20/04/2024

Producción de conocimiento, ciencia y mercado capitalista. Consideraciones acerca de los estudios sobre sociedad-naturaleza.

Por Galafassi Guido , ,

La ecología es el eco
producido por el estruendo
con que el capitalismo destruye el mundo.
Pues, independientemente de lo que diga la Universidad,
la ecología más que una ciencia es
un discreto velo, un ungüento lubricante y,
en el mejor de los casos.
una aspirina científico-técnica.

Roque Dalton

En el estado actual de la sociedad capitalista, donde los procesos de alienación social y cultural son tan profundos que hasta el propio concepto de alienación ha desaparecido de toda consideración intelectual y aún es calificada como solo una rémora del pasado, pensar y producir conocimiento teórico critico para discutir y debatir también dentro del ámbito académico y científico, constituye una tarea que, claramente, no cuenta con los aplausos de la mayoría.

Y mucho más si se abordan ámbitos del conocimiento y la realidad considerados como entidades autónomas y separadas, tal como han sido clasificadas la naturaleza y la sociedad. Sucede que la mayor parte de las instituciones académicas y científicas consideran fundamentalmente como válidas las investigaciones de carácter empírico que, dentro de los límites estrechos de cada disciplina, siguen puntualmente el esquema metodológico bendecido por la "tradición" científica, denostando como pura especulación (incluso la filosofía es institucionalmente tratada como otra ciencia cualquiera) todo intento por "ensayar un pensamiento teórico" que, dado este contexto, es por definición "crítico".

La caracterización de "cientificismo" elaborada por Oscar Varsavsky (1969) en los años setenta sigue, lamentablemente, tan vigente como entonces, pese a que, obviamente, hoy haya sido también olvidada. Ocurre que, en una sociedad capitalista, es imposible escindir la producción del conocimiento de los principios básicos que rigen a esta sociedad y tienen que ver con la maximización de las ganancias a través de la explotación del trabajo en el proceso de acumulación económica.

Conocimiento y mercado

Así, en esta sociedad donde el valor de cambio tiñe todo, donde el consumo-mercancía alcanza y reemplaza cualquier otra forma de valoración llevando a la economía de mercado a sus límites más lejanos, el mundo del conocimiento científico no ha escapado a estas influencias, y esto, dentro del ámbito del conocimiento, se ha agudizado en las últimas décadas.[2] Y en esto están involucrados no solo buena parte de los científicos "oficiales", que han olvidado todo intento de debate respecto al cambio social (que estuviera tan de moda a partir de los años cincuenta), trocándolo por el posibilismo y el "fin de la historia" -lo que obviamente implica abandonar el mismísimo ideario de "progreso liberal" que legitimó la construcción de la ciencia moderna-, sino también, y esto es claramente más grave, aquellos académicos que fueran "revolucionarios" en los años setenta y son actualmente promotores de la apatía y la incertidumbre posmoderna (fenómeno particularmente notable en la Argentina), amparados en prácticas e instituciones que fragmentan y cosifican el mundo del conocimiento a través de férreos y artificiales limites disciplinarios (lo que lleva implícito el demonizar el estudio articulado e integral del binomio naturaleza-sociedad) así como de restrictivos y vigilados enmarcamientos ideológicos.

La dupla neoliberalismo-posmodernidad ha profundizado la tendencia ya magistralmente denunciada por Varsavsky. Frente a la máxima posmoderna del "fin de la historia y muerte de las ideologías" vigentes en buena parte del mundo intelectual, y desde una posición que parte del concepto de "praxis" como integración de teoría y práctica con potenciales liberadores, vale rescatar el concepto de "cientificismo" como aquel que mejor se ajusta a definir el actual proceso de generación, reproducción y alienación del conocimiento, con especial referencia a la Latinoamérica neoliberal: "cientificista es el investigador que se ha adaptado a este mercado científico, que renuncia a preocuparse por el significado social de su actividad, desvinculándola de los problemas políticos, y se entrega de lleno a su ‘carrera’, aceptando para ella las normas y valores de los grandes centros internacionales, concretados en su esacalafón" (op. cit.). Es decir, la ciencia al servicio del capital, fundamentalmente a partir de la estrategia indirecta de abstenerse de inmiscuirse en todo conflicto social que vaya más allá de los estrictos problemas domésticos de la academia.

