26/12/2024
Por Silbert Jaime , ,
Introducción
Desgraciadamente, cuando en los periódicos que leemos encontramos noticias acerca de la península coreana, en general se refieren a tensiones, enfrentamientos o peligro nuclear. Un ejemplo de ello es el artículo del diario Clarín (Buenos Aires, 2 de febrero de 2002, pág. 33), titulado "La crisis nuclear. Nuevo round Corea del Norte-Estados Unidos", citado desde Seúl por las agencias AP y EFE para Clarín: "La nueva situación de tensión que vive la península coreana es producto de la intransigencia y de una política irresponsable del régimen norcoreano". Sin embargo, el artículo no hace casi referencias a los condicionantes históricos del conflicto y ni siquiera a las realidades socio-políticas, militares y diplomáticas que generan estas tensiones y al rol de los Estados Unidos en dicha situación.
Por supuesto que podría realizar un análisis minucioso de los párrafos del artículo para mostrar los condicionamientos que crea en los lectores este tipo de discurso. Por ejemplo: "Para Pyongyang el hecho de que Bush se haya referido al país comunista como ‘un régimen fuera de la ley’ fue suficiente para considerar esas palabras como una declaración de guerra".
Volveré en el desarrollo de este escrito sobre las verdaderas implicancias del párrafo anterior y las alabanzas con que el presidente Bush etiqueta constantemente a Corea del Norte. Por el momento, es mucho más importante comprender la complejidad que vive la península coreana, tal vez uno de sus momentos históricos más decisivos para superar decenios de desencuentros de un pueblo y una cultura milenaria dividida en dos sociedades y dos estados.
Este es el punto central a elaborar, es decir, bajo que condicionantes se desarrolla esa creciente búsqueda de un renovado diálogo hacia el reencuentro de dos sociedades muy diferentes entre sí, pero que forman parte de un mismo pueblo y de una misma cultura.[1] La República de Corea (Corea del Sur) y la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte) se encuentran divididas al sur y al norte de esa línea arbitraria tan famosa mundialmente, tan militarizada y tan explosiva: el paralelo 38°[2], que representa la cruda geografía y es, al mismo tiempo, la materialidad de la división geopolítica y de la compleja realidad histórico-cultural que vive el pueblo coreano.
Es posible entender la conflictividad existente en la península coreana y la creciente búsqueda de un renovado diálogo entre Corea del Sur y Corea del Norte a partir del análisis y la comprensión de las nuevas realidades que emergen en ambos países desde el decenio de 1990 en adelante. Las transformaciones acaecidas en el nordeste asiático en el mismo período, la crisis económica mundial capitalista, la creciente mundialización (globalization) de ésta y finalmente el rol de los Estados Unidos en el incremento de la conflictividad en la península. Todos estos factores deben ser analizados separadamente y como conjunto interrelacionado. Lo anterior nos permitirá entender, por ejemplo, por qué al mismo tiempo resurge y se potencia la conflictividad y continúa el diálogo y la cooperación entre ambas Coreas.
Desde la perspectiva planteada en lo afirmado antes, deberíamos intentar comprender el significado y la implicancia de la crisis mundial capitalista y la creciente mundialización de nuestras economías en las últimas decenios, por el impacto que estos acontecimientos han tenido sobre la península coreana y el noreste asiático.[3] El proceso creciente de mundialización capitalista que vivimos se inicia en los años setenta y se encuentra íntimamente ligado a la crisis del modelo de acumulación capitalista del período anterior. Este proceso no es por lo tanto neutral, sino que fue constantemente provocado por las potencias que lideran el capitalismo mundial. Sus líderes son aquellos que dominan el mercado mundial y más específicamente las grandes organizaciones capitalistas que podían manipular los mercados financieros mundializados y sortear las regulaciones y los controles estatales. Este tipo de creciente mundialización fue impulsado por diferentes actores e instituciones internacionales. Por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) tuvo un rol importante en este sentido a través de sus intervenciones frente a las crisis de deuda o de financiación de los estados nacionales periféricos.
La creciente mundialización capitalista de la última generación fue una respuesta a la crisis de acumulación que se generó en las economías centrales como consecuencia de la caída constante de la productividad y la presión generada para aumentar los precios de ciertos insumos básicos, caso del petróleo, y que terminó con los años dorados del período anterior (1950-1975). Este proceso de renovada acumulación produjo una marcada tendencia en las últimas decenios a una redistribución geográfica del capital hacia las regiones periféricas del capitalismo. Pero también, como en otros períodos de finales de un ciclo de crecimiento capitalista, se produjo una creciente acumulación del capital, en tanto capital financiero, lo que algunos autores como Giovanni Arrighi denominan la financierización del sistema capitalista.[4] Esto produjo una autonomía del capital financiero en tanto capital especulativo. Las transacciones financieras globales diarias alcanzaron a mediados de 1990 la suma de 1,5 trillones de dólares. El crecimiento de este capital financiero fue dos o tres veces más rápido durante este período que el crecimiento del producto mundial. Mientras que este producto mundial era en 1993 de 23,6 trillones de dólares, el dinero depositado en las instituciones financieras internacionales alcanzaba por lo menos los 14 trillones de dólares. Las consecuencias socioeconómicas de esta creciente mundialización capitalista eran: continuas crisis financieras, desempleo masivo y polarización de la riqueza. Esta renovada mundialización capitalista, lejos de resolver la crisis abierta en el decenio de 1970, la expandió a escala planetaria. La mundialización capitalista creó un enorme desafío al Estado-nación. No es verdad que esta institución fundamental para la reproducción de las relaciones capitalistas sea obsoleta e impotente.[5] Los ideólogos acríticos de la mundialización así lo quisieran, un "Estado light". Por supuesto que el Estado-nación ya no es lo que fue en el período anterior, pero la relación entre la mundialización actual y esta institución es mucho más compleja y depende en gran medida de las relaciones sociales existentes y de lo histórico-cultural, es decir de las síntesis históricas alcanzadas por las diversas sociedades existentes y los estados-naciones realmente conformados entre finales de los siglos xviii y xx.
