Claudia von Braunmühl
El sistema imperialista se caracteriza cada vez en mayor medida, particularmente en sus regiones metropolitanas, por la contradicción entre la internacionalización y la nacionalización del proceso de acumulación.
[1] Esta contradicción se manifiesta actualmente en la aparición de capitales que operan internacionalmente, como por ejemplo las corporaciones multinacionales, y en la constante intervención del aparato del estado en la reproducción de los capitales nacionales. Al intentar comprender teóricamente esta contradicción, los análisis sobre el imperialismo, tanto teóricos como empíricos, confrontan un doble dilema. Por un lado, al conservadurismo encubierto al interior del concepto dominante de imperialismo; por otro, a lo inadecuados que resultaron esos intentos de investigar el imperialismo hasta el presente.
Las definiciones actuales representan al imperialismo como un problema de “derrame” de una forma sobre la otra: el capital nacional, que una vez fue esencialmente interno en su alcance, se reproduce a sí mismo externamente de modo creciente, y por ende produce imperialismo. Esta concepción
[2] contiene elementos burgueses implícitos. El imperialismo tiene como precondición la partición específica del mercado mundial en estados nacionales y este empleo del concepto consolida esta realidad dotándola de un carácter casi normativo. La acumulación de capitales nacionales adquiere de repente su propia legitimidad de cara a la intervención de capitales extranjeros. En lugar de evaluar la calidad de la intervención a partir de la nacionalidad del capital o del capitalista, se debería tratar de determinar los efectos de dicha intervención sobre las posibilidades del cambio revolucionario. Para ello, hay que establecer el rol jugado por las fronteras, por el proceso de acumulación de los capitales nacionales, por el desarrollo nacional de la productividad y por los aparatos estatales. En otras palabras, se trata de otorgar al concepto de imperialismo una mayor precisión a partir de las dimensiones de la división internacional del trabajo y de la lucha de clases, ya que estas son determinadas por los cambios históricos en las funciones de la estatalidad nacional y en este punto analizar el molde específico que posee la división internacional del trabajo, tal como es estructurada por el capital metropolitano, reviste especial importancia.
La problemática acerca del concepto de imperialismo actual se refleja en los intentos de investigarlo que se hicieron hasta ahora. Estos intentos trataron de proveer un marco conceptual para la relación entre el movimiento de capitales en el mercado mundial, el imperialismo y el estado. En particular, las investigaciones ligadas al marxismo trataron de liberarse del punto de vista tradicional que ve al estado como determinado en primera instancia por los procesos internos, respecto de los cuales los determinantes externos son adosados a posteriori. Al analizar el proceso de la acumulación de capital como un proceso internacional, estas investigaciones conciben al estado contemporáneo como la representación política de los capitales “nacionales” en relación con la intensificada contradictoriedad (las alteraciones de la forma, la pérdida de funciones, la expansión de funciones) así como las tendencias hacia nuevas formas de estatalidad y las condiciones para su realización. Aunque esto ofrece una mirada analítica sobre muchos de los procesos más recientes, conserva un procedimiento metodológico que se enfoca en el capital nacional y su estado.
Se elaboraron numerosas investigaciones desde esta posición en la cual el “desarrollo del subdesarrollo” se convierte en el objeto central de investigación.
[3] Aquí se ve a la formación del modo de producción capitalista y a su expansión global como un proceso que tiene lugar en contextos internacionales y a un nivel internacional, y se analiza su “otra cara” como el factor decisivo que determina el curso y la forma de desarrollo en las regiones periféricas. De modo que, aunque se ve a la integración de las economías independientemente organizadas en el mercado mundial como un fenómeno históricamente inseparable del capital, esta mirada queda confinada, sin embargo, a las disparidades extremas exhibidas en las relaciones entre las áreas metropolitanas y las regiones periféricas, donde este contexto resulta, sin dudas, particularmente obvio.
[4]
Esta mirada, no obstante, debe ser elevada al nivel de teoría. Debe ser formulada como una pregunta acerca de los determinantes internacionales del intervencionismo estatal. La mirada acerca del modo en que el mercado mundial media la acumulación nacional y el desarrollo de las fuerzas productivas, que primero recibió atención teórica como el contexto internacional de la crisis, hace de hecho que resulte teóricamente imposible considerar al desarrollo económico nacional y a las actividades del aparato del estado nación como ampliamente determinadas de una manera interna. Y esto plantea la pregunta acerca de la relación entre la economía nacional y el mercado mundial o, en otras palabras, entre el estado nacional burgués y el sistema imperialista.
Sin embargo, resulta prácticamente imposible responder esta pregunta a partir de modelos que sostienen la creciente pérdida de autonomía, externamente inducida, de una unidad político económica –esto es, el estado nación– que, como tal, no sería afectada estructuralmente, como por ejemplo en el debate de las corporaciones multinacionales versus el estado nación. El viejo modelo del estado nacional burgués se volvió insostenible para el tratamiento del proceso real de la acumulación internacionalizada. Este modelo comprendía al estado nación como una entidad delimitada con relaciones exteriores, que debe actuar en conformidad con estándares internacionales en la medida en que tiene compromisos políticos y económicos, compromisos a partir de los cuales recibe un impulso adicional para su actividad estatal. La evidente insostenibilidad de este modelo muestra que de ningún modo fue capaz de capturar la esencia de las cosas sino que, sin comprender sus propias restricciones, apenas pudo circunscribir un período particular de la historia.
Un sistema internacional no es la suma de muchos estados; al contrario, el sistema internacional está integrado por muchos estados nacionales. El mercado mundial no está constituido por muchas economías nacionales concentradas juntas, sino que el mercado mundial está organizado en la forma de muchas economías nacionales como sus componentes integrales. “La primacía metodológica de la totalidad sobre los momentos singulares”
[5] también debe mantenerse en este nivel de la argumentación.
Cada economía nacional sólo puede ser adecuadamente comprendida como una instancia particular que gira en mayor o menor medida sobre su configuración interna, pero que, no obstante, es un elemento integral del mercado mundial; así, el estado nacional, y el estado burgués como fenómeno general, sólo puede ser apropiadamente determinado en estas dimensiones. De modo similar, la influencia de la internacionalización de la acumulación de capital no puede entenderse si es pensada como un factor externo que actúa sobre la estatalidad y las acciones del estado nación, sino que debe ser concebida como un proceso que tiene un efecto al interior de la economía nacional, en tanto parte del mercado mundial
[6]. Podríamos preguntarnos si la teoría del imperialismo no debería tomar al mercado mundial como el nivel
a priori de análisis a partir del cual se pueden desprender conclusiones, en vez de tomar al capital nacional y a su estado asociado como el punto de partida. En el manuscrito de los
Grundrisse Marx escribe: “(…) el sistema entero de la producción burguesa debe estar presupuesto para que el valor de cambio aparezca en la superficie como simple punto de partida”.
[7] En la introducción Marx hace el conocido comentario acerca del único modo correcto de comenzar “por lo real y concreto”
[8] y afirma que la emergencia del concepto de trabajo en tanto “categoría totalmente simple” requiere del mayor desarrollo práctico de la “sociedad más moderna”.
[9]
Parece razonable tomar estas observaciones de validez epistemológica, que fueron dirigidas al análisis de la forma mercancía, para aplicarlas también al
nivel del mercado mundial. “Las abstracciones más generales surgen únicamente allí donde existe el desarrollo concreto más rico, donde un elemento aparece como lo común a muchos, como común a todos los elementos. Entonces, deja de poder ser pensado solamente bajo una forma particular. (…) De este modo, la abstracción más simple que la economía moderna coloca en el vértice, y que expresa una relación antiquísima y válida para todas las formas de sociedad, se presenta no obstante como prácticamente cierta en este grado de abstracción sólo como categoría de la sociedad moderna”.
[10] Esto no sólo es válido para la construcción de categorías político-económicas y su articulación en esquemas deductivos, sino también para la determinación del nivel en el cual se sitúan las categorías como expresión de la totalidad social. Entonces, determinar la esencia de las cosas a partir de su forma de apariencia más completamente desarrollada significa que el estado nacional como una forma particular ya no debería ser tomado como el nivel desde el cual se analiza el movimiento del capital; este debería ser, en cambio, el mercado mundial como una totalidad.
