29/04/2024

La alienación: historia y actualidad

Por

 

 
Antonino Infranca, Miguel Vedda, compiladores
Ediciones Herramienta, Colección Pensamiento Crítico, Volumen 3
Buenos Aires, Argentina, agosto de 2012. 128 páginas. ISBN 978-987-1505-29-6

  

 

 
 
Índice
 
Acerca de los compiladores
 
Introducción: Sobre la génesis de la categoría de alienación
Antonino Infranca - Miguel Vedda
 
Educación: la cuestión de la alienación individuo-género
Ana Selva Albinati
 
Los ejercicios de la subjetividad. Las cosificaciones
inocentes y las cosificaciones alienadas
Ricardo Antunes
 
Las categorías de objetivación (Vergegenständlichung),
enajenación (Entäußerung) y alienación (Entfremdung) en el último Lukács
Ronaldo Vielmi Fortes
 
La alienación en la Ontología del ser social
Antonino Infranca
 
El fenómeno alienación y su actualidad como contenido de la crítica al capital:
todavía Marx
Jesus Ranieri 

Acerca de los compiladores 

Antonino Infranca: Filósofo italiano. Se doctoró en filosofía en la Academia Húngara de Ciencias con una tesis sobre el concepto de trabajo en Lukács. Realizó investigaciones en el Archivo Lukács de Budapest. En 1989, recibió el Premio Lukács. Es autor de Giovanni Gentile e la cultura siciliana (1990), Tecnécrates (1998; trad. al portugués: 2003; al castellano: 2004), El otro occidente (2000; trad. al francés: 2004), Trabajo, individuo, historia. El concepto de trabajo en Lukács (2005), Los filósofos y las mujeres (2006). Coeditor de G. Lukács Testamento político y otros escritos sobre política y filosofía (2003), G. Lukács, Ontología del ser social: El Trabajo (2004) y György Lukács: Ética, Estética y Ontología (2007). Ha publicado numerosos artículos sobre Lukács, Bloch, Gramsci, Kerényi, Croce, Heidegger; ha traducido al italiano los ensayos de Dussel sobre Marx. Integra el consejo asesor de Herramienta.
 
Miguel Vedda: Doctor en Letras por la UBA. Profesor titular de Literatura Alemana en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), investigador del Conicet y coordinador de la cátedra libre “Teoría crítica y marxismo occidental” (FFyL, UBA).
Publicaciones recientes: La sugestión de lo concreto. Estudios sobre teoría literaria marxista (2006); Ernst Bloch: tendencias y latencias de un pensamiento (2007); Observaciones urbanas - Benjamin y las nuevas ciudades (2008); Walter Benjamin: constelaciones dialécticas (2008); en colaboración con Carlos Eduardo J. Machado, Siegfried Kracauer: un pensador más allá de las fronteras
(2010); La irrealidad de la desesperación. Estudios sobre Siegfried Kracauer y Walter Benjamin (2011). Es coeditor, con Regula Rohland, del Anuario Argentino
de Germanística y, con Isabel Hernández, del Ibero-amerikanisches Jahrbuch für Germanistik. Miembro del consejo editor de Herramienta.
 
 
De la Introducción del libro:
Sobre la génesis de la categoría de alienación
Antonino Infranca, Miguel Vedda
 