Este complejo proceso de crisis y creciente mundialización capitalista es sintetizado por Lee Su-Hoon así:
En orden de hacer que las actividades del capital sean más flexibles, la mundialización presiona a las regiones periféricas del mundo a abrirse y homogeneizarse. Si la mundialización puede percibirse como la tendencia de la reestructuración capitalista para superar la crisis de acumulación, la reestructuración abarcaría a todos los sectores de una sociedad dada. La presión a la apertura y la homogeneización también aceleran la reestructuración cultural en las regiones periféricas.[6]
La mundialización creciente y las transformaciones del nordeste asiático
Mientras que en el período anterior a la crisis mundial capitalista las economías del nordeste asiático representaban en conjunto un porcentaje relativamente no significativo del producto mundial, en este período de creciente mundialización las economías del Japón, China (incluyendo Hong Kong y Taiwán) y Corea del Sur representan uno de los tres polos más relevantes de la economía mundial, junto a la región norteamericana Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y la Comunidad Europea (CE) ¿Qué relación existe entre esta transformación del noreste asiático, la crisis mundial capitalista y la creciente mundialización?
Primeramente, es necesario subrayar que la creciente mundialización capitalista, en parte responde a la crisis de sobreacumulación en los países centrales, tal como lo describí en páginas anteriores. En la búsqueda de reubicación de capitales, el noreste asiático se vio beneficiado en los decenios de 1970 y 1980, transformándose en una región privilegiada para las inversiones norteamericanas y también japonesas. Estas últimas se acrecentaron aún más en el decenio de 1990. Esto explica en parte el denominado milagro del Este asiático. Aunque los países de esta región se organizaron para potenciar las oportunidades ofrecidas por la crisis y la reestructuración capitalista a escala planetaria, cuando en el decenio de 1990 este modelo penetró profundamente en China y luego en Viet Nam, la competencia interregional se agudizó.
En segundo lugar, no se puede olvidar la interrelación existente entre las economías de esta región y los Estados Unidos. Una estrecha colaboración se forjó históricamente entre los Estados Unidos y el Japón, apuntalada no solamente en lo económico, sino por los pactos de seguridad militar y la presencia de bases y ejércitos norteamericanos en el Japón, pero también en Corea del Sur y Taiwán.[7]
En tercer lugar, aunque los Estados Unidos parecen dominar la economía mundial y las relaciones interestatales, la realidad es mucho más compleja que lo que aparentemente captamos y que los medios masivos de comunicación potencian con imágenes y con un discurso único y dominante.[8] En realidad, la economía norteamericana ha perdido su hegemonía. Hoy debe compartirla, cada vez más, con una CE más fortalecida, más segura de sí misma y relacionada dinámicamente con el tercer polo que es el noreste asiático. Esta última región, a pesar de la prolongada desaceleración de su economía mayor, el Japón, y de la crisis financiera asiática de 1997-1998, sigue manteniendo su dinamismo y consolidando su posición como tercer polo de la economía mundial. El nordeste asiático ha impulsado en los últimos años una creciente política de relaciones bilaterales y acuerdos de variadas características entre sus países: el Japón, China y Corea del Sur, intentando superar la desconfianza existente por las agresiones y los enfrentamientos del pasado. La creciente cooperación entre estos países consolida la región en tanto verdadero polo regional, aunque todavía no institucionalizado.[9] Lo señalado anteriormente ha llevado a estos países a coordinar sus relaciones con los del sudeste asiático nucleados en la Asociación de Países del Sudeste Asiático (ASEAN) con la finalidad de impulsar las relaciones interregionales. La dinámica de estos procesos fortalece no solamente la capacidad de ambas regiones del Asia oriental, sino al conjunto como un polo regional emergente.
Por último y antes de analizar la situación en la península coreana para poder integrar el conjunto de factores que he señalado en las páginas precedentes, debemos recordar que Corea del Norte es también parte del noreste asiático y los encuentros o desencuentros en la península influenciarán inmediatamente en esta región, que como hemos señalado es uno de los tres principales polos de la economía capitalista mundializada.
Conflictividad y cooperación en la península coreana
La conflictividad existente en la península coreana tiene como causante principal a la prolongada división del pueblo coreano, de su hábitat histórico-cultural, en dos estados que se conformaron en sistemas societarios marcadamente diferentes. Esta división tiene sus orígenes en 1945 y en el acuerdo entre los Estados Unidos y la Unión Soviética de ocupar y administrar conjuntamente la península. Aunque el acuerdo inicial preveía el surgimiento posterior de una Corea unificada y soberana, los acontecimientos históricos demostraron y conformaron algo totalmente diferente. La política norteamericana en Corea entre 1945 y 1950 fue una de las principales causantes de la consolidación de esta división y por supuesto de las crecientes tensiones y conflictividad. Ello finalmente produjo la terrible Guerra de Corea (1950-1953), un verdadero holocausto para el pueblo coreano.[10]
Es interesante citar el párrafo con el cual Cumings concluye el capítulo 5 de Collision, 1948-1953:
Cuando la guerra finalmente terminó, el 27 de julio de 1953, el norte había sido devastado por tres años de bombardeos que no dejó ningún edificio moderno en pie. Las dos Coreas quedaron como si un holocausto virtualmente hubiera arrasado su país y convertido las vibrantes expectativas de 1945 en una pesadilla. El punto a recordar es que ésta fue una guerra civil [...]. La verdadera tragedia no fue la guerra en sí, debido a que un puro conflicto civil entre los coreanos hubiera resuelto las extraordinarias tensiones generadas por el colonialismo, la división nacional y la intervención extranjera. La tragedia se debió a que la guerra no resolvió nada, solamente restauró el statu quo anterior, solo un armisticio sostuvo la paz. Hoy las tensiones y los problemas persisten.[11]
Estas tensiones crearon a ambos lados del paralelo 38° estados muy militarizados, enormes ejércitos que ambas economías deben sostener, y para Corea del Norte, cuya capacidad económica es reducida, un esfuerzo casi insostenible. Lo anterior, es decir la militarización, alimenta constantemente las tensiones. Favorece a los sectores más conservadores en ambas sociedades con sus doctrinas de la seguridad nacional, del conflicto latente, del enemigo buscado dentro de cada una de estas sociedades, denunciado como agente infiltrado cada vez que se escuchan críticas y demandas sociales profundas y genuinas respecto a los malestares de la política en una u otra de las Coreas.
El problema de la intervención extranjera en la península coreana persiste y no es solamente la "cuestión del FMI o del Banco Mundial", es la presencia de tropas norteamericanas en Corea del Sur, alrededor de 40.000 efectivos. El Tratado Bilateral de Seguridad entre Corea del Sur y los Estados Unidos estipula la existencia de un comando militar conjunto por el cual los Estados Unidos controla los movimientos de tropas surcoreanas, 600.000 efectivos. Los estados de ánimo de este enorme ejército están en gran medida sujetos a los vaivenes de la política norteamericana.