Esto no requiere la reconstrucción de todas las categorías que Marx concibió, sino más bien de lo que puede llamarse la transferencia epistemológica del método dialéctico y de la forma dialéctica de presentación a la determinación del
nivel en el cual los capitales individuales actúan uno sobre el otro. El nivel del movimiento del capital o, en otras palabras, las dimensiones de la extensión de la unidad de los muchos, debe ser en sí mismo sistemáticamente deducida de los determinantes necesarios del proceso de acumulación visto como lucha de clases. En lugar de sostener conceptos que son tomados como dados, ya sea el estado nación o el mercado mundial, el objetivo debería ser el de determinar la relación entre ambos, tanto en las condiciones de posibilidad de su separación relativa como en los términos concretos de la historia de la acumulación. “La tendencia a crear el
mercado mundial está dada directamente en la idea misma del capital.”
[11] Esta tendencia se vuelve cada vez más manifiesta. El mercado mundial es el lugar donde “la producción esta puesta como totalidad al igual que cada uno de sus momentos, pero en la que al mismo tiempo todas las contradicciones se ven en proceso”.
[12] Se convierte en la esfera de un contexto global de producción e intercambio en el cual el capital está en proceso de constituirse a sí mismo como capital mundial histórico real. “El capital, conforme a esta tendencia suya, pasa también por encima de las barreras y prejuicios nacionales, así como sobre la divinización de la naturaleza, liquida la satisfacción tradicional, encerrada dentro de determinados límites y pagada de sí misma, de las necesidades existentes y la reproducción del viejo modo de vida. Opera destructivamente contra todo esto, es constantemente revolucionario, derriba todas las barreras que obstaculizan el desarrollo de las fuerzas productivas, la ampliación de las necesidades, la diversidad de la producción y la explotación e intercambio de las fuerzas naturales y espirituales.”
[13] Esta tendencia, entendida en términos de la teoría de la acumulación, debe ser analizada al nivel del mercado mundial. En otras palabras, la acumulación del capital debe ser reconstruida conceptualmente en el contexto del mercado mundial.
Vis-à-vis esta totalidad, las particiones históricas, las divisiones, la unión política de capitales al interior del estado nacional burgués, los aparatos estatales y sus actividades, deben ser analíticamente determinados como los particulares. Entonces, el mercado mundial debería ser relacionado, en tanto la propia esfera de circulación del capital, con las esferas nacionales de circulación, en tanto particularizaciones, y definido en esta relación.
[14]
El nivel analítico apropiado es entonces el del mercado mundial
[15], y nuestra tarea es explicar su diferenciación como capitales nacionales así como su organización como estados nacionales. De este modo, en lugar de investigar la amplitud de la expansión de los capitales nacionales en capitales que actúan y se fusionan en escala mundial, la cual está condicionada por el proceso de acumulación, y las consecuencias que surgen de esto a partir de procedimientos metodológicos o analíticos -manteniéndonos centrados así en el estado nacional-, deberíamos concentrarnos en especificar las condiciones bajo las cuales el capital -cuyo movimiento es internacional por su propia esencia- se particulariza en capitales nacionales y su organización política es delimitada en el estado nacional.
[16] Otro tema a ser estudiado es cómo el contexto del mercado mundial del capital en el periodo de la internacionalización de la producción influye sobre las relaciones de clase para unificarlas o diferenciarlas aún más, dado que estas relaciones de clases deben ser comprendidas en sí mismas como un conjunto internacional, con centros de gravedad nacionalmente localizados.
[17]
Trabajando en un enfoque de este tipo enfrentaremos serios problemas conceptuales y metodológicos. Las categorías desarrolladas por Marx en el volumen III de
El capital, las cuales conciernen a la unidad de la pluralidad y contienen a la competencia como un factor efectivo que entra en la constitución de las categorías (por ejemplo, la tasa media de ganancia, la composición orgánica del capital, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, etc.), son categorías derivadas del concepto de capital en general.
[18] Estas categorías, si son utilizadas en un análisis histórico concreto, deben estar relacionadas con el contexto de producción e intercambio. Dentro de este contexto, las condiciones de su existencia, la movilidad del capital y del trabajo, deben ser establecidas. En el momento en que Marx escribió
El capital, la única unidad que corporizaba estas condiciones necesarias para la constitución de las categorías era el estado nacional burgués o el mercado interno, establecido dentro de límites que en parte ya estaban determinados, y en parte se establecieron, como resultado de la lucha. Ya que los límites de los complejos de producción y circulación de los capitales interrelacionados eran ampliamente idénticos con los de los estados nacionales burgueses, las categorías, como la de tasa media de ganancia, sólo podían encontrar una referencia empírica como categorías que reflejaban una realidad histórica al interior de un marco nacional. La unidad contradictoria concreta de los muchos, que corresponde al despliegue histórico del desarrollo de las fuerzas productivas y de la división del trabajo, tuvo su forma histórica más desarrollada en el estado nacional.
Debe quedar en claro que esto no significa que Marx haya desarrollado estas categorías correspondientes al concepto de capital en general en un contexto nacional y que sería necesario entonces “deshistorizarlas” a través de complejos procesos de descontextualización y abstracción, sino simplemente que Marx refiere esas categorías a un marco nacional a la hora de su concretización empírica. Esto se debe, en parte, a razones que hacen a la naturaleza histórica de la acumulación. Sin embargo, también se debe a que el desarrollo conceptual acerca de la competencia no fue lo suficientemente diferenciado como para permitir ver al estado como la forma política de organización de los capitales en competencia, reunidos en sistemas de reproducción históricamente conformados.
[19]
Por ello Marx define a la tasa media de ganancia sobre la base del presupuesto metodológico de la existencia del mismo grado de explotación del plusvalor relativo y absoluto en “un país dado”
[20], explicando que “lo que queremos exponer precisamente en esta sección es la manera como se establece una tasa general de ganancia dentro de un país”.
[21] Habla de un proceso de nivelación de la tasa media de ganancia “en una determinada formación social nacional”
[22] y por ello aplica el concepto de “capital social total” de un modo concreto sólo al interior del marco nacional. De hecho, no puede concebir al mercado global más que como una agregación de unidades nacionales
[23], y su explicación de la “diversidad nacional de los salarios”
[24] se basa sobre esto.
El concepto de capital nacional combina un concepto económico, sujeto a sus propias leyes, con un concepto político, que en esencia es contingente respecto del económico. Como resultado, parece muy fácil que el concepto de lo político, una expresión común del vocabulario diario, se convierta en un sustituto para una consideración más sistemática acerca de las condiciones (entendidas desde el punto de vista de la teoría de la acumulación) requeridas para la constitución de esta forma histórica específica de aparición de la unidad del capital. En el curso del proceso de acumulación, de la extensión, diferenciación e intensificación de la división social del trabajo, de la creciente movilidad internacional del capital y de su interpenetración supranacional, la unidad de los complejos fraccionados de reproducción (esto es, los capitales nacionales), previamente establecidos de modo selectivo en la esfera de la circulación, forma crecientemente un conjunto sólido hasta convertirse en un complejo de reproducción real, unificado y global. En la medida en que este desarrollo surge del proceso de valorización del capital en sí mismo, esto marca una nueva forma histórica y concreta de aparición de la unidad del capital, la cual, de cara a su unidad previa, se muestra a sí misma como un proceso de particularización que debe ser históricamente determinado. El análisis de los movimientos del capital debe comenzar desde el nivel de esa nueva unidad dentro de la cual sucede el movimiento del capital.