En este contexto, la consideración del binomio naturaleza-sociedad constituye uno de los casos paradigmáticos de "unidimensionalidad" del trabajo intelectual, dado que ante los procesos de degradación socio-natural (que constituyen una muestra más de las contradicciones de la sociedad capitalista) se evidencia la incapacidad del conocimiento moderno para reflexionar en forma articulada y conjunta sobre el mismo. Este binomio naturaleza-sociedad, en tanto manifestación de la realidad material-simbólica, ha sido postergado absolutamente por la ciencia positivista moderna (tanto por la liberal, como también en parte por el propio marxismo[3], alejándose así de los escritos del propio Marx) ya que la ciencia moderna y sus instituciones las han definido -"científicamente" por supuesto- como ámbitos separados y (casi) inconexos, de tal manera que se han construido grandes campos del conocimiento (y de la formación académica) separados: por un lado las ciencias naturales, y por otro las ciencias sociales o humanas.[4] Esto dio como resultado una serie de ramas científicas, especializadas cada una de ellas en una porción delimitada de la existencia[5], legitimándose así toda una estructura de justificaciones intelectuales y burocráticas que termina concibiendo a la realidad y a la ciencia misma como un conjunto de fragmentos autónomos, y que nada hace por intentar comprender los procesos de continuidades, transformaciones y rupturas entre las diversas especies de entidades y procesos que conforman la trama compleja de la realidad. A la separación artificial de economía, política y sociedad llevada adelante por la producción liberal de conocimiento, ya denunciada por un Marx que le oponía su análisis integral y articulado, deberíamos agregar hoy la separación entre naturaleza y proceso social que la ciencia se empecina en mantener, y que solo un reducido número de autores políticamente radicales se encarga de denunciar: por ejemplo, Bookchin (1991), Fotopoulos (1997), O´Connor (2001), etcétera. Es que, como ya dijimos, el campo del conocimiento contemporáneo está preñado de variados y profundos vicios inscriptos también dentro de los procesos de alienación de la sociedad moderna de mercado. No hay duda que el concepto de alienación puede tener diversas manifestaciones y significaciones, pero el predominio del proceso de mercantilización de la existencia en las sociedades contemporáneas impone una impronta en los diferentes ámbitos de la realidad. La necesidad de convertir todo en mercancía que anima a nuestra sociedad de mercado lleva indefectiblemente a un proceso de alienación, en donde los sujetos sociales ya no son dueños de sus propios destinos, pierden toda libertad y capacidad de decisión, en favor de la lógica del mercado que por ellos (o por nosotros) se encarga de asignar recursos y funciones. De aquí que, contra lo que machaconamente se sostiene, liberalismo en absoluto es sinónimo de libertad. Porque la lógica del mercado se sustenta sobre procesos de explotación, tanto de los hombres entre si como de los hombres en relación a la naturaleza, en donde la libertad obviamente no entra en juego, y en donde a partir del entramado de complejas relaciones sociales se impone una lógica de dominio y control sobre sus actividades, sus funciones e incluso sobre sus cuerpos. Además, la mercancía y su lógica de producción y consumo recurrentes se edifica necesariamente sobre procesos de construcción-destrucción, construcción (o reproducción) de fuerza de trabajo a costa de la destrucción del sujeto como entidad libre y creadora; y construcción de un ambiente artificial (sumatoria compleja de mercancías) a costa de la destrucción de la naturaleza, en un entramado de clara interrelación dialéctica. Así, la alienación en las sociedades contemporáneas se define principalmente por su capacidad de cosificación, homogeneización y fragmentación, por cuanto definido un procedimiento válido para la acumulación y la maximización de ganancias y poder, resta solo normatizar (domesticar y hacer controlables y previsibles) tanto a los sujetos como a la naturaleza, en pos de su reclutamiento para alimentar los múltiples procesos de explotación. En este contexto es que la alienación está presente, no solo en las relaciones sociales de producción (que no se circunscriben a las relaciones entre sujetos sociales, entre explotadores y explotados, pues incluyen las que se establecen entre sujetos sociales y porciones de naturaleza) sino también, y en relación dialéctica con aquella, en las relaciones sociales de construcción del campo político, y en las relaciones sociales de legitimación social y cultural, lo que incluye el mundo de la producción de conocimientos.[6]