La cooperación en la península coreana está fuertemente arraigada en el sentimiento popular, en las aspiraciones genuinamente mantenidas por los movimientos sociales, en la persistente búsqueda del reencuentro y la reunificación. En ambas Coreas la división del territorio nacional es percibida como algo traumático e insoportable humanamente. Es algo que desgarra profundamente a ambas sociedades, no solamente por los largos desencuentros entre miles y miles de familias, sino porque la división es sentida como una herida que es necesario cerrar.
Sin embargo, como lo señalamos en la introducción, para comprender la situación y los actuales acontecimientos en la península coreana debemos entender los cambios acaecidos a partir del decenio de 1990: no sólo en ambas Coreas, también los cambios en el ámbito regional e internacional, los vaivenes de la política norteamericana y su inmediato impacto en las relaciones y los conflictos entre Corea del Sur y Corea del Norte.
La cuestión nuclear en la península coreana
La nuclearización de la península coreana emerge como problemática política, como "noticia de primera plana", en el decenio de 1990, pero sus antecedentes son tan lejanos como el propio conflicto en la Corea posterior a la Segunda Guerra Mundial. La independencia coreana del dominio colonial está relacionada a la derrota del Japón en agosto de 1945, y esta derrota al holocausto nuclear de Hiroshima y Nagasaki. Durante la Guerra de Corea, en varias oportunidades, los Estados Unidos estuvieron a punto de utilizar armas nucleares para bombardear Corea del Norte y Manchuria, en China.[12]
Con posterioridad a la Guerra de Corea, ya durante 1953, los Estados Unidos introdujeron armas nucleares en Corea del Sur, a pesar de que el armisticio firmado en Ginebra entre los Estados Unidos, China y Corea del Norte lo prohibía expresamente. Esta política de nuclearización de Corea del Sur continúa hasta nuestros días y forma parte de la política norteamericana en la región del nordeste asiático. Por supuesto que lo anterior agrava las tensiones y mantiene a la población coreana como rehén de una "siempre posible tragedia".[13]
Pero más que los antecedentes de la nuclearización coreana, en este artículo me interesa analizar el decenio de 1990 en la península coreana para comprender la actualidad y la perspectiva de la cuestión nuclear y su incidencia en las relaciones intercoreanas y del noreste asiático.
El decenio de 1990 trajo consigo cambios significativos en la península coreana, crecientes tensiones pero también el comienzo de importantes negociaciones.[14]
El origen del programa nuclear norcoreano data de 1962, cuando la Unión Soviética le entregó, con fines de investigación, un pequeño reactor de 4 megawatts. Desde 1977 este programa nuclear fue puesto bajo la supervisión y los controles de seguridad del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Entre finales del decenio de 1970 y finales de a decenio de 1980, los norcoreanos construyeron un reactor de 30 megawatts y probablemente otro de mayor capacidad. Conjuntamente al programa nuclear, los norcoreanos potenciaron su programa misilístico entre fines del decenio de 1980 y el decenio de 1990.[15]
El reconocimiento del régimen surcoreano por parte de la Unión Soviética en septiembre de 1990 y la desintegración en 1991 de esta potencia mundial aliada de Corea del Norte, obligaron a esta última a emprender cambios que garantizaran su supervivencia en tanto régimen político y Estado soberano. Tal vez fue desde ese momento que probablemente Corea del Norte decidiera construir armas nucleares como recurso disuasivo frente a lo que percibía como una creciente situación de vulnerabilidad.[16]
Con posterioridad a la Guerra del Golfo, Corea del Norte comenzó a ser estigmatizada como un Estado al margen de la ley, renegado con relación a la comunidad internacional. Los medios masivos de comunicación norteamericanos, dominantes a escala internacional, crearon una imagen de este pequeño país del noreste asiático[17] como uno de los peores peligros para la paz y la convivencia internacional, frente al cual había que adoptar todas las medidas necesarias para neutralizarlo[18].
Corea del Norte se sentía fuertemente amenazada, con enormes dificultades económicas y aislada internacionalmente. A principios de 1993, la situación de tensión en la península coreana se agravó con el anuncio del nuevo presidente norteamericano, el 26 de enero, que continuaría con los simulacros de guerra (los denominados team spirit games) que Bush padre había suspendido un año antes.[19] Esta declaración fue acompañada por expresiones amenazantes hacia Corea del Norte por parte de senadores, generales y por el propio jefe de la Central de Inteligencia Americana (CIA), James Woolsey.
El 12 de marzo de 1993, Corea del Norte jugaría una carta audazmente fuerte al anunciar que se retiraría del Tratado de No Proliferación Nuclear, creando un clima de creciente tensión en la Península y una crisis que duraría dieciocho meses e involucraría a Washington y a Pyongyang. Corea del Norte también rechazó a principios de 1993 la demanda del OIEA de realizar inspecciones especiales de lugares no declarados por Pyongyang. Un pedido de esta naturaleza nunca se había hecho a ningún otro país. Este rechazo a la demanda del OIEA se basaba para Corea del Norte en que esta organización internacional dependiente de las Naciones Unidas estaba utilizando los servicios de inteligencia de los Estados Unidos a pesar de que este país era beligerante en Corea y eso violaba el mandato del OIEA. Además, en que este organismo entregaba los resultados de sus inspecciones a los Estados Unidos, y si Corea del Norte permitía la continuación de estas inspecciones, los norteamericanos presionarían a través del OIEA para revisar todas las instalaciones militares norcoreanas, algo que los funcionarios de los Estados Unidos reconocían como un objetivo a lograrse.[20] Por supuesto que esta negativa aumentó aún más la conflictividad existente. Durante los dieciocho meses que separan el comienzo del conflicto hasta octubre de 1994, en que se firma el histórico acuerdo entre los Estados Unidos y Corea del Norte, se sucedieron picos de alta tensión en la Península, que tocaron los límites del estallido de una guerra generalizada. Este período corresponde al último año y medio de vida de Kim Il-Sung, quien falleció de un ataque cardíaco el 8 de julio de 1994. Finalmente, prevaleció la racionabilidad y la búsqueda de los intereses comunes que permitieran el diálogo por sobre el enfrentamiento. Este nuevo escenario construido a partir de 1994 está directamente relacionado a las transformaciones acaecidas en el nordeste asiático, al creciente papel de China en tanto potencia emergente y al continuo fortalecimiento de las relaciones entre esta última, el Japón y Corea del Sur.[21]
Es necesario señalar el cambio que se produjo en la política de los Estados Unidos respecto a la península coreana con la administración Clinton. Aunque en los primeros meses de 1993 la nueva administración en Washington continuó con la política de Bush padre, su antecesor republicano, potenciando con ello el conflicto, hacia 1994 se produjo una nueva orientación encaminada hacia la negociación.[22] Esta nueva orientación fue facilitada por las propuestas norcoreanas para lograr la distensión y posteriormente un acuerdo. Primero, en junio de 1993 Pyongyang propuso reemplazar su programa nuclear para producción de electricidad, basado en reactores de grafito y uranio natural por otro de origen norteamericano de reactores de agua liviana.[23] Esta propuesta abrió el camino a nuevas discusiones y en noviembre del mismo año Corea del Norte propuso un paquete completo para resolver el conflicto, propuesta que serviría de base a los acuerdos de octubre de 1994. Durante este período de noviembre de 1993 a octubre de 1994 se sucedieron algunos acontecimientos dramáticos: a) en mayo de 1994 Corea del Norte, presionando al presidente Clinton para lograr un acuerdo, unilateralmente paralizó su reactor nuclear y colocó su combustible en enfriamiento, acción verificada por el OIEA[24]; b) la visita del expresidente James Carter a Pyongyang en junio de 1994 y sus conversaciones con Kim Il-Sung como mediador entre éste y el Presidente Clinton; c) la muerte de Kim Il-Sung; d) la continuación de las negociaciones y el acuerdo finalmente firmado en octubre de 1994, que abría una nueva etapa en las relaciones entre los Estados Unidos y Corea del Norte y que, por supuesto, influenciaría en las relaciones intercoreanas.