[25]
Si el movimiento del capital y, con él, el de la ley del valor, deben ser objeto de análisis conceptual en el nivel del mercado mundial, entonces la derivación y la determinación de la forma del estado burgués debe introducirse en esta dimensión o, tal vez, sólo puede ser alcanzada en este nivel. A la luz del hecho de que la esfera de la movilidad del capital y de la ley del valor es el mercado mundial, y que la ley del valor, de acuerdo con las leyes internas del capital, realiza progresivamente su tendencia hacia una vigencia mundial, la forma del estado nación burgués (la organización política de complejos de reproducción separados, la condensación política de capitales nacionales) no puede ser sólo derivada de las dimensiones meramente internas de una sociedad de clases productora de mercancías. No es solo una cuestión de la derivación del estado en general, sino de la derivación de la organización política específica del mercado mundial en muchos estados o, en otras palabras, de explicar la particularización del capital en capitales nacionales, cada uno con sus propios órganos políticos y sus propias características. Este es un prerrequisito indispensable para cualquier análisis que tenga como objeto las formas de aparición del imperialismo contemporáneo y los problemas del intervencionismo estatal.
Marx mismo nunca tocó en profundidad este problema y menos aún ofreció posibles soluciones. Sus únicas reflexiones sobre este tema resultan ser declaraciones esencialistas, declaraciones cuasi-analíticas no-derivadas y no-fundamentadas, que resultan ser de una naturaleza más bien descriptiva. “La sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuos, en una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas. Abarca toda la vida comercial e industrial de una fase y, en este sentido, trasciende de los límites del estado y de la nación, si bien, por otra parte, tiene necesariamente que hacerse valer al exterior como nacionalidad y, vista hacia el interior, como estado.”
[26] “(…) [P]ero [el estado] no es tampoco más que la forma de organización que se dan necesariamente los burgueses, tanto en lo interior como en lo exterior, para la mutua garantía de su propiedad y de sus intereses.”
[27] O en la descripción que une reúne un rango entero de formas históricas diversas. “La sociedad actual es la sociedad capitalista, que existe en todos los países civilizados, más o menos modificada por las particularidades del desarrollo histórico de cada país, más o menos desarrollada. Por el contrario, el estado actual cambia con las fronteras de cada país. En el imperio prusiano–alemán es otro que en Suiza, en Inglaterra, otro que en los Estados Unidos. El estado actual es, por tanto, una ficción. Sin embargo, los distintos estados de los distintos países civilizados, pese a la abigarrada diversidad de sus formas, tienen en común el que todos ellos se asientan sobre las bases de la moderna sociedad burguesa, aunque ésta se halle en unos sitios más desarrollada que en otros, en el sentido capitalista. Tiene también, por tanto, ciertos caracteres esenciales comunes. En este sentido, puede hablarse del estado actual (…)”.
[28] En cada una de estas afirmaciones, la naturaleza multi-estatal del mercado mundial es siempre presupuesta, nunca analizada.
Así la teoría materialista, en su estado actual de construcción y reconstrucción, apenas si puede proveer puntos de contacto para la presentación, en el contexto de una derivación rigurosa, de la organización estatal específica del mercado mundial. Por otro lado, tampoco puede darse un argumento que demuestre que tal derivación sea imposible. Tampoco se encontrará una respuesta tomando algún concepto del estado y haciendo una deducción plausible de su pluralidad y aplicándola en modificaciones histórico concretas. Cualquier deducción de este tipo seguiría siendo insatisfactoria; aún tendrían que explicarse las modificaciones.
El modo más adecuado de lograr la clarificación conceptual requerida sería a partir de un análisis histórico informado y acompañado por una reflexión sistemática.
[29]
El mercado mundial debe entenderse como un contexto internacional efectivo de competencia abarcativo, organizado en estados y específicamente estructurado, dentro del cual surge y se consolida a sí misma la estatalidad y los estados forman sus estructuras económicas, políticas y sociales características.
El carácter concreto del estado nación particular, así como la determinación de su forma económica deben explicarse en términos de las circunstancias y precondiciones históricas específicas bajo las cuales se desarrollaron los diversos capitales nacionales. De todos los factores posibles, debe asignársele un rol dominante a la posición que ocupan dentro del contexto del mercado mundial. Pero este carácter concreto, a pesar de ser en esencia contingente al capital, tuvo sin embargo un efecto histórico decisivo sobre la formación actual del proceso de acumulación dentro de límites específicos. Por ello tuvo un rol decisivo en la determinación de los patrones particulares de desarrollo de las fuerzas productivas, de las relaciones de clase y, por último pero no por ello menos importante, en la configuración específica del aparato del estado, sus funciones y su percepción de su función así como de su posición en el contexto de la sociedad de clases. Las características territoriales particulares del sistema de reproducción pre-capitalista pre-existente y la estructura de su aparato administrativo de dominación son ambas de central importancia.
En el análisis de la formación de la sociedad burguesa en el contexto del mercado mundial - el cual “constituye en general la base y la atmósfera vital del modo capitalista de producción”
[30]- es necesario introducir una reflexión conceptual sobre la conexión entre el crecimiento de los sistemas nacionales de reproducción y el desarrollo del mercado mundial y de las influencias, mediadas a través del mercado mundial, sobre las características específicas y los modos de acción del aparato del estado nacional. Una explicación histórica acerca del origen del modo de producción capitalista en la particular forma de capitales nacionales y del mercado mundial asumiendo la forma de organización de estados políticos nacionales requiere descubrir y reconstruir las condiciones sistemáticas para la constitución de las categorías. Porque si, tal como aquí sostenemos, el mercado mundial
es el
nivel analítico apropiado en relación con el cual deben determinarse los espacios efectivamente delimitados del movimiento del capital, entonces esto designa una dimensión que, dentro del capitalismo, es histórica sólo en relación a la efectividad de dicha delimitación, y no en relación a lo apropiado del nivel de análisis. En otras palabras, se trata de reconstruir el sustrato de las categorías, por ejemplo, la efectividad del contexto del mercado mundial tal como se manifestó desde el inicio del modo de producción capitalista hasta su desarrollo en el monopolio y el imperialismo.
La existencia de entidades políticas regionalmente delimitadas ejerciendo soberanía fue desde el principio tanto la precondición como el canal que posibilitó la constitución y consolidación de un complejo de intercambio basado sobre la división del trabajo en la base del modo de producción capitalista y con ello también del despliegue de las leyes del capital. Pero, al mismo tiempo, el establecimiento del modo de producción capitalista presupuso al mercado mundial: por un lado, en el sentido de la captura de riqueza y la absorción de mercancías; por otro lado, el mercado mundial fue el elemento vital del capital ya que los procesos de acumulación desunidos no se conformaron como una unidad en sí mismos sino que, usando y cambiando la función de los límites y los aparatos de dominación pre-existentes, asumieron formas políticas de organización (aquellas del estado burgués) que los relacionaron competitivamente unos con otros. “Las colonias han creado el comercio universal, el comercio universal es la condición necesaria de la gran industria.”
[31] Debido a su doble función de proveedores de materias primas, metales preciosos, bienes de lujo y esclavos, así como punto de venta mercantil para los productos predominantemente manufacturados
[32], la expansión constante del mercado mundial, inicialmente en un tiempo de estructuras feudales predominantes
[33], actuó como una fuerza poderosa en la acumulación de tesoro, la circulación de dinero y la producción de mercancías para un mercado en expansión
[34]. El mercado mundial es un componente integral de esos procesos que tienen como resultado la afirmación del modo de producción capitalista y sus leyes. Esto significa que desde los orígenes del modo de producción capitalista el mercado mundial está integrado a las economías nacionales, en las cuales este proceso tiene lugar.
En el curso de asegurar y mantener la base material de su supremacía, el aparato político de dominación feudal se transformó en el estado absolutista que, en parte como objetivo y en parte en coalición directa con el capital manufacturero y mercantil, socavó sus propias bases económicas y sociales para actuar como partero del modo de producción capitalista
[35]. La “centralización y organización del poder de estado”
[36] lograda por el estado absolutista, precondición para una serie de amplias medidas con el objetivo de incrementar la riqueza y centradas sobre la burguesía en ascenso
[37], requirió el establecimiento definitivo de los límites estatales, los cuales gradualmente perdieron su carácter dinástico y adquirieron una creciente significación económica, convirtiéndose en el marco dentro del cual el estado nación burgués se conformó gradualmente.
Con la implementación del sistema monetario supervisado por el estado
[38] y la expansión de los canales de comercio, etc., el estado absolutista promovió la unificación de las condiciones de circulación. “La burocracia impuso la idea de la unidad contra los diversos estados dentro del estado”.
