentes. Un neofascismo larvado en gags. Estar dentro pero en el fondo de la cuba. Allí donde precipitan las materias sólidas desechables. En el fondo de la vasija consumirse toda la basura: bolsas de papas fritas, vino envenenado, pizza envenenada, drogas impuras, un balazo de rebote. La juventud como gasto, es decir como impacto negativo en la eficiencia. Beavis es la versión rock del neofascismo tecnológico digitalizado. Otra versión de Street Figther, es decir, videogames de blancos pateando mestizos en los barrios bajos. Para salvarse hay que sumar puntos blancos: estar junto con los ricos para escapar a la "solución final".
El mundo se presenta como un espectáculo escenificado. Se incentiva entonces a los jóvenes a ser los primeros espectadores. No hacen falta contenidos. La realidad se dispara en videoclips. El cambio de percepción y de subjetividad tiene que ver con el carácter abstracto, destemporalizado, desantropologizado del mundo como espectáculo.
A las variantes exterminadoras de integración apocalíptica, neofascismo tecnológico digitalizado, y la visión desantropologizada del mundo como espectáculo (es decir el barrido del actor juvenil por la entronización del espectador juvenil), se agrega el sida.
Según Naciones Unidas en 1996 hay 25 millones de infectados de sida. El 90% vive en el Tercer Mundo. La enfermedad se declara en la mayoría de los casos antes de los 30 años. Pandemia sobre la juventud pobre. El sida es la inteligencia del modelo. Ataca a los que sobran y los mata. En América Latina son 13 millones los infectados (más de la mitad de los infectados del mundo). Un trabajador rural del citrus gana en Tucumán 3 dólares por diez horas de trabajo. Comprar profilácticos es para él un lujo impensable. Profilácticos o un día de comida. La vida de los excluidos es el único artículo que no tiene casi valor de cambio en el mercado. Y si el modelo logra privatizar salud y educación como es su proyecto, entonces dejará de tenerlo totalmente. Las neurosis que las catástrofes de reconversión con "solución final" están provocando, son a veces irreproducibles. El grupo de rock Green Day compuso "Motherfucker". Proponen hacer sexo con sus padres para demostrar que solo eso les falta hacer a los viejos jodidos de la derecha norteamericana. Aunque están seguros que aquéllos ya lo hicieron, pero tienen escondido.
Tercera pregunta: «Cómo enfrentar a la "solución final"?
4. Una respuesta (no la única) a las tres preguntas
He leído algunos artículos últimamente, sinceros artículos de gente preocupada por la construcción de una alternativa social. Empiezan impugnando el sentido progresivo de la historia como cultura política clásica de la izquierda. Y creo que esto así dicho es doblemente impreciso. Habría que decir de inmediato que no solo forma parte de la cultura de la izquierda, sino también de la cultura de la derecha. Desde la línea de Adam Smith hasta Friedman, por ejemplo, el sentido progresivo de la historia estuvo dado por el perfeccionamiento del mercado. Por otra parte, creo que cada época histórica tiene su idea de progreso, así como su idea de acción en torno a él. Me parece que es un error dejar solo a la derecha con un proyecto de progreso frente a jóvenes a quienes ese mismo proyecto los está matando. El mercado les propone una esperanza redentora, la que automáticamente licuará todas las contingencias sociales provocando la igualdad de oportunidades.
Un pensador argentino al que respeto mucho dice que: "la cultura política de la izquierda debe comenzar a pensarse como cultura antiutópica, entendiendo por esto la abjuración del camino imparable, de la utopía garantida. Para entendernos -dice-, esto no implica pedirle a nadie que abandone sus sueños, implica pedirle que no considere necesaria e inevitable su realización histórica" (Feinmann en Página 12, 11/5/96). Es necesario parar aquí y reflexionar. No sé si los jóvenes están buscando una razón tan razonada. La cultura de la izquierda no puede ser antiutópica, tampoco utópica. Desde la revolución francesa a la revolución cubana o sandinista, la cultura de la izquierda (más allá de sus yerros) fue una combinación esforzadamente dialéctica -no siempre radicalmente dialéctica- entre la realidad y la utopía. En cuanto al llamado camino imparable de la utopía garantida, pertenece al fondo barroso, turbio, improlijo y retrasado de la cultura ortodoxa de la izquierda. Pero la lucha contra esto no es algo nuevo como se cree a veces. Forma parte de la experiencia teórica y social desde Marx al Che, o si ustedes quieren al subcomandante Marcos. El articulista dice: "Si algo hemos aprendido es que nuestros sueños no son el sentido necesario de la historia". Pero dicho así, es como impugnar a los pensadores de izquierda para quienes los sueños jamás fueron eso. Los sueños eran en todo caso, el sentido necesario de la época que vivían.
