21/11/2024
Por Bonnet Alberto
Trabajo y valor en el capitalismo contemporáneo, de Pablo Míguez, puede leerse de dos maneras. El lector interesado en introducirse en el conocimiento del trabajo y los procesos de trabajo encontrará en los primeros tres capítulos del libro un recorrido consistente por la buena parte de la literatura marxista sobre esta problemática. El lector preocupado más específicamente por las transformaciones que sufre y los desafíos que enfrenta el trabajo en capitalismo contemporáneo, en cambio, hallará en los tres capítulos siguientes una excelente presentación de las discusiones sobre estos problemas organizada alrededor del concepto de “capitalismo cognitivo”.
Versiones preliminares de algunos de los capítulos que integran el libro habían aparecido antes como artículos, puesto que Míguez investiga estos últimos problemas desde hace años. Sin embargo, Trabajo y valor en el capitalismo contemporáneo no constituye una recopilación de artículos sueltos, sino que está estructurado de una manera rigurosa y acorde con esas dos lecturas posibles del libro. Entre sus primeras y sus últimas páginas, es decir, entre el esclarecedor prólogo de Vercellone[1] y el epílogo del propio Míguez, se establece una suerte de diálogo en el que se asoman algunos de los problemas más discutidos de la agenda de nuestros días: la financiarización, el desempleo tecnológico, la demanda de una renta básica. Y entre ambos extremos se despliega esa estructura del libro: en sus primeros tres capítulos, avanza desde la presentación de conceptos teóricos fundamentales como los de trabajo abstracto y valor hacia el análisis de los procesos de trabajo en el marco del “capitalismo industrial”, e inversamente, en los tres capítulos siguientes, parte de las transformaciones sufridas por esos procesos de trabajo en el “capitalismo cognitivo” contemporáneo para avanzar hacia una revisión crítica de aquellos conceptos fundamentales. Revisemos brevemente el contenido del libro a partir de esta estructura.
El primer capítulo comienza, naturalmente, con una exposición minuciosa del concepto de trabajo en Marx. Míguez se centra en esta exposición en el carácter dual del trabajo y en el concepto cualitativo de trabajo abstracto, por una parte, y en la tendencia hacia una creciente socialización e intelectualización del trabajo, por la otra, que Marx desarrolla en sus escritos maduros de crítica de la economía política. La contradicción entre una producción que descansa cada vez más en el general intellect de la sociedad, para retomar la expresión empleada por Marx en los Grundrisse, y la medida del valor creado en los términos del tiempo de trabajo socialmente necesario para esa producción, desempeñará, como veremos, un papel decisivo en sus argumentos posteriores. En su exposición, de paso, Míguez discute la concepción neoricardiana del valor y rescata los aportes de la crítica feminista al trabajo reproductivo.
El concepto de trabajo abstracto, alrededor del cual gira la exposición de Míguez en ese primer capítulo, se encuentra en el centro de una serie de re-lecturas contemporáneas de la crítica de la economía política. Míguez reconstruye rigurosamente en el segundo capítulos algunos de los antecedentes y de las discusiones actuales alrededor de este concepto. El rescate de Rubín de la dimensión cualitativa de la teoría marxiana del valor y el papel otorgado por Sohn-Rethel a la abstracción del trabajo en la socialización son los dos antecedentes principales. La concepción de Postone del trabajo abstracto como mediación social básica de la sociedad capitalista, el énfasis de Holloway en la necesidad de entender el trabajo abstracto como un proceso antagónico de subordinación del hacer al trabajo y la reinterpretación ontológica de Negri del trabajo como motor del desarrollo capitalista a través de sus transformaciones.[2]
En el tercer capítulo, como adelantamos, Míguez se desplaza hacia los procesos de trabajo y de cambio tecnológico en el capitalismo industrial. Recorre desde las clásicas páginas de Adam Smith sobre la división del trabajo en los talleres, pasando por las distintas escuelas posteriores de estudio de la organización taylorista y fordista de los procesos de trabajo, hasta los umbrales del posfordismo. Míguez presta especial atención, en esta recorrida, a la relación entre trabajo y conocimiento que se establece en los procesos de trabajo y las tecnologías del capitalismo industrial, a partir de estudios pioneros como el de Harry Braverman.
El cuarto capítulo continúa ese análisis de los procesos de trabajo y de cambio tecnológico pero, en la medida en que se concentra en el capitalismo contemporáneo, inicia a la vez la segunda parte del libro. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la centralidad adquirida por el trabajo intelectual y los nuevos procesos de innovación asociados, la reestructuración general de los procesos de producción que posibilitan (offshoring y outsourcing, nuevos servicios, etc.) se registran en este capítulo que, respaldado en las investigaciones previas de Míguez sobre el trabajo en el campo de la producción de software, reviste especial importancia. El problema de la apropiación del general intellect de la sociedad por parte del capital, en esta era del trabajo intelectual-cognitivo, es la preocupación central de Míguez a lo largo de sus páginas.
Pero ¿en qué consiste, más precisamente, ese trabajo intelectual-cognitivo? El quinto capítulo propone como respuesta un recorrido por las distintas elaboraciones alrededor de los conceptos de trabajo inmaterial/afectivo y de trabajo cognitivo, en la tradición neo-operaísta inaugurada por Negri y desarrollada por Lazzarato, Virno, Marazzi, Berardi y, más tarde, por los teóricos del capitalismo cognitivo como Moulier Butang, Fumagalli y el propio Vercellone. El capítulo presenta así los principales desafíos que, desde un punto de vista teórico, presenta el análisis del trabajo en el capitalismo contemporáneo en el marco de esta tradición: la creciente autonomía del trabajo inmaterial / cognitivo y, por ende, las crecientes exterioridad y politización de la explotación capitalista respecto de los procesos de trabajo, la relativa indistinción entre tiempo de trabajo y de ocio y entre actividades productivas y no productivas resultantes de la socialización del trabajo, la crisis de la ley del valor como medida del tiempo socialmente necesario, la ampliación de la esfera de la producción, desde la estrictamente económica hacia una más amplia, social o biopolítica.
