23/11/2024

14 tesis sobre El capital *

John Holloway**
 
 
1. El capital es el grito de la riqueza que está siendo enjaulada. Un grito de dolor, un grito de rabia, un grito de dignidad
 
Esta riqueza es el sujeto de la primera frase de El capital:
La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’, y la mercancía individual como la forma elemental de esta riqueza (Marx, 1988:43)
 
El sujeto es la riqueza, la mercancía es la jaula.
 
2. En los Grundrisse, Marx nos describe la riqueza fuera de la jaula de la mercancía
 
Pero, in fact, si se despoja la riqueza de su limitada forma burguesa, ¿qué es la riqueza sino la universalidad de las necesidades, capacidades, goces, fuerzas productivas, etc., de los individuos, creada en el intercambio universal? ¿[Qué sería la riqueza sino fuera] el desarrollo pleno del dominio humano sobre las fuerzas naturales, tanto sobre las de la así llamada naturaleza como sobre su propia naturaleza? ¿[Qué sería la riqueza sino fuera] la elaboración absoluta de sus disposiciones creadoras sin otro presupuesto que el desarrollo histórico previo, que convierte en objetivo a esta plenitud total del desarrollo, es decir al desarrollo de todas las fuerzas humanas en cuanto tales, no medidas con un patrón preestablecido? ¿[Qué sería la riqueza sino fuera una elaboración como resultado de] la cual el hombre no se reproduce en su carácter determinado sino que produce su plenitud total? ¿[Como resultado de] la cual no busca permanecer como algo devenido sino que está en el movimiento absoluto del devenir? En la economía burguesa –y en la época de la producción que a ella corresponde– esta elaboración plena de lo interno, aparece como vaciamiento pleno, esta objetivación universal, como enajenación total, y la destrucción de todos los objetivos unilaterales determinados, como sacrificio del objetivo propio frente a un objetivo completamente externo (Marx, 1990a: 447-448)
Reconocemos que la riqueza, este desasosiego, esta elaboración absoluta de nuestras disposiciones creadoras, este movimiento absoluto del devenir, somos nosotras/ nosotros. Somos la riqueza que se está enjaulando. La riqueza, nuestra riqueza es el mundo que podríamos crear, el mundo de dignidad que todavía-no existe. Es el potencial del mundo que existe ahora como pesadilla, como carrera hacia la auto aniquilación de la humanidad, simplemente porque “la riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’”.
 
La cita de los Grundrisse no es solamente un himno a la riqueza humana, también nos introduce a la crítica de la economía política:
En la economía burguesa –y en la época de la producción que a ella corresponde– esta elaboración plena de lo interno, aparece como vaciamiento pleno, esta objetivación universal, como enajenación total, y la destrucción de todos los objetivos unilaterales determinados, como sacrificio del objetivo propio frente a un objetivo completamente externo (Marx, 2001b: 1, 448)
El capital es la elaboración de este vaciamiento pleno, objetivación universal, enajenación total, sacrificio del objetivo propio frente a un objetivo completamente externo. El vaciamiento ya está presente en la primera frase, en la transición de la riqueza a la mercancía. El capital es la Crítica de la Economía Política (su subtítulo) desde la perspectiva de la riqueza.
 
3. La mercancía no es el punto de partida del análisis de El capital
 
En la segunda frase del libro, Marx dice “Nuestra investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la mercancía”. (Marx, 1988: 43) Lo que Marx dice no es exacto: su análisis ya se inició en la primera frase con una categoría que va más allá de la mercancía: la riqueza.
Si uno empieza con la mercancía, se pierde de vista la perspectiva de la riqueza que existe más allá de la mercancía, este “movimiento absoluto del devenir”. Se pierde de vista el antagonismo central de El capital y de la sociedad capitalista: el antagonismo entre riqueza y mercancía, entre nuestro potencial sin límites y la jaula que nos impone la mercancía. Si uno empieza con la mercancía se ve solamente la jaula y se asume que la riqueza ya está enjaulada… ¿hasta que llegue el príncipe azul? No, no es así: el antagonismo anunciado en la primera frase es un antagonismo abierto, inconcluso. Si no fuera así, nos sería imposible verlo.
Empezar con la mercancía lleva a la lectura ortodoxa de El capital, como análisis de la jaula. La lectura acostumbrada de El capital está basada en una separación entre estructura y lucha. El libro se entiende como un análisis de la estructura del capitalismo, constituyendo el marco dentro del cual se desarrolla la lucha. El objetivo de la lucha en esta visión es la captura de la estructura, para poder desmantelarla y crear otra estructura. Esta separación entre estructura y lucha ha tenido resultados desastrosos. Uno de los objetivos principales de estas tesis es superar esta separación. Las formas del capital (mercancía, dinero, capital etc.) son lucha, no son el marco de la lucha.
Leer El capital no puede ser inocente. Lo queramos o no, tenemos que reconocer que tiene un pasado ambiguo. Por un lado, fue la inspiración de la lucha de millones que dedicaron su vida al intento de crear un mundo digno. Por otro lado, se usó como justificación para el asesinato de esos sueños. Es importante releer el texto, a veces con Marx, a veces en su contra, para recuperar su significado revolucionario.
 