Y a esto iba. Cada época tiene su idea de progreso, aun cuando el progreso no se advierta como tal, y aun cuando la angustia de la impotencia nos inunde. Para miles de millones de hombres es hoy claro como el agua que el progreso es deshacerse cuanto antes del modelo de colonialismo tardío. Un modelo cuyo estatuto es la "solución final" para los nuevos indios y para la propia naturaleza. Utilizo adrede la palabra progreso. El modelo al que atacamos también lo usa y se siente su intérprete. Convence a buena parte de la sociedad de que lo es. Ahora sí, estoy de acuerdo en que no hay objetivos históricos garantidos. El neoliberalismo puede vencer en todas partes y seguir destrozando sociedades. «Podemos volver a enganchar los sueños al carruaje de los días y tirar de las riendas con fuerza? La reformulación del trabajo en el mundo, reestructuración del reparto de la riqueza, la compatibilidad ecológica entre el planeta y el modo de producir, la libertad, el avanzar atrayendo hacia l cultura y la salud a la mayor cantidad de pobres del mundo, etc. Esto no forma parte de una tarea programática, sino de una supertarea que engloba hoy a todo el género humano. De una cosa estoy seguro, si no encontramos una relación nueva entre la realidad y la supertarea, condenamos a los nuevos indios (entre otra de las partes de la sociedad) a la desesperación, al inmovilismo o a los corrimientos hacia alguna de las variables de la integración apocalíptica.
El capitalismo se ha concentrado en los últimos años, ha mostrado toda su flexibilidad, y ha señalado también el verdadero parámetro de la barbarie. El proceso de desigualdad es el más extenso y profundo de la historia. Ya no campos de concentración con alambradas (pensemos en la Alemania de los años 30, o en la Argentina de los 70), ahora un campo de concentración global. Miles de millones de seres viven tras las alambradas virtuales (sin trabajo, sin sistemas de asistencia, sin cultura, sin nada, y por lo tanto sin ningún tipo de documentación para entrar a la sociedad de los incluidos). Pero el sistema los convoca a un tiempo permanentemente a saltar las alambradas. Los incita: ªvengan, vengan a consumir! Estira con la mano un pedazo de carne al perro atado con una cadena. «Qué decirle a esa gente? «Que no tenemos certeza del sentido progresivo de la historia? Prefiero pensar, aunque no tenga cómo probarlo, pero tampoco hay pruebas en su contra, que lo que hemos vivido hasta aquí son los primeros escarceos de la lucha del hombre por la libertad, desde Espartaco crucificado hasta una revolución bolchevique derrotada en los mismos años 20. En abril de 1917, Lenin llamaba a apoyar todas las iniciativas de las masas. Escribía: "Lo que importa es la iniciativa revolucionaria y la ley debe ser su resultado. Si ustedes esperan hasta que la ley se escriba y no despliegan personalmente ninguna iniciativa revolucionaria, ustedes no tendrán ni ley ni tierra". Creo que esta es una definición de lo que deberíamos entender por progreso.
Ya no solo hay clases y sectores de clases oprimidos, sino que -y esto es lo central- secciones de la especie que quedan sin la esperanza incluso de ser oprimidos. Vuelve a imponerse la noción de liberación. Y una teoría que no puede ser inventada. Que nacerá de la complicada red de experiencias transformadoras y subjetivas.
Esta es una época de retroceso social. El progreso se presenta como posibilidad incierta, pero posibilidad. Entendido como un conflicto entre degradación y regeneración. Por lo mismo la política -en su sentido más abarcador- como una nueva antropología. Del hombre de la polis hemos pasado al hombre del mercado. Solo que el mercado ahora ha dejado atrás de sí al hombre. Hay que saltar, pues, al hombre de la Tierra-Patria, es decir a una ecología de la solidaridad planetaria. Esto implica políticas multidimensionales. Pero por lo mismo una energía tal vez no conocida antes. El núcleo de la política pasó por lo mismo a tocar la vida o la muerte de la especie, entre ellos el destino de los nuevos indios, si ustedes quieren el proyecto. Las revoluciones sociales no serán como las de antes, pero serán revoluciones aun sin que nos percatemos de ello en lo inmediato.
