21/11/2024
Por Neary Michael , Dinerstein Ana C. ,
El trabajo: sobre la sensualidad perdida, las pasiones alegres y los sueños sociales
En octubre 1997 con Mike Neary asistimos al seminario Modernidad o capitalismo: ¿teoría abstracta o abstracción de la teoría? Era uno de los seis encuentros del Seminario de investigación sobre teoría y transformación social, organizado en Brighton por los Centros de teoría social de las Universidades de Sussex y Warwick, ambos creados durante ese año. En nuestra ponencia, exponíamos la idea de que la noción de modernidad lleva ineludiblemente a una teorización abstracta de la sociedad capitalista, donde la categoría trabajo es arrebatada de su poder crítico, mientras que la de capitalismo posee el potencial para elaborar una teoría de la abstracción a través de la problematización de la categoría trabajo y comprender así los fundamentos de dicha sociedad. Ante una treintena de teóricos sociales sostuvimos que la teoría (de la abstracción) de Marx no era una teoría más, opuesta a la teoría (abstracta) burguesa, sino una crítica a esta última; que el marxismo no era una teoría económica (!), sino un método para revelar los procesos de abstracción que subyacen a las relaciones sociales capitalistas y las categorías que las explican. Cerramos la exposición con la idea de que el marxismo debía estar dispuesto a disolverse a sí mismo para ir más allá de Marx (“todo lo que es sólido se esfuma en el aire”) sin que ello significara abandonar la crítica inmanente que vive en el legado de Marx.
Antes de salir “a escena” nos habíamos preparado. Sabíamos que la mayoría de los asistentes al seminario, aunque teóricos críticos, eran fervientes creyentes de la teoría abstracta. Con excepción de algunos colegas, entre ellos el sociólogo brasileño Ricardo Antunes, la respuesta general a nuestra presentación fue extremadamente adversa ya que la mayoría resistió nuestras ideas vehementemente como si hubieran tenido necesidad de defenderse de un ataque violento. Se nos dijo que el nuestro era un “marxismo gracioso”. A pesar de que la inicial frustración, ésta fue una experiencia enriquecedora. Un tiempo más tarde, en mayo de 1998, desarrollamos estas ideas en el ensayo “La lucha de clases y el Manifiesto comunista. La capacidad (de)constructiva del Manifiesto” que presentamos en la conferencia internacional sobre el 150º aniversario del Manifiesto comunista que se desarrolló ese año en París. Este texto fue incluido en una serie de documentos de trabajo publicados por los Centros de teoría social de Warwick y Sussex (Papers in Social Theory, no. 4, 1999), y luego fue reproducido en la revista argentina Doxa (Dinerstein y Neary, 1999). La resistencia de nuestra audiencia y el éxito de nuestra presentación en París se convirtieron en una motivación para seguir debatiendo la manera de rechazar las concepciones intelectuales paralizantes que naturalizan las premisas y horizontes de la sociedad capitalista e impiden su crítica y su consecuente cambio (a pesar de que se los enuncia permanentemente).
Aquellos eran para mí tiempos de formación teórica esencialmente intensos, inminentes y urgentes. Mientras escribía mi tesis doctoral, que implicaba el sumergirme día y noche (literalmente) en textos inabarcables y fascinantes (como The State Debate, Open Marxism, Common Sense y Capital & Class), era miembro del fantástico equipo editorial de Doxa, enseñaba sociología política y estudios laborales en Warwick donde también trabajaban Mike Neary y Simon Clarke. Mis propios cuadernos de la “cárcel de Coventry” (“Locuras académicas”, “Bienvenidos a Disutopía” y “En y contra”) denotaban que, paulatinamente, se me iba haciendo imposible separar lo académico de lo personal ya que se había iniciado un proceso sin retorno de investigación-conocimiento y experiencia de vida únicos que contribuían a un descubrimiento sin fin. Debía seguir avanzando al compás de dicho descubrimiento, junto al objeto de mi investigación.
En este clima, y dos años después de los episodios de Brighton, o sea hace diez años, organizamos el seminario “Debate sobre el trabajo” en el Centro de Estudios del Trabajo, Departamento de Sociología de la Universidad de Warwick con cincuenta personas, y cuyos estudios inéditos conformaron luego la edición de The Labour Debate (TLD). La rebelión contra la globalización capitalista y sus efectos había comenzado a visualizarse nuevamente (Moody, 1997). La ignominia e inviabilidad del capitalismo (esta vez en su forma neoliberal) ya habían sido puestos en evidencia con el levantamiento zapatista de 1994 y serían señalados unos meses más tarde en la batalla de Seattle de noviembre de 1999, y dos años después en Porto Alegre en ocasión del primer Foro Social Mundial de 2001, en Buenos Aires el 19 y 20 de diciembre 2001, y por miles de manifestaciones de protesta más que se siguieron sucediendo durante el decenio en el cual “en nuestros sueños hemos visto otro mundo”, en palabras del Subcomandante Marcos pronunciadas en marzo de 1994.