El acuerdo firmado en octubre de 1994 estipulaba varios avances importantes en la futura situación de la península coreana: a) Pyongyang se comprometía a congelar su programa nuclear y volver al régimen de inspecciones regulares del Tratado de No Proliferación Internacional; b) en contrapartida, los Estados Unidos, junto al Japón y Corea del Sur, crearían un consorcio internacional (KEDO) para proveer dos reactores nucleares de agua liviana que se construirían y pondrían a punto a principios del nuevo siglo, con un crédito a largo plazo para pagar su costo de 4 billones de dólares; c) hasta que los reactores se pusieran en funcionamiento, los Estados Unidos entregarían gratuitamente petróleo pesado a Corea del Norte para enfrentar sus necesidades energéticas; d) los Estados Unidos se comprometió a un progresivo levantamiento de las sanciones económicas impuestas a Pyongyang durante la Guerra de Corea (1950-1953) y a una paulatina normalización de las relaciones diplomáticas entre ambos países.[25]
Este cambio reemplazó el ruido de aviones y bombas, el tableteo de las ametralladoras o el zumbido de los mísiles, por los debates y las negociaciones de los diplomáticos y los altos funcionarios. Lo logrado en octubre de 1994 era novedoso para la península coreana y fortalecía una tendencia a establecer relaciones y firmar acuerdos en el nordeste asiático.[26] En el marco de estos cambios y de las nuevas perspectivas que ellos presuponían, se produjeron otros, principalmente un diálogo, una búsqueda de reencuentro y cooperación en el interior de la península, entre ambas Coreas.
Las relaciones intercoreanas y la creciente cooperación
¿Cuáles han sido los factores internos en la península coreana que impulsaron el diálogo y la cooperación entre Corea del Sur y del Norte? Por supuesto que los factores y condicionantes que antes señalé tuvieron incidencia en este sentido. Sin embargo, deberíamos detenernos ahora en lo que internamente produjo un cambio de actitud en ambos estados coreanos y fortaleció la búsqueda de acuerdos y de cooperación. En Corea del Sur el decenio de 1990 produjo un fortalecimiento de la democracia, luego de las históricas jornadas de junio de 1987 y el triunfo del movimiento nacional democrático en su lucha por la elección directa del presidente. A partir de ese momento se desarrolló un proceso complejo, dinámico y creativo, en el cual los movimientos sociales lograron desmantelar el régimen autoritario del período anterior, sus formas de dominación política y su hegemonía ideológica.[27] Dentro de los objetivos del movimiento nacional democrático se encontraban dos cuestiones que eran muy importantes en lo relacionado al futuro de la cooperación entre ambas Coreas. En primer lugar, la demanda de que se aboliera la ley de seguridad nacional. Esta ley, instaurada en los primeros años de la división de la península, permite a las autoridades policiales y de inteligencia reprimir, encarcelar, etcétera, a cualquier ciudadana o ciudadano, bajo la genérica sospecha de colaboración con el enemigo, es decir el régimen norcoreano. La existencia de esta legislación draconiana impedía a la ciudadanía surcoreana abordar con madurez y libertad la problemática de la división que sufría su pueblo y su nación. En segundo lugar, una de las demandas más persistentes de los movimientos sociales desde 1987 es la necesidad de lograr la reunificación nacional, terminar con la situación de conflictividad intercoreana e impulsar la cooperación y el intercambio entre ambos países. La división del pueblo coreano en dos sociedades estatales enfrentadas era percibida por la opinión pública como un desafío a la sociedad surcoreana renovada por la democratización, en el sentido de reencuentro, de curar las heridas de la guerra y superar la conflictividad. Era un sentimiento nacional muy profundamente arraigado.
A comienzos del decenio de 1990 y luego de la desintegración de la Unión Soviética y la reunificación de Alemania, prevalecía la idea entre la mayoría de los académicos y los funcionarios políticos en Seúl de que Corea del Norte colapsaría. La cuestión era cómo Corea del Sur enfrentaría ese colapso. Como lo señala correcta e irónicamente Bruce Cumings, corrieron ríos de tinta para explicar esta inminente posibilidad y se defendió el modelo alemán como el más adecuado para la reunificación coreana.[28] Aunque se advertía sobre los enormes costos que este colapso-reunificación a la alemana tendría. Sin embargo, el colapso no se produjo. Bruce Cumings en su libro ya citado y Selig S. Harrison en varios artículos, explican y analizan por qué este colapso no se produjo y difícilmente pueda considerarse posible.[29] Como dicen hoy los jóvenes "la cosa pasa por otro lado". Pues entonces veamos por dónde.
