29/03/2024

Señales: El gobierno de Alberto Fernández pone en marcha una nueva espiral de la dependencia

Por Revista Herramienta

En las últimas semanas el gobierno argentino ha comenzado a dar señales y lineamientos de lo que considera su horizonte estratégico, en lo económico y en lo político. Cuando el discurso pandémico ya no cierra y la renegociación de la deuda con los grandes especuladores globales ha concluido, empieza a trazar el camino hacia una nueva espiral de la dependencia donde las respuestas a las demandas populares se seguirán haciendo esperar.

La crisis pandémica hundió a la economía argentina un escalón más abajo del que ya se encontraba. El primer semestre 2020 el producto bruto interno (PBI) cayó un 12,5% en relación a 2019; desde comienzos de 2018, se ha reducido 18,8%. De esta forma, se corona una década de contracción e inestabilidad. Los números muestran la insuficiencia de las políticas de Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP): casi 40,9% de la población cayó por debajo de la línea de la pobreza en la primera mitad del 2020; 56,3% de les niñes menores a 15 años! Les uniques que ganaron con la crisis son las grandes corporaciones capitalistas transnacionales y en especial los bancos y el sistema financiero, que nunca pierden: los bancos cobran del Banco Central de la República Argentina (BCRA) 4772 millones de pesos cada 24 horas en concepto de intereses por las LELIQ y otros instrumentos. Luego no hay recursos para atender las demandas urgentes de tierra para vivir y trabajar, pero en el primer semestre de 2020 el Estado nacional gastó para pagar los intereses de la deuda pública casi el doble de lo que invirtió en Salud. Las prioridades concretas del gobierno son señales de a dónde quiere ir y cómo quiere llegar.

Luego del acuerdo, ¿el ajuste?

El acuerdo con los grandes capitales especulativos privados (BlackRock, PIMCO y compañía) debía sacar un lastre para la recuperación de la actividad económica. El arreglo fue (casi) sin quita de capital (¡no sea cosa de violentar “su” derecho a la propiedad!), reducción de los intereses y postergación de pagos. Desactivaron una bomba en lo inmediato pero que estallará en medio del próximo gobierno, o el siguiente.

El acuerdo debía invitar a estos acreedores “a los que les interesa el país” (y, aparentemente, no sus negocios) a sumarse a la nueva epopeya nacional desarrollista. Pues no. En medio de las profundidades de la crisis, el saldo del comercio exterior es excepcional (las exportaciones superaron a las importaciones en más de 11562 millones de dólares en los últimos 9 meses), y aun así continúa el drenaje de divisas del Banco Central. La lluvia de inversiones persiste en realidad como una fuga multimillonaria. Tampoco alcanza con la reducción en las retenciones a la exportaciones de soja, que no parece estar induciendo al gran capital exportador a liquidar las divisas que han recibido. “Endulzando al capital” (para usar la neolengua de las altas finanzas) el gobierno no parece estar haciendo lo suficiente como para atraer las inversiones productivas de la misma forma que el ajuste del macrismo nunca nos permitió ver la luz al final del túnel.

La debacle es tal que la presión devaluatoria (no sólo del peso, sino de nuestros salarios y condiciones de vida) persiste. Recientemente el Ministerio de Economía anunció nuevas medidas para cambiar las expectativas de los inversores, incluyendo entre ellas la emisión de nueva deuda. El ya famoso “bono PIMCO” por el equivalente a 750 millones de dólares, será la puerta de salida de ese gran fondo de inversión que se había quedado atascado en la economía nacional con inversiones especulativas en pesos luego de haber apoyado multimillonaria y fallidamente al gobierno del ex-presidente Mauricio Macri. Friends will be friends, o amigos son los amigos (en la versión Nac&Pop). Ayudar a quienes especulan con el destino de nuestro país parece ser una “política de Estado”, parte del acuerdo tácito entre las fuerzas políticas de los partidos del orden.

Ahora, parece que hay que esperar las palabras del Fondo (Monetario Internacional, FMI). Decían que había cambiado, que ahora se había olvidado de sus malas recetas. En Ecuador, en 2019, propuso el mismo paquete de siempre (y el Pueblo salió a las calles para enfrentar el ajuste), pero acá, aparentemente, vendrá con otras ideas… Mientras tanto, ya hay conversaciones para que el dinero remanente del viejo acuerdo (unos 5 mil millones de dólares) sea desembolsado al fin y al cabo, luego de que el gobierno lo negara tres veces. Las condiciones para ese desembolso no están aún sobre la mesa. Habrá que esperar a la próxima visita de les funcionaries del FMI para tener los detalles de un acuerdo que según el Ministro de Economía Martín Guzmán (MG) deberá pasar por el Congreso para ser validado “frente a la sociedad”. Otra vez las “políticas de Estado”, el pacto social que Cristina Fernández de Kirchner (CFK) pidió recientemente buscar.