El seminario de 1999 fue impulsado por esta experiencia y porque mi necesidad de encontrar una forma de concebir los cambios en la subjetividad del trabajo que le permitieran a ese “sujeto” ser forjador de su camino más que la victima de cambios estructurales coincidía con la de Mike de abrir categorías y explicar el caso de Corea del Sur. Mientras los análisis sobre el significado en la Argentina del menemismo en términos políticos, económicos, sociales, culturales, eran abundantes, faltaba una exploración teórica para comprender la nueva realidad del trabajo. Llevando más lejos la formulación teórica (revolucionaria) de que el Estado, el dinero y la ley son formas política, económica y legal de la relación del capital (Clarke, 1991, 1992; Holloway y Picciotto, 1994), consideré la subjetividad como forma social, como abstracción determinada. Las investigaciones previas de los autores del TLD fueron junto a otros –como Spinoza, Adorno, Negri, Elson, Gunn–, mi fuente de inspiración para “buscar la maravilla”. Como alertara Harry Cleaver, “el marxismo todavía falla en captar la particularidad cuando intenta teorizar el todo”. Tenía serias críticas al autonomismo de Negri y a la visión posmarxista de Laclau y Mouffe, y sentía que había que interrogar al sujeto de la lucha de clases como corporalidad (embodiment) en última instancia de las relaciones sociales capitalistas.
En la apertura al seminario definimos al neoliberalismo como un proyecto capitalista disutópico, cuya característica más saliente no era la de promover el desguace del Estado, flexibilizar al trabajo o “modernizar” a los sindicatos (propuesta blairista), sino la celebración del fin de los sueños sociales (¡desde el Estado!). Recalcamos el carácter triste y mediocre de este proyecto.
Aunque no lo explicitamos, sentíamos necesidad de recuperar la alegría y energía que brinda la crítica. Para mí, el seminario de 1999 y el proceso de compilación de trabajos para el TLD hasta su publicación en 2002 constituyeron una experiencia de resistencia contra las “pasiones tristes, [que] nos conducen –como se ha sugerido– a la rivalidad egoísta, a la abyección, y a las miserias de lo peor […] El mundo de la tristeza (recordémoslo) es el de los temerosos […] el territorio del odio (Kaminsky, 1998: 137-138, en su análisis del pensamiento de Spinoza).
El TLD se publicó poco después de los sucesos del 19 y 20 de diciembre de 2001 en la Argentina cuando esta lucha por recuperar la alegría se hizo indiscutible. Sentí definitivamente que “el mío es un país mareado donde la lotería es un componente de la realidad” como perspicazmente insinúa Borges en su infinito juego de azares de Babilonia, pero también un país donde la “insoportable levedad del dinero” había tocado a fondo la “insoportable levedad del ser” mostrando una vez más la separación entre ambos imposible: una variedad de sujetos y una multiplicidad de disconformidades “invisibilizados” transitoriamente por el neoliberalismo recobraban ahora su plena materialidad. Como se discute en el TLD, las crisis financieras, institucionales, económicas no son nunca aspectos externos a la constitución de subjetividad. Como indicara Marx (1992: 377), “el dinero es el verdadero agente de separación y el verdadero agente que cementa, es el poder químico de la sociedad”. Lo que “debemos captar –sugería este autor–, es la relación existente entre este sistema de alineación y el sistema del dinero” (op. cit.: 323).
Los sucesos del 19 y 20 en la Argentina permitieron también visualizar dos dificultades de las que nos ocupamos en TLD: por un lado, la conflictualidad del capital en lograr hegemonía, clasificación y subordinación completas. Por el otro, nuestra contrariedad para captar la oportunidad que se abre en un momento de crisis como aquella en términos de conciencia, organización, movilización, resistencia, identidad, es decir subjetividad. No me refiero a una oportunidad revolucionaria en el sentido ortodoxo del término. Que se vayan todos no condujo a los grandes cambios revolucionarios ansiosamente esperados por la izquierda argentina e internacional. Por ello, no mucho tiempo después este momento ha sido despreciado. Me refiero a la oportunidad que brinda la crisis para cuestionar nuestras mismísimas formas de identidad, organización y lucha, y así reinventarse. En este sentido, el 19 y 20 se trató de la emergencia de una idea adecuada inicial que puso a la gente “en posesión de su poder de entendimiento y por ello de su poder para la acción” (Deleuze, 1992, con referencia a Spinoza). El inconveniente reside en que la arrogancia dogmática impide aceptar que momentos de lucha como el 19 y 20 en la Argentina pueden erosionar, por su intensidad, las relaciones de producción capitalistas, y pueden tener implicancias políticas importantes (y por ello, posiblemente, incalculables e inconmensurables), pero que en estos procesos existe una realidad “no empírica” que interviene en la constitución de subjetividad y conciencia de clase (Sohn-Rethel, 2001; Taylor, 2009).