Como ya lo señalé anteriormente, en Corea del Norte, dada la situación creada por la desaparición de la Unión Soviética y de los países socialistas de Europa del Centro y del Este, se vio obligada a cambiar su política respecto a las relaciones intercoreanas. Ello creó un clima de acercamiento en la península. Por su parte, el gobierno surcoreano mantuvo una política dual: por un lado los férreos controles sobre la población, amenazando con juicio y cárcel a quienes intentaran visitar Corea del Norte sin el permiso gubernamental, lo que se aplicó en varios casos. Por el otro, permitió a los directivos de los principales conglomerados surcoreanos (Hyundai, Samsung, Goldstar, Daewoo, etcétera) realizar visitas y entablar negociaciones. Pero los cambios que anteriormente analizamos en la política norteamericana de la administración Clinton y que produjeron los acuerdos de octubre de 1994, agregaron una dosis positiva al acercamiento y al diálogo entre ambas Coreas. Aunque también debe subrayarse el hecho de que el liderazgo político surcoreano veía los acuerdos de octubre con desconfianza, en el sentido de que los Estados Unidos normalizara sus relaciones con Corea del Norte a cuenta de sus relaciones preferenciales con Corea del Sur. Esto creó ciertas rispideces entre la nueva política norteamericana en la península coreana y las expectativas de Seúl. Sin embargo, en la misma dirección de la distensión también aportaban los cambios producidos en el noreste asiático, sobre todo el mutuo reconocimiento y las relaciones entre China y Corea del Sur. En este contexto general de transformaciones en las relaciones intercoreanas, a la aspiración de reencuentro que por factores diferentes crecía a ambos lados de la frontera común, se sumó un acontecimiento inesperado, la crisis financiera asiática de 1997 y su impacto en Corea del Sur. Si bien excede los objetivos de este artículo el análisis de la crisis financiera y económica en Corea del Sur, lo que sí interesa son los alcances políticos que tuvo.[30] Lo más importante fue el triunfo de Kim Dae-Jung en las elecciones de diciembre de 1997 y el lanzamiento de su "Política hacia el Norte", que denominó Sunshine (es decir, que brille el sol). Esto produjo a su vez un acontecimiento espectacular, su visita a Pyongyang en junio de 2000 y los acuerdos firmados en esa ocasión con el líder norcoreano Kim Jong-Il. Estos cambios y acontecimientos, es decir, la nueva política hacia Corea del Norte y la cumbre de Pyongyang, son los que debemos analizar y discutir.
¿Qué factores impulsaron al nuevo gobierno del presidente Kim Dae-Jung a desarrollar una decidida política de reencuentro y de diálogo con Corea del Norte?
a) La crisis económico-financiera de 1997 produjo un shock en la población de Corea del Sur. La vulnerabilidad de su economía en los tiempos de la mundialización capitalista estaba a la vista. La necesidad de convocar al FMI y sus créditos debilitaba al Estado y exigía medidas de ajuste, es decir, precarizar a los sectores populares.
b) El diálogo y los posibles acuerdos con Corea del Norte podían ser muy positivos para la economía surcoreana: la posibilidad de crear un mercado más amplio para la producción industrial del sur, disponer de los recursos naturales de su vecino, de su mano de obra bien educada, disciplinada, y sobre todo más barata que la del sur, además de un mercado de inversiones atractivo para las grandes corporaciones surcoreanas (chaebols).
c) Era una apuesta difícil. La derecha recalcitrante en Corea del Sur y el complejo industrial-militar son un lobby muy poderoso, que debía ser neutralizado.[31] Por ello la necesidad de un acontecimiento espectacular que movilizara el necesario apoyo popular.
d) La reducción del enorme presupuesto militar, posible consecuencia de la distensión con Corea del Norte, la firma de un tratado de paz que reemplace al precario armisticio de 1953, podrían permitir esta reducción y serían muy importantes para la consolidación de la economía surcoreana.
e) La renovada política de la administración Clinton en la península coreana facilitaba esta iniciativa de Kim Dae-Jung.
f) En la medida en que el colapso de Corea del Norte no era inminente y además no deseable para los estrategas políticos de Seúl, había que tenderle la mano al vecino y explorar positivamente el camino de la reconciliación y la cooperación intercoreana.
En estas condiciones y con estos objetivos, la renovada iniciativa diplomática del gobierno de Kim Dae-Jung puso manos a la obra a partir de 1998. Utilizó a su favor la dinámica inserción internacional de Corea del Sur en el decenio de 1990, que ya hemos señalado: las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética desde 1990, con Beijing desde 1992 y las crecientes relaciones comerciales y de cooperación científica y tecnológica fueron una buena base para lograr el apoyo de China, principal aliado de Corea del Norte, hacia la nueva política surcoreana con relación a su vecino.