Para contribuir a comprender (y superar) los múltiples mecanismos de dominación y alienación, es necesario desentrañar también las formas consecuentes que asume el proceso de producción de conocimientos y que aborda la relación naturaleza-sociedad en términos que, cláramente, alientan la fragmentación, homogeneización y cosificación de la realidad que se pretende explicar. En definitiva, es primordial reflexionar, parafraseando a Mandel, en como la economía y sociedad moderno-capitalista (y la ciencia asociada) es no solo una empresa gigantesca de deshumanización, sino también de desnaturalización, por cuanto transforma a los seres humanos y a la naturaleza, de objetivos en si mismos en instrumentos y medios de hacer dinero y acumular capital.[7] Cualquier discusión apuntada a superar el proceso de alienación existente en la sociedad contemporánea debe necesariamente partir del carácter de instrumentalidad[8] que posee la racionalidad dominante y que se corresponde dialécticamente con el modo de organización económica, política y sociocultural vigente.

Las ideologías liberales (sean ellas modernas o posmodernas) dominantes en esta sociedad industrial-capitalista, se empecinan en desconocer que la intervención sobre la naturaleza se ejecuta a partir del proceso de trabajo, tal como lo identificara ya Marx en, por ejemplo el libro I de El capital (1988: 215-223). La naturaleza representa entonces, en última instancia, el objeto sobre el cual se actúa; el recurso natural es apropiado y transformado según una lógica de producción que privilegia fuertemente la instrumentalidad de todo el proceso. Así, a la alienación básica existente en la relación de explotación del capital sobre el trabajo, se agrega la alienación existente en la explotación de la naturaleza por el capital a través del proceso de trabajo.

De esta manera, es imposible separar dominación de clase, explotación de la naturaleza y racionalidad instrumental, todo lo cual se resume en el proceso de alienación que genera diferentes situaciones como puede ser una sociedad unidimensional (Marcuse, 1968) basada en el despilfarro o también una sociedad asentada en la pobreza o la marginalidad socio-económica de la mayoría de sus miembros.

Es así que la premisa del proceso moderno de instrumentalización de la razón, expresado en la idea de razón subjetiva (Horkheimer, 1969), constituye un elemento indispensable para interpretar y entender más profundamente los estrechos vínculos entre sociedad, naturaleza y alienación. Últimamente se ha producido, en el ámbito del conocimiento y la acción social, un vuelco importante que hace de la relación naturaleza-sociedad una preocupación central, pero cayendo en muchos casos en una interpretación "exclusivamente ambientalista" que intercambia el lugar central que tenía el hombre en la explicación tradicional de la realidad por la naturaleza, pasando de un antropocentrismo a un "ambiente-centrismo" (Galafassi, 2001 y 2002)

Disciplinas, corrientes teóricas y relación naturaleza-sociedad

Pensar las relaciones entre naturaleza y sociedad implica entonces, necesariamente, remitirse (pero examinando y cuestionando) a ciertos pilares fundamentales sobre los cuales se ha edificado tanto el conocimiento como la construcción de la realidad social en la modernidad. Las evaluaciones críticas sobre el capitalismo en tanto sistema que perpetua, aunque renovando las formas, los mecanismos de explotación, alienantes por lo tanto, del hombre por el hombre, son casi tan viejos como el capitalismo mismo. Casi todas estas, con el marxismo a la cabeza, intentaron un abordaje integrador (quedándose a medio camino en numerosos casos) para dar cuenta de las complejidades de componentes y relaciones de la sociedad moderna. Pero por otro lado, con la constitución del positivismo y el historicismo (o ciencias de la comprensión) se consolidó, por el contrario, una férrea especialización disciplinaria.

