23/11/2024
Los análisis sobre la clase obrera argentina siguen siendo, todavía hoy, un tema que despierta un enorme interés en nuestra sociedad. Más aún, el estudio sobre el accionar de los trabajadores durante la segunda mitad del siglo veinte ha generado numerosos comentarios y ásperas polémicas no sólo en el ambiente académico sino también fuera del mismo; en particular, en el seno de algunas organizaciones políticas y sociales. El presente libro busca sumar un modesto aporte, a través de distintas miradas, a este rico y fecundo debate historiográfico.
El proceso histórico iniciado con el peronismo en la década de 1940 abrió un constante campo de conflictividad entre las fuerzas del capital y las del trabajo. Uno de sus principales rasgos fue la sucesión permanente y alternada de regímenes de derecho y de facto. Detrás de las interrupciones castrenses se deslizaron dos asuntos problemáticos. Por una parte, esos años estuvieron enmarcados alrededor de las opciones surgidas tras la crisis del modelo de industrialización de bienes de consumo final. Por otro lado, y en relación con lo anterior, la etapa abierta estuvo signada por la cuestión de cómo había de encauzarse la participación de la clase obrera –y del peronismo como identidad política– en una nueva estructura social de acumulación. En otras palabras, las prácticas gremiales de los trabajadores ostentaron un peso significativo en los acontecimientos políticos y en los debates generados por el posible ordenamiento económico. Su entrada en escena como protagonistas frente a disyuntivas políticas e ideológicas muy variadas, no se limitó sólo a la dirigencia sindical. Por el contrario, el accionar y el comportamiento de esta última fue producto de la práctica de sus bases.
Además de resistir y enfrentar las distintas medidas económicas y sociales que buscaban cercenar sus derechos y conquistas, los trabajadores se enfrentaron durante esos años con gobiernos que intentaron marginar sus expresiones políticas. A pesar de ello, y no sin pocos sinsabores en ese trayecto, su irrupción laboral y organizacional cuestionó e intentó iniciar un camino superador a partir del ciclo abierto en 1969 con el Cordobazo. En este sentido, la permanente inestabilidad institucional de las presidencias peronistas setentistas fue la muestra palpable de la imposibilidad de domesticar a un movimiento obrero con un alto grado de movilización y de impugnación a sus líderes burocráticos y tradicionales.
El Proceso de Reorganización Nacional inaugurado en 1976 supo perfectamente cuál era el enemigo a combatir y a destruir. Entre sus principales objetivos, la última dictadura se propuso reestructurar el tradicional mercado de trabajo consolidado desde los años cuarenta. Para la concreción de este fin, el régimen militar intentó quebrar la clásica homogeneidad de la clase trabajadora mediante diversos instrumentos; entre los que sobresalió el intento de atomizar la negociación salarial en torno a las unidades de producción, haciendo que los incrementos en el monto de los haberes se determinaran de acuerdo con los aumentos de la productividad laboral. En forma paralela, el PRN buscó proteger a la jerarquía gremial del cuestionamiento del que era objeto por las bases obreras a nivel fabril. No fue casual que prácticamente la casi totalidad de sus miembros hayan preservado sus puestos en la conducción de las entidades laborales tras la larga noche pretoriana, mientras la mayoría de sus impugnadores (delegados, miembros de comisiones internas) integran –aun en el presente– la lista de los desaparecidos.
La restauración de la democracia electoral a partir de 1983 continuó teniendo como uno de los principales protagonistas dentro de la sociedad al movimiento obrero. Si bien las transformaciones económicas operadas –sobre todo– en los noventa trajeron numerosos cambios en las condiciones materiales y subjetivas de la clase trabajadora, la misma siguió estando vigente a la hora de realizar un análisis sobre la situación social y política del país. La reducción que evidentemente ha padecido en números globales el proletariado, así como la consiguiente tercerización de la fuerza laboral no ha implicado una fragmentación de su capacidad de actuación y de movilización. Los asalariados continuaron teniendo presencia durante estas décadas a través de sus organizaciones o de sus experiencias como clase, ya sea en el ámbito fabril o en los espacios territoriales que integran, habitan y producen. De este modo, pese a que numerosos conflictos han finalizado en sendos fracasos y que no pocas conquistas se han perdido, en un escenario signado por una brutal ofensiva del capital a escala mundial, la clase obrera sigue siendo el eje de la transformación histórica y de la oposición a los planes de acumulación de la burguesía.