Pero aunque todo parecía allanado para el reencuentro y la cooperación las cosas no eran tan fáciles como pareciera suponerse. Ya en las páginas anteriores analicé los orígenes del conflicto intercoreano y sus causas. Los Estados Unidos, su presencia militar en Corea del Sur y su política con relación a la península coreana y al noreste asiático, inciden enormemente en la superación o la permanencia del conflicto. En el artículo antes citado de Selig S. Harrison, el autor plantea correctamente la problemática:
Corea del Norte sostiene que para disminuir el umbral de la confrontación no basta con que Norte y Sur negocien una nueva reducción, reubicación y reestructuración de sus fuerzas armadas.[32]
Aunque Corea del Norte esté dispuesta, y realmente creo que lo está, a reducir y hasta ponerle fin a su programa nuclear y misilístico y aunque Washington piense que Pyongyang tendría que hacer concesiones militares unilaterales por sus apremios económicos, Selig S. Harrison sostiene:
Pero este análisis oculta una dimensión importante del asunto. Corea del Norte tiene una real preocupación en materia de seguridad, dada la presencia estadounidense y su superioridad tecnológica, así como la de la aviación surcoreana sobre sus Migs. Se siente vulnerable frente a posibles ataques preventivos estadounidenses.[33]
Por ello, la negociación implica a los Estados Unidos como un mediador honesto y creíble. Así lo exige Corea del Norte. Sin embargo, cuando la administración Clinton no cumplió los acuerdos firmados en octubre de 1994[34], y luego del punto muerto de 1999, Kim Jong-Il jugó la carta surcoreana aceptando la visita y la cumbre con Kim Dae-Jung en junio de 2000. Lo anterior no solamente produjo un vuelco sustancial en las relaciones intercoreanas, sino que le permitió al presidente Clinton relanzar las estancadas negociaciones con Corea del Norte. En ese contexto de distensión entre los Estados Unidos y Corea del Norte se produce la visita de Jo Mongrok, segundo en la jerarquía política norcoreana, a Washington y su entrevista con Clinton el 10 de octubre de 2000[35], así como las visitas a Pyongyang de Madeleine Albright, secretaria de Estado, y de William Cohen, secretario de defensa de Clinton[36]. Esto se produjo en los últimos meses del gobierno de este. La prensa internacional comentó mucho la posibilidad de que el mismo presidente Clinton visitara oficialmente Corea del Norte, quince días antes de abandonar el cargo. Aparentemente, las presiones en contra fueron muy fuertes y la visita, lamentablemente, se frustró.[37]
Sin embargo, en el medio de estas idas y venidas, las relaciones intercoreanas avanzaron, se consolidaron a través de los reencuentros de familias, eventos deportivos y culturales. En algunos de ellos la península coreana, representada por una delegación conjunta de deportistas bajo una bandera común, expresaba el profundo deseo de reencuentro.[38] Pero además avanzaron las negociaciones intergubernamentales entre ambas Coreas sobre temas económicos, financieros, de ayuda humanitaria y de seguridad recíproca.[39]
Pero nuevamente los vaivenes de la política exterior norteamericana iban a incidir negativamente en las relaciones intercoreanas, cuando todo parecía encaminarse al fortalecimiento de la cooperación. Más que vaivenes, en realidad fueron vientos tormentosos los que comenzaron a soplar sobre la península coreana con el arribo de Bush (hijo) a la Casa Blanca, en enero de 2001. Casi inmediatamente desconoció los acuerdos de octubre de 1994 y los insultos y las agresiones verbales contra Corea del Norte y su líder Kim Jong-Il se repitieron continuamente. Es importante destacar que lo anterior se producía antes de los terribles atentados del 11 de septiembre de 2001 y de la campaña mundial contra el terrorismo. El nuevo presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, desconocía, arrogante y despectivamente, la política sunshine del presidente Kim Dae-Jung, rechazaba toda posibilidad de diálogo constructivo con Pyongyang y, por supuesto, apostaba sus cartas al crecimiento y predominio de la conflictividad. Esto se manifestó en el tenso primer encuentro entre los presidentes de los Estados Unidos y de Corea del Sur en la Casa Blanca, el 7 de marzo de 2001. El bimensual Le Courrier de la Corée sintetiza así esta cumbre presidencial:
Por otra parte, los dos jefes de Estado declararon que consolidarían la alianza coreano-norteamericana y trabajarían en estrecha colaboración para coordinar sus respectivas políticas hacia Corea del Norte. Sin embargo, manifestaron sus divergencias sobre el enfoque a adoptar con relación a este último país.[40]
Desde ese momento, al gobierno del presidente Kim Dae-Jung se le crearon situaciones difíciles de enfrentar.[41] Por un lado, como lo señalé y analicé anteriormente, impulsar la cooperación intercoreana era una apremiante necesidad para Corea del Sur, pero además una sentida demanda popular. Por el otro, los Estados Unidos son el principal aliado estratégico de este país y también su principal comprador externo. La diplomacia surcoreana quedó atrapada entre estas dos opciones. Después del 11 de septiembre de 2001 y debido a la agresiva política exterior norteamericana[42], las presiones sobre Seúl se acrecentaron. Un ejemplo de ello fue la denominada política antiterrorista de Seúl, que condujo al congelamiento de las negociaciones intercoreanas durante un período, y por lo tanto al incremento de las tensiones.[43] Corea del Norte y sus líderes políticos y militares perciben en cada una de estas actitudes de Corea del Sur la renuncia a la soberanía que ambas Coreas deberían defender en la Península. Sobre dicha base se firmaron los acuerdos de junio de 2000 entre Kim Dae-Jung y Kim Jong-Il. Las relaciones intercoreanas, la superación de la conflictividad, las relaciones comerciales y culturales y la futura creación de una federación nacional coreana son cuestiones a resolver entre ambos estados y sociedades.
Por supuesto que la nueva política militarista y agresiva del presidente Bush, quien considera a Corea del Norte como uno de los países del que denomina Eje del Mal, entorpece, obstaculiza la cooperación y el reencuentro. Cuando todo "parecía encaminarse hacia la peor situación", la ciudadanía surcoreana y sus activos movimientos sociales nos brindaron una positiva sorpresa. En un artículo que publiqué recientemente se analiza el significado del triunfo electoral del nuevo presidente de Corea del Sur, Roh Moo-Hyun, el 19 de diciembre pasado, pero también el significado de su inesperado triunfo en las internas abiertas para la nominación como candidato del partido gobernante. Allí afirmaba:
Aunque la campaña electoral se polarizó entre [...] dos candidatos, representando Roh al partido oficialista y Lee a la oposición, ya el nombramiento de Roh como candidato del partido gobernante del presidente Kim Dae-Jung en internas abiertas mostró una inusitada movilización popular. ¿Por qué se impuso como candidato del partido gobernante? Debido a que el Gran Partido Nacional y su candidato Lee Hoi-Chang representaban una opción política conservadora en lo social y en lo que atañe a las relaciones con Corea del Norte.[44]
Este sorpresivo triunfo y la consolidación del Partido Laborista Democrático como tercer partido (cuyo candidato, Kwon Young-Ghil, reconocido militante sindical, obtuvo casi un millón de votos) muestra un marcado giro hacia la izquierda de la ciudadanía surcoreana. Todo lo anterior fortalece en esta sociedad a los partidarios de la paz, la cooperación y el diálogo con Corea del Norte. Más aún que ello, el triunfo electoral de Roh Moo-Hyun se produjo en cierta medida por su clara y decidida postura a favor de que había llegado el momento de revisar la forma y el contenido de los acuerdos de seguridad (SOFA) entre Corea del Sur y los Estados Unidos. Estos acuerdos son los que permiten la permanencia de casi 40.000 soldados norteamericanos en el país, entre otras cosas.