[39] Desde luego, en su dimensión social, esta unidad fue confinada a la burguesía propietaria que sostenía el estado nación burgués. Confinada, en efecto, al capital. Pero necesariamente también contenía en su interior el antagonismo de clase que negaba esa unidad. En su dimensión territorial, comprimía el espacio dentro del cual el capital se movía como un complejo de circulación y producción basado sobre la división del trabajo, un espacio que era provisto y formado por las acciones del estado absolutista.
En sus asuntos externos, el estado absolutista mercantilista todavía estaba completamente comprometido con la teoría de que la riqueza debía obtenerse a través del comercio. Funcionaba como el ejecutor de un sistema de “explotación a través del comercio y regulado por el estado, que desempeñó importantísimo papel en la adolescencia de la industria capitalista: fue, en lo esencial, la política económica de un período de acumulación primitiva”.
[40] La modesta productividad del trabajo no permitía que se desarrollara el concepto de plusvalor. La ganancia era comprendida como el resultado de una ventaja ganada en la diferencia de precios y, en el mercado nacional, esto significaba importar lo menos y más barato posible y exportar mucho y a alto precio. Como resultado, el objetivo central de las políticas mercantilistas era el control monopolista de los mercados de exportación y la estructura de producción de las colonias orientada a las necesidades de la manufactura doméstica y de la industria. Por ello un sistema de regulación estatal comprensivo, expresión de la aún extrema necesidad de protección y soporte de parte del modo de producción capitalista, proveyó el suministro de la fuerza de trabajo necesaria y la promoción de la vida industrial.
[41] Los bordes exteriores protectores se convirtieron en una pared defensiva de tarifas para la producción y el mercado interno siempre que, y mientras que, el capitalismo ascendente requiriera protección dentro de esos bordes para “la fabricación de capitalistas”.
[42]
A través de su política de fuerza óptima en el mercado mundial, el estado mercantilista logró la integración sistemática del mercado mundial en la economía nacional y la estructuración de la economía nacional para el mercado mundial. En su política exterior (y no sólo en la sustentación económica de la guerra, sino también en la provisión de garantías legales para las operaciones de intercambio con el exterior), el estado aparece claramente como un representante y garante del modo de producción dominante. De este modo, la fuerza política y militar del estado dentro del sistema internacional sirvieron desde el comienzo a los intereses inmediatos de la burguesía en ascenso.
[43] En el curso del desarrollo de un sistema legal internacional, los estados comenzaron a reconocerse a sí mismos como los representantes políticos de complejos de producción y circulación separados pero atados. La unidad de estos complejos, desarrollada sobre una base de antagonismo, constituye el estado nación burgués.
[44]
Así como el mercado mundial fue la base necesaria para la acumulación primitiva y así como su precondición fue la delimitación territorial y la soberanía del estado nación burgués, así la revolución industrial también fue lograda a partir de la unidad contradictoria de estos dos elementos. Ni el viejo modo de producción “era suficiente para habérselas con un mercado en expansión y con la competencia entre los capitalistas, que se ampliaba con rapidez aun mayor”
[45], ni tampoco el capital nacional en desarrollo permaneció en momento alguno al interior de sus fronteras. “La maquinaria, por un lado, promueve un incremento directo de la materia prima; de esta suerte, pongamos por caso, la
cotton gin (desmontadora de algodón) incrementó la producción de algodón. Por otro lado, la baratura de los productos hechos a máquina y los sistemas revolucionarios de transporte y comunicación son armas para la conquista de mercados extranjeros. Al arruinar el producto artesanal de éstos, la industria maquinizada los convierte forzadamente en campos de producción de su materia prima. Así, por ejemplo, las Indias Orientales han sido constreñidas a producir algodón, lana, cáñamo, yute, añil, etc., para Gran Bretaña. La constante conversión en “supernumerarios” de los obreros en los países de gran industria fomenta, como en un invernáculo, la emigración hacia países extranjeros y la colonización de los mismos, transformándolos en semilleros de materias primas para la metrópoli como se transformó por ejemplo a Australia en un centro de producción lanera.
Se crea así una nueva división internacional del trabajo, adecuada a las principales sedes de la industria maquinizada, una división que convierte a una parte del globo terrestre en campo de producción agrícola por excelencia para la otra parte, convertida en campo de producción industrial por excelencia.”
[46]
De este modo, con la revolución industrial, el país en proceso de industrialización pasó a estar inmerso activamente en una estructura de división internacional del trabajo y, operando de acuerdo con la dinámica de valorización del capital, causó cambios permanentes sobre él.
[47] En el proceso violento a partir del cual se estableció la estructura de la división internacional del trabajo, se formaron las estructuras del comercio y la producción de las colonias para satisfacer los requerimientos del capital industrial y de la manufactura y, con ello, alcanzar la acumulación requerida para asegurar el gasto de capital necesario para el triunfo y la prosperidad del modo de producción capitalista en las regiones metropolitanas.
[48] La estructura de las relaciones internacionales se convirtió en “la expresión de cierta división del trabajo”
[49] y se alteró de acuerdo con esta. Historias particulares y separadas quedaron subsumidas y condensadas bajo una misma historia mundial.
[50]
Este proceso, que se inició en Inglaterra con el apoyo de un aparato estatal que desarrollaba una activa participación internacional
[51], benefició al capital británico y perjudicó la reproducción autónoma de aquellos países donde existía un desarrollo político y económico desigual a partir de relaciones feudales, las cuales eran mucho más estables y altamente resistentes a influencias externas. Una vez que el mercado mundial comenzó a funcionar como tal y una vez que se estableció el modo de producción capitalista, el resto de los estados europeos fueron forzados a abrirse a ellos bajo pena de estancamiento económico o de pérdida de la base material para su autoridad. Donde no existían precondiciones sociales, esta apertura se logró a partir del compromiso activo del aparato del estado. Estos estados deben en gran parte su forma y su locación específica en la sociedad de clases justamente a esas intervenciones con el fin de establecer las relaciones capitalistas de producción. “A partir de 1825, la invención y la aplicación de las máquinas no ha sido más que el resultado de la guerra entre patrones y obreros. Pero esto sólo puede decirse de Inglaterra. En cuanto a las naciones europeas, se vieron obligadas a emplear las máquinas por la competencia que les hacían los ingleses, tanto en sus propios mercados como en el mercado mundial.”
[52]
Mientras Inglaterra competía en el mercado mundial con países que estaban aún en el nivel de puros estados mercantiles, los estados europeos se vieron confrontados tanto en los mercados domésticos como externos con un competidor tecnológicamente superior y con extensas conexiones en el mercado mundial, que estaba permanentemente en posición de efectuar transferencias de valor a través de un rentable intercambio desigual. Entonces, los estados fueron forzados a, por un lado, crear un complejo de producción y circulación sujeto a su propio control y lo más protegido posible de influencias externas a través de tarifas protectoras
[53]; por otro lado, a revolucionar sus relaciones económicas y sociales con el fin de introducir relaciones capitalistas y promover el desarrollo de condiciones de producción competitivas en el mercado mundial o, en otras palabras, a desarrollar un capital nacional que fuera competitivo en el mercado mundial. Cuanto menor fuera el grado de decadencia de las relaciones de producción pre-capitalistas, más contribuía la aceleración de la acumulación mediada por el estado a la petrificación de las relaciones de clases pre-capitalistas y más autónomo se volvía el activo aparato del estado. De este modo, en cada país metropolitano que atravesó la acumulación primitiva y la revolución industrial luego de Inglaterra, las relaciones de clase y la relación entre el aparato de estado y la sociedad llevan de un modo específico la impronta de la posición de aquel país en el mercado mundial.