Los artículos que integran el presente libro buscan fundamentalmente analizar la cuestión obrera a partir del propio accionar de los trabajadores en tanto clase. Si bien se considera el comportamiento de la dirigencia sindical, los estudios se abocan al examen del proletariado en tanto creador de las fuerzas productivas. En este sentido, esta obra se aleja de aquellos ensayos o corrientes historiográficas que prescindieron de estudiar a los trabajadores en tanto actor social mientras se concentraron en describir las prácticas de los líderes gremiales o el accionar de las entidades en su faz corporativa.
Por otro lado, en no pocos estudios se estableció una subyacente identificación entre entidades laborales y peronismo, apareciendo éste como el único –y, en algunas ocasiones, auténtico– representante de los trabajadores. De este modo, la descripción que se efectúa de la cúpula gremial aparece como equivalente a la historia del conjunto de la clase obrera. Esto sugiere una serie de cuestiones a considerar. En primer término, en innumerables oportunidades el pensamiento y la conducta de los líderes transitaron por carriles diferentes a los de la base. En segunda instancia, el poder de negociación y de presión que ostentaron y gozaron los dirigentes tuvo directa correspondencia con la capacidad de movilización de los trabajadores que, en realidad, fueron su verdadero fundamento de poder. En todo caso, la actuación de los jefes laborales fue posible por la fuerza que tuvo el movimiento obrero en esas décadas. En tercer lugar, existe una importante propensión a olvidar que hubo trabajadores que se identificaron con organizaciones de izquierda, tanto las que optaron por el accionar armado como las que no lo hicieron. Por último, esta obra considera valioso rescatar a los seres humanos de carne y hueso que diariamente, en distintos ámbitos de producción, generan el capital del que otros se apropian.
Los autores que escriben en esta compilación sostienen que, entre otros factores, esta ausencia de los trabajadores como actor social se relaciona con el empleo y las políticas de la memoria que se lleva a cabo tanto en los ámbitos académicos como en específicos espacios generadores de opinión pública. El silencio impuesto sobre algunas cuestiones y problemáticas no es un mero accidente. Es evidente la ligazón entre los temas de análisis y las decisiones políticas que adopta un investigador o un centro de estudio. Una de las tantas consecuencias del pasado régimen militar fue que numerosos intelectuales se alejaron de los tópicos y preocupaciones que tenían previo al golpe de Estado de 1976 y optaron por nuevas temáticas; de manera simultánea, esta tendencia se vio reforzada por la caída del denominado “socialismo real” y por el auge de las concepciones que abogaron por un “adiós al proletariado” y la afanosa búsqueda de impolutos (e ideales) sujetos sociales. Por último, entre otros elementos, tampoco fueron ajenos las formas y el sentido que se impregnó a la construcción del sistema democrático desde su advenimiento en 1983. La mirada que se ha tenido del mismo, la mayoría de las veces confrontándolo con los años setenta, ha signado que se privilegie y seleccione la observación de algunos asuntos por sobre otros.
Las presentes investigaciones buscaron rescatar las prácticas cotidianas de los trabajadores tanto en sus lugares de producción como en su ámbito territorial. Para eso, entre otras herramientas, nos valemos del uso de la metodología de la Historia Oral. La misma nos concede una amplia gama de posibilidades para descifrar los procesos de cambio y continuidad que protagoniza la clase trabajadora en todos los espacios que actúa, ya sea en los establecimientos fabriles como en los barrios. La dinámica que conlleva la preparación de una medida de fuerza, la organización de la misma por parte de los trabajadores, las lecciones que se van transmitiendo de generación en generación, de camada tras camada, entre otra cuestiones, son interesantes de percibir a través de los testimonios registrados en el transcurso de los artículos. Las entrevistas nos permiten adentrarnos en el terreno de las subjetividades, de la tradición y de la experiencia, son útiles porque se constituyen en un instrumento que nos posibilita el estudio de cómo se resignifican estas mutaciones a partir de nuevas prácticas, formas organizativas y culturas. Sin desconocer la utilidad de la documentación escrita, consideramos que para realizar una completa historia social de los trabajadores necesitamos también valernos de las fuentes orales.
El libro se estructura a través de una serie de artículos que recogen algunos aspectos puntuales de la historia reciente de la clase obrera argentina. Aunque los mismos se abocan a estudiar y reflexionar sobre ciertos problemas específicos que signaron las décadas pasadas, su examen y el empleo de la oralidad sirven para hallar elementos que permitan una explicación global y que ayuden a comprender la estructura y la dinámica de la vida social.