No fue solamente el "incidente de las dos adolescentes" atropelladas por un vehículo del ejército norteamericano en Corea del Sur y el juicio absolutorio de los responsables por los tribunales militares de los Estados Unidos lo que desencadenó la ira de los jóvenes estudiantes surcoreanos y las masivas manifestaciones antinorteamericanas en Seúl[45], sino el cuestionamiento más profundo del carácter de la permanencia de las tropas norteamericanas en el país y de los acuerdos que la sustentan. El nuevo presidente supo interpretar este profundo sentimiento y ello le aportó votos muy valiosos (triunfó por una diferencia de sólo 2,3 por ciento). Es interesante citar una pequeña parte de su declaración al pueblo surcoreano, el día el 20 de diciembre de 2002, al día siguiente del triunfo electoral:
La era del conflicto y la división debe finalizar. Y una nueva era comenzará en la cual trabajaremos para unificar 70 millones de personas en una sola nación. Utilizaremos un nuevo tipo de políticas basadas principalmente en principios y confianza. Abriremos una nueva era de paz y prosperidad en la península coreana.[46]
Como lo señala Bruce Cumings en el artículo ya citado, publicado por Le Monde Diplomatique en febrero de 2003:
Como el gobierno de Roh Moo-Hyun tiene perfecta conciencia de la parte de responsabilidad de los Estados Unidos en la actual crisis, Bush deberá gestionar una muy difícil relación con dos países: Corea del Norte y Corea del Sur.
Conclusiones
En el artículo aquí desarrollado pretendí brindarle al lector una perspectiva histórica de la complejidad en la cual se conformaron los conflictos en la península coreana. Por las limitaciones que impone el artículo, prioricé el decenio de 1990 para aprehender la actualidad de esta conflictividad y lo novedoso de la creciente cooperación y sus limitaciones. Enfatizamos en el anterior contexto la incidencia de la presencia norteamericana en la península, la cuestión del acuerdo de seguridad entre los Estados Unidos y Corea del Sur, la existencia del comando conjunto y como los vaivenes de la política exterior norteamericana influyen inmediatamente sobre las relaciones intercoreanas.
El artículo nos impuso otro límite que aquí debería subrayar, y es el hecho de que la cooperación, es decir, la superación de la conflictividad, el camino hacia la federación nacional coreana, la comunidad coreana de los 70 millones a los que se refirió el nuevo presidente Roh Moo-Hyun, depende de sus liderazgos políticos, pero sobre todo de sus movimientos sociales.[47]
Sin embargo, existen obstáculos internos al posible desarrollo antes mencionado, a ambos lados de la frontera común. Tomando las conclusiones del libro de Bruce Cumings ya citado, podría finalizar diciendo: a) que el origen de la elite dominante en Corea del Norte está en la guerrilla de Manchuria, que consolidó su poder en el régimen autoritario de partido único conformado desde 1946-1948; b) que quienes hoy gobiernan en Pyongyang son los hijos de la elite anterior. Ellos han permitido el liderazgo de Kim Jong-Il como primus inter pares; c) en Corea del Sur lo análogo a la elite norcoreana es la antigua clase de los grandes propietarios agrarios, los yangban, ahora reconformados bajo nuevas formas de riqueza material, muy influyentes y dominantes en lo cultural-ideológico, en el sistema educativo e incluso en el partido de oposición. A ellos se suma la generación de militares favorecidos por el golpe de estado de 1961, el denominado grupo T-K (Taegu-Kyongsang); d) esta elite dominante surcoreana tiene una impresionante base de apoyo en los sectores medios favorecidos e integrados a la sociedad urbana de consumo producida por el modelo surcoreano de desarrollo económico. e) Probablemente, los más recalcitrantes separatistas, es decir aquellos que obstaculizan la cooperación creciente entre ambas Coreas, sean en Corea del Norte, el núcleo duro, conservador, de la elite norcoreana, la vieja guardia de la guerrilla de Manchuria que tiene todavía mucho poder en el Estado y en el ejército, y en Corea del Sur el grupo T-K de los militaristas que añoran los años dorados de los regímenes autoritarios-represivos de los generales Park y Chun y el núcleo duro ideológicamente conservador de la elite intelectual que se siente heredera de la tradición de los yangban. Ambos grupos son muy influyentes y, aunque en el decenio de 1990 han perdido poder, siguen manteniendo posiciones claves y a través de ellas condicionan y manipulan a la opinión pública surcoreana.[48]
Pero, como ya lo señalé en las páginas anteriores y como se reflejó en las recientes elecciones presidenciales, nuevos aires soplan en Corea del Sur. El tiempo dirá lo suyo.
Córdoba, febrero-marzo de 2003
* Artículo especialmente enviado por el autor para su publicación en nuestra revista.
[1] Véase Jaime Silbert, "Desarrollo y seguridad en la península coreana. Pos-Guerra Fría y globalización económica", en Indicadores Económicos (Porto Alegre, Brasil), vol. 24, núm. 3, diciembre 1997, págs. 209-219. En este artículo están planteados algunos de los procesos históricos que conformaron la realidad que hoy vive la península.
[2] Al respecto, véase Bruce Cumings, Korea's Place in the Sun, A Modern History, Nueva York-Londres, W.W. Norton & Co., 1997, que es un excelente libro para comprender la historia coreana contemporánea. Respecto a dicho paralelo, ver págs. 185-192.
[3] En lo que atañe a este proceso, utilizaremos el artículo de Lee Su-Hoon, "World Capitalism, Northeast Asia and an Opinion for the Korean Peninsula", Korea Journal (Seúl), verano 2001, págs. 125-146, publicación de la Comisión Nacional Coreana de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
[4] Citado en Lee Su-Hoon, op. cit., pág. 129. Se refiere al libro de Giovanni Arrighi, The Long Twentieth Century, Londres, Verso, 1994.
[5] Esa es la postura de los autores panegíricos de la globalización. Véase Manuel Castells, La era de la información. Economía, sociedad y cultura, vol. 2, El Poder de la identidad, cap. 5, ¿El Estado impotente?, págs. 271-339.
[6] Lee Su-Hoon, op. cit., pág. 132 (traducción del inglés del autor).
[7] Lee Su-Hoon, op. cit., págs. 132-137.
[8] La desestructuración de la Unión Soviética y su bloque en Europa del Este entre 1989 y 1991 potenció la percepción antes señalada.
[9] Aunque los objetivos de este artículo no lo permiten, es muy importante trabajar e investigar esta nueva realidad de cooperación que se construye en el noreste asiático.
[10] Véase al respecto B. Cumings, op. cit., principalmente capítulos 4 y 5, págs. 185-298.
[11] B Cumings, op. cit., pág. 298 (la traducción del inglés es del autor).
[12] Véase B. Cumings, op. cit., págs. 288-298.
[13] Véase B. Cumings, op. cit., págs. 477-483.
[14] Selig S. Harrison, "Encuentro dificultoso entre las dos Coreas", en Le Monde Diplomatique (Buenos Aires), edición en castellano, enero 2001, págs. 20-21.