Los artículos que integran el TLD analizan el trabajo en términos de metamorfosis, movimiento, incertidumbre y posibilidad. Y también de lucha, valor, inmaterialidad, materialidad, pasión, realización, búsqueda y vitalidad creativa. Algunas reseñas han apreciado este esfuerzo y elogiado el TLD por haberle devuelto a la categoría trabajo su sensualidad perdida. Otras han protestado argumentando que el TLD no contenía realmente un debate sobre el trabajo. El libro propone a la categoría trabajo como un descubrimiento teórico práctico y llama a la necesidad de su problematización. Establecimos la conexión entre trabajo y utopía iniciada, en nuestra opinión, por Tomás Moro. Sin intentar entrar en el debate de si el libro de Moro es de carácter revolucionario o no, rastreamos dos momentos históricos: cuando se comienza a concebir al trabajo como motor de la transformación social (proceso que llega a su clímax con la revolución industrial), y cuando se produce, en palabras de Perlman, “la gran evasión”, en el siglo xx. En el resto de la compilación se discute lo que consideramos cuestiones esenciales relacionadas con el trabajo: acumulación primitiva, clase y clasificación, fetichismo y fetichización, dominación y explotación, valor, dinero y subjetividad, conciencia de clase y nuevas formas de organización y lucha.
Tomados en conjunto, los trabajos del TLD sugieren tres cuestiones importantes: primero, que para cuestionar al capitalismo, no alcanza con la crítica bien intencionada sobre el capitalismo y su obra destructiva (área del conocimiento a la que los estudios del trabajo han aportado enorme y afortunadamente), sino que resulta imperativo abrir, discutir y desafiar las categorías arraigadas a la luz de la praxis (por ejemplo, desocupados, acumulación primitiva, el fin del trabajo, conciencia de clase o sindicalismo movimientista). Segundo, que la crítica es abierta en tanto que relación recíproca entre las categorías teóricas que nos permitan cuestionar la práctica y las categorías de la práctica que nos hagan cuestionar las categorías de la crítica (Bonefeld et al., 1992: xi). Nos preguntamos cómo escuchar y reflejar en nuevos conceptos –parafraseando a John Holloway–, el grito del ¡Ya basta! o del ¡Que se vayan todos! Tercero, que el concepto del trabajo no es ni concreto ni abstracto sino una abstracción real, y por ello una transitoriedad embebida en relaciones de clase y procesos de clasificación y subordinación, en una permanente búsqueda por recuperar su materialidad desde la abstracción para realizarse y, a la vez, escapar a su propio destino concreto en procura de insurgencias inexploradas.
Esperamos que esta publicación sea una contribución a la búsqueda de respuestas a esa pregunta nunca abandonada de cómo cambiar el mundo. Esta vez nos toca una coyuntura particular donde la vulgaridad y tristeza del capitalismo expuestas en el centro mismo del capitalismo se confrontan con una creciente voluntad de reinstauración de los sueños sociales como tarea humana esencial. Y si fuera verdad que (Spinoza, una vez más) “no hay deseo alguno, aun procediendo de una pasión triste, fuerte y avasalladora, que pueda sobreponerse a los deseos de alegría porque los deseos que nacen de la alegría se conjugan con el esfuerzo mismo de la perseverancia en el ser, la fuerza esencial de los hombres.” (Kaminsky, 1998: 137-138, sobre Spinoza), entonces, tendremos razón en tener la esperanza de poder realizar lo irrealizado.