I
Entre las principales dificultades que surgen a la hora de estudiar la categoría de alienación se encuentra la incongruente variedad de significados y connotaciones que, en el curso del siglo XX, se vincularon con el término; particularmente, a partir de los años sesenta, cuando, en el seno del existencialismo, el psicoanálisis o ciertas versiones vulgares de la sociología, se convirtió al término en una suerte de categoría passe par tout, capaz de englobar, por ejemplo, la angustia generada por la vida en las grandes ciudades, los traumas ocasionados por los procesos de modernización o ciertos conflictos psico­lógicos explicables, en primera instancia, a partir del contexto familiar o de la vida privada. En una relación, por momen­tos, estrecha con esta vulgarización se encuentra la tentativa para desechar la categoría, considerándola como un tér­mino obsoleto que no resulta válido para dar cuenta del capitalismo tardío, o incluso –de acuerdo con una versión más ra­dical– como un nocivo remanente del idealismo, que habría que desterrar de la filosofía marxista. Entre los exponentes de esta última posición podríamos mencionar, en primera línea, a la escuela de Althusser, que insistió en presentar a la alienación –y, a la vez, a los componentes subjetivos, “conscientes”– como un resabio hegeliano que presuntamente habría desaparecido en la producción del Marx maduro y tardío. Es, por ejemplo, curiosa la tentativa que Althusser realiza en el Para Marx (1965), en el contexto de una reseña de la traducción realizada por Bottigelli de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, para pre­sentar a estos como el más claro testimonio de un “estadio feuerbachiano” en la evolución de Marx, aun cuando en los Manuscritos se despliega ya una crítica a Feuerbach, y a pesar de que las conocidas Tesis sobre Feuerbach fueron escri­tas en la primavera de 1845, unos pocos meses después del trabajo en los Manuscritos.
Buena parte de los defensores y críticos de la categoría han coincidido en negarse a realizar un análisis textual e histórico del término y, sobre todo, no se han esforzado en indagar el sentido –o los sentidos– que posee en la obra de Marx. Pero incluso en artículos orientados a reconstruir la historia de la categoría vemos simplifica­ciones análogas a las que hemos descrito. Así, Georges Labica concluye un artículo sobre la alienación diciendo que “la alienación, fuera del uso jurídico-económico estricto, o de su sentido filosófico original, ninguno de los cuales es marxista, es solo una noción confusa de la que conviene desconfiar” (Labica, 1999: 21).[1] Aunque más mesurado, Nikolaus Lobkowicz dice que la alienación es objeto ante todo de una comprensión intuitiva que “deja lugar a bastantes interrogantes, más que a delimitaciones claras y lógicamente determinables. El concepto de alienación es, heu­rísticamente, poco fecundo” (Lobkowicz, 1975: 69). En uno y otro caso, la atención a la letra misma de Marx –y a la de sus antecesores inme­diatos: Hegel, Feuerbach y Heß– ha sido insuficiente; más relevante es estudiar la historia que el término de alienación tiene en la filosofía inmediatamente anterior a Marx, y en el Marx de los Manuscritos, como base para considerar luego si la alienación ha perdido o no su actualidad en cuanto aporte duradero o cate­goría fundamental para entender el estadio actual del capitalismo.
Comencemos anticipando el hecho de que, en la evolución del término alienación (Marx utiliza indistintamente las palabras alemanas Entfremdung y Entäußerung;[2] seguimos aquí la tradición de traducir al castellano el segundo término como enajenación), se verifica un desplazamiento desde un abordaje teológico a otro económico-político, y que Marx ha ejercido una influencia decisiva en ese pasaje. Sin embargo, no habría que presuponer que la relación entre religión y economía es equivalente a la que existe entre mentira y verdad; por un lado, porque la propia economía política (Nationalökonomie) se encuentra, según Marx, tan dominada por la alienación como la religiosidad cristiana: es significativo que Marx suela emplear un lenguaje teológico para hablar de la economía burguesa: así, apoyándose en Engels, en los Manuscritos habla de Adam Smith como “el Lutero de la economía política”, o se refiere, en el conocido parágrafo del libro I de El capital referente al fetichismo de la mercancía, a los “caprichos teológicos” de esta. Adrede hemos tomado un ejemplo correspondiente a la obra juvenil y otro a la obra tardía –supuestamente, la etapa “positivista”, “científica” y libre de “resabios idealis­tas”–; y cabe re­cordar, respecto del segundo ejemplo, que la categoría de fetiche (que aparece tempranamente en Marx, ya en obras escritas en colaboración con Bruno Bauer) remite a la religión. Por otra parte, la religiosidad judeocristiana, al margen de su carácter alie­nante y alienado, tampoco tiene que ser excluida del análisis como si se tratara de una simple mentira: Marx cree que es posible encontrar en ella algunas claves para comprender la alienación humana, cuyas verdaderas causas se en­cuentran, por cierto, en otro lugar.
Podríamos tomar como ejemplo de ello el Génesis bíblico; es sabido que allí se presenta ya al tra­bajo humano en términos de castigo: una vez que come del árbol de la ciencia, el hombre se ve condenado por Dios a un trabajo servil (“Con trabajo sacarás de ella [de la tierra] tu alimento todo el tiempo de tu vida [...] Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra”; Génesis 3, 17 y 19). El trabajo visto en términos de castigo es aquí la contraparte de un paraíso entendido como espacio del puro consumo: el hombre era, en el Edén, señor de una tierra que le brindaba sus frutos, pero en la cual no podía desplegar su creatividad. Puestos ante una cosmovisión semejan­te, podemos preguntarnos si hay, en el Génesis, algún espacio para un trabajo no alienado, en que sea posible objetivar lo que Marx llamaba “capacidades esenciales” (Wesenskräfte). Tendríamos que decir que, en vista de una caracterización tal del hombre, una posibilidad creativa tan elevada solo podía estar reservada al mismo Dios; y, en efecto, el Yahvé del Gé­nesis representa una imagen tal. En Para una ontología del ser social (publ. en alemán en 1984 y 1986), señala Lukács que “En la historia de creación del Antiguo Testamento [...] Dios no solo examina siempre lo ejecutado –tal como lo hace el sujeto humano del trabajo–, sino que también, una vez más a semejanza del hombre que trabaja, se da un descanso una vez realizado el trabajo” (Lukács, 2004: 69). Dios tiene la felicidad de contemplar sus obras y sentirse realizado en ellas: de ver que “todo era bueno” y que se correspondía con el proyecto ini­cial. Estamos ante una modalidad de trabajo que, bajo las actuales condiciones de vida, solo está reservado para grupos aislados, entre quienes destaca Marx a los artistas y escritores –en los Manuscritos se lee que el hombre, cuando no tra­baja coaccionado por la necesidad material, sino de manera creativa, sabe “producir según la medida de toda especie, y, sabe aplicar en todos los casos la medida inherente al objeto; el hombre forma, por ende, de acuerdo con las leyes de la belleza” (Marx, 2004: 113)–. En Geist der Utopie (1918; 2ª ed.: 1923), Ernst Bloch aludió a un término que, en sánscrito, designa la creación artística: tat twam asi (“eso eres tú”);[3] el término supone que el arte es una forma legítima de objetivación, de exteriorización de la propia esencia del artista. Puede deducirse de esto, realizando una estrategia comparable con la que se desarrolla en las “Tesis sobre Feuerbach”, que el hombre ha puesto en Dios una imagen más elevada –“no alienada”– de sí mismo, y que por ello sigue vigente el sueño de ser iguales a Dios; dicho de otro modo: de no soñar con un Edén consumista de las mercancías, sino con un ámbito en el que sea posible realizarse a través del trabajo no alienado…
 