Si el capitalismo del siglo XIX arrastraba al universo del trabajo al agujero negro del proletariado; el capitalismo tardío de finales del XX arrastra al universo del trabajo del agujero negro de la exclusión. Hacia allí van los nuevos indios, chicanos de Street Figther, pobres, consumistas suicidas, portadores del virus del montaje. Cuanto más valores crea el hombre incluido, tanto más parece empujar a otros al vacío. Y ahora sí, cuanto más culto es el objeto que crea, tanto más bárbaro parece él mismo (Marx). La tendencia a empujar al excluido hacia la mugre, la naturaleza degradada, lo putrefacto y la pérdida incluso de las necesidades animales, intenta aproximarlo a la basura. Asimilado este hombre a la imagen del basural, una pala mecánica lo levanta y lo entierra. El hombre basura es la ideografía legitimadora del exterminio.
El proyecto de liberación es colosal, porque es global. Koestler decía: "luchamos con solo media verdad contra una mentira entera". Este es el desafío: una media verdad es siempre menos que una mentira entera. Pero es una verdad. La verdad tal vez de que una mayor justicia es posible junto a una más alta libertad. La verdad de la acción y de la belleza.
Hay un shock de angustia provocado por la pérdida de futuro. Se siente que no se avanza hacia un porvenir radiante. Todo parece incierto y los ordenadores no quitan la presunción de una época nocturna. Pero lo que más anonada es la pérdida de dignidad de los seres quebrados que reclaman estar enteros, la adopción del perfil psicológico del hombre del mercado. Si me apuran, la catadura miserable del Pequeño presidente.
Frente a un modelo suicida, la alternativa vital de una política de hominización y revolución planetaria. Lo imposible ha pasado a ser el pulmón del progreso.
Fernando Pessoa escribía que en cada uno de nosotros hay dos seres. El primero, el verdadero, es el de nuestras ilusiones y nuestros sueños. Nacen con la infancia. El segundo, el falso, es el de nuestras apariencias y discursos. Morin los llama es estado poético y el estado prosaico.
El neoliberalismo ocurre como una invasión de hiperprosa. Exige por ello una contraofensiva poderosa de la poesía, que deberá ser acompañada del renacimiento de la fraternidad. Si ustedes quieren, ésta puede ser la etapa histórica del actual progreso. La toma de conciencia de lo que Morin llama la Tierra-Patria. Que no es el Mercado-Tierra. Por eso es notable que sean precisamente los indios lo que hayan comenzado la nueva etapa. Los viejos indios transmitiendo mensajes por internet a los nuevos indios. Columnas de humo.
En la selva Lacandona, en uno de esos corazones del etnocidio y el ecocidio latinoamericano, el último llamado del ejército zapatista es sencillo y redondo como una piedra: El neoliberalismo es la muerte. Por la humanidad. Desde ese mismo lugar donde hace 400 años el obispo loco inició una lucha evangélica por la esperanza terrenal, y con su muerte pareció acallarse todo. Desde allí el progreso no tiene el aspecto acerado, milimétrico, que los mecanicistas le daban, sino uno deforme. Tal vez hasta horrible. Ciego, sordo, ignorante de los números del tiempo, pero sorpresivo.
Antropológicamente hablando, nadie sabe cuál es ahora la edad de la humanidad. Pero como nadie nace para morir, el desarrollo se presenta en esta escala como una conciencia que dejamos atrás y maduró en secreto, de manera que nada de lo que estuviera ocurriendo fuera lejano. Así, el mismo día que el neoliberalismo inauguraba su victoria en la fundación del Nafta, los viejos indios se levantaban para decir que el neoliberalismo es la muerte. Pero a renglón seguido una oración subordinada: por la humanidad. No por una clase, ni por un grupo de clases sino ahora la globalidad. Se trata de una lucha para salvar a la humanidad de una clase drogada, con un presentismo fanático, desequilibrada.
Pero lo simbólicamente notable es que el estado poético fuera instalado desde el estado prosaico del campamento llamado La Realidad. La poesía que sabe que no puede prescindir de la prosa, porque un estado poético ininterrumpido caería inexorable. Chiapas es tal vez -dure lo que dure- la primera experiencia liberadora latinoamericana de la era de la globalidad y de la exclusión. La mayor parte de los 400 años de su vivir, habían sido destinados a sobrevivir. Para decirnos ahora que el estado poético, siempre secundario, puede pasar a un primer plano. Vivir ya no solo para sobrevivir sino también para vivir. Por su decidida poesía, los nuevos ensayos revolucionarios empiezan a ganarla imaginación de los nuevos indios. De ahí arranca el sueño diferente. Todos estamos atrapados en el mismo espacio. Los viejos indios han venido a hablar a los nuevos indios. Como Tamenund, el viejo cacique del último de los mohicanos. Yo vi muchas veces cómo la langosta se comía el follaje de los árboles; pero estos volvían a florecer. No es un mal comienzo.