28/03/2024

Represión en democracia. De la "primavera alfonsinista" al "gobierno de los derechos humanos". Prefacio de María del Carmen Verdú

La idea de escribir este libro nació hace casi 18 años, a partir de un graffiti en la pared de una comisaría. Era el 3 de mayo de 1991, el día que los padres de Walter Bulacio se presentaron como querellantes en la causa penal, con mi patrocinio y el de Daniel Stragá. De pie, en la mesa de entradas del juzgado de menores nº 9, fuimos pasando las hojas del incipiente expediente. No era la primera vez que tomábamos intervención en una causa penal en la que se investigaba la muerte de un chico a manos de la policía. Aunque no era una situación novedosa, ni había manera de presentir entonces cuánto iba a influir el caso Bulacio en la lucha antirrepresiva, de pronto una imagen me llamó la atención. Prolijamente, como estilan los juzgados, estaban pegadas en varias fojas las fotografías del lugar del hecho: la comisaría 35ª de la policía federal. Una de esas fotos mostraba la pared del calabozo donde Walter y otros diez chicos habían pasado la noche. Con rasgos casi infantiles -ninguno tenía más de 17 años- uno de ellos había escrito, raspando la pared, los once nombres: Jorge, Walter, Kiko, Erik, Leo, Nico, Nazareno, Betu y Héctor. Abajo, decía, simplemente: CAIMOS POR ESTAR PARADOS. Y una fecha: 19/4/91.

 
Era claro lo que el pibe quiso escribir: nos detuvieron sin motivo, no estábamos haciendo nada, sólo estábamos parados esperando el recital. Pero, aunque la idea seguramente no pasó en forma consciente por la cabeza del graffitero, para mí el mensaje fue otro, igual de claro. Caímos por estar parados, por no hacer nada, por estar inmóviles. La simple protesta de un pibe porque lo llevaron preso, estaba advirtiendo que la pasividad y el conformismo son presupuesto de la sumisión y de la derrota. Pensé entonces que era una frase que merecía un libro, y aquí, con algo de demora, lo estoy cumpliendo.
 
Fue necesario que pasaran todos estos años, porque este libro no es producto de la meditación individual, sino que se fue construyendo a partir del aprendizaje cotidiano en la cara misma de la realidad, en el marco de una organización. Ninguna de las ideas que aquí se exponen nació sólo del estudio y la reflexión teórica, ambos recaudos imprescindibles, pero no suficientes. Sin la experiencia de la militancia cotidiana contra las manifestaciones concretas de la represión estatal, no tendría nada digno de ser contado. Ninguna de estas ideas es “mía”, sino que las fui comprendiendo gracias a la discusión y el debate con mis compañeros, siempre articulados con el análisis de la realidad.
 
Por eso este libro está dedicado a mis compañeros de militancia, esos cómplices que instigaron y participaron de mil maneras para que fuera posible la comisión de este hecho. A los que tuvieron la difícil tarea de discutir los primeros borradores; a los que quemaron horas y horas corrigiendo originales; a los que duplicaron o triplicaron su carga de tareas, “porque la Negra tiene que escribir”; a todos ellos les dedico lo que salió bien. Los errores, son míos.
 
Y muy especialmente, dedico este libro a una parte singular de mis compañeros de CORREPI. Son los que llegaron a la militancia desde la tragedia más atroz que se puede experimentar: el asesinato de un hijo; y, partiendo de las peores condiciones materiales, sin experiencia militante ni otros recursos, lograron convertir su dolor en conciencia, y transformar el reclamo individual en lucha organizada. Esos compañeros -y compañeras, en su mayoría- son los que están en la primera línea de fuego, en los barrios pobres donde viven. Son referentes antirrepresivos reconocidos por sus vecinos, a los que aconsejan y ayudan cuando hace falta. Por supuesto, son también conocidos por la policía, con la que confrontan todos los días, y por los punteros locales de los sucesivos gobiernos, que no desperdician ocasión para intentar controlarlos, seducirlos, comprarlos o intimidarlos.
 
Aunque alguno aprendió a leer y escribir haciendo volantes y banderas, nos enseñan a diario lo que vale la pena aprender: que no se olvida, que no se perdona, que no se concilia con el enemigo. Que es bueno y sano el odio al represor y a sus patrones, y que se puede militar con alegría.
 
Este libro es para todos ellos: ...Delia, Estela de Villa Caraza y Estela de Rafael Castillo, Ramona de Villa Fiorito y Ramona de Moreno, Mary, Sandra y Nancy, Omar y Angélica, Virginia, Narciso y Ely, Nicanor y Zuny, Silvana, Carmen, Josefina, Graciela, Esther, Marta, Oscar y Mirta, Ana María, Mabel...
 
María del Carmen Verdú
Buenos Aires, diciembre de 2008
 

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