A partir de mediados del siglo XX, comenzaron a emerger nuevos enfoques que focalizaron la crítica sobre las contradicciones entre el hombre y la naturaleza -o el ambiente- (Ojeda y Sanchez, 1985; Ferry, 1994). Estos en sus inicios plantearon la necesidad de practicar también un fuerte giro epistemológico, al proponer el análisis de una realidad conformada por elementos (sociedad-naturaleza) que la ciencia moderna los veía hasta ese momento en campos predominantemente independientes y separados. Así se impulsaron las reflexiones sobre la multidisciplinariedad, la transdisciplinariedad y la interdisciplinariedad que tuvieron su momento de auge en los años 60 y 70 (Leff, 1986). A partir de aquí, y coincidiendo con la aparición en escena del posmodernismo y el neoliberalismo (que configuran rostros diversos de propuestas y puntos de vista convergentes) los estudios sociedad-naturaleza comienzan a perfilar sus límites disciplinarios estableciéndose al fin como nuevas "especializaciones". Esto se concretó, al surgir dentro de cada disciplina tradicional la rama especializada en lo ecológico o lo ambiental (por ejemplo, la antropología ecológica, la economía ambiental, la sociología ambiental, la ecología humana, etc.). Como consecuencia, los estudios relativos a las relaciones entre sociedad-naturaleza comenzaron a ocupar "mansamente" su lugar en el vasto campo de disciplinas y subdisciplinas dentro de las ciencias sociales y también naturales. Esto implica abandonar el incipiente espíritu original de integración de realidades, para "disciplinarse" y remitirse a su nuevo campo de estudio específico. Así, al alienarse esta perspectiva, que parecía integradora en un principio, queda imposibilitada de explicar, para superar, el proceso de alienación socio-natural existente. Al mismo tiempo, las especializaciones tradicionales de las ciencias sociales y naturales continuaron, y continúan aún, con sus estudios específicos manteniendo una escasa conexión con estas nuevas especializaciones. Es así que fundamentalmente los estudios de relación sociedad-naturaleza y los estudios ambientales se limitan en su mayoría solo a sugerir (o a brindar el conocimiento básico para esto) remediaciones "técnicas" a los conflictos, sin explicar -y menos cuestionar- las causas profundas de la degradación, que surgen de las propias contradicciones del sistema capitalista.

Pero la disyuntiva de considerar los estudios relativos a las relaciones entre sociedad-naturaleza como nuevas especialidades por un lado y el resto de las ciencias como especialidades tradicionales por otro, es cuanto menos una disyuntiva falsa. Y es aquí donde es indispensable adoptar una posición fuertemente crítica frente a estas nuevas "especializaciones". Porque justamente lo importante es mirar a la realidad partiendo de sus problemáticas complejas y no de recortes arbitrarios generados desde cierta metodología del conocimiento o de ciertos resortes institucionales que solo aportan a consolidar la fragmentación necesaria para el dominio del mercado -y la hegemonía de la ciencia económica- (Gare, 2002)) en el marco de la fragmentación alienante de la sociedad donde todo se convierte en mercancía. Intentar entonces estudiar el complejo naturaleza-sociedad-alienación implica empezar a construir una mirada dialéctica sobre la realidad desde una perspectiva integradora y articuladora del conocimiento (abandonando la especialización alienante), que comience superando el proceso de cosificación y homogeneización científica vigente para recién así poder comprender y superar los mecanismos de alienación social, cultural, económica y política de nuestra sociedad con predominio absoluto del mercado, que no se limita a (aunque se construye desde) una simple explotación económica.

En este punto no podemos, de ninguna manera, olvidar toda la carga ideológica, epistemológica y teórica que implica la especialización como herramienta fundamental de la razón instrumental. Este modelo racional tan claramente explicado por Horkheimer y Adorno (1969) y que se asume como aquella "razón subjetiva" que ordena los medios al fin, definiendo a lo racional como a lo útil, de tal manera que una vez decidido lo que se quiere, la razón se encargará de encontrar y definir los medios para conseguirlo. No es necesario agregar que el complejo ciencia-tecnología del capitalismo y del autodenominado "socialismo real", representa el fiel reflejo de este proceso.