[15] B. Cumings, op. cit., véase principalmente "Mysteries at Yongbyon", págs. 465-474; Man Won Jee, "Forging a Common Security view: Prospects for Arms Control in Korea", en Th. H. Henriksen y Kyongsoo Lho, One Korea?, Stanford University Press, Hoover Institute Press, 1994, págs. 81-97.
[16] Corea del Norte no declaró tener armas nucleares, tal vez intentando que Corea del Sur y el Japón no decidieran construir sus propias armas disuasivas, pero dejó una sensación de duda acerca de si tenía o no tales armas.
[17] Corea del Norte tiene un territorio de 120.000 km2 y 22 millones de habitantes.
[18] Era la época en la cual gobernaba Bush padre en Washington y Cheney, el actual vicepresidente de los Estados Unidos, era el secretario de defensa, es decir el jefe del Pentágono.
[19] Véase al respecto B. Cumings, op. cit., págs. 474-477.
[20] B. Cumings, op. cit., págs. 475-476.
[21] Tetsuya Kataoka, "Scratching an Old Wound: Japan's Perspective on Korea and Its Unification", en Th.H. Henriksen, y Kyongsoo Lho, op. cit., págs. 98-107.
[22] B. Cumings, op. cit., págs. 483-487.
[23] Corea del Norte tiene ricos yacimientos de uranio natural. En esta propuesta renunciaba a su autoabastecimiento y pasaba a depender de los envíos de combustible y tecnología externos. Además, los nuevos reactores eran mucho menos proclives a la fabricación de armamento nuclear.
[24] Esta medida adoptada por Corea del Norte fue otra carta fuerte jugada para forzar a los Estados Unidos a la firma de un acuerdo que se estaba negociando. "Los norcoreanos descargaron del reactor de Yongbyon 8.000 barras de combustible irradiado que contenía una cantidad de plutonio suficiente como para construir cinco o seis bombas atómicas" (véase Bruce Cumings, "Extorsión nuclear en Corea del Norte", Le Monde Diplomatique (Buenos Aires), edición en castellano, febrero 2003, págs. 26 y 27). Mientras escribía este artículo, casi a punto de finalizarse, apareció publicado esta excelente nota de Bruce Cumings, que fortalece algunas de las perspectivas aquí enunciadas.
[25] B. Cumings, 1997, op. cit., págs. 485-486; Harrison, Selig S., op. cit., pág. 20.
[26] Habría que analizar las causas que produjeron estos cambios en la política exterior de los Estados Unidos en el nordeste asiático, pero esto supera los objetivos de este artículo.
[27] Véase al respecto Martin Hart-Landsberg, The Rush to Development. Economic Change and Political Struggle in South Korea, Nueva York, Monthly Review Press, 1993, págs. 256-307, y B. Cumings, 1997, op. cit., págs. 337-393 y 456-495.
[28] Véase al respecto Thomas Henriksen y Kyongsoo Lho, op. cit. Este libro forma parte de los ríos de tinta corridos. Para la crítica: B. Cumings, 1997, op. cit., págs. 488-499.
[29] Aunque hoy todavía ciertos sectores de la derecha surcoreana e internacional siguen pensando en la implosión de Corea del Norte.
[30] Véase al respecto el artículo del diario La Nación (Buenos Aires) del 4 de marzo de 1998, pág. 4, sección 2, por Daniel Helft, "Cómo se vive hoy en Corea: un país que se debate entre el odio y la vergüenza".
[31] Véase Selig S. Harrison, op. cit., pág. 25. El autor constata que "88 empresarios de defensa producen 119 categorías de equipamientos militares en 130 fábricas y la mayoría de ellos está estrechamente ligada a las empresas estadounidenses".
[32] Selig S. Harrison, op. cit., pág. 20. Al respecto, también el artículo de B. Cumings de Le Monde Diplomatique de febrero 2003 op. cit., sobre "Extorsión nuclear en Corea del Norte".
[33] Ibíd.
[34] No los cumplió por los intereses industriales-militares que no quieren ver reducidos los jugosos presupuestos del Pentágono.
[35] Le Courrier de la Corée, edición bimensual de información en francés, Seúl, The Korea Herald, 20 de diciembre 2000, págs. 8-9.
[36] Selig S. Harrison, op. cit., pág. 21.
[37] Le Courrier de la Corée, "Cessons les hostilités! Clinton pourrait se rendre en Corée du Nord", 21 de octubre de 2000, págs. 10-11.
[38] Korea Now, bimensual informativo de The Korea Herald, Seúl, 19 de octubre de 2002, págs. 4-13.
[39] Korea Now, 7 de septiembre de 2002, págs. 5-7; Le Courrier de la Corée, 22 de septiembre de 2001, págs. 5 y 6.
[40] Edición del 10 de marzo de 2001 (la traducción del párrafo en francés y el subrayado son del autor).
[41] Kim Dae-Jung recibió el reconocimiento internacional a sus iniciativas a través del Premio Nóbel de la Paz de ese año por su política hacia Corea del Norte y su trayectoria de lucha por la democracia en su país. Era la primera vez que un coreano recibía un Premio Nóbel.
[42] Al respecto, véase Paul Marie De la Gorce, "El nuevo concepto de guerra preventiva" en Le Monde Diplomatique (Buenos Aires), septiembre de 2002, págs. 18 y 19; P. Conesa y Olivier Lipick, "Bush cuestiona los tratados de desarme" en Le Monde Diplomatique (Buenos Aires), julio de 2002, págs. 10 y 11.
[43] Shin Yong-Bae, "La Corée du Sud en état d'alerte", Le Courrier de la Corée, 22 de septiembre 2001, pág. 7.
[44] J. Silbert, "Asume un nuevo presidente en Corea del Sur. Maduración democrática y perspectivas de paz en la península coreana", en La Voz del Interior (Córdoba), 10 de marzo 2003.
[45] "Protesters' Voices Heard" (sin firma), Korea Now, 14 de diciembre de 2002, págs. 8 y 9.
[46] Roh Moo-Hyun, "New chapter begins to unify 70 million people", Korea Now, 28 de diciembre de 2002, pág. 7 (la traducción del inglés es del autor).
[47] Tendría que escribir un próximo artículo de similar extensión con el título ¿Hacia una federación nacional coreana? Movimientos sociales, luchas políticas y liderazgos en la península coreana.
[48] Bruce Cumings, 1997, op. cit., págs. 492 y 493.