[54]
Mientras que en Inglaterra la burguesía, en coalición con una altamente capitalizada aristocracia, pudo asegurar su influencia sobre el aparato estatal con un uso relativamente bajo de la fuerza y menores derramamientos de sangre
[55], en Francia, en contraste, se requirió de una crisis económica, mediada por el mercado mundial y resultante en convulsiones revolucionarias, para que la burguesía ganara influencia sobre la estructura y actividad del aparato estatal. Es más, la república burguesa, como expresión histórico-política del modo de producción capitalista consolidado, pudo establecerse en Francia sólo unos cuarenta años después que en Inglaterra. En la Alemania prusiana, por otra parte, con su “comienzo tardío” (como se sostiene en la literatura), la confrontación entre las relaciones feudales relativamente estables y la necesidad de auto-afirmación en el mercado mundial se desarrolló en formas de acumulación forzada (en la cual un sistema bancario relativamente desarrollado jugó un rol importante
[56]), una prolongada, lenta e incompleta penetración de las relaciones del capital y la persistencia de condiciones feudales
[57]. La acción política del aparato estatal eliminó esos obstáculos a la acumulación primitiva y a la industrialización que, aunque todavía no se habían convertido en barreras para procesos económicos y sociales internamente determinados, mostraban ser limitantes para la arena internacional. En un contraste total con el estado alemán, que nunca pudo sobreponerse a la falta de desarrollo de su relación de clase y a la autonomía relativa de su aparato estatal, el estado norteamericano puede ser visto como un resultado casi directo de las medidas hacia el mundo exterior, las cuales debían ser tomadas por una sociedad burguesa relativamente desarrollada en una situación histórica en la cual los antagonismos de clases se encontraban profundamente distorsionados y ocultos y donde existían condiciones extraordinariamente favorables para la reproducción autónoma.
[58] Carente de objetivos por encima de la sociedad, el aparato estatal norteamericano se desarrolló como un reflejo administrativo de las necesidades de los procesos económicos y políticos, y con vínculos muy cercanos con la clientela afectada.
[59]
El estudio del material histórico
[60] que trata sobre el establecimiento del modo de producción capitalista deja en claro que el modo de producción capitalista en general sólo puede surgir en el contexto del mercado mundial establecido por el capital mercantil. El mercado mundial es la pre-condición, “la base y la atmósfera vital”
[61] del capital, y por ello resulta lógicamente inseparable del concepto de capital aunque, en su forma real concreta en tanto espacio permeado y estructurado por el capital, resulte dependiente del despliegue histórico y concreto de las relaciones de producción capitalistas. En la transformación de los límites territoriales pre-existentes en el estado nación burgués (como forma política de organización una base necesaria para la operación del capital), el mercado mundial retiene su principio característico de organización. Su realización general refleja la penetración de las relaciones de producción capitalistas. El mercado mundial, de central importancia como elemento constitutivo, continúa siendo en todo momento una influencia real y un factor condicionante en el proceso de desarrollo de los complejos capitalistas de reproducción nacionalmente organizados y hace valer su dimensión al interior de los procesos de acumulación nacionalmente organizados, tanto en los periodos de prosperidad como en los de crisis.
[62]
Si el mercado mundial es la base y el ámbito integral del modo de producción capitalista, el estado nación burgués es también la base: el estado burgués es, tanto histórica como conceptualmente, parte del modo de producción capitalista.
[63] La relación económica de fuerzas en las relaciones capitalistas de producción siempre requirió, tanto para su continuada dominación rentable como para su establecimiento, el ejercicio de la fuerza política, localizado en el aparato del estado burgués, para intervenir y proteger dicha relación económica de fuerzas. Que esta fuerza estatal no sea
única y centralizada, congruente en su dominio con el desarrollo y extensión del modo de producción capitalista, que aparezca como una pluralidad, imponiendo sobre el mercado mundial el principio de organización en estados nacionales, se debe esencialmente a
la dominación que caracteriza a las relaciones en el interior de todas las sociedades previas y a la forma específica que reviste la dominación bajo el capitalismo. La existencia de un aparato de estado es en sí misma la admisión por parte de una sociedad de que su reproducción se organiza bajo la dimensión de la dominación, esto es, que se trata de una sociedad de clases.
[64] En última instancia, son las condiciones materiales del intercambio entre el hombre y la naturaleza y el desarrollo de las fuerzas productivas las que le dan a la afirmación de que “la historia de todas las sociedades que han existido hasta hoy es la historia de las luchas de clases”
[65] su forma histórica concreta, referida por Marx y Engels como la formación social.
[66] A cada formación social corresponde en cada caso una forma específica del ejercicio y preservación de la autoridad.
Las formaciones estatales pre-capitalistas con sus fronteras contingentes, cuya extensión dependía fuertemente del desarrollo de las fuerzas productivas, se caracterizaban tanto por la naturaleza de su dominación interna como por la capacidad de rivalizar de su poder externo de lucha. La frontera marcaba el fin de uno y el comienzo de otro. El modo de producción capitalista nace entonces dentro de estos territorios previamente delimitados, donde prevalecían la autoridad y la competencia. En el modo de producción capitalista, la dominación se reproduce mediante el propio mecanismo de funcionamiento económico y, no obstante, requiere de una salvaguarda
política tanto reguladora como represiva porque, debido al ejercicio anárquico de la autoridad, no puede ser adecuadamente asegurada por la operación de las leyes de producción. Surgen muchos centros de capital, la reproducción y la acumulación tienen lugar dentro de áreas limitadas y el capital se aprovecha de los aparatos de fuerza existentes para imponerse y protegerse a sí mismo, reformándolos y expandiéndolos de acuerdo con sus propias necesidades. En el estado nación, la burguesía se constituye a sí misma como una unidad que opera políticamente en el mercado mundial en una relación competitiva con las otras naciones burguesas, así como dentro del marco de las fronteras nacionales las fracciones de burguesía “sólo constituyen una unidad políticamente activa a través de su relación con el estado”.
[67]
Los complejos políticos de producción e intercambio tienen una densidad específica que estabiliza las fronteras y les otorga su relevancia económica sólo en la medida en que logren dividir los capitales para constituirlos en un capital total nacional. A través de los aparatos de los estados nacionales, la burguesía fraccionada organiza intervenciones estatales de las formas más diversas en los movimientos del capital en el mercado mundial. El que se trate de intervenciones enfocadas domésticamente o que involucren acciones orientadas hacia el exterior, depende de los imperativos particulares de valorización y de las particulares constelaciones de clases.
Por consiguiente, existen estructuras de autoridad preexistentes que son transformadas con el establecimiento del modo de producción capitalista. Una vez embarcado en el proceso de su desenvolvimiento, el capital impone sus leyes sobre los soberanos de un área territorial definida, los cuales se someten bajo pena de perder su poder a partir de una gradual erosión de su base, mediada por asaltos tanto internos como externos. Los aparatos de poder existentes, al actuar para mantener la base material de su autoridad, funcionan como el vehículo objetivo del modo de producción capitalista y como los ejecutores administrativos del “proceso histórico de disolución y como creadores de las condiciones para la existencia del capital”.
[68] De modo que estos aparatos se basan en las esferas de autoridad políticamente determinadas previamente predominantes, cuyos límites pierden crecientemente su carácter puramente político y pasan a constituir el complejo de producción gobernado por la división del trabajo, la unidad de los capitales en competencia que encuentra su expresión conceptual en la tasa promedio de ganancia nacional.
El carácter universal del modo de producción capitalista también se afirma a sí mismo en el hecho de que crea y fortalece al estado nación burgués como un complejo de reproducción, con una densidad específica, separado de otros estados nación burgueses en tanto un centro parcial de acumulación.
Una vez que el modo de producción capitalista se había instalado en Inglaterra, formas menos desarrolladas de producción nacional en otros países comenzaron a tornarse inevitablemente obsoletas frente a la industria a gran-escala inglesa.
[69] El establecimiento específico del modo de producción capitalista en Francia y Alemania muestra de manera ejemplar la necesidad de formar centros de acumulación de capital nacionalmente determinados, mediados por el aparato del estado. La necesidad derivó de la premisa
política de la autonomía de la autoridad política y económica, la cual fue mantenida, naturalmente, al costo de la transferencia de esa autoridad de las manos de las clases feudales a las de la burguesía.