Marcos Schiavi se detiene en analizar la huelga de los obreros metalúrgicos de 1954. Si bien en los dos primeros gobiernos peronistas (1946-1955) se buscó imponer una lógica de verticalidad y disciplina al sindicalismo argentino, este proceso no fue total. Las bases obreras y ciertos niveles intermedios de dirigentes sindicales cobijaran en su seno durante ese período, aun en los momentos de mayor burocratización, remanentes de autonomía; autonomía que en ciertas circunstancias conflictivas se hizo más visible. Uno de los momentos donde ocurrió esto fue en el primer semestre de 1954. Allí, a raíz de las discusiones por los convenios colectivos, se desarrollaron distintos conflictos a lo largo de todo el abanico industrial urbano, varios de los cuales terminaron en huelgas generales por rama, intervenciones sindicales y desplazamiento de dirigentes. El caso metalúrgico fue el más relevante y paradigmático del período por sobre los otros. La hipótesis principal es que la huelga metalúrgica de ese año y las demás luchas que se dieron en simultáneo fueron un momento dentro de un proceso mayor de resistencia obrera a la ofensiva racionalizadora y productivista de la burguesía industrial argentina, ofensiva que había hecho propia el gobierno peronista durante su segundo mandato en el poder.
La investigación de Roberto Izquierdo se propone, a través del estudio de caso de los obreros del cigarrillo de la Ciudad de Buenos Aires, mostrar las condiciones de posibilidad tanto de la resistencia fabril como las de la lucha gremial durante las presidencias de la autodenominada Revolución Libertadora. Conforme a su hipótesis, la lucha gremial se nutre de una lucha subterránea que nunca es totalmente espontánea, dado que depende del grado de conciencia y organización de la clase obrera en un momento dado. Por otra parte, mediante el rastreo de las bases materiales de la resistencia obrera e intentando trascender las formas de conciencia social generadas por los trabajadores y, en especial, sus capas dirigentes, concluye que las huelgas reivindicativas del segundo semestre de 1957 son un epifenómeno de procesos socioeconómicos de mediano plazo.
Alejandro Schneider, por su parte, analiza las ocupaciones fabriles que se dieron entre 1962 y 1965; en particular, en el área metropolitana de Buenos Aires. El objetivo de su artículo es tratar de comprender algunas de las características que presentaron estas medidas de fuerza –que en varias ocasiones se hicieron con rehenes– así como también el impacto que éstas generaron en diversos sectores de la sociedad. El examen de estas protestas se enmarca en el cuestionamiento que hace el autor de las hipótesis que consideran a la década de 1960 como de desmovilización y de derrota para la clase obrera argentina.
El estudio de Julia Soul y Hernán Palermo analiza en forma comparada las experiencias de los colectivos de trabajo de las empresas YPF y SOMISA. En él se abordan la conformación de los autodenominados “ypefeanos” y “somiseros” a partir de las relaciones hegemónicas mediante las que se configuraron los espacios dominados por ambas empresas. Dichas relaciones, para las compañías analizadas en este artículo, revestían particularidades vinculadas con tres elementos: las políticas empresarias que desbordaban el espacio propio de trabajo para situarse también en la vida cotidiana de los trabajadores; el carácter estratégico de la producción petrolera y siderúrgica y la propiedad estatal de ambas empresas concurrieron en la conformación de lo que los autores llaman una “comunidad de fábrica”. Este principio rector en la experiencia tuvo como consecuencia vital una particular estructuración de la experiencia obrera caracterizada por el desplazamiento del conflicto capital-trabajo por la oposición nacional/extranjero.
El libro se cierra con el artículo de Pablo Vommaro. El objetivo central del mismo es aportar a la comprensión de las nuevas configuraciones políticas, subjetivas y productivas de las organizaciones sociales urbanas en la Argentina en relación con las transformaciones y mutaciones del sistema capitalista (específicamente en lo referido a la organización del trabajo y del proceso productivo) en los últimos treinta años (período 1970-2004). El texto está elaborado a partir del trabajo con una experiencia de organización social: el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de San Francisco Solano (Quilmes). Asimismo, esta organización es puesta en relación con experiencias que se desarrollaron en la zona en años anteriores como, por ejemplo, las tomas de tierras y las construcciones de asentamientos que se produjeron en el distrito antes citado y en Almirante Brown entre los meses de agosto y noviembre de 1981. El propósito principal es analizar la manera en la que se despliegan las características actuales de la producción, territorialmente situada, en algunos espacios del MTD de Solano.
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