La publicación en castellano de este apreciado libro en mi ciudad Buenos Aires y por el colectivo Herramienta tiene para mí un valor emocional adicional. ¿Me servirá para seguir cobijando añoranzas y peleando distancias? ¿Me valdrá para seguir haciendo frente cotidianamente desde hace trece años, al dilema irresuelto al que, como insinúa Kundera en La ignorancia (2000) estuvo sometido Ulises (y el propio Kundera) entre “la dolce vita en un lugar foráneo y el riesgo de volver al hogar”, el dilema de tener que elegir (aunque no es posible ya elegir) entre la “exploración ardiente de lo desconocido (la aventura)” y la “apoteosis de lo conocido (el retorno)”? Seguramente no podrá este volumen remediar el desatino de mi existencia dual, pero será, a ciencia cierta, un puente entre el aquí y el allá sobre el cual apoyarme cada vez que caigo en la cuenta de que ya no vivo ni aquí ni allá, sino en aquiallá.
Agradecimientos
Este libro no habría sido posible sin el aliento y apoyo de amigos y colegas del Centro de Estudios Laborales Comparados de la Universidad de Warwick, en particular, Simon Clarke y Tony Elger, y el apoyo administrativo de Frances Jones. Queremos también reconocer el estímulo intelectual proporcionado por las discusiones de los temas de este libro con estudiantes de posgrado asociados a dicho Centro, como Dae-Oup Chang, Patrick Von Brandt, Kevin Perry y Greg Schwartz. Y, quizás, tendríamos que agradecernos mutuamente ya que escribir juntos es una experiencia sencilla y regocijante cuando jugamos de memoria.
También resulta imperativo agradecer, en nombre de Mike Neary, de los autores del TLD y el mío propio la iniciativa absolutamente desinteresada, generosa y apasionada (¡de las que ya casi no quedan!) de editar el TLD en castellano de Rodrigo Pascual y Luciana Ghiotto, y la formidable capacidad de trabajo del equipo de Herramienta al que pertenecen por realizar esta ilusión. Agradecemos enormemente en nombre de ambos compiladores por el arduo trabajo de traducción a Alberto Bonnet, Carlos Cuéllar, Luciana Ghiotto, Florencia Martínez, Rodrigo Pascual, Carla Poth, María de las Nieves Puglia y Francisco Sobrino. Igualmente, muchas gracias por editarnos a Chiche Vásquez y Carlos Pipo Cuéllar. Gracias también a Mike Neary por su colaboración financiera y a Publicaciones Ashgate, en particular a Elina Vartto, por su apoyo en esta empresa.
Bath, 17 de abril de 2009
Referencias Bibliográficas
Bonefeld, Werner; Gunn, Richard, y Psychopedis, Kosmas (comps.) (1992), Open Marxism (vol. 1): Dialectics and History. Londres, Pluto Press.
Clarke, Simon (comp.) (1991a), The State Debate. Basingstoke (Reino Unido), Macmillan.
––––– (1991b), Marx, Marginalism and Modern Sociology. From Adam Smith to Max Weber. Londres, Macmillan.
Cleaver, Harry (1993), “Marxian Categories, the Crisis of Capital and the Constitution of Social Subjectivity Today”, Common Sense (Edimburgo, Reino Unido, CSE), núm. 14, CSE, págs. 32-55.
Deleuze, Gilles (1992), Expressionism in Philosophy: Spinoza. Nueva York, Zone Books.
Dinerstein, Ana Cecilia, y Neary, Michael (1999), “La lucha de clases y el Manifiesto comunista. La capacidad (de)constructiva del Manifiesto”, Doxa (Buenos Aires), núm. 19, verano meridional 1998-1999, págs. 51-56.
Holloway, John, y Picciotto, Sol (1994), “Capital, crisis y Estado”, en J. Holloway: Marxismo, Estado y capital. Buenos Aires, Fichas temáticas de Cuadernos del Sur, Editorial Tierra del Fuego, págs. 75-104.
Kaminsky, Gregorio (1998), Spinoza: la política de las pasiones.Barcelona, GEDISA.
Kundera, Milan (2000), La ignorancia, trad. B. de Moura. Barcelona y México, Tusquets Editores.
Marx, Karl (1992) [1844], “Economic and Philosophical Manuscripts”, en: Early Writings. Londres, Penguin, págs. 279-400. Edición en español: Manuscritos económicos-filosóficos de 1844, trad. F. Aren, S. Rotemberg y M. Vedda, introd. M. Vedda. Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2004.
Moody, Kim (1997), Workers in a Lean World. Unions in the International Economy. Londres, Nueva York, Verso.
Sohn-Rethel, Alfred (2001), Trabajo intelectual y trabajo manual. Crítica de la epistemología. Barcelona, El Viejo Topo.
Taylor, Graham (2009), “Trabajo y subjetividad: repensar los límites de la conciencia obrera”, en A. C. Dinerstein y M. Neary (comps.): Debate sobre el trabajo: una investigación sobre la teoría y la realidad del trabajo capitalista. Buenos Aires, Ediciones Herramienta.