La relevancia de la formación de centros políticos limitados se ve con mayor claridad al considerar el modo en que comenzó a existir Estados Unidos. El conflicto entre las colonias y la metrópolis estalló en el preciso momento en el que se presentó una divergencia decisiva de puntos de vista acerca de la autoridad para disponer del capital generado por la acumulación primitiva y en el que la disposición económica favorable a Inglaterra amenazaba la autonomía de la autoridad política y económica de las colonias. La independencia política de las clases dominantes en los EEUU requería de la constitución de un estado burgués propio como precondición para proveer una base económica para dicha dominación a través del modo de producción capitalista. En la base, toda la retórica patética sobre la libertad que se produjo a partir de la Guerra de la Independencia no era más que la pantalla legitimadora de los reclamos en favor del ejercicio de la dominación, que aquí todavía requería esa constitución formal que en Europa ya proveía la soberanía territorial.
La forma del estado nación burgués (del mercado mundial organizado en estados nación) adquiere, en tanto centro legal soberano del complejo de producción e intercambio capitalista, la función de asegurar, tanto interna como externamente, el poder político-económico de las burguesías que compiten en el “sistema internacional”. La forma, sin importar su gran relevancia económica –ya que “las condiciones de la industria y del comercio dentro de cada nación se hallan dominadas por sus relaciones de tráfico con otras naciones y por su actitud ante el mercado mundial”
[70]–no es comprensible en última instancia sin el recurso al
momento político de dominación que está implícito en la relación económica de fuerzas entre el trabajo asalariado y el capital. Tampoco es comprensible sin referencia a
las pretensiones de dominación en competencia, promovidas por portadores rivales de autoridad. Este momento político adquiere aquí una significación fundamental, en tanto que, sin su introducción en la derivación esquemática de lo político a partir de lo económico (competencia entre burguesías nacionales como mero reflejo de la competencia entre capitales nacionales), no puede establecerse la constitución de este capital como capital nacional, la insistencia en su propio fundamento y ejercicio de la autoridad, en tanto opuesta a una teóricamente concebible participación beneficiosa en una autoridad no-nacional.
En la organización nacional del mercado mundial, con todas sus implicancias para el desarrollo del poder y para su ejercicio, existe sin embargo una aceptación, a saber, la aceptación de que la dominación existe en el centro del modo de producción capitalista y, con ella, la lucha antagónica y competitiva para mantenerla, de la manera en que sea necesario. El estado nación burgués es de hecho el principal espacio de la reproducción de la relación de clases: aquí es donde se llevan adelante políticas represivas para su sostenimiento, y esto se vuelve evidente con la creciente coincidencia entre los alcances de la reproducción social y la económica. Por otra parte, la auto-afirmación política en un estado nacional específico y el arsenal de medios de poder que la acompaña es, en efecto, la precondición para una auto-afirmación económica a largo plazo. Sin embargo, las consideraciones acerca de la reproducción social o económica no son adecuadas para explicar el rechazo de una burguesía nacional a aceptar ser subsumida política y territorialmente por otra. Aun en los casos de una extendida dependencia económica, en la siempre frágil unión de una burguesía nacional con su propio estado nacional, la sociedad de clases se revela como un nexo de dominación.
Los complejos de reproducción centrados al interior de los límites de los estados nacionales se definen a sí mismos como complejos de autoridad nacionalmente autónomos, principalmente a través de la propiedad de los medios de producción y la dirección general del proceso de producción de parte de la burguesía nacional, que creó en el aparato del estado un órgano de autoridad que representa sus propios intereses. Mientras la base de esa autoridad esté basada sobre la continua apropiación de plusvalor, cada burguesía nacional va a competir con las demás en el mercado mundial por el plusvalor producido. La extensión, las formas, la estrategia y los métodos usados en esta competencia dependen centralmente del proceso de acumulación y crisis como un proceso crecientemente internacional. El estado nación, entonces, no es solamente la forma histórica de organización dentro de la cual el capital se desarrolló y creció hacia el interior de un complejo de producción e intercambio nacionalmente centrado, es además - mediado por el desarrollo nacional del curso de la acumulación, mediado sobre todo por el aparato de estado -un instrumento necesario e indispensable para asegurar el resultado rentable de la valorización del capital nacional en su competencia con todos los otros capitales combinados de todos los demás estados. Es el garante y regulador de las condiciones necesarias para la reproducción del capital dentro del marco del estado nación y, al mismo tiempo, es el aparato represivo sobre la fuerza de trabajo nacional. Como se plantea en el
Manifiesto comunista, la lucha de clases, “aunque en el fondo no sea una lucha nacional, reviste, sin embargo, al principio, tal forma”.
[71] Aunque la internacionalización de la acumulación implica la determinación crecientemente internacional de la explotación y la dirección de los procesos de producción de una nación en particular se estructuran por las condiciones de la competencia internacional y las diferencias de productividad, la autoridad que salvaguarda esta explotación todavía debe ser mediada nacionalmente. Es precisamente la actualización del complejo internacional de acumulación y crisis, que funciona como una presión hacia la igualación de los diferentes niveles nacionales de productividad, la que activa el interés de la burguesía nacional en salvaguardar la base de su dominación, la cual, en tanto imperialista, trasciende las fronteras nacionales. La burguesía moviliza el aparato de estado en su defensa y, a pesar de la creciente falta de coincidencia entre el proceso de acumulación y las fronteras nacionales, consolida de ese modo la organización del mercado mundial en estados nación.
[72]
La relación entre el mercado mundial y el estado nacional debe comprenderse como un continuum histórico interno al capitalismo y debe determinarse, en referencia a las leyes que se despliegan en el proceso de acumulación del capital, de una manera específica e histórica concreta. En este contexto, es necesario alcanzar una comprensión más precisa del borroso concepto de mercado mundial. Marx usa este concepto para describir la ubicación de aquellas relaciones de comercio internacional que, en un proceso de varios siglos, ayudó a acelerar la destrucción de las relaciones feudales.
[73] Sin embargo, cuando escribe “el entrelazamiento de todos los pueblos en la red del mercado mundial, y con ello el carácter internacional del régimen capitalista”
[74], el mercado mundial es entendido como el dominio más desarrollado del movimiento del capital. Claramente, aquí debe hacerse una distinción teórica entre dos situaciones diferentes, que están ligados por el desarrollo del capital de acuerdo a sus propias leyes internas y a la vez se distinguen por los distintos niveles de acumulación y las distintas estructuraciones de la división internacional del trabajo. Parte de la tarea de cualquier teoría del imperialismo es dar cuenta de estas determinaciones históricamente diferenciadas sobre la base de una teoría de la acumulación.
[1] Esta posición fue formulada tempranamente, en el período de la Primera Guerra Mundial por Bujarin, quien interpretó la guerra misma bajo este parámetro. Véase Bujarin, N. I.:
La economía mundial y el imperialismo, Córdoba, Pasado y Presente, 1971; véase también la controversia entre Mandel y Nicolaus en
New Left Review 54, 1969 y 59, 1970.
[2] Una consideración acerca de los diversos estudios sobre la alteración en la forma de los movimientos del capital que constituyen la base del fenómeno imperialista se encuentra más allá del alcance de este ensayo.
[3] Véase por ejemplo Gunder Frank, A.:
Capitalismo y subdesarrollo en América Latin, Madrid, Siglo XXI, 1982; Cordova, A.:
Strukturelle Heterogenität und wirtschaftliches Wachstum,Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 1973; Cardoso, F. H.:
Politique et développement dans les sociétés dépendantes, Paris, Anthropos, 1971; Furtado, Celso:
La formación económica del Brasil, México, FCE, 1962.
[4] Esto no es tan cierto a propósito de las relevantes características de la discusión del imperialismo en Francia. Véase Palloix, C.:
L ’économie mondiale capitaliste, Paris, Maspero, 1971, 2 vols.; Emmanuel, A.:
El intercambio desigual: Ensayo sobre los antagonismos en las relaciones económicas internacionales, México, Siglo XXI, 1972; Busch, K.: “Zur Diskussion uber internationale Durchschnittsprofitrate, ungleichen Tausch und comparative Kostentheorie, Anhand der Thesen von A. Emmanuel”, en
Prokla 8 - 9, 1973. Pero aquí se enfatiza más en la baja de la productividad, el intercambio desigual y la formación de valor internacional. El problema que presentamos aquí de los movimientos de capital en el mercado mundial y el estado solamente es tocado de manera implícita, si acaso. Es innecesario entonces avanzar sobre ellos aquí (aun si ameritan un estudio más detallado del que han recibido hasta ahora).
