29/03/2024

Adelanto del libro "El país de los Soviets (1917-1924). Guerra Civil y Contra-Tiempos de la Revolución, de Aldo Casas

Compartimos un anticipo del del libro en preparación El pais de los Soviets (1917-1924). Guerra Civil y Contra-Tiempos de la Revolución, de nuestro compañero de Herramienta Aldo Casas, que será el volumen 2 de la serie que tiene como título general Actualidad de la Revolución y Socialismo, cuyo primer volumen es Rusia 1917. Vertientes y Afluentes.

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Octubre De 1917: “Todo El Poder A Los Soviets” 

La Revolución Rusa comenzó en Febrero de 1917, cuando la insurrección de obreras, obreros y soldados de Petrogrado, derrocó al Zar Nicolás II y puso fin al reinado autocrático de la dinastía de los Romanov. Esta primer e inmensa victoria tuvo una imprevista y contradictoria expresión institucional: la diarquía o, más popularmente, “poder dual” (dvoevlastie). La conducción formal del Estado pasó a manos de un Gobierno Provisional (burgués), que pudo instalarse merced al apoyo condicionado del poder revolucionario ejercido por el Soviet de los diputados obreros y soldados de Petrogrado.

Contrariando las expectativas populares, el Gobierno Provisional continuó con la guerra imperialista y pretendió restablecer el orden sin satisfacer las exigencias populares. Por tanto, la revolución continuó, se radicalizó y extendió, exigiendo “Tierra y Libertad”, “Paz, Pan y Tierra” y también el derecho de autodeterminación para las naciones mantenidas por la fuerza en la cárcel de pueblos que había sido el imperio zarista. Los Sóviets de obreros y soldados (y a poco andar también los Soviets campesinos) se multiplicaron en el inmenso territorio del antiguo imperio. Siguieron ocho meses de avances y retrocesos durante los cuales la auto-actividad, la confianza de las masas en sus propias fuerzas, el fortalecimiento de los Soviets y el desarrollo de otras formas de auto-organización, hicieron de toda Rusia una inmensa asamblea. Más aún, con esa democracia asamblearia y clasista en desarrollo, las masas plebeyas comenzaron de hecho a ser protagonistas de una revolución social.

En Octubre de 1917 el antagonismo social y la polarización político-militar colocaron al proceso ante una encrucijada. Una parte de la sociedad reclamaba “restablecer el orden” con algún tipo de dictadura, encabezada por Kerensky[1] o por alguno de los muchos generales deseosos de liquidar a los Rojos y escarmentar a la plebe irreverente de soldados, obreros y campesinos con sus Soviets[2]. En la vereda opuesta, el Narod (pueblo trabajador, plebeyo, básicamente: obreros y campesinos) pujaba por una acción decidida que pusiera fin a las conjuras contrarrevolucionarias de barines (Señores, la nobleza) y burzhoois (burgueses, clase acomodada), asegurando el traspaso de todo el poder a los Soviets y, con ello, de las fábricas a los obreros, la tierra a los campesinos y el derecho de autodeterminación a los pueblos alógenos.

Advertido del peligro y haciendo un muy erróneo cálculo de fuerzas, Kerensky intentó un golpe de mano en las primeras horas del 24 de Octubre: declaró el estado de sitio, clausuró los diarios bolcheviques, movilizó las ínfimas fuerzas militares que aún le respondían en Petrogrado y pidió a la Stavka (Cuartel general del ejército) que lo auxiliara enviando tropas del frente. El Comité Militar Revolucionario del Sóviet de Petrogrado, al que ya respondía la mayoría de las unidades de la guarnición de la capital, respondió con una fulminante contraofensiva. En trece horas Petrogrado quedó en manos de soldados y obreros revolucionarios a las órdenes del Soviet; en la insurrección tomaron parte unos treinta mil hombres. No fue necesario recurrir a la huelga general, movilizar a los barrios obreros, ni atacar cuarteles pues estaban ganados antes de la insurrección (Casas, 2021: 118).

A LOS CIUDADANOS DE RUSIA

El Gobierno Provisional ha sido depuesto. El poder del Estado ha pasado a manos del Comité Militar Revolucionario, que es un órgano del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado y se encuentra al frente del proletariado y de la guarnición de la capital. Los objetivos por los que ha luchado el pueblo –la propuesta inmediata de una paz democrática, la supresión de la propiedad agraria de los terratenientes, el control obrero de la producción y la constitución de un gobierno soviético- están asegurados. ¡Viva la revolución de los obreros, soldados y campesinos.

Comunicado difundido a las 10 a.m. en Rabochi y Soldat n° 8, 25 de Octubre de 1917.

En la media mañana del 25 de Octubre el CMR anunció que el Gobierno de Kerensky había sido depuesto[3]. Nada podía impedir que el II Congreso Panruso de los Soviets de Obreros y Soldados, reunido en el Palacio Smolny, se hiciera cargo de la situación. Las maniobras dilatorias del saliente Comité Ejecutivo Central de los Soviets[4] dilataron el trámite, pero a las 22:45 horas el menchevique Fedor Dan debió dar formal inicio a la sesión, con 670 delegados presentes y un claro predominio de la izquierda revolucionaria (unos 300 eran bolcheviques, alrededor de 150 eseristas de izquierda[5] y algunos más de grupos socialistas menores o “sin partido”).

A las 4 a.m. del 26 de octubre se aprobó, casi por unanimidad, el “Llamamiento a los obreros, soldados y campesinos”. La proclama anuncia que en todo el territorio el poder pasa a manos de los respectivos Soviets y fija los objetivos inmediatos del poder soviético: luchar por “una paz democrática y sin anexiones”, entregar la tierra a los campesinos, democratizar el Ejército, establecer el control obrero sobre la producción, garantizar la realización de la Asamblea Constituyente y asegurar a el derecho de autodeterminación a las naciones oprimidas del imperio.

Después de un cuarto intermedio impuesto por el cansancio, en otra maratónica sesión que terminó en la mañana del 27 de octubre, se adoptaron los decretos “Sobre la Paz” y “Sobre la Tierra” y la forma (provisional) que asumiría el gobierno de obreros y campesinos.

El Congreso de los Soviets de Todas las Rusias, que aglutina a los delegados de los Trabajadores, Soldados y Campesinos, resuelve:

Conformar, para la administración del país, antes de ser convocada la Asamblea Constituyente, un Gobierno Provisional de los Trabajadores y Campesinos conocido como Consejo de Comisarios del Pueblo. […] El control sobre la actividad de los Comisarios del Pueblo y el derecho a reemplazarlos reside en el Congreso de Todas las Rusias de los Delegados de los Trabajadores, Soldados y Campesinos y en su Comité Ejecutivo Central.

Fuente: Dekreti vol. 1, citado en Pipes, 2028: 871. 

Un sector significativo de delegados reclamaba algún tipo de “gobierno de unidad socialista” pero lo que se puso a votación y resultó electo por clara mayoría fue un equipo de gobierno que adoptó el nombre de Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom) integrado sólo por bolcheviques. El descontento que esto generó no fue despejado por la elección del Comité Ejecutivo Central Panruso de los Soviets (VTsIK), éste sí pluripartidario: 62 bolcheviques, 29 eseristas de izquierda y 10 socialistas “unitarios”, a completar con representantes de los Soviets campesinos y las organizaciones del Ejército. Se dispuso también que, si así lo deseaban, los partidos que se habían ido del Congreso podrían estar (proporcionalmente) representados en el CEC. 

Pluripartidismo soviético / Gobierno bolchevique

Para los bolcheviques, la cuestión de principios era el carácter de clase del poder soviético y su gobierno obrero-campesino. Por eso respaldaron sin la menor vacilación la moción (presentada por Martov) de negociar y proponer al Congreso la elección un gobierno de unidad socialista. El intento se frustró porque la derecha Menchevique-SR y luego el mismo Martov se retiraron del congreso. Aun así, encomendaron a Ian Bierzin y Lev Kamenev negociar un gobierno de coalición con los eseristas de izquierda. Tampoco esto fue posible pues “los SR de izquierda, así como los mencheviques internacionalistas que todavía estaban presentes, se negaban a participar en un gobierno sin los defensistas. Y estos últimos, por su parte, no querían participar en un gobierno con los bolcheviques” (Mandel, 2017: 386). Ante esa realidad y la amenazante proclamación del “Comité Panruso de Salvación del País y la Revolución” (conformado por Mencheviques, SRs, Kadetes y personeros de la burguesía), en la tarde del 26 de octubre el CC Bolchevique decidió finalmente proponer al congreso la designación de un gobierno provisional enteramente bolchevique. 

En un libro referido a los primeros años del Estado Soviético, puede leerse que

Para construir el gobierno postrevolucionario, Lenin y los líderes soviéticos que lo seguían se inspiraron en las ideas marxista de liberación de las masas obreras de la opresión y desigualdad, y pretendían alcanzar la sociedad “más democrática” de la historia. Condujeron en cambio, inadvertidamente, a la dictadura autoritaria del Partido/Estado. (Douds, 2018: 2). 

Está sobradamente demostrado que entre el gobierno bolchevique y el régimen de purgas, fusilamientos y terror indiscriminado que se implantó en la URSS de Josef Stalin no existió continuidad, sino una brutal y sangrienta ruptura. Pese a ello, la sombra de siniestra del estalinismo. 

… oscurece el hecho de que, inicialmente, hubo un período antes de que se institucionalizara el monopolio despótico del partido en su “rol de liderazgo y dirección” y de que los organismos partidarios se convirtieran en la real maquinaria gubernamental (…) en los primeros años después de la Revolución de Octubre, el gobierno no fue ejercido por medio del aparato del partido, sino a través de las instituciones del Estado soviético, en la cúspide del cual estaba el Consejo de Comisarios del Pueblo o Sovet Narodnykh Kommissarov (Sovnarkom). De hecho, los primeros años de gobierno de Lenin fueron un fluido período de improvisación, experimentos y negociaciones en torno a la naturaleza del poder y su legitimación, durante el cual los líderes soviéticos creían estar construyendo un nuevo y superior sistema democrático, aunque desconocieran las específicas formas organizativas y estructurales que adoptaría. (Douds, 2018: 2).

De ese período inicial nos ocuparemos en las páginas que siguen, prestando atención a la advertencia que hace ya muchos años hiciera Christopher Hill:

… el período estuvo lleno de tanteos y errores a escala gigantesca, de experimentos de formas de organización social hasta entonces inéditas […] Hemos de juzgar los éxitos y fracasos del régimen soviético no en virtud de varas de medir abstractas, y absolutas, contemplando sólo la idea pura de un Estado socialista, sino como parte que fueron de un experimento que debía ser realizado, contra toda previsión, en condiciones de excepcional gravedad y dificultad. Y todo ello con recursos humanos y materiales desesperadamente inadecuados, frente a la cerrada hostilidad de casi todos los gobiernos del mundo civilizado. (Hill, 2017: 119-120).

El “programa” de Lenin

(…) propuesta de paz inmediata a todas las naciones; reparto de la tierra a los campesinos; control obrero de la producción y distribución de mercancías; control nacional de la banca. [...] En los días siguientes se abolieron todas las desigualdades basadas en la clase, el sexo, la nacionalidad y la religión, fueron nacionalizados los bancos, los ferrocarriles, el comercio exterior y algunas grandes industrias. En lo relativo a la cuestión agraria, los bolcheviques se adelantaron y rebasaron a sus más formidables oponentes, los social-revolucionarios, el partido campesino. […] En los primeros días de existencia del gobierno soviético se aprobaron numerosas leyes de gran alcance, dentro de un proceso general de educación, pero con escasas posibilidades de ser aplicadas de manera efectiva. [...] Estas leyes ponían de manifiesto, de todas formas, la intención del gobierno de dar amplio margen a la iniciativa y a la actividad autónoma de los soviets locales. […] En los primeros tiempos, diría Lenin después, el gobierno había manifestado, en efecto: “¡Aquí está la ley! Así es como nos gustaría que fuese administrado el Estado. ¡Intentadlo!”. “No tenemos miedo de reconocer todo lo que la aplicación de nuestras leyes saque a la superficie... tenemos que modificarlas continuamente.” En diciembre de 1917, Lenin presentó para su discusión una ley para la nacionalización de todos los bancos y de las sociedades anónimas, la repudiación de toda la deuda pública interior y exterior, la introducción del servicio obligatorio del trabajo, de sociedades obligatorias de consumidores y de libros de contabilidad y de control de las clases poseedoras, a las que sólo se les permitiría recibir sus raciones alimenticias. […] Hacia esa época, aproximadamente, dos organismos soviéticos entraron en conflicto a propósito de una diferente interpretación de la ley sobre el control obrero de la industria. Uno de esos organismos pidió a Lenin que respaldase legalmente su criterio e instrucciones concretas al respecto y desautorizara a sus oponentes. Tras examinar atentamente sus argumentos, Lenin contestó: “Si de verdad queréis poner enseguida en práctica el control obrero, hacéis mal en querer apoyaros en una autoridad legal y formal. Tenéis que actuar, tenéis que agitar, echar mano del mejor método que encontréis para llevar vuestra idea a la práctica sin importar lo legalizada que esté”. Detrás de los actos más revolucionarios de Lenin hubo siempre este sólido sentido común. “La vida dirá la última palabra”, era una de sus frases favoritas; entretanto, prefería que los principios gozasen de libertad antes que comprometerse él personalmente a dar interpretaciones de detalle. Esto vendría después. Lo primordial era que los principios empezasen a ponerse en práctica. (Hill, 2017: 121-127).

 

Primeros combates y debates del Gobierno soviético

A la relativamente incruenta victoria de la insurrección de Octubre, siguieron horas, días y semanas durante las cuales la suerte del gobierno fue incierta. La revolución debió enfrentar simultáneamente tres grandes cuestiones, cada una de las cuales planteaba dificultades de naturaleza diferente y exigió respuestas difíciles de compatibilizar.

Lo primero fue enfrentar militarmente a la contrarrevolución armada y afirmar el poder soviético en el extenso territorio del antiguo Imperio. Los soviets ya existentes, y los que se fueron creando sobre la marcha, asumieron el poder de manera accidentada, con ritmos y características diferentes, pues las realidades regionales y locales eran muy disímiles y también eran distintas las fuerzas y alianzas políticas que en cada uno de ellos predominaba. Durante algunas semanas el poder efectivo estuvo a cargo del Comité Militar Revolucionario y, antes de llegar a instalarse, el gobierno presidido por Lenin atravesó por una crisis que aparejó renuncias y cambios en el Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom), en el Comité Ejecutivo Central de los Soviets (VTsIK) y en la cúpula del partido Bolchevique. Recién un mes después el nuevo poder se consolidó cuando recibió el formal respaldo del II Congreso Panruso de los Soviets Campesinos y se acordó la conformación de un gobierno de coalición entre el Partido Bolchevique y el flamante Partido Socialista Revolucionario de Izquierda.

Paralelamente, el gobierno estaba lanzado a cumplir el compromiso de poner fin a la guerra imperialista. En la perspectiva estratégica de los bolcheviques y demás “internacionalistas” (eseristas de izquierda, maximalistas, un ala de los mencheviques, socialdemócratas unitarios y anarquistas), el combate por el fin de la guerra y “una paz democrática y sin anexiones” estaba ligado al desarrollo de la revolución en toda Europa y especialmente en Alemania. Para las amplias masas y en especial para los soldados, lo urgente era, simplemente, dejar de combatir y volver a casa. Ambas perspectivas resultaron difíciles de compatibilizar Los Aliados no aceptaron ni siquiera discutir el asunto y la Rusia Soviética se encontró en el imprevisto e incómodo escenario de una negociación de paz por separado con las Potencias Centrales. Las accidentadas negociaciones que desembocaron en el Tratado de Brest-Litovsk dividieron a los bolcheviques y rompieron la coalición de gobierno. Fue una derrota plena de consecuencias.

También era impostergable restablecer y reorientar la actividad industrial y asegurar un flujo comercial que posibilitara el acceso de alimentos y bienes esenciales a la población de las ciudades y el campo, y comenzar a hacer realidad los postulados igualitarios y socialistas de la revolución. Pero el contexto catastrófico que ya existía en Octubre se agravó cualitativamente en marzo de 1918 (por las imposiciones del Tratado impuesto por Alemania). Se recurrió entonces a sucesivas medidas que, siendo de emergencia, tuvieron repercusiones prácticas, estratégicas y teóricas a largo plazo e imprevistas. 

Primera crisis de gobierno

Como ya se dijo, las primeras horas del Consejo de Comisarios del Pueblo estuvieron dominadas por la necesidad de enfrentar tropas cosacas comandadas por el general Krasnov que ya el 27 de Noviembre avanzaban hacia Petrogrado para reponer a Kerensky. El “Comité Para la Salvación de la Patria y la Revolución”, coincidentemente, organizaba una sublevación con Junkers y fuerzas aportadas por los SR[6]. En Moscú, aprovechando vacilaciones del CMR local, los contrarrevolucionarios se habían apoderado del Kremlin y allí mismo fusilaron 300 guardias rojos que habían depuesto las armas.

En esta situación el Sindicato de los Ferroviarios (Vikzhel) exigió la realización de una conferencia para detener las hostilidades y conformar “un gobierno de unidad”, amenazando paralizar los ferrocarriles. Cada uno por su lado, pero de manera coincidente, el Comité Ejecutivo Central de los Soviets, la Central Sindical, el Consejo de Comités de Fábrica y el Comité Central Bolchevique decidieron participar en estas conversaciones, pues existía por la base una fuerte presión en favor de alguna forma de frente único revolucionario o gobierno de unidad socialista. Los bolcheviques dijeron que estaban dispuestos a “ampliar la base de sustentación de gobierno”, pero no a detener el combate. Dando prueba de ello, el 29 de Octubre se reprimió duramente el levantamiento en Petrogrado. Por la noche comenzaron las conversaciones, con la presencia de unas treinta organizaciones (desde “los rojos” en todas sus gradaciones, hasta el “Comité Para la Salvación”).

Las expectativas eran muchas, pero Mencheviques y SRs presentaron exigencias que eran una provocación[7]. Los eseristas de izquierda y socialdemócratas unitarios, a pesar de ser muy críticos de lo que consideraban autoritarismo sectario de los bolcheviques, advirtieron que semejante ultimatismo era disparatado, pues los obreros de Petrogrado no aceptarían un gobierno sin los bolcheviques y era impensable desarmar al CMR y los Guardias rojos. De hecho, el 30 de Octubre, los Guardias rojos y marineros del Soviet de Cronstadt derrotaron a las tropas que avanzaban sobre Petrogrado, el 1 de noviembre el general Krasnov fue detenido y entregado por sus mismos soldados, Kerensky huyó, y al día siguiente en Moscú triunfaron los Guardias rojos.

Los socialistas de derecha morigeraron sus pretensiones y se conformó una “Comisión especial para la preparación de un acuerdo entre los partidos y las organizaciones” (largo título para una misión de corta vida). En la comisión continuaron las presiones tendientes a “diluir” la autoridad y carácter de clase del poder soviético y marginar o dividir a los bolcheviques, con propuestas que iban desde “concederles” algunos ministerios sin importancia, hasta la de un gabinete compartido (40% para los bolcheviques, 40% para los “socialistas” de derecha, 20% para eseristas de izquierda y mencheviques internacionalistas)… ¡pero vetando la presencia en el mismo de Lenin y Trotsky! Los delegados bolcheviques (Kamenev y Riazanov) que pertenecían al sector del partido que consideraba inevitable acordar con los “defensistas”, prestaron su tácito consentimiento y se dejó trascender que el acuerdo era inminente (Rabinowitch, 2007: 30 y 31)...

No fue así, porque la enérgica protesta de Lenin y Trotsky hizo que un Comité Central ampliado[8] rechazara lo actuado por los delegados del partido y denunció que las tratativas buscaban “generar divisiones, socavar el poder soviético y encadenar a los SR de izquierda a la conciliación con la burguesía”. Se presentó al Ejecutivo de los Soviets una moción que constituía un “ultimátum programático” dirigido a los eseristas de izquierda que, no sin discusión y con algunas enmiendas, fue aprobada con respaldo de ambos partidos por el CEC en la madrugada del 2 de noviembre.

La moción aprobada por el CEC…

Consideraba “deseable un acuerdo entre los partidos socialistas”, sobre la base de muy precisas condiciones: 1) el programa que surge de los decretos sobre la paz, sobre la tierra y los proyectos de control obrero; 2) lucha implacable frente a la contrarrevolución (Kerensky, Kornilov y Kaledin); 3) reconocimiento del II Congreso de los Soviets como única fuente de poder; 4) responsabilidad del gobierno ante el CEC; 5) Inclusión en el CEC de representaciones proporcionales de las organizaciones que abandonaron el congreso, de los sindicatos de ferroviarios, correos y telégrafos, central sindical, consejo de comités de fábrica, de los Soviets campesinos y organizaciones militares que todavía no hubieran realizado elecciones… (POSDR (b), 1972: 141-142 y 283). La Minoría del CC (Kamenev, Zinoviev, Noguin, Riazanov y otros) intentó seguir adelante con las negociaciones, y el enfrentamiento entre los bolcheviques estalló públicamente.

La pública crisis de los bolcheviques hizo que durante pocos pero intensos días se multiplicaran reuniones y pronunciamientos: del Comité Central, del decisivo Comité regional de Petrogrado que exigía aplicar sin vacilaciones lo votado[9], del ala de Lenin denunciando que la “Minoría del CC” obstaculizaba la acción del partido y del gobierno y advertía que “la base del partido o un congreso extraordinario restablecería la disciplina”; la Minoría renunció al CC y se produjeron dimisiones en el Consejo de Comisarios del Pueblo (cf. POSDR(b), 1972: 144).

El 7 de noviembre el Soviet de Petrogrado tomó posición y exigió formalmente (con 1 voto en contra y 20 abstenciones) que el poder siga en manos de los Soviets, que se pusiera fin a las negociaciones “con los traidores” y llamó a los eseristas de izquierda a “asumir resueltamente la revolución obrero-campesina y sumarse al gobierno”. 

La crisis vista desde abajo

Una investigación basada en testimonios de activistas, resoluciones de las asambleas y declaraciones partidarias, concluye que las pretensiones de los “socialistas de derecha” (Mencheviques y SR) carecían de respaldo por la base. Obreros y obreras de Petrogrado debatían en torno a sólo dos posiciones. Los eseristas de izquierda, mencheviques internacionalistas y social-demócratas unitarios, postulaban un gobierno “democrático-revolucionario” o “socialista homogéneo” que incluyera desde los bolcheviques y maximalistas en la extrema izquierda hasta los socialistas populares en el otro extremo. Los bolcheviques, por su parte, sostenían que cualquier coalición socialista debía reconocer al Congreso de los Soviets, el VTsIK electo y que los bolcheviques debían tener mayoría en el Sovnarkom. Sin embargo, la idea del gobierno de amplia coalición socialista encerraba una ambigüedad que se develó en pocos días. La mayoría de los obreros entendían que debía ser el gobierno de los partidos socialistas que respaldaban el programa del II Congreso y respondían ante el CEC, Los dirigentes eseristas de izquierda, en cambio, tenían una posición vacilante, considerando que el gobierno revolucionario debía tener una base más amplia, incorporando sectores de “la democracia revolucionaria” no organizados directamente en los en los soviets. De la investigación surge también que la inmensa mayoría de les trabajadores no era neutral ante la guerra civil en ciernes, condenaba las acciones armadas de la contrarrevolución y quería un gobierno soviético sin burgueses, integrado por los partidos socialistas (los más moderados anhelaban una coalición de todos los partidos socialistas, los más radicales reclamaban que fuera sólo con los “internacionalistas”). Destaca en éste sentido la conferencia de las obreras de Petrogrado (500 delegadas que representaban 80.000 trabajadoras) que, habiendo sido el último sector de la clase en sumarse al reclamo de “Todo el poder a los Soviets”, ante la crisis votó una fuerte crítica a los eseristas de izquierda, a los mencheviques internacionalistas y a quienes se habían retirado del gobierno. Otro ejemplo notable lo dio el Soviet del distrito de Viborg, que organizó una inmensa asamblea en la que se aprobó una declaración presentada en conjunto por bolcheviques, eseristas de izquierda y mencheviques internacionalistas, que terminaba afirmando: “Ganaremos, a condición de que se concrete la unidad y la solidaridad de todas las fuerzas socialistas del proletariado. ¡Basta de medidas fraccionales! ¡Viva la unidad de la clase obrera!”. El llamado a la unidad, era sobre todo un llamado a la unidad de la base obrera. Consideraban posible un gobierno de coalición socialista basado en los soviets. Creían que la presión de las bases podía lograr que los dirigentes de los partidos dejaran de lado disputas fraccionales y que incluso los “defensistas” depusieran su intransigencia. Aspiraban a un gobierno con representación proporcional de los partidos socialistas presentes en el Soviet, responsable ante el CEC, para llevar a la práctica los decretos Sobre la paz, Sobre la tierra y el Control obrero. Y más allá de las prevenciones expresadas por Lenin y Trotsky, esa era también la posición de la mayoría de los bolcheviques. La intransigencia del bloque Menchevique- SR y sus lazos con la contrarrevolución armada hizo que los bolcheviques Petrogrado endurecieron su postura y Lenin pudo apoyarse en ellos para terminar con la conferencia del Vikzhel. Fue la presión de la base y no la autoridad de un dirigente lo que derrotó a la “Minoría” del CC bolchevique. (Mandel, 2017: 421). A lo que puede agregarse que, si bien la línea propuesta por Lenin y Trotsky era correcta en lo esencial, subyacía también la equivocada concepción de que todo el proletariado reconocía la dirección Bolchevique y que tal adhesión era algo inamovible. Y un arraigado e injustificado menosprecio por los eseristas de izquierda. 

Finalmente, el CEC dio por concluida la discusión con el Vikzhel, aunque se continuó negociando una coalición entre bolcheviques y eseristas de izquierda[10]. Zinoviev se retractó, llamó a acatar la disciplina del partido y pidió la readmisión al CC. Kamenev renunció a la presidencia del CEC y el cargo pasó a ser ocupado por Yacov Sverdlov, el más estrecho colaborador de Lenin.

El Consejo de Comisarios del Pueblo comenzó a reunirse regularmente a mediados de noviembre: una de las primeras decisiones fue gestionar un armisticio, y destituir al Comandante en jefe de Ejército por negarse a cumplir dicha orden. Pero los Comisariados se encontraron con ministerios desvalijados y funcionarios que desconocían su autoridad. Los empleados de la administración pública, correos y telégrafos y bancarios entraron en un paro por tiempo indefinido ¡con un “fondo de huelga” solventado por las asociaciones patronales! (la medida de fuerza recién finalizó en enero de 1918, después de la disolución de la Asamblea Constituyente).

El 29 de noviembre, el Comité Central facultó al Buró integrado por Lenin, Sverdlov, Trotsky y Stalin para “decidir acerca de todas las cuestiones extraordinarias” (POSDR (b), 1972: 171-174). Esta decisión orgánica cierra de la primera crisis en el gobierno y en la cúpula el partido y, simultáneamente, confirma lo excepcional y grave de la situación.

 

(Anticipo enviado por el autor para la publicación en Herramienta Web 35)

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[1] Primer ministro del Gobierno provisional. Antiguo diputado de la Duma, afiliado de último momento al PSR, con indisimuladas aspiraciones bonapartistas.

[2] Ya lo había intentado en agosto el general Kornilov, puesto al frente del ejército por Kerensky. Pero el desacuerdo entre ambos aspirantes a Bonaparte llevó a que el mismo Primer ministro denunciara las intenciones de su general: el golpe fue derrotado por una formidable movilización unitaria de obreros y soldados soviéticos, en la que descolló la iniciativa y decisión de los bolcheviques.

[3] Aunque el Palacio de Invierno en el que se refugiaron los miembros del antiguo gobierno recién fue tomado en la madrugada del día 26.

[4] El CEC había sido electo en el I Congreso realizado en junio y estaba dominado por la derecha de los partidos Menchevique y SR.

[5] Cuando los dirigentes del ala derecha del PSR quisieron romper el Congreso y llamaron a retirarse del mismo, sólo los siguieron unos 50 delegados. La izquierda del partido liderada por María Spiridonova y Boris Kamkov anunció que seguiría participando en el congreso. El PSR los expulsó y semanas después surgió como organización independiente el Partido Socialista Revolucionario de Izquierda.

[6] Los SR de derecha habían organizado en el frente los llamados “Batallones de la muerte” para combatir a los bolcheviques y luego de Octubre decidieron reactivar la Organización de Combate, su tradicional brazo armado y terrorista.

[7] Esas exigencias eran: remplazar el Consejo de Comisarios del Pueblo por un gobierno de coalición de los partidos socialistas y democráticos, con exclusión de los bolcheviques; inmediato desarme de las milicias obreras y disolución del Comité Militar Revolucionario; anulación del II Congreso de los Soviets; dejar en manos de la Asamblea Constituyente reformas de fondo y la organización social del país. Esto coincidía con lo resuelto por el Comité Central de los mencheviques una reunión de emergencia: “en este momento no se trata de discutir con los bolcheviques sino de aplastarlos”.

[8] Estuvieron presentes 12 miembros del Comité Central, 5 del Comité Ejecutivo de Petrogrado, 1 de la Organización Miliar, 3 miembros del Sovnarkom que no eran miembros del CC, 1 representante de los Sindicatos y Riazanov en calidad de delegado a la Conferencia.

[9] La resolución afirma estar “plenamente dispuesto a hacer volver a quienes se fueron [del II Congreso] y reconocer la coalición de éstos dentro de los límites de los Soviets”, recuerda que se había propuesto a los eseristas de izquierda integrar el gobierno y se ratifica que el CEC será completado “con los soldados de las trincheras y con los campesinos de las aldeas”. Declara por último “la más sincera voluntad de los bolcheviques de realizar la coalición con la inmensa mayoría de la población de Rusia” (POSDR (b), 1972: 144 y 145).

[10] Esto se concretó el 12 de diciembre de 1918, tras lo cual ingresaron varios dirigentes del flamante PSR de Izquierda al Sovnarkom.

 

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