La noción de razón instrumental ilumina la génesis del proceso de segmentación intelectual y manejo utilitario de los recursos sociales y naturales. La crisis de la sociedad capitalista moderna en términos de no haber podido extender a toda la humanidad los ideales de igualdad y solidaridad, generando, por el contrario, infinidad de nuevas formas de exclusión (tanto en el ámbito de la vida social como en el del conocimiento), tiene su correlato en la explotación indiscriminada de la naturaleza. Todas estas situaciones no son otra cosa que manifestaciones diversas de una misma lógica utilitarista[9].

Y es esta racionalidad instrumental, en tanto reunión de positivismo y sociedad capitalista, lo que ha conducido a la humanidad por caminos dominados por la explotación tanto de la naturaleza como de los hombres mismos, conformando así complejos mecanismos de alienación que en la mayoría de los casos se retroalimentan. Porque se concibe al desarrollo, en forma excluyente, como el proceso de crecimiento al infinito sustentado en la lógica de la cuantificación, la cosificación y la fragmentación (tanto del proceso social como del conocimiento). Así, la finalidad central de la vida humana pasa a ser el crecimiento ilimitado de la producción de mercancías en sus diversas manifestaciones y de las fuerzas productivas (alienantes por definición en el capitalismo). El desarrollo es visto como un movimiento con dirección fija sobre una abscisa de valor creciente. Y este movimiento implica una sucesión infinita en el sentido de cada vez más (Castoriadis, 1986). El movimiento entonces, es más y más, más mercancías, más ganancias, más decimales en los valores numéricos de las constantes universales, más tierras a explotar, más uso de recursos, más productividad, y que lleva a cada vez más desigualdad social, más pobreza, más dominación ideológica y más conflictos ambientales[10], es decir, a más y más alienación.

Porque la economía liberal-neoclásica (y sus funcionales corrientes de la historia y la sociología) dominante desde fines del siglo XIX -y las variantes del "marxismo vulgar" también-, representan un modelo ejemplar de construcción positivista del proceso de conocimiento moderno. Su afán por considerar al ámbito económico como un ámbito especializado y separado, junto con la utilización excluyente de explicaciones matematizables (basadas en férreas reglas de regularidad y previsibilidad) y su funcionalidad al sistema de poderes dominante basado en la desigualdad y la exclusión, hacen de esta manera de explicación de la realidad, uno de los principales promotores intelectuales de la fragmentación de la sociedad moderna, al estar por definición, incapacitada para comprender, o siquiera interesarse, por la emergencia de múltiples procesos complejos y dialécticos (es decir que actúan en red y a diferentes niveles entre los diversos ámbitos del proceso social de poderes antagónicos y que en consecuencia no tienden necesariamente al equilibrio) de alienación social y socio-natural.

Es por esto fundamental plantear una mirada alternativa sobre la realidad a través de la aproximación a perspectivas críticas y de articulación de tradiciones disciplinarias (para romper así los arbitrarios límites fromales). De esta manera, mirar al mundo social desde las relaciones entre Sociedad-Naturaleza-Alienación implica mirarlo en términos de procesos sociales e históricos en su relación con el mundo natural desde una perspectiva dialéctica, cosa que mayoritariamente las especialidades disciplinarias no pueden hacer por sus autoimpuestas limitaciones temáticas, y porque dominantemente suelen reconocer solo los aspectos parcializados (o sin historia, o sin economía, o sin naturaleza, etc.) de los procesos sociales.

Es entonces indispensable la búsqueda de la integración de conocimientos para la construcción de un pensamiento crítico en, por lo menos, tres sentidos fundamentales. Por un lado contra el positivismo cientificista y cientifizante que pretende justamente recortar la realidad en disciplinas en tanto compartimentos estancos. Por otro, contra el devastador avance del capitalismo, con su actual variante neoliberal en sus diversas manifestaciones a lo largo y ancho del espacio. Y por último, a favor de la incorporación en el análisis de las luchas antisistémicas de distintos pueblos y sectores sociales en donde las contradicciones sociedad-naturaleza (como expresión paralela de la contradicción capital-trabajo) son un eje principal. De esta manera se hace necesario romper con la funcionalidad de la "especialidad científica" que constituye una de las columnas fundacionales de la sociedad sustentada en la economía de mercado donde todo es reducible a la categoría de mercancía. Sin dudas, que esta es una tarea ciclópea, pero la construcción de nuevas formas socioeconómicas y políticas no alienantes es imposible sin la construcción conjunta de nuevas formas de conocimiento que la apuntalen y la legitimen.