El sexto capítulo, finalmente, aborda algunos de los desafíos que enfrenta el trabajo en el capitalismo contemporáneo, desde el punto de vista de las tesis del capitalismo cognitivo específicamente. La segmentación entre trabajo calificado, trabajo precario y desempleo, los conflictos sobre la apropiación privada (o propiedad intelectual) del conocimiento social, la conversión de la ganancia en renta (no sólo, aunque también, financiera), la emergencia de nuevas formas de control patronal sobre los nuevos procesos de trabajo, la posibilidad de una renta básica universal independiente del empleo, derivada del carácter de common de ese conocimiento social.
En el epílogo, temáticamente complementario de los últimos dos capítulos, Míguez agrega algunas consideraciones sobre transformaciones aún más recientes de los procesos de trabajo (como las vinculadas con las industrias 4.0 y las plataformas) e introduce algunas precisiones sobre la manera en que deben examinarse las abordadas en los dos capítulos precedentes. La necesidad de continuar distinguiendo entre las actividades subsumidas al capital en sentido amplio y el trabajo en sentido estricto y las contradicciones inherentes a la automatización (impuesta diferencialmente según sectores, etc.) y a sus consecuencias (una combinación entre intelectualización del trabajo y desempleo tecnológico que no suprime al trabajo), en particular, nos advierten sobre el peligro extraer conclusiones apresuradas acerca de estas transformaciones del mundo del trabajo.
Quizás un lector local, inmerso en un escenario de procesos de trabajo tradicionales, de precarización laboral o, peor aún, de desempleo y marginalidad, encuentre algo distantes las transformaciones del trabajo analizadas por Míguez en la segunda parte de Trabajo y valor en el capitalismo contemporáneo. Sin embargo, por más justificada que resulte su reacción inmediata a la luz de ese penoso escenario, quisiera acercarle dos advertencias para insistirle en la lectura de estas páginas. En primer lugar, todas las transformaciones del trabajo analizadas por Míguez y por los autores en los cuales basa sus argumentos tienen lugar efectivamente en el capitalismo contemporáneo. Los análisis de Míguez y de esos autores se sustentan en numerosos estudios empíricos acerca de los procesos de trabajo actuales. Y, en segundo lugar, ni Míguez ni esos autores sostienen que conceptos como los de trabajo inmaterial o afectivo se apliquen a todos los procesos de trabajo que tienen lugar en el capitalismo contemporáneo. Afirman más bien que existe una tendencia hacia una creciente intelectualización del trabajo y, en el mejor de los casos, que el trabajo intelectual resultante de esa tendencia tiende a hegemonizar otras formas del trabajo. Y basta con revisar las tendencias generales que Marx extrajo a partir de su análisis de la limitada experiencia del desarrollo del capitalismo industrial británico de mediados del siglo XIX para advertir que este procedimiento es perfectamente legítimo.
Estas advertencias, por supuesto, no apuntan a clausurar el debate, sino antes bien a promoverlo. Resta discutir –como el propio Míguez sugiere en el epílogo de su libro- hasta qué punto la conceptualización neo-operaísta de esas transformaciones del trabajo y sus implicancias en el capitalismo contemporáneo resulta adecuada. Yo mismo tengo dudas en este punto –dudas que no puedo desarrollar en las páginas de esta reseña. Pero no tengo dudas, en cambio, acerca de que ningún análisis de esas transformaciones del trabajo y sus implicancias puede pasar por alto los aportes de esa tradición neo-operaísta. Y, en la medida en que dicha tradición es conocida sólo fragmentariamente en nuestro medio, Trabajo y valor en el capitalismo contemporáneo de Pablo Míguez es un libro que todo lector interesado en esa problemática debería leer atentamente.
Trabajo y valor en el capitalismo contemporáneo. Reflexiones sobre la valorización del conocimiento
Pablo Míguez
Editorial de la Universidad Nacional de General Sarmiento
Buenos Aires, 2020, 314 páginas
[1] Carlo Vercellone, economista del laboratorio CNRS del Centro de Economía de la Sorbona, es uno de los principales exponentes de la interpretación del capitalismo contemporáneo en términos de un capitalismo cognitivo. Sus ideas comenzaron a ser conocidos en nuestro medio gracias a la publicación en español de los artículos, reunidos y prologados por el propio Míguez, de Capitalismo cognitivo. Renta, saber y valor en la época posfordista (Buenos Aires, Prometeo, 2011). Recomiendo al lector interesado la entrevista de Míguez a Vercellone, publicada en esta misma revista, “Capitalismo y conocimiento. Entrevista a Carlo Vercellone: Existe una contradicción sustancial entre la lógica del capitalismo cognitivo y las condiciones para una economía basada en el conocimiento” (en Herramienta 50, Buenos Aires, 2012).
[2] La cuarta relectura contemporánea del concepto de trabajo abstracto que merece mencionarse es la vinculada con la “crítica del valor” desarrollada por Kurz, Jappe y los grupos Krisis/Exit (a la que hace referencia Vercellone en su prólogo). Esta, sin embargo, es prácticamente desconocida en nuestro medio.