 
…Los artículos que componen esta compilación abordan, desde la perspectiva del marxismo, diferentes aspectos de la alienación y la enajenación, sin dejar de poner el énfasis en la actualidad de dichas categorías. Ana Selva Albinati se apoya en las reflexiones de Marx y Lukács en torno a la genericidad con vistas a examinar aspectos alienantes y desalienantes en la educación dentro del contexto de la sociedad burguesa. Ricardo Antunes recurre también al autor de El capital y al de la Ontología, pero a fin de examinar las modalidades que ha ido asumiendo el mundo del trabajo en el capitalismo contemporáneo. Ronaldo Vielmi Fortes despliega un minucioso y esclarecedor estudio de las categorías de objetivación, enajenación y alienación en la obra tardía de Lukács. Antonino Infranca realiza un análisis filológico de los términos empleados por Marx y muestra, a continuación, el modo en que ellos funcionan en obras como Historia y conciencia de clase y, ante todo, la Ontología. Jesús Ranieri –autor de un libro exhaustivo y original sobre el tema: A câmara escura. Alienação e estranhamento em Marx (2001)– realiza una sutil interpretación personal del funcionamiento de los términos alienación y enajenación en Marx, y a continuación destaca la vigencia de las propuestas marxianas para dar cuenta del capitalismo actual, ante todo en Latinoamérica.
 
De la introducción de Miguel Vedda y Antonino Infranca
 


[1] Donde no se indica algo diverso, las traducciones son nuestras.
[2] Cf., sin embargo, en este volumen la brillante contribución de Jesus Ranieri, que sostiene la existencia, en Marx, de una distinción entre ambos términos. Aunque no estamos de acuerdo con la tesis, insistimos en llamar la atención sobre la profundidad y solidez de los argumentos de Ranieri.
[3] Cf. Bloch, 1991: 45.
 

 

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