Bibliografía

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Bookchin, Murray: The Ecology of Freedom: the Emergence and Dissolution of Hierarchy. Montreal, Black Rose Books, 1991.

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Ferry, Luc: El nuevo orden ecológico. El árbol, el animal y el hombre. Barcelona, Tusquets, 1994.

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Latouche, Serge: «La nature, l´ecologie et l´economie. Un approche antiutilitariste". En, Revista Theomai/Theomai Journal, Nº 4, 2º semestre de 2001, pp. 63-75.

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Lukács, Georgy: Historia y conciencia de clase. Madrid, Sarpe, 1984.

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Varsavsky, Oscar: Ciencia, política y cientificismo. Buenos Aires, CEAL, 1969.

Wallerstein, Emmanuel: Abrir las ciencias sociales. México, Siglo XXI, 1996.


[2]Aunque en la década del sesenta Baran y Sweezy (1966) ya advertían sobre el asunto: "¿Cómo podemos considerar la paradoja de que científicos sociales más y mejor preparados fracasan aún más deslumbradoramente al explicar la realidad social? Sin duda, parte de la respuesta radica en el simple oportunismo. Quien paga al gaitero pide la tonada, y todo mundo sabe quiénes son los que pagan y qué tonadas prefieren. En una sociedad capitalista una demanda efectiva siempre producirá su propia oferta".

[3] Lukács (1984:185) define al marxismo vulgar (o economicismo) como aquel que "ha tomado categorías puramente históricas -y precisamente, como la economía vulgar, categorías de la sociedad capitalista- por categorías eternas. El positivismo y economicismo presente en tantos enfoques marxistas, cometen justamente este craso error, al tomar de la epistemología liberal conceptos que cosfican la realidad siendo por lo tanto absolutamente contradictorios con un pensamiento dialéctico.

[4] Mészáros (2003:64) advierte sobre como "Bajo el dominio del capital, hay una tendencia a distorsionar el tiempo histórico, tanto hacia el pasado como hacia el futuro, para eternizar el presente", lo que podría equivaler en este caso a la eternización de cierta funcionalidad de la especialización del conocimiento necesaria en los orígenes de la ciencia moderna, tendencia que se consolidó y congeló dejando de lado cualquier revisión crítica.

[5] Esta compartimentalización del conocimiento tuvo su punto de máxima construcción durante el siglo XIX, tal como define Wallerstein (1996): "la historia intelectual del siglo XIX está marcada principalmente por esa disciplinarización y profesionalización del conocimiento, es decir, por la creación de estructuras institucionales permanentes diseñadas tanto para producir nuevo conocimiento como para reproducir a los productores de conocimiento" (p. 9).

[6] En todos estos procesos, el Estado capitalista cumple un papel esencial pues, como decía Gramsci (1975:107) "Estado es todo complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no solo justifica y mantiene su dominio sino también logra obtener el consenso activo de los gobernados".

[7] Fórmula descriptiva del capitalismo tomada de Ernest Mandel (1998:63 ) pero ampliada y complejizada con la incorporación de la naturaleza y la ciencia, elementos que en la caracterización de Mandel no aparecen.

[8] Max Horkheimer (1995) ya describía a la naciente ciencia política del Renacimiento como aquella orientada a encontrar regularidades para así, al igual que las ciencias físicas, poder controlar el proceso social. Este proceso de conocer para dominar marca y define profundamente a la ciencia moderna.

[9] Un interesante análisis de una aproximación antiutilitarista en relación a la naturaleza y la economía se puede encontrar en el trabajo de Serge Latouche (2001).

[10] Un análisis a partir del concepto de "crisis biológica" puede verse en el trabajo de Panayotis Coumentakis (2004)

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