[5] Lukacs, G.:
Historia y conciencia de clase, Bs. As., Sarpe, 1985, p. 83.
[6] Véase Poulantzas, N.:
Las clases sociales en el capitalismo actual, México, Siglo XXI, 1985. Para una crítica parcial a Poulantzas, véase Leucate, C.: “Internationalisation du capital et imperialisme” en
Critiques de l’economie politique 19, 1975.
[7] Marx, K.:
Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, México, Siglo XXI, 2006, volumen III, p. 169. [La traducción al inglés de los
Grundrisse omite mucho material suplementario incluido en la edición alemana; nota del traductor del alemán al inglés.]
[8] Idem, volumen I, p. 21. Estos comentarios volvieron centro de un extenso debate sobre la relación entre métodos de análisis lógicos e históricos. Véase Reichelt, H.:
Zur logischen Struktur des Kapitalbegriffs bei Karl Marx. Frankfurt, Europäische Verlagsanstalt, 1970; Rosdolsky, R.:
Génesis y estructura del capital de Marx, México, Siglo XXI, 1989; Bischoff, J.:
Gesellschaftliche Arbeit als Systembegriff, Berlin, VSA, 1973.
[9] Marx, K.:
Elementos fundamentales…,
op. cit., volumen I, p. 26.
[14] “La sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuos, en una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas. Abarca toda la vida comercial e industrial de una fase y, en este sentido, trasciende de los límites del estado y de la nación, si bien, por otra parte, tiene necesariamente que hacerse valer al exterior como nacionalidad y, vista hacia el interior, como estado” (Marx, C. y Engels, F.:
La ideología alemana, Bs. As., Santiago Rueda, 2005, p.38).
[15] Existe, claro, el peligro de perder de vista la pregunta correcta y permitir que el problema sea presentado de un modo poco riguroso, de modo tal que el punto de partida pase a ser un mercado mundial indiferenciado y desorganizado, en el cual el movimiento del capital tiene lugar prácticamente libre de influencias estatales. Bruhn, H., Wölfing, D. y Koch, B.: “Das Geld im Imperialismus”, en
Prokla 11—12, 1974, p. 149, cometen este error.
[16] Sólo cuando el problema se presenta de este modo es posible llegar a la determinación de las “barreras”, en el sentido de la cita arriba presentada, así como descubrir las circunstancias bajo las cuales estas pueden ser superadas.
[17] Leucate, C.: “Internationalisation du capital et imperialisme”, en
Critiques de l’economie politique 19, 1975, pp. 96 y ss.
[18] Sobre este punto la crítica de
Neues Rotes Forum a Neussüs es justificada. Sin embargo, si es el caso, tal como el
Forum admite, que la categoría de la tasa media de ganancia aparece en general como dada a partir del desarrollo del nivel del mercado mundial, resulta difícil entender por qué no considera que la cuestión de la autonomización en capitales nacionales presente un problema. Véase Neues Rotes Forum: “Imperialismus und Weltmarktbewegung”, en
Neues Rotes Forum 4 (3), junio de 1973, pp. 42 y ss.
[19] Sobre el problema del desarrollo de la competencia en Marx, ver Schwarz, W.
: “Das ‘Kapital im Allgemeinen’ und die ‘Konkurrenz’ im okonomischen Werk von Karl Marx. Zu Rosdolskys Fehlinterpretation der Gliederung des ‘Kapital’”, en
Gesellschaft 1, 1974.
[20] Marx, K.:
El capital, México, Siglo XXI, 1998, tomo III, p. 179.
[23] Bruhn, H., Wölfing, D. y Koch, B.: “Das Geld im Imperialismus”,
op. cit., se basan en la adopción de esta presuposición metodológica y teórica.
[24] Marx, K.:
El capital, op. cit., tomo III, pp. 683 y ss.
[25] Para el concepto de unidad usado en este contexto, véase Marx, K.:
Elementos fundamentales..,
op. cit.
[26]Marx, C. y Engels, F.:
La ideología alemana,
op. cit., p. 38.
[28] Marx, K.:
Crítica al Programa de Gotha, Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1979, p. 47.
[29] Heide Gerstenberger ha realizado un esfuerzo en esta dirección. Véase Gerstenberger, H.: “Zur Theorie der historischen Konstitution des burgerlichen Staates” en
Prokla8 - 9, 1973, pp. 208 y ss. La autora se embarca, más o menos explícitamente, en un análisis conceptual de la forma de desarrollo histórico. Allí rechaza el tipo de derivación teórica de estas formas que aquí discutimos, intentando establecer los componentes relevantes de la determinación de la función del estado burgués, a partir de la reconstrucción sola del curso histórico a través del cual éste surgió. Esta generalización abstracta de procesos históricos, llevada adelante sin la dimensión extra de la reflexión conceptual, poco contribuye al entendimiento de los fenómenos concretos particulares, y no permite su determinación como expresión de las leyes que gobiernan toda la estructura de la formación social, o como autonomizaciones específicas, ellas mismas necesitadas de explicación.
[30] Marx, K.,
El Capital, op. cit., Tomo III, p. 136.
[31] Marx, K.:
Miseria de la filosofía, Moscú, Progreso, 1979, p. 90.
[32] Véase Gerstenberger, H.:
Zur politischen Ökonomie der bürgerlichen Gesellschaft: die Bedingungen ihrer historischen Konstitution in den USA, Frankfurt Athenäum Fischer, 1973, p. 207.
[33] Véase Leon, A.:
Judenfrage und Kapitalismus, Munich, Trikont Verlag, 1970, pp.38 y ss. Leon, en particular, echó luz sobre el significado social de la des-feudalización “estancada”.
[34] Véase Kaemmel, E.:
Finanzgeschichte, Berlin, Verlag Die Wirtschaft, 1966; Marx, K.:
Miseria de la filosofía,
op. cit., pp. 111 – 112.
[35] En esto, los intereses de la monarquía y de la burguesía coincidían en particular en el sistema de deuda nacional. Véase Marx, K.:
El Capital,
op. cit., tomo I, pp. 938 y ss.; Kaemmel, E.:
Finanzgeschichte,
op. cit., pp. 212 y ss.; Kuczinsky, J.:
Zur Geschichte der Lage der Arbeiter unter dem Kapitalismus, Berlin, Akademie-Verlag,1961, p. 40.
[36] Engels, F. y Marx, C.: “La crítica moralizante o la moral crítica. Contribución a la historia de la civilización alemana. Contra Carlos Heinzen”, en Engels, F. y Marx, C.,
La sagrada familia o crítica de la crítica crítica, Bs. As., Claridad, 1971, pp. 239 – 263.
[37] Marx, C. y Engels, F.:
La ideología alemana,
op. cit., pp. 62 y ss.; Kulischer, J.:
Allgemeine Wirtschaftsgeschichte, Berlin, Oldenbourg, 1929, pp. 138 y ss.; Hubermann, L.:
Kapital und Proletariat. Ursprung und Entwicklung. Politisch-ökonomische Geschichte der Neuzeit, Deutschland, Rotdruck, 1970, pp
.158 y ss.
[38] Véase Marx, K.:
Elementos fundamentales…,
op. cit., p. 124.
[39] Marx, K.:
Crítica de la filosofía del estado de Hegel, Madrid, Biblioteca Nueva, 2010, p. 112.
[40]Véase Dobb, M.:
Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, México, Siglo XXI, 1977, p. 250.
[41]Véase Marx, K.:
El capital,
op. cit., tomo I, pp. 891 y ss.; Kuczinsky, J.:
Zur Geschichte..., op. cit., pp. 101 y ss.
[42] Marx, K.:
ibidem, p. 957. Véase también Marx, K.: “Discurso sobre el libre cambio”, en Marx, K.:
Miseria de la filosofía,
op. cit., pp. 172 y ss.
[43] Véase Kulischer, J.:
Allgemeine Wirtschaftsgeschichte, op. cit., pp. 102 y ss.; Gerstenberger, H.: “Zur Theorie der historischen Konstitution des burgerlichen Staates”,
op. cit., pp. 213 y ss. La afirmación de Hilferding de que la burguesía sólo desarrolla un interés por la fortaleza de su estado en la fase monopólica parece infundada (véase Hilferding, R.:
El capital financiero,Madrid, Tecnos, 1985).
[44] Durante cientos de años los estados europeos no reconocieron el principio de soberanía o integridad nacional e intervenían extensamente en los asuntos de cada uno de un modo abierto (véase Arzinger, R.:
Das Selbstbestimmungsrecht im allgemeinen Volksrecht der Gegenwart, East Berlin,Staatsverlag der DDR, 1966, pp. 20 y ss.).
[45] Marx, K.: El Capital, op. cit., Tomo I, p. 574.
[46] Ibidem, pp. 549 - 550; énfasis de la autora.
[47]“Gracias a la máquina, el hilador puede habitar en Inglaterra mientras el tejedor se encuentra en las Indias Orientales. Antes de la invención de las máquinas, la industria de un país se desenvolvía principalmente a base de las materias primas que eran producto de su propio suelo: así, Inglaterra elaboraba la lana, Alemania el lino, Francia la seda y el lino, las Indias Orientales y Levante, el algodón, etc. Gracias a la aplicación de las máquinas y del vapor, la división del trabajo alcanzó tales proporciones que la gran industria, desligada del suelo nacional, depende únicamente del mercado mundial, del comercio internacional y de la división internacional del trabajo” (Marx , K.:
Miseria de la filosofía,
op. cit., pp. 113 – 114).
[48]Véase Kuczinsky, J.:
Zur Geschichte..., op. cit, pp. 181 y ss.; Hobsbawn, E..:
Industria e Imperio, Barcelona, Ariel, 1988, pp. 55 y ss.
[49] Marx, K.:
Miseria de la filosofía,
op. cit., p. 151.
[50] Marx, K. y Engels, F.:
La ideología alemana,
op. cit., p. 50.
[51] A través del ejemplo del sistema de doble gobierno sobre el territorio dominado por la East India Co., Marx muestra la necesidad y los orígenes administrativos de la presencia estatal para asegurar la reproducción. El ensayo también ilustra el cambio necesario de función de las economías dependientes de puras áreas de extracción a centros de intercambio y el rol que el aparato del estado asume en este proceso al proveer las mediaciones políticas necesarias (véase Marx, K.: “The East India Company, its History and Results” en Marx, K.:
Political writings, Londres, Penguin Books, 1973, vol. 2, p. 307).
[52] Marx, K.:
Miseria de la filosofía,
op. cit., pp. 151 – 152.
[53] Sobre el problema de las tarifas protectoras véaseMarx, K.: “Discurso sobre el libre cambio”,op. cit., pp. 172 y ss.; Marx, K.:“Carta a Annenkov” en Marx, K.: “Miseria de la filosofía”, op. cit.,pp. 147 y ss.;Marx, K. y Engels, F.:
La ideología alemana, op. cit., pp. 68 y ss.
[54] Esto no debe ser interpretado como un tipo de monocausalidad. En cambio, es una cuestión de otorgar el debido peso a un factor determinante que ha sido pasado por alto por demasiado tiempo.
[55]Véase Freund, M.:
Die grosse Revolution in England: Anatomie eines Umsturzes,Hamburg, Claasen Verlag, 1951; Kaemmel, E.:
Finanzgeschichte, op. cit., pp. 250 y ss.; Kuczinsky, J.:
Zur Geschichte der Lage der Arbeiter unter dem Kapitalismus, op. cit., pp. 215 y ss.; Hobsbawn, E..:
Industria e Imperio,op. cit., pp. 78 – 82;Marx, K.: El Capital, op. cit., Tomo I,pp. 932 y ss.
[56] Véase Gerschenkron, A.:
Economic backwardness in historical perspective, Cambridge, Harvard university press, 1962, pp. 14 ss; Bairoch, P.: “Commerce internationale et génese de la revolution
industrielle anglaise”, en Annales economies, sociétés, civilisations 2, 1973, pp. 541-571.
[57] “La independencia del estado sólo se da, hoy día, en aquellos países en que los estamentos aún no se han desarrollado totalmente hasta convertirse en clases, donde aún desempeñan cierto papel los estamentos, eliminados ya en los países más avanzados, donde existe cierta mezcla y donde, por tanto, ninguna parte de la población puede llegar a dominar sobre las demás” (Marx, K. y Engels, F.:
La ideología alemana,
op. cit., p. 72).
[58] Marx, K.:
Elementos fundamentales…, op. cit., tomo III, p. 95.
[59] Para un análisis del proceso histórico de constitución del gobierno federal norteamericano, véase Gerstenberger, H.:
Zur politischen Ökonomie…, op. cit.
[60] Sobre el proceso histórico de la interrelación del mercado mundial, la introducción del modo de producción capitalista centrada nacionalmente, el estado nacional burgués y la expresión específica tomada por el aparato del estado y su relación con la sociedad burguesa, véase Von Braunmühl, C.: “Weltmarkt und Staat”, en
Gesellschaft 8 - 9, 1976.
[61] Marx, K.:
El capital,
op. cit., tomo III, p. 136.
[62] Este es un factor que Marx y Engels siempre tuvieron en cuenta en sus escritos históricos. Las revisiones escritas para la
Neue rheinische Zeitung entre 1848 y 1850 son un ejemplo en este sentido. Véanse los artículos de
Neue rheinische Zeitung en Marx, K. y Engels, F.:
Las revoluciones de 1848: Selección de artículos de la Nueva Gaceta Renana, México, FCE, 2006.
[63] Ya se dijo suficiente sobre este punto en el curso de la discusión sobre la derivación teórica del estado burgués. Se convirtió en algo generalmente aceptado y no es necesario avanzar más sobre esto aquí.
[64] Engels, F.:
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Bs. As., Planeta – Agostini, 1992, p. 290.
[65] Engels, F. y Marx, K.:
El manifiesto comunista, Bs. As., El Aleph, 2000, p. 25.
[66] Marx, K.:
Contribución a la crítica de la economía política, México, Siglo XXI, 2008, p. 5.
[67] Hirsch, J.: “Bemerkungen zum theoretischen Ansatz des burgerlichen Staates”, en
Gesellschaft 8 -9, 1976 [sin referencia de página en el original; NdE].
[68] Marx, K.:
Elementos fundamentales para la crítica de la economía política,Op. cit., Volumen I, p. 470.
[69]Marx, K.:
Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, Op. cit., Volumen III, pp. 181 y ss.
[70] Karl Marx, “El movimiento revolucionario”, en Marx, K. y Engels, F.:
Las revoluciones de 1848: Selección de artículos de la Nueva Gaceta Renana, op. cit., p.413. Las fuertes interconexiones de las naciones industrializadas también se pueden ver en el crecimiento mayor al 70% del comercio mundial al interior de Europa entre 1840 y 1850. Se trató de un incremento rápido y sin precedentes, que no fue superado en todo el siglo XIX.
[71]Marx, K. y Engels, F.:
El manifiesto comunista,
op. cit., p. 46. Esta distinción, hecha por primera vez por Marx y Engels, fue retomada por la discusión francesa sobre el imperialismo y aplicada en conexión con la diferenciación entre reproducción social y económica. Hasta ahora, ha tenido escasa repercusión sobre la discusión en Alemania occidental.
[72] Poulantzas intenta resolver esto a través de la distinción entre los conceptos de burguesía interna y de burguesía nacional sin poder, no obstante, establecer un criterio adecuado para distinguir entre ambas. Véase Poulantzas, N.:
Las clases sociales en el capitalismo actual,
op. cit., pp. 66 y ss.
[73] Marx, K.:
El capital, op. cit., tomo III, pp. 425 – 426.
[74]Marx, K.:
El Capital, op. cit., tomo I, pp. 953.