Algo que sí sabemos, es que Kristalina Georgieva, la nueva Directora Gerente del FMI, aclaró que está esperando que el gobierno argentino presente un programa consistente (“una hoja de ruta”), pero que no se necesitarán “más ajustes”. Lo cual nos plantea una pregunta: ¿el ajuste ya comenzó?

En estos momentos, el proyecto de presupuesto 2021 se está debatiendo en el Congreso Nacional. Ese proyecto ya presenta un recorte en el gasto total del Estado nacional que caerá 4 puntos porcentuales en relación al PBI. En el mismo camino, el gobierno acaba de anunciar que hasta fin de año no pedirá financiamiento del Banco Central. Sólo se endeudará con el capital financiero internacional (incluido el FMI) que parece haber construido buenos lazos con el actual gobierno.

A finales de 2020 continúa el camino del ajuste paso a paso. La decisión de eliminar el IFE y el ATP ya es un hecho, a pesar de que estos instrumentos fueron claves (aunque insuficientes) durante la crisis en 2020. También, se ha decidido reducir los subsidios a la energía y, por lo tanto, aumentar las tarifas congeladas durante este año. A la vez, la proyección es que la masa salarial en el sector público nacional aumentará apenas por encima de la inflación proyectada: luego de una caída acumulada de 30% en los últimos años (9% de reducción en 2020) en los salarios reales, la proyección no es auspiciosa; nadie en el gobierno parece preocuparse por las expectativas populares. Desde inicios de 2018, les trabajadorxs asalariades y no asalariades en todo el país perdieron ingresos equivalentes a no menos de 4 puntos porcentuales en relación al PBI. Sumemos a esto lo que han perdido jubilades y pensionades, y los programas sociales que siguen su evolución. La nueva ley de actualización de las jubilaciones y pensiones (que se votaría en breve) promete sostener el status quo: jubilaciones empobrecedoras restringidas por la sostenibilidad fiscal. El resto del aparato estatal permanece en letargo: el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (si tal cosa es posible, considerando la apuesta a profundizar el modelo extractivo) y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación continúan haciendo la plancha sin políticas reales que atiendan las demandas más urgentes expresadas en conflictos emergentes frente a las violencias hacia las mujeres, la crisis en el sistema de Ciencia y Tecnología, y los incendios intencionales en todo el país. La última pincelada para este cuadro: el gobierno nacional acordó -con la Confederación General del Trabajo, una parte de la Central de Trabajadores de la Argentina y el sector empresarial- un aumento en el salario mínimo vital y móvil (SMVM) que no sólo no recupera lo perdido en la última etapa de la crisis, sino que lo deja por debajo de la línea de la pobreza. “El sueldo digno es aquel que estemos en condiciones de pagar y de sostener” acaba de señalar el Ministro de Trabajo Claudio Moroni, en rol de patrón más que de funcionario. Con razón el FMI dice que no hay que hacer “más ajuste”.

En este contexto, el gobierno de Alberto Fernández (AF) comienza a mostrar sus cartas. El ajuste se consolida. Se reducen las transferencias a los sectores más empobrecidos y se establecen nuevas pautas distributivas regresivas (SMVM, nueva pauta de actualización jubilatoria, paritarias por debajo de la inflación), mientras el impuesto extraordinario a las grandes fortunas -la única propuesta fiscal medianamente progresiva- duerme plácidamente en algún cajón o (en estos tiempos) alguna carpeta digital.

El nuevo modelo es el viejo modelo

El gobierno apuesta a la mejora en los precios internacionales de los productos de exportación y concentra recursos en el extractivismo. Si bien las exportaciones totales están por el subsuelo (cayeron un 6,1% en el primer semestre de 2020 en comparación con igual período de 2019), hay indicios de alguna recuperación en los precios que podría mejorar el balance cambiario a mediano plazo (los precios de los productos primarios de exportación cayeron sólo 1,6% en términos anuales en el 2do trimestre de 2020). Si no se pierden por fuga, esos dólares podrán relajar un poco la ya famosa restricción externa que bloquea los procesos de crecimiento dependiente en Argentina, como reconoce el Ministro de Desarrollo Productivo Matías Kulfas (MK).

Según Kulfas la cuestión, parece, no tiene que ver tanto con apuntalar la economía popular (como suponen algunxs aliades del gobierno de AF), sino crear los incentivos adecuados para que el empresario nacional pueda impulsar el desarrollo, ya que “los empresarios han hecho lo que las políticas públicas le han dejado o le han estimulado a hacer”. Sigue buscando bajo las piedras a la burguesía nacional que nunca parece estar a la altura de las expectativas de los proyectos desarrollistas (¿La terrateniente Dolores Etchevehere será parte de esa burguesía progresiva que tanto anhelan?¿O Hugo Sigman, empresario del agronegocio y la industria farmacéutica que espera hacer grandes negocios con la vacuna contra el COVID-19?).

Tal vez por ello se entiende la defensa cerrada que hace el gobierno de la propiedad privada de la tierra y los medios de producción, como cualquier economista liberal defendería ese ‘derecho inalienable’ frente a cualquier otro derecho. Así, no resulta tan paradójico que el gobierno reniegue de la raíz popular que declama, y deje a quienes reclaman por tierra para vivir y producir sin respuestas frente a las necesidades. Claro: sin otras respuestas que no sean la represión como en Guernica en la provincia de Buenos Aires o en Fiske Menuco en Río Negro, la criminalización de las protestas o las políticas que sólo reproducen la precariedad de las vidas (el ofrecimiento del gobierno bonaerense de algunos miles de pesos a las familias que necesitan tierra para vivir no es más que eso). Los intentos de desplazar, desarticular o reprimir nunca son soluciones al conflicto por la reproducción de la vida.

Para no perder el tiempo, el MK presentó un documento que sintetiza su proyecto de desarrollo productivo “pospandemia” y cuenta con el aval de les mismes que firmaron el acta para (no)recuperar el SMVM. El proyecto busca profundizar el extractivismo en todo el territorio nacional como base para el proyecto de recuperación productiva. El primer objetivo del proyecto lo dice claro: “Necesitamos exportar más”. En torno a este punto se articulará el resto de la estrategia de desarrollo capitalista dependiente. El proyecto de la producción de cerdos para la exportación a China (cuyas empresas ya avanzan con acuerdos locales en Chaco y Córdoba), el plan Gas 4.0 en Vaca Muerta (que sólo funciona con multimillonarios subsidios a las trasnacionales) y los proyectos de extracción de litio, entre otros, son parte de la “hoja de ruta” para superar la restricción externa a toda costa, y permanecer en el sistema de la deuda pagando la deuda odiosa. No muy distinto del combo del Plan Estratégico Industrial 2020 y el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial 2020 del último gobierno de CFK. ¿Volvieron mejores? Seguro que no son muy diferentes.

Táctica y estrategia

La crisis transicional parece no tener fin en Argentina. Una década de estancamiento, alta inflación e inestabilidad han dejado a un pueblo trabajador fracturado y exhausto. ¿Podemos empezar a hablar de una nueva década perdida? ¿Será tiempo de retomar la crítica radical a un sistema social a todas luces incapaz de ser reformado, como nos sugiere Miguel Mazzeo?

El capitalismo en crisis civilizatoria tiene a nuestras vidas y nuestra subjetividad como la última frontera a conquistar. Es momento de que vayamos por todo y dejemos de pedir permiso para ser incluides en un régimen que solo expulsa.

Los figurones del capital saben bien lo que está en juego y no tienen miedo de pararse de manos y jugar siempre como si fuera el último partido; porque lo es. El sistema está herido de muerte y saben que disputan un nuevo reparto del mundo, una nueva puesta en marcha del metabolismo social del capital donde -esperan- nuestras libertades, deseos, luchas y derechos ya no serán un problema para sus intereses. Las nuevas derechas, la confiscación de la democracia popular, los neofascismos, son las expresiones de este avance.

Frente a la prolongación de la crisis, las organizaciones populares en lucha ponen con claridad en el centro la reproducción de la vida. Por ello las exigencias inmediatas (más aún en la pandemia) son por tierra para vivir, trabajar y producir alimentos, por salarios dignos y condiciones de trabajo, contra las violencias y los femicidios, y contra los incendios intencionales y el ecocidio en marcha. Esas luchas ponen en cuestión la base material de la reproducción del capital: el saqueo (pues, no sólo explotación sino superexplotación y destrucción) de nuestros cuerpos y la naturaleza. Estas luchas por la vida misma nos obligan a enfrentar al capital en su conjunto y en sus diferentes formas y estrategias: no hay capitales buenos ni progres.

La resistencia continúa, por cierto, pese a las dificultades. La pandemia y la crisis civilizatoria nos ha obligado a todes a ponernos creatives. Progresivamente vamos recuperando las calles como terreno privilegiado de las batallas por el cambio social. Luchar contra el saqueo cotidiano como táctica, prefigurar la revolución en nuestras prácticas como estrategia.

3 de  noviembre de 2020


[1] La versión original de este artículo fue publicada en Zur.uy el 27 de Octubre de 2020. Ese texto fue ampliado y actualizado a pedido de la compañerada de el colectivo Herramienta. Agradezco la lectura atenta de Melina Deledicque.

[2] Mariano Féliz es Economista. Investigador del CONICET. Profesor de la UNLP. Fellow del International Research Group on Authoritarianism and Counter-Strategies (IRGAC) de la Fundación Rosa Luxemburgo (Berlín). Parte de la colectiva Al Borde (construyendo pensamiento indisciplinado). Activista de la Colectiva en Movimiento por una Universidad Nuestramericana (COMUNA) del FPDS-CN en el Movimiento de los Pueblos. marianfeliz@gmail.com / http//:marianfeliz.wordpress.com

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