4. Lo que hace la crítica posible es el hecho de que el enjaulamiento de la riqueza no es completo. La condición de la verdad de la primera frase es su no verdad
 
La crítica a la Economía Política es posible porque el vaciamiento, objetivación, alienación que Marx menciona en los Grundrisse es incompleta. Si no fuera así, no seríamos capaces, ni Marx ni sus lectores, de ver este vaciamiento. Seríamos incapaces de decir que la riqueza existe en la forma de mercancías si no fuera que al mismo tiempo existe más allá de la forma mercantil. La primera frase es verdad y no verdad al mismo tiempo. Es decir que es un proceso. La mercancía es un proceso de mercantilizar, una lucha para mercantilizar la riqueza, para imponerle cierto comportamiento, para enjaularla en la lógica de la mercancía, del dinero, del capital. El capital es la narrativa del intento de enjaularnos, es decir, del intento de enjaular lo inenjaulable. Por el hecho de leer el libro, ya estamos declarando que somos inenjaulables, estamos declarando que este enjaulamiento no está completo, y que nunca va a ser completo. Leyendo el libro, ya estamos anunciando la crisis del capital que se analiza en el Tomo III. La crítica de la economía política es parte de la resistencia-rebeldía en contra de la mercantilización, monetización, capitalización del movimiento absoluto del devenir.
 
5. La riqueza desborda la mercancía. La relación entre ellas no es una relación de identidad
 
Es una relación anti identitaria que nos introduce a una lectura anti identitaria de El capital, una lectura consciente del desfase entre las categorías: la riqueza desborda la mercancía, el valor de uso desborda el valor, el trabajo concreto desborda el trabajo abstracto, la fuerza productiva social desborda el capital. La mercancía, y todo lo que se deriva de ella, es un movimiento de contención, siempre enfrentado al contra movimiento de la riqueza, del desbordamiento. Marx habla de la contención como fetichismo, pero lo que nos permite entender la idea del fetichismo es que es un proceso incompleto. Sólo si existe un movimiento contrario, un movimiento anti fetichizante, anti identificante, podemos hablar del fetichismo. En este desfase, este desbordamiento, este no caber, en el subtexto que existe entre líneas, en lo no dicho que sigue necesariamente a lo dicho: ahí vive la posibilidad de la revolución, ahí vive el sujeto, nosotra/os.
 
6. Marx habla de esta relación de contención-y-desbordamiento en términos de forma, una categoría central en El capital
 
Ya en la primera frase Marx dice que la riqueza se presenta como un enorme cúmulo de mercancías, y que la mercancía individual es la forma elemental de esta riqueza. “Se presenta como”, “a primera vista”, “aparece como”, “existe en la forma de”, son expresiones que Marx usa todo el tiempo. Con eso expresa varias cosas. Primero se refiere al carácter históricamente específico de los fenómenos. Su crítica fundamental a la teoría burguesa es que no tiene un concepto de forma: Smith y Ricardo no pueden entender el valor como forma, ni el dinero como forma, porque asumen la permanencia del capitalismo. Pero forma también tiene otra dimensión: se refiere a la coagulación de relaciones sociales que es típica del capitalismo y que Marx aborda a través de la discusión del fetichismo. El hecho de que las relaciones sociales se establecen a través del intercambio de mercancías lleva a una cosificación de las relaciones sociales, a una despersonalización o deshumanización de las relaciones sociales: las relaciones entre personas existen como relaciones entre cosas. La relación entre dos productores existe como una relación entre sus productos y se expresa en su valor de cambio, como relación monetaria. La relación entre las personas existe en una forma que niega la existencia de las personas como sujetos activos. Se extinguen los sujetos humanos en el precio de sus productos, en el dinero que se intercambia. Las formas de precio y de dinero son el modo de existencia de la relación entre estos sujetos pero es un modo de existencia que los niega. Es un modo de existencia que niega la subjetividad de los productores/ creadores, que los personifica como portadores de sus mercancías. Pero desde la perspectiva de la riqueza, del “movimiento absoluto del devenir”, estas formas son no verdades violentas, son jaulas. Podemos decir que el movimiento absoluto del devenir existe “en el modo de su negación” (Gunn, 2015: 115). Pero esto significa que existe como lucha constante contra su negación, contra su formación, contra su personificación, contra su contención, enjaulamiento. Este desbordamiento es precondición de nuestra lectura de El capital. Es el hecho de que la riqueza existe no solamente en, sino también contra y más allá de la forma mercancía que permitió a Marx expresar la profunda verdad y no verdad de que la riqueza existe en la forma mercancía, y nos permite a nosotras y nosotros leer y entenderlo. Cuando rompemos la separación entre autor y texto, cuando preguntamos “¿cómo sabía Marx que la riqueza existe en la forma de mercancía?”, nos damos cuenta de que la única manera de reconocer esta verdad es si al mismo tiempo es no verdad.
 
7. El eje de todo es el hacer humano
 
El capital es una crítica ad hominem, una crítica que hace girar el mundo social alrededor de su verdadero sol (como dice Marx en la Introducción a la Crítica de la Filosofía de Derecho del Hegel). La tensión riqueza-mercancía existe aquí como tensión/ antagonismo entre el trabajo concreto o útil y el trabajo abstracto. “Este punto” dice Marx “es el eje en torno al cual gira la comprensión de la economía política”. (Marx, 1988: 51)
El trabajo concreto es la producción/ creación de la riqueza, algo que existe en cualquier sociedad, aunque sea en diferentes modalidades. “Trabajo concreto” es un término desafortunado porque sugiere que se trata de un tipo de trabajo que existe en cualquier sociedad, cuando sabemos que la distinción entre trabajo y otras actividades no es una distinción que haya existido en todas las sociedades. Sería mejor hablar del “trabajo concreto” como un hacer o una actividad. Es la abstracción del hacer humano, es decir su integración en la totalidad de relaciones capitalistas, que lo constituye como trabajo abstracto. El trabajo abstracto es este proceso de integración, de abstraer el hacer de toda particularidad, de todo sentido que no sea el sentido sin sentido de una totalidad de relaciones sociales cuyo único impulso es la producción de más valor, es decir del plusvalor o ganancia. Esta abstracción siempre enfrenta un movimiento contrario, los millones de intentos de establecer nuestra actividad (lo que hacemos en la vida, la única que tenemos) sobre otra base. Es decir que el trabajo concreto desborda como actividad desenajenante al trabajo abstracto o enajenante.
 
8. El capital es un sistema de frustración
 
El hacer humano (trabajo concreto) está sujeto a un proceso constante de abstracción que lo integra dentro de una totalidad sin sentido. Esta subordinación es la frustración sistemática de la creatividad humana, de la humanidad. El hacer desborda constantemente, pero el centro del conflicto es la frustración. El movimiento absoluto del devenir está frustrado por su existencia en la forma de mercancía. Esto es lo que Marx nos dice en la primera frase de El capital.
Por “frustración” no me estoy refiriendo a la reacción psíquica de las personas, sino a un choque objetivo entre el potencial humano (el movimiento absoluto del devenir) y los límites y definiciones impuestos por la mercantilización/ monetización de las relaciones humanas. Es lo que Marx indica cuando habla del conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Obviamente hay que descartar la interpretación tradicional de las fuerzas productivas como capacidad tecnológica y entenderlas más bien como riqueza, como nuestro potencial de crear otro mundo, un mundo emancipado de la lógica del capital.
Entender la frustración como centro del antagonismo capitalista es importante porque nos coloca en una lucha contra todo límite, todo impedimento a nuestra plenitud total. Un movimiento contra la frustración es el rompimiento de todo límite. Poner la explotación en el centro del análisis tiene implicancias un poco diferentes.
 
9. La explotación es el eje de la frustración capitalista, pero no son idénticas
 
La explotación está en el centro del conjunto de frustración capitalista: es solamente cuando la fuerza de trabajo se vuelve mercancía (y objeto de explotación) que se da una mercantilización general de las relaciones sociales: es solamente cuando ya no tenemos acceso a los medios de producción y tenemos que vender nuestra fuerza de trabajo por un salario que estamos obligados a comprar lo que necesitamos para vivir. La transición desde la frustración (es decir, la relación entre trabajo concreto y trabajo abstracto que es el tema principal de la exposición de Marx en los cuatro primeros capítulos) a la explotación, a partir del descenso a la fábrica en los últimos párrafos del capítulo 4, es también un enriquecimiento del tema de la frustración. Se intensifica la frustración: lo que hacemos en la vida no está determinado solamente por el mercado que no controlamos, sino por las órdenes directas de nuestros explotadores y sus agentes. Producimos no solamente valor sino plusvalor. Cuando pasamos a la explotación se vuelve evidente la relación de dependencia que es la debilidad central del capital: el capital depende de la explotación para su existencia. La relación de dependencia y agresión vuelve a ser el centro de la narrativa en lo que sigue del primer tomo.
Parece ser que la explotación, y no la frustración, es el eje central del antagonismo en el capitalismo. Así lo ve toda la tradición de la lectura de El capital. El problema con este énfasis es que significa un estrechamiento del análisis. Nos transporta dentro de la jaula. Se pierde la perspectiva de la riqueza y del movimiento absoluto del devenir contra todo límite. Se define el conflicto como conflicto entre capital y trabajo, se definen los participantes como trabajadores explotados y capitalistas explotadores. Se pierde de vista el carácter doble del trabajo como conflicto constante entre trabajo concreto y trabajo abstracto. Se asume una subordinación total de nuestra actividad (trabajo concreto) a la abstracción.
No es cuestión de proponer una dicotomía entre frustración y explotación, sino de señalar que enfocar la atención solamente en la explotación restringe el carácter radical de la crítica de Marx. La crítica de la mercancía que dice que no hay salida de la catástrofe humana mientras mantengamos el intercambio mercantil como base de nuestras relaciones humanas, se reduce a una crítica que se dirige solamente contra la explotación, y no contra la mercancía y el dinero.
 
10. La clase trabajadora es resultado de un proceso de clasificación
           
El capital nos va moldeando a sus necesidades. Se da un proceso de personificación, a través del cual los humanos se van identificando con su papel en la reproducción del sistema. Marx nos dice varias veces que en su análisis las personas figuran como personificaciones de su papel social. Así, en el segundo capítulo:
Aquí las personas sólo existen unas para otras como representantes de la mercancía, y por ende como poseedores de mercancías. En el curso ulterior de nuestro análisis veremos que las máscaras que en lo económico asumen las personas (die ökonomischen Charaktermasken), no son más que personificaciones de las relaciones económicas como portadoras de las cuales dichas personas se enfrentan mutuamente (Marx, 1988: 103-104).
Esto está claro en el caso de los capitalistas. Si no actúan como la personificación del capital, van a perder su dinero y dejar de ser capitalistas.
En el caso de los trabajadores es más complicado. La personificación tiene una fuerza muy real. Si el trabajador no asume su papel como productor directo o indirecto de plusvalor, va a perder su empleo y su acceso a la riqueza social. Con el desarrollo del capital, los trabajadores se van identificando con su mercancía, su fuerza de trabajo.
En el transcurso de la producción capitalista se desarrolla una clase trabajadora que, por educación, tradición y hábito reconoce las exigencias de este modo de producción como leyes naturales, evidentes por sí mismas (Marx, 1990b: 922).
Esta clase trabajadora alza su voz por primera vez en el capítulo 8, en las luchas para restringir la jornada de trabajo, pero alza su voz, no en contra del trabajo sino para mejorar las condiciones de venta de su mercancía, su fuerza de trabajo: "Exijo la jornada normal de trabajo porque exijo el valor de mi mercancía, como cualquier otro vendedor”. (Marx, 1988: 281). “Tiene lugar aquí, pues, una antinomia: derecho contra derecho, signados ambos de manera uniforme por la ley del intercambio mercantil” (Marx, 1988: 282). La clase trabajadora se va formando con el avance de la acumulación del capital, pero según Marx, es una clase trabajadora personificada, integrada al sistema: “Desde el punto de vista social, la clase obrera, también cuando está fuera del proceso laboral directo, es un accesorio del capital, a igual título que el instrumento inanimado del trabajo” (Marx, 1990a: 706). Por eso podemos decir que para Marx, la clase trabajadora es resultado de un proceso de clasificación, identificación, personificación.
Por otro lado sabemos que no es así. No es así de la misma manera que no es totalmente cierto que la riqueza existe en la forma de la mercancía. Sólo podemos hablar de la personificación de los trabajadores en la medida en que exista un desbordamiento, en la medida en que no sea cierto. Nosotros, trabajadores obligados a vender (o tratar de vender) nuestra fuerza de trabajo, estamos leyendo El capital. Haciendo eso ya nos estamos negando a caer totalmente en la personificación: somos más que vendedores de nuestra mercancía fuerza de trabajo. Nuestra voz que no se deja enjaular dentro de la mercancía, es la voz de la crítica.
Con la formación de la clase trabajadora como personificaciones del trabajo asalariado se va abriendo una brecha entre la clase trabajadora y la crítica. Se reproduce el antagonismo entre la riqueza y la mercancía. La crítica es el punto de vista de la riqueza, del movimiento absoluto del devenir; la clase trabajadora asalariada “accesorio del capital” es la perspectiva de la mercancía. Por eso es tan importante empezar la lectura de El capital desde la primera y no desde la segunda frase.
Esta brecha entre clase trabajadora y crítica nos coloca ante el problema central de la teoría y práctica marxista. ¿Cómo entender esta brecha? Hay tres posibilidades. La primera es concluir que la brecha excluye la posibilidad de una revolución, por lo menos una revolución de los trabajadores: la clase trabajadora se ha convertido en el hombre unidimensional y la perspectiva de un mundo más allá del capitalismo se ha perdido. La segunda es que la crítica tiene que asumir el liderazgo de los trabajadores, normalmente a través de una estructura partidista: esta idea lleva al concepto de la revolución como revolución “a favor de” los trabajadores, y las consecuencias han sido autoritarias y en general desastrosas. La tercera es decir que no existe una separación clara entre críticos y trabajadores: Marx, como autor, y nosotros, sus lectores, somos críticos leyendo a partir de la riqueza, pero lo que permite eso son las rupturas constantes en la lógica del sistema: 1848 y 1871 fueron fundamentales para la capacidad teórica de Marx; 1968, 1994, 2001/2, 2011 han sido fechas que han abierto los ojos y los cerebros para nosotras y nosotros y nosotros/as. Pero no son solamente los grandes eventos, sino también las experiencias cotidianas de ruptura, los rechazos constantes a la lógica del trabajo abstracto, los millones de intentos, dentro y fuera de la fábrica, dentro y fuera de la oficina, de romper la integración dentro de la lógica mortal y sin sentido del capital y de crear otra cosa. La relación entre la clase trabajadora como la define Marx (el “accesorio del capital”) y las millones de luchas que mantienen una perspectiva de la riqueza más allá de la mercancía (que podemos llamar, siguiendo a Nasioka, la lucha del proletariado) es una relación antagónica. La revolución sólo se puede concebir como movimiento del proletariado en-contra-y-más-allá de la clase trabajadora.
 
11. La contradicción es la forma fetichizada del antagonismo
 
La personificación de los trabajadores es un aspecto de la fetichización. Hay una metamorfosis del peor maestro albañil en una abeja, del hacedor en un trabajador-abstracto-asalariado, accesorio del capital. La lucha por otra vida se convierte en una lucha por mejor salario o mejores condiciones para la mercancía fuerza de trabajo. El antagonismo de la riqueza contra la mercancía se convierte en una contradicción del sistema, que parece no tener nada que ver con el antagonismo entre personas. En este sentido podemos hablar de la contradicción como forma fetichizada del antagonismo. Surge en la tradición marxista una distinción clara entre la lucha de clases y las contradicciones del capital: en esa interpretación las contradicciones del capital constituyen el marco de la lucha, pero no son la lucha misma.
Si vemos los tres tomos como una exposición del avance del proceso de fetichización (el viaje de regreso como dice Marx en la Introducción a los Grundrisse), es al mismo tiempo la recuperación crítica de la riqueza emancipada como horizonte y del proceso (incompleto) de su enjaulación. Por lo tanto son la narrativa (incompleta) de la conversión progresiva del antagonismo en contradicción. Por eso los trabajadores, muy presentes en el Tomo I, aunque sea muchas veces como personificación de su mercancía, casi no aparecen en los Tomos II y III. Esto no significa un abandono de la perspectiva de la lucha, sino todo lo contrario: es la demostración de cómo el avance de la fetichización va invisibilizando la lucha. La lucha está presente en su latencia. También está presente en la crítica, que es expresión no solamente de la inteligencia de Marx y sus lectores sino del plus, del exceso antagónico que nunca se reduce totalmente a la contradicción. La crítica es el proceso de descifrar la contradicción como antagonismo.
 
12. Las contradicciones del capital tienen como fundamento la libertad de los trabajadores
 
Cualquier sistema de dominación está basado en la explotación de la fuerza creativa-productiva de los dominados. Esto significa que los dominadores siempre dependen de los dominados para su existencia. En el capitalismo el sistema de explotación-dependencia enfrenta un problema específico: los trabajadores son libres. Claro que son libres en el doble sentido de estar despojados de cualquier acceso a los medios de producción y subsistencia y de tener la capacidad de vender su fuerza de trabajo como mercancía. Marx enfatiza sobre todo el primer aspecto en su discusión de la acumulación originaria y del cercamiento de la tierra. Pero el segundo aspecto es importante también: el hecho de que los trabajadores tenemos la libertad de vender nuestra fuerza de trabajo a cualquier explotador (y no solamente al señor feudal) fue resultado de siglos de lucha, de levantamientos colectivos y huídas individuales. Esta libertad del trabajador, real aunque limitada, obligó a los dominadores a reestructurar el proceso de explotación. El resultado de la libertad de los trabajadores es que ahora la explotación está mediada por el valor y esta mediación introduce en la relación de dominación/explotación una serie de particularizaciones o desarticulaciones entre las distintas formas sociales, que tienen como consecuencia una disfuncionalidad constante y una tendencia hacia la crisis. Esta disfuncionalidad está presente todo el tiempo en los tres tomos de El capital. Empieza con la relación entre dinero y mercancía en el capítulo 3 (the course of true love never did run smooth), está presente en toda la discusión de las formas funcionales en la primera parte del Tomo II, en la relación entre precio y valor y entre plusvalor y ganancia en el Tomo III. Todas estas disfuncionalidades se presentan como contradicciones separadas del conflicto social, pero no es así. Si las vinculamos con la relación entre la mercancía y la libertad de los trabajadores de escoger su explotador (que no es necesariamente irreversible, como atestigua el crecimiento de la esclavitud y los controles sobre los migrantes), podemos ver estas contradicciones como formas fetichizadas del antagonismo social entre riqueza (movimiento absoluto del devenir) y su mercantilización, es decir entre trabajo concreto y trabajo abstracto. El conflicto reprimido se reproduce como contradicción, como enfermedad crónica y progresiva del capitalismo. Para nosotros son importantes estas contradicciones en términos de antagonismo activo: caso contrario, la posibilidad de cambiar el mundo de forma radical parece depender, no de nosotros, sino de un desarrollo objetivo.
 
13. La expresión suprema de las contradicciones del capital es la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia
 
Lo importante de su horror [de los economistas] a la tasa decreciente de ganancia es la sensación de que el modo capitalista de producción halla en el desarrollo de las fuerzas productivas una barrera que nada tiene que ver con la producción de la riqueza en cuanto tal; y esta barrera peculiar atestigua la limitación y el carácter solamente histórico y transitorio del modo capitalista de producción; atestigua que éste no es un modo de producción absoluto para la producción de la riqueza, sino que, por el contrario, llegado a cierta etapa, entra en conflicto con el desarrollo ulterior de esa riqueza (Marx, 2001a: 310)
La tensión entre la riqueza y su forma mercantil de existencia que se anunció en la primera frase de El capital estalla con la baja de la tasa de ganancia. El proceso de enjaular la riqueza no se acaba pero sí entra en crisis. ¿Cómo entender esta crisis que ya se vislumbraba en la primera frase? A primera vista se nos presenta como expresión de las contradicciones del capital. La tarea de la crítica es entenderlo como manifestación del antagonismo social.
El argumento básico de Marx está claro. Con el desarrollo de las capacidades humanas, hay una tendencia a reducir el trabajo vivo y usar más el trabajo muerto, las máquinas, por ejemplo. En el capitalismo, esta expulsión relativa del trabajo vivo se expresa como alza en la composición orgánica del capital (la relación entre capital constante y capital variable) (c/v). Si la tasa de explotación (pv/v) queda constante, entonces la tasa de ganancia (pv/c+v) va a bajar. Existen contra tendencias: estas se movilizan sobre todo en la crisis. La posible reestructuración del capital que sería necesaria para que el capital salga de la crisis es la movilización de estas contra tendencias.
En el argumento hay dos figuras claves: la composición orgánica del capital y la tasa de explotación.
Marx no habla mucho de la tasa de explotación: asume que queda constante. Se enfoca más bien en el otro factor, la composición orgánica del capital. El aumento de ésta, y por lo tanto también “la tendencia progresiva de la tasa general a la baja sólo es … una expresión, peculiar al modo capitalista de producción, al desarrollo progresivo de la fuerza productiva social del trabajo”. Parece ser que es simplemente el desarrollo de las fuerzas productivas lo que precipita la caída de la tasa de ganancia y con eso la crisis del capital. Parece que son las contradicciones del sistema lo que enfrenta al capital con su propio carácter transitorio.
Esta presentación del argumento da sustento a la interpretación tradicional y ortodoxa de la crisis. El desarrollo de las fuerzas de producción (entendidas normalmente como la tecnología) entra en conflicto con las relaciones capitalistas, provocando una crisis.
El verdadero límite de la producción capitalista es el propio capital…. si el modo capitalista de producción es un medio histórico para desarrollar la fuerza productiva material y crear el mercado mundial que le corresponde, es al mismo tiempo la constante contradicción entre ésta, su misión histórica y las relaciones sociales de producción correspondientes a dicho modo de producción (Marx, 2001a: 321)
En esta perspectiva, el sentido de la revolución sería liberar las fuerzas productivas. Esta interpretación tiene problemas. Separa la dinámica estructural del capital de la lucha de clases, marginando totalmente la lucha. La revolución se entiende entonces como algo automático, el cumplimiento de una historia predeterminada, o como algo que hay que agregar a la oportunidad creada por la dinámica estructural: hay que organizar el partido para aprovechar la crisis. Sugiere también que las fuerzas productivas constituyen una fuerza autónoma que sigue su propia trayectoria, la trayectoria del Progreso. Es una idea de la riqueza y de la fuerza creativa humana muy alejada de la cita de los Grundrisse que vimos al inicio, con su énfasis en el “movimiento absoluto del devenir”. Esta interpretación tiene un pasado asesino.
Hay otra manera de entender la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. En primer lugar está el factor que Marx deja a un lado cuando presenta el argumento. Asume que la tasa de explotación queda constante. En realidad, está claro que la tasa de explotación tiende a subir con la introducción de nueva tecnología y puede contrarrestar completamente la caída de la tasa de ganancia. Una caída empírica de la tasa de ganancia indica la incapacidad por parte del capital de aumentar la tasa de explotación suficientemente para contrarrestar la caída. Esto puede ser resultado de una resistencia abierta o simplemente de la falta de una subordinación adecuada. El problema finalmente es la dependencia del capital respecto al trabajo abstracto, es decir que su reproducción depende de su capacidad de convertir nuestra actividad en trabajo abstracto, trabajo que produce directa o indirectamente un plusvalor adecuado. En la crisis el capital enfrenta su debilidad constitutiva, su dependencia de algo que no controla totalmente: nosotra/os. Nosotra/os somos la crisis del capital.
En el centro de la crisis, entonces, está la insubordinación o falta de subordinación: para sobrevivir, el capital nos tiene que subordinar cada vez más, no solamente en la producción inmediata, sino en todos los aspectos que afectan la producción del valor, es decir en todos los aspectos de la vida. La reproducción del capital requiere imponer una abstracción cada vez más exigente en nuestra actividad, y también requiere canalizar nuestras capacidades creativas, nuestra riqueza, nuestras fuerzas sociales de producción dentro de un concepto de “fuerzas productivas”, de tecnología, que sirva a su propia expansión.
La crisis actual, su prolongación y su profundidad, sugiere que el capital, a pesar de toda la violencia y de todas las “reformas”, no es capaz, por el momento al menos, de imponer la subordinación que requiere. Tampoco puede contener la riqueza dentro de la forma mercantil. De ahí su desesperación, su violencia. De ahí también su refugio en un mundo ficticio basado en el capital ficticio, tema esbozado por Marx en su discusión del crédito, pero no plenamente desarrollado porque en ese entonces no se podía imaginar hasta qué punto la reproducción del capital, es decir el enjaulamiento de la riqueza humana dentro de la mercancía, iba a depender de la expansión constante del crédito, de la ficción.
 
14. La crisis actual es la crisis anunciada en la primera frase de El capital
 
La riqueza está contenida y al mismo tiempo no está contenida en la forma de la mercancía. Si esta contención sigue, si la riqueza sigue presentándose como un “enorme cúmulo de mercancías”, todo indica que no hay futuro para los humanos. En eso el color de los gobiernos es totalmente irrelevante. De ahí nuestra desesperación.
¿Y nuestra esperanza? La riqueza. La riqueza que no se deja contener dentro de la forma mercantil. La riqueza que se mueve en-contra-y-más-allá de la mercancía. No solamente una ruptura futura y total de la mercancía, sino las rupturas y desbordamientos actuales, millones y millones y millones por todos lados. La contención de la riqueza dentro de la mercancía se vuelve cada día más violenta pero también más absurda y más insostenible. El movimiento absoluto del devenir, la negación de permanecer como algo devenido, es decir el grito de rabia contra el dominio del dinero, avanza por los caminos de las insubordinaciones, de los haceres destotalizantes, de las fuerzas creativas y sociales de producción. No es solamente la crisis que está anunciada en la primera frase sino también la revolución.
 
Bibliografía
 
Gunn, Richard, “En contra del materialismo histórico: el marxismo como discurso de primer orden”. En: Bonnet, A. / Holloway, J. / Tischler, S (comps), Marxismo abierto. Una visión europea y latinoamericana. Vol. I, Buenos Aires: Herramienta, 2015.
Marx, Karl, El Capital, Crítica a la Economía Política. Tomo I, Vol. 1, México: Siglo XXI, 1988.
–,  El Capital, Crítica a la Economía Política. Tomo I, Vol. 2, México: Siglo XXI, 1990a.
–,  El Capital, Crítica a la Economía Política. Tomo I, Vol. 3, México: Siglo XXI, 1990b.
–, El Capital, Crítica a la Economía Política. Tomo III, Vol. 6, México: Siglo XXI, 2001a.
–, Elementos fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1858, México:Siglo XXI Editores, 2001b.
Nasioka, Katerina, Ciudades en insurrección, Oaxaca 2006/Atenas 2008. México Universidad de Gualadajara:  CIESAS, Jorge Alonso, 2017.


* Estas tesis son resultado de un curso que estoy impartiendo sobre El capital en la Maestría de Sociología en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Muchas gracias en primer lugar a Edith González Cruz y Luis Menéndez por su apoyo e inspiración constantes. Gracias por sus comentarios sobre una versión previa a ellos dos y también a Panagiotis Doulos, Alfonso García Vela y Rodrigo Pascual. Gracias a Néstor López por ser un estímulo extraordinario y constante. También agradezco a todas y todos que han participado en el curso. J. H. El artículo ha sido enviado por el autor para este número especial de Herramienta.
** Es profesor e investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México. Ha publicado numerosos libros y ensayos entre los más importantes se encuentran: Cambiar el mundo sin tomar el poder (2002); Keynesianismo: una peligrosa ilusión (2003); Contra y más allá del capital (2006). Agrietar el Capitalismo. El hacer contra el trabajo (2011). Contra el Dinero. Acerca de la perversa relación social que lo genera (2015).  Todos editados en nuestra editorial. Integra el consejo asesor de la revista Herramienta de Buenos Aires